La Reforma
Universitaria de Córdoba (Argentina) de 1918. Su influencia en el origen de un
renovado pensamiento emancipatorio en América Latina.
The University Reform of Córdoba (Argentina) in
1918. Its influence on a renewed emancipating thought in Latin America.
Por : Javier Pablo Hermo y Cecilia Pittelli
Resumen
El surgimiento de las
universidades en la América colonial española, inspirado en el modelo de la
Universidad de Salamanca, habría de marcar a fuego los primeros siglos de
historia universitaria, comenzando a cambiar con las independencias del siglo
XIX, el avance del liberalismo, el positivismo y el idealismo y terminando de
dar un vuelco con la Reforma Universitaria de 1918. Este artículo intenta
brindar una visión de las ideas emancipadoras que se desarrollaron en América
Latina a partir de la Reforma Universitaria de 1918, que fuera expresión de la
lucha llevada a cabo por los jóvenes estudiantes de Argentina en primera
instancia y que tuviera una rápida expansión a otros países del continente. A
partir de modelos enfrentados en la sociedad y en las universidades, se
generaron corrientes de pensamiento que expresaron diversas posiciones críticas
ante la realidad política y social, así como para las prácticas universitarias
corrientes.
Palabras clave: Historia de la
Educación, Universidad, Autonomía Universitaria, Corrientes de Pensamiento.
Summary
The emergence of universities in Spanish
colonial America, inspired by the model of the University of Salamanca, would
mark to fire the first centuries of universities history, becoming to change
with the independence on 19th century, the rise of liberalism, positivism and
idealism and ending to a turn with the University Reform of 1918. This article
attempts to provide a vision of empowering ideas developed in Latin America
beginning from University Reform of 1918, outside the struggle carried out by
young students from Argentina in the first instance expression and having a
rapid expansion to other countries of the continent. From models faced in
society and universities, were generated schools of thought that expressed
various critical positions in political and social reality as well as for
current University practices.
Keywords: History of Education, University,
University Autonomy, Schools of thought.
Introducción
Es preciso comenzar destacando
que América Latina es la primera región que adapta el modelo universitario
moderno, que se había desarrollado en la Europa medieval, a partir de la
translación que realizan la acción mancomunada de la Corona española y la
Iglesia Católica. Es así que, entre cien y doscientos años antes de la
emergencia de los estados-nación hispanoamericanos, ya existían las universidades
como instituciones, a la vez autónomas, autárquicas y soberanas, vinculadas a
la jurisdicción eclesiástica. Con la independencia, la mayoría de las
universidades hispanoamericanas se transformaron en instituciones estatales y
reguladas por normativas de orden público, en el marco de un proceso histórico
que, en su transcurso fue limitando la soberanía de la universidad, con
resultados dispares según el país. ¿Qué significa entonces la autonomía
universitaria en este nuevo marco? Sólo se puede responder aquí genéricamente:
la autonomía está relacionada con el grado de reglamentación que el estado
establece para la administración y las políticas educativas de las
universidades.
La configuración del gobierno
universitario público está en gran parte supeditada a lo que Clark denomina
“autoridad política estatal”. El autor señala que, desde sus inicios en Bolonia
y París, la educación superior organizada
“se ha enfrentado al problema de
su relación con el control estatal y eclesiástico. Con el progresivo fortalecimiento
del estado nación, este tipo de control pasó a ser el marco predominante, y
actualmente en casi todo el mundo la educación superior es fundamentalmente una
pieza organizacional de los gobiernos nacionales condicionada por la naturaleza
del aparato estatal y por el modo en que se ejerce la autoridad política
estatal”(1) .
El tipo de régimen político que
se establece a nivel estatal es una pieza clave para definir la configuración
que asume el gobierno universitario, sobre todo, en lo referido a su autonomía.
La autonomía universitaria es un
ideal de gobierno que regula la vida institucional y que toma cuerpo
parcialmente en el espacio real y simbólico que la Universidad puede negociar
con el Estado, teóricamente para amparar la libertad de enseñanza e
investigación y defender el carácter libre del saber universitario. En esa
construcción el ejercicio de la libertad está mediado por otras cuestiones no
relacionadas con la defensa del conocimiento, sino con nuevas luchas que
atraviesan la vida académica.
Por estas razones, importa
recordar que en la mayoría de los países de América Latina, luego de la
independencia se continúa con un modelo de economía extractiva con ligeras
variaciones respecto del período colonial, ya fuera con base minera o agropecuaria;
y que se van a consolidar estados oligárquicos en la segunda mitad del siglo
XIX (2).
En la mayor parte de los países
de la región, entre fines del siglo XIX y principios del XX, estos estados
oligárquicos van a desarrollar condiciones para extender el mercado para los
productos manufacturados importados hacia el interior del territorio y para
exportar la producción minera y agropecuaria. Había que uniformar el sistema
monetario, crear vías de comunicación y eliminar barreras aduaneras internas.
Estas tareas no podían realizarse sin el desarrollo de un sistema de
instituciones que fueran nacionales y que contaran con los recursos que sólo
podían provenir del vínculo con el extranjero y el comercio.
Para el caso argentino, sobre el
que se hace necesario decir algo más para poner el contexto en que se
desarrolló el movimiento de la Reforma Universitaria de 1918, el modelo
agro-exportador constitutivo del sistema económico, social y político tuvo como
una de sus preocupaciones centrales el incorporar una creciente masa
inmigratoria como fuerza laboral y herramienta de “civilización” europea contra
la “barbarie” de lo nativo y colonial (3) . Esta masa migrante es
particularmente importante para la composición poblacional de Argentina, así
como para el Cono Sur americano, tanto por razones culturales, como por el
hecho que de allí se nutrieron buena parte del crecimiento de las capas medias,
fenómeno que fuera mucho más destacado en Argentina y Uruguay que en otros
países de América Latina.
En buena medida, la idea de
progreso vinculado al modelo agro-exportador estará expresada en el proyecto de
lo que se conoce con el nombre de generación del ’80 (4) . Para ello, era
necesario un Estado que estuviera en condiciones de garantizar el orden
necesario para ese crecimiento y un proyecto educativo como el planteado por
Sarmiento (5) para el proceso de homogeneización de la población.
Es ese el escenario en que se van
a producir la Reforma Universitaria de 1918 en Córdoba, (Argentina) y sus
posteriores influencias en América Latina. Fue entonces cuando se puso en
cuestión la autonomía universitaria y el cogobierno como forma colegiada de
conducción, en un intento de democratizar el funcionamiento de las
universidades en la Argentina. Pero también se gestaron entonces corrientes de
pensamiento acerca de los cambios sociales y políticos de la época, así como
fuertes cuestionamientos a las oligarquías locales y al imperialismo, en lo
político. Hubo también una reacción contra el liberalismo y el positivismo
imperantes por entonces en el campo de las ideas, aunque si algo distinguió al
pensamiento reformista en este punto, fue su heterogeneidad.
Este movimiento luego se expandió
a otras regiones de América Latina generando, no sólo solidaridades, sino
también nuevos movimientos reformistas tanto políticos como estudiantiles.
Es este el momento para reseñar
los principales antecedentes para contextualizar el movimiento reformista y sus
consecuencias. Por eso, es necesario hacer, en primer término, una
caracterización del desenvolvimiento institucional de las universidades en
América Latina (6) como paso previo a centrarnos en el período en que la
Reforma Universitaria va a tener mayor influencia.
Breve reseña histórica del período colonial fundacional
En América Latina el origen de
las primeras universidades estuvo vinculado al igual que en Europa a la Iglesia
Católica, con la salvedad de que hubo una acción mancomunada de la Corona
española y la Iglesia para promover el establecimiento de las universidades. No
sucedió lo mismo en el Brasil, donde la creación de universidades se demoró
hasta el siglo XX. En este sentido, la acción de la monarquía española se diferencia
de las otras potencias coloniales europeas que no tuvieron similar actitud; aún
cuando en las colonias inglesas se crearon universidades, fue con posterioridad
a la América española (7) y por procesos que no involucraron a la Corona ni a
la Iglesia.
Es así, que ya en el siglo XVI
-el primero de dominación colonial-, fueron creadas cuatro universidades, que
coincidieron con las líneas de expansión del dominio español sobre América. Es
decir, estas nuevas instituciones se crearon en primer término y en orden
sucesivo, en Santo Domingo, México, Lima y la Nueva Granada, territorio de la
actual Colombia. Para el siglo XVII, se crearon siete universidades más, siendo
la primera de ellas la de Córdoba, luego la de Charcas-Chuquisaca -que fuera
especialmente relevante para el Cono Sur americano-, además de otras en actual
territorio colombiano, ecuatoriano, guatemalteco y peruano. Finalmente, antes
de la independencia se crean cuatro universidades más en el siglo XVIII y dos
en el XIX, en las actuales naciones de Chile, Cuba, México, Nicaragua y
Venezuela (8).
