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Luis Arce Borja, vocero de
Sendero Luminoso en los años de la guerra interna, y director de El Diario, ha
publicado en 2009 Memoria de una Guerra. Perú
1980-2000.Dicho texto es una reflexión que tiene mucho de personal y de
unilateral sobre los acontecimientos del proceso peruano que conllevó al Perú a
su etapa más tenebrosa. Aunque debo considerar que la obra en sí tiene cierto
valor histórico para comprender la visión de una de las partes del conflicto.
Llámenle la versión de los “vencidos” si quieren, pese que reducir los hechos históricos
en vencedores y vencidos siempre nos ha parecido una aberración mistificadora,
un artificio de mala literatura de quienes prefieren no ver la realidad.
Ahora bien , Memoria de una Guerra nos narra todos los acontecimientos acaecidos
en el conflicto interno sobre aspectos poco conocidos y que no han sido
considerados por ciertos historiadores contemporáneos que prefieren los hechos
de la superficie para suscribirse al prejuicio internacional de estigmatizar de
terroristas a un sector de la sociedad según el esquema preconcebido de Yanquilandia.(Uno
de ellos -por mencionar , porque existen varios de la misma especie en el
mercado de libros - es Historia del Perú Contemporáneo.
Desde las luchas por la independencia hasta el presente (1ra Ed.
1999.Instituto de Estudios Peruanos) de Carlos Contreras y Marcos Cueto. El
texto es analítico, sucinto y bien podría ser un manual para tener una panorama
de la historia del Perú pero no es un estudio sistemático de la historia del
Perú de ahí que está lleno de lagunas. Y una de ellas la encontraremos en el
periodo 1980-2000.De modo que , pretender que sea LA historia del Perú es algo
que no convence a sabiendas que encontraremos siempre versiones contrapuestas y
partes en conflicto. Y la tarea de los historiadores debería ser también comprender
a las partes y a los que hacen la historia).
Y bien, Memoria de una Guerra nos acerca a la versión negada de la historia
del Perú del periodo que ya mencionamos pero es también una autocrítica al
senderismo y el pensamiento Gonzalo. Especialmente puedo dar cuenta que el capítulo
octavo de la obra Crítica al Pensamiento Gonzalo Págs.
345-396 es una de las criticas contundentes para deslindar de Guzmán y su desviación
derechista que llevó al PCP a la violencia descontrolada como doctrina,la
incomprensión del maoísmo ,la improvisación pragmática ,la tergiversación del
marxismo,el endiosamiento y sujeción al líder,la verdad absoluta como verdad
universal incuestionable, el personalismo ,el culto al jefe,el dogmatismo,el
autoritarismo,el patriarcalismo,la falta de crítica y autocrítica al interior
del dirigencia ,la anulación del centralismo democrático ,el verticalismo ,etc.
En dicho capitulo Guzmán es equiparado a Lin Piao , quien
representó la infiltración derechista al interior del partido comunista chino que
conllevó a la tergiversación de las directivas de Mao,al burocratismo y
afianzamiento del principio de autoridad ,y más preciso ,de la autoridad de Mao
por sobre todas las cosas.
Pero las intenciones de Borja que
si bien pueden ser buenas hasta cierto respecto porque pocos se han atrevido a
realizar una reflexión del proceso peruano de 1980-2000 con una perspectiva crítica
y así comprender los intrincados hechos históricos y de los actores sociales,tiene
un aspecto que el autor no menciona.Deciamos que la obra tiene de personal y
unilateral porque es la versión de una de las partes del conflicto ,y esto los
podemos afirmar porque Arce Borja fue vocero de Sendero Luminoso pues dirigía y
dirige El Diario,que en su momento
apoyó a sendero y que ahora tiene una versión
en internet bajo el nombre de El diario
internacional donde realiza una labor comprometida con las causas del
pueblo de crítica social ,y haciendo a su vez, una consciente amnesia de lo que
él apoyó y formó parte. Borja si bien deslinda de Guzmán y sus aberraciones ideológicas,
no deslinda del maoísmo y ahí está el error de este vocero especialista en
entrevistas del siglo. Por nuestra parte solo decimos que la crítica de Guzmán solo
será una crítica más contundente si es además una crítica a Mao, y la versión marxista
del mismo. Sin este procesamiento crítico y necesario de ideologías del siglo XX,
no será posible en el futuro superar y corregir ciertas prácticas políticas que,
en definitiva han conllevado a aberraciones como lo muestra nuestra historia.
La crítica de Borja al pensamiento Gonzalo es solo en torno a la exterioridad
del pensamiento de Mao en contraste con la historia y los clásicos del
marxismo. El autor solo se limita en muchos párrafos a realizar una analogía entre
lo que hizo Guzmán y lo que Mao postulaba llegando a puntos en los cuales hace
un deslinde absoluto del primero sin cuestionar al segundo, razón por la cual
Mao quedaría como perfecto e incuestionable, divinizado. Ante esto Borja pretende
que haciendo un deslinde de Guzmán, es posible continuar con el maoísmo “inmarcesible”,
vigencia forzada muy al estilo de Eduardo Ibarra.Este último escribió en 2013, Mao y
Mariátegui , un breve estudio comparativo
que deja mucho que desear porque equipara a los dos autores y pensadores políticos
con un claro sesgo senderista lleno de falacias y arbitrariedades. Y no son
gratuita estas afirmaciones pues en la página 92 encontramos la arenga muy del
estilo y gusto senderista TOMAR LA VERDAD UNIVERSAL COMO GUÍA, EL PENSAMIENTO DE
MARIATEGUI COMO BASE Y LA SITUACION ACTUAL COMO CENTRO. Sustituyan donde dice Mariátegui
y coloquen Gonzalo y pongan maoísmo donde dice la situación actual y veremos
que es sendero. Y a estas alturas sería trillado citar las obras de David
Sobrevilla donde está bien claro las características peculiares del marxismo de
Mariátegui, sobre todo porque existen marcadas diferencias que tienen que ver
con la formación cultural e ideologica y porque la realidad peruana siempre será
muy diferente a la realidad china.
Por otra parte,tal vez quién ha
hecho la crítica en torno a la interioridad del pensamiento de Mao es Slavoj
Zizek.Este autor tiene muchas sutilezas al momento de abordar un autor.Las
contribuciones de Zizek a la filosofía y al marxismo no se pueden todavía
evaluar porque se incrementa cada día en productividad y en profundidad .Sin
embargo para el tema que estamos abordando es preciso señalar que Zizek está
haciendo una reevaluación del marxismo para lo cual es necesario una crítica
sostenible y ostensible si es que se pretende que el marxismo tenga una opción
en el futuro.Para ello solo mencionare que Repetir Lenin , Robespierre.Virtud y terror,
Trotsky. Terrorismo y comunismo, Mao sobre la práctica y la contradicción
son textos obligatorios para los que buscan repensar creativamente el marxismo.Sobre
todo porque encontraremos estudios críticos y reevaluativos de Zizek al
marxismo .El último de los textos que señalamos es conocido también bajo el nombre
Mao
Tse Tung, el señor marxista del desgobierno.En este libro encontramos una crítica filosófica al
pensamiento de Mao. Acaso por la satisfactoria critica al maoísmo ,este libro
nos ha dejado la sensación que el autor es un conocedor de la filosofía alemana
, especialmente de Schelling,Hegel ,Marx,Marcuse y una diversidad de autores clásicos.En
otra oportunidad lo abordaremos extensivamente solo señalaremos que una de las críticas
a Mao tiene que ver con su afán de reducir los tres principios filosóficos categoriales
del marxismo a uno. Dicho afán tiene consecuencias teóricas catastróficas que
se manifestarían en la realidad y en la praxis política llevada a cabo por Mao.Como
se sabe las tres categorías principales de la dialéctica marxista son: 1.-Unidad
de los opuestos; 2.-La transformación de la cualidad en cantidad y viceversa y;
3.- Y la negación de la negación. Mao en polémica con Engels, solo reconoció el
primero o redujo las tres categorías a la unidad de los contrarios, rechazando
la negación de la negación como una de
las leyes de la dialéctica universal. Al hacer esto no comprendió bien en qué
consiste la síntesis dialéctica. Tan es
así que el autor – me refiero a Zizek - se permite afirmar que el capitalismo
de estado chino al no llevar a término
la revolución cultural (en su aspecto positivo) sobrevino la restauración
capitalista y la toma del gobierno por la burocracia .Es decir no hubo negación
de la negación del capitalismo de estado chino para arribar al socialismo. De modo,
que el orden actual chino es una derivación teórica del pensamiento de Mao. El
capitalismo chino ha mantenido al partido “comunista” en el poder porque es el
orden perfecto establecido por Mao , un orden sin negación de la negación , muy
acorde con el pensamiento maoísta .En suma,
lo que Mao habría hecho no es más que la versión oriental del marxismo , una
especie de marxismo confuciano ,a la asiática,con una visión cósmica y no filosófica
de la realidad ,un marxismo que fue gobernado en su momento por el mandarín
rojo bastante tirano como para hacer morir de hambre a millones de personas a
finales de la década de 1950.Actidud que resulta aterrador ,pero paradójicamente
según Zizek ,este terror no es nada menos que la condición de la libertad.
MEMORIA DE UN GUERRA.PERÚ 1980-2000
CAPITULO Octavo
CRÍTICA AL “PENSAMIENTO GONZALO”
El “pensamiento Gonzalo” es la parte más controvertida del proceso
armado que se desarrolló en Perú desde 1980 hasta cerca del año 2000. Este “pensamiento”
conceptualizado al interior del Partido Comunista del Perú (PCP) como “la “gran
luz de nuestra ideología” o aplicación de la “verdad universal” a la situación
concreta del Perú poco a poco alcanzó un rango doctrinal y fue caracterizado
por su propio autor como “ideología específica” o “arma principal” en el
proceso armado dirigido por el Partido Comunista del Perú (PCP). (1). Abimael Guzmán,
para no quedarse rezagado de su “pensamiento”, se ha presentado como el
legítimo “continuador” de Marx, Lenin y Mao Tsetung. El más grande marxista-leninista-maoísta vivo en
la tierra, dijeron de él sus partidarios. En 1988 este “pensamiento”, se
incluyó en el programa partidario, y ello sirvió para que este partido se convirtiera
en una organización constreñida a la dirección de un jefe absoluto y venerado a
quien los militantes estaban obligados a expresar fidelidad y “sujeción plena e
incondicional”. Este problema, eminentemente ideológico, que durante el proceso
armado adoptó lacategoría de “aplicación magistral del marxismo” constituyó sin
duda alguna la principal desviación ideológica política en el PCP, y fue el
factor fundamental para la derrota de la lucha armada. El “pensamiento
Gonzalo”, en términos del pensamiento revolucionario, no tiene antecedentes en
la historia de la lucha social revolucionaria y menos en la trayectoria
histórica del marxismo. En Perú cuando se habla del pensamiento de José Carlos
Mariátegui esta referido a su conocimiento del marxismo,como concepción científica
del mundo y a su aplicación en el caso concreto del Perú. Pero ello no supone
que el conocimiento marxista de Mariátegui se independice con su propio valor
doctrinal del conjunto de la teoría marxista. En toda la obra teórica de este
eminente comunista peruano no hay la más mínima referencia a un determinismo
rígido para identificar un supuesto “marxismo-leninismo, pensamiento Mariátegui”.
No existe tampoco una sola anotación donde se promocione sus ideas políticas
(pensamiento) a síntesis magistral del marxismo “aplicado a la situación
peruana” que bien pudo serlo, pero que él personalmente nunca lo presentó así.
Mariátegui, junto con decir que las “revoluciones no eran ni calco ni copia”
(oposición al dogmatismo y al mecanicismo vulgar) nunca conceptualizó su
conocimiento teórico, como si se tratara del capitulo final de la ciencia
marxista. Al contrario Mariátegui defendió la universalidad y el carácter
dialéctico de esta ciencia. En razón de ello fue opuesto a encasillar dogmáticamente
esta teoría a los parámetros sociales de un país. Junto a ello, Mariátegui
señalo muchas veces, que la doctrina socialista era “adversa a toda formula de
populismo demagógico y de caudillismo personalista” (2).
La materialización del pensamiento Gonzalo tiene lugar en un
periodo que abarca un poco más de 20 años, y en su desarrollo, confluyen causas
históricas-políticas propias de una izquierda incipiente y truncada en su
relación con el proletariado y las aspiraciones reivindicativas de esta clase.
En un primer momento se presentó como “pensamiento guía”, después se
convirtió en “pensamiento guía del Presidente Gonzalo” y finalmente se transformó
en “pensamiento Gonzalo” a secas. El transito conceptual de este pensamiento
seria, hablando del Perú, de Mariátegui, a Mao y de ahí al pensamiento Gonzalo.
En los inicios de la década del 60, los activistas de la reconstrucción del PCP,
en cuya cabeza estaba Abimael Guzmán, solo reivindican el marxismo-leninismo.
