José Carlos Mariátegui La Chira visto por Jorge Falcón
Gárfias
Por: Antonio RENGIFO BALAREZO
Lugar: Ántero Aspíllaga 300 San Isidro, Lima.
Año: 1979
Jorge Falcón, mariateguista
Antonio Rengifo: Señor Falcón, usted
nos ha sorprendido con el alumbramiento de dos libros: Anatomía de los 7
Ensayos de Mariátegui y Amauta, polémica y acción de Mariátegui, en el lapso de
tres meses. A pesar de que usted ha dicho que no han sido producidos “a impulso
de ocasión circunstancial”, como advierte en el primer libro. Podría decirnos
¿desde cuándo data la concepción de sus obras y cómo fue el proceso?
Jorge Falcón: Bien, con mucho gusto. En
primer lugar, es exacto que no han sido escritos por una razón circunstancial;
porque estos dos libros son parte, en realidad, de una obra muy amplia que
comencé a trabajar en el año 72, y que tiene como contexto, lo que podríamos
decir, el estudio de las ideas en el Perú de 1885 a 1930. Abarca desde la
aparición de González Prada y del Círculo literario, de la formación de
Movimiento obrero, de la aparición de la idea socialista hasta alcanzar la
etapa propiamente dicha de Mariátegui. Todo esto juega en torno a la figura de
José Carlos, porque precisamente él viene a ser la culminación del estudio.
Estando en esto, surgió la circunstancia de una conversación con Sandro
Mariátegui y, hablando justamente del Cincuentenario de los 7 Ensayos, le dije
que tenía entre las cosas escritas una parte que se llamaba Anatomía de los 7
Ensayos; entonces él de inmediato me dijo: “bueno, eso lo editamos”. De allí es
que se desglosa, de todo ese trabajo, el primer libro; así como el siguiente,
Amauta polémica y acción; e inclusive, el tercero que está en prensa:
Mariátegui, arquitecto sindical.
Mariátegui
intenta conformar un equipo de investigación
A. R. En Anatomía de los 7 Ensayos de
Mariátegui usted nos informa que Mariátegui quiso acometer la interpretación de
la realidad peruana en equipo; pero, se quedó solo y solo realizó una obra
extraordinaria. Sin embargo, le preguntaría: ¿por qué hasta ahora no se puede
realizar un esfuerzo colectivo para investigar nuestra realidad?
J. F. Se podría responder que por el
mismo carácter subsistente del trabajo individualista de los intelectuales. Al
respecto, le podría contar como anécdota –que no está en el libro, porque no
viene al caso- que más o menos por el año 34 ó 37 se conformó un equipo para
hacer un estudio de los 7 Ensayos; se llegó a hacer una reunión distribuyéndose
el trabajo entre los presentes para que, posteriormente, presentaran proyectos
sobre cada uno de los ensayos; si hubo una segunda o tercera reunión habría
sido mucho; por ahí aún se encuentra entre mis papeles el proyecto que iba a
presentar sobre El proceso de la literatura, pues ése fue el encargo que me
correspondió. Después hubo otros intentos como el que ocurrió el año 43 o 44 de
formar el Instituto José Carlos Mariátegui como una entidad específicamente de
estudios de la obra de Mariátegui; naturalmente, esta idea también cayó en el
vacío. Y cuando se formó el Instituto José Carlos Mariátegui no se tuvo, desde
el principio, el propósito ni la orientación de hacer un estudio de la obra,
presencia, significación, etc. de Mariátegui en nuestra historia. Y así
sucesivamente…
Entonces,
encontramos que es muy difícil, no quiero decir imposible que los intelectuales
se reúnan – no sé si los jóvenes lo puedan hacer- para trabajar en equipo.
También le podría decir que cuando quise hacer una revista que se llamaba
Estudios Peruanos, yo mismo la diagramé y hasta me propuse pagar las colaboraciones.
De todos los invitados, el primero que me contestó fue el más conservador,
Alberto Ulloa Sotomayor, quien me dijo que colaboraría con tal tema y que me
entregaría originales para tal fecha y que de la remuneración no me preocupara,
porque él ya sabía, en verdad, que es lo que yo estaba haciendo. En cambio, el
resto de amigos, allegados, etc., pues, sencillamente, rehuyeron su
colaboración.