La formación escolástica fue lo
característico para América en las universidades de esa primera etapa. Los
modelos de la Universidad de Salamanca y de Alcalá de Henares fueron los que
inspiraron a la mayor parte de las universidades hispanoamericanas. Se suele
resaltar la importancia de esta última para la América española por su carácter
mixto, yuxtapuesto, de instituciones que se transforman, desde un Colegio,
Convento o Seminario inicial, obteniendo autorización luego para dar estudios
superiores, adquiriendo el rango de universidad y coexistiendo posteriormente
la institución madre y la nueva universidad. Sin embargo, la influencia de
Salamanca es innegable en las universidades coloniales y siguió ejerciéndose a
través del contacto frecuente con clérigos y académicos formados en ella y que
vinieron a América.(9)
Se ha resaltado más arriba que se
trata de la primera implantación del modelo de universidades europeas fuera de
su ámbito de origen. En tal sentido, vale precisar que para 1538, cuando se
crea la primera universidad americana, se cumplían 450 años de la creación de
la de Bolonia, que se considera la primera universidad moderna europea, y había
cerca de 80 universidades en el viejo continente, 14 de las cuales eran
españolas (10). Al mismo tiempo, también se destaca que todas las americanas
fueron creadas luego de la Reforma protestante, aunque ello no parece haber
influenciado mucho la tradición escolástica predominante, aunque sí algunas de
las medidas asociadas a la Contrarreforma, dada la importancia que tuvo en
América la orden jesuita (11).
Ya en aquellas épocas tempranas,
buena parte de las élites criollas se educaron en sus preceptos y la burocracia
colonial fue nutrida con estos profesionales surgidos de sus claustros.
Las reformas políticas y sociales
de Carlos III y, particularmente, la expulsión de los jesuitas hacia fines del
siglo XVIII, van a alterar el panorama, permitiendo una mayor distancia de las
instituciones eclesiásticas, el uso del castellano para la enseñanza y, por
sobre todas las cosas, una mayor apertura hacia las nuevas ideas de la
Ilustración, más en algunas universidades que en otras (de las que destaca la
de Charcas-Chuquisaca). Es así que las ideas económicas y políticas que
acompañaron y le dieron sustento a las revoluciones burguesas en Europa fueron
conocidas en muchos casos en esos ámbitos (muchas veces por fuera de los
claustros, pero facilitado por la existencia de las universidades y su entorno
cultural) por los hombres que irían a participar, ya en el siglo XIX, en la
construcción de los estados americanos independientes.
En esos tiempos de revoluciones
burguesas en Europa, con el antecedente de la norteamericana, de peso especial
para las luchas libertadoras americanas por haber fijado un antecedente de
independencia de una colonia; la educación va a verse como una necesidad ligada
a los mismos procesos revolucionarios. Primero tímidamente en Europa, en los
proyectos revolucionarios, sostenidamente luego, como necesidad de los nuevos
procesos políticos monárquico-republicanos o republicanos y, finalmente, como
reivindicación de los sectores populares que no fueron incluidos en el proyecto
burgués de arribo al poder y como concesión de la burguesía hacia esos sectores
populares que fueron excluidos por ella del poder.
Inglaterra y Francia fueron
gestoras de estos cambios. Las guerras napoleónicas llevaron las ideas de la
revolución a toda Europa. En buena medida, fueron las consecuencias no pensadas
de esa guerra las que provocaron el hundimiento del mundo colonial español
conformado en los siglos anteriores.
El primer siglo de la independencia: las universidades en el siglo XIX
Es clara la ausencia de liderazgo
político en la América hispana, frente al vacío de poder que dejaba la
situación de una España colapsada por la invasión napoleónica. Es en relación
con estos sucesos que debe pensarse la conformación de esta nueva realidad
americana. La constitución del modelo de estado y de sociedad que se alumbrará
entonces estará signada por esos acontecimientos de la historia europea y por
las características del modelo colonial español.
Hay en la lucha emancipadora de aquel
momento condiciones poco estables para la integración nacional y un proyecto
claro de nación. Y, como sostiene Oszlak, dicha conformación inicial de los
nuevos estados iberoamericanos se realiza en forma conjunta “con el surgimiento de oportunidades para la
incorporación de las economías locales al sistema capitalista mundial y el
consecuente desarrollo de intereses diferenciados e interdependientes generados
por tales oportunidades”(12).
Los países que surgieron en esta
etapa tendrán una relación con el viejo mundo acorde a las circunstancias en
que comenzaron a dar sus primeros pasos independientes del imperio colonial
español: ahogo económico-financiero, guerras entre las nuevas naciones,
disputas por hegemonizar el poder que, en muchos casos, devendrán en guerras
civiles y que estarán teñidas del ideario más o menos liberal en la mayoría de
los casos, o un poco más conservador, en otros, según sus intereses o sus
orígenes.
Es de esta dificultosa manera que
se articularon los mercados internos con la economía internacional y se
consolidó el poder de las clases oligárquicas en los diferentes países
americanos, quienes controlaban los circuitos de la producción y circulación de
bienes. Y es así como se realizó la expansión de la economía basada en la agro-exportación,
la minería en algunos casos, y la importación de manufacturas. Así consolidado,
el sistema de dominación fue tanto determinante como consecuencia de la
expansión del capitalismo que comenzó con la internacionalización de las
economías de los nacientes estados hispanoamericanos.
Este contexto de luchas y
reconfiguraciones internas que se observa en buena parte de las noveles
naciones hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, resulta un contexto
poco favorable para el desarrollo de una vida universitaria y para que estas
instituciones puedan sustraerse a las luchas intestinas.
Para esa segunda mitad del siglo
XIX, casi todas las naciones iberoamericanas ya estaban independizadas de
España –a excepción de Cuba y Puerto Rico- y de Portugal. Es un período signado
por cierta decadencia de algunas de las universidades que habían sido
importantes en el período colonial –algunas llegan a cerrarse-, pero también es
el momento de nacimiento de otras, creadas en esa fase inicial de la vida
independiente.
Así fue el caso de la Universidad
de Buenos Aires en Argentina, las universidades Mayor de San Andrés y de San
Simón en Bolivia, la Universidad de Chile, la Universidad Central del Ecuador,
la Universidad de El Salvador, la Universidad Literaria y Pontificia de Chiapas
en México, las universidades Nacional de la Libertad y Nacional de San Agustín
en Perú, la Universidad de la República en Uruguay y la Universidad de Los
Andes en Venezuela, todas ellas creadas antes de 1850. Es el calor inicial del
impulso revolucionario y la necesidad de contar con universidades propias que
tenían algunos de los nuevos estados, lo que explica en buena medida que, en un
contexto tan convulsionado, se produjeran estas creaciones. Como signo
distintivo de las mismas, son las primeras que surgen como iniciativas de los
gobiernos criollos, aunque puedan tener alguna participación de las jerarquías
eclesiásticas locales.
El triunfo de los procesos
independentistas va a traer una consolidación de los ideales de la Ilustración,
en detrimento de la escolástica tradicional y de la influencia omnipresente de
la Iglesia, especialmente en estas nuevas universidades surgidas del proceso
independentista.
Avanzando el siglo XIX, ya en su
segunda mitad, se verá también un fuerte impulso a las ideas del positivismo,
lo que es más acentuado en algunos países que en otros. En todo caso, tanto el
avance del iluminismo como del positivismo, son tareas de una modernización que
necesita romper lo que era visto como parte del pasado oscurantista ligado al
dominio español y al absoluto predominio de la Iglesia. Se trata de un proceso
que tiene distintas características en los países y que coincide con el declive
español posterior a las independencias americanas. De esta forma, se sentaron
las bases para el desarrollo autónomo más claro de los sistemas universitarios
americanos, al haberse roto los vínculos políticos e ideológicos con la antigua
metrópoli colonial.
Los antecedentes de la Reforma del ’18
Hablar de antecedentes supone una
tarea demasiado amplia que no es posible realizar aquí cabalmente. Sin embargo,
se pretende realizar un esbozo de algunas de las principales influencias en el
pensamiento de quienes protagonizaron el movimiento reformista, para tratar de
comprender mejor las interacciones que luego se presentaron y retroalimentaron
las corrientes de pensamiento emancipador que explotaron en América con la
Reforma.