Aun no se habla ni de pensamiento Mao Tsetung, ni de maoísmo. La consigna es
“retomar el camino de Mariátegui”. En 1965 se señalaba que la base ideológica
del partido era el “marxismo leninismo y que nunca se debió abandonar la línea
de Mariátegui”. (3). “Reivindicar a Mariátegui”, se dice (4). En 1968 Guzmán
llama a defender la “vigencia del pensamiento de Mariátegui”, señalando que los
comunistas peruanos tenían que seguir “el camino de Mariátegui” a quien se
califica de “hombre luminoso no hay otro de esa talla…es una fuente de luz…o
entronizamos el pensamiento de Mariátegui o el pueblo no avanza” (5). Después se trasforma en
“marxismoleninismo- pensamiento Mao Tsetung” (se elimina de la lista a
Mariátegui). De ahí se pasa a la etapa semifinal, cuando el pensamiento Mao
Tsetung se convierte en maoísmo, y con ello el camino queda libre para agregar
el “pensamiento Gonzalo. De esa manera como remate culminante el discurso queda
estructurado bajo el concepto de “marxismo-leninismomaoísmo, pensamiento
Gonzalo.Con el pensamiento Gonzalo, ocurre algo parecido a lo que según la
critica de Engels, había ocurrido con la filosofía alemana que se presentaba como
si habría descendido del cielo sobre la tierra completamente acabada. Como si
se tratara de la síntesis finita de todo el conocimiento producido por la
humanidad. El “pensamiento Gonzalo”, como paradigma de una deformación política
en el Partido Comunista del Perú (PCP),germina en un terreno social y político propicio para el
surgimiento de caudillos, jefes o ideólogos egocéntricos contrarios a una línea
marxista en el movimiento por el socialismo. Algunas de sus causas se
relacionan al tardío desarrollo económico del país en el que coexiste un incipiente
capitalismo dependiente con una estructura agraria semifeudal. Se vincula también
al deficiente desarrollo del marxismo en el seno de la clase obrera y a la
perniciosa influencia de la pequeña burguesía intelectualizada en seno del
proletariado. En los años 70 los activistas de los partidos
“marxistas-leninistas”, que después se convertirían en Izquierda Unida (IU) un
conglomerado electoral, que se introducen masivamente en sindicatos y
organizaciones populares. Salvo el gran esfuerzo realizado en 1928 por José
Carlos Mariátegui para fundar un verdadero partido revolucionario, no existe en
Perú ningún antecedente que muestre que algún líder o grupo político de
izquierda o de derecha haya realizado tentativas para estructurar una organización
política exenta de caudillismo, burocratismo y otras lacras individualistas. El
panorama político peruano es ilustrativo de esta situación calamitosa. Por el
lado de la derecha, basta mencionar al Partido Aprista (Apra), organización vertical
y prepotente, cuyos militantes dogmáticos y al borde del histerismo, rendían
culto mesiánico a su fundador Víctor Raúl Haya de la Torre. Acción Popular (AP)
desde su origenes una organización en la que sus dirigentes actúan no como líderes
políticos, sino más bien como jefes de empresa. Mismo en la izquierda existe
este problema. Un ejemplo de ello es cualquier organización política de la
izquierda legal, cuyos orígenes están relacionados a la ambición electoral de
sus dirigentes fundadores.
La personalidad en la historia
Y EN LA LUCHA SOCIAL
Hay dos criterios ideológicos para referirse a la personalidad en
el curso de la historia social. Un criterio se refiere a ubicar a la
personalidad como un genio, algo extraordinario, magistral y fuera de lo
normal. Se le extrae prácticamente del terreno real y objetivo, para colocarlo
como hacedor de la historia.Bajo este concepto, el individuo es excepcional y
su rol en el proceso social es insustituible. Este planteamiento es subjetivo y
contrario a la dialéctica y en el plano estratégico sirve a los grupos de
poder. En este caso el “magistral jefe”, deviene un caudillo y se apodera de la
organización y del proceso revolucionario.El otro punto de vista en torno a la
personalidad, corresponde al materialismo histórico. Aquí la personalidad cumple
un rol activo en el proceso histórico-político, pero no es el factor
determinante. Lo fundamental, lo esencial es el desarrollo de las fuerzas
productivas, las relaciones de producción, y la lucha de clases. En este
sentido, decía, Plejanov, la personalidad puede influenciar el desarrollo del
proceso social, pero “él verdaderamente, no puede hacer la historia” (6). La
personalidad en la historia ha sido un problema que el materialismo histórico
ha tratado con rigurosidad, y sus conclusiones constituyen una ruptura con
tesis idealistas que sobredimensionan el papel del individuo en el proceso de la lucha
social. Para la doctrina marxista, el destino de un proceso social no depende
de la acción individual del jefe por muy genio y talentoso que sea éste. Lo
fundamental es la acción política de las masas y del pueblo. El mismo Hegel
(Filosofía de la Historia) a pesar de su determinismo religioso admite que la
historia mundial es en sí el proceso de la “conciencia hacia la libertad” que
tienen los pueblos, donde los grandes hombres son apenas instrumentos del
desarrollo histórico. No es como decían los teóricos de la pequeña burguesía en
los siglos XVII y XVIII, de que los grandes hechos históricos y los movimientos
sociales dependían de los héroes y de los grandes jefes (7). La doctrina
marxista toma en cuenta el rol de la personalidad en la lucha de clases y en la
revolución social, pero antes de ello destaca el papel histórico-estratégico de
las masas, sobre todo del proletariado, cuya lucha por el socialismo se relaciona
a las condiciones materiales de la sociedad, principalmente a la producción de
bienes materiales y a la lucha de clases. Ya en el Manifiesto Comunista
publicado en 1848 se señala que las proposiciones teóricas de los comunistas
hacia las masas no eran “ideas o principios forjados o descubiertos por un
redentor”. Y que los comunistas defendían la causa obrera, no desde el punto de
vista de la pequeña burguesía, sino de las nuevas condiciones históricas cuya
base material había creado el socialismo científico. Si habría que construir una
escala política, o un parámetro jerárquico de los actores del proceso social y
de la lucha por el socialismo, el rol principal le corresponde a las masas
oprimidas (las masas hacen la historia), y fundamentalmente al proletariado
industrial. En esta particularidad de los procesos sociales actúan los jefes del
proletariado pero no con un rol político absoluto y único en el proceso, sino
más bien como parte del desarrollo de la lucha de clases. Si en esta jerarquía
se ubica en primer lugar al jefe, antes de la clase obrera organizada en su
propio partido político, se regresaría a épocas remotas de los héroes tipo Robin
Hood, cuando por falta de conocimiento científico y por intereses de las clases
de la época, se creía que las luchas sociales y el cambio de sociedad estaban
impulsadas por los grandes hombres quienes habían nacido predestinados para este
cometido histórico.
Cuando Engels afirmaba que los grandes hombres “surgen por
necesidad y casualidad” históricas no se colocaba ni él ni Carlos Marx como
ejemplos culminantes de este fenómeno social. Por el contrario, Marx fue
opuesto a todo personalismo y culto a la personalidad en las organizaciones
obreras en las que participó. Marx anotó, que mientras existió la Primera Internacional
(1864-1876) no permitió que se diera a la publicidad los numerosos escritos
reconociendo sus méritos. Diceque ello le perturbaba y que “ni siquiera los contestaba y solo
alguna que otra vez daba cuenta de ellos”. Engels y yo ingresamos en la Liga
secreta de los comunistas bajo la condición de que se suprimiera en sus estatutos
todo lo que contribuyera a fomentar la supersticiosa devoción a la autoridad,
decía Marx (8.). Por su parte, Engels relaciona el rol de los grandes hombres a
las leyes objetivas del proceso social (necesidad y casualidad) y a los
acontecimientos económicos (base material) afirmando: “El hecho que surja uno
de éstos hombres precisamente en un momento y en un país determinado, es naturalmente,
una pura casualidad. Pero si lo suprimimos se planteará la necesidad de
reemplazarlo, y aparecerá un sustituto, más o menos bueno, pero a la larga
aparecerá” (9).Lenin luchó muchas veces contra las concepciones anticientíficas
que sobredimensionaban la personalidad en el proceso social y que negaban el
rol dirigente y fundamental de las masas, principalmente del proletariado.
Durante todo el proceso de formación del Partido Comunista de Rusia, Lenin y los
bolcheviques desarrollaron una gran batalla ideológica contra los populistas
agrupados en el grupo “Voluntad del Pueblo” (Narodnaia Volia) que se reclamaban
partidarios del socialismo, pero propugnaban equivocadamente la teoría de los
"héroes" activos y la "multitud" pasiva. A partir de esta teoría
metafísica y pequeño burguesa los populistas creían que la lucha por el
socialismo en una Rusia era una cuestión de destacados individuos, los héroes”,
y que las masas solo tenían que seguir a estos jefes que se presentaban como personajes
iluminados de lucha social.Para los populistas rusos, la historia y la lucha por el cambio
social era un asunto, no de la lucha de clases y de leyes objetivas de la
sociedad, sino de la acción y voluntad de personalidades destacadas. De esta
manera se negaba el papel de las masas oprimidas, no se tomaba en cuenta el rol
del partido revolucionario, y sobre todo se desconocía la ubicación histórica
del proletariado en la lucha por el socialismo. De esta confusión, los
principales beneficiarios eran los poderosos zares, los feudales y las clases ricas.
EL “PENSAMIENTO GONZALO”
Y EL
CULTO AL JEFE
El “pensamiento Gonzalo”, aunque incipientemente se origina en
los primeros años de la década del 60 y alcanza su punto más alto en el primer
Congreso de este partido realizado en Lima el año 1988 cuando es integrado al
programa del partido. Este “pensamiento”, como corriente contraria al marxismo
resume una desviación ideológica desde el punto mas extremo de la izquierda, y
encubre su naturaleza en la necesidad de luchar contra aquellos que desde la
muerte de Mariátegui en 1930 se había apoderado del Partido Comunista del Perú
(PCP). Este “pensamiento”, en su desarrollo liquida principios fundamentales de la teoría marxista sobre la construcción
del partido revolucionario, cuyos fundamentos doctrinales están referidos al
centralismo democrático, a la crítica y autocrítica y a la rigurosa disciplina
en base a la democracia partidaria. Estos principios desarrollados por Lenin, recusan cualquier manifestación de caudillos y personalismos que
suplanten la dirección colectiva del partido. Gonzalo, en aplicación de su
“pensamiento”, convierte al PCP en una organización política de carácter personal, y atomizada en torno al culto al
jefe indiscutible, situado por encima de los órganos de dirección y del partido.
Abimael Guzmán ha intentado dar una justificación “teórica” al “pensamiento
Gonzalo”, y para este propósito ha dicho que este pensamiento surge del desarrollo
de la lucha de clases y de la “aplicación del marxismo-leninismo-maoísmo a la
revolución peruana” (10). Esta explicación reiterativa en discursos y textos
oficiales del PCP no aclara la verdadera naturaleza ideológica y la trayectoria
que ha seguido el proceso de instauración de la jefatura de Gonzalo y su pensamiento absoluto. Ideológicamente, el
“pensamiento Gonzalo”, significó la más grande debilidad teórica y practica del proceso armado que se
desarrolló desde 1980 hasta cerca del 2000. Este pensamiento, en apariencia se
mostraba como el lado fuerte de este partido, pero por su esencia subjetiva
constituyó la parte más vulnerable de este proceso. Las “cartas de paz”,
redactadas en 1993 por Gonzalo y el Comité Central desde las prisiones en la que
participó Vladimiro Montesinos como jefe del Servicio de Inteligencia Nacional
(SIN) y agente de la CIA, se sustentaron precisamente en la falla ideológica que existía en la más alta instancia
de dirección del Partido Comunista del Perú (PCP), en cuyo centro gravitaba como
único elemento de dirección partidaria Abimael Guzmán. La lealtad y “sujeción”
que expresaba la militancia a Gonzalo, como se vio en la práctica, no
significaba una lealtad al marxismo ni siquiera al partido, sino más bien al
jefe único. De esta manera el destino del partido y del proceso ya no dependía
de la fortaleza del movimiento histórico de las clases oprimidas, sino más bien de la decisión
y voluntad del jefe absoluto. Los mismos organismos policiales, así como otras
instituciones que se involucraron, directa o indirectamente, en el conflicto
armado, concluyeron que la parte mas débil de este partido radicaba en la relación
jefe-militancia que imponía Gonzalo y en la “autoridad absoluta” que éste tenía
sobre los militantes que asumían, no el papel de militantes, sino más bien de
fieles discípulos” o seguidores de un personaje mítico. Así para el Instituto
de Investigación para la Defensa Nacional (RAND) de los Estados Unidos, Sendero
Luminoso no era otra cosa que un movimiento que reflejaba la personalidad de
Abimael Guzmán, y que sus seguidores aceptaban sin discusión sus puntos de
vista y que cumplían sus órdenes de manera incondicional. Para la Rand, “Una
relación de esta naturaleza produciría una gran unidad interna”, pero agregaba, “tiende a
limitar el papel de la dirección de segundo o tercer orden de la organización”,
y es aquí decía esta institución, donde radica la mayor “vulnerabilidad de
Sendero en caso de muerte o captura de Abimael Guzmán” (11). Otra opinión al
respecto proviene de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) que en su
informe final del 28 de agosto del 2003, señala que Sendero Luminoso, es una
organización “construida en torno al culto a la personalidad de Abimael
Guzmán”, y ello dice esta comisión, fue un factor “muy importante para lograr
la cohesión interna del PCP-SL, pero se convirtió en su talón de Aquiles cuando
cayó preso en 1992” (12). La adoración a Gonzalo se trascribió en el discurso
cotidiano,en documentos políticos del Partido y también en la literatura y
poesía partidaria. «El viaje hacia el mar”, se llama un cuento escrito por la
camarada Myriam, numero dos en el Comité Central del PCP y esposa de Gonzalo,
además de miembro del Comité Permanente Histórico de este partido. Ese cuento cargado
hasta el tope de subjetivismo refleja el espíritu y la forma en la que fue
reconstituido este partido en la década del 60. El cuento expresa la oscilación
ideológica de la dirección de este partido que se bambolea entre planteamientos
típicamente idealista y posiciones políticas arcaicas de las épocas cuando aun
no existía ni el proletariado ni el marxismo. En esta fábula se transforma en
literatura la vieja concepción política del clan familiar donde el padre no es
otro que Gonzalo. La trama esta construida por una trilología cuyos elementos son,
el papá (el presidente Gonzalo), los hijos (la militancia partidaria), y el
camión (el Partido). La figuración es simple, pero representativa de los
criterios políticos subjetivo impuestos por la cúpula del Partido Comunista del
Perú, y la forma patriarcal que se instaló como sistema de dirección. En este
cuento, la lucha que se desarrollo entre la capitulación y aquellos que planteaban
proseguir la lucha armada. El océano que se encuentra a un costado de la
cordillera de los andes aparece como el comunismo. Para llegar a esta meta había
que viajar en un camión, el solo medio de transporte válido, pero
lamentablemente el único que podía conducir el vehiculo es el padre, su creador
y sin él todo estaba perdido. “Avanzaron conducidos por el padre sabio y tenaz,
firme y decidido”, si dice en el texto. El camino lleno de peligros,
“escarpado, sinuoso y el frío de la tormenta los acechaba golpeándolos implacablemente”.
