UNA MIRADA SOBRE OTRA: EL
GRAMSCI QUE CONOCIÓ MARIÁTEGUI
Por: Fernanda BEIGEL(1)
RESUMO: Entre los
principales objetivos del trabajo, nos proponemos precisar el alcance – hasta
ahora exagerado – de la vinculación entre el pensamiento de Mariátegui y
Gramsci. Para ello realizamos una distinción simple (prácticamente obvia en el
campo de estudios gramscianos, pero no tan evidente en los estudios
mariateguianos) entre dos corrientes de pensamiento y acción que están
íntimamente vinculadas pero deben ser diferenciadas en la práctica: la
experiencia ordinovista y la cosmovisión gramsciana.
PALAVRAS-CHAVE:
Política; cultura; empresa; marxismo; herança teórica.
ABSTRACT: Among the many goals of this paper,
the main one was to say that there is really a bond between the ideas of
Mariátegui and Gramsci, so far exaggerated. In order to do it, there is exposition
of the simple distinction (absolutely obvious in the gramscian studies but not
so evident among the mariateguians) between the views of thought and action,
intimately connected but so different in practice: the Gramsci´s ordinovistic
experience and conception of the world.
KEYWORDS: Politics; culture; enterprise; Marxism;
theoretical heritage.
Nuestra ponencia recorre el
itinerario de José Carlos Mariátegui (1894-1930) en Italia, entre 1919 y 1922,
y pretende dilucidar el impacto que la experiencia ordinovista tuvo en la
formación del marxista peruano. Es el resultado de una residencia de
investigación doctoral realizada en Italia, principalmente en el Centro Studi
Piero Gobetti y los Istituto Gramsci de Roma y Turín. Exponemos los resultados
del seguimiento pormenorizado que hicimos del recorrido y las lecturas del
Amauta durante su estadía italiana y analizamos los vínculos de esta
experiencia con la praxis editorialista que ejecutó a su regreso al Perú.
Pretendemos explicar cómo se produjo el acercamiento de Mariátegui al marxismo
italiano y, en particular, al ordinovismo.
A pesar de los valiosos esfuerzos
historiográficos realizados, que permitieron precisar el alcance real del fugaz
encuentro entre ambos los pensadores en Turín, hacia 1921, no se puede, a estas
alturas hablar de relaciones entre Mariátegui y Gramsci sin dejar sentado un
presupuesto: José Carlos Mariátegui nunca conoció el intelectual italiano que
el mundo leyó después de la publicación de los Cuadernos de la Cárcel. Toda
coincidencia teórica entre ambos “agonistas” es producto de una época
compartida, un universo discursivo común, pero fundamentalmente de la praxis
social que cada uno desenvolvió en su país. Como veremos enseguida, el Gramsci
que conoció Mariátegui fue el director de la primera y segunda serie de
L’Ordine Nuovo. No se puede hablar en términos de influencia de un corpus
teórico a otro. Se trata, entonces, de una mirada sobre otra mirada: nosotros
sobre Mariátegui, Mariátegui sobre Gramsci.
Es conocido que las campañas de
agitación que promovió Mariátegui desde el diario peruano La Razón (1919) le
valieron la salida forzosa de Perú y esta becaexilio se transformó en un
intenso périplo en el viejo continente. Al llegar a las costas europeas inició
un itinerario que comenzó en Francia y se extendió a otros países durante más
de tres años. Estuardo Núñez recuerda que su arribo a París coincide con el
auge de las llamadas “novelas de guerra”, y que pudo conocer al poco tiempo a
Henri Barbusse (1873-1935), que publicaba su manifiesto anti bélico, El fuego.
Mientras duró su estadía europea
todavía no hacía su aparición el surrealismo, pero pudo conocer otras
expresiones de la vanguardia y tuvo acceso a las principales revistas políticas
y artísticas de la época.
El breve paso por Nueva York y la
llegada a las capitales europeas le provocaron a Mariátegui una “ilimitada
sensación de libertad”, que contrastaba con el agobiante clima limeño que había
dejado atrás en 1919. Lejos parecían quedar los escándalos y las agresiones que
había padecido, desde el asunto Rouskaya hasta el atentado de los militares (2)
. En diciembre de 1919 se trasladó a Génova y recorrió Italia hasta junio de
1922, cuando emprendió el peregrinaje por otras ciudades europeas.
Su estadía italiana ocupó la
mayor parte de su viaje y conformó el principal “lente” por el que Mariátegui
miraría la realidad europea de la época. En una carta a su amiga Bertha Molina,
fechada el 6 de marzo de 1920, decía que toda su actividad en Roma se
restringía a estudiar italiano y leer (3).También significó una intensa etapa
en su vida: se casó con Anna Chiappe, escribió artículos acerca de la realidad
italiana, tomó contacto con el periodismo político, visitó ciudades que dejaron
en él impresiones estéticas duraderas y asistió al Congreso Socialista de
Livorno en 1921 (4) . Fuera de sus conocidas “Cartas de Italia”, enviadas a El
Tiempo, existen pocos documentos disponibles del período 1919-1923. No se han
encontrado muchos artículos que testimonien una intervención importante en los
medios periodísticos italianos (5) . Por el contrario, dejó de escribir al
ritmo que acostumbraba en sus años juveniles y dedicó la mayor parte del tiempo
a seguir la realidad política, estudiar idiomas, leer literatura y profundizar
sus conocimientos teóricos. Mantuvo correspondencia asidua con su amiga, Ruth
(Berta Molina), y con ella siguió vinculado a su país. Esas cartas eran para
Mariátegui “un rayo de luz limeña”. Las leía con avidez y placer, porque siempre
tuvo en vistas regresar a su país. Absorbió todas las experiencias de las
ciudades europeas, pero mantuvo el perfil de estudiante extranjero,
corresponsal peruano, observador panorámico, viajero itinerante.
Tomando contacto con la prensa
italiana, Mariátegui pudo evaluar y reconsiderar su editorialismo juvenil,
ideando nuevas prácticas acordes a las necesidades de su país, que intentaría
implementar a su regreso, a partir de 1923. Por ello, ha resultado importante
para nuestro trabajo el seguimiento directo de las colecciones de revistas o diarios
italianos con mayor presencia en las “Cartas de Italia” como una de las vías
más eficaces para profundizar nuestro conocimiento acerca de la formación
editorialista de Mariátegui. En 1921, dedicó un artículo a la prensa italiana,
donde reconocía que estos medios habían sido una fuente privilegiada de
información para transmitir a sus compatriotas un panorama crítico de la
situación política y social. Consideraba que había dos grandes bloques: la
prensa burguesa y la prensa revolucionaria. En la misma línea sostenía, poco
tiempo atrás, que la información no podía ser neutral. Durante junio de este
año explicaba que los bloques se componían de diversas tendencias: la prensa
reaccionaria, radical y reformista, por una parte y la prensa socialista, comunista
y anarquista, por la otra. Con esto señalaba los matices de las posiciones
ideológicas en el medio periodístico italiano, pero además, sostenía que
existían dos grandes rubros en la prensa burguesa: los diarios informativos y
los polémicos.
Entre 1919 y 1922, Mariátegui fue
un ávido lector de los grandes rotativos y periódicos políticos que expresaban
los intereses de ambos los bloques, también advirtió que la prensa italiana no
se concentraba exclusivamente en Roma, como ocurría con la prensa francesa o
inglesa. En su recorrido italiano, siguió de cerca varios periódicos de
circulación nacional, que podrían inscribirse entre los “diarios informativos
que respondían a los intereses generales de las clases dominantes”.
Principalmente Il Corriere della Sera (Milán), que le sirvió para dominar el
curso de la política parlamentaria y la campaña electoral de 1921. En Turín
pudo leer L´Stampa, y en Roma Il Messagero, Il Giornale d’Italia, Il Corriere
d’Italia. Entre los diarios polémicos de la reacción, Mariátegui leyó el órgano
de Mussolini, Il Popolo d’Italia (Milán), y L’Idea Nazionale (Roma). Entre los
moderados y radicales tuvo acceso a Il Tempo, La Tribuna, Il Paese y La Epoca.
Entre la prensa que clasificó como revolucionaria, Mariátegui llegó a conocer varios
diarios y semanarios de izquierda. Los más destacados por el propio Amauta
fueron el órgano oficial del Partido Socialista, Avanti! (ediciones de Milán y
Roma) y L´Ordine Nuovo, convertido en cotidiano comunista a partir del 22 de
enero de 1921. En sus “Cartas” se refería al periódico que se publicaba en
Turín, dirigido por “dos de los más notables intelectuales del partido:
Terracini y Gramsci”. Con respecto a otros semanarios y diarios de la “extrema
izquierda” – como a Mariátegui le gustaba llamar por entonces a la tendencia
revolucionaria – puede mencionarse el periódico sindical Bataglie Sindicale, y
el órgano anarquista milanés L’Humanitá Nuova (6) .
Este artículo constituye el
panorama más completo que Mariátegui elaboró de la prensa italiana, y en él
efectúa un recorte basado en una línea temporal anclada claramente en el año
1921. No menciona periódicos y revistas anteriores, ya fuera de circulación, de
las que seguramente tuvo alguna noticia, entre ellas, Energie Nove, de Piero
Gobetti o L’Unitá, de Gaetano Salvemini. Tampoco tenemos elementos que muestren
cuáles fueron sus contactos periodísticos, cuando emprendió el retorno al Perú.
Sólo contamos con algunos datos respecto a su relación con los peruanos
residentes en Italia y algunos vínculos editorialistas que tomaron vida en la
segunda mitad de la década del veinte. Por el momento, nos interesa señalar que
el impacto del periodismo italiano excede los nombres que surgen directamente
de sus cartas italianas y se amplía hacia un tipo de praxis editorialista que
el Amauta pudo conocer en su seguimiento del itinerario de Piero Gobetti, en
las oficinas de L’Ordine Nuovo en Turín o del Avanti! de Roma.