Luego de un período de admiración
por lo europeo no español, particularmente de las ideas francesas e inglesas en
todos los ámbitos –de la política a la moda, pasando por la economía-, se
produce en varios países la aparición de pensadores que reivindicaron el
idealismo en oposición al positivismo que había dominado al mundo intelectual
de esos últimos años.
Se ha señalado en muchas
ocasiones la influencia que tuvieron algunos pensadores latinoamericanos en los
jóvenes reformistas (13). Vale la pena un breve recorrido por algunos de los
más notorios, que fueran reconocidos luego como “Maestros de la Juventud”(14)
-la mayoría de ellos por su compromiso continuado por el movimiento reformista.
Desde el modernismo, movimiento
clave para la renovación de la literatura hispanoamericana pero trascendiendo
lo estrictamente literario, la inspiración del nicaragüense Rubén Darío es
notoria y hasta es citado en La Gaceta Universitaria: “Y que los hijos nuestros
dejen de ser los rétores latinos” (15).
Claro que también hay otros
inscriptos en la misma corriente de renovación, que sumaron un pensamiento
claramente emancipador y americanista, como es el caso del cubano José Martí,
quien expresaba:
“La universidad europea ha de
ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha
de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia.
Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más
necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos.
Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de
nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda
tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”(16).
Y asimismo alertaba sobre los
peligros del imperialismo norteamericano:
“ya estoy todos los días en
peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber— puesto que lo entiendo y
tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de
Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa
fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré,
es para eso”(17).
También desde el modernismo
literario y con una clara recuperación de lo americano y, particularmente de lo
indígena, se hizo notar la influencia del peruano Manuel González Prada quien
afirmaba como crítica a la oligarquía limeña y como expresión de un pensamiento
propio: "Hay un hecho revelador: reina mayor bienestar en las comarcas más
distantes de las grandes haciendas, se disfruta de más orden y tranquilidad en
los pueblos menos frecuentados por las autoridades"(18). No sólo
influenciaría a los jóvenes cordobeses, sino que también su pensamiento fue
guía para el desarrollo intelectual posterior de sus compatriotas Víctor Raúl
Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, sobre los que se volverá a hablar.
Es claro el impacto de las ideas
de las revoluciones rusa y mexicana en los estudiantes de Córdoba, a través de
múltiples fuentes. Para el caso de México, es evidente la impronta de las ideas
de Vasconcelos, quien en “La raza cósmica” plantea una dura crítica al racismo
europeo y norteamericano que ve lo latinoamericano como inferior:
"Ellos...cometieron el pecado de
destruir esas razas, en tanto que nosotros las asimilamos, y esto nos da
derechos nuevos y esperanzas de una misión sin precedente en la historia... En
ella se prepara de esta suerte la trama, el múltiple y rico plasma de la
humanidad futura,...pero ahora que se inicia una nueva fase en la
historia...comencemos haciendo vida propia y ciencia propia. Si no se liberta
primero el espíritu, jamás lograremos redimir la materia"(19).
Pero en su caso, esto también va
a llevarlo a una destacada influencia en la educación, propugnando la libertad
de cátedra y de pensamiento, así como la reafirmación de los valores propios de
América Latina en las aulas universitarias.
En Uruguay, José Enrique Rodó es
otro de los Maestros de la Juventud que en su célebre “Ariel”, realiza una
encendida defensa de lo americano con fuertes cuestionamientos a las lógicas
del utilitarismo norteamericano:
“Si ha podido decirse del utilitarismo
que es el verbo del espíritu inglés, los Estados Unidos pueden ser considerados
la encarnación del verbo utilitario. Y el Evangelio de este verbo se difunde
por todas partes a favor de los milagros materiales del triunfo.
Hispano-América ya no es enteramente calificable, con relación a él, de tierra
de gentiles. La poderosa federación va realizando entre nosotros una suerte de
conquista moral”(20).
Frente a este y otros males que
aquejan a América, Rodó opone el idealismo y la fuerza de la juventud: “yo
creo ver expresada en todas partes la necesidad de una activa revelación de
fuerzas nuevas; yo creo que América necesita grandemente de su juventud”(21).
Otros pensadores que influyeron
en los estudiantes reformistas, fueron argentinos. Entre ellos, Manuel Ugarte,
quien fuera un precursor de las ideas socialistas aplicadas a la realidad
americana. Sus preocupaciones y amistades literarias lo integran al modernismo
y su accionar político a favor de la unidad latinoamericana y en contra del
imperialismo norteamericano será fuente de inspiración para los reformistas del
’18 y varios de los principales propulsores de esas ideas en toda América.
Señalaba en 1901, con respecto a la actitud de EEUU hacia América Latina:
“De esta manera, cuando decide
apropiarse de una región que ya domina moral y efectivamente, sólo tiene que
pretextar la protección de sus intereses económicos (como en Texas o en Cuba)
para consagrar su triunfo por medio de una ocupación militar de un país que ya
está preparado para recibirle. Por eso al hablar de peligro yanqui no debemos
imaginarnos una agresión inmediata o brutal que hoy sería imposible, sino un
trabajo paulatino de invasión comercial y moral que iría acreciendo con las
conquistas sucesivas y que irradiará cada vez con mayor intensidad desde la
frontera en marcha hacia nosotros”(22).
José Ingenieros, que participó de
la fundación del Partido Socialista en Argentina, al igual que Ugarte, aunque
como él, terminara distanciándose, señaló lúcidamente los problemas de la
mediocridad intelectual que denunciara el movimiento reformista años después.
“La mediocridad intelectual hace
al hombre solemne, modesto, indeciso y obtuso. Cuando no le envenenan la
vanidad y la envidia, diríase que duerme sin soñar. Pasea su vida por las
llanuras; evita mirar desde las cumbres que escalan los videntes y asomarse a
los precipicios que sondan los elegidos. Vive entre los engranajes de la rutina”(...)
“Las ciencias, el heroísmo, las
originalidades, los inventos, la virtud misma, parécenles instrumentos del mal,
en cuanto desarticulan los resortes de sus errores: como en los salvajes, en
los niños y en las clases incultas”(23).
Leopoldo Lugones, también había
contribuido a formar el pensamiento de los jóvenes reformistas señalando la
importancia de la rebeldía juvenil ya en 1896.
Todos ellos y muchos otros más,
buscan afirmar un ideal americano propio, lo que va a influenciar a varias
generaciones de universitarios (24). Este pensamiento americano autónomo abrió
huella.
Existe una asociación de ideas y
conexiones menos señaladas con el movimiento español que, inspirado por
Francisco Giner de los Ríos, da origen a la Institución Libre de Enseñanza,
impulsando una dinámica de reforma educativa que propugnaba una mayor libertad
de cátedra. Algunos de quienes se formaron en esta tradición, como José Ortega
y Gassett, Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez, entre otros, tuvieron
influencia directa en algunos de los jóvenes reformistas.
Hay que destacar, finalmente, que
muchos de los citados fueron influencias mutuas entre sí, que compartieron
amistades, correspondencia y tiempos de estadía en diversos países y ciudades
donde coincidieron, como fuera el caso de Rubén Darío que estuvo en Argentina y
Francia al mismo tiempo que muchos de los mencionados, o el de Ortega y Gassett
y Unamuno, que tuvieron una larga relación con varios de los nombrados y largas
estancias en la Argentina, además de quienes realizaron giras por varios países
de América Latina, como Manuel Ugarte. Es ese el fermento común de ideales y
pensamientos renovadores y emancipatorios, tanto en lo político, como con
respecto al arte, la educación y la ciencia; siendo esas influencias más
notorias y directas en la pluma más inspirada del movimiento reformista, autor
del Manifiesto Liminar y quien fuera el máximo ideólogo e impulsor de la
Reforma, Deodoro Roca.
Por qué la Universidad de Córdoba entró en crisis
Como se sabe, el movimiento
reformista se inició en Córdoba, que fue una de las primeras universidades
creadas en América, siendo la más antigua de las argentinas y la única que
estaba funcionando antes de la independencia de lo que luego sería territorio
nacional argentino. Por tal motivo, la Universidad de Córdoba tuvo
características oscurantistas y oligárquicas en su funcionamiento, se basaba en
el modelo escolástico tradicional, el derecho canónico era su máxima expresión
formadora y tenía programas de estudio anticuados -en consonancia-, situación
que no se produjo del mismo modo en las otras universidades de la Argentina,
creadas posteriormente. De hecho buena parte de los revolucionarios del Río de
la Plata habían realizado sus estudios como abogados en la Universidad Mayor de
San Francisco Javier en Chuquisaca, donde el clima que se respiraba a fines del
siglo XVIII y principios del XIX era de mucho mayor libertad y apertura que el
de Córdoba, en parte por las ideas revolucionarias europeas y, en parte, por la
cercanía con las rebeliones indígenas de Túpac Amaru y Túpac Katari en el
altiplano, corazón de Sudamérica.