A
José Carlos también le había sucedido lo mismo. El piensa crear seminarios de
estudios e incluso da los nombres de quiénes son sus candidatos, además, él no
queda en la idea; sino que avanza hasta presentar algunos inicios del trabajo
que personalmente realizó. Sin embargo, tiene que acometer solo la tarea frente
a la ausencia de cooperación.
Pero,
la cosa no queda ahí, pues, toda esa tendencia se expresa hasta en la propia
universidad. En la universidad faltan realmente seminarios para determinados
asuntos, para el esclarecimiento de una serie de problemas.
De
lo expuesto a usted, yo pienso que es un fenómeno de falta de coordinación
ideológica, de desarrollo de la organización política que logre concentrar a
los trabajadores intelectuales para que éstos presten su cooperación con un
plan de trabajo de largo aliento.
Después
de la muerte de Mariátegui y aparte de lo que le he referido, también hubo un
“Instituto de Estudios Peruanos” que animaba Jorge Núñez Valdivia; pero,
igualmente, la producción fue cero. Y si hay ahora, desde algunos años, un
nuevo Instituto de Estudios Peruanos es debido a una base económica; pero, por
lo general, tampoco sus trabajos son de conjunto, de equipo. De lo que en
realidad se trata es de la adquisición de una serie de autores que hacen sus
propios libros y este Instituto hace las veces, en buena cuenta, de un editor;
aparte de lo que pueden tener ellos de conversación, intercambio de ideas, etc.
Pero, en el fondo, se trata de una labor editorial bien asentada
económicamente.
A. R. Eso en cuanto a la forma de
encarar el conocimiento de la realidad peruana, los problemas nacionales; pero,
continuando específicamente sobre Mariátegui, recuerdo que en el año 1960 para
conmemorar los 30 años del fallecimiento de Mariátegui, remitió una encuesta a
una serie de intelectuales y en la revista Hora del hombre, dirigida por usted,
se editó un número conmemorativo. Ahí dice que la respuesta a esa encuesta y a
ese esfuerzo que hacía para conmemorar a Mariátegui no fue tanto como el
esperado y que, incluso, usted tuvo que hablar a nombre propio en vista de las
muchas ausencias que hubo.
J. F. Buena memoria. Así fue,
efectivamente; pero ése no era el primer intento, sino el segundo: porque el
año 45 promoví un homenaje internacional a Mariátegui y a Vallejo que salió en
el número nueve de Hora del hombre y ahí si no me equivoco, publiqué la
relación de los invitados, lógicamente las ausencias fueron muy notables. De
modo que es una experiencia amarga que se acopla, digamos así, a la experiencia
de José Carlos.
Es
difícil hacer algo en el país –o era, si las cosas han cambiado en algo
actualmente- con amplitud, sin autocensurarse. Y es por eso que al número que
usted se refiere precisamente de Hora del Hombre-Problemas americanos –el
número tres- fue el último de la aventura; porque, infelizmente, más eran o
fueron las fuerzas resistentes y hasta en sentido activo, negativas, que las
fuerzas concurrentes a este esfuerzo.
Además,
podríamos decir que como accidental coincidencia, cuando yo programé y comencé
a divulgar la creación de Hora del hombre-Problemas americanos (digo “creación”
en lugar de “reaparición” o “segunda etapa” porque ya la revista tenía otra
visión), apareció, como una respuesta del ambiente, otra revista con el mismo
formato, con las mismas características de la que yo estaba diseñando; me
habían declarado una competencia fatal.
El
APRA intenta minimizar la figura de Mariátegui
A. R. Desde hace más o menos dos años
se ha desatado una campaña aprista por tratar de minimizar la figura de
Mariátegui. En dicha campaña destaca como principal animador Luis Alberto
Sánchez. Sánchez tiene prestigio intelectual de antigua data y, además, es un
contemporáneo de Mariátegui; por ello, considero que usted es la persona
indicada para contrarrestar la campaña aprista que trata de desnaturalizar el
pensamiento de Mariátegui, más que cualquier joven marxista; sobre todo, por el
gran conocimiento de la época de Mariátegui y por haberlo conocido
personalmente. Usted mismo en su primer libro que publicó en diciembre del 78
–Anatomía de los 7 ensayos de Mariátegui- dice: “hace 60 años de algún día de
1918, yendo del colegio a casa y pasando por la redacción de El Tiempo, mi
hermano César Falcón me presentó a José Carlos Mariátegui”; y a quién,
posteriormente, vio varias veces. Además, su hermano César era amigo íntimo de
José Carlos; tal era así que a ambos le decían “la yunta brava” porque estaban
siempre juntos en múltiples andanzas. Entonces, quisiera que usted nos relate
su conocimiento directo de José Carlos.
