domingo, 3 de julio de 2016

Fernanda BEIGEL : UNA MIRADA SOBRE OTRA: EL GRAMSCI QUE CONOCIÓ MARIÁTEGUI

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UNA MIRADA SOBRE OTRA: EL GRAMSCI QUE CONOCIÓ MARIÁTEGUI





Por: Fernanda BEIGEL(1)




RESUMO: Entre los principales objetivos del trabajo, nos proponemos precisar el alcance – hasta ahora exagerado – de la vinculación entre el pensamiento de Mariátegui y Gramsci. Para ello realizamos una distinción simple (prácticamente obvia en el campo de estudios gramscianos, pero no tan evidente en los estudios mariateguianos) entre dos corrientes de pensamiento y acción que están íntimamente vinculadas pero deben ser diferenciadas en la práctica: la experiencia ordinovista y la cosmovisión gramsciana.

PALAVRAS-CHAVE: Política; cultura; empresa; marxismo; herança teórica.

ABSTRACT: Among the many goals of this paper, the main one was to say that there is really a bond between the ideas of Mariátegui and Gramsci, so far exaggerated. In order to do it, there is exposition of the simple distinction (absolutely obvious in the gramscian studies but not so evident among the mariateguians) between the views of thought and action, intimately connected but so different in practice: the Gramsci´s ordinovistic experience and conception of the world.

KEYWORDS: Politics; culture; enterprise; Marxism; theoretical heritage.








Nuestra ponencia recorre el itinerario de José Carlos Mariátegui (1894-1930) en Italia, entre 1919 y 1922, y pretende dilucidar el impacto que la experiencia ordinovista tuvo en la formación del marxista peruano. Es el resultado de una residencia de investigación doctoral realizada en Italia, principalmente en el Centro Studi Piero Gobetti y los Istituto Gramsci de Roma y Turín. Exponemos los resultados del seguimiento pormenorizado que hicimos del recorrido y las lecturas del Amauta durante su estadía italiana y analizamos los vínculos de esta experiencia con la praxis editorialista que ejecutó a su regreso al Perú. Pretendemos explicar cómo se produjo el acercamiento de Mariátegui al marxismo italiano y, en particular, al ordinovismo.

A pesar de los valiosos esfuerzos historiográficos realizados, que permitieron precisar el alcance real del fugaz encuentro entre ambos los pensadores en Turín, hacia 1921, no se puede, a estas alturas hablar de relaciones entre Mariátegui y Gramsci sin dejar sentado un presupuesto: José Carlos Mariátegui nunca conoció el intelectual italiano que el mundo leyó después de la publicación de los Cuadernos de la Cárcel. Toda coincidencia teórica entre ambos “agonistas” es producto de una época compartida, un universo discursivo común, pero fundamentalmente de la praxis social que cada uno desenvolvió en su país. Como veremos enseguida, el Gramsci que conoció Mariátegui fue el director de la primera y segunda serie de L’Ordine Nuovo. No se puede hablar en términos de influencia de un corpus teórico a otro. Se trata, entonces, de una mirada sobre otra mirada: nosotros sobre Mariátegui, Mariátegui sobre Gramsci.

Es conocido que las campañas de agitación que promovió Mariátegui desde el diario peruano La Razón (1919) le valieron la salida forzosa de Perú y esta becaexilio se transformó en un intenso périplo en el viejo continente. Al llegar a las costas europeas inició un itinerario que comenzó en Francia y se extendió a otros países durante más de tres años. Estuardo Núñez recuerda que su arribo a París coincide con el auge de las llamadas “novelas de guerra”, y que pudo conocer al poco tiempo a Henri Barbusse (1873-1935), que publicaba su manifiesto anti bélico, El fuego.

Mientras duró su estadía europea todavía no hacía su aparición el surrealismo, pero pudo conocer otras expresiones de la vanguardia y tuvo acceso a las principales revistas políticas y artísticas de la época.

El breve paso por Nueva York y la llegada a las capitales europeas le provocaron a Mariátegui una “ilimitada sensación de libertad”, que contrastaba con el agobiante clima limeño que había dejado atrás en 1919. Lejos parecían quedar los escándalos y las agresiones que había padecido, desde el asunto Rouskaya hasta el atentado de los militares (2) . En diciembre de 1919 se trasladó a Génova y recorrió Italia hasta junio de 1922, cuando emprendió el peregrinaje por otras ciudades europeas.

Su estadía italiana ocupó la mayor parte de su viaje y conformó el principal “lente” por el que Mariátegui miraría la realidad europea de la época. En una carta a su amiga Bertha Molina, fechada el 6 de marzo de 1920, decía que toda su actividad en Roma se restringía a estudiar italiano y leer (3).También significó una intensa etapa en su vida: se casó con Anna Chiappe, escribió artículos acerca de la realidad italiana, tomó contacto con el periodismo político, visitó ciudades que dejaron en él impresiones estéticas duraderas y asistió al Congreso Socialista de Livorno en 1921 (4) . Fuera de sus conocidas “Cartas de Italia”, enviadas a El Tiempo, existen pocos documentos disponibles del período 1919-1923. No se han encontrado muchos artículos que testimonien una intervención importante en los medios periodísticos italianos (5) . Por el contrario, dejó de escribir al ritmo que acostumbraba en sus años juveniles y dedicó la mayor parte del tiempo a seguir la realidad política, estudiar idiomas, leer literatura y profundizar sus conocimientos teóricos. Mantuvo correspondencia asidua con su amiga, Ruth (Berta Molina), y con ella siguió vinculado a su país. Esas cartas eran para Mariátegui “un rayo de luz limeña”. Las leía con avidez y placer, porque siempre tuvo en vistas regresar a su país. Absorbió todas las experiencias de las ciudades europeas, pero mantuvo el perfil de estudiante extranjero, corresponsal peruano, observador panorámico, viajero itinerante.

Tomando contacto con la prensa italiana, Mariátegui pudo evaluar y reconsiderar su editorialismo juvenil, ideando nuevas prácticas acordes a las necesidades de su país, que intentaría implementar a su regreso, a partir de 1923. Por ello, ha resultado importante para nuestro trabajo el seguimiento directo de las colecciones de revistas o diarios italianos con mayor presencia en las “Cartas de Italia” como una de las vías más eficaces para profundizar nuestro conocimiento acerca de la formación editorialista de Mariátegui. En 1921, dedicó un artículo a la prensa italiana, donde reconocía que estos medios habían sido una fuente privilegiada de información para transmitir a sus compatriotas un panorama crítico de la situación política y social. Consideraba que había dos grandes bloques: la prensa burguesa y la prensa revolucionaria. En la misma línea sostenía, poco tiempo atrás, que la información no podía ser neutral. Durante junio de este año explicaba que los bloques se componían de diversas tendencias: la prensa reaccionaria, radical y reformista, por una parte y la prensa socialista, comunista y anarquista, por la otra. Con esto señalaba los matices de las posiciones ideológicas en el medio periodístico italiano, pero además, sostenía que existían dos grandes rubros en la prensa burguesa: los diarios informativos y los polémicos.

Entre 1919 y 1922, Mariátegui fue un ávido lector de los grandes rotativos y periódicos políticos que expresaban los intereses de ambos los bloques, también advirtió que la prensa italiana no se concentraba exclusivamente en Roma, como ocurría con la prensa francesa o inglesa. En su recorrido italiano, siguió de cerca varios periódicos de circulación nacional, que podrían inscribirse entre los “diarios informativos que respondían a los intereses generales de las clases dominantes”. Principalmente Il Corriere della Sera (Milán), que le sirvió para dominar el curso de la política parlamentaria y la campaña electoral de 1921. En Turín pudo leer L´Stampa, y en Roma Il Messagero, Il Giornale d’Italia, Il Corriere d’Italia. Entre los diarios polémicos de la reacción, Mariátegui leyó el órgano de Mussolini, Il Popolo d’Italia (Milán), y L’Idea Nazionale (Roma). Entre los moderados y radicales tuvo acceso a Il Tempo, La Tribuna, Il Paese y La Epoca. Entre la prensa que clasificó como revolucionaria, Mariátegui llegó a conocer varios diarios y semanarios de izquierda. Los más destacados por el propio Amauta fueron el órgano oficial del Partido Socialista, Avanti! (ediciones de Milán y Roma) y L´Ordine Nuovo, convertido en cotidiano comunista a partir del 22 de enero de 1921. En sus “Cartas” se refería al periódico que se publicaba en Turín, dirigido por “dos de los más notables intelectuales del partido: Terracini y Gramsci”. Con respecto a otros semanarios y diarios de la “extrema izquierda” – como a Mariátegui le gustaba llamar por entonces a la tendencia revolucionaria – puede mencionarse el periódico sindical Bataglie Sindicale, y el órgano anarquista milanés L’Humanitá Nuova (6) .

Este artículo constituye el panorama más completo que Mariátegui elaboró de la prensa italiana, y en él efectúa un recorte basado en una línea temporal anclada claramente en el año 1921. No menciona periódicos y revistas anteriores, ya fuera de circulación, de las que seguramente tuvo alguna noticia, entre ellas, Energie Nove, de Piero Gobetti o L’Unitá, de Gaetano Salvemini. Tampoco tenemos elementos que muestren cuáles fueron sus contactos periodísticos, cuando emprendió el retorno al Perú. Sólo contamos con algunos datos respecto a su relación con los peruanos residentes en Italia y algunos vínculos editorialistas que tomaron vida en la segunda mitad de la década del veinte. Por el momento, nos interesa señalar que el impacto del periodismo italiano excede los nombres que surgen directamente de sus cartas italianas y se amplía hacia un tipo de praxis editorialista que el Amauta pudo conocer en su seguimiento del itinerario de Piero Gobetti, en las oficinas de L’Ordine Nuovo en Turín o del Avanti! de Roma.