Durante buena parte del siglo
XIX, la Universidad de Córdoba se mantuvo al margen de los conflictos internos
entre federales y unitarios, siendo la provincia de Córdoba un bastión de estos
últimos. Ello contribuyó a una continuidad de los estilos y modalidades de la
enseñanza tradicional en la universidad.
La situación allí, como en toda
la Argentina, se fue haciendo más compleja a partir de la inmigración masiva de
fines del siglo XIX y principios del XX, acompañada del ascenso social de los
sectores medios.
Luego de fallidos intentos
revolucionarios (1890 y 1905) contra la República Conservadora de la generación
del ’80, estos sectores medios, representados políticamente por la Unión Cívica
Radical, lograron romper con el esquema oligárquico de gobierno que se había
sucedido hasta el primer decenio del siglo veinte en Argentina, consagrando el
sufragio universal, obligatorio y secreto y llevando como presidente a Hipólito
Yrigoyen en 1916, como resultado de las primeras elecciones libres y sin fraude
de la historia argentina (25).
Al mismo tiempo, estas clases o
capas medias en ascenso, también buscaron el prestigio que daban mayores
estudios y una formación universitaria que permitía mejorar la situación
económica y laboral de los que eran hijos de inmigrantes. La provincia de
Córdoba a partir de la inmigración, había logrado un importante aumento
demográfico en su población que se había diversificado y triplicado entre 1895
y 1914.
Se ha discutido si el radicalismo
constituyó una alternativa en el ámbito educativo. En general, es correcto
plantear la heterogeneidad que caracterizó a este sector, por lo tanto, es
complejo intentar plantear etiquetas uniformes para este período. Hubo un
desarrollo moderado de las escuelas de artes y oficios, estaban dirigidas a una
población urbana y artesanal, no estaban directamente vinculadas a la actividad
industrial. También crecieron las “escuelas complementarias”, “educación de
adultos con enseñanza de oficios que fue una de las mejores realizaciones del
radicalismo”.(26) Lo que es indudable es que el “clima de época” había cambiado
en el país a partir de 1916 y el ascenso al poder del radicalismo, hecho que
contrastaba con la continuidad de un esquema demasiado tradicional en la
Universidad de Córdoba.
Hacia 1885, cuando se sancionó la
Ley Avellaneda sólo existían dos universidades: Córdoba, que era preexistente a
la independencia y Buenos Aires, que había sido creada por la Provincia de
Buenos Aires en 1821. Ambas fueron nacionalizadas de modo previo a la sanción
de la ley, que fue el primer marco normativo del estado argentino en la
materia: la primera en 1856 y la segunda en 1881.
Para 1918, momento del movimiento
reformista en Córdoba, se habían creado otras dos universidades más, La Plata
en 1890, con una orientación “moderna” y “científica”, y Tucumán en 1914, con
una orientación “tecnológica de carácter regional”(27). De todas ellas, pero
especialmente de Córdoba y Buenos Aires, por su mayor desarrollo histórico y
por su centralidad en la política argentina, salían los cuadros para ocupar la
función pública, los ministerios y la diplomacia.
Lo que sucedió en Córdoba en 1918
tiene una profusa bibliografía y no se desarrollará aquí, más que muy
sintéticamente (28). Baste decir que se había intentado una reforma de carácter
liberal -reconocido por el propio colectivo estudiantil en el Manifiesto
Liminar de la Reforma-, que había sido producto de una intensa agitación
estudiantil previa. Ante el clima convulsionado, el gobierno de Yrigoyen
intervino la Universidad y con esta intervención se inició un proceso de
democratización al llamar a una Asamblea Universitaria constituida por la
totalidad de profesores titulares y suplentes, reemplazando a los cuerpos
vitalicios que tenían el gobierno universitario. Esta Asamblea debía elegir
Rector, esperándose que fuera electo un profesor comprometido con los cambios
(Enrique María Paz), pero se eligió a uno que era expresión del pensamiento
católico más tradicional (Antonio Nores), lo que provocó la irrupción de los
estudiantes en la Asamblea y su finalización. El nuevo rector, Nores, integraba
una asociación tradicional conocida como Corda Frates, que tenía una muy amplia
influencia en la universidad, pero también en la política y la sociedad
cordobesa. Así los catalogaban los estudiantes:
“La ‘Corda’, esa hidra monstruosa
que desorganizó al partido radical, que absorbió la municipalidad, que se
impuso en el Consejo de Educación, que dominó al P.E. mismo[…] la ‘Corda’, esa
grotesca parodia de la masonería que con el escapulario al pecho y la diatriba
en los labios está en todas partes […] esa ‘Corda’ amenaza hoy con apoderarse
de la conquista más legítima, más sagrada y más noble de la juventud de
Córdoba: de la reforma universitaria”(29).
Como era de esperarse, el
conflicto prosiguió, contando Nores con el respaldo del obispado de Córdoba y
el de los poderosos miembros de la Corda Frates y los estudiantes con el de
sectores populares y obreros que marchan a la huelga. Ante el cariz que tomaban
los acontecimientos, Nores renunció y el Gobierno Nacional vuelve a intervenir
la Universidad, se reforman los estatutos para cumplir muchas de las demandas
estudiantiles e ingresan muchos de los líderes reformistas a la docencia, como
el propio Deodoro Roca.
A partir de allí nada sería
igual. La Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe, es creada al año
siguiente en base a los preceptos reformistas. En la Universidad de Buenos
Aires, las reformas que venían siendo realizadas, en buena medida, por quienes
conducían la universidad, se consolidan y amplían. En la Universidad de La
Plata el proceso de cambio y rebeliones estudiantiles continuó en 1919 y 1920,
con características violentas y conflictos que terminaron con la reforma de los
estatutos y la elección de nuevo Presidente (Rector).
Autonomía, cogobierno y Reforma
La relación entre la Universidad
y el Estado se construye desde la existencia previa de la primera con respecto
a los estados-nación modernos. En todo caso, en sus comienzos la universidad
tiene autonomía frente al Papa y al Rey (en buena medida, las órdenes reales y
las bulas papales establecían esos márgenes de acción autónoma), tanto en
Europa como en el trasplantado modelo americano.
Con el tiempo, se encuentran en
la historia un espectro amplio de modalidades, que van desde la Universidad
autónoma y autárquica al estilo de Bolonia, París, Oxford, Salamanca y
Cambridge, a la Universidad napoleónica, en que el Estado-Nación es a la vez
garante y finalidad de la formación universitaria, sin omitir el modelo escocés
–aunque escasamente relevante para América Latina- y el humboldtiano.
En posición intermedia se sitúa
la Universidad pública latinoamericana, cuya relación con el estado, es
redefinida por la Reforma de Córdoba de 1918 y el movimiento que genera en toda
América Latina, incorporando elementos del modelo anglosajón de autogobierno y
del modelo napoleónico en las ideas de igualdad de acceso, gratuidad y
financiamiento estatal.
Es así que la autonomía de la
universidad será crecientemente entendida como capacidad de establecer un
autogobierno –expresado como cogobierno de los claustros, con participación
estudiantil y de los profesores como mínimo- y, también, en buena medida, de
contar con autarquía financiera para administrar sus recursos. Ambas
condiciones fueron reconocidas en Argentina en 1919 como consecuencia directa
del Grito de Córdoba y fueron aplicándose de manera dispar en otros países del
continente, principalmente a partir de la década de los ’30 del siglo XX, no
sin luchas estudiantiles de por medio.
Otro costado, particularmente
relevante para el análisis del ámbito universitario, es su impulso renovador
para el desarrollo de la ciencia (30) y su inclusión mucho más sistemática, en
los claustros universitarios, todavía impregnados de la tradicional formación
en leyes, teología y medicina, aunque había ya algunas facultades, escuelas y
departamentos de ciencias exactas y naturales. Las carreras o programas académicos
tecnológicos y científicos son hijos del mismo impulso modernizador que
acompañó a la reforma, aunque ya había habido algunas políticas para impulsar
la investigación científica y el desarrollo tecnológico, por parte de varios
precursores. En todo caso, la vinculación profunda y necesaria entre docencia e
investigación, así como las tareas de extensión, entendidas las tres como
misiones principales de la universidad, es una herencia clara de los procesos
reformistas.