Y cuando estaban cerca de la meta (el mar), la “neblina espesó y el denso
silencio de la puna, una indeseada presencia los detuvo: la patrulla de
caminos, por la negligencia de uno de los hijos, faltaba justamente el documento
que el guardia demandaba. El padre fue así conducido a la prisión”. El camión
se queda sin su conductor, sin el padre. Los hijos inconsultamente,
desobedeciendo al creador, al padre, toman el timón y siguen descendiendo rumbo
al océano, pero, ellos, “aún eran jóvenes”, se dice en el poema, son ineptos
para conducir el vehiculo (el partido) y que no son nada sin la presencia
física del padre, del creador. De esa manera, el camión, ya a la deriva, sin
rumbo, se estrella “contra las rocas y cae al abismo” (13). Este cuento,
transfigura un proceso social, el mismo que es interpretado como si se tratara
de un asunto específico de relaciones entre padre e hijos, donde el progenitor,
no sólo es el “creador” de la familia, sino también el que decide el presente y
futuro de los otros. Ninguno de los otros miembros del clan era capaz de forjar
su propio destino apartado de la protección paternal. Una verdadera sociedad de la antigüedad cuando
el patriarca era el guía espiritual de la tribu, pueblos y naciones. Algo así
como Abraham, quien como dice la Biblia, fue padre del pueblo de Israel y quien
convivía con los ángeles y hablaba con dios cotidianamente. Los hijos en esta trama,
solo son personajes inexpertos y desobedientes cuya existencia depende del bien
amado progenitor, y que al final aparecen como los responsables de la
destrucción del camión (el partido). En esta historia el clan familiar pierde a
su guía, al “creador”, y todo se va al diablo. Como en las tragedias griegas un
hombre hace el universo, y fuera de él todo es tiniebla y sufrimiento. La
camarada Miriam, a través de su simpleza literaria nos muestra un problema de
esencia ideológica política grave y profundo inserto en los más altos rangos del PCP,
cuya más alta expresión fue alcanzada en 1993, cuando el papá y la mamá
(Gonzalo y la camarada Myriam), firmaron las cartas de paz y sin problemas
condujeron a su “pueblo” a una vergonzosa derrota.“Tiempo después... las hijas
y los hijos de los hijos del padre, empapados con su luz, condenaron a los
otros, reconstituyeron el camión, reemprendieron el camino y llegaron hasta el mar”
(14). Marcia, una poetiza y guerrillera del PCP, en mayo de 1990 declama un
poema en honor de Gonzalo cuya evocación representaba más una ceremonia litúrgica y no un texto revolucionario. El
poema se refiere a Gonzalo con el mismo lenguaje que usan los clérigos cuando
hablan de Cristo. “Mirad como forma comunistas a su imagen y semejanza,
dichosos los ojos que pueden verle y los oídos que pueden escucharle. Dichosos nosotros
que sentimos tu presencia…Aprender del Presidente Gonzalo, encarnar el pensamiento
Gonzalo” dice Marcia (15). Si a través de Cristo, se transmite la voluntad de
Dios y crea a sus seguidores a “su “imagen y semejanza”, como dicen los textos
bíblicos, Gonzalo lo hace desde su púlpito en la más alta instancia del PCP, y
si los seguidores de Jesús están obligados a encarnar el pensamiento de sus
profetas, el militante del PCP tenia que aprender y “encarnar el pensamiento”
del jefe del partido. En el advenimiento espiritual, se dice: “El poder de la
virtud del señor se transmite enteramente a los apóstoles. Los que habían sido
formados por Adán a imagen y semejanza de dios, reciben ahora de modo perfecto la imagen y
semejanza de Cristo” (16). Gabriel Uribe, autor de la “La Otra Versión. Un
Insólito Sendero Literario” (17), un libro que milita en las “cartas de paz”, absolutiza
el rol del jefe y hace un paralelo literario entre Dios y un Gonzalo en
prisión. El texto es un discurso partidario que bien pudo ser redactado por el
mismo Gonzalo, sitúa el debate político entre una “reconciliación nacional” como parte
del planteamiento respecto a una “solución política a los problemas de la
guerra”, y el llamado “Bloque Escisionista” que desde el interior del PCP se
negó desde un principio a seguir el camino de la capitulación propuesta desde
la prisión en 1993. En el libro se transcribe la discusión entre Rudo, un militante
que esta a favor de la lucha armada (irse contra la corriente) y Catalina, otro
miembro de este partido, que sostiene las “cartas de paz”. Los dos personajes
ficticios en la novela, pero reales en el hecho político, se enfrascan en una agitada
discusión política cuyo eje es seguir o dejar de lado la lucha armada. Para uno
de ellos, Gonzalo es el “creador”, y se dice que sin su “jefatura no se hubiera
hecho esta gesta (la revolución), que sin él no estuviéramos aquí. ...Cómo
prescindir del jefe”, dice Catalina. Porque quienes piensan como tu, argumenta
ella, “renuncian al creador supuestamente por preservar la creación. ¿El creador
del que estamos hablando ha muerto?. ¿Y quien puede tener más autoridad que al
autor para velar por su obra?”.Catalina la defensora de las “cartas de paz” y
de la “reconciliación nacional”, aboga por preservar la unidad partidaria en torno a
Gonzalo. Para dar contundencia a sus argumentos recurre a argumentos teológicos.
Señala que el culto cristiano se preserva en base a seguir el camino legado por
Cristo antes de que lo crucificaran. En su alegato hace un paralelo entre Cristo
y Gonzalo, y anota que el centro de unificación partidaria es la jefatura
(Gonzalo), y en el caso de los cristianos su centro es Cristo, pero como este
está muerto hay problemas en la unidad entre los vicarios. Así entonces, dice
Catalina, pero si Cristo estaría vivo, “aunque sea preso en algún lugar, ¿no sería
para ellos un centro de unificación? en nuestro caso, la otra colina y el
Bloque Escisionista se han dado la mano para ponerle una losa sepulcral al jefe
cuando aun está vivo y ya se las había arreglado para retomar vínculos con la
empresa” (el partido). En este libro, también se recurre a la mítica Odisea de
Homero, para lograr una “alegoría necesaria” y reafirmar la necesidad de la
“sujeción a la jefatura”, y de esa manera alejarse de todas las tentaciones
terrenales, incluidas la voz mágica y femenina de alguna hermosa sirena.
“Ulises para avanzar en su travesía precisó sujetarse al tronco mas firme de su
barca para no sucumbir ante los cantos de las sirenas. Ahí tienen una alegoría
de la necesaria sujeción a la jefatura….”(18).
Si la literatura del PCP ha reflejado esa acentuada veneración hacia
el jefe, no ha sido menos en los textos y pronunciamientos oficiales de los
organismos generados de este partido. Los grandes esfuerzos, sacrificios y la
valerosa resistencia de los prisioneros son calificados, antes que otra cosa,
un mérito del presidente Gonzalo. “Los prisioneros de guerra arrancaron un triunfo
político, militar y moral para el Presidente Gonzalo, el Partido y la
Revolución” (19). En 1992, como se conoce el régimen de Fujimori perpetró una
masacre en el penal de Canto Grande donde fueron asesinados cerca de 100
prisioneros de guerra. A raíz de esta matanza, los prisioneros sobrevivientes emitieron
un comunicado donde hicieron ver que su resistencia se efectuó y encarnó “el
todopoderoso pensamiento Gonzalo y con el insoslayable compromiso de dar la
vida por el Presidente Gonzalo, el Partido y la revolución” (20). Una prisionera
sobreviviente de Canto Grande, escribe un informe para la dirección del Partido
Comunista del Perú. En el texto narra un pasaje dramático de los hechos
dramáticos ocurridos en el penal, y señala que en los momentos más difíciles,
“le agarré fuerte de la mano al compañero G. y le dije: eres forja del
presidente Gonzalo, y él me contestó: somos forja del presidente Gonzalo” (21).
Dar la vida por el presidente Gonzalo”, se convierte en un
rito, y en un honor que pocos mortales podían aspirar. Así por ejemplo, un
prisioneros de la cárcel de Canto Grande narra que la resistencia heroica se había
cumplido, y los prisioneros inmolados, “no vacilaron en cumplir con su
compromiso de dar la vida por el Presidente Gonzalo, el Partido y la
revolución”. En términos pletóricos, dice este sobreviviente “y la luz del
pensamiento Gonzalo, agárrate firmemente a él, nunca te apartes...Ha quedado
plenamente demostrado que ha sido un triunfo del Presidente Gonzalo, del
Partido y la revolución” (22). En un documento partidario publicado en 1993 se
proclama que Gonzalo es “el hombre más grande de esta presente época, querido,
respetado y heroico jefe del Partido y la revolución, continuador de Marx,
Lenin y el Presidente Mao Tsetung”, y en el mismo documento se anota que los
comunistas, son “forja de su forja, temple de su temple, nos enseñó el camino,
la nueva aurora, y nos ha conducido, conduce y conducirá por siempre cogiéndonos
de sus férreas manos hasta el comunismo…” (23). Al final de la resistencia en
Canto, se narra en el libro testimonio “Gloria al día de la Resistencia Heroica”
(primer aniversario), los prisioneros decidieron salir, y “prosiguieron
saliendo dando vivas al Presidente Gonzalo y emplazaron a los miserables a que disparen”
(24). La práctica de sacrificarse y morir por el triunfo y prestigio del jefe,
no proviene de las canteras del marxismo. Su origen es religioso y posiblemente
de esencia fanática. Su práctica más conocida provine del siglo XI una época de
misticismo cuando se enfrentaban en Tierra Santa los guerreros de la
cristianidad y los guerreros del Islam. Los primeros decían que luchaban y
morían por dios y Cristo. Los segundos lo hacían por Alá y el profeta Mohamet.
Es cierto que en las más importantes revoluciones sociales de la historia, como
por ejemplo la Comuna de Paris en 1871, en Rusia en 1917 o en China en 1949, hubo
miles de combatientes que ofrendaron heroicamente sus vidas por la justicia y
la libertad. Pero en ninguno de esos casos, ningún combatiente del pueblo fue
al frente de batalla gritando que moriría por alguno de sus más calificados
jefes revolucionarios. Lenin en 1920, en un discurso dirigido a los combatientes
rusos que partían al frente para luchar contra las tropas extranjeras invasoras,
los arengaba en la “defensa de la patria”, “la defensa del socialismo” y en la
lucha hasta la victoria final para no permitir el regreso de capitalistas y terratenientes
(25).