El investigador Harry Vanden (1975) intentó aportar en el conocimiento de la formación ideológica de Mariátegui a través de la reconstrucción de su biblioteca personal, en gran parte donada a la Biblioteca de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Para ello elaboró un listado de unas trescientas cincuenta obras, adquiridas por Mariátegui en su estadía europea y luego en Lima, a su regreso. Muchas de ellas llegaron a sus manos mediante compra directa a las editoriales y revistas editoriales con las que tenía una activa relación (7) . Los centros de intercambio y difusión bibliográfica en la primera parte del siglo eran, fundamentalmente, las publicaciones periódicas, por ello también el Amauta nutrió su biblioteca con revistas y periódicos enviados generosamente por los intelectuales y amigos que formaban parte de la enorme red que comenzó a configurarse con la creación de la Editorial Minerva en 1925 (8) .

Vanden no logró incorporar en su investigación estas lecturas, que nutrieron la formación de la mayoría de los vanguardistas en América Latina. Sólo mencionó algunos semanarios que el Amauta seguramente leía pues aparecen citados en sus artículos, aunque se trata de un registro breve, sin distinción de épocas (9) . Una evaluación completa del aprendizaje europeo de Mariátegui exige internarse en sus “lecturas” periódicas durante la permanencia en Europa. No sólo porque fueron vías fundamentales de información y debate en la época, sino porque con las revistas y diarios europeos pudo acercarse a experiencias editorialistas importantes, como Clarté, L’Ordine Nuovo y La Rivoluzione Liberale.

A pesar del peso menor de Francia en su formación, Robert París sostiene que el tipo de periodismo político-cultural que más influenció a Mariátegui está en la línea del grupo Clarté. Fundamentalmente, a partir de la trayectoria ejemplar de Barbusse, a quien el Amauta admiraba profundamente, París reconoce que la formación ideológica de Mariátegui es principalmente italiana, pues allí vivió una revolución en marcha, junto con los conflictos entre maximalistas y reformistas en el ámbito del socialismo. Pero efectúa una distinción respecto de las “formas”, pues el periodismo de Mariátegui le parece más ligado a la herencia clartiana.

Si es cierto que en su esencia la formación ideológica de Mariátegui es en primer lugar italiana, las formas –creemos- son retomadas de Clarté. Se trata, por lo demás, de un elemento común a todo el período: desde la Claridad de Haya de la Torre a la del argentino Aníbal Ponce o a L’Ordine Nuovo de Gramsci, la práctica de los intelectuales de los años 1920-1930 está ubicada bajo el signo de la experiencia prestigiosa inaugurada por Barbusse. Y creemos que no es casual si hacia el fin de los años 20 –cuando el fascismo, es cierto, haya arrojado una capa de plomo sobre Italia, ahogando allí toda vida intelectual visible-, Mariátegui vuelva sobre Clarté, luego sobre La Lutte de Classes, y entra incluso en contacto con sus dirigentes. Pero en el período intermedio nos encontramos con la ausencia... (PARÍS, 1981, p. 16; grifos do autor).

 Para nosotros, resulta inadecuado escindir la recepción mariateguiana del comunismo italiano respecto de las “formas” que lo vehiculizaban, pues se trataba de un proceso conjunto, que se definía en el camino de sus principales prácticas. Nos referimos con esto a la función dinamizadora de un periódico como L’Ordine Nuovo (cuestión que Mariátegui advirtió con toda claridad); al papel de la cultura y la educación de las masas en la lucha política; a la intención performativa de los emprendimientos periodísticos, y a la combinación, en una estrategia editorialista, de la difusión cultural con los fines políticos y de partido. Por todo esto, desmerecer la presencia de las “formas” italianas en la formación de Mariátegui implica desconocer, entre otras cosas, el impacto de las prácticas editorialistas que siguió intensamente entre 1919 y 1922. Y esto obtura nuestra comprensión acerca de algunas aristas de la faceta cultural del proyecto mariateguiano, como intentaremos probar en lo que sigue.

Es cierto que Mariátegui mantuvo el contacto con los dirigentes del grupo liderado por Barbusse hasta 1930. También lo es que el líder clarteano y sus órganos periodísticos constituyeron modelos fundamentales en el itinerario mariateguiano. Sin embargo, la “ausencia” que París marca entre la primera y la última parte de la década del veinte representa un período de definición ideológica en que las “formas” italianas jugaron un papel relevante. No olvidemos que hacia 1928 Mariátegui trabó relaciones con la nueva revista de Barbusse, Monde (1928-1935), pero bajo un espíritu crítico e independiente, ya altamente desarrollado. El Amauta no podía desplegar, ni siquiera en la madurez, una estrategia de acción política revolucionaria de la envergadura del período ascendente en Italia, no sólo porque era extraño a intentos “imitativos” infructuosos, sino porque la situación social del Perú planteaba otros dilemas. Sin embargo, su praxis editorialista tendía a combinar la prensa de información, la revista cultural y la propaganda de partido. Por otra parte, aunque el proyecto mariateguiano contenía una dimensión ligada a la visión ecuménica y universalista de tipo Clarté, también adhería a una perspectiva doctrinaria mucho más precisa, que hacía de la prensa la herramienta de un proyecto. El hecho de que Mariátegui no tuviera una concepción militarizada de la política no implica que negara o desvalorizara el papel del partido. Por eso la experiencia italiana sirvió como marco para la elaboración de la praxis editorialista de Mariátegui, cuestión que podrá verse con claridad en el diseño de su estrategia Amauta-Labor en 1929.

La radicalización de la adhesión de Mariátegui al marxismo se produce inextricablemente unida al contacto con un tipo de praxis que constituye una clave importante para el desarrollo posterior de su concepción editorialista y su articulación con el proyecto de socialismo indo-americano hacia finales de la década del veinte. Dos son los principales pilares del aprendizaje italiano que contribuyeron en la recepción del marxismo en Mariátegui y dejaron rastros luego en su acción peruana: el ordinovismo turinés y el editorialismo gobettiano. Hablamos, entonces, de la significación de la lectura mariateguiana del ordinovismo –antes que de una influencia gramsciana- y nos detenemos básicamente en las dos primeras series de L’Ordine Nuovo, que son las que Mariátegui pudo leer en las distintas ciudades italianas en las que se distribuía el periódico piemontés.

El editorialismo gobettiano traspasó la clausura que el fascismo había impuesto a la actividad intelectual y sus ecos llegaron a manos del Amauta antes de dejar Italia. Es bastante probable que Mariátegui haya leído las crónicas teatrales de Gobetti en L’Ordine Nuovo y haya registrado su presencia en la redacción de este periódico, que dinamizaba la discusión acerca de los consejos de fábrica en Turín. Entre 1920 y 1921, Mariátegui visitó Turín y durante este tiempo, Piero Gobetti se encontraba en una fase de transición que le permitiría luego articular su liberalismo humanista a la experiencia obrera turinesa de ocupación de las fábricas. Además del vínculo de amistad y respeto que lo atraía al círculo ordinovista, el joven Gobetti era un colaborador del semanario. Por eso no resulta extraño que Mariátegui no pudiera advertir una posición gobettiana independiente hasta 1922. Precisamente entre el cierre de Energie Nove (febrero de 1920) y la apertura de su nuevo emprendimiento, La Rivoluzione Liberale (febrero de 1922), “Il Baretti” o “Giuseppe Baretti” podía confundirse con un intelectual “cooptado” por el ordinovismo10. Quizás por ello no aparece en la reseña de la prensa italiana que Mariátegui escribió en junio de 1921. El Amauta pudo saber de la existencia de La Rivoluzione Liberale en sus últimos meses italianos, particularmente en Génova, cuando participó de la Conferencia Internacional Económica, ya que la revista gobettiana había enviado un corresponsal. Pero las cartas de Mariátegui con su amigo Palmiro Machiavello, cónsul del Perú en Génova, dejaron entrever de qué modo el primero obtuvo información y bibliografía acerca de la trayectoria “madura” de Piero Gobetti, después de 1923.

El ambiente ordinovista y la escisión del Partido Socialista Italiano

El acercamiento de Mariátegui al periodismo italiano y, en particular, con el ordinovismo, se produjo en diferentes instancias y mediante diversas experiencias. Por una parte está la lectura periodística de la realidad italiana que evidenciaba en sus “Cartas de Italia”, fundamentalmente de los diarios de la capital y las ciudades industriales. Además, como periodista de oficio y corresponsal peruano, el Amauta se movía con facilidad en el ambiente de la prensa. Participó del Congreso de Livorno (enero de 1921) y la Conferencia Económica Internacional (mayo de 1922), dos eventos de relevancia nacional y repercusión mundial que le permitieron internalizar los conflictos del movimiento comunista internacional, en un caso, y el complejo proceso de reacomodamiento de las relaciones entre los países europeos después de la guerra, en el otro. Entre las distintas instancias de contacto con la realidad italiana, el Amauta pudo vivir de cerca lo que más adelante llamaría el “paisaje italiano”, mediante un recorrido por distintas ciudades que sirvieron de anfitrionas a su exilio y ofrecieron los trozos del mosaico que constituyó la experiencia de Mariátegui en este país. Roma, Turín, Génova, Livorno y Milán parecen haber concentrado sus vivencias de los principales sucesos políticos italianos. Génova lo recibió en diciembre de 1919 y a ella retornaría para residir varios meses, al año siguiente y durante 1922. La presencia de Palmiro Machiavello, junto con sus actividades del Consulado Peruano – que era el lugar de encuentro con otros compatriotas- hizo de esta ciudad un punto neurálgico de cristalización del aprendizaje europeo de Mariátegui (11).