Claro que no será esa la única
herencia del reformismo universitario. De hecho, su influencia más profunda
estará marcada por una reaparición en escena del ideal revolucionario americano
(31) de fines del siglo XVIII y principios del XIX, contribuyendo a la
recuperación de la necesidad de una identidad común y al destino de Patria
Grande que habían soñado Bolívar y San Martín para una América unida e
independiente.
Las ideas de la Reforma
El reformismo que impregnó a la
universidad, constituye el más claro intento de impulsar cambios en el ámbito educativo
por el gobierno radical; sin embargo, ese intento quedó sólo circunscrito al
ámbito universitario, ya que no tuvo correlato en el sistema educativo en
general. Es necesario considerar el marco general de debilidad política que
tenía un partido relativamente nuevo y con experiencia muy limitada en el
poder, lo que lo tornaba proclive a tomar como modelo, en numerosos aspectos
(por ejemplo, la actitud ante las protestas obreras en crecimiento) al régimen
conservador que había estado en el poder hasta su advenimiento (32)
Sin embargo, es imprescindible
resaltar el papel de vanguardia que tendrán las ideas y pensamientos de algunos
de estos jóvenes estudiantes y graduados protagonistas excluyentes de este
proceso de Reforma Universitaria; así como su proyección continental y
extra-continental, llegando a influir a los protagonistas del Mayo francés.
“La herencia de Deodoro afloraría
en la enorme rebelión de los años 60 y 70 y su influencia sería universal, a
tal punto que como reconociera Daniel Cohn Bendit la rebelión juvenil europea
del Mayo Francés, estaría inspirada directamente por su pensamiento, incluso
textualmente en algunas de sus consignas tales como 'en los exámenes responda
con preguntas' o 'prohibido prohibir', estampadas en los muros de París”(33).
El Manifiesto Liminar o
Manifiesto de la F. U. de Córdoba publicado en La Gaceta Universitaria del
viernes 21 de Junio de 1918 en su primera página titulaba su llamamiento a “La
juventud argentina de Córdoba A los hombres libres de Sud América” en una clara
expresión de fe emancipadora de lo que se consideraba un bastión del pasado
colonial, clerical y oligárquico.
Es significativa la interpelación
fundacional que los estudiantes cordobeses realizan a los jóvenes de América
Latina, un continente joven, que tiene un futuro para construir y que debe
estar atento a los nuevos intentos de dominio que se visualizan con el avance
de Estados Unidos sobre la América hispánica. Un nuevo imperialismo, un nuevo
peligro que debe ser evitado, enunciado, denunciado.
El Manifiesto comenzaba con una
fuerte afirmación:
“Hombres de una República libre,
acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la
antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las
cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el
país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las
libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos
lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora
americana”.(34)
Hay una búsqueda deliberada de
relacionar este acto libertario con los sucesos independentistas de Mayo. La
premisa sería: ruptura con el pasado hispánico, continuidad de la gesta
revolucionaria de 1810, para destacar en este movimiento también su planteo
fundacional. “La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta porque aquí
los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el
recuerdo de los contrarrevolucionarios de Mayo”(35).
Esta declaración contiene, no
sólo los argumentos por los cuales los estudiantes protestaron, marcharon y
actuaron con violencia, sino que también, en forma muy sucinta, plantea una
serie de principios que recorrerían todo el continente americano. Estas ideas
permitieron sostener por un lado, las luchas de los otros estudiantes
americanos rebeldes, que tomaron como modelo el ejemplo de de lo ocurrido en la
Universidad de Córdoba y, por otro, fueron articuladoras de movimientos
políticos que alzaron sus voces contra una conducción oligárquica que no
permitía el avance ni la inclusión de otros sectores de la sociedad en el
manejo del gobierno y la economía en el continente. Por esa razón la
reiteración de los ideales libertarios está presente en la protesta cordobesa:
“En
la Universidad Nacional de Córdoba y en esta ciudad no se han presenciado
desórdenes; se ha contemplado y se contempla el nacimiento de una verdadera
revolución que ha de agrupar bien pronto bajo su bandera a todos los hombres
libres del continente”(36).
El cierre del Manifiesto es contundente
en relación a lo expresado anteriormente, este movimiento que se ha puesto en
marcha no es algo que empieza y termina en la Universidad de Córdoba, sino que,
“La
juventud universitaria de Córdoba, por intermedio de su federación, saluda a
los compañeros de América toda y les incita a colaborar en la obra de libertad
que inicia”(37).
La Gaceta Universitaria, que ya
ha sido citada en este artículo, fue la herramienta fundamental de expresión de
los estudiantes universitarios y comenzó a publicarse el 1º de Mayo de 1918.
Esta significativa fecha nos vuelve a poner de manifiesto el clima de una época
en la que se sucedieron importantes acontecimientos que generaron un nuevo
escenario. En el mismo se desarrollará un debate ideológico complejo frente a un
mundo signado por la guerra mundial inter-imperialista, la revolución rusa de
1917 y el ocaso de un liberalismo de viejo cuño que es criticado por derecha y
por izquierda en la política europea y que penetra el mundo americano de la
mano de los inmigrantes, pero también de los intelectuales en general y de los
estudiantes en particular. La revolución mexicana y la guerra por la
independencia de Cuba, por los motivos y a través de las influencias ya
señaladas, también van a influir fuertemente el pensamiento y las
manifestaciones de intelectuales y estudiantes en relación con estos
acontecimientos y van a contribuir para realizar una lectura diferente desde
este continente.
La Gaceta Universitaria
tendrá una vida breve como publicación estudiantil. Su riqueza radicó en
haberse convertido en una herramienta de construcción ideológica y de discusión
no solo de las cuestiones académicas, sino también, de profundos debates en
torno a disquisiciones tanto filosóficas como políticas, en relación a los
problemas propios de la Argentina y el continente y a los que también eran
objeto de debate en el mundo europeo.
Se observa una rica
heterogeneidad en el pensamiento reformista que muestra como en el movimiento
del 18 se entremezclaron los nuevos sectores -una primera generación de hijos
de inmigrantes que accedía a la universidad- con los jóvenes hijos en rebeldía
del patriciado cordobés. Este es el caso de uno de sus miembros más destacados
y autor del manifiesto que analizamos, sobre el que ya se ha mencionado su rol
decisivo: Deodoro Roca (38).
Todo este universo juvenil
potenció el horizonte de la protesta estudiantil. La riqueza estuvo en los
diversos aspectos que aparecieron de manera desordenada a partir de un
pensamiento secularizado. En La Gaceta Universitaria son numerosas las citas y
los comentarios apoyados en diversos filósofos y pensadores como: Voltaire,
Marx, Proudhon, Nietsche, Spencer, Darwin, Comte, Freud, entre otros. Este
fluir de ideas, un fuerte uso de la historia como elemento ordenador fueron
muestra de pluralidad de testimonio con un elemento común que era su
antidogmatismo. Lo que pareció amalgamar su pensamiento fue una práctica
política común frente al poder de las academias ya que estas tenían en forma
excluyente representación en la asamblea universitaria y frente a los jesuitas.
La Gaceta Universitaria
ilustra con claridad lo que se expresa en el párrafo anterior:
“La Revolución –porque esta es la
palabra- que acaba de realizarse en Córdoba no es sino una de las tantas
manifestaciones de la renovación que se anuncia, y acaso el preludio de la
colaboración de la América latina en la vasta empresa. Emancipados
políticamente de la tutela europea, permanecíamos, sin embargo, unidos al espíritu
dogmático de aquella caduca civilización por ligazones de hierro. Habíamos
abjurado de la tiranía real y de los privilegios de clase, pero continuábamos
venerando los viejos símbolos del despotismo como cosas sagradas. Leyes,
creencias, costumbres, ideas, normas, principios, todo estaba modelado en las
desusadas formas de la vida. El alma sórdida y taciturna del coloniaje se
filtraba por los resquicios más ocultos como un soplo de muerte. Vivíamos una
ilusoria libertad (…)
Reducto de esas fuerzas regresivas
y alma mater del misticismo enfermizo que nos entristece la vida era,
evidentemente, la Universidad de Córdoba. En ella se hermanaban las doctrinas
sombrías de la Iglesia Católica con la hosquedad de una Ciencia anquilosada;
las fórmulas siniestras de la Inquisición con el casuitismo de la filosofía
tomista; los procedimientos tenebrosos de los discípulos de Loyola con las
glosas herméticas de la Instituta o de las Leyes de Indias. Enclavada en las
entrañas de la República, albergaba en sus claustros silenciosos, desde los
días de la Revolución de Mayo, el espíritu perverso del despotismo; y sus muros
medievales fueron siempre los contrafuertes opuestos a los vientos de libertad
que soplaban del lado del mar”(39).