LIN PIAO Y ABIMAEL GUZMAN
La idea de acentuar un pensamiento absoluto en una organización
revolucionaria no pertenece a la experiencia marxista. Ninguna de las cumbres
del pensamiento marxista propició tal aberración. Hay muchos analistas
políticos que han visto una relación entre el “pensamiento Gonzalo” y la
practica política de Mao Tsetung. Es cierto que Gonzalo intentó reeditar la
revolución china y imitar a Mao, pero en cuanto a la formulación de su
“pensamiento”, habría que decir que en este terreno estuvo más cerca de Lin
Piao y de Ten Sian Pin que de Mao. La influencia mas cercana al desarrollo del
“pensamiento Gonzalo”, es el planteamiento del dirigente chino Lin Piao. Aquí
una breve explicación a este problema: En abril de 1969 se realiza el IX
Congreso del Partido Comunista de China (PCCH), a pesar de la distancia entre China
y Perú, ese evento será decisivo en el futuro del PCP y en la metamorfosis de
la personalidad política de Abimael Guzmán. En ese Congreso, a iniciativa de
Lin Piao, que más adelante intentaría un golpe militar contra Mao Tsetung, se
introduce en los Estatutos del partido el “pensamiento de Mao Tsetung” como el
“marxismo- leninismo de la época”. Ahí se señala que el fundamento teórico que
guía el Partido Comunista de China (PCCH) es el pensamiento de Mao Tsetung. En
el mismo Congreso Lin Piao propone que lo designen como el “más próximo
camarada de armas” de Mao y en razón de ello se le nombra (de acuerdo a los
estatutos) el legítimo sucesor del presidente Mao.
Lin Piao como militante del Partido Comunista de China,
participó junto a Mao en la Larga Marcha. Fue uno de los jefes militares del
Ejército Rojo y luchó contra los japoneses en Manchuria y la ofensiva en 1949,
que derrotó definitivamente a los nacionalistas de Chiang Kai-shek. Tomo parte
en la Guerra de Corea al mando de un ejército de revolucionarios chinos. En
1959 fue nombrado Ministro de Defensa y fue uno de los que junto a Mao hicieron
del Ejercito Rojo una fuerza política que tuvo una importante participación en
el proceso de la Revolución Cultural (1966). En la II Asamblea Nacional Popular
(ANP) realizada en 1959 Lin Piao, fue elegido presidente de la Republica de
China. En la Asamblea Nacional Popular de 1964 fue reelegido una vez más
presidente. Lin Piao decía que las instrucciones del Mao eran “instrucciones supremas”
y que cada frase del presidente Mao era una verdad. Lin Piao en representación
del Comité Central del PCCH rindió el informe político en el IX Congreso que se
inauguro el primero de abril de 1969. Fue en ese evento donde propuso que se
incluyera en los estatutos del Partido el “pensamiento de Mao Tsetung”. En el
mismo evento fue nombrado vicepresidente del Comité Central y el sucesor de Mao
a la cabeza del partido y el Estado socialista. A partir de ese congreso fue
llamado “subcomandante” y el “sucesor”. Con los rangos adquiridos en el IX
Congreso, aspiraba a la presidencia de la República Popular y su ambición lo
llevó a planificar un golpe militar cuyo objetivo fue asesinar al presidente
Mao, tomar el poder y restaurar el capitalismo. Mientras Lin Pio, decía “Mao es
un genio”, el verdadero Mao respondía, censurando a Lin Piao, que eso era puro
sofisma: “No hay que dejarse engañar por aquellas personas que dicen comprender
a Marx pero en realidad no lo entienden en absoluto” (26). Lin Piao, fue el
recopilador de las Citas del Presidente Mao, que fueron editadas en 1966 en el
pequeño libro rojo. Se conoce que Lin Piao, nunca se separaba de su pequeño
libro Rojo, cuyo texto utilizaba en cualquier conflicto político en el partido.
En 1966 Lin Piao, editó la primera edición del pequeño libro rojo, y como
presentación anotó: “Estudiar las obras del Presidente Mao, seguir sus
enseñanzas, actuar según sus directivas, y ser un digno combatiente del
presidente Mao” (27). En 1971, en complicidad con su hijo Lin Liguo, director de
operaciones de la Fuerza Aérea del Ejército Rojo planifica un golpe de Estado
contra Mao Tsetung. ¿Cómo murió Lin Piao?. Hay dos versiones: una dice que fue
muerto estrangulado en Pekín durante una sesión del Partido Comunista de China.
Otra versión señala que Lin Piao, su mujer y su hijo Lin Linguo, murieron en
septiembre de 1971 cuando el avión en que se fugaban hacia Rusia se estrelló en
las montañas de Mongolia.
Según Li Yazhi, un participante de la Revolución Cultural, Mao
siempre supo que Lin Piao era un derechista infiltrado en el poder popular y si
dejó que el IX Congreso lo eligiera su “sucesor fue para “mejor
desenmascararlo”. De acuerdo al mismo autor, el “sistema Lin Piao” así como el
programa ideológico de éste, se basaba en la teoría burguesa respecto a que “son
los genios los que hacen la historia”, teoría contraria a las ideas políticas
de Mao Tsetung. A Lin Piao, anota Li Yizhe, le gustaba repetir refiriéndose a
la autoridad de Mao, que “cuando el padre habla, los niños se callan, o cuando
el Rey se jacta los siervos aplauden” (28). El mismo autor señala que Lin Piao
se sirvió del movimiento revolucionario como “fuerza de apoyo” en su estrategia
para usurpar el poder popular. Dice también que el error histórico del pueblo
chino durante el desarrollo de la Revolución Cultural fue mantener el culto del
“sistema de Lin Piao” el mismo que se tomó por el verdadero pensamiento de Mao
Stung.
Las modificaciones en el Congreso de los comunistas chinos influyen
en los cambios al interior del grupo liderado por Gonzalo. Su impacto es
inmediato y a partir de 1970, se modifica el discurso de este grupo. Se agrega
“marxismo-leninismo pensamiento Mao Tsetung”. Este hecho es la única relación que
hemos encontrado entre el pensamiento Gonzalo, y la experiencia internacional
de lucha por el socialismo (29). El problema del “pensamiento” como parte de
los estatutos y programa de un partido es tan nocivo, que hasta la actualidad los
actuales dirigentes chinos lo usan para imponer desde el Estado un brutal
sistema basado en la propiedad privada y en una economía de capitalismo salvaje.
En octubre del 2007, el XVII Congreso del Partido Comunista de China (PCCh),
reafirmó una vez más que este partido, se “guía en su actuación por el
marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping y el
importante pensamiento de la "triple representatividad". En junio de
1975 el camarada “Álvaro” (seudónimo de Abimael) (30) se convierte en Gonzalo.
No tenemos la certeza de que este cambio de seudónimo esté relacionado a la
configuración absoluta de su pensamiento. Lo que si es claro es que a partir de
1975 Gonzalo había avanzado un buen trecho en encumbrar su primacía como jefe
en el partido. En un evento partidario de 1976 (31), Gonzalo plantea la
necesidad de una “cabeza que dirija el partido”. Toda revolución tiene una
cabeza, dice (32). Hasta aquí, no hay nada que afecte al marxismo, sobre todo
si se exigía a los militantes que se sujeten al VI y VII Pleno del Comité Central.
Estos eventos se realizaron en diciembre de 1976 y mayo de 1977 (33).
Algunos años después la sujeción ya no sería a los órganos o
eventos partidarios, sino más bien a Gonzalo y a su pensamiento. El 5 de julio
de 1979 durante el IX Pleno Ampliado del Comité Central del PCP, se establece
la “jefatura de Gonzalo”. En esta reunión considerada como “evento decisivo en la
historia” del partido, se recompone el Comité Central, y se acuerda reconocer
una “jefatura que tenga moral y ascendencia reconocida”. Con este acuerdo
Abimael Guzmán comienza a ascender los escalones del poder hasta imponer su
“pensamiento”. En dicho evento Gonzalo queda reconocido como “jefe del Partido
y la Revolución”. Posteriormente, Guzmán pretenderá hacer de su práctica una
ley universal en las ciencias sociales y señala que no hay “jefatura que no se
sustente en un pensamiento” (34). Seguido al reconocimiento de la “jefatura” el
camino queda libre para finalmente convertirse en el “pensamiento Gonzalo”. Desde
1981, en la II Conferencia Nacional del Comité Central, el Partido Comunista
del Perú (PCP) transforma el pensamiento Mao Tsetung en maoísmo y con ello el
discurso político cambiará de forma. Será concebido como “marxismo-leninismo-maoísmo,
pensamiento Gonzalo, principalmente pensamiento Gonzalo”. De aquí para adelante,
Mariátegui y su pensamiento serán borrados del slogan partidario. Si antes se
decía que había que formar a los militantes en el pensamiento de Mariátegui,
ahora se tenia que hacer a “imagen y semejanza” de Abimael Guzmán, y a quien
los militantes y simpatizantes estaban obligados a jurar fidelidad y “sujeción
plena e incondicional”. “Tu pensamiento es luz poderosa, que esta en la mente
de tu pueblo y los pueblos del mundo...Somos forja del Presidente Gonzalo, invicto
comunista, acero puro” (35). Después se llegaría al primer congreso del PCP
(1988), donde se declara a Gonzalo el mas grande marxista-leninista-maoísta
viviente”, y en cuyo evento se exige “sujetarse a su dirección y mando
personal”.
Jefa tura, pensamiento y sujeción
Jefatura, pensamiento y sujeción plena al jefe del partido, son
tres elementos que tienen una misma raíz ideológica cuya esencia es la revisión
de la doctrina marxista en cuestiones fundamentales de la construcción y dirección
del partido revolucionario. La jefatura partidaria, así como el pensamiento Gonzalo,
aparecen como absolutos en los altos rangos del Partido Comunista del Perú (PCP).
Se sitúan por encima de la estructura de participación de los militantes
llámense congresos, conferencias, y otras instancias. Con ello queda abolida la
lucha de dos líneas y el centralismo democrático que como lo prueba el marxismo
son pilares de la organización comunista. En que situación quedaba el principio
de organización proletaria, si en el partido no podía haber “el más leve
alejamiento del pensamiento Gonzalo”, o cuando pretende que la ideología que
sustenta el PCP es el “marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento Gonzalo”, y que
el “eje de todo es el partido Comunista del Perú, su dirección y la jefatura
del presidente Gonzalo” (36). Aquí el problema no es el planteamiento en torno
al jefe revolucionario o a su pensamiento político que el marxismo considera
como fruto del desarrollo de la lucha de clases y del avance revolucionario del
proletariado. Es justo tener en cuenta este fenómeno de carácter histórico
político. Lo que no es correcto, y que escapa a la doctrina marxista, es que
tanto la jefatura como el pensamiento de este jefe, como lo muestra el caso
peruano, logren niveles absolutos, y que se ubiquen al mismo nivel o por encima
de la organización y de la doctrina marxista. Si Marx, Engels, Lenin, fueron
los más destacados jefes del proletariado internacional, no fue lo mismo con
otros jefes y dirigentes que en el proceso de la lucha por el socialismo
capitularon y se pasaron a la orilla de los enemigos de los trabajadores.
Plejanov, uno de los jefes del proletariado ruso y uno de los más destacados
marxistas de Rusia, renegó de la revolución y se convirtió como dijo Lenin en
“lacayo del capital” (37). Kart Kausky fue el destacado jefe de la II
Internacional Comunista y en la primera guerra mundial se puso al servicio de
las grandes potencias imperialistas de occidente. Lenin lo calificó de
renegado.
Gonzalo fue lejos en la formulación de su jefatura única y absoluta,
y dijo que un dirigente es un “cargo orgánico”, pero no un jefe y menos una
jefatura, que como lo dice él mismo, es un reconocimiento de autoridad
partidaria y revolucionaria. “Hay una diferencia que hay que resaltar,
dirigente es un cargo orgánico en tanto que jefes y jefatura lo entendemos como
reconocimiento de autoridad partidaria y revolucionaria” (38). En la invención
de Gonzalo el jefe o la jefatura está por encima de la organicidad partidaria y
en razón a ello el jefe queda al margen de las reglas internas y de los estatutos
partidarios. Aquí Gonzalo adquiere inmunidad partidaria, no hay ninguna regla
interna que lo pueda afectar. Su cargo es eterno y su autoridad no tiene
límites. Aquí el “jefe” es algo parecido al presidente de una republica
burguesa quien mientras permanece en el poder no se le puede aplicar ninguna de
las leyes del orden jurídico legal del país. Para que no haya dudas sobre el
carácter superior del jefe, Gonzalo reafirma que “no hay dos personas iguales,
nosotros no somos practicantes del igualitarismo, las personas cumplen el papel
que les corresponde”, y anota a su propio gusto que “toda revolución genera un
grupo de jefes y entre ellos uno destaca como superior….” (39). En la historia
de la lucha por el socialismo pocas veces se ha visto un caso similar al proceso
peruano donde el jefe del partido adquiere por propia auto definición un rol
político que sobrepasa la misma estructura partidaria, y que se presenta como
la síntesis magistral de todo lo que ha acumulado el marxismo como ciencia
social y filosófica. En el Congreso del PCP realizado en 1988 el pensamiento
Gonzalo queda integrado al programa partidario y se convierte en uno de los elementos
de la “Base de Unidad Partidaria”, que como se dice en un texto es el
“fundamento de toda nuestra accion” (40). La unidad en el partido (base de la
unidad) es fundamentalmente en torno al programa y a los principios del
socialismo científico. La historia social muestra, que ninguno de los jefes históricos
del proletariado intentó ubicar su pensamiento por encima de la organización revolucionaria.