El investigador Harry Vanden
(1975) intentó aportar en el conocimiento de la formación ideológica de
Mariátegui a través de la reconstrucción de su biblioteca personal, en gran
parte donada a la Biblioteca de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Para ello elaboró un listado de unas trescientas cincuenta obras, adquiridas
por Mariátegui en su estadía europea y luego en Lima, a su regreso. Muchas de
ellas llegaron a sus manos mediante compra directa a las editoriales y revistas
editoriales con las que tenía una activa relación (7) . Los centros de
intercambio y difusión bibliográfica en la primera parte del siglo eran,
fundamentalmente, las publicaciones periódicas, por ello también el Amauta
nutrió su biblioteca con revistas y periódicos enviados generosamente por los
intelectuales y amigos que formaban parte de la enorme red que comenzó a
configurarse con la creación de la Editorial Minerva en 1925 (8) .
Vanden no logró incorporar en su investigación
estas lecturas, que nutrieron la formación de la mayoría de los vanguardistas
en América Latina. Sólo mencionó algunos semanarios que el Amauta seguramente
leía pues aparecen citados en sus artículos, aunque se trata de un registro
breve, sin distinción de épocas (9) . Una evaluación completa del aprendizaje
europeo de Mariátegui exige internarse en sus “lecturas” periódicas durante la
permanencia en Europa. No sólo porque fueron vías fundamentales de información
y debate en la época, sino porque con las revistas y diarios europeos pudo
acercarse a experiencias editorialistas importantes, como Clarté, L’Ordine Nuovo y
La Rivoluzione Liberale.
A pesar del peso menor de Francia
en su formación, Robert París sostiene que el tipo de periodismo
político-cultural que más influenció a Mariátegui está en la línea del grupo
Clarté. Fundamentalmente, a partir de la trayectoria ejemplar de Barbusse, a
quien el Amauta admiraba profundamente, París reconoce que la formación
ideológica de Mariátegui es principalmente italiana, pues allí vivió una
revolución en marcha, junto con los conflictos entre maximalistas y reformistas
en el ámbito del socialismo. Pero efectúa una distinción respecto de las
“formas”, pues el periodismo de Mariátegui le parece más ligado a la herencia
clartiana.
Si es cierto que en su esencia la
formación ideológica de Mariátegui es en primer lugar italiana, las formas
–creemos- son retomadas de Clarté. Se trata, por lo demás, de un elemento común
a todo el período: desde la Claridad de Haya de la Torre a la del argentino
Aníbal Ponce o a L’Ordine Nuovo de Gramsci, la práctica de los intelectuales de
los años 1920-1930 está ubicada bajo el signo de la experiencia prestigiosa
inaugurada por Barbusse. Y creemos que no es casual si hacia el fin de los años
20 –cuando el fascismo, es cierto, haya arrojado una capa de plomo sobre
Italia, ahogando allí toda vida intelectual visible-, Mariátegui vuelva sobre
Clarté, luego sobre La Lutte de Classes, y entra incluso en contacto con sus
dirigentes. Pero en el período intermedio nos encontramos con la ausencia...
(PARÍS, 1981, p. 16; grifos do autor).
Para nosotros, resulta inadecuado escindir la
recepción mariateguiana del comunismo italiano respecto de las “formas” que lo
vehiculizaban, pues se trataba de un proceso conjunto, que se definía en el
camino de sus principales prácticas. Nos referimos con esto a la función
dinamizadora de un periódico como L’Ordine Nuovo (cuestión que Mariátegui
advirtió con toda claridad); al papel de la cultura y la educación de las masas
en la lucha política; a la intención performativa de los emprendimientos
periodísticos, y a la combinación, en una estrategia editorialista, de la
difusión cultural con los fines políticos y de partido. Por todo esto,
desmerecer la presencia de las “formas” italianas en la formación de Mariátegui
implica desconocer, entre otras cosas, el impacto de las prácticas
editorialistas que siguió intensamente entre 1919 y 1922. Y esto obtura nuestra
comprensión acerca de algunas aristas de la faceta cultural del proyecto
mariateguiano, como intentaremos probar en lo que sigue.
Es cierto que Mariátegui mantuvo
el contacto con los dirigentes del grupo liderado por Barbusse hasta 1930.
También lo es que el líder clarteano y sus órganos periodísticos constituyeron
modelos fundamentales en el itinerario mariateguiano. Sin embargo, la
“ausencia” que París marca entre la primera y la última parte de la década del
veinte representa un período de definición ideológica en que las “formas”
italianas jugaron un papel relevante. No olvidemos que hacia 1928 Mariátegui
trabó relaciones con la nueva revista de Barbusse, Monde (1928-1935), pero bajo
un espíritu crítico e independiente, ya altamente desarrollado. El Amauta no
podía desplegar, ni siquiera en la madurez, una estrategia de acción política
revolucionaria de la envergadura del período ascendente en Italia, no sólo
porque era extraño a intentos “imitativos” infructuosos, sino porque la
situación social del Perú planteaba otros dilemas. Sin embargo, su praxis
editorialista tendía a combinar la prensa de información, la revista cultural y
la propaganda de partido. Por otra parte, aunque el proyecto mariateguiano
contenía una dimensión ligada a la visión ecuménica y universalista de tipo
Clarté, también adhería a una perspectiva doctrinaria mucho más precisa, que
hacía de la prensa la herramienta de un proyecto. El hecho de que Mariátegui no
tuviera una concepción militarizada de la política no implica que negara o
desvalorizara el papel del partido. Por eso la experiencia italiana sirvió como
marco para la elaboración de la praxis editorialista de Mariátegui, cuestión
que podrá verse con claridad en el diseño de su estrategia Amauta-Labor en
1929.
La radicalización de la adhesión
de Mariátegui al marxismo se produce inextricablemente unida al contacto con un
tipo de praxis que constituye una clave importante para el desarrollo posterior
de su concepción editorialista y su articulación con el proyecto de socialismo indo-americano
hacia finales de la década del veinte. Dos son los principales pilares del
aprendizaje italiano que contribuyeron en la recepción del marxismo en
Mariátegui y dejaron rastros luego en su acción peruana: el ordinovismo turinés
y el editorialismo gobettiano. Hablamos, entonces, de la significación de la
lectura mariateguiana del ordinovismo –antes que de una influencia gramsciana-
y nos detenemos básicamente en las dos primeras series de L’Ordine Nuovo, que son las que Mariátegui pudo leer en las
distintas ciudades italianas en las que se distribuía el periódico piemontés.
El editorialismo gobettiano
traspasó la clausura que el fascismo había impuesto a la actividad intelectual
y sus ecos llegaron a manos del Amauta antes de dejar Italia. Es bastante
probable que Mariátegui haya leído las crónicas teatrales de Gobetti en
L’Ordine Nuovo y haya registrado su presencia en la redacción de este
periódico, que dinamizaba la discusión acerca de los consejos de fábrica en
Turín. Entre 1920 y 1921, Mariátegui visitó Turín y durante este tiempo, Piero
Gobetti se encontraba en una fase de transición que le permitiría luego
articular su liberalismo humanista a la experiencia obrera turinesa de
ocupación de las fábricas. Además del vínculo de amistad y respeto que lo
atraía al círculo ordinovista, el joven Gobetti era un colaborador del
semanario. Por eso no resulta extraño que Mariátegui no pudiera advertir una
posición gobettiana independiente hasta 1922. Precisamente entre el cierre de
Energie Nove (febrero de 1920) y la apertura de su nuevo emprendimiento, La
Rivoluzione Liberale (febrero de 1922), “Il Baretti” o “Giuseppe Baretti” podía
confundirse con un intelectual “cooptado” por el ordinovismo10. Quizás por ello
no aparece en la reseña de la prensa italiana que Mariátegui escribió en junio
de 1921. El Amauta pudo saber de la existencia de La Rivoluzione Liberale en
sus últimos meses italianos, particularmente en Génova, cuando participó de la
Conferencia Internacional Económica, ya que la revista gobettiana había enviado
un corresponsal. Pero las cartas de Mariátegui con su amigo Palmiro
Machiavello, cónsul del Perú en Génova, dejaron entrever de qué modo el primero
obtuvo información y bibliografía acerca de la trayectoria “madura” de Piero
Gobetti, después de 1923.
El ambiente ordinovista y la escisión del Partido Socialista Italiano
El acercamiento de Mariátegui al
periodismo italiano y, en particular, con el ordinovismo, se produjo en
diferentes instancias y mediante diversas experiencias. Por una parte está la
lectura periodística de la realidad italiana que evidenciaba en sus “Cartas de
Italia”, fundamentalmente de los diarios de la capital y las ciudades
industriales. Además, como periodista de oficio y corresponsal peruano, el
Amauta se movía con facilidad en el ambiente de la prensa. Participó del
Congreso de Livorno (enero de 1921) y la Conferencia Económica Internacional
(mayo de 1922), dos eventos de relevancia nacional y repercusión mundial que le
permitieron internalizar los conflictos del movimiento comunista internacional,
en un caso, y el complejo proceso de reacomodamiento de las relaciones entre
los países europeos después de la guerra, en el otro. Entre las distintas
instancias de contacto con la realidad italiana, el Amauta pudo vivir de cerca
lo que más adelante llamaría el “paisaje italiano”, mediante un recorrido por
distintas ciudades que sirvieron de anfitrionas a su exilio y ofrecieron los
trozos del mosaico que constituyó la experiencia de Mariátegui en este país.
Roma, Turín, Génova, Livorno y Milán parecen haber concentrado sus vivencias de
los principales sucesos políticos italianos. Génova lo recibió en diciembre de
1919 y a ella retornaría para residir varios meses, al año siguiente y durante
1922. La presencia de Palmiro Machiavello, junto con sus actividades del
Consulado Peruano – que era el lugar de encuentro con otros compatriotas- hizo
de esta ciudad un punto neurálgico de cristalización del aprendizaje europeo de
Mariátegui (11).