J. F. Bueno, en cuanto a Sánchez, yo he
salido al frente solamente para esclarecer algunas cosas. Podría haberle puesto
lo que él escribió en abril del 29 y que se publicó en Mundial; ahí llega a
finalizar su artículo diciendo que seguirá la senda de José Carlos. Ahora si
Sánchez campea como lo hace es porque la gente lo considera “intocable”;
entonces, juega, no solo con el pensamiento de Mariátegui, sino con la historia
y con la anécdota, como por ejemplo –a propósito de anécdota y para seguir
hablando de éste señor- uno de los últimos artículos que ha publicado en el
diario Expreso se titula Funeral y comienza diciendo que tiene grabado en su
mente el funeral de José Martí, que ocurrió, cinco años antes de que él
naciera; que recuerda el funeral de un señor portorriqueño –que en este momento
no recuerdo su nombre-; bueno, recuerda el funeral de Irigoyen en Argentina,
que él sólo lo vio; recuerda el funeral de Piérola cuando él tenía 13 años, que
lo vio; recuerda el funeral de Seoane, para hablar del funeral de Haya de la
Torre que ha sido “el gran funeral del mundo”; pero en su memoria no está
grabado, no recuerda el funeral de Mariátegui; inclusive, ya entrando en la
anécdota, no recuerda el funeral de Yerovi. Y ni siquiera en una de las tantas
revistas de izquierda le hacen esta pequeña reflexión; porque sencillamente
campea –como dije antes- la imagen de las gentes consideradas “intocables”; lo
que en buena cuenta pasa con Basadre y con una serie de gentes.
Entonces,
tiene una suficiencia absoluta en su prestigio y están confiados en que nadie
les refute. Eso ha pasado, como usted ha visto, con la carta que he anexado al
volumen de Anatomía de los 7 Ensayos; la carta la puesto ahí porque la revista
Caretas no la quiso publicar. Se trataba de una simple aclaración; tampoco la
publicó la revista Oiga. Estas dos revistas se dicen defensoras de la libertad
de expresión; sin embargo, no la acogieron porque se trataba de Basadre. Por la
misma razón la Asociación Nacional de Escritores tampoco ha presentado mi
libro.
La
relación Mariátegui / Jorge Falcón
En
cuanto a mi conocimiento directo de Mariátegui, como trato humano, le diré que
traté bastante a José Carlos. Las razones, las circunstancias, usted las ha
dicho. Pero no solo inicialmente, sino, debo decirle que en todo el proceso de
mi relación con Mariátegui está en razón a la amistad de José Carlos con mi
hermano César. De niño yo iba al diario El Tiempo y después a La Razón. Mi
colegio estaba a media cuadra del local de La Razón, entonces a las cuatro de
la tarde cuando salía del colegio y en el trayecto a mi casa entraba a La Razón
y así conocí a todo el equipo de redactores. A algunos, después, los traté
frecuentemente, como a Humberto del Águila, por ejemplo. El “Charapa” del
Águila vivió en mi casa; porque cuando César viajó a Europa, le pidió a mi
madre que le dejara su cama y su sitio en la mesa a Humberto del Águila;
entonces del Águila vivió un años más en mi casa. Con Antenor Fernández Soler
he sido muy amigo; así mismo, con Moisés Vargas Marzal, etc., y otras gentes
que incluso no figuran como Fernández Paredes quien era un asiduo concurrente a
La Razón, al igual que Luis Ernesto Denegri. Esa, efectivamente, es una
relación de infancia, una relación familiar, que se mantiene cuando Mariátegui
está en Europa porque mi madre se ve con la madre de José Carlos; algunas veces
acompañé a mi madre a la casa de José Carlos. Luego cuando el regresa el año 23
hasta su muerte el año 30 continuamos manteniendo esa vinculación. Conforme
avanzan los años, yo me hago de la tarea de llevarle a José Carlos los encargos
que César le hace a mi madre y, posteriormente, los encargos me los hace a mí
directamente para trasmitírselos a Mariátegui.