Marx y Engels en los inicios de la formación de las organizaciones comunistas, precisan
que la unidad es en torno a la lucha por el comunismo. El concepto leninista del
partido es irrefutable cuando se afirma que la unidad entre los militantes
comunistas se sustenta en la fidelidad a la teoría marxista, a la dictadura del
proletariado y la lucha por el comunismo. Mao Tsetung, enfatiza que la base
teórica que guía la concepción política de los “comunistas es el marxismo-leninismo”.
(41) Al amparo de que el “pensamiento Gonzalo” era parte del programa y eje de
la unidad partidaria, el jefe (Gonzalo), adquiere una autoridad y mandato absoluto
en el partido. Gonzalo podía decidir a su simple criterio quien o quienes podían
ser dirigentes del partido. El concentra todo el poder del partido y es el
único, al margen de las instancias partidarias, que puede tomar acuerdos sobre
la guerra y la paz. Esta forma de autoritarismo en un partido es contraria a la
práctica proletaria y resulta una copia de la forma en que están organizados
los partidos burgueses cuyos jefes y dirigentes actúan autocráticamente sin
tener en cuenta a la militancia. Hay pruebas de la forma dictatorial en que Gonzalo
decidió a titulo personal situaciones fundamentales del proceso armado y del
PCP. Así por ejemplo en 1993 estando en prisión y sin tomar en cuenta el
esfuerzo que hacían los militantes para seguir desarrollando la guerra popular,
suprimió cualquier cargo de dirección en el partido, salvo su rol de jefe y la
de su mujer, la camarada Myriam . Gonzalo dijo que: “Ni los cargos ni las
jerarquías valen, a excepción del Presidente Gonzalo y el Comité Permanente Histórico”.
(42). Comité Permanente Histórico era una instancia del PCP que funcionaba al
mismo nivel que el Comité Central. Sus integrantes, al momento de la firma de
las cartas de paz en 1993, no eran otros que el mismo estaban Guzmán y su
esposa (Myriam Iparraguirre).Los estatutos y el programa partidario no tienen
ninguna validez en relación a la autoridad absoluta del jefe. En una norma
interna, elevada a rango de obligatoriedad en el primer congreso (1988), se
señala que los militantes del partido se sujetan al presidente Gonzalo y
encarnan su pensamiento.“Los marxistas-leninistas-maoístas, pensamiento Gonzalo
nos sujetamos al Presidente Gonzalo y encarnamos el pensamiento Gonzalo” (43).
Pero mucho antes de este congreso esta norma era obligatoria y se exige al
militante “sujeción plena e incondicional” al jefe del partido y creador del
pensamiento Gonzalo. En un texto redactado por Gonzalo se dice: “como militantes
tenemos disciplina y sujeción” (44). En una citación memorizada y obligatoria
que servia de introducción en las reuniones partidarias, la sumisión a Gonzalo
estaba asegurada, y en ella se decía: “Partiendo de mi saludo y sujeción plena
e incondicional a nuestro querido y respetado Presidente Gonzalo, el más grande
marxista-leninista-maoísta viviente sobre la faz de la tierra, jefe del Partido
y la revolución”. Este discurso, de carácter burocrático administrativo, se
expresaba al inicio de cualquier reunión partidaria y servía de identificación
del espíritu del militante. Cuando mayor era la vehemencia en la magnificación
y elogio al jefe, mayor era la talla de comunista que adquiría el orador. De
esta manera, los que mejor usaban el superlativo para adular a Gonzalo, eran los
mejores “comunistas” y por analogía eran los que mejor habían asimilado el
“pensamiento Gonzalo”, considerado por el mismo Abimael síntesis magistral de la
ciencia marxista. Que alguien hiciera uso de la palabra sin hacer el panegírico
al jefe, constituía una violación de las normas internas del partido, y ello
era duramente criticado por los responsables políticos.
Para la redacción de este capitulo, se entrevistó a dos
peruanos que hasta cerca de 1990 integraron una escuela popular del Partido
Comunista del Perú (PCP). Uno de ellos que por razones obvias lo llamaremos bajo
el nombre de Aracelio, narra que a mediados de 1986 fue captado por un colega
de la universidad donde era profesor. Así fue como llegó a una “Escuela
Popular” que funcionaba en Lima. Las “Escuelas Populares”, eran una instancia orgánica
clandestina del PCP. No eran exactamente células, pero cumplían un rol
primordial en la estructura orgánica de este partido. En estas escuelas se adoctrinaba,
se captaba nuevo adeptos, y sus integrantes, en casos específicos, actuaban en
acciones militares. Estas instancias estaban dirigidas por un militante del
PCP, sobre quien recaía la responsabilidad política del grupo. Cuenta Aracelio,
que la primera vez que participó en una reunión de la Escuela Popular el
“responsable” le pidió que expresara su “sujeción plena e incondicional al presidente
Gonzalo”. Sin entender mucho tuvo que repetir de paporreta las frases que le
indicó el “responsable”. De ahí para adelante el juramento a Gonzalo estaba
asegurado, y en cada nueva reunión debía expresar su sermón de fidelidad al
jefe del partido. Lo curioso, cuenta Aracelio, el mayor tiempo de cada sesión
servia para que cada participante de la escuela expresara su saludo al
presidente y jefe del partido. Jacinto, es otro de los entrevistados, y él
participó en un “Escuela Popular” del norte del Perú. Cuenta que dicha escuela
estaba integrada por más de 10 personas, la mayoría de ellas eran profesores de
segundaria. El responsable político que en 1993 capituló y se enganchó como
soplón en la policía, exigía que el saludo al presidente Gonzalo sea bien dicho
y con fuerte entonación de voz. El método de conducir la reunión consistía en que
al inicio había una ronda en la que tenían que participar todos los miembros
presentes. La ronda era obligatoria y su finalidad era expresar la sujeción al jefe
del partido. Claro, dice Jacinto, había que sujetarse y declarar la fidelidad
también a cada uno de los organismos del partido, pero en primer lugar la sujeción
era para el presidente Gonzalo a quien considerábamos el más grande “maoísta viviente
sobre la tierra”.
Tanto Aracelio como Jacinto, desde el inicio tuvieron serias dudas
si la vehemente sujeción al jefe servia para fortalecer al partido y a la
revolución. Como lo constatamos, dicen ellos, este discurso fue utilizado por
muchos para encubrir sus desviaciones ideológicas y políticas. Resultaba,
cuenta Aracelio, que los campeones en declamar la alabanza a Gonzalo al final resultaron
los que salieron huyendo de la organización, y muchos de ellos capitularon o se
convirtieron en delatores. Por ejemplo, recuerda Jacinto, “Feliciano” fue mando
militar del PCP y miembro del Comité Central junto con Gonzalo. Era uno de los
que recitaban los más hermosos discursos de “sujeción plena e incondicional”.
“Feliciano fue capturado el 14 de julio de 1999 y después de unas semanas en
prisión capituló y se convirtió en un colaborador de la policía y del ejercito
peruano. Es claro, agregó uno de los entrevistados, la “sujeción plena e
incondicional a Gonzalo”, no resolvía los problemas internos y no era siempre
sinónimo de entrega al partido y al proceso armado. Al contrario, esta
práctica, se convirtió en una especie de taparrabo de individuos de más ínfima
calidad política y moral.
EL conocimiento Y LA VERDAD ABSOLUTA
El desarrollo de la ciencia es sin fin y los términos del
conocimiento no pueden darse por acabados ni siquiera en sus etapas de mayor
desarrollo. Cada etapa de la ciencia es un paso adelante hacia nuevos y más
avanzados descubrimientos científicos. La existencia humana es corta y limitada
para coronar el fin del conocimiento científico de una doctrina social y
revolucionaria. Habría que dudar que un solo “pensamiento” pueda resumir como
un todo acabado el contenido teórico universal del marxismo. El mismo Marx
muchas veces tuvo que revisar y corregir algunas veces su pensamiento
científico. Marx dijo en una oportunidad, que lo “único que sé es que no soy
marxista”, con cuya famosa frase intentó cerrar el paso a cualquier manifestación
personalizada y absoluta de la ciencia y de los procesos sociales. Federico
Engels, afirmó en una oportunidad que había que echar a la basura el criterio sobre
el “carácter definitivo del pensamiento y la acción del hombre”. Según él, el conocimiento
no es una colección de tesis fijas y dogmáticas que solo se tienen que aprender
de memoria. Para Engels, el proceso del conocimiento tiene una larga trayectoria
de la ciencia que comporta fases cada vez más altas del conocimiento, pero sin
llegar jamás a una “verdad absoluta, a un puesto en el que ya no se puede
seguir cambiando. La historia, al igual que el conocimiento no puede encontrar
jamás su remate definitivo” (45). Las más altas cumbres del pensamiento social,
ya sea Marx, Engels, Lenin, Mao y otros, se presentaron con humildad frente al
desarrollo del conocimiento humano, y en teoría y practica nunca hablaron de su
“verdad universal”, ni otras variantes del pensamiento puro y magistral. La
naturaleza dialéctica del marxismo, hace que esta ciencia asuma críticamente lo
más desarrollado del conocimiento universal. En su desarrollo y constitución,
se nutre de todo lo mejor que la humanidad ha producido en las ciencias sociales,
la filosofía, la economía, la teoría socialista, en la ciencia militar, y en
todo aquello que involucraba el desarrollo científico de la humanidad. Asumir el
espíritu de la filosofía marxista, es decir el materialismo dialéctico y el materialismo
histórico, implica profundizar en esta ciencia y ampliar el conocimiento
concreto y práctico. Lo que acabamos de anotar en torno a las pretensiones de la
jefatura de Gonzalo es una parte del lado negativo de esta práctica política.
Hay otros problemas y ellos se relacionan a las ambiciones políticas de largo
aliento de Guzmán. Cuando el jefe del PCP agrega su nombre de militante en la
lista doctrinal, no lo hace simplemente por simple figuración o por una razón
de exotismo a la peruana. El “marxismo-leninismomaoísmo, pensamiento Gonzalo”,
y su agregado reiterativo que el “pensamiento es arma indispensable del
triunfo”, o que “es principal para el caso peruano”, ha mostrado las ambiciones
sin freno de este dirigente peruano. El marxismo, dice Lenin, apareció como
continuación directa inmediata de las doctrinas de los más grandes “representantes
de la filosofía, la economía política y el socialismo...Dando a los hombres una
concepción del mundo íntegra” (46). Si el marxismo es el resumen de la ciencia
en varios terrenos, habría que saber si el “pensamiento Gonzalo” tiene ese
mismo origen. Es evidente que Gonzalo exagera un poco la nota, y el hecho de
que antes que capitule fue el jefe de una organización que efectuaba lucha
armada, no le confiere meritos ni derecho para estar a la misma altura de Marx,
Engels, Lenin y Mao. La repetición o la aplicación parcial y revisada de la
ciencia marxista, como fue el caso peruano, no otorgan derecho a creerse tan
importante como los creadores de esta ciencia. Una lucha armada por si mismo, y
peor aun si esta concluyó en derrota por la traición de sus dirigentes, no
configura un aporte al desarrollo de la ciencia marxista. Al contrario, esta
derrota crea en el seno de los oprimidos desmoralización y desencantó frente al
marxismo, y recuperarse costará mucho tiempo y grandes esfuerzos en el futuro.
En América Latina hay muchos ejemplo de lucha armada que no han servido para
nada, salvo para traicionar y desmoralizar a las masas oprimidas. En Perú
mismo, por mencionar un ejemplo, la guerrilla del Movimiento Revolucionario Tupac
Amaru (MRTA), durante su corta existencia solo incentivó la conciliación, las
treguas y los pactos políticos con los regimenes de turno.
La concepción partidaria basada en la jefatura indiscutible y absoluta
es producto de la ideología burguesa. Esta ideología es la base para edificar
una organización política en la obediencia servil del militante de base hacia
el “jefe” inmaculado. La forma como se plantea el problema de la jefatura y el
pensamiento Gonzalo, resultan una especulación metafísica, una interpretación
antidialéctica y subjetiva de la realidad. En esa realidad ficticia Gonzalo se
convierte en el jefe, es inmutable y eterno. Todo puede cambiar menos su
jefatura y su forma de pensar (su pensamiento) que alcanza universalidad en el concepto
de la política, a decir de su propio autor, es la concretización de la
ideología del proletariado. El marxismo no asume el culto a la personalidad y
lucha contra las corrientes religiosas, sectas o grupos políticos de ideologías
idealistas, que presentan una extrema afirmación del jefe como autoridad suprema
e indiscutible. Bajo estas premisas políticas, solo Gonzalo puede interpretar y
aplicar “creadoramente” y “magistralmente” la ciencia marxista a la realidad
peruana, y ello le da derecho para considerarse el “continuador de Marx, Lenin
y el presidente Mao Tsetung”, y por que no como se dice en los textos ofíciales
del PCP, el “más grande marxistaleninista- maoísta viviente sobre la tierra”.