La proyección del pensamiento emancipador y la Reforma.
Uno de los protagonistas de la
Reforma, aunque representante de la Federación Universitaria de Buenos Aires,
Gregorio Bermann, ofreció algunas claves para distinguir las corrientes de
pensamiento que van a convivir en el movimiento reformista y que tendrían
continuidad en las interpretaciones que dieron de lo sucedido. Bermann,
identificó seis grandes líneas (40): la primera, la teoría de la nueva
generación americana, personificada por Julio V. González y José Ortega y
Gasset; la segunda, ligada a las interpretaciones idealistas sostenidas, entre
otros, por Carlos Cossio, Adolfo Korn Villafañe y Homero Guglielmini; la
tercera, una corriente que enfatizó las consecuencias de la Reforma en el campo
educativo y cultural, representados por Sebastián Soler, Germán Arciniegas y,
parcialmente, Saúl Taborda; la cuarta, una corriente de izquierda que Bermann
consideraba sectaria por estar ligada al Partido Comunista y en la que se
incluye al segundo grupo Insurrexit de los años 30, en el que militaban Héctor
P. Agosti, Paulino González Alberdi y Ernesto Sábato; la quinta, la ideología
americanista que da origen al aprismo de Haya de la Torre y; la última, la
corriente dialéctica sostenida por José C. Mariátegui, Julio A. Mella y Aníbal
Ponce.
De todas estas corrientes que
identifica Bermann, las que están llamadas a causar más honda influencia en el
plano político y social, amplificando el mensaje de cambio y rebelión y del rol
preferencial de los jóvenes, son las tres últimas. No debe interpretarse esta afirmación
como una negación de la importancia de los postulados de la reforma para el
ámbito educativo y universitario en sí mismos, pero no cabe duda de que su
mayor repercusión histórica ha estado ligada al nacimiento de movimientos
transformadores que se nutrieron de diversas fuentes, entre las que la idea de
una juventud rebelde y comprometida con el cambio social proviene de la llama
encendida por la Reforma.
De hecho, en la continuidad del
movimiento se advierte una rápida ampliación y propagación hacia buena parte de
los países americanos, con movimientos estudiantiles que se solidarizan
activamente con los jóvenes cordobeses, desde Buenos Aires a México, de
Santiago de Chile a La Habana, pasando por Montevideo, Lima, Quito y
prácticamente todas las sedes universitarias entonces existentes.
No puede hablarse de la
proyección del pensamiento de la reforma sin referirse muy brevemente a la
crucial importancia de los centros y federaciones estudiantiles. En efecto, el
mismo movimiento cordobés comienza con un Comité Pro-Reforma que casi
inmediatamente, en mayo de 1918 se transforma en la Federación Universitaria de
Córdoba en el mismo proceso, ya había sido creada en 1908 la Federación
Universitaria de Buenos Aires y en abril de 1918, en pleno proceso de
convulsión reformista es creada la Federación Universitaria Argentina. Al calor
del éxito obtenido en las reivindicaciones estudiantiles argentinas y alentados
por el clima de época ya reseñado, se crean otras federaciones estudiantiles en
América Latina y se realiza el Primer Congreso Internacional de Estudiantes en
la Ciudad de México en 1921, donde se crea la Federación Internacional de
Estudiantes; se realiza en 1925 el Primer Congreso de Estudiantes
Iberoamericanos (41), también en México; y se organiza el Primer Congreso
Latinoamericano de Estudiantes en Santiago de Chile, en 1937 (42). Todas estas
instancias fueron importantes para la difusión y discusión de ideas, el
conocimiento personal de los dirigentes y la continuidad y retroalimentación
del movimiento reformista.
Pero no es sólo el Manifiesto
Liminar lo que inflama los ánimos estudiantiles: habían ya sembrado semillas de
nuevos pensamientos los ya citados Martí, Vasconcelos y Rodó, así como el de
los otros que antes se mencionaran como “Maestros de la Juventud” y que
inspiraron a los jóvenes que abrazaron la causa reformista en América Latina.
No podría pensarse en la importancia que tuvieron los ideales reformistas para
Cuba, México, Perú y Uruguay por citar algunos de los países donde la
influencia se hizo sentir más notoriamente, sin tener en cuenta la
retroalimentación con los planteos de quienes habían inspirado a los jóvenes
argentinos, que en muchos casos tuvieron un accionar emparentado directa o
indirectamente con muchos de los estudiantes organizados en el movimiento.
Algunos de los políticos más destacados de la primera mitad del siglo XX, al
igual que buena parte de los intelectuales y artistas con mayor trascendencia,
tanto en los ámbitos nacionales como regionales y mundiales, se inspiraron en
los ideales reformistas y fueron activos militantes estudiantiles (43).
Si bien es cierto que
anteriormente se reseñaron lo que según Bermann serían las seis tendencias principales
legadas por el reformismo, no es menos cierto que la mayor influencia para la
construcción de un pensamiento latinoamericano propio y emancipador estará dada
por la continuidad y renovación del pensamiento de Martí, Vasconcelos, González
Prada y Ugarte, que fueron seguidos por Julio Mella, Víctor Raúl Haya de la
Torre, José Carlos Mariátegui, Aníbal Ponce, el propio Deodoro Roca y otros
tantos que fueron capaces de leer las necesidades de cambio social en una clave
americana.
Uno de estos hitos es la
fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, realizada en 1924 por
Haya de la Torre en México, donde estudiaba en estrecha cercanía con
Vasconcelos, que fuera Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y a
la que legara su famoso y hasta hoy vigente lema: “Por mi raza hablará el
espíritu”. Como su nombre lo indica, la propuesta inicial era la de
constituirse como una fuerza política continental, inspirada en la necesidad de
hacer sonar “la hora americana” de la que tanto se había hablado. No se
consigue, pero dio origen a la fundación del Partido Aprista Peruano, su más
claro hijo e influyó en la creación de otros partidos políticos
latinoamericanos de origen aprista, como Acción Democrática de Venezuela, el
Partido Liberación Nacional de Costa Rica, el Partido Socialista de Chile, el
Partido Aprista de Cuba y el Partido Acción Popular de Panamá, entre otros. El
‘programa máximo’ aprista constaba de cinco puntos: «1. Acción contra el
imperialismo yanqui; 2. Por la unidad política de América Latina. 3. Por la
nacionalización de tierras e industrias. 4. Por la internacionalización del
Canal de Panamá. 5. Por la solidaridad con los pueblos y clases oprimidas del
mundo»(44).
También intervino de modo
decisivo en los orígenes apristas otro gran dirigente peruano, José Carlos
Mariátegui, conocido como el Amauta (del quechua: “maestro”, “sabio”). A
diferencia de Haya de la Torre, Mariátegui va a profundizar una visión marxista
latinoamericanista y por eso funda en 1928 el Partido Socialista del Perú, base
del Partido Comunista Peruano. Su aguda visión de los problemas propios del
continente, lo llevó a distanciarse de los dirigentes pro-soviéticos que
comenzaron a ser mayoría en la sección latinoamericana de la III Internacional.
“España nos legó, de otro lado, un
sentido aristocrático y un concepto eclesiástico y literario de la enseñanza.
Dentro de este concepto, que cerraba las puertas de la Universidad a los
mestizos, la cultura era un privilegio de casta. El pueblo no tenía derecho a
la instrucción. La enseñanza tenía por objeto formar clérigos y doctores […].
La revolución de la
Independencia, alimentada de ideología jacobina, produjo temporalmente la
adopción de principios igualitarios. Pero este igualitarismo verbal no tenía en
mira, realmente, sino al criollo. Ignoraba al indio. La República, además,
nacía en la miseria. No podía permitirse el lujo de una amplia política
educacional”(45).
Aníbal Ponce, quien fuera
codirector de la Revista de Filosofía con José Ingenieros, es otro de los pensadores
que van a retomar una visión marxista latinoamericana y que va a influir en
muchos otros. Dijo, en ocasión de celebrarse el décimo séptimo aniversario de
la Reforma y para criticar a las interpretaciones “cándidas”:
“Creía [el reformismo] que la juventud
tenía un valor en sí; que la historia era un choque perpetuo entre generaciones
“polémicas” y generaciones “cumulativas”; y que bastaba por tanto desalojar de
los claustros a los envejecidos y arrojar del gobierno a los mediocres, para
que empezáramos a vivir la “hora americana”. No confiaba para eso en el único
auxilio de sus fuerzas. En la calle y en la plaza había descubierto a un aliado
formidable: el aguerrido y brioso proletariado americano. Pero aunque
fraternizaba con él, y decía compartir sus ideales, le disputaba de hecho los
puestos de comando y hasta pretendía esclarecerlo con su propia doctrina de las
“generaciones”. Desdichada teoría y candorosa fatuidad a las que debió en buena
parte su derrota […].