Es inadecuado restringir el contacto de Mariátegui con el ordinovismo a su paso por la redacción de L’Ordine Nuovo en Turín, puesto que “il peruviano”, como recordaba vagamente Umberto Terracini (12), podría haber formado parte de cualquiera de los tantos grupos sostenedores del periódico desde fuera de Turín (13). Desde Génova, los peruanos podían recibir el semanario L’Ordine Nuovo, reflexionar acerca de los principales conflictos políticos italianos, intercambiar opiniones acerca de la situación del movimiento comunista internacional, etc. Desde Roma, el Amauta podía seguir el desarrollo del ordinovismo en el periódico turinés que ya en el Congreso de Livorno Mariátegui identificaba con el naciente Partido Comunista d’Italia.

Este periódico fue vehículo de difusión de una concepción que proyectaba la transformación italiana en el movimiento de las fábricas de las ciudades industriales del norte y que manifestaba en sus páginas una práctica política diferenciada. La función de la educación, la relevancia otorgada a la cultura proletaria, la tarea de definición programática y la presencia constante de la polémica doctrinaria podían conocerse desde la lectura del periódico, y éste fue, en definitiva, el modo por el cual Mariátegui pudo tomar contacto con el ideario ordinovista. Para nosotros, resulta fundamental distinguir dos tipos de experiencias o aprendizajes, vinculados con este ideario. Por un lado, los prolegómenos y consecuencias de la escisión del Partido Socialista Italiano, que marcan su adhesión a un socialismo de tipo revolucionario. Los estudiosos de Mariátegui reconocen, en general, que su formación marxista es principalmente italiana. Mas nosotros agregaríamos que estuvo signada por la experiencia política del ordinovismo. Por el otro lado, venimos marcando la presencia del ordinovismo en su experiencia europea desde el terreno de la praxis periodística. El Amauta pudo advertir entre 1920 y 1921 cómo un periódico podía convertirse en el eje de un proyecto político y social. Por ello interesa desagregar los distintos aspectos concernientes a la concepción ideológica y a las principales formas de praxis que Mariátegui pudo conocer mediante la lectura de L’Ordine Nuovo, la asistencia al Congreso de Livorno o la visita a Turín.

El grupo ordinovista turinés fue el principal referente de la fracción comunista que pujaba, desde 1919, dentro del Partido Socialista Italiano y L’Ordine Nuovo reflejó en sus páginas las alternativas del desarrollo del primer Estado obrero y la constitución de la III Internacional. Además de la posición maximalista y la preocupación constante por la incorporación activa del socialismo italiano a la Comintern, L’Ordine Nuovo se constituyó en el eje de la formulación de un proyecto de “nuevo orden” comunista, basado en la constitución de consejos obreros que surgirían naturalmente del movimiento revolucionario que se gestaba con la ocupación de las fábricas. Durante el año de 1920, el debate político de la izquierda italiana no registraba en la experiencia soviética un estadio diferenciado del modelo de sociedad soñado por Marx y los sectores más radicalizados mantenían como meta política principal el comunismo. La autogestión obrera, la función del Estado y de los consejos de fábrica, los sindicatos y el partido, formaban parte de las discusiones acerca de la nueva sociedad comunista que parecía construirse en cada asamblea obrera. La cultura rusa había sufrido una explosión vanguardista y el proyecto comunista parecía materializarse en la creación de una nueva cultura, expandida mediante los Proletkult y la incansable tarea de Anatolio Lunatcharsky.

A la hora de hacer un balance de la tarea desplegada por L’Ordine Nuovo, Gramsci destacó algunos aspectos que permiten organizar nuestra aproximación al ambiente ordinovista y explicitan con toda contundencia la función de este periódico en la definición de un programa para la revolución italiana. En este texto autobiográfico del recorrido del periódico, publicado en agosto de 1920, el italiano sostiene que los fundadores de la revista semanal tenían al principio sólo algunos vagos objetivos de crítica social. El primer sentimiento que unía a los fundadores de la revista era provocado por una “vaga pasión por una vaga cultura proletaria” (GRAMSCI, 1920). Pero pronto se plantearon la necesidad de estudiar los Soviets rusos e intentar una analogía con alguna institución italiana equiparable: así se propusieron estudiar las comisiones internas de las fábricas. En su balance, Gramsci sostiene que, durante sus primeros números, la Rassegna Settimanale se parecía mucho a una antología, una revista de cultura abstracta, producto del intelectualismo mediocre que buscaba a fuerza de traspiés un “puerto ideal y una vía de acción”. En las reuniones iniciales de preparación de L’Ordine Nuovo, durante abril de 1919, y con la progresión primeros siete números, la búsqueda de una institución obrera italiana similar a los Soviets fue transformándose en la idea central para algunos redactores, aunque encontró resistencia en algunos colaboradores, principalmente Angelo Tasca, hasta que finalmente se desencadenó la polémica.

Togliatti y yo urdimos entonces un golpe de Estado de redacción: el problema de las comisiones internas se planteó explícitamente en el número siete de la revista. (...) el problema del desarrollo de la comisión interna se convirtió en central, se convirtió en la idea de L’Ordine Nuovo; se presentaba como problema fundamental de la revolución obrera, era el problema de la ‘libertad’ proletaria. L’Ordine Nuovo se convirtió, para nosotros y para cuantos nos seguían, en ‘el periódico de los Consejos de fábrica’; los obreros quisieron a L’Ordine Nuovo (podemos afirmarlo con íntima satisfacción) (GRAMSCI, 1998, p. 100).

La definición programática de los consejos de fábrica mantuvo un lugar protagónico en las páginas del periódico, a medida que se profundizaba la polémica entre Tasca y Gramsci. Con la publicación de un polémico artículo sobre los consejos, en junio de 1919, los redactores del semanario fueron invitados a celebrar charlas en los círculos educativos, a las asambleas de fábricas, etc. La concepción que difundía L’Ordine Nuovo se organizaba en torno a la noción de libertad, en el sentido de una acción autónoma revolucionaria de la clase obrera, por ello el consejo de fábrica podía representar su herramienta básica de lucha. Gramsci explicaba que en los consejos, el “obrero interviene como productor a consecuencia de su carácter universal, a consecuencia de su posición y de su función en la sociedad, del mismo modo que el ciudadano interviene en el Estado democrático parlamentario”. El partido y el sindicato eran, entonces, fruto de una relación contractual y voluntaria, mientras el consejo/comisión interna era una institución representativa de la clase en su conjunto, dentro de la organización industrial (GRAMSCI, 1998, p. 101-2). El ordinovismo declaraba su adhesión al texto de Marx sobre la Comuna de París, donde el escritor alemán aludía al carácter “industrial” de la sociedad comunista de los productores.

Durante 1920, la “idea” de L’Ordine Nuovo se alimentaba con el protagonismo de sus redactores en el movimiento de ocupación de las fábricas y todo parecía indicar que Turín se transformaba en taller de la revolución comunista italiana. El sesgo industrialista del ordinovismo tenía una doble significación. A través de una fuerte tendencia movimientista, canalizaba las aspiraciones de una importante clase obrera que hallaba en la vida colectiva de la fábrica el modo principal de participación social. Y en otro nivel, elevaba a los trabajadores hacia la convicción de que el comunismo sería capaz de proyectar la vida de los consejos a toda la sociedad italiana, en el camino de la consolidación de una democracia obrera nacional.

L’Ordine Nuovo, con su programa y principales colaboradores, estableció posiciones crecientes dentro del Partido Socialista Italiano, en medio de la atención que provocaban los conflictos obreros de las ciudades industriales. Su liderazgo en el germen de esta revolución inconclusa, entre 1919 y 1920, convirtió al ordinovismo turinés en la fracción comunista más fuerte y conocida del país. Este semanario estuvo a la cabeza de la lucha por la inserción efectiva del socialismo en la III Internacional y protagonizó la escisión de Livorno. Los avatares de la lucha en las fábricas era una fuente principal de sus disidencias con la dirección del partido y aparecían como representantes de una posición maximalista radical. La experiencia de los Soviets aparecía para ellos como central, en tanto constituía un modelo para los consejos. La posibilidad de materializar la revolución tenía que ver con la definición internacional del Partido Socialista Italiano.

Con la derrota del movimiento en setiembre de 1920 y la convocatoria al Congreso socialista, la campaña de L’Ordine Nuovo se orientó a la difusión de las posiciones de la Internacional y emprendió una campaña que reforzaba el liderazgo soviético en el movimiento comunista. Durante los meses previos al Congreso, el semanario turinés publicó documentos de la III Internacional que exigían firmeza a la dirección del socialismo italiano frente a los elementos derechistas, precipitando una escisión. Promovían la creación del Partido Comunista d’Italia, ya fuera mediante una transformación del PSI o por medio de la fracción comunista, que contaba con todo el apoyo soviético. En una extensa carta de la Comintern, publicada en octubre de 1920, se abogaba por la depuración de los elementos reformistas dentro del PSI y se planteaba la necesidad de ajustar la táctica a una lucha directa contra la burguesía, dejando de lado el parlamentarismo burgués. Los líderes rusos consideraban allí que el proletariado debía trabajar con los mejores elementos de los sindicatos y de las tendencias anarquistas, pero no con la burguesía. Se demandaba en forma “ultimante” que el PSI realizara esta “purificación” y se ajustara a la línea de los partidos de la Internacional, bajo los principios de la centralización absoluta y la disciplina proletaria. Con estos condicionamientos se conminaba al socialismo italiano a expulsar a los elementos burgueses del partido y se declaraba que, en caso de no cumplir con las veintiún condiciones de ingreso, el PSI no sería admitido en las filas de la Internacional. La carta vaticinaba que Italia sería un “país soviético”, y advertía que la batalla decisiva estaba cerca, mas ésta debía ser encabezada por el “Partito Comunista d’Italia”(14). En Livorno, las directivas de la Internacional no fueron acatadas por la mayoría y la fracción comunista se separó definitivamente del PSI, en enero de 1921.