Es inadecuado restringir el
contacto de Mariátegui con el ordinovismo a su paso por la redacción de
L’Ordine Nuovo en Turín, puesto que “il peruviano”, como recordaba vagamente
Umberto Terracini (12), podría haber formado parte de cualquiera de los tantos
grupos sostenedores del periódico desde fuera de Turín (13). Desde Génova, los
peruanos podían recibir el semanario L’Ordine Nuovo, reflexionar acerca de los
principales conflictos políticos italianos, intercambiar opiniones acerca de la
situación del movimiento comunista internacional, etc. Desde Roma, el Amauta
podía seguir el desarrollo del ordinovismo en el periódico turinés que ya en el
Congreso de Livorno Mariátegui identificaba con el naciente Partido Comunista
d’Italia.
Este periódico fue vehículo de
difusión de una concepción que proyectaba la transformación italiana en el
movimiento de las fábricas de las ciudades industriales del norte y que
manifestaba en sus páginas una práctica política diferenciada. La función de la
educación, la relevancia otorgada a la cultura proletaria, la tarea de definición
programática y la presencia constante de la polémica doctrinaria podían
conocerse desde la lectura del periódico, y éste fue, en definitiva, el modo
por el cual Mariátegui pudo tomar contacto con el ideario ordinovista. Para
nosotros, resulta fundamental distinguir dos tipos de experiencias o
aprendizajes, vinculados con este ideario. Por un lado, los prolegómenos y
consecuencias de la escisión del Partido Socialista Italiano, que marcan su
adhesión a un socialismo de tipo revolucionario. Los estudiosos de Mariátegui
reconocen, en general, que su formación marxista es principalmente italiana.
Mas nosotros agregaríamos que estuvo signada por la experiencia política del
ordinovismo. Por el otro lado, venimos marcando la presencia del ordinovismo en
su experiencia europea desde el terreno de la praxis periodística. El Amauta
pudo advertir entre 1920 y 1921 cómo un periódico podía convertirse en el eje
de un proyecto político y social. Por ello interesa desagregar los distintos
aspectos concernientes a la concepción ideológica y a las principales formas de
praxis que Mariátegui pudo conocer mediante la lectura de L’Ordine Nuovo, la
asistencia al Congreso de Livorno o la visita a Turín.
El grupo ordinovista turinés fue
el principal referente de la fracción comunista que pujaba, desde 1919, dentro
del Partido Socialista Italiano y L’Ordine Nuovo reflejó en sus páginas las
alternativas del desarrollo del primer Estado obrero y la constitución de la
III Internacional. Además de la posición maximalista y la preocupación
constante por la incorporación activa del socialismo italiano a la Comintern,
L’Ordine Nuovo se constituyó en el eje de la formulación de un proyecto de
“nuevo orden” comunista, basado en la constitución de consejos obreros que
surgirían naturalmente del movimiento revolucionario que se gestaba con la
ocupación de las fábricas. Durante el año de 1920, el debate político de la
izquierda italiana no registraba en la experiencia soviética un estadio
diferenciado del modelo de sociedad soñado por Marx y los sectores más
radicalizados mantenían como meta política principal el comunismo. La
autogestión obrera, la función del Estado y de los consejos de fábrica, los
sindicatos y el partido, formaban parte de las discusiones acerca de la nueva
sociedad comunista que parecía construirse en cada asamblea obrera. La cultura
rusa había sufrido una explosión vanguardista y el proyecto comunista parecía
materializarse en la creación de una nueva cultura, expandida mediante los Proletkult
y la incansable tarea de Anatolio Lunatcharsky.
A la hora de hacer un balance de
la tarea desplegada por L’Ordine Nuovo, Gramsci destacó algunos aspectos que
permiten organizar nuestra aproximación al ambiente ordinovista y explicitan
con toda contundencia la función de este periódico en la definición de un
programa para la revolución italiana. En este texto autobiográfico del
recorrido del periódico, publicado en agosto de 1920, el italiano sostiene que
los fundadores de la revista semanal tenían al principio sólo algunos vagos
objetivos de crítica social. El primer sentimiento que unía a los fundadores de
la revista era provocado por una “vaga pasión por una vaga cultura proletaria”
(GRAMSCI, 1920). Pero pronto se plantearon la necesidad de estudiar los Soviets
rusos e intentar una analogía con alguna institución italiana equiparable: así
se propusieron estudiar las comisiones internas de las fábricas. En su balance,
Gramsci sostiene que, durante sus primeros números, la Rassegna Settimanale se
parecía mucho a una antología, una revista de cultura abstracta, producto del
intelectualismo mediocre que buscaba a fuerza de traspiés un “puerto ideal y
una vía de acción”. En las reuniones iniciales de preparación de L’Ordine
Nuovo, durante abril de 1919, y con la progresión primeros siete números, la
búsqueda de una institución obrera italiana similar a los Soviets fue
transformándose en la idea central para algunos redactores, aunque encontró
resistencia en algunos colaboradores, principalmente Angelo Tasca, hasta que
finalmente se desencadenó la polémica.
Togliatti y yo urdimos entonces
un golpe de Estado de redacción: el problema de las comisiones internas se
planteó explícitamente en el número siete de la revista. (...) el problema del
desarrollo de la comisión interna se convirtió en central, se convirtió en la
idea de L’Ordine Nuovo; se presentaba como problema fundamental de la
revolución obrera, era el problema de la ‘libertad’ proletaria. L’Ordine Nuovo
se convirtió, para nosotros y para cuantos nos seguían, en ‘el periódico de los
Consejos de fábrica’; los obreros quisieron a L’Ordine Nuovo (podemos afirmarlo
con íntima satisfacción) (GRAMSCI, 1998, p. 100).
La definición programática de los
consejos de fábrica mantuvo un lugar protagónico en las páginas del periódico,
a medida que se profundizaba la polémica entre Tasca y Gramsci. Con la
publicación de un polémico artículo sobre los consejos, en junio de 1919, los
redactores del semanario fueron invitados a celebrar charlas en los círculos
educativos, a las asambleas de fábricas, etc. La concepción que difundía
L’Ordine Nuovo se organizaba en torno a la noción de libertad, en el sentido de
una acción autónoma revolucionaria de la clase obrera, por ello el consejo de
fábrica podía representar su herramienta básica de lucha. Gramsci explicaba que
en los consejos, el “obrero interviene como productor a consecuencia de su
carácter universal, a consecuencia de su posición y de su función en la
sociedad, del mismo modo que el ciudadano interviene en el Estado democrático
parlamentario”. El partido y el sindicato eran, entonces, fruto de una relación
contractual y voluntaria, mientras el consejo/comisión interna era una
institución representativa de la clase en su conjunto, dentro de la
organización industrial (GRAMSCI, 1998, p. 101-2). El ordinovismo declaraba su
adhesión al texto de Marx sobre la Comuna de París, donde el escritor alemán
aludía al carácter “industrial” de la sociedad comunista de los productores.
Durante 1920, la “idea” de
L’Ordine Nuovo se alimentaba con el protagonismo de sus redactores en el
movimiento de ocupación de las fábricas y todo parecía indicar que Turín se
transformaba en taller de la revolución comunista italiana. El sesgo
industrialista del ordinovismo tenía una doble significación. A través de una
fuerte tendencia movimientista, canalizaba las aspiraciones de una importante
clase obrera que hallaba en la vida colectiva de la fábrica el modo principal
de participación social. Y en otro nivel, elevaba a los trabajadores hacia la convicción
de que el comunismo sería capaz de proyectar la vida de los consejos a toda la
sociedad italiana, en el camino de la consolidación de una democracia obrera
nacional.
L’Ordine Nuovo, con su programa y
principales colaboradores, estableció posiciones crecientes dentro del Partido
Socialista Italiano, en medio de la atención que provocaban los conflictos
obreros de las ciudades industriales. Su liderazgo en el germen de esta
revolución inconclusa, entre 1919 y 1920, convirtió al ordinovismo turinés en
la fracción comunista más fuerte y conocida del país. Este semanario estuvo a
la cabeza de la lucha por la inserción efectiva del socialismo en la III
Internacional y protagonizó la escisión de Livorno. Los avatares de la lucha en
las fábricas era una fuente principal de sus disidencias con la dirección del
partido y aparecían como representantes de una posición maximalista radical. La
experiencia de los Soviets aparecía para ellos como central, en tanto
constituía un modelo para los consejos. La posibilidad de materializar la
revolución tenía que ver con la definición internacional del Partido Socialista
Italiano.
Con la derrota del movimiento en
setiembre de 1920 y la convocatoria al Congreso socialista, la campaña de
L’Ordine Nuovo se orientó a la difusión de las posiciones de la Internacional y
emprendió una campaña que reforzaba el liderazgo soviético en el movimiento
comunista. Durante los meses previos al Congreso, el semanario turinés publicó
documentos de la III Internacional que exigían firmeza a la dirección del
socialismo italiano frente a los elementos derechistas, precipitando una
escisión. Promovían la creación del Partido Comunista d’Italia, ya fuera
mediante una transformación del PSI o por medio de la fracción comunista, que
contaba con todo el apoyo soviético. En una extensa carta de la Comintern,
publicada en octubre de 1920, se abogaba por la depuración de los elementos
reformistas dentro del PSI y se planteaba la necesidad de ajustar la táctica a
una lucha directa contra la burguesía, dejando de lado el parlamentarismo
burgués. Los líderes rusos consideraban allí que el proletariado debía trabajar
con los mejores elementos de los sindicatos y de las tendencias anarquistas,
pero no con la burguesía. Se demandaba en forma “ultimante” que el PSI
realizara esta “purificación” y se ajustara a la línea de los partidos de la
Internacional, bajo los principios de la centralización absoluta y la
disciplina proletaria. Con estos condicionamientos se conminaba al socialismo
italiano a expulsar a los elementos burgueses del partido y se declaraba que,
en caso de no cumplir con las veintiún condiciones de ingreso, el PSI no sería
admitido en las filas de la Internacional. La carta vaticinaba que Italia sería
un “país soviético”, y advertía que la batalla decisiva estaba cerca, mas ésta
debía ser encabezada por el “Partito Comunista d’Italia”(14). En Livorno, las
directivas de la Internacional no fueron acatadas por la mayoría y la fracción
comunista se separó definitivamente del PSI, en enero de 1921.