A
fines de 1924, cuando me iniciara como periodista en el diario La Prensa y me
tocaba informar de los aconteceres policiales de los balnearios del Sur, yo
concurría todas las tardes a casa de José Carlos cita en Leuro, Miraflores, a
mostrarle familiarmente las notas que había hecho como para que él me las
corrigiera. Ya después cuando se instala en julio de 1925 en la casa de la
calle Washington lo visito a cualquier hora del día, en algunos casos, para
trasmitirle los encargos de mi hermano César y, en otros casos, de voluntad
propia, asistiendo a la hora de la tertulia cuando ya recibía a todos sus
amigos; también por ese lado conocí a las personas allegadas a Mariátegui.
Mariátegui
y la gestación de El problema del indio
A. R. En su primer libro, Anatomía de
los 7 Ensayos, usted dice que Nuestros indios de González Prada fue escrito en
1904 y se mantuvo inédito hasta 1924. Esto último me sorprende, pues yo no
estaba informado y estoy por creer que son pocos los que saben eso.
J. F. Exacto.
A. R. A propósito le diré que se es
proclive a afirmar que si no se cuenta con el antecedente de González Prada con
su ensayo Nuestros indios, Mariátegui no hubiera concebido, tal como lo hizo,
El problema del indio, uno de los siete ensayos. Pero al indagar cómo se fue
gestando en Mariátegui ese ensayo, usted encuentra que Mariátegui se agenció de
una de las fuentes de información más importantes. Se trata de la transmisión
oral, o sea la conversación amistosa e informal con hombres sencillo, como
usted dice; uno de ellos fue Ezequiel Urviola al que yo le hiciera un Esbozo
biográfico publicado en el año 1968. Esos hombres que vivenciaban el problema o
lo conocían directamente constituían un venero de datos. El mismo Mariátegui
declara en un artículo a propósito de Zulen que éste y Urviola se conocieron en
su casa. Entonces, usted establece una correlación estrecha entre la relación
entre esos dos grandes conocedores del llamado problema del indio y la
publicación de El problema primario del Perú aparecido en la revista Mundial el
nueve de diciembre de 1924. De este artículo de Mariátegui usted dice que en
correcto análisis bien puede estimarse como la primera palabra de los futuros 7
Ensayos. Como es de suma importancia lo que usted está tratando para entender
la evolución del pensamiento de Mariátegui, quisiera que nos diga algo más
sobre El problema el indio.
J. F. Bien, esa situación llamado en
primer lugar “Problema” y en segundo lugar apodado “indígena” –o sea, un sector
de la realidad nacional discriminado y tratado hispanamente hablando de
“indio”- es tratado muy viejamente en este país; porque ya por el año 1837
aparece un periódico El indígena en Ayacucho; después , por el 60 se forma la
primera “Sociedad Amigos del Indio”, luego, tenemos que antes del ensayo de
González Prada el parlamentario puneño Santiago Giraldo publica el libro Los
indígenas en los albores del siglo XX y edita en Lima el periódico El Indio. En
1911 se funda la Asociación Pro-indígena de Joaquín Capelo, Pedro Zulen, Dora
Mayer y otros.
En
cuanto a Mariátegui, específicamente, le diré que su estudio no está en la
rebusca bibliográfica, sino en la aplicación de su ideología a la conversación
con las gentes que viven esa realidad de explotación, discriminación, etc. Y
son, pues, las gentes literaria e intelectualmente anónimas, pero que tienen
mucho valor en cuanto describen la situación que están viviendo, lo que están
sufriendo; este es un aporte de Mariátegui; desde luego, utiliza muy bien la
información, la desmenuza y contribuye mucho a elaborar su planteamiento.
Entonces tenemos que, como está visto, el problema del indio –seguiremos
empleando la palabra “indio”- en Mariátegui está muy estrechamente ligado al
problema de la tierra, por ello es el más breve de los 7 Ensayos, y luego tiene
su trato en una serie de otros trabajos de él mismo, apreciaciones de pasada
pero que llega a definir –y esto es lo importante del tratamiento de Mariátegui
sobre el asunto- desde qué posición está analizando esa realidad; cuando define
el problema, lo define desde la levadura socialista, y luego cuando a Sánchez
le responde y le dice que el caso del indio es el caso del explotado (lo digo
no en la frase de él, sino en la síntesis de ella) ahí Mariátegui está haciendo
un aporte.
Como
usted recordará entre la sandeces –porque no se puede llamar de otro modo,
disculpando la palabra- escritas por Juan José Vega, éste dijo que Mariátegui
no podía haber escrito ningún estudio sobre el indio, porque no conoció el
Perú, porque no viajó por el Perú y prefirió viajar a Europa; entonces, según
sus apreciaciones, como no fue un vendedor ambulante por el territorio peruano,
estaba desautorizado para escribir sobre esa realidad. Vega no supo explicarse
cómo surgió el aporte de Mariátegui.