El recientemente creado PCd’I dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a la creación de una organización nacional, que no lograba emerger en cada circunscripción sin ser diezmada por el fascismo. Poco faltaba para la Marcha sobre Roma. Las milicias de Mussolini ya estaban regadas por toda Italia a la espera de la designación del Duce como Primer Ministro. L’Ordine Nuovo suspendió su publicación hasta 1924, cuando reapareció como quincenario, en Roma, inserto en la dinámica política y organizativa del nuevo partido. La tercera serie del cotidiano comunista retomó el proyecto inicial de una revista tendiente a educar a las masas y favorecer la polémica doctrinaria. En la edición del 1 al 15 de abril de 1924, Gramsci escribió “El programa de L’Ordine Nuovo”, no sólo para revisar los principios ordinovistas, en aras de fortalecer a este sector dentro del nuevo partido, sino para efectuar una mirada retrospectiva al período de la ocupación de las fábricas, que se reflejaba en el artículo homónimo, publicado en agosto de 1920. El entonces secretario general del PCd’I efectuaba una reivindicación del núcleo ordinovista y sostenía que su principal logro había sido la “traducción al lenguaje histórico italiano de los postulados de la Internacional Comunista”, promoviendo la creación de los consejos de gobierno obrero de la industria. También recordaba la defensa de la estrategia de la Internacional y la reticencia del Partido Socialista Italiano a expulsar al sector colaboracionista, y adaptarse a las condiciones de ingreso del movimiento. Este texto resumía cómo los ordinovistas habían articulado la campaña a favor de los consejos obreros, con la adhesión al programa de la III Internacional y cómo habían armado con ello la principal estrategia de lucha dentro del Partido Socialista Italiano, en 1921.

Este panorama entre 1919 y 1925 que venimos comentando muestra la articulación que existía entre la cuestión de los consejos de fábrica y el programa de la Internacional, lo cual resulta útil para revisar la impresión que Mariátegui tuvo respecto a la escisión de Livorno y los postulados del ordinovismo. Hacia enero de 1921, cuando se reunía el “XVII Congresso Nazionale del Partito Socialista Italiano”, la adhesión del Amauta al marxismo estaba en pleno desarrollo. Mucho más que doctrinaria, la convicción del peruano por el socialismo era producto del fervor por la Revolución Rusa y la corriente que le servía de base, que en Europa tenía el nombre de “maximalismo”. Los frutos del contacto con la prensa revolucionaria y el conocimiento de los conflictos doctrinarios del socialismo, durante los convulsivos meses que sobrevendrían después de la escisión, se verían algún tiempo después, cuando el Amauta pudo reflexionar sobre su experiencia italiana, a partir del encuentro con la realidad peruana en 1923.

Aunque es real que la fracción comunista turinesa otorgaba un papel central al tema de los consejos y al debate acerca de sus similitudes con los Soviets, también es cierto que trabajaba en pos de la difusión del “nuevo orden comunista”. Como decíamos más arriba, el ordinovismo pretendía articular la lucha obrera con el programa de la Internacional Comunista y provocar un cisma que dividiera aguas entre el socialismo que se declamaba a favor de Rusia (pero bajo una modalidad reformista) y la fracción revolucionaria (que seguía desde cerca al movimiento obrero). Parte de la estrategia de L’Ordine Nuovo en la lucha interna del partido era la colocación del movimiento comunista internacional como referente fundamental de la revolución italiana y uno de los ejes principales del debate consistía en la incorporación activa del Partido Socialista Italiano a las directivas de la Internacional de Moscú. Recordemos que durante toda la primera serie de L’Ordine Nuovo ocupa un espacio cada vez más importante la difusión de los documentos de la Internacional, las intervenciones de Lenin de 1919 y los artículos de Trotski, Zinoviev y Radek.

Evidentemente el periódico turinés era el vocero de la III Internacional, pues cumplía una función informativa que Avanti! no cubría, debido a las reservas de la dirección socialista con el organismo dirigido por la URSS. Manuel Sacristán evalúa el recorrido del ordinovismo y afirma que éste otorgó prioridad al programa de la Internacional. La cuestión de los consejos le parece un apéndice dentro de esta gran tarea de insertar al socialismo italiano en el movimiento comunista internacional y considera que la lealtad de Gramsci con la Internacional, hasta fines de la década del veinte, nunca fue fruto de una disciplina externa, sino de una identificación básica. Sacristán concluye con esto que el ordinovismo denota una continuidad básica entre 1919 y 1924, dada por la adhesión a la Comintern (15).

Conclusión importante, si contribuye a efectuar una precisión histórica, pero injusta si se disminuye el peso de la cuestión de los consejos de fábrica en el programa ordinovista. Es cierto que el dirigente italiano reivindicaba, hasta el texto-balance de 1924, el esfuerzo de L’Ordine Nuovo por sostener el programa íntegro de la Internacional, pero también lo es que el trabajo de base en los consejos aparece con igual intensidad como parte del programa para Italia. Es indispensable recordar que poco antes, Gramsci había criticado duramente a sus camaradas por el abandono de las células de fábrica, la aparatosidad de la organización y el alejamiento de las tareas de agitación y propaganda. Razón de más para pensar que el ex secretario de redacción de L’Ordine Nuovo turinés incitaba al retorno al programa ordinovista de acción, porque había dado vida “propiamente italiana” a los principios de la Internacional.

En abril de 1920, Mariátegui escribía acerca de las tendencias del socialismo italiano y reflejaba los debates entre reformistas y revolucionarios, vinculados con los temas que más tarde precipitarían en el endurecimiento de la III Internacional frente al Partido Socialista Italiano. En mayo de 1919, la dirección socialista había adherido a la III Internacional por diez votos contra tres y contaba con una amplia masa de simpatizantes ligados a la lucha social. El Amauta recordaba que en setiembre de 1919 se había constituido el Consejo de los Comisarios de Fábrica en la oficina metalúrgica de la Bravetti-Fiat de Turín y la cuestión de la toma del poder revolucionario estaba a la orden del día en el socialismo. Advertía que, mientras otros partidos socialistas europeos habían vivido alejados del sindicalismo obrero, el Partido Socialista Italiano había hecho de estos sindicatos su base popular. Según el Amauta, las discrepancias internas entre los socialistas mostraban la existencia de una parte del partido que descreía en la posibilidad de una “revolución inmediata” y otra que la consideraba posible, proponiendo que el partido se abocara a organizar la rebelión, a precipitarla. Aceleradas por la Revolución Rusa y el movimiento obrero desde 1919, estas discusiones abrían, para Mariátegui, dos caminos en la lucha política: uno reformista, y otro revolucionario. Constituían dos “apreciaciones del momento histórico”, que entrarían en conflicto un poco más tarde, junto con el endurecimiento de la III Internacional frente a la situación italiana (MARIÁTEGUI, 1991, p. 93).

En marzo de 1921, reflexionaba sobre el Congreso de Livorno y sostenía que la razón principal de la escisión había sido ideológica, porque hasta ese momento el apoyo del PSI a la III Internacional era sólo una apariencia. El Amauta señalaba que habían tres tendencias dentro del partido y que la Comintern había hecho suyos los puntos de vista de la fracción minoritaria comunista. La intransigencia del organismo dirigido por Lenin con las fracciones de mayoría había producido una división “inevitable y necesaria”.

El Partido Comunista, entre tanto, ha recogido el programa maximalista adoptado por la mayoría socialista hace dos años en el Congreso de Bologna y abandonado ayer en el Congreso de Livorno. Obediente a ese programa, el Partido Comunista trabaja exclusivamente por la revolución y para la revolución. Esta preparación para la revolución no es como se comprende una preparación material. Es una preparación principalmente espiritual. Sus directores son, por eso, intelectuales. Son el abogado Terraccini de L´Ordine Nuovo, de Turín, el profesor Graziadei, el Ingeniero Bórdiga. La figura del Bombacci – evangélica barba, iluminados ojos, romántico chambergo –, pasa a ratos a segundo término. Como la figura del director de Avanti, en el sector mayoritario (MARIÁTEGUI, 1991, p. 129).

La posición de la III Internacional frente a la cuestión italiana, a la que aludía Mariátegui en este artículo, era la polémica de G. Zinoviev con los centristas. Los ejes de la intransigencia de la Internacional frente a los elementos reformistas del PSI, contenidos en la carta “La Internacional Comunista a la clase obrera italiana” y los resúmenes de las discusiones del II Congreso de este organismo, eran conocidos por el Amauta. El programa de la fracción comunista, firmado por Bombacci, Bordiga, Terraccini, Gramsci, Fortichiari, y las cartas de adhesión del Presidente de la Internacional, Zinoviev, venían publicándose desde octubre de 1920 en L’Ordine Nuovo.