El recientemente creado PCd’I
dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a la creación de una organización
nacional, que no lograba emerger en cada circunscripción sin ser diezmada por
el fascismo. Poco faltaba para la Marcha sobre Roma. Las milicias de Mussolini
ya estaban regadas por toda Italia a la espera de la designación del Duce como
Primer Ministro. L’Ordine Nuovo suspendió su publicación hasta 1924, cuando
reapareció como quincenario, en Roma, inserto en la dinámica política y
organizativa del nuevo partido. La tercera serie del cotidiano comunista retomó
el proyecto inicial de una revista tendiente a educar a las masas y favorecer
la polémica doctrinaria. En la edición del 1 al 15 de abril de 1924, Gramsci
escribió “El programa de L’Ordine Nuovo”, no sólo para revisar los principios
ordinovistas, en aras de fortalecer a este sector dentro del nuevo partido,
sino para efectuar una mirada retrospectiva al período de la ocupación de las
fábricas, que se reflejaba en el artículo homónimo, publicado en agosto de
1920. El entonces secretario general del PCd’I efectuaba una reivindicación del
núcleo ordinovista y sostenía que su principal logro había sido la “traducción
al lenguaje histórico italiano de los postulados de la Internacional
Comunista”, promoviendo la creación de los consejos de gobierno obrero de la
industria. También recordaba la defensa de la estrategia de la Internacional y
la reticencia del Partido Socialista Italiano a expulsar al sector
colaboracionista, y adaptarse a las condiciones de ingreso del movimiento. Este
texto resumía cómo los ordinovistas habían articulado la campaña a favor de los
consejos obreros, con la adhesión al programa de la III Internacional y cómo
habían armado con ello la principal estrategia de lucha dentro del Partido Socialista
Italiano, en 1921.
Este panorama entre 1919 y 1925
que venimos comentando muestra la articulación que existía entre la cuestión de
los consejos de fábrica y el programa de la Internacional, lo cual resulta útil
para revisar la impresión que Mariátegui tuvo respecto a la escisión de Livorno
y los postulados del ordinovismo. Hacia enero de 1921, cuando se reunía el
“XVII Congresso Nazionale del Partito Socialista Italiano”, la adhesión del
Amauta al marxismo estaba en pleno desarrollo. Mucho más que doctrinaria, la
convicción del peruano por el socialismo era producto del fervor por la
Revolución Rusa y la corriente que le servía de base, que en Europa tenía el
nombre de “maximalismo”. Los frutos del contacto con la prensa revolucionaria y
el conocimiento de los conflictos doctrinarios del socialismo, durante los
convulsivos meses que sobrevendrían después de la escisión, se verían algún
tiempo después, cuando el Amauta pudo reflexionar sobre su experiencia
italiana, a partir del encuentro con la realidad peruana en 1923.
Aunque es real que la fracción
comunista turinesa otorgaba un papel central al tema de los consejos y al
debate acerca de sus similitudes con los Soviets, también es cierto que
trabajaba en pos de la difusión del “nuevo orden comunista”. Como decíamos más
arriba, el ordinovismo pretendía articular la lucha obrera con el programa de
la Internacional Comunista y provocar un cisma que dividiera aguas entre el
socialismo que se declamaba a favor de Rusia (pero bajo una modalidad
reformista) y la fracción revolucionaria (que seguía desde cerca al movimiento
obrero). Parte de la estrategia de L’Ordine Nuovo en la lucha interna del partido
era la colocación del movimiento comunista internacional como referente
fundamental de la revolución italiana y uno de los ejes principales del debate
consistía en la incorporación activa del Partido Socialista Italiano a las
directivas de la Internacional de Moscú. Recordemos que durante toda la primera
serie de L’Ordine Nuovo ocupa un espacio cada vez más importante la difusión de
los documentos de la Internacional, las intervenciones de Lenin de 1919 y los
artículos de Trotski, Zinoviev y Radek.
Evidentemente el periódico
turinés era el vocero de la III Internacional, pues cumplía una función
informativa que Avanti! no cubría, debido a las reservas de la dirección
socialista con el organismo dirigido por la URSS. Manuel Sacristán evalúa el
recorrido del ordinovismo y afirma que éste otorgó prioridad al programa de la
Internacional. La cuestión de los consejos le parece un apéndice dentro de esta
gran tarea de insertar al socialismo italiano en el movimiento comunista
internacional y considera que la lealtad de Gramsci con la Internacional, hasta
fines de la década del veinte, nunca fue fruto de una disciplina externa, sino
de una identificación básica. Sacristán concluye con esto que el ordinovismo
denota una continuidad básica entre 1919 y 1924, dada por la adhesión a la
Comintern (15).
Conclusión importante, si
contribuye a efectuar una precisión histórica, pero injusta si se disminuye el
peso de la cuestión de los consejos de fábrica en el programa ordinovista. Es
cierto que el dirigente italiano reivindicaba, hasta el texto-balance de 1924,
el esfuerzo de L’Ordine Nuovo por sostener el programa íntegro de la
Internacional, pero también lo es que el trabajo de base en los consejos
aparece con igual intensidad como parte del programa para Italia. Es indispensable
recordar que poco antes, Gramsci había criticado duramente a sus camaradas por
el abandono de las células de fábrica, la aparatosidad de la organización y el
alejamiento de las tareas de agitación y propaganda. Razón de más para pensar
que el ex secretario de redacción de L’Ordine Nuovo turinés incitaba al retorno
al programa ordinovista de acción, porque había dado vida “propiamente
italiana” a los principios de la Internacional.
En abril de 1920, Mariátegui
escribía acerca de las tendencias del socialismo italiano y reflejaba los
debates entre reformistas y revolucionarios, vinculados con los temas que más
tarde precipitarían en el endurecimiento de la III Internacional frente al
Partido Socialista Italiano. En mayo de 1919, la dirección socialista había
adherido a la III Internacional por diez votos contra tres y contaba con una
amplia masa de simpatizantes ligados a la lucha social. El Amauta recordaba que
en setiembre de 1919 se había constituido el Consejo de los Comisarios de
Fábrica en la oficina metalúrgica de la Bravetti-Fiat de Turín y la cuestión de
la toma del poder revolucionario estaba a la orden del día en el socialismo.
Advertía que, mientras otros partidos socialistas europeos habían vivido
alejados del sindicalismo obrero, el Partido Socialista Italiano había hecho de
estos sindicatos su base popular. Según el Amauta, las discrepancias internas
entre los socialistas mostraban la existencia de una parte del partido que
descreía en la posibilidad de una “revolución inmediata” y otra que la
consideraba posible, proponiendo que el partido se abocara a organizar la
rebelión, a precipitarla. Aceleradas por la Revolución Rusa y el movimiento
obrero desde 1919, estas discusiones abrían, para Mariátegui, dos caminos en la
lucha política: uno reformista, y otro revolucionario. Constituían dos
“apreciaciones del momento histórico”, que entrarían en conflicto un poco más
tarde, junto con el endurecimiento de la III Internacional frente a la situación
italiana (MARIÁTEGUI, 1991, p. 93).
En marzo de 1921, reflexionaba
sobre el Congreso de Livorno y sostenía que la razón principal de la escisión
había sido ideológica, porque hasta ese momento el apoyo del PSI a la III
Internacional era sólo una apariencia. El Amauta señalaba que habían tres
tendencias dentro del partido y que la Comintern había hecho suyos los puntos
de vista de la fracción minoritaria comunista. La intransigencia del organismo
dirigido por Lenin con las fracciones de mayoría había producido una división
“inevitable y necesaria”.
El Partido Comunista, entre
tanto, ha recogido el programa maximalista adoptado por la mayoría socialista
hace dos años en el Congreso de Bologna y abandonado ayer en el Congreso de
Livorno. Obediente a ese programa, el Partido Comunista trabaja exclusivamente
por la revolución y para la revolución. Esta preparación para la revolución no
es como se comprende una preparación material. Es una preparación
principalmente espiritual. Sus directores son, por eso, intelectuales. Son el
abogado Terraccini de L´Ordine Nuovo, de Turín, el profesor Graziadei, el
Ingeniero Bórdiga. La figura del Bombacci – evangélica barba, iluminados ojos,
romántico chambergo –, pasa a ratos a segundo término. Como la figura del director
de Avanti, en el sector mayoritario (MARIÁTEGUI, 1991, p. 129).
La posición de la III
Internacional frente a la cuestión italiana, a la que aludía Mariátegui en este
artículo, era la polémica de G. Zinoviev con los centristas. Los ejes de la
intransigencia de la Internacional frente a los elementos reformistas del PSI,
contenidos en la carta “La Internacional Comunista a la clase obrera italiana”
y los resúmenes de las discusiones del II Congreso de este organismo, eran
conocidos por el Amauta. El programa de la fracción comunista, firmado por
Bombacci, Bordiga, Terraccini, Gramsci, Fortichiari, y las cartas de adhesión
del Presidente de la Internacional, Zinoviev, venían publicándose desde octubre
de 1920 en L’Ordine Nuovo.