Mariátegui
tuvo a los mejores informadores ambulantes y no los tuvo para verlos en un
escaparate ni en una fiesta pueblerina; sino para conversar con ellos sobre sus
problemas, sobre su realidad. Por tanto, creo que de todas las gentes –aquí
incluyo a muchos de los residentes y oriundos del lugar-, Mariátegui tenía la
mejor información; porque no era una reunión con indios a base del alcohol, la
música, la fiesta religiosa, ya que él no los buscaba en vista de su
inmovilidad física, sino eran ellos los que acudían donde él porque tenían algo
que comunicar y, a la vez, encontrar un consejo, un esclarecimiento; de modo
que así obtuvo la mejor información.
A. R. Otro hecho importante en relación
al problema del indio es la asistencia de Mariátegui al IV Congreso Indigenista
en Lima. Mariátegui revela que Pedro Zulen y él eran los únicos asistentes no
indios a ese congreso, sin embargo, los intelectuales limeños y universitarios
que algunas veces hablaban del problema del indio, estaban ausentes.
J. F. La universidad estaba ausente,
específicamente diremos los universitarios, los profesores de la universidad
popular, los que subjetivamente debería ser los más interesados por conocer la
realidad. Aunque algunas actuaciones de esos Congresos se desarrollaron en el
local de la federación de estudiantes, los que no estaban presentes eran los
estudiantes. Esta es una apuntación que resulta históricamente muy interesante.
Mariátegui nunca tuvo la intención de molestar a los demás; pero el tiempo
convierte ese apunte en un dato, cuya significación si particulariza la
inquietud, los propósitos de Mariátegui dentro de la heterogeneidad de la
“nueva generación”, la “vanguardia”, los “hombres nuevos”, etc. A estos no se
les puede relacionar con lo que Mariátegui dice respecto al transporte
terrestre, a la importancia de los choferes para el desarrollo sindical; porque
ellos manejando un camión recorren el Perú, porque en esos años ya se está
recorriendo el Perú por carretera. Esta fue la gran revolución de Leguía: abrir
carreteras para que transiten los vehículos automotrices.
Mariátegui
vio lo que era conveniente y lo útil que era conquistar al gremio de choferes,
para que sirviera de medio vivo de comunicación con los campesinos, los cuales
son en su mayoría indios. Así se facilitaría a los indios el conocimiento del
sindicalismo y un conocimiento político. Tan acertada es la apreciación de
Mariátegui que él no se detiene en decir –como alguien dogmáticamente podría
decir, entonces y ahora- “bueno, si no se hace sindicato, entonces no se hace
nada”; si no todo lo contrario, si no se puede hacer sindicato, entonces
hagamos una sociedad o una asociación, el nombre, el rótulo es lo de menos,
inclusive club deportivo; el fondo está en nuclear, en constituir una
organización donde no hay nada ¡Ese es el fenómeno Mariátegui!
Mariátegui,
Haya de la Torre y el Partido Aprista del año 1931. Las diferencias
A. R. Siguiendo con El problema del
indio y El problema de la tierra quisiera que, además de los contenidos en su
libro, nos diga cuáles eran las diferencias de Mariátegui con Haya de la Torre
y, posteriormente, con el programa del Partido aprista del año 1931.