La “nueva universidad” a la que
todos aspiramos, el “hombre libre”, cuya existencia queremos hacer una realidad
sobre la tierra, exigen como condición primera la transformación radical de la
sociedad sin alma. La universidad nuestra será libre cuando las masas
americanas hayan conquistado también su libertad; cuando después de confiscar
los latifundios, arrojar a los banqueros invasores y aplastar el enemigo de
tantos siglos, empiecen a construir desde los propios cimientos la única
sociedad en que podrán vivir la universidad “nueva” y el “hombre libre” (46).
Julio Mella, fundador del Partido
Comunista Cubano, fue también un destacado discípulo de la reforma y participó
activamente en recuperar la herencia de Martí, creando la Universidad Popular
José Martí, inspirado en la Universidad Popular "González Prada"
creada por Haya de la Torre en el Perú; con similares intenciones de facilitar
el acceso a la universidad a los trabajadores y al pueblo. Luego, exiliado en
México por la dictadura cubana de Machado, tendría notoria actuación en el Partido
Comunista Mexicano, junto con otros jóvenes influenciados por Vasconcelos, la
Reforma y la propia Revolución Mexicana -claro está-, como David Alfaro
Siqueiros y Diego Rivera, entre muchos otros.
Finalmente, se hace necesario
dedicar unas palabras a la perdurable influencia del gran ideólogo y propulsor
del movimiento reformista, Deodoro Roca.
“Su búsqueda permanente de la
verdad, la belleza y el bien, lo articulan como un intelectual casi único en
nuestra tierra, pues a ello sumaba su compromiso con el pueblo y la libertad:
por las calles de Córdoba en 1918 los estudiantes rebeldes marchaban del brazo
con los trabajadores de la Unión Obrera provincial -encabezada por el comunista
Miguel Contreras- al grito de '¡Obreros y estudiantes unidos adelante!'. En la
misma línea Deodoro sería detenido en 1919 cuando la matanza de la Semana
Trágica”(47).
Él convirtió al sótano de su casa
en Córdoba en un verdadero centro cultural por donde pasaron numerosos
intelectuales, artistas y políticos comprometidos con el movimiento reformista
y su continuidad en los diferentes sentidos aquí planteados: entre tantos otros
pasaron por allí Macedonio Fernández, José Ingenieros, Alfredo Palacios,
Lisandro de la Torre, Stefan Zweig, el conde Keyserling, José Ortega y Gasset,
Víctor Raúl Haya de la Torre, Eugenio d´Ors, Waldo Frank, y Rafael Alberti. La
perdurabilidad de su pensamiento y la fuerza que transmitía a sus
interlocutores signó también la realidad argentina y latinoamericana muchos
años después:
“Tras su muerte, un joven asmático
se mudó a Córdoba por recomendación médica. Allí, en una ciudad donde estaba
vivo el recuerdo de Deodoro, se hizo muy amigo del hijo de éste, Gustavo, lo
que le permitió pasar tardes enteras en su biblioteca personal. Dos décadas más
tarde, Ernesto Guevara también se convertiría en ejemplo y símbolo de la
juventud latinoamericana”(48).
“Dos de sus discípulos aportarían
una nueva visión del marxismo, la revolución y el socialismo: Agustín Tosco y
Ernesto Guevara”(49).
Conclusiones
El siglo XX ha sido el de la
expansión de los sistemas de educación superior y apertura a los sectores
obreros y populares en muchos de los países de la región, especialmente durante
los gobiernos nacional-populares, que posibilitaron el acceso y desarrollaron
ofertas especializadas de universidades e institutos tecnológicos (50).
Globalmente, puede afirmarse que
ha habido un vínculo histórico entre el reformismo, la lucha estudiantil y los
movimientos populares y de liberación nacional, con picos de expresión en las
décadas del ’60 y ’70, en los que se produjo una radicalización de las luchas
políticas con activa participación juvenil y estudiantil y en las que se
retomaron y profundizaron muchas de las banderas reformistas, incluidas las de
la unidad latinoamericana. La revolución cubana de 1959 y los levantamientos de
Tlatelolco y París del ’68, tuvieron fuertes repercusiones en toda América
Latina, incluyendo el Cordobazo (51) de ese mismo año, con nuevas
características de unidad obrero-estudiantil contra una dictadura. Por otra
parte, durante las dictaduras que se vivieron en la historia latinoamericana
del siglo XX, el movimiento estudiantil formó parte -en la mayoría de los
casos-, de los sectores opuestos al autoritarismo y reivindicó la democracia.
La recuperación del
funcionamiento democrático sin interrupciones que comienza en la década de los
’80, encuentra a las universidades públicas compitiendo con un número creciente
de privadas que forman parte de la expansión general de la educación superior y
cubren necesidades que no han sido resueltas desde el Estado, abriendo nuevos
campos de tensión entre universidades y estados.
Los ’90, con la adopción acrítica
de las políticas y planteos neoliberales en educación, van a traer otros focos
de conflicto y control para la educación superior.
La construcción de proyectos de
desarrollo democrático, integrado e inclusivo en las sociedades de América
Latina es todavía una tarea pendiente, a pesar de que se están consolidando
procesos de gobiernos con nuevas mayorías populares. En consonancia con ello,
se requieren políticas de formación adecuada para estas tareas, realizar la
investigación científico-tecnológica que se necesita y generar conocimiento
apropiado para estos proyectos. Ese es un desafío pendiente para las
universidades latinoamericanas en el siglo XXI.
NOTAS:
1 CLARK, Burton. El sistema de
educación superior, una visión comparativa de la organización académica. México
D.F.: Nueva Imagen. 1983.
2 OSSENBACH SAUTER, Gabriela,
“Estado y Educación en América Latina a partir de su independencia (siglos XIX
y XX)”. Revista Iberoamericana de Educación. Madrid, España: OEI. Número 1.
Enero-Abril (1993).
3 Véase a modo de ejemplo
SARMIENTO, Domingo F. Facundo o Civilización y Barbarie en las Pampas
Argentinas. Nueva York, 1868. Disponible en: http://books.google.com.ar
4 Véase CORNBLIT, O.; GALLO, E; y
O'CONNELL, A. “La Generación del 80 y su Proyecto: Antecedentes y
Consecuencias”. En Desarrollo económico vol. I, N° 4. Buenos Aires: IDAES.
1962. También BRUNO, Paula. “Un balance sobre los usos de la expresión
generación del ‘80, 1920–2000”. Documento de trabajo N° 34. Departamento de
Humanidades. Buenos Aires: Universidad de San Andrés. Enero 2005.
5 Véase CUCUZZA, R. et al. El
sistema educativo argentino. Buenos Aires: Ed. Cartago. 1985; PUIGGRÓS, Adriana
(dir.). Sujetos, Disciplina y Currículum en los orígenes del sistema educativo
argentino. Buenos Aires: Editorial Galerna. 1990.
6 Hablar de las universidades en
América Latina, antes del siglo XX es hablar de las que había en los países de
colonización española, ya que en Brasil sólo comienzan a existir a partir del
siglo XX. Por otra parte, preferimos América Latina a Iberoamérica, por ser un
término de uso frecuente a partir de la década de los ’60 y ’70 del siglo XX,
con una nueva recuperación del proyecto común, más inclusivo y dando cuenta de
las múltiples identidades que se forjaron en el espacio americano no
anglosajón, contra el cual se erige esta construcción identitaria
latinoamericana.
7 En 1636 fue fundada la
Universidad de Harvard con el nombre de Harvard College, creada según el modelo
de Cambridge y por la acción conjunta de un particular (John Harvard) y la
legislatura colonial de Massachusetts.