El Amauta no había vivido en Perú una fractura entre el reformismo y
la corriente revolucionaria que, desde la Revolución Rusa, había dividido la
mayoría de los Partidos Socialistas del mundo. Sin ir más lejos, en Buenos
Aires el debate había sido instalado ya en 1918, cuando la fracción que
pretendía seguir el rumbo de los Soviets fundaba el Partido Socialista
Internacional. En cambio en la patria de Mariátegui, a fines de 1919, el
anarquismo tenía una importante fuerza política y el socialismo estaba todavía
en formación. El Partido Socialista Italiano había adherido formalmente a la
III Internacional, pero conservaba en su seno un sector que venía
derechizándose y una mayoría proclive a mantener la unidad del partido a
cualquier costo. Por ello, hasta 1921 y una vez ocurrida la escisión de
Livorno, todavía quedaba una importante porción de “maximalistas” en el Teatro
Goldoni (16). Mariátegui destacará luego que el viraje reformista de la
tendencia dirigida por Serrati no haría más que consolidarse desde las reservas
impuestas por el Congreso de Livorno a la Internacional (1991, p. 163).
Toda la cuestión del contrapeso
entre el problema de los consejos y la adhesión a la Internacional, que ha
dividido a los analistas de Gramsci también ha repercutido en las lecturas de
la estadía italiana de Mariátegui. Coincidimos con Robert París cuando señala
que el ensayista peruano todavía se encontraba en un período de conocimiento
del marxismo cuando comentaba el Congreso de 1921. Mas consideramos que la
interpretación de la escisión de Livorno por parte del Amauta – que anteponía
las relaciones con la III Internacional a la cuestión de los consejos de
fábrica – no obedecía al desconocimiento de esta segunda cuestión sino a tres
factores interrelacionados que contribuían a concentrar su atención en la
dinámica global entre el polo maximalista y el polo reformista. Nos referimos
a: su lectura selectiva de la prensa de la época, a la tardía resolución del
enfrentamiento entre estas corrientes dentro del PSI y, fundamentalmente, a la
presencia de este conflicto ideológico en la conciencia del propio Amauta. En
su primera conferencia pública de 1923, Mariátegui expresó con toda claridad
esta disyuntiva, y justificó su toma de posición frente a los “dos bandos” del
marxismo, lo que en palabras traducidas de Zinoviev planteaba la disyuntiva: “O
col Comunismo, o col Riformismo. Non esiste un terzo intermedio” (ZINOVIEV,
1920)17. El enfrentamiento entre las corrientes revolucionaria y reformista,
que se debatían en Italia, retornará también en el desarrollo de Mariátegui de
la cuestión del “nuevo orden”, que ostentará algunas marcas ordinovistas, como
veremos más adelante.
El Amauta efectuó una distinción,
consciente o inconsciente, entre aquellos aspectos de la revolución italiana
que se adecuaban a su preocupación por la realidad peruana y aquellos que
parecían más alejados del movimiento obrero limeño que dejó en 1919. Retomó el
movimiento de ocupación de las fábricas en sus conferencias en la Universidad
Popular, en 1923, con el objetivo de acercar la vanguardia peruana a las
condiciones de una crisis europea que entendía muy ligada al destino de su
país. Pero en ningún momento podía adoptar para su proyecto el sesgo
industrialista de la posición ordinovista, y esto no obedecía a un
desconocimiento, sino a una lectura selectiva y crítica. Se ocupó en otro
momento de temas afines a la experiencia vivida por el proletariado industrial
italiano, analizando la formulación soreliana de la “moral de los productores”
y ejerció una crítica de las transformaciones promovidas por el fordismo en la
industria norteamericana. Mas siempre desde una preocupación internacionalista,
diferenciada de su proyecto de socialismo peruano, en el que el proletariado
industrial no aparece como sujeto único, ni mucho menos privilegiado de
transformación social.
La presencia de L’Ordine Nuovo en la experiencia europea de Mariátegui
Venimos desarrollando los
principales rasgos del ordinovismo porque consideramos que se trata de un tipo
de praxis que tuvo un lugar importante en el aprendizaje europeo de Mariátegui.
Aunque la mayoría de sus biógrafos y estudiosos reconocen la presencia de
Italia en su formación ideológica, y los testimonios de Anna Chiappe muestran
que el Amauta leía L’Ordine Nuovo, todavía no ha sido esclarecida la presencia
del ordinovismo en sus concepción editorialista. Decíamos al comienzo que se ha
hecho énfasis en las coincidencias vitales entre Gramsci y Mariátegui pero no
se han identificado las marcas del editorialismo turinés en la trayectoria del
peruano. Probablemente esto se deba a que dentro de los estudios mariateguianos
no se ha hecho una distinción entre dos corrientes de pensamiento y acción que
están íntimamente vinculadas pero deben ser diferenciadas: la cosmovisión
gramsciana y la experiencia ordinovista.
El ordinovismo constituye una
concepción política y una forma de praxis que se desarrolló principalmente en
Turín, entre 1919 y 1921, alrededor del periódico dirigido por Antonio Gramsci.
Decimos que esta tendencia se manifestó durante esos tres años porque
consideramos que el período ordinovista se desarrolló, fundamentalmente, en la
primera serie de este periódico. Movimientismo, sesgo industrialista, praxis
editorialista, valoración del papel de la cultura en el proceso revolucionario,
fueron algunas de sus características. Sus pilares principales se construyeron
alrededor de un movimiento de masas en ascenso, que se produjo al compás de la
ocupación de las fábricas de las ciudades industriales del Norte italiano.
Lejos estaríamos de comprender el ordinovismo sin considerar la interrelación
entre la lucha obrera y las polémicas programáticas operadas dentro del
periódico, con el fin de definir el organismo capaz de asumir y canalizar las
reivindicaciones de ese sector. La cuestión del consejo de fábrica se convirtió
en “la idea” de L´Ordine nuovo y alrededor de él se perfiló todo un modelo de
sociedad y militancia.
La concepción gramsciana del
marxismo remite, en cambio, a una trayectoria individual inserta en un campo
intelectual y en determinadas formas de praxis que anteceden y traspasan
temporalmente el período ordinovista. Pero además, se constituye con un
conjunto de textos, elaborados por Antonio Gramsci, que representan su legado
teórico. Este corpus incluye escritos del período juvenil, del periodismo
socialista, de la etapa ordinovista, de la construcción del PCd’I, y
especialmente, los célebres Cuadernos de la Cárcel (1929-1935) (18). El
encierro de 1926 se reforzó con el aislamiento político de Gramsci, debido a la
creciente precariedad de las condiciones de acción para el Partido Comunista en
toda Italia. Este aislamiento se intensificó además por su resolución de
rechazar todo pedido de gracia, por considerarlo un modo de fortalecer al
fascismo. Alrededor del intelectual sardo existió un sepulcral silencio, que
acompañó su dolorosa y deteriorada existencia. Con la carta pública de Romain
Rolland, fechada en setiembre de 1934, comenzó a difundirse la figura de
Gramsci fuera de Italia y en sectores cada vez más amplios de la cultura.
Rolland realzaba allí al director de L’Ordine Nuovo, especialmente su “pasión de
cultura”, y describía su itinerario político desde los años turineses hasta la
diputación de Venecia. Terminaba denunciando los asesinatos del fascismo y el
estado de las cárceles mussolinianas, que provocaban la agonía de Gramsci e
impedían su recuperación. La única forma de salvar al “jefe” de los comunistas
italianos era sacarlo de las pestilentes e indignas paredes de su celda para
que recibiera la atención médica debida. Pero el precio de la salida era muy
alto.
Esta libertad le fue ofrecida al
precio de una petición de gracia, de una claudicación que él rechazó
serenamente como una forma de suicidio. Y nosotros no la pediremos para él. El
que ha combatido lealmente toda su vida por su fe, no tiene gracia que pedir.
Entonces morirá. Y el comunismo italiano tendrá también su gran mártir, cuya
llama heroica lo guiará en sus futuros combates (ROLLAND, 1936, p.
211).
El Gramsci que Mariátegui pudo
conocer por referencias, o en las instalaciones de L’Ordine Nuovo, era un
importante militante que formaba parte de la dirección de la fracción
comunista-ordinovista. Pero esta presencia pública fue opacándose luego de la
escisión, mayormente por el recrudecimiento de las condiciones de lucha luego
de la Marcha sobre Roma. Los viajes de Gramsci a Moscú y Viena para atender las
relaciones con la III Internacional se prolongaron por la clandestinidad que
imperaba en Italia y las órdenes de detención que pesaban sobre todos los
miembros del Comité Ejecutivo del PCd’I. Las cartas que Gramsci escribía a su
esposa Julia, entre 1922 y 1924, mostraban la indeseada extensión temporal de
estos viajes, que ocurría a causa de la peligrosidad de retornar a Italia.
Inclusive cuando comenzó a editarse la tercera serie de L’Ordine Nuovo, siguió
su desarrollo desde la capital austriaca. Recién en mayo de 1924, volvió
clandestinamente y retomó las riendas del quinto número del periódico, que
vería la luz en setiembre de ese año (19). Entre la reorganización del PCd’I,
los debates entre fracciones internas y las deliberaciones con la Internacional
Comunista, pasaron varios meses. El último acto público que protagonizó
Gramsci, desde el retorno hasta su encarcelamiento, fue en el Parlamento, a
fines de 1925, luego de ser elegido diputado por el Veneto.