El marxismo en este caso, que por mutación se transforma en el “pensamiento Gonzalo”,
deviene en algo personal y metafísico alejado de la naturaleza objetiva y
racional que caracteriza esta ciencia. De este marxismo a la peruana, se cae en
el seguidísimo vulgar y en los hechos se deja de lado la teoría revolucionaria
para adoptar un voluntarismo idealista de naturaleza violenta o pacifica.
Autoridad partidaria y presunción
Lenin, estaba en contra de lo que él calificaba de “presunción comunista”
refiriéndose a aquellos dirigentes que tomaban el partido como una empresa privada
y que creían que podían resolver los problemas del partido con decisiones
personales (47). La medula del sistema de organización del partido, es el
centralismo democrático, y la dirección colectiva de la organización. En este
sistema de dirección el programa y los estatutos no pueden tener nombre propio
y menos llevar las referencias del dirigente o jefe. Su aplicación es igual
para todos los militantes del partido. “Hay que educar al partido en el
programa del Partido”, dice Lenin (48). En estos principios de dirección van a
descasar otros elementos fundamentales de la doctrina leninista de organización
política de la clase obrera. La crítica y la autocrítica, y la consiguiente
lucha de dos líneas como ejes del desarrollo partidario, fundamentan el
principio de la democracia interna del partido. Bajo estas premisas se descarta
cualquier manifestación de poder absoluto de un jefe o de cualquier dirigente.
Orientar a los partidos comunistas en la práctica del centralismo democrático,
fue una las grandes tareas de Lenin y de la III Internacional Comunista. “La
centralización democrática en la organización del partido comunista debe ser
una verdadera síntesis, una fusión de centralización y de democracia
proletaria…Una centralización formal y mecánica no seria que la centralización del
“poder” en manos de una burocracia que tiene la ambición de dominar a los otros
miembros del partido o a las masas del proletariado revolucionario fuera del
partido” (49). Lenin nunca hablo de la autoridad suprema del “jefe”, y menos pidió
que los comunistas rusos se “sujeten incondicionalmente a su jefatura”. Eso no
existió en la historia del leninismo ni en la trayectoria de la revolución
rusa. Para él un partido comunista solo seria capaz de cumplir con su función revolucionaria,
si estaba organizado en forma centralizada, “si reina dentro de el una disciplina
férrea” casi militar, y si el centro del Partido era un órgano de dirección
colectiva bajo el principio del centralismo democrático. Lenin, en su libro “Quehacer”
analiza la relación masas-jefes, y ahí existe la “jefatura” absoluta de alguien
en la organización revolucionaria, sino de una “docena de jefes” que todo
movimiento crea en su desarrollo propio. Sin “una docena de jefes de talento,
de jefes probados, preparados profesionalmente, instruidos por una larga
práctica y bien compenetrados, ninguna clase de la sociedad contemporánea puede
luchar con firmeza”. Paro Lenin precisó, que el futuro de la organización
política y del proceso revolucionario, no depende del jefe absoluto y único, sino
más bien de la calidad de los dirigentes y la continuidad que estos pueden dar
al movimiento revolucionario (50). Para Mao el Partido Comunista, es "una
unidad de contrarios", cuyas normas internas (orgánicas) son aplicables
para todos de igual manera, y donde se descarta el absolutismo del dirigente o
de los jefes. Como es posible dice Mao hablando del partido, que “un solo individuo
lo decida todo”. En este aspecto Gonzalo no es muy maoísta, sobre todo cuando
1993 redactó las cartas de paz que resultaron el factor fundamental en la
derrota de la lucha armada peruana, Mao, dice, que siempre que se trate de un asunto
importante, es necesario discutirlo en forma colectiva, escuchar seriamente los
distintos juicios…”Quien no actué así será un hombre hegemónico, príncipe
hegemónico, mas que jefe de escuadra” (51). Mao, al contrario de Gonzalo, llama
a las masas a remover orgánicamente a los dirigentes y jefes. ¿Por qué uno (hablando
de dirigentes y jefes), solo puede ascender y no descender?, dice Mao. Anota
que cualquier degradación o traslado a otro trabajo, “contribuyen, después de
todo, a templar su voluntad revolucionaria” y le permite aprender de las masas.
Yo mismo, dice Mao, tuve experiencias similares. En efecto, Mao varias veces
fue removido y sacado del comité central del Partido Comunista y es el único de
los líderes históricos que no fue secretario general del Partido. En 1927, la
dirección del PCCH rechazo su trabajo sobre el campesino (52).
Mao siempre fue partidario de una dirección colectiva en el partido,
y en ciertas circunstancias incentivó a los militantes a que luchen contra sus
propios dirigentes que violaban la democracia interna. Por ejemplo en 1962
llamó a rechazar la arbitrariedad “personal del primer secretario” y señaló que
dentro de los comités del Partido, el “centralismo democrático es el único
método que debe emplearse”. Por ejemplo, dijo Mao, en el Comité permanente y el
Buró político del Comité Central, ocurre con frecuencia que me someto a los
demás cuando desaprueban mis opiniones, sean correctas o no, pues ellos son la
mayoría” (53). Para Mao Tsetung, las masas eran todo y estaban por encima de
cualquier consideración. “No hay ni salvadores ni Dios, todo depende
exclusivamente de nosotros. ¿Quién crea el mundo de los hombres?. Son las masas
laboriosas” (54).
El endiosamiento del jefe, es una concepción idealista y
burguesa de la historia. Es en esencia el desprecio a las masas populares y
hace del partido una institución política de carácter privado, cuyo destino
está ligado, no la lucha social y al rol histórico de las clases, sino a la
decisión vanidosa del jefe. Esta concepción del partido es una tergiversación
del concepto materialista de la historia y vulnera la teoría marxista respecto a
la organización del partido político de los trabajadores. La diferencia entre
un partido burgués y una organización revolucionaria, radica no solo en sus
objetivos estratégicos de clase, sino también en el sistema de organización y
dirección partidaria. Los partidos burgueses funcionan con “jefes” burocráticos
y caudillos que actúan como propietarios y gerentes donde ellos deciden la suerte
y el destino político de la organización. Son eternos en el cargo y ninguna
regla interna les afecta. Tienen derecho al veto y no responden a ninguna autoridad
o regla partidaria. Incluso, muertos o en prisión siguen siendo “los jefes del partido”.
Así se pudo constatar en 1992 cuando Gonzalo fue apresado por la policía. Desde
prisión siguió decidiendo por cuenta propia el destino de la revolución y del
partido.
Una de las características de las organizaciones políticas de la
burguesía, ya sea en los países ricos o pobres, es que en ellas no existe la
democrática interna. Sus jefes y dirigentes adquieren poderes ilimitados, y se
sirven de la organización para conseguir ventajas personales o de grupo. Por
mencionar un ejemplo, Víctor Raúl Haya de la Torre, fundó en 1924 el Partido
Aprista (APRA), y fue “jefe” de esa organización durante 55 años hasta el último
día de sus existencia en 1979 cuando falleció a los 84 años. El jefe del APRA
era poderoso y no tenía contrincantes ni opositores en su organización donde le
rendían culto. Quien se le ponía al frente era masacrado o muerto por los
“búfalos” apristas o simplemente era expulsado. Bajo la consigna de “Fe, Unión,
Disciplina y Acción” reinaba el “maestro” Haya de la Torre. Todos en el partido
le expresaban su adoración como si se tratara de una divinidad egipcia. La
militancia aprista lo convirtió en icono de sus esperanzas, y esperaban que él
se pusiera al frente de la “unidad latinoamericana”. El culto a este individuo
no tenía ningún asidero político razonable y coherente, en tanto Haya de la
Torre, fue durante toda su carrera política un aliado de los grupos de poder y
del imperialismo americano. Jamás hizo algo positivo para el pueblo peruano. El
“jefe” del APRA instituyó el “día de la fraternidad” y ello significa que cada
22 de febrero (aniversario del “jefe”), este partido convoca al “Mitin de la
Fraternidad”. Ahí en medio del estrado, Haya de la Torre blandía un pañuelo
blanco, mientras miles de seguidores apristas le rendían homenaje como si fuera
un dios. Hasta ahora, como se podrá leer en un poema aprista que aquí mismo reproducimos,
el fundador del Apra ha logrado la eternidad entre sus seguidores, quienes con
el corazón en la mano piden su reencarnación y pronto regreso a la vida
terrenal.
Oh Víctor Raúl!
Tu que naciste predestinado
Tu que nutriste la mente….
Oh Víctor Raúl!
Como haces falta no te alejes más
Encárnate en otro hombre
Tu que fuiste hombre símbolo…(55).
Con Abimael Guzmán busca la figuración histórica, el halago, el
reconocimiento, la entronización política, y que la militancia le jure
fidelidad. Sin antes considerar la sentencia de la historia social, ubica su nombre
al mismo nivel de los más grandes jefes de la lucha por el socialismo. Así
añade al discurso partidario la formula “marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento
Gonzalo”. Su ambición va mas lejos y no tiene reparos para sobreponerse a los
creadores de la ciencia marxista, señalando que su pensamiento Gonzalo “es
principal” en tanto “verdad universal especificada a la realidad concreta de la
sociedad peruana” (56). Gonzalo y su particular forma de aplicar el marxismo,
no proviene del ejemplo de los jefes históricos del proletariado internacional,
que a diferencia de Abimael Guzmán no pretendieron convertir sus ideas y
pensamiento en verdades absolutas o en doctrinas definitivas y cerradas.
Una característica del espíritu y conducta los más destacados representantes
del socialismo científico, ha sido la humildad para presentar sus ideas y obras
políticas. Carlos Marx, hasta antes de su muerte en marzo de 1883 rechazaba que
la grandiosa doctrina filosófica, social y política, creada por él llevara su
nombre bajo el titulo de “marxismo” en la medida como decía “evocara un sistema
definitivo y cerrado” (57). Fue Engels, el que después de la muerte de Marx,
admitiría, que la fabulosa obra de Max se denomine marxismo. Engels para tomar
esta decisión señala que sin Marx, “la teoría estaría bien lejos de ser lo que
es ahora. Entonces es justo que esta teoría lleve su nombre”. Así de esta
manera surge el término del marxismo, no por criterios egocéntricos y de
figuración del mismo Marx, sino más bien, en reconocimiento merecido a la gigantesca
obra del fundador del socialismo científico (58). El mismo Mao, hablando casi
con reproche de la publicidad que se hacia de las citas extraídas de sus obras
política y recopiladas en el libro rojo editado por Lin Piao antes de que se
pasará a la orilla de la contrarrevolución china, decía que nunca pensó que ese
pequeño libro tuviera un ‘efecto mágico”, y que ello le hacia pensar a la
fabula de la “Abuela Wang, que todo el tiempo alababa la dulzura de sus melones
que vendía” (59). Mao, se opuso a la teoría de los grandes genios y de los
jefes indiscutidos. En 1971, cuando aun se desarrollaba la Revolución Cultural,
criticó con dureza el calificativo de “genio”, con que sus seguidores y el
pueblo lo calificaban. “En lo que concierne al concepto de genio, yo pienso que
se trata de una cuestión puramente teórica: en efecto cuando se hace alusión al
genio, es a mi a quien se dirigen. Yo no soy un genio. Yo estudié las obras de Confucio
durante seis años, los libros del capitalismo durante siete años, y es recién
en 1918 que yo comencé a estudiar las obras marxistas-leninistas. ¿Cómo
entonces pueden califícame de genio?” (60). En esta misma dirección, enfatizó
que el mito del “Jefe” no existe:“Por alto que sea el puesto que ocupa, el debe
quedarse en medio del pueblo como un trabajador ordinario. No tomemos poses con
grandes aires; hay que liberarse del burocratismo”. Un dirigente dice él, “debe
saber que sus conocimientos y su actos no forman más que una pequeña gota en el
océano del conocimiento y del trabajo revolucionario”. El trabajo individual es
limitado y estrecho, anota (61).
Para Mao el “individuo no es mas que un pequeño tornillo en el
proceso revolucionario. El marxismo-leninismo nos enseña que todo el poder y
los éxitos provienen del poder colectivo, ningún individuo puede separarse de
una colectividad. Si comprendemos realmente la participación y la relación
mutua de las masas y el individuo en la historia, entonces seremos modestos”
(62). Pero Mao va más lejos y anota que para que la revolución no caiga en manos
de la burguesía, no basta asegurar una justa línea política, sino también la
formación de cuadros y dirigentes capaces de dar continuidad a la revolución proletaria.
“Esto es de vida o muerte para nuestro partido y por nuestro país”, dice Mao.
¿Cuales son las cualidades que deben tener los cuadros y dirigentes que
sucederán a los actuales dirigentes de la revolución china?, pregunta Mao en 1964.
Su respuesta es contundente, y entre las cualidades que él anota que debía
tener un jefe, destaca que éste debe ser “modesto y cuidarse de ser arrogante”,
además estar imbuido de un espíritu autocrático (63).