El Amauta no había vivido en Perú una fractura entre el reformismo y la corriente revolucionaria que, desde la Revolución Rusa, había dividido la mayoría de los Partidos Socialistas del mundo. Sin ir más lejos, en Buenos Aires el debate había sido instalado ya en 1918, cuando la fracción que pretendía seguir el rumbo de los Soviets fundaba el Partido Socialista Internacional. En cambio en la patria de Mariátegui, a fines de 1919, el anarquismo tenía una importante fuerza política y el socialismo estaba todavía en formación. El Partido Socialista Italiano había adherido formalmente a la III Internacional, pero conservaba en su seno un sector que venía derechizándose y una mayoría proclive a mantener la unidad del partido a cualquier costo. Por ello, hasta 1921 y una vez ocurrida la escisión de Livorno, todavía quedaba una importante porción de “maximalistas” en el Teatro Goldoni (16). Mariátegui destacará luego que el viraje reformista de la tendencia dirigida por Serrati no haría más que consolidarse desde las reservas impuestas por el Congreso de Livorno a la Internacional (1991, p. 163).

Toda la cuestión del contrapeso entre el problema de los consejos y la adhesión a la Internacional, que ha dividido a los analistas de Gramsci también ha repercutido en las lecturas de la estadía italiana de Mariátegui. Coincidimos con Robert París cuando señala que el ensayista peruano todavía se encontraba en un período de conocimiento del marxismo cuando comentaba el Congreso de 1921. Mas consideramos que la interpretación de la escisión de Livorno por parte del Amauta – que anteponía las relaciones con la III Internacional a la cuestión de los consejos de fábrica – no obedecía al desconocimiento de esta segunda cuestión sino a tres factores interrelacionados que contribuían a concentrar su atención en la dinámica global entre el polo maximalista y el polo reformista. Nos referimos a: su lectura selectiva de la prensa de la época, a la tardía resolución del enfrentamiento entre estas corrientes dentro del PSI y, fundamentalmente, a la presencia de este conflicto ideológico en la conciencia del propio Amauta. En su primera conferencia pública de 1923, Mariátegui expresó con toda claridad esta disyuntiva, y justificó su toma de posición frente a los “dos bandos” del marxismo, lo que en palabras traducidas de Zinoviev planteaba la disyuntiva: “O col Comunismo, o col Riformismo. Non esiste un terzo intermedio” (ZINOVIEV, 1920)17. El enfrentamiento entre las corrientes revolucionaria y reformista, que se debatían en Italia, retornará también en el desarrollo de Mariátegui de la cuestión del “nuevo orden”, que ostentará algunas marcas ordinovistas, como veremos más adelante.

El Amauta efectuó una distinción, consciente o inconsciente, entre aquellos aspectos de la revolución italiana que se adecuaban a su preocupación por la realidad peruana y aquellos que parecían más alejados del movimiento obrero limeño que dejó en 1919. Retomó el movimiento de ocupación de las fábricas en sus conferencias en la Universidad Popular, en 1923, con el objetivo de acercar la vanguardia peruana a las condiciones de una crisis europea que entendía muy ligada al destino de su país. Pero en ningún momento podía adoptar para su proyecto el sesgo industrialista de la posición ordinovista, y esto no obedecía a un desconocimiento, sino a una lectura selectiva y crítica. Se ocupó en otro momento de temas afines a la experiencia vivida por el proletariado industrial italiano, analizando la formulación soreliana de la “moral de los productores” y ejerció una crítica de las transformaciones promovidas por el fordismo en la industria norteamericana. Mas siempre desde una preocupación internacionalista, diferenciada de su proyecto de socialismo peruano, en el que el proletariado industrial no aparece como sujeto único, ni mucho menos privilegiado de transformación social.

La presencia de L’Ordine Nuovo en la experiencia europea de Mariátegui

Venimos desarrollando los principales rasgos del ordinovismo porque consideramos que se trata de un tipo de praxis que tuvo un lugar importante en el aprendizaje europeo de Mariátegui. Aunque la mayoría de sus biógrafos y estudiosos reconocen la presencia de Italia en su formación ideológica, y los testimonios de Anna Chiappe muestran que el Amauta leía L’Ordine Nuovo, todavía no ha sido esclarecida la presencia del ordinovismo en sus concepción editorialista. Decíamos al comienzo que se ha hecho énfasis en las coincidencias vitales entre Gramsci y Mariátegui pero no se han identificado las marcas del editorialismo turinés en la trayectoria del peruano. Probablemente esto se deba a que dentro de los estudios mariateguianos no se ha hecho una distinción entre dos corrientes de pensamiento y acción que están íntimamente vinculadas pero deben ser diferenciadas: la cosmovisión gramsciana y la experiencia ordinovista.

El ordinovismo constituye una concepción política y una forma de praxis que se desarrolló principalmente en Turín, entre 1919 y 1921, alrededor del periódico dirigido por Antonio Gramsci. Decimos que esta tendencia se manifestó durante esos tres años porque consideramos que el período ordinovista se desarrolló, fundamentalmente, en la primera serie de este periódico. Movimientismo, sesgo industrialista, praxis editorialista, valoración del papel de la cultura en el proceso revolucionario, fueron algunas de sus características. Sus pilares principales se construyeron alrededor de un movimiento de masas en ascenso, que se produjo al compás de la ocupación de las fábricas de las ciudades industriales del Norte italiano. Lejos estaríamos de comprender el ordinovismo sin considerar la interrelación entre la lucha obrera y las polémicas programáticas operadas dentro del periódico, con el fin de definir el organismo capaz de asumir y canalizar las reivindicaciones de ese sector. La cuestión del consejo de fábrica se convirtió en “la idea” de L´Ordine nuovo y alrededor de él se perfiló todo un modelo de sociedad y militancia.

La concepción gramsciana del marxismo remite, en cambio, a una trayectoria individual inserta en un campo intelectual y en determinadas formas de praxis que anteceden y traspasan temporalmente el período ordinovista. Pero además, se constituye con un conjunto de textos, elaborados por Antonio Gramsci, que representan su legado teórico. Este corpus incluye escritos del período juvenil, del periodismo socialista, de la etapa ordinovista, de la construcción del PCd’I, y especialmente, los célebres Cuadernos de la Cárcel (1929-1935) (18). El encierro de 1926 se reforzó con el aislamiento político de Gramsci, debido a la creciente precariedad de las condiciones de acción para el Partido Comunista en toda Italia. Este aislamiento se intensificó además por su resolución de rechazar todo pedido de gracia, por considerarlo un modo de fortalecer al fascismo. Alrededor del intelectual sardo existió un sepulcral silencio, que acompañó su dolorosa y deteriorada existencia. Con la carta pública de Romain Rolland, fechada en setiembre de 1934, comenzó a difundirse la figura de Gramsci fuera de Italia y en sectores cada vez más amplios de la cultura. Rolland realzaba allí al director de L’Ordine Nuovo, especialmente su “pasión de cultura”, y describía su itinerario político desde los años turineses hasta la diputación de Venecia. Terminaba denunciando los asesinatos del fascismo y el estado de las cárceles mussolinianas, que provocaban la agonía de Gramsci e impedían su recuperación. La única forma de salvar al “jefe” de los comunistas italianos era sacarlo de las pestilentes e indignas paredes de su celda para que recibiera la atención médica debida. Pero el precio de la salida era muy alto.

Esta libertad le fue ofrecida al precio de una petición de gracia, de una claudicación que él rechazó serenamente como una forma de suicidio. Y nosotros no la pediremos para él. El que ha combatido lealmente toda su vida por su fe, no tiene gracia que pedir. Entonces morirá. Y el comunismo italiano tendrá también su gran mártir, cuya llama heroica lo guiará en sus futuros combates (ROLLAND, 1936, p. 211).

El Gramsci que Mariátegui pudo conocer por referencias, o en las instalaciones de L’Ordine Nuovo, era un importante militante que formaba parte de la dirección de la fracción comunista-ordinovista. Pero esta presencia pública fue opacándose luego de la escisión, mayormente por el recrudecimiento de las condiciones de lucha luego de la Marcha sobre Roma. Los viajes de Gramsci a Moscú y Viena para atender las relaciones con la III Internacional se prolongaron por la clandestinidad que imperaba en Italia y las órdenes de detención que pesaban sobre todos los miembros del Comité Ejecutivo del PCd’I. Las cartas que Gramsci escribía a su esposa Julia, entre 1922 y 1924, mostraban la indeseada extensión temporal de estos viajes, que ocurría a causa de la peligrosidad de retornar a Italia. Inclusive cuando comenzó a editarse la tercera serie de L’Ordine Nuovo, siguió su desarrollo desde la capital austriaca. Recién en mayo de 1924, volvió clandestinamente y retomó las riendas del quinto número del periódico, que vería la luz en setiembre de ese año (19). Entre la reorganización del PCd’I, los debates entre fracciones internas y las deliberaciones con la Internacional Comunista, pasaron varios meses. El último acto público que protagonizó Gramsci, desde el retorno hasta su encarcelamiento, fue en el Parlamento, a fines de 1925, luego de ser elegido diputado por el Veneto.