Hasta 1930 Gramsci era un
dirigente político de alto nivel, mas no representaba la figura monumental y
heroica que surgiría algunas décadas después. Esta es, sencillamente, la razón
por la que sólo puede demostrarse una influencia
ordinovista en la trayectoria de Mariátegui. Cualquier semblanza entre
ambas trayectorias, desde el punto de vista teórico, es bienvenida, pero lejos
de la idea de “influencia” teórica o de toda especulación de encuentro
histórico entre estos intelectuales. Rastrear las marcas del ordinovismo, en
tanto corriente política y modelo de praxis editorialista, nos permitirá
reconocer sus trazos en la formación de las concepciones que guiaron la
experiencia periodística de Mariátegui en el Perú. El trabajo que venimos
realizando procura efectuar un análisis del período 1919-1922 considerando
principalmente la correlación entre las “Cartas de Italia” – que Robert París
marca como los únicos “puntos fijos” de la experiencia italiana de Mariátegui –
y lo que nosotros llamaríamos “líneas conectoras”, es decir, los modos bajo los
cuales el Amauta se vinculó con la realidad italiana que describe en esos
artículos enviados a El Tiempo. Ya hemos señalado cómo puede explicarse mejor
la apreciación de Mariátegui respecto a la escisión de Livorno y su visión
acerca de las tendencias de la izquierda italiana, teniendo en cuenta el
programa del periódico turinés y los documentos de la Internacional Comunista
que allí se publicaban. Los principales rasgos de la experiencia ordinovista
que emanan del seguimiento de este periódico, nos permiten comprender mejor por
qué el Amauta planteaba, en consonancia con esta tendencia, que la revolución
requería de una “preparación espiritual”, dirigida por una intelectualidad
crítica, elemento fundamental del programa de L’Ordine Nuovo, como podrá verse
enseguida (MARIÁTEGUI, 1991, p. 129).
Más que una revista semanal,
L’Ordine Nuovo coincide con el perfil de un emprendimiento editorialista, por cuanto
forma parte de un proyecto mayor, tendiente a publicar cuadernos educativos y
opúsculos, realizar traducciones, editar libros y un órgano capaz de articular
distintas expresiones de la vida política y cultural. Desde su nacimiento, el
semanario tenía aspiraciones de trascender las fronteras del periodismo
tradicional. Entre las distintas modalidades de editorialismo que se dieron
durante los años veinte en Europa, el editorialismo ordinovista compartía con
la mayoría de ellas la tarea de difusora cultural, actividad que se realizaba
mediante la publicación de las últimas tendencias artísticas, filosóficas y
científicas. Los Quaderni de L’Ordine Nuovo, el proyecto Proletkult, las
reseñas de libros y la venta directa de volúmenes de todo tipo expresaban esta
intención. El compromiso político creciente de los hacedores del semanario,
junto con la profundización de las condiciones de lucha en su ciudad de origen,
lo inscriben en un editorialismo programático, que se caracterizaba –tanto en
Europa como en América Latina- por exceder el terreno de la difusión e
insertarse en un proyecto colectivo. Por lo general, este tipo de editorialismo
transitaba en un terreno que se nutría de preocupaciones culturales y se
proponía transformaciones políticas socialistas. Principalmente nos referimos a
las empresas editoriales signadas por el ejemplo de la Unión Soviética y el
proceso revolucionario europeo de entreguerras. L’Ordine Nuovo y La Rivoluzione
Liberale en Turín, Monde, Clarté y L’Humanité/Librairie de L’Humanité en París,
Avanti!/Societá Editrice Avanti en Milán, son todos centros neurálgicos de
proyectos políticos, cada uno con su particular recorrido dentro del pantanoso
camino de articulación entre política y cultura que atravesó a la experiencia
socialista durante la década del veinte (20).
Muchas veces, estos
emprendimientos contribuían al proceso de constitución de un partido político
nuevo, a veces se fundían con él, otras veces mantenían su independencia y en
muchos casos perecían antes de ver materializado su proyecto político en una
organización concreta. Expresión de estas aspiraciones organizativas y
catalizadoras de una acción política eran los “grupos de amigos” que se
organizaban como células alrededor de cada emprendimiento, sosteniendo
financieramente las empresas, distribuyendo las revistas y conquistando
adhesión, difundiendo “boca a boca” sus proyectos. La ausencia de un apoyo
empresarial y, en algunos casos, de todo referente institucional externo
obligaba al núcleo editorialista a una tarea artesanal y esforzada que sólo era
motorizada mediante la convicción ideológica en el proyecto común. Al igual que
en América Latina, mucho más que lectores críticos, las revistas europeas que
encabezaban este editorialismo programático demandaban de sus adherentes un
compromiso militante, capaz de multiplicar las suscripciones anuales, recaudar
los abonos y efectuar campañas de solidaridad en favor de la subsistencia de la
publicación central. Las revistas flaqueaban financieramente en cada número,
por ello aparecían los grupos que ejercían una labor militante, como los “Amis
de Monde”, “Amici de La Rivoluzione Liberale”, “Amici delL´Ordine Nuovo”(21).
Los grupos de adherentes o “periferia”, que rodeaba al núcleo directriz de
estos emprendimientos, se nutrían de intelectuales y dirigentes sociales con
diversos grados de vinculación con los movimientos de masas. Muchos de ellos
luego se integraban en los intentos de organización política que nacían en las
páginas de las revistas.
El caso de L’Ordine Nuovo fue uno
de los experimentos más combativos del editorialismo programático, pues su
esfuerzo militante acompañó e influyó en un proceso de lucha de masas de gran
escala y fue sobredeterminado, en gran medida, por este movimiento social. Uno
de los rasgos salientes de esta experiencia tiene que ver con el modo de
funcionamiento de este grupo, que pretendía trascender la mera gestión
cultural, y a la vez crear un espacio político de participación más amplio que
un partido.A pesar de la creciente “militarización” de la actividad política en
el núcleo ordinovista y en la III Internacional, este editorialismo mantenía la
flexibilidad necesaria como para contribuir en la elaboración de un programa
del “nuevo orden” que expresara las aspiraciones de los obreros turineses,
asumiendo la discusión interna y la polémica como vía de construcción de un
programa revolucionario. La columna titulada “Crónica del Orden Nuevo”, que
ocupaba el lugar de la editorial y constituía una suerte de balance permanente
del recorrido del emprendimiento, explicaba, en una de sus ediciones, que la “unidad”
fue entendida como resultado de la confrontación de ideas y no un “punto de
partida”.
Hoy la discusión ha llegado al mismo diario. Es esta la ocasión de
sonreir para los malignos, es esta la ocasión, para los filisteos, de gritar el
escándalo. Cómo el ‘Orden Nuevo’ no es por lo tanto, un convento de frailes que
en coro comenten las sagradas verdades y con una señal del jefe bajen la mirada
y digan ‘amén’? Dentro de la iglesia existen los herejes? Ni una cosa ni la
otra, amigos. Ninguna herejía, ninguna reprobación, porque ni la iglesia ni el
convento hemos jamás sido. Hemos querido crear, y creamos un organismo de
cultura y de estudio. Hemos hasta ahora mantenido intacta esta característica.
Queremos, para el futuro, acentuarlo y no hacerlo desaparecer. Pero en un
organismo de tales características, la discusión, la polémica interna, son
aunque no lo parezca, inmanentes como una necesidad de vida. Recordemos los
primeros tiempos, cuando el programa se venía trabajando en las discusiones que
tomaban agilidad por la continua comunión con la vida. La posibilidad del
disenso, de la falta de unanimidad estuvo siempre presente. La unidad fue un resultado, fue un punto de
llegada, no un punto de partida en el cual se quisiese permanecer, renunciando,
no digo a la sinceridad, pero sí a la exposición plena de un pensamiento y a su
correspondencia con los hechos. (L’ORDINE NUOVO, 1920; grifos nossos)
Este modo de funcionamiento
orgánico, típico del editorialismo programático, se parecerá mucho al que
inaugurará Mariátegui con su revista Amauta, de la que dirá que “ha venido a
inaugurar un debate y no a clausurarlo”. Se trataba de una modalidad de
funcionamiento, pero también de una posición ideológica frente al marxismo, que
se construía a medida que se precipitaban las polémicas, las definiciones
programáticas y el movimiento social. En el caso peruano, el editorialismo
confluiría más tarde, del mismo modo que L’Ordine Nuovo, con la creación de un
partido, aunque en el primero aquella praxis tuvo un poco más de tiempo para su
desarrollo.
La función programática de
L’Ordine Nuovo trascendió las fronteras de la revista y se insertó en las
asambleas de fábrica, con las conferencias de Gramsci y Togliatti. Luego se
complementó con la tarea agitativa, aparecieron los Quaderni y otros
instrumentos de educación de las masas. El eje articulador del semanario – que
daba sentido a la idea de un organismo de poder obrero y a la creación de una
fracción comunista dentro del Partido Socialista – se encontraba en el proyecto
de “orden nuevo” que postulaba el periódico desde su nacimiento. La primera
serie constituyó el período más convulso y movilizante en la definición del
comunismo como modelo social del ordinovismo. Durante los años de la gesta
obrera turinesa, el periódico dio un salto importante cuando resolvió dedicar
sus esfuerzos al análisis de los consejos de fábrica, alejándose poco a poco
del esquema de revista socialista de cultura que había alentado a sus
fundadores en los primeros números.
Una tensión básica rondaba el
proyecto de “nuevo orden”: aquella que oscilaba entre la preparación para el
advenimiento de la sociedad comunista y la creación de una vanguardia capaz de
instalar el Estado de los Consejos y preparar la transición hacia la
materialización del proyecto. A pocos meses de su fundación, el semanario
registraba la aparición del Consejo de los Comisarios de Fábrica en la oficina
metalúrgica de Bravetti-Fiat, en Turín, como la primera realización de una
tesis del periódico. Desde ese momento, hasta la derrota del movimiento un año
más tarde, todos los esfuerzos de los ordinovistas se dirigían hacia la
definición ideológica del papel de los consejos, su relación con los sindicatos
y el partido, en la estrategia política de los comunistas. En esta primera
etapa, el periódico dirigido por Gramsci adoptaba un carácter “movimientista” y
cifraba sus expectativas en el protagonismo de los obreros en la construcción
del comunismo. La revolución era – para ellos – un “movimiento de masas” o no
era revolución. Para ser realmente un proceso transformador y creador debía
partir de la intimidad de la vida productiva, en la que se radicarían los
organismos de la sociedad comunista. Los consejos de fábrica se presentaban
como la afirmación concreta del movimiento comunista en Italia, por eso, los
ordinovistas opinaban que no había que crear los soviets primero, sino que
ellos debían ser entendidos como un “punto de llegada”(22).