VERDAD UNIVERSAL Y PENSAMIENTO PURO
El pensamiento guía al comienzo o el pensamiento Gonzalo después,
viene a ser algo como el sujeto universal (de pensamiento puro) propuesto por
Hegel, donde el pensamiento deja de ser real para convertirse en una categoría
filosófica que resume todo el conocimiento científico de la humanidad. El
pensamiento Gonzalo es también algo parecido al pensamiento puro de Kant donde la
virtud y la sabiduría humana corresponden al “comportamiento de ese “hombre
divino que llevamos en nosotros” (64). Es algo así como la “verdad extrahumana”
que Lenin en su tiempo calificó de interpretación “mística idealista y religiosa”.
Con Gonzalo el pensamiento sale de la conceptualización gramatical de la acción
de pensar, para convertirse en una categoría doctrinal que de un salto alcanza
el mismo nivel del marxismo. De esta manera el “Marxismo-leninismo-maoísmo,
pensamiento Gonzalo, principalmente pensamiento Gonzalo”, como lo califica
Abimael Guzmán, se convierte en un fenómeno que gira, no en torno de la ciencia
y práctica histórica del marxismo, sino alrededor del pensamiento puro y casi sagrado
de Gonzalo. Aquí hay un poco de aquella “concepción religiosa de la historia”,
que en su tiempo Engels criticaba al filosofo Max Stirner, que “presentaba todo
el proceso histórico como una simple historia de caballeros”, y que veía al
hombre religioso como el “prohombre de quien arranca toda la historia” (65).
Así, el pensamiento propiamente dicho, que tiene que ver con pensar y que se adjudica
a todo aquel que piensa y reflexiona, se transforma en el caso de Gonzalo en la
“ideología especifica y principal” para los comunistas peruanos. El hombre más
simple piensa y al margen de la calidad de sus reflexiones tiene su pensamiento
adquirido a través de la experiencia directa o a través de la enseñanza
teórica. Se puede usar el término “pensamiento” para indicar un conjunto de
ideas propias o colectivas, pero éstas de por si no constituyen una
continuación lineal de una doctrina especifica.
El pensamiento Gonzalo que se toma como la “aplicación magistral
de la “verdad universal”, transforma la teoría política en algo mecánico que
castra en la militancia partidaria la comprensión crítico-materialista de la
práctica social y política. El cuadro, dirigente o simplemente militante del
partido recibe la “verdad universal” directa de Gonzalo y no tiene que buscarla
en ninguna obra clásica del marxismo. Si Gonzalo era magistral en el análisis y
en la síntesis del marxismo, decía el militante del PCP para qué buscar la
verdad fuera del partido y de los discursos del venerado jefe. Así la “verdad universal”
(marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento Gonzalo), de la que habla Gonzalo deja
de ser “aplicación magistral del marxismo”, para convertirse en un sistema de
pensamiento único y absoluto. En este contexto partidario, lo que dice y haga
Gonzalo, es ley que se cumple sin discusión. De esta manera el militante pierde
su conciencia crítica y asume un conocimiento pasivo y subjetivo en relación
exclusiva con la acción política del jefe. Bajo la premisa de que todo proceso de
lucha de clases genera su pensamiento revolucionario, se establece al interior
del Partido Comunista del Perú (PCP), una relación de supremacía en la cual Gonzalo
establece su dominación. Guzmán no tiene sustituto y su decisión es la última palabra
en el partido. Nadie salvo él podía escribir, disertar, dar entrevistas, y
hablar de la política peruana o del campo internacional. En este terreno
abonado por la “sujeción plena e incondicional”, Gonzalo resume no solo la
“verdad universal”, sino también toda la sabiduría humana con la que se podía
contar para concretar la paz o la guerra en un proceso de lucha social.
castración del espíritu
CRÍTICO EN EL PARTIDO
Una prueba de castración del espíritu critico del militante del
PCP, se expresa con dramática claridad cuando Gonzalo traiciona y arrastra tras
sus posiciones políticas al 100% de los dirigentes de este partido, incluido
los que aún estaban libres. En octubre de 1993 Gonzalo desde la prisión redacta
las “cartas de paz, con el apoyo del gobierno y los servicios secretos del
Estado, difunde estas misivas como si se tratara de una “directiva” del PCP.
Los que seguían desarrollando la lucha armada no supieron adoptar una posición
clara y firme frente a esta situación. Esas “cartas de paz” de naturaleza
reaccionaria, no encontraron una respuesta doctrinaria al interior del Partido
Comunista del Perú (PCP), y ello mostró el aspecto sumiso y seguidista de la
militancia de este partido. Los dirigentes de este partido que aún se
encontraban libres y que habían asumido cargos de dirección, se pronunciaron en
defensa del proceso armado, rechazaron las cartas de paz calificadas de patraña
policial, pero encontraron serias dificultades para resolver la verdadera
naturaleza ideológica de estas cartas. En un grave error, cuyo costo seria la
derrota del proceso armado, siguieron considerando a Gonzalo y otros miembros
del comité central en prisión como dirigentes activos del partido, que incluso
tenían autoridad para negociar la revolución en la que ellos ya no participaban
directamente. Por ello resultó sumamente grave, que los dirigentes del PCP que
desde 1992 se encontraban dirigiendo la lucha armada, seguían afirmando públicamente
su veneración y “sujeción plena e incondicional al presidente Gonzalo”. Decían en
textos y documentos que Gonzalo seguía siendo “el jefe del Partido y la
revolución”. Hubo incluso dirigentes que al momento de ser detenidos por la
policía lanzaron la consigna de seguir la lucha armada y rechazar el acuerdo de
paz, pero una vez en los cuarteles del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN)
se confrontaron a Gonzalo en persona y acabaron dando vivas al acuerdo de paz y
a una negociación con el régimen peruano. Con ello quedó claro que los
seguidores de Gonzalo, se asemejaban mas a fieles activistas de una secta
religiosa que a verdaderos militantes comunistas, formados en el espíritu
critico, dialéctico, y sobre todo reflexivo frente a la realidad objetiva.
Existe en el movimiento comunista internacional, una norma que se practica desde
las épocas más remotas de la lucha social, mediante la cual un militante,
cuadro, dirigente o jefe de un partido revolucionario que cae en manos de las
fuerzas represivas, queda excluido de cualquier responsabilidad de dirección
partidaria. Mismo en los ejércitos burgueses cuando un alto oficial cae en
manos de sus enemigos, inmediatamente es reemplazado por otro jefe militar.Las
fallas, los errores y desviaciones en las revoluciones se ven con mayor nitidez
en los momentos más críticos de dicho proceso. Muchas veces, el ritmo de las
acciones y la intensidad de la lucha de clases, dificultan ver la trayectoria
vital, teórica y practica de este proceso. La teoría enseña, por lo menos eso
se admite en los textos marxistas, que ver solamente lo inmediato, lo cotidiano,
constituye un grave error y una violación del carácter fundamental de la
objetividad política. En Perú mientras la lucha armada se desarrollaba vertiginosamente,
no se notaba con claridad la esencia perniciosa que se escondía tras la
jefatura absoluta de Gonzalo y su pensamiento. Muchas veces, equivocadamente,
se consideró que este aspecto, la fidelidad a Gonzalo (morir por el jefe y la
sujeción incondicional a Gonzalo) era una de las virtudes del PCP, y en tanto
ello era la parte mas sólida del movimiento armado. La practica y los hechos,
mostraron que esta apreciación era errónea, y que lo que parecía la parte
fuerte, resultó el lado más frágil y vulnerable del proceso armado. La parte
patética” en este problema, se expresó cuando el “pensamiento Gonzalo” y la jefatura
absoluta de Gonzalo, alcanzaron dimensión extramental, metafísica y dual que
servia bien para la revolución bien para la contrarrevolución. Para los
seguidores de las “cartas de paz”, incluido Abimael Guzmán, la negociación con
Fujimori y Montesinos, se hacia en aplicación del “pensamiento Gonzalo. Pera
los cuadros y dirigentes que habían asumido la dirección del proceso armado fuera
de las prisiones, continuar con la lucha armada y rechazar la capitulación, se
sustentaba en aplicación del “pensamiento Gonzalo”. Para estos dirigentes sus
referencias ideológicas, tácticas y estratégicas, seguían proviniendo de la fidelidad
al pensamiento Gonzalo, y consideraban a Guzmán no un capitulador sino más bien
un héroe de la revolución.
Los comunicados editados fuera de la prisión precisaron la naturaleza
contrarrevolucionaria de las cartas de paz y de la negociación con Fujimori, pero
al mismo tiempo reafirmaban la “sujeción cabal e incondicional al Partido y al
presidente Gonzalo”. Este problema, no encontró solución en una organización corroída
por el culto al jefe, y ello en perspectiva favoreció no al grupo decidido a
continuar la lucha armada, sino a aquellos que se inclinaron por la paz y la
capitulación. Así por ejemplo, en un comunicado publicó de la dirección provisional
del PCP, emitido pocos días después de la publicación de las “cartas de paz”
(octubre 1993), se decía que la negociación y la supuesta participación de
Gonzalo, era parte de la guerra de baja intensidad, y se les calificaba de
“siniestra y proterva patraña”, cuyo propósito era “infamar inútilmente al Presidente
Gonzalo”, y preparar el terreno para asesinarlo. En el mismo comunicado (66) se
reafirmaba la “decisión inquebrantable” de dar la “vida por el Presidente
Gonzalo, el Partido y la revolución”.
La sujeción incondicional a Gonzalo mostró toda su carga ideológica
negativa poco tiempo después que Abimael Guzmán fuera detenido en 1992. Es
historia bastante conocida, que en 1993 Gonzalo y la mayor parte del Comité
Central del PCP desde la presión, se pusieron al frente de una negociación con
el gobierno de Alberto Fujimori. Vladimiro Montesinos, agente de la CIA
americana y jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), además de asesor
personal de Fujimori fue, por parte del Estado peruano, el encargado de
convencer a Abimael Guzmán de la necesidad de la negociación que dejara sin
efecto la lucha armada. Esta negociación desde las prisiones, causa fundamental
de la derrota de la lucha armada, se sustentó como dijeron sus propios autores,
en la aplicación del “pensamiento Gonzalo”. Con la negociación por la paz, dice
Gonzalo en un texto redactado en la prisión, el partido “entra a una nueva etapa…
inédita, no ocurrido antes en revolución habida”, y que eso se resolvía a la “luz
del pensamiento Gonzalo” (67). De esta manera el pensamiento Gonzalo que sirvió
para iniciar y desarrollar la lucha armada en 1980, servia a partir de 1993 en
instrumento de la paz y de la capitación de sus dirigentes.
En el desarrollo mismo del proceso armado y del “pensamiento Gonzalo”
el movimiento armado, así como el Partido se convierten en algo propio y
personal de Abimael Guzmán, en la cual los militantes y seguidores, son en el
terreno teórico político, repetidores, declamadores y vulgares copiadores del pensamiento
puro del jefe. La ciencia marxista en este caso viene exclusivamente de
Gonzalo, quien la entrega “magistralmente” en citas, discursos, conversaciones
y frases repetitivas. Aquí ocurre algo de lo que decía Engels, que la
militancia sin rebelarse contra esta “tiranía del pensamiento este aborto acabó
por imponerse en su cabeza” (68). Así cuando Gonzalo, antes de caer en manos de
la policía, repetía sin cesar que el dialogo con el gobierno era un trafico
político contrarrevolucionario, la militancia en coro gritaba lo mismo. Pero
cuando Gonzalo, en 1993 fue arrestado y confinado a una prisión militar, desde
donde abogó por un dialogo de paz con el régimen de Fujimori, sin pestañar la
militancia partidaria repitió sin ningún problema que el dialogo era lo mejor para
el partido y la revolución. En el contexto partidario impuesto por Abimael Guzmán,
el adherente al PCP deja de ser un militante comunista para convertirse
simplemente en un discípulo del presidente Gonzalo. De esta manera los integrantes
del partido antes de ser comunistas eran “soldados rojos de Gonzalo”, y si luchaban,
sufrían o se inmolaban en la lucha revolucionaria, lo hacían antes que nada por
el presidente Gonzalo a quien habían jurado fidelidad incondicional, y quien
además creaba militantes a su “imagen y semejanza”. Como parte de este mismo hecho
político, Gonzalo convierte su “pensamiento” en uno de los elementos de la
“Base de Unidad Partidaria (BUP” alcanzando de esta forma una categoría doctrinal.
Así el “pensamiento Gonzalo”, logra no solamente ubicarse al mismo nivel del conjunto
de la doctrina marxista, sino que en concreto se transforma en principal y como
lo dice Gonzalo en “nuestra ideología” y “punto de partida de la base de unidad
partidaria” (69).