J. F. Bueno, en primer lugar, entre el
programa del 31 y lo que Haya escribió sobre el Indio y la Tierra hay una
distancia como de la tierra al cielo. En las obras completas de Haya está
reproducida toda la recopilación que se publicó bajo el nombre de Por la
emancipación de América latina, en donde usted puede encontrar la carta a Del
Barco, a Gabriel Del Mazo, etc. Ahí es donde Haya toca el Problema del Indio y
el Problema de la Tierra. En este catamiento, Haya llega a hablar cuáles son
las experiencias que se tienen al frente: la de México y la de la Unión
soviética; entonces dice en síntesis que la de México no sirve porque la de
México ha fomentado el individualismo, la pequeña propiedad, etc.; entonces, se
deduce que sea la colectiva la que en buena cuenta sirva, aunque ahí no afirme
expresamente que sea la experiencia de la unión soviética la que él asuma, es
esa la que más se le aproxima. E inclusive coincide con Mariátegui. Digo que
coincide con Mariátegui y no Mariátegui con Haya, porque ya Mariátegui –cuando
Haya está escribiendo esas cosas, ya Mariátegui ha comenzado a publicar el
Problema de la Tierra en artículos. Es muy interesante para todo, no solo para
una relación de Haya a Mariátegui, seguir a Mariátegui o leerlo
cronológicamente, son apenas seis o siete años; pero que son tan intensos y de
una producción al día que se necesita o es conveniente mirar cuándo está
escrita tal cosa, o cuándo está escrito tal otra. Haya llega incluso a decir
que hay que hacer la revolución agraria y habla, por supuesto, de la comunidad
como una célula de la socialización hasta llegar a borrar el concepto de
propiedad, ya se pasa al anarquismo. Hasta ahí llega en todo eso, pero una vez
que escribe ¿Qué es el APRA? Desaparece de su literatura todo eso; y repito no
tiene nada que hacer: no con La APRA (alianza o frente), sino con el Partido
Aprista Peruano de 1931. En el programa del 31 casi nada se refiere a Reforma
agraria, el programa del 31 –tan sonajeado- en buena cuenta se trata de una
serie de medidas y disposiciones gubernamentales para crear burocracia.
El
soporte moral de Mariátegui: La mística revolucionaria
A. R. Actualmente, resulta muy
necesario que los partidos políticos –más aún los revolucionarios- relieven el
aspecto moral en la formación de sus militantes; para ello, nada mejor, que la
vida ejemplar de Mariátegui. En ese sentido, resulta pasmoso saber que
Mariátegui haya hecho tanto en tan poco tiempo y en condiciones adversas. Cabe
preguntarse: ¿De dónde sacaba fuerzas? ¿Cómo mantiene su fe y en qué se apoya?
La
respuesta, en el plano social, la encontramos en su relación con la clase
portadora de un nuevo orden social –la clase obrera- y en su participación en
la lucha de clases; ahí está su fuente de sustentación. El mismo José Carlos lo
revela en la carta que enviara a los redactores de la revista Claridad –órgano
de la Federación Obrera Local- cuando aún se encontraba restableciéndose en
Chosica de la amputación de la pierna. Como esta carta es bella y
reconfortante, además, porque ha sido poco difundida, me permito extraer unos
párrafos de la misma: “… Quiero defenderme de toda influencia triste, de toda
sugestión melancólica. Y siento más que nunca la necesidad de nuestra fe común.
(…) Nuestra causa es la gran causa humana. A despecho de los espíritus
escépticos y negativos, aliados inconscientes e impotentes de los intereses y
privilegios burgueses, un nuevo orden social está en formación. (…) Obedezcamos
a la voz de nuestro tiempo. Y preparémonos a ocupar nuestro puesto en la
historia”. Bueno, Don Jorge, que nos puede decir respecto a las preguntas que
le hemos formulado líneas arriba.
J. F. José Carlos no quiere estar
ausente, no quiere sentirse ausente en la dirección de Claridad y, a la vez,
tampoco quiere caer en el pesimismo. Esto es muy comprensible para un hombre
que tres meses antes de que le corten la pierna está diciendo que es un poco nómade,
que le gusta mucho viajar y que su amor, es el amor a la aventura. Y que de
pronto lo claven en un sillón sin poder ver el sol de la calle, como él mismo
decía. Además, con una madre católica que le está diciendo: hijito tienes que
tener fe en Dios y resignación. En tal situación, hay que tener un tremendo
coraje, una adquisición renovada de una fe poderosa en algo para cumplir la
obra que realizó. De no ser así, se hubiera desmoronado; o si no, trataría de
obtener comodidad y lograr que le pongan una prótesis. Pero, es la fe en la
Revolución socialista –y aquí está inclusive el fenómeno del mito- lo que
fortalece a este hombre. Porque si hubiera sido como algunas personas quisieran
que hubiera sido; es decir, un materialista vulgar y ateísta a ultranza; pues,
sencillamente, no hubiera podido realizar tan importantes tareas en tan corto
tiempo.
Si
no hubiera tenido esa fe, tal vez se habría precipitado a la inmediatez de
hacer cualquier acto aventurado con tal de decir, yo lo veo ahora. Felizmente,
toda la tesitura, toda la levadura, todo el aliento de la obra de Mariátegui es
de un carácter específico, trasciende el momento y sus resultados se proyectan
al futuro; a pesar de ello, está convencido, seguro, de que esto va para más
tarde. Él lo está haciendo porque eso ¡tiene que llegar...!
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