En este período de L’Ordine
Nuovo, el “nuevo orden comunista” aparecía como idea reguladora en un diagnóstico
de la situación mundial compartido por la mayoría de los comunistas de los
distintos países. Las nuevas corrientes filosóficas, artísticas, políticas y
científicas que nacían en estos años parecían dar la razón a esta convicción
bastante extendida acerca del advenimiento de un cambio de época, que se
inauguraba con la Revolución Rusa y los movimientos de masas ascendentes que se
multiplicaban en distintos países europeos desde 1918. La noción de “nuevo
orden” no era, entonces, privativa del ordinovismo, sino por el contrario,
podría decirse que formaba parte de una suerte de “espíritu de época”. Pero la
moldura turinesa construida alrededor de un proyecto social específico tenía
sus señas particulares.
En primer lugar, no se trataba de
una reivindicación meramente abstracta y lejana de una sociedad mejor, separada
o incongruente con el programa de acción política, sino que existía una
identificación directa entre el proyecto comunista y el programa de L’Ordine
Nuovo. Los consejos actuaban como hilo conductor de ese modelo deseado de
“nuevo orden”. Muchos periódicos y semanarios europeos de la década del veinte,
cercanos al socialismo, adherían a la Rusia soviética y promocionaban las
nuevas corrientes, pero parecían ocupar su puesto de combate desde la esfera
cultural, sin intervenir en la lucha de masas ni articular sus esfuerzos con las
organizaciones partidarias. L’Ordine Nuovo, en cambio, articulaba directamente
la idea de “nuevo orden comunista” con un programa político y un partido. En
segundo lugar, y en relación directa con el hecho de que el ordinovismo no
escindía el programa político respecto del proyecto comunista, el tipo de
praxis que estimulaba formaba parte de una concepción propia del poder y de la
acción política. Entendían a la revolución como un proceso que debía ser
encabezado por las masas y al poder como un “punto de llegada”, antes que un
salto al vacío.
Este particular modo de ver y
protagonizar el advenimiento del “nuevo orden” tuvo una gran influencia en la
formación ideológica de Mariátegui. Su convicción “maximalista” se formó en el
ambiente italiano de estos años y su conocimiento del comunismo estuvo
estrechamente ligado a las posiciones de la fracción ordinovista. Un poco más
tarde dirá, en sus conferencias ante el público de la Universidad Popular hacia
1923 que “lo que divide las filas del movimiento obrero europeo es el
diagnóstico de la situación mundial”. No hay más que dos “bandos” desde que
terminó la primera guerra: reformistas y revolucionarios (MARIÁTEGUI, 1988, p.
20). Mariátegui explicaba a la vanguardia peruana que esta definición
ideológica en las filas del proletariado había operado al interior del Partido
Socialista Italiano. En un principio, se había mantenido fiel a los principios
de independencia respecto del gobierno burgués. Durante la guerra, el
enfrentamiento básico era entre sindicalistas y socialistas. Con el fin del
conflicto, el aspecto de la lucha social europea se había radicalizado.
L’Ordine Nuovo expresaba no sólo el nuevo proyecto revolucionario, sino además,
un tipo de praxis encaminada a concretarlo (23).
El periódico de Gramsci mostraba
una fuerte impronta cultural a la hora de desarrollar el proyecto comunista.
L’Ordine Nuovo adhirió fervientemente a esta faceta cultural e hizo de la
educación del proletariado una meta primordial. Mientras duró la batalla
interna del socialismo, la fracción comunista-ordinovista abogó por la creación
de comisiones de cultura que se dedicasen al estudio de la literatura
proletaria y a la traducción de documentos claves del comunismo internacional.
La famosa “terza página” de L’Ordine Nuovo se ocupó de la traducción al
italiano de obras literarias y artículos de intelectuales revolucionarios, lo
que vino a poner en manos de los obreros información de otro modo inaccesible
(SALVETTI, 1975). Canalizó la recepción del Proletkult y acercó a Mariátegui la
figura de Anatolio Lunatcharsky. El peruano pudo observar el desarrollo de un
marxismo todavía abierto a todas las expresiones artísticas y atento a lo que
el Amauta destacó como la “preparación espiritual” para la revolución. Los
ordinovistas publicaban los manifiestos de la Oficina Internacional de Cultura
Proletaria y transmitían los logros del Comisariado de Instrucción Pública de
Rusia. Según estos documentos, el comunismo debía propagar una nueva cultura
para preparar la llegada del proletariado al poder, que representaría la
“restauración del reino de la belleza y de la gracia”. La toma del poder era considerada
esencial para organizar la vida económica, pero los comunistas debían
comprender que los hombres tenían otras necesidades que superaban el objetivo
del bienestar material. En uno de estos textos, Lunatcharsky afirmaba que ese
bienestar era solo un medio para facilitar el desarrollo del espíritu. La
libertad debía preocupar y movilizar la lucha política y económica para
dedicarse finalmente a la creación artística, científica y moral.
La liberación política y
económica de las masas creará las condiciones de la liberación intelectual.
Para el desarrollo histórico de los hechos, el proletariado se acerca a su
ideal, el comunismo universal, precedido por la lucha política y económica. Por
una ineludible necesidad histórica el Proletariado organiza un nuevo frente,
sobre esto se explicará el poder creador de la cultura proletaria. Nosotros,
comunistas críticos, nos esforzaremos de preparar el más largo campo para el
desarrollo espiritual de las masas. (LUNATCHARSKY, 1920)
El análisis de la corriente ordinovista
que Mariátegui pudo vivir de cerca en su estadía italiana, nos ha permitido
incorporar una corriente política y cultural que consideramos clave en la
conformación de la concepción editorialista del Amauta peruano. Vale la pena
señalar algunas coincidencias vitales asombrosas en las concepciones
editorialistas de ambos intelectuales, tomadas sus trayectorias maduras
globalmente. Nos referimos a los proyectos de articulación entre política y
cultura, que pueden encontrarse esbozados en los Cuadernos de la Cárcel, que
Gramsci pensó como parte de una estrategia de lucha hegemónica en el campo de
la estructura ideológica, es decir, en “el terreno en el que los hombres se
hacen conscientes de los problemas del mundo de la economía”. En la mayoría de
estos proyectos editoriales y periodísticos, puede verse la marca de la
experiencia cultural ordinovista. Para Gramsci era necesario estudiar el rol de
la prensa en la conformación de la ideología dominante, conociendo a fondo la
función de las casa editoras, los periódicos políticos, las revistas de todo
género (científicas, literarias, filológicas, de divulgación), inclusive los
boletines parroquiales. Incorporaba así, a la actividad periodística en el
proceso de lucha contra la estructura ideológica de la clase dominante, como
una de las partes más importantes y dinámicas en el desarrollo de un “frente”
cultural.
Mariátegui también construyó una
forma de organización de la cultura a partir del editorialismo programático y
consideró necesario un proceso de preparación intelectual de las masas para
realizar una revolución en el Perú. Para alcanzar este objetivo desarrolló una
revista, Amauta (1926-1930) que constituyó el ejemplo más acabado de la
articulación entre el vanguardismo estético y el vanguardismo político en
América Latina. Y la acompañó de un periódico, Labor (1928-1929), que pretendía
complementar la acción cultural mediante una tarea de información masiva y
agitación obrera. Extendió la distribución de sus publicaciones por todo el
mundo y llegó a consolidar una red editorialista nacional y otra internacional
con más de treinta agencias de representación. Y fundó el Partido Socialista
Peruano (1928) para canalizar el proyecto de socialismo indo-americano en su
país. La muerte a los 34 años, el golpe de Estado y la institucionalización de
la Comintern en el Perú detuvieron este prometedor proceso político-cultural.
NOTAS:
1 Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales – UNCuyo – 5500 – Mendoza – Argentina.
2 El “asunto” Rouskaya fue un
escándalo ocurrido alrededor de la danza de la bailarina Norka Rouskaya que
organizó Mariátegui, junto con otros poetas peruanos, una noche de 1917 en el
cementerio de Lima. El atentado de los militares ocurrió en 1918, en las
oficinas del diario El Tiempo. Un grupo de suboficiales atacó a Mariátegui por
las afirmaciones contrarias al ejército que el Amauta había vertido en su
revista Nuestra Época (1918).
3 Cfr. Carta de JCM a Bertha
Molina (Ruth), Roma, 6 de marzo de 1920 (MARIÁTEGUI, 1994, p. 1631).
4 Un detallado seguimiento
cronológico del recorrido de Mariátegui por Europa, en especial, por Italia,
puede hallarse en (NÚÑEZ, 1994) y (PARÍS, 1981).
5 Sobre las relaciones de
Mariátegui con los medios italianos a su regreso al Perú puede mencionarse los
hallazgos de Antonio Melis, que ha estudiado su presencia en el periódico La
Fiera Letteraria después del exilio. (MELIS, 1999).
6 Estos son los periódicos que
hemos registrado con cierta presencia en los escritos de Mariátegui y cuyo
seguimiento en hemerotecas italianas nos permitió corroborar como fuentes de
información utilizadas por el Amauta entre 1919 y 1922. Puede completarse esta
lista con otros periódicos que sólo se mencionan al pasar en sus Cartas de
Italia. (MARIÁTEGUI, 1991).