EL CAUDILLO Y LA SUJECION INCONDICIONAL
En el primer congreso realizado en 1988, Gonzalo logra que su
pensamiento se instituya como parte de la estructura del partido, y con ello
concluyó cualquier posibilidad de un camino independiente y marxista de esta
organización. En ese evento se acuerda que el Partido Comunista del Perú se
fundamenta y “guía por el marxismo-leninismo-maoísmo, principalmente maoísmo y,
específicamente por el pensamiento Gonzalo como aplicación creadora de la
verdad universal a las condiciones concretas de la revolución peruana hecha por
el Presidente Gonzalo, jefe de nuestro Partido” (70). Este acuerdo partidario
es el remate de todo el camino que había recorrido Gonzalo para imponerse como
absoluto en el PCP. Junto a ello, se refuerza la “sujeción incondicional al
jefe”, y se eleva a tesis política la mistificación de Gonzalo y la creencia en
su dirección considerada infalible. La concepción arbitraria del pensamiento
Gonzalo, que se implementa paralelo a la reconstrucción de este partido y del
desarrollo de la lucha armada sobrepone el individuo por encima de la dirección
colectiva, y es la negación del programa revolucionario. Un programa político
es universal en el tiempo y no puede depender de la existencia de una o varias
personas. Pueden pasar varias generaciones de revolucionarios antes de que ese
programa se materialice y se corone con el triunfo definitivo de la clase. La
historia de la lucha social muestra que no bastó una vida entera para liquidar
las viejas sociedades de explotación. En la misma trayectoria histórica del
marxismo es evidente que la existencia terrenal de sus autores, no fue
suficiente para dar por terminada la experiencia teórica y practica en la lucha
y construcción del socialismo. El programa es el instrumento ideológico-político
y la base unitaria de los militantes de un partido. El concepto de programa en
una organización que se reclama revolucionaria, tiene que ver con el socialismo
y el comunismo, y estas premisas no pueden estar ligadas al “pensamiento”
absoluto de una persona, sino más bien al conjunto de la doctrina marxista, que
como decía Lenin, es “todopoderosa porque es exacta” (71). El programa
sintetiza la teoría revolucionaria, y tiene relación con las clases sociales
que luchan por el cambio. No puede estar limitado al jefe que surge por
“necesidad y casualidad histórica” y que en la dialéctica misma de la lucha
podrá o no sobrevivir como revolucionario a la culminación del proceso
liberador. Hay muchos ejemplos de “jefes” traidores, y uno bastante conocido es
Karl Kautsky, jefe de la Segunda Internacional Comunista (1889-1914) y uno de
los grandes teóricos marxistas de su tiempo que no sobrevivió en términos políticos
a las pruebas que lo sometió la lucha de clases en Europa. Lenin lo calificó
como la “más destacada autoridad de la II Internacional y uno de los jefes del
proletariado” (72). Durante la primera guerra mundial Kautsky traicionó,
renunció al marxismo y se convirtió en aliado de las potencias imperialistas de
Europa. Lenin lo acusó de renegado y de Judas de la clase obrera. Ni Carlos
Marx ni Federico Engels personificaron con sus nombres el Manifiesto Comunista
(1848) que fue el primer programa revolucionario del proletariado. Introducir
el “pensamiento Gonzalo” y a su autor (Abimael Guzmán) en el programa se anula
normas leninistas del funcionamiento interno del partido. En primer lugar se
liquida el principio del centralismo democrático en la dirección del partido. En
segundo lugar, se suplanta lo esencial en la lucha de dos líneas (lucha entre
izquierda y derecha) y en su reemplazo se aplica una sofistería calificada
hipócritamente de “lucha de dos líneas”, cuyo objetivo político no es luchar
contra las corrientes adversas al marxismo, sino mas bien para consolidar la
dirección absoluta del jefe e imponer su pensamiento como si fuera un catecismo
religioso. Incluir el pensamiento Gonzalo en el programa convierte esta
organización en un partido proletario caricaturesco. Algo así como una empresa privada
que lleva el nombre y apellido del accionista principal, en cuya dirección
actúan gerentes y administradores y no revolucionarios. Con ello se quiebra la
estructura orgánica de dirección colectiva y se suplanta por una dirección
personal de un jefe que encontró terreno fértil entre militantes y seguidores “formados
a su “imagen y semejanza”. De esta manera, se establece un nexo entre el
abandono del marxismo y la consolidación del pensamiento Gonzalo. Durante el
desarrollo de la lucha armada se pierde lo que Lenin definió en 1907 como
cuestión fundamental para la formación de un partido auténticamente
revolucionario, refiriéndose al sistema del centralismo democrático cuya base ideológica
es la línea política general de la revolución, el programa y los estatutos. El
centralismo democrático es uno de los aportes medulares de la teoría leninista
sobre la construcción del partido revolucionario. Este principio significa la
existencia indisoluble entre la dirección centralizada y la práctica
democrática en todos los niveles de dirección, lo que hace del partido comunista
una organización colectiva, pensante, crítica y científica, alejada de
cualquier tendencia caudillista y de culto a la personalidad del jefe, como si
ocurre en los partidos burgueses. Para Lenin el centralismo democrático resume
al sistema de dirección democrática centralizada, donde absolutamente todas las
instancias orgánicas del partido están dirigidas por un centro único, cuya base
ideológica-política es la ciencia marxista, y no el “pensamiento” de tal o cual
jefe. Este principio como rector de la estructura orgánica del partido, se
materializa específicamente en los órganos de dirección como el Congreso, el
Comité Central, la comisión política, la célula y otras instancias, evitando cualquier
manifestación autoridad absoluta que vulnere y desconozca precisamente este
sistema de organización. Lenin, hablando en 1907 del Partido Socialdemócrata Ruso,
afirma que en esta organización todos los “asuntos del Partido se llevan
directamente a través de representantes, todos los miembros del Partido, en pie
de igualdad y sin ninguna excepción: además todos los cargos, todos los comités
directivos y todos los organismo del Partido son electivos, rinden cuenta de su
gestión y se renuevan” (73).
DIRECCION ABSOLUTA Y EL FIN
DE LA CONTRADICCION
Gonzalo ha repetido sin cesar su vocación por la lucha de dos
líneas al interior del PCP, pero en la práctica la negó para establecer su
dirección absoluta. El pensamiento Gonzalo en su desarrollo se convierte en un
elemento unilateral, sin contradicción al cual los militantes estaban obligados
a sujetarse incondicionalmente. Aquí se repite un poco las reglas validas en la
jerarquía militar de cualquier ejército burgués, donde el soldado obedece a su
superior sin “dudas ni murmuraciones. ¿Cómo un militante podía hacer lucha de
dos líneas a quien había jurado fidelidad, lealtad y “sujeción plena e
incondicional?. Y a quien además consideraba, el más grande marxista viviente
sobre la faz de la tierra y que era el creador de militantes a su “imagen y
semejanza”. En este terreno, hacer lucha de dos líneas contra Gonzalo, era como
si alguna alma en pena tuviera el coraje de enfrentarse a Dios, en cuya
fantasía religiosa en el paraíso terrenal no hay derecho a la palabra, salvo
para alabar al creador. En octubre de 1993, Gonzalo y su pensamiento mostraran toda
su esencia antimarxista, cuando desde prisión redactó y firmó las cartas de
paz. Dichas cartas, redactadas y difundidas con la participación directa del
gobierno y del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), mostraron todo el
alcance contrarrevolucionario del método de la “sujeción” que implementó Gonzalo
en la estructura del PCP. En 1993 Gonzalo escribió un texto titulado “Asumir y
Combatir por la Nueva gran Definición”, en el que pretendió dar una justificación
teórica a las cartas de paz. En dicho documento, considerado por sus seguidores
como “magistral”, junto con justificar su cambio de posición y expresar sus
temores de que algunos en el Partido rechazaran sus arreglos secretos con
Alberto Fujimori, hizo uso de la “sujeción plena e incondicional” que había
instituido en el partido para someter a esta organización y a la militancia a
sus planes de capitulación. Ahí en ese texto dice; “ya esta la decisión hecha
tomada y ejecutada….toca al Partido definir su posición públicamente. Sabemos
que pueden rechazar nuestra posición y esto implicaría graves problemas para el
Partido... se impondrá. Pueden aceptarla sin comprenderla a fondo, por sujeción
eso seria bueno” (74).
La “sujeción incondicional” al jefe que Gonzalo aplicó como si
se tratara de un método marxista, transgredió el sistema democrático colectivo
(en el sentido revolucionario no en el falso colectivismo burgués) que debe
primar en todo partido que se reclame del socialismo. La existencia de la incondicionalidad
respecto al jefe es en si la negación misma del partido y ello conduce
inevitablemente, como se ha visto en la experiencia peruana, a que una persona
suplante la organización y todos los niveles de dirección. A partir de este
fenómeno, contrario al principio leninista respecto a la organización
proletaria, se crea al interior del Partido un sentido idealista y de
dependencia política absoluta al jefe. La incondicionalidad en la estructura de
dirección partidaria, crea un militante inculto, dogmático y sectario que
podría ser capaz de grandes proezas en la lucha, pero que es incapaz de
distinguir el día de la noche, o discernir correctamente por su propia cuenta en
torno a un problema político simple. En esta situación el jefe se convierte en
creador supremo y en el único que puede comprender y aplicar “creadoramente” la
ciencia marxista y no hay nadie como él para entender los fenómenos políticos sociales
del país. Este intermediario entre el marxismo y los militantes deviene
insustituible y eterno.
En política la “incondicionalidad” como práctica en el seno de un
partido es servilismo, sin restricción alguna y ello conlleva inevitablemente a
la tiranía del jefe. Como lo especifica la semántica el término significa ser
adepto a una persona o idea. La incondicionalidad, aplicada como conducta
partidaria, castra el espíritu crítico del militante, y es contrapuesta, al
criterio científico y racional que debe tener todo aquel que se considere un
militante comunista. Es cierto, así lo confirma la experiencia de la lucha
social, en ciertas condiciones históricas políticas un jefe revolucionario se
sitúa en los rangos más altos de la lucha social y se gana el aprecio, el
cariño y la admiración de los militantes y el pueblo. Pero este fenómeno ligado
a la lucha de clases y al papel del individuo en la lucha social, no puede
servir para liquidar la estructura política de un partido revolucionario, cuya
esencia es como decía Lenin, “una colectividad viva creadora”. O como decía Mao
Tsetung que en el partido había que asegurar la “dirección colectiva e impedir
que una sola persona tomara la conducción del trabajo”(75).
La práctica de exigir al militante fidelidad y “sujeción plena e
incondicional” hacia el jefe, no proviene del marxismo. En ningún texto escrito
por Carlos Marx, Federico Engels, Lenin y otros, se hace alusión a algo
parecido a la “sujeción” del militante hacia los jefes del Partido. Los
fundadores del socialismo científico, siempre fueron opuestos al culto a la
autoridad del jefe. Ellos fueron contrarios a toda conducta y manifestación que
ubicara a los dirigentes y jefes por encima del sistema de dirección colectiva
de la organización política. Para Marx, el “gran hombre solo actúa en función
de ciertos datos históricos” y declaraba en 1877 que si él y Engels, habían
aceptado los cargos de dirección de la Liga de los Comunistas era bajo la
condición de que “fuese retirado de los estatutos todo lo que pudiera favorecer
el culto de la autoridad” de los jefes. Para José Carlos Mariátgui, lo
fundamental en la conducta del militante comunista es su compromiso con el
proceso revolucionario, y respecto a esto anotaba en 1924, que: “Una vez puesta
en marcha una revolución no se detiene. Tiene que llegar al termino de su
trayectoria, si es necesario contra sus propios jefes de la primera hora” (76).
Para Lenin la cuestión clave en toda organización revolucionaria era asumir el
Partido en tanto expresión colectiva histórica de una vanguardia organizada. En
la discusión que impulsó en el seno de los marxistas rusos para saber quién o
quiénes podían ser militantes del Partido, él exige, no una sujeción a su
jefatura, sino más bien una plena aceptación del programa, los estatutos y otras
consideraciones que nada tenían que ver ni con la jefatura ni con ningún tipo
de pensamiento guía (77). Así mismo, Lenin, se opuso a cualquier manifestación
que hiciera de los jefes revolucionarios, personalidades inalcanzables para las
masas y que transgredieran los términos organizativos de la organización
política de los trabajadores. Durante toda su trayectoria al frente de los
bolcheviques rusos, nunca intentó incluir su monumental obra teórica (su
pensamiento marxista) en los estatutos o programa del partido.
No hubo mejores defensores de la dirección colectiva en las organizaciones
de lucha por el socialismo que Marx y Engel .Se opusieron con tenacidad a todo
culto a la persona y a los dirigentes. Marx en una carta a Guillermo Bloss
(1877), se refiere a la popularidad que ellos habían alcanzado entre los obreros
alemanes. Señala que tanto él como Engels, daban “un penique por la
popularidad”. Para probar su repudio a toda expresión de culto al individuo
anota que: “por repugnancia a todo culto a la personalidad yo, durante la
existencia de la Internacional, nunca permitía que dieran a la publicidad los
numerosos mensajes que llegan haciendo alusión a mis méritos…incluso nunca los
respondía”. En la misma carta
Marx señala que la “afiliación, mía y de Engels, a la sociedad secreta
de los comunistas se realizó sólo bajo