Hasta 1930 Gramsci era un dirigente político de alto nivel, mas no representaba la figura monumental y heroica que surgiría algunas décadas después. Esta es, sencillamente, la razón por la que sólo puede demostrarse una influencia ordinovista en la trayectoria de Mariátegui. Cualquier semblanza entre ambas trayectorias, desde el punto de vista teórico, es bienvenida, pero lejos de la idea de “influencia” teórica o de toda especulación de encuentro histórico entre estos intelectuales. Rastrear las marcas del ordinovismo, en tanto corriente política y modelo de praxis editorialista, nos permitirá reconocer sus trazos en la formación de las concepciones que guiaron la experiencia periodística de Mariátegui en el Perú. El trabajo que venimos realizando procura efectuar un análisis del período 1919-1922 considerando principalmente la correlación entre las “Cartas de Italia” – que Robert París marca como los únicos “puntos fijos” de la experiencia italiana de Mariátegui – y lo que nosotros llamaríamos “líneas conectoras”, es decir, los modos bajo los cuales el Amauta se vinculó con la realidad italiana que describe en esos artículos enviados a El Tiempo. Ya hemos señalado cómo puede explicarse mejor la apreciación de Mariátegui respecto a la escisión de Livorno y su visión acerca de las tendencias de la izquierda italiana, teniendo en cuenta el programa del periódico turinés y los documentos de la Internacional Comunista que allí se publicaban. Los principales rasgos de la experiencia ordinovista que emanan del seguimiento de este periódico, nos permiten comprender mejor por qué el Amauta planteaba, en consonancia con esta tendencia, que la revolución requería de una “preparación espiritual”, dirigida por una intelectualidad crítica, elemento fundamental del programa de L’Ordine Nuovo, como podrá verse enseguida (MARIÁTEGUI, 1991, p. 129).

Más que una revista semanal, L’Ordine Nuovo coincide con el perfil de un emprendimiento editorialista, por cuanto forma parte de un proyecto mayor, tendiente a publicar cuadernos educativos y opúsculos, realizar traducciones, editar libros y un órgano capaz de articular distintas expresiones de la vida política y cultural. Desde su nacimiento, el semanario tenía aspiraciones de trascender las fronteras del periodismo tradicional. Entre las distintas modalidades de editorialismo que se dieron durante los años veinte en Europa, el editorialismo ordinovista compartía con la mayoría de ellas la tarea de difusora cultural, actividad que se realizaba mediante la publicación de las últimas tendencias artísticas, filosóficas y científicas. Los Quaderni de L’Ordine Nuovo, el proyecto Proletkult, las reseñas de libros y la venta directa de volúmenes de todo tipo expresaban esta intención. El compromiso político creciente de los hacedores del semanario, junto con la profundización de las condiciones de lucha en su ciudad de origen, lo inscriben en un editorialismo programático, que se caracterizaba –tanto en Europa como en América Latina- por exceder el terreno de la difusión e insertarse en un proyecto colectivo. Por lo general, este tipo de editorialismo transitaba en un terreno que se nutría de preocupaciones culturales y se proponía transformaciones políticas socialistas. Principalmente nos referimos a las empresas editoriales signadas por el ejemplo de la Unión Soviética y el proceso revolucionario europeo de entreguerras. L’Ordine Nuovo y La Rivoluzione Liberale en Turín, Monde, Clarté y L’Humanité/Librairie de L’Humanité en París, Avanti!/Societá Editrice Avanti en Milán, son todos centros neurálgicos de proyectos políticos, cada uno con su particular recorrido dentro del pantanoso camino de articulación entre política y cultura que atravesó a la experiencia socialista durante la década del veinte (20).

Muchas veces, estos emprendimientos contribuían al proceso de constitución de un partido político nuevo, a veces se fundían con él, otras veces mantenían su independencia y en muchos casos perecían antes de ver materializado su proyecto político en una organización concreta. Expresión de estas aspiraciones organizativas y catalizadoras de una acción política eran los “grupos de amigos” que se organizaban como células alrededor de cada emprendimiento, sosteniendo financieramente las empresas, distribuyendo las revistas y conquistando adhesión, difundiendo “boca a boca” sus proyectos. La ausencia de un apoyo empresarial y, en algunos casos, de todo referente institucional externo obligaba al núcleo editorialista a una tarea artesanal y esforzada que sólo era motorizada mediante la convicción ideológica en el proyecto común. Al igual que en América Latina, mucho más que lectores críticos, las revistas europeas que encabezaban este editorialismo programático demandaban de sus adherentes un compromiso militante, capaz de multiplicar las suscripciones anuales, recaudar los abonos y efectuar campañas de solidaridad en favor de la subsistencia de la publicación central. Las revistas flaqueaban financieramente en cada número, por ello aparecían los grupos que ejercían una labor militante, como los “Amis de Monde”, “Amici de La Rivoluzione Liberale”, “Amici delL´Ordine Nuovo”(21). Los grupos de adherentes o “periferia”, que rodeaba al núcleo directriz de estos emprendimientos, se nutrían de intelectuales y dirigentes sociales con diversos grados de vinculación con los movimientos de masas. Muchos de ellos luego se integraban en los intentos de organización política que nacían en las páginas de las revistas.

El caso de L’Ordine Nuovo fue uno de los experimentos más combativos del editorialismo programático, pues su esfuerzo militante acompañó e influyó en un proceso de lucha de masas de gran escala y fue sobredeterminado, en gran medida, por este movimiento social. Uno de los rasgos salientes de esta experiencia tiene que ver con el modo de funcionamiento de este grupo, que pretendía trascender la mera gestión cultural, y a la vez crear un espacio político de participación más amplio que un partido.A pesar de la creciente “militarización” de la actividad política en el núcleo ordinovista y en la III Internacional, este editorialismo mantenía la flexibilidad necesaria como para contribuir en la elaboración de un programa del “nuevo orden” que expresara las aspiraciones de los obreros turineses, asumiendo la discusión interna y la polémica como vía de construcción de un programa revolucionario. La columna titulada “Crónica del Orden Nuevo”, que ocupaba el lugar de la editorial y constituía una suerte de balance permanente del recorrido del emprendimiento, explicaba, en una de sus ediciones, que la “unidad” fue entendida como resultado de la confrontación de ideas y no un “punto de partida”.

Hoy la discusión ha llegado al mismo diario. Es esta la ocasión de sonreir para los malignos, es esta la ocasión, para los filisteos, de gritar el escándalo. Cómo el ‘Orden Nuevo’ no es por lo tanto, un convento de frailes que en coro comenten las sagradas verdades y con una señal del jefe bajen la mirada y digan ‘amén’? Dentro de la iglesia existen los herejes? Ni una cosa ni la otra, amigos. Ninguna herejía, ninguna reprobación, porque ni la iglesia ni el convento hemos jamás sido. Hemos querido crear, y creamos un organismo de cultura y de estudio. Hemos hasta ahora mantenido intacta esta característica. Queremos, para el futuro, acentuarlo y no hacerlo desaparecer. Pero en un organismo de tales características, la discusión, la polémica interna, son aunque no lo parezca, inmanentes como una necesidad de vida. Recordemos los primeros tiempos, cuando el programa se venía trabajando en las discusiones que tomaban agilidad por la continua comunión con la vida. La posibilidad del disenso, de la falta de unanimidad estuvo siempre presente. La unidad fue un resultado, fue un punto de llegada, no un punto de partida en el cual se quisiese permanecer, renunciando, no digo a la sinceridad, pero sí a la exposición plena de un pensamiento y a su correspondencia con los hechos. (L’ORDINE NUOVO, 1920; grifos nossos)

Este modo de funcionamiento orgánico, típico del editorialismo programático, se parecerá mucho al que inaugurará Mariátegui con su revista Amauta, de la que dirá que “ha venido a inaugurar un debate y no a clausurarlo”. Se trataba de una modalidad de funcionamiento, pero también de una posición ideológica frente al marxismo, que se construía a medida que se precipitaban las polémicas, las definiciones programáticas y el movimiento social. En el caso peruano, el editorialismo confluiría más tarde, del mismo modo que L’Ordine Nuovo, con la creación de un partido, aunque en el primero aquella praxis tuvo un poco más de tiempo para su desarrollo.

La función programática de L’Ordine Nuovo trascendió las fronteras de la revista y se insertó en las asambleas de fábrica, con las conferencias de Gramsci y Togliatti. Luego se complementó con la tarea agitativa, aparecieron los Quaderni y otros instrumentos de educación de las masas. El eje articulador del semanario – que daba sentido a la idea de un organismo de poder obrero y a la creación de una fracción comunista dentro del Partido Socialista – se encontraba en el proyecto de “orden nuevo” que postulaba el periódico desde su nacimiento. La primera serie constituyó el período más convulso y movilizante en la definición del comunismo como modelo social del ordinovismo. Durante los años de la gesta obrera turinesa, el periódico dio un salto importante cuando resolvió dedicar sus esfuerzos al análisis de los consejos de fábrica, alejándose poco a poco del esquema de revista socialista de cultura que había alentado a sus fundadores en los primeros números.

Una tensión básica rondaba el proyecto de “nuevo orden”: aquella que oscilaba entre la preparación para el advenimiento de la sociedad comunista y la creación de una vanguardia capaz de instalar el Estado de los Consejos y preparar la transición hacia la materialización del proyecto. A pocos meses de su fundación, el semanario registraba la aparición del Consejo de los Comisarios de Fábrica en la oficina metalúrgica de Bravetti-Fiat, en Turín, como la primera realización de una tesis del periódico. Desde ese momento, hasta la derrota del movimiento un año más tarde, todos los esfuerzos de los ordinovistas se dirigían hacia la definición ideológica del papel de los consejos, su relación con los sindicatos y el partido, en la estrategia política de los comunistas. En esta primera etapa, el periódico dirigido por Gramsci adoptaba un carácter “movimientista” y cifraba sus expectativas en el protagonismo de los obreros en la construcción del comunismo. La revolución era – para ellos – un “movimiento de masas” o no era revolución. Para ser realmente un proceso transformador y creador debía partir de la intimidad de la vida productiva, en la que se radicarían los organismos de la sociedad comunista. Los consejos de fábrica se presentaban como la afirmación concreta del movimiento comunista en Italia, por eso, los ordinovistas opinaban que no había que crear los soviets primero, sino que ellos debían ser entendidos como un “punto de llegada”(22).