7 Recordemos que la biblioteca de
Mariátegui fue diezmada en varias requisas policiales que sufrió la casa de
Washington Izquierda. En una carta a César Alfredo Miró Quesada, Mariátegui
comenta que la policía se había apoderado (en la última perpetración del 18 de
noviembre de 1929) de una colección italiana de obras socialistas, junto con
parte de su correspondencia, libros, folletos, revistas y los materiales
administrativos de Amauta. Cfr. Carta de JCM a Miró Quesada, 22 de noviembre de
1929. (MARIÁTEGUI, 1994, p. 2049).
8 Uno de los amigos residentes en
el viejo continente que facilitaba los envíos fue Palmiro Macchiavello Gonzáles
(1892-1955), que fue cónsul peruano en Génova durante los años veinte. La
correspondencia Macchiavello-Mariátegui está evidentemente incompleta pero
muestra la vinculación con revistas italianas de la época. Macchiavello hizo
traducciones de autores/as italianos/as para el boletín Libros y Revistas.
Además, sirvió de conexión con editoriales italianas, como lo muestra el
listado de editoriales italianas vinculadas con Minerva. (1975).
9 El cruce entre algunas revistas
europeas que leyó Mariátegui con regularidad, las editoriales que distribuían
esas publicaciones y los libros que Mariátegui tenía en su biblioteca permite
profundizar un poco en las redes intelectuales de las que el Amauta formaba
parte. El libro de Vanden se reduce a la reconstrucción de su biblioteca y no
rastrea los vínculos con la prensa periódica política y artística. Sin embargo,
menciona haber encontrado una factura de L’Humanité fechada en 1924, lo que
prueba relaciones editorialistas que nosotros intentamos complementar en esta
Tesis, pues se multiplican en los años de madurez del Amauta. En nuestra
búsqueda hemos agregado los listados de distribución de Amauta y la Editorial
Minerva que pertenecen al Archivo Mariátegui, donde figuran extensos listados
de las editoriales y revistas con las que el Amauta se relacionaba. Más
adelante retomaremos este tema y el trabajo de Vanden para señalar algunas
cuestiones con relación a los vínculos editoriales que mantenía Mariátegui con
el exterior durante el período 1923-1930.
10 “Il Baretti” y “Giuseppe
Baretti” eran seudónimos que Gobetti utilizaba en sus crónicas teatrales
ordinovistas.
11 Mariátegui, junto con César
Falcón, Carlos Roe y Palmiro Macchiavello fundaron una célula comunista en
1922. A mediados de 1923, cuando Mariátegui ya estaba de regreso en el Perú,
este grupo mantuvo el contacto epistolar, fundamentalmente tomando al Amauta
como puente. La carta que César Falcón le envió al Amauta, en setiembre de 1923,
muestra la continuidad, y a la vez, las principales discrepancias de los
integrantes del grupo de peruanos simpatizantes del comunismo que habían
compartido el exilio europeo. Cfr. Carta de César Falcón a JCM, 15 de setiembre
de 1923, (MARIÁTEGUI, 1994, p. 1709-21).
12 En una carta a Robert París,
Terracini dice que Mariátegui quedó en su memoria como “il peruviano”, “un
joven que frecuentaba la Universidad de Turín, sin tener aún una personalidad
muy definida y por lo tanto sin distinguirse de todos los que, en aquella
época, seguían la huella de la acción de los obreros turineses”. (PARÍS, 1981,
p. 87).
13 A fines de 1919 aparece en el
semanario de Gramsci la sección “Sottoscrizione per L’Ordine Nuovo“, con los
listados personas o grupos suscriptos y un balance del dinero ingresado. Un
seguimiento de esta sección nos muestra infinidad de suscripciones bajo el
título n.n., iniciales indescifrables, grupos de jóvenes y de extranjeros que
no declaran sus nombres, sino sólo sus ciudades de origen. Estas adhesiones
provenían de socialistas, comunistas y anarquistas italianos, pero también de
grupos de emigrados – entre los que se observan muchos latinoamericanos- que
por lo general no se daban a conocer, debido a las condiciones clandestinas de
los sectores de izquierda. La distribución de L’Ordine Nuovo fuera de Turín
era, además, bastante extensa.
14 Cfr. La Internacional
Comunista a la clase obrera italiana, L’Ordine Nuovo, Turin, 30 de octubre de
1920.
15 Cfr. nota de Sacristán en
(GRAMSCI, 1998, p.157).
16 Una vez producida la escisión,
los comunistas se retiraron del Goldoni, donde se realizaba el Congreso del PSI
y celebraron su primera reunión en el Teatro San Marco.
17 También el encuentro con el
Conde Karolyi en Florencia le provocó al Amauta la necesidad de conocer la
filiación ideológica del húngaro, e insistentemente le pedía una definición:
“menchevique o bolchevique?”.
18 De ningún modo esta
enumeración puede entenderse como una periodización de la obra de Gramsci. Para
ver algunas periodizaciones y propuestas de organización de la obra del
dirigente italiano, puede consultarse la propuesta de (SACRISTÁN, 1998);
(SPRIANO, 1965); (PORTANTIERO, 1982); (VEJARANO, 1992); (HOBSBAWM, 1995).
19 Cfr. Cartas Antonio
Gramsci-Julia Schucht, entre agosto de 1922 y junio de 1924 (GRAMSCI, 1998,
p.125-67).
20 Existió otra vertiente
editorialista europea, típica del período de entreguerras, mucho más arraigada
a la experiencia literaria y con lazos más tenues con el socialismo. Se trataba
de empresas editorialistas rectoras de generaciones de poetas y escritores,
empeñadas en la difusión de las novedades literarias y culturales, cuyos
miembros en algunos momentos tuvieron una participación política protagónica,
especialmente con el advenimiento del fascismo. Aunque constituyeron empresas
editoriales y tuvieron g ran importancia en el terreno cultural, no podemos
situarlas como pivote de proyectos políticos colectivos. Nos referimos, por
ejemplo, a la Revista de Occidente (Madrid), Nouvelle Revue Francaise (París).
21 En el caso de L’Ordine Nuovo,
la función de estos centros de apoyo era ligar el diario con la vida cultural
misma, enriquecer las esperanzas y transformarlas en un “instrumento de la
propia fe”, en síntesis, un centro de atracción para aquellos que “todavía no
creen, pero creerán”.
22 En febrero de 1920, el número
treinta y seis de L’Ordine Nuovo registraba una diferencia política medular
dentro del Partido Socialista Italiano. Nicola Bombacci proponía la instalación
de los Soviets en Italia y los ordinovistas sostenían que era necesario
discutir primero si los consejos de fábrica eran exactamente lo mismo que los
Soviets rusos o si se trataba de organismos que desaparecerían una vez
alcanzado el poder. El proyecto Bombacci fue criticado por los ordinovistas
como una construcción jurídica anticipada, que se contentaba con un cambio de
superestructura pero no se ocupaba de movilizar a las masas hacia la conquista
de una transformación estructural.
23 En su trabajo acerca del hallazgo
de cuatro conferencias inéditas que Mariátegui dictó entre fines de 1923 y
1924, publicadas en el Anuario Mariateguiano en 1997, Portocarrero señala que
estos textos muestran que su concepción de “partido” se nutre mucho más de una
herencia ordinovista acerca de la relación vanguardia/masas, que de las
nociones leninistas de la Komintern. (PORTOCARRERO, 1997, p.13-32).
Referencias:
GRAMSCI, A. El programa Del
Ordine nuevo. L’Ordine Nuevo, Torino, 14 ago. 1920.
GRAMSCI, A Cuadernos de la
cárcel. México, DF: Era, 1981.v.2.
GRAMSCI, A Antología. 13.ed.
México, DF: Siglo Veintiuno, 1998.
HOBSBAWUM, E. Gramsci in Europa e
in América. Roma: [s.n.], 1995.
LA INTERNACUIONAL Comunista e la
clase obrera italiana. L’Ordine Nuevo, Torino, 30 oct.1920.
LUNATCHARSKY, A Per la cultura
degli operari. L’Ordine Nuevo, Torino, 16-23 oct., 1920.
MARIÁTEGUI, J. C. História de la
crisis mundial. 12. ed. Lima: Amauta, 1988.
MARIÁTEGUI, J. C. Cartas de
Itália. 11.ed. Lima: Amauta, 1991.
MARIÁTEGUI, J. C.
Correspondência. Lima: Amauta, 1994. v.1.
MELIS, A. Ecos de Amanta em um
periódico literário italiano (1917-1930). In: ______ . (Org.). Leyendo
Mariátegui. Lima: Amauta, 1999.
NÚÑEZ, E. La experiencia europea
de Mariátegui. 2.ed. aum. Lima: Amauta, 1994.
L’ORDINE NUEVO, Torino, 12 jul.
1920.
PARÍS, R. La formación ideológica
de José Carlos Mariátegui. México, DF: Siglo Veintiuno, 1981. (Cuadernos Pasado
e Presente, 92).
PORTANTIERO, J. C. Los usos de Gramsci.
México, DF: Folios, 1982.
PORTOCARRERO, R. Cuatro
conferencias y un discurso inéditos de J.C.M. Anuario Mariateguiano, Lima, v.9,
n.9, p.13-32, 1997.
ROLLAND, R. Por los que mueran en
las prisiones de Mussolini – Antonio Gramsci. In: ______ . Quince años de
combate. Santiago de Chile: Ercilla, 1936.
SACRISTÁN, M. Notas. In: GRAMSCI,
A Antología. 13.ed. México,DF: Siglo Veintiuno, 1998.
SALVETTI, P. La stampa comunista: de Gramsci a
Togliatti. Milano: Guanda, 1975.
SPRIANO, P. Gramsci e L’Ordine
Nuevo. Milano: Riunti, 1965.
VANDEN, H. Mariátegui:
influencias en su formación ideológica. Lima: Amauta, 1975.
VEJARANO, J. T. (Coord.). Gramsci
y la izquierda europea. Madrid: Fundación da Investigaciones Marxistas, 1992.
ZINOVIEV, G. La terza
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1920.
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