8 Real y Pontificia Universidad
de Santo Tomás de Aquino (actual Universidad Autónoma de Santo Domingo), en la
actual República Dominicana en 1538; Universidad Mayor de San Marcos en Lima,
Perú y la Real y Pontificia Universidad de México (actual UNAM), ambas en 1551;
Universidad Tomista de Santafé, Nuevo Reino de Granada (actual Universidad
Santo Tomas) en Bogotá, Colombia en 1580; la Universidad de Córdoba (Colegio
Máximo en sus inicios) en Argentina en 1613 (aunque obtiene una bula papal
recién en 1621); la Universidad Mayor de San Francisco Xavier en Chuquisaca,
actual Bolivia y Real y Pontificia Universidad de Mérida en México, ambas en
1624; Colegio Mayor de San Bartolomé, devenido luego Universidad Javeriana en
1621 y Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario luego Universidad del
Rosario en 1654, ambas en Bogotá, Colombia; Real y Pontificia Universidad de
San Carlos Borromeo de Guatemala en 1676; Real y Pontificia Universidad de San
Cristóbal de Huamanga (actual Universidad Nacional de San Cristóbal de
Huamanga), en Ayacucho, Perú, en 1677; la Universidad de San Antonio Abad del
Cusco, en Perú en 1692; Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La
Habana, en Cuba, y Real y Pontificia Universidad de Caracas (actual Universidad
Central de Venezuela), ambas en 1721; Real Universidad de San Felipe (actual
Universidad de Chile) en Santiago de Chile, Chile, en 1747; Universidad de
Guadalajara, en México, en 1791; Universidad de Mérida, en Venezuela, en 1806 y
Universidad de León, en Nicaragua, en 1813. Se han considerado sólo las que no
fueron extinguidas, incluyendo a aquellas que dejaron de existir por un tiempo
y luego continuaron. Véase GARCÍA GUADILLA, Carmen. Pensadores y forjadores de
la universidad latinoamericana. Caracas: IESALC-UNESCO/CENDES/bid & co.
Editor. 2008.
9 RODRÍGUEZ CRUZ, Águeda.
“Protagonismo de la Universidad de Salamanca en los pensadores y forjadores de
las universidades hispanoamericanas”. En GARCÍA GUADILLA, Carmen. Pensadores y
forjadores de la universidad latinoamericana. Caracas: IESALC-UNESCO/CENDES/bid
& co. Editor. 2008.
10 RODRÍGUEZ CRUZ, op.cit.
11 GARCÍA GUADILLA, op.cit.
12 OSZLAK, Oscar. La Formación del Estado Argentino. Buenos
Aires: Editorial de Belgrano. 1985, pág. 33.
13 Al respecto, véase BERMANN,
Gregorio, Juventudes de América, Buenos Aires, Losada, (1946); KOHAN, Néstor.
Deodoro Roca, el hereje, Buenos Aires: Ed. Biblos (1999); LAPOLLA, Alberto J.
“La Reforma Universitaria de junio de 1918 y su Impronta Universal”, En Revista
La Memoria de Nuestro Pueblo. Buenos Aires. Julio (2004); entre otros.
14 El movimiento reformista solía
referirse a algunos destacados intelectuales como "Maestros de la
Juventud" a partir de haberlos declarado así en el Primer Congreso de
Estudiantes Iberoamericanos en México, en 1925. Entre ellos se encontraban José
Martí, José Vasconcelos, José Enrique Rodó, Miguel de Unamuno, José Ingenieros,
Alfredo Palacios,, Manuel González Prada, entre otros.
15 La Gaceta Universitaria. Año 1
N° 10, página 3. Cita de R. Darío extraída de “Salutación del Águila”.
16 MARTÍ, José. La Revista
Ilustrada de Nueva York, 10 de enero de 1891. Fuente: http://es.wikisource.org/wiki/Nuestra_América
17 MARTÍ, José. Carta a Manuel
Mercado. Fuente: http://es.wikisource.org/wiki/Carta_a_Manuel_Mercado
18 GONZÁLEZ PRADA, Manuel.
"Nuestros indios". En Horas de Lucha, Lima, (1908). Fuente: http://www.paginadigital.com.ar/articulos/2005/2005terc/educacion/nuestros-indios-030905.asp
19 VASCONCELOS CALDERÓN, José.
“La raza cósmica”. En Obras Completas, t. II, México: Libreros Mexicanos, 1958,
p. 903-942. Fuente: http://www.analitica.com/Bitblio/jose_vasconcelos/raza_cosmica.asp
20 RODÓ, José Enrique. Ariel. Fuente: http://es.wikisource.org/wiki/Ariel
21 RODÓ, op. cit.
22 UGARTE, Manuel. “El peligro yanqui”, En El País. Buenos
Aires, 19 de octubre de 1901. Fuente: http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/argentina/ugarte.htm
23 INGENIEROS, José. El hombre mediocre. Madrid, Porrúa
(1913). Fuente: http://www.utopiavirtual.com/doc/mediocre.pdf
24 GARCÍA GUADILLA, op.cit.
25 DEL MAZO, G. El radicalismo:
ensayo sobre su historia y doctrina. Buenos Aires: Ediciones Gure (1957).
26 PUIGGRÓS, Adriana (dir.).
Escuela, Democracia y Orden (1916-1943). Buenos Aires: Editorial Galerna.
(1992), pág. 34.
27 KROTSCH, Pedro. Argentina. En
GARCÍA GUADILLA, Carmen. Pensadores y forjadores de la universidad
latinoamericana. Caracas: IESALC-UNESCO/CENDES/bid & co. Editor. (2008).
28 Véase BUCHBINDER, Pablo.
Historia de las Universidades Argentinas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
(2005); CIRIA, A., SANGUINETTI, H. La reforma universitaria. Buenos Aires:
CEAL. (1987); CÚNEO, D., DEL MAZO, G. La reforma universitaria. Caracas:
Biblioteca Ayacucho. (1978); PORTANTIERO, Juan Carlos. Estudiantes y política
en América Latina. El proceso de Reforma Universitaria. México D.F.: Siglo XXI.
(1978); entre otros.
29 La Gaceta Universitaria. Año I
N° 9 página 1.
30 “…la Ciencia, frente a estas
casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio
burocrático”. Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria. La Gaceta
Universitaria. Año I, Nº 10, pág. 1
31 “…estamos pisando sobre una
revolución, estamos viviendo una hora americana”. Ibíd.
32 TEDESCO, Juan Carlos.
Educación y sociedad en la Argentina (1880-1945). Argentina. Siglo XXI. 2003.
33 LAPOLLA, op. cit..
34 Manifiesto Liminar, op. cit.
35 Ibíd.
36 Ibíd.
37 Ibíd.
38 Véase KOHAN, op. cit., entre otros.
39 La Gaceta Universitaria. ño I, Nº 10, pág. 3
40 BERMANN, op. cit.
41 Allí es donde se produce la
declaración de “Maestros de la Juventud” ya citada
42 PORTANTIERO, op. cit.
43 Sin que la presente
enumeración sea taxonómica, podemos citar los casos del considerado padre de la
Reforma Universitaria, Deodoro Roca, Homero Manzi y Alfredo Palacios en
Argentina; Darcy Ribeiro en Brasil; Pablo Neruda en Chile; Rodrigo Facio en
Costa Rica; Germán Arciniegas en Colombia; Miguel Ángel Asturias en Guatemala;
David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y el propio Vasconcelos en México; Víctor
Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui en Perú; así como Rómulo
Betancourt en Venezuela; son algunos de los más reconocidos protagonistas e
hijos de la Reforma Universitaria en sus primeros años de vigencia.
45 MARIÁTEGUI, José Carlos. 7
Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana.Empresa Editora Amauta S.A.,
Lima, Perú. (1996).Fuente: http://www.yachay.com.pe/especiales/7ensayos/ENSAYOS/Ensayo4A.htm
46 PONCE, Aníbal. “Condiciones para
la Universidad Libre”. Discurso pronunciado el 17 de junio de 1935. Fuente: http://www.labravo.com.ar/Politicas/IdRef/APonce.htm
47 LAPOLLA, op. cit.
48 PEDRÓ, Fernando. “Deodoro Roca.
Entre influencias y olvidos”. En Revista Asterión XXI. Buenos Aires. N°4.
(2002). Disponible en: http://www.asterionxxi.com.ar/numero4/deodororoca.htm
49 LAPOLLA, op. cit.
50 El caso del peronismo en
Argentina es notorio al respecto. Véase PITTELLI, Cecilia y SOMOZA RODRIGUEZ,
Miguel. “Peronismo: Notas acerca de la producción y el control de símbolos. La
historia y sus usos”. En: PUIGGRÓS, Adriana (dir.). Discursos pedagógicos e
imaginario social en el peronismo (1945-1955). Tomo VI. Buenos Aires: Galerna.
(1995); entre otros.
51 Véase SCHMUCLER, Héctor. El
Cordobazo, la Universidad, la memoria. Buenos Aires: Estudios. (1994).
El origen histórico de los gobiernos en que vivimos.También sucede en Perú.
Qué es REALMENTE la democracia?
Discurso de Octavio Paz En La Entrega Del Premio Nobel 1990
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