En este período de L’Ordine Nuovo, el “nuevo orden comunista” aparecía como idea reguladora en un diagnóstico de la situación mundial compartido por la mayoría de los comunistas de los distintos países. Las nuevas corrientes filosóficas, artísticas, políticas y científicas que nacían en estos años parecían dar la razón a esta convicción bastante extendida acerca del advenimiento de un cambio de época, que se inauguraba con la Revolución Rusa y los movimientos de masas ascendentes que se multiplicaban en distintos países europeos desde 1918. La noción de “nuevo orden” no era, entonces, privativa del ordinovismo, sino por el contrario, podría decirse que formaba parte de una suerte de “espíritu de época”. Pero la moldura turinesa construida alrededor de un proyecto social específico tenía sus señas particulares.

En primer lugar, no se trataba de una reivindicación meramente abstracta y lejana de una sociedad mejor, separada o incongruente con el programa de acción política, sino que existía una identificación directa entre el proyecto comunista y el programa de L’Ordine Nuovo. Los consejos actuaban como hilo conductor de ese modelo deseado de “nuevo orden”. Muchos periódicos y semanarios europeos de la década del veinte, cercanos al socialismo, adherían a la Rusia soviética y promocionaban las nuevas corrientes, pero parecían ocupar su puesto de combate desde la esfera cultural, sin intervenir en la lucha de masas ni articular sus esfuerzos con las organizaciones partidarias. L’Ordine Nuovo, en cambio, articulaba directamente la idea de “nuevo orden comunista” con un programa político y un partido. En segundo lugar, y en relación directa con el hecho de que el ordinovismo no escindía el programa político respecto del proyecto comunista, el tipo de praxis que estimulaba formaba parte de una concepción propia del poder y de la acción política. Entendían a la revolución como un proceso que debía ser encabezado por las masas y al poder como un “punto de llegada”, antes que un salto al vacío.

Este particular modo de ver y protagonizar el advenimiento del “nuevo orden” tuvo una gran influencia en la formación ideológica de Mariátegui. Su convicción “maximalista” se formó en el ambiente italiano de estos años y su conocimiento del comunismo estuvo estrechamente ligado a las posiciones de la fracción ordinovista. Un poco más tarde dirá, en sus conferencias ante el público de la Universidad Popular hacia 1923 que “lo que divide las filas del movimiento obrero europeo es el diagnóstico de la situación mundial”. No hay más que dos “bandos” desde que terminó la primera guerra: reformistas y revolucionarios (MARIÁTEGUI, 1988, p. 20). Mariátegui explicaba a la vanguardia peruana que esta definición ideológica en las filas del proletariado había operado al interior del Partido Socialista Italiano. En un principio, se había mantenido fiel a los principios de independencia respecto del gobierno burgués. Durante la guerra, el enfrentamiento básico era entre sindicalistas y socialistas. Con el fin del conflicto, el aspecto de la lucha social europea se había radicalizado. L’Ordine Nuovo expresaba no sólo el nuevo proyecto revolucionario, sino además, un tipo de praxis encaminada a concretarlo (23).

El periódico de Gramsci mostraba una fuerte impronta cultural a la hora de desarrollar el proyecto comunista. L’Ordine Nuovo adhirió fervientemente a esta faceta cultural e hizo de la educación del proletariado una meta primordial. Mientras duró la batalla interna del socialismo, la fracción comunista-ordinovista abogó por la creación de comisiones de cultura que se dedicasen al estudio de la literatura proletaria y a la traducción de documentos claves del comunismo internacional. La famosa “terza página” de L’Ordine Nuovo se ocupó de la traducción al italiano de obras literarias y artículos de intelectuales revolucionarios, lo que vino a poner en manos de los obreros información de otro modo inaccesible (SALVETTI, 1975). Canalizó la recepción del Proletkult y acercó a Mariátegui la figura de Anatolio Lunatcharsky. El peruano pudo observar el desarrollo de un marxismo todavía abierto a todas las expresiones artísticas y atento a lo que el Amauta destacó como la “preparación espiritual” para la revolución. Los ordinovistas publicaban los manifiestos de la Oficina Internacional de Cultura Proletaria y transmitían los logros del Comisariado de Instrucción Pública de Rusia. Según estos documentos, el comunismo debía propagar una nueva cultura para preparar la llegada del proletariado al poder, que representaría la “restauración del reino de la belleza y de la gracia”. La toma del poder era considerada esencial para organizar la vida económica, pero los comunistas debían comprender que los hombres tenían otras necesidades que superaban el objetivo del bienestar material. En uno de estos textos, Lunatcharsky afirmaba que ese bienestar era solo un medio para facilitar el desarrollo del espíritu. La libertad debía preocupar y movilizar la lucha política y económica para dedicarse finalmente a la creación artística, científica y moral.

La liberación política y económica de las masas creará las condiciones de la liberación intelectual. Para el desarrollo histórico de los hechos, el proletariado se acerca a su ideal, el comunismo universal, precedido por la lucha política y económica. Por una ineludible necesidad histórica el Proletariado organiza un nuevo frente, sobre esto se explicará el poder creador de la cultura proletaria. Nosotros, comunistas críticos, nos esforzaremos de preparar el más largo campo para el desarrollo espiritual de las masas. (LUNATCHARSKY, 1920)

El análisis de la corriente ordinovista que Mariátegui pudo vivir de cerca en su estadía italiana, nos ha permitido incorporar una corriente política y cultural que consideramos clave en la conformación de la concepción editorialista del Amauta peruano. Vale la pena señalar algunas coincidencias vitales asombrosas en las concepciones editorialistas de ambos intelectuales, tomadas sus trayectorias maduras globalmente. Nos referimos a los proyectos de articulación entre política y cultura, que pueden encontrarse esbozados en los Cuadernos de la Cárcel, que Gramsci pensó como parte de una estrategia de lucha hegemónica en el campo de la estructura ideológica, es decir, en “el terreno en el que los hombres se hacen conscientes de los problemas del mundo de la economía”. En la mayoría de estos proyectos editoriales y periodísticos, puede verse la marca de la experiencia cultural ordinovista. Para Gramsci era necesario estudiar el rol de la prensa en la conformación de la ideología dominante, conociendo a fondo la función de las casa editoras, los periódicos políticos, las revistas de todo género (científicas, literarias, filológicas, de divulgación), inclusive los boletines parroquiales. Incorporaba así, a la actividad periodística en el proceso de lucha contra la estructura ideológica de la clase dominante, como una de las partes más importantes y dinámicas en el desarrollo de un “frente” cultural.

Mariátegui también construyó una forma de organización de la cultura a partir del editorialismo programático y consideró necesario un proceso de preparación intelectual de las masas para realizar una revolución en el Perú. Para alcanzar este objetivo desarrolló una revista, Amauta (1926-1930) que constituyó el ejemplo más acabado de la articulación entre el vanguardismo estético y el vanguardismo político en América Latina. Y la acompañó de un periódico, Labor (1928-1929), que pretendía complementar la acción cultural mediante una tarea de información masiva y agitación obrera. Extendió la distribución de sus publicaciones por todo el mundo y llegó a consolidar una red editorialista nacional y otra internacional con más de treinta agencias de representación. Y fundó el Partido Socialista Peruano (1928) para canalizar el proyecto de socialismo indo-americano en su país. La muerte a los 34 años, el golpe de Estado y la institucionalización de la Comintern en el Perú detuvieron este prometedor proceso político-cultural.







NOTAS:

1 Facultad de Ciencias Políticas y Sociales – UNCuyo – 5500 – Mendoza – Argentina.
2 El “asunto” Rouskaya fue un escándalo ocurrido alrededor de la danza de la bailarina Norka Rouskaya que organizó Mariátegui, junto con otros poetas peruanos, una noche de 1917 en el cementerio de Lima. El atentado de los militares ocurrió en 1918, en las oficinas del diario El Tiempo. Un grupo de suboficiales atacó a Mariátegui por las afirmaciones contrarias al ejército que el Amauta había vertido en su revista Nuestra Época (1918).
3 Cfr. Carta de JCM a Bertha Molina (Ruth), Roma, 6 de marzo de 1920 (MARIÁTEGUI, 1994, p. 1631).
4 Un detallado seguimiento cronológico del recorrido de Mariátegui por Europa, en especial, por Italia, puede hallarse en (NÚÑEZ, 1994) y (PARÍS, 1981).
5 Sobre las relaciones de Mariátegui con los medios italianos a su regreso al Perú puede mencionarse los hallazgos de Antonio Melis, que ha estudiado su presencia en el periódico La Fiera Letteraria después del exilio. (MELIS, 1999).
6 Estos son los periódicos que hemos registrado con cierta presencia en los escritos de Mariátegui y cuyo seguimiento en hemerotecas italianas nos permitió corroborar como fuentes de información utilizadas por el Amauta entre 1919 y 1922. Puede completarse esta lista con otros periódicos que sólo se mencionan al pasar en sus Cartas de Italia. (MARIÁTEGUI, 1991).
7 Recordemos que la biblioteca de Mariátegui fue diezmada en varias requisas policiales que sufrió la casa de Washington Izquierda. En una carta a César Alfredo Miró Quesada, Mariátegui comenta que la policía se había apoderado (en la última perpetración del 18 de noviembre de 1929) de una colección italiana de obras socialistas, junto con parte de su correspondencia, libros, folletos, revistas y los materiales administrativos de Amauta. Cfr. Carta de JCM a Miró Quesada, 22 de noviembre de 1929. (MARIÁTEGUI, 1994, p. 2049).
8 Uno de los amigos residentes en el viejo continente que facilitaba los envíos fue Palmiro Macchiavello Gonzáles (1892-1955), que fue cónsul peruano en Génova durante los años veinte. La correspondencia Macchiavello-Mariátegui está evidentemente incompleta pero muestra la vinculación con revistas italianas de la época. Macchiavello hizo traducciones de autores/as italianos/as para el boletín Libros y Revistas. Además, sirvió de conexión con editoriales italianas, como lo muestra el listado de editoriales italianas vinculadas con Minerva. (1975).
9 El cruce entre algunas revistas europeas que leyó Mariátegui con regularidad, las editoriales que distribuían esas publicaciones y los libros que Mariátegui tenía en su biblioteca permite profundizar un poco en las redes intelectuales de las que el Amauta formaba parte. El libro de Vanden se reduce a la reconstrucción de su biblioteca y no rastrea los vínculos con la prensa periódica política y artística. Sin embargo, menciona haber encontrado una factura de L’Humanité fechada en 1924, lo que prueba relaciones editorialistas que nosotros intentamos complementar en esta Tesis, pues se multiplican en los años de madurez del Amauta. En nuestra búsqueda hemos agregado los listados de distribución de Amauta y la Editorial Minerva que pertenecen al Archivo Mariátegui, donde figuran extensos listados de las editoriales y revistas con las que el Amauta se relacionaba. Más adelante retomaremos este tema y el trabajo de Vanden para señalar algunas cuestiones con relación a los vínculos editoriales que mantenía Mariátegui con el exterior durante el período 1923-1930.
10 “Il Baretti” y “Giuseppe Baretti” eran seudónimos que Gobetti utilizaba en sus crónicas teatrales ordinovistas.
11 Mariátegui, junto con César Falcón, Carlos Roe y Palmiro Macchiavello fundaron una célula comunista en 1922. A mediados de 1923, cuando Mariátegui ya estaba de regreso en el Perú, este grupo mantuvo el contacto epistolar, fundamentalmente tomando al Amauta como puente. La carta que César Falcón le envió al Amauta, en setiembre de 1923, muestra la continuidad, y a la vez, las principales discrepancias de los integrantes del grupo de peruanos simpatizantes del comunismo que habían compartido el exilio europeo. Cfr. Carta de César Falcón a JCM, 15 de setiembre de 1923, (MARIÁTEGUI, 1994, p. 1709-21).
12 En una carta a Robert París, Terracini dice que Mariátegui quedó en su memoria como “il peruviano”, “un joven que frecuentaba la Universidad de Turín, sin tener aún una personalidad muy definida y por lo tanto sin distinguirse de todos los que, en aquella época, seguían la huella de la acción de los obreros turineses”. (PARÍS, 1981, p. 87).
13 A fines de 1919 aparece en el semanario de Gramsci la sección “Sottoscrizione per L’Ordine Nuovo“, con los listados personas o grupos suscriptos y un balance del dinero ingresado. Un seguimiento de esta sección nos muestra infinidad de suscripciones bajo el título n.n., iniciales indescifrables, grupos de jóvenes y de extranjeros que no declaran sus nombres, sino sólo sus ciudades de origen. Estas adhesiones provenían de socialistas, comunistas y anarquistas italianos, pero también de grupos de emigrados – entre los que se observan muchos latinoamericanos- que por lo general no se daban a conocer, debido a las condiciones clandestinas de los sectores de izquierda. La distribución de L’Ordine Nuovo fuera de Turín era, además, bastante extensa.
14 Cfr. La Internacional Comunista a la clase obrera italiana, L’Ordine Nuovo, Turin, 30 de octubre de 1920.
15 Cfr. nota de Sacristán en (GRAMSCI, 1998, p.157).
16 Una vez producida la escisión, los comunistas se retiraron del Goldoni, donde se realizaba el Congreso del PSI y celebraron su primera reunión en el Teatro San Marco.
17 También el encuentro con el Conde Karolyi en Florencia le provocó al Amauta la necesidad de conocer la filiación ideológica del húngaro, e insistentemente le pedía una definición: “menchevique o bolchevique?”.
18 De ningún modo esta enumeración puede entenderse como una periodización de la obra de Gramsci. Para ver algunas periodizaciones y propuestas de organización de la obra del dirigente italiano, puede consultarse la propuesta de (SACRISTÁN, 1998); (SPRIANO, 1965); (PORTANTIERO, 1982); (VEJARANO, 1992); (HOBSBAWM, 1995).
19 Cfr. Cartas Antonio Gramsci-Julia Schucht, entre agosto de 1922 y junio de 1924 (GRAMSCI, 1998, p.125-67).
20 Existió otra vertiente editorialista europea, típica del período de entreguerras, mucho más arraigada a la experiencia literaria y con lazos más tenues con el socialismo. Se trataba de empresas editorialistas rectoras de generaciones de poetas y escritores, empeñadas en la difusión de las novedades literarias y culturales, cuyos miembros en algunos momentos tuvieron una participación política protagónica, especialmente con el advenimiento del fascismo. Aunque constituyeron empresas editoriales y tuvieron g ran importancia en el terreno cultural, no podemos situarlas como pivote de proyectos políticos colectivos. Nos referimos, por ejemplo, a la Revista de Occidente (Madrid), Nouvelle Revue Francaise (París).
21 En el caso de L’Ordine Nuovo, la función de estos centros de apoyo era ligar el diario con la vida cultural misma, enriquecer las esperanzas y transformarlas en un “instrumento de la propia fe”, en síntesis, un centro de atracción para aquellos que “todavía no creen, pero creerán”.
22 En febrero de 1920, el número treinta y seis de L’Ordine Nuovo registraba una diferencia política medular dentro del Partido Socialista Italiano. Nicola Bombacci proponía la instalación de los Soviets en Italia y los ordinovistas sostenían que era necesario discutir primero si los consejos de fábrica eran exactamente lo mismo que los Soviets rusos o si se trataba de organismos que desaparecerían una vez alcanzado el poder. El proyecto Bombacci fue criticado por los ordinovistas como una construcción jurídica anticipada, que se contentaba con un cambio de superestructura pero no se ocupaba de movilizar a las masas hacia la conquista de una transformación estructural.
23 En su trabajo acerca del hallazgo de cuatro conferencias inéditas que Mariátegui dictó entre fines de 1923 y 1924, publicadas en el Anuario Mariateguiano en 1997, Portocarrero señala que estos textos muestran que su concepción de “partido” se nutre mucho más de una herencia ordinovista acerca de la relación vanguardia/masas, que de las nociones leninistas de la Komintern. (PORTOCARRERO, 1997, p.13-32).

Referencias:

GRAMSCI, A. El programa Del Ordine nuevo. L’Ordine Nuevo, Torino, 14 ago. 1920.
GRAMSCI, A Cuadernos de la cárcel. México, DF: Era, 1981.v.2.
GRAMSCI, A Antología. 13.ed. México, DF: Siglo Veintiuno, 1998.
HOBSBAWUM, E. Gramsci in Europa e in América. Roma: [s.n.], 1995.
LA INTERNACUIONAL Comunista e la clase obrera italiana. L’Ordine Nuevo, Torino, 30 oct.1920.
LUNATCHARSKY, A Per la cultura degli operari. L’Ordine Nuevo, Torino, 16-23 oct., 1920.
MARIÁTEGUI, J. C. História de la crisis mundial. 12. ed. Lima: Amauta, 1988.
MARIÁTEGUI, J. C. Cartas de Itália. 11.ed. Lima: Amauta, 1991.
MARIÁTEGUI, J. C. Correspondência. Lima: Amauta, 1994. v.1.
MELIS, A. Ecos de Amanta em um periódico literário italiano (1917-1930). In: ______ . (Org.). Leyendo Mariátegui. Lima: Amauta, 1999.
NÚÑEZ, E. La experiencia europea de Mariátegui. 2.ed. aum. Lima: Amauta, 1994.
L’ORDINE NUEVO, Torino, 12 jul. 1920.
PARÍS, R. La formación ideológica de José Carlos Mariátegui. México, DF: Siglo Veintiuno, 1981. (Cuadernos Pasado e Presente, 92).
 PORTANTIERO, J. C. Los usos de Gramsci. México, DF: Folios, 1982.
PORTOCARRERO, R. Cuatro conferencias y un discurso inéditos de J.C.M. Anuario Mariateguiano, Lima, v.9, n.9, p.13-32, 1997.
ROLLAND, R. Por los que mueran en las prisiones de Mussolini – Antonio Gramsci. In: ______ . Quince años de combate. Santiago de Chile: Ercilla, 1936.
SACRISTÁN, M. Notas. In: GRAMSCI, A Antología. 13.ed. México,DF: Siglo Veintiuno, 1998.
 SALVETTI, P. La stampa comunista: de Gramsci a Togliatti. Milano: Guanda, 1975.
SPRIANO, P. Gramsci e L’Ordine Nuevo. Milano: Riunti, 1965.
VANDEN, H. Mariátegui: influencias en su formación ideológica. Lima: Amauta, 1975.
VEJARANO, J. T. (Coord.). Gramsci y la izquierda europea. Madrid: Fundación da Investigaciones Marxistas, 1992.
ZINOVIEV, G. La terza Internazionale e la frazione comunista de PSI. L’Ordine Nuevo, Torino, 30 oct. 1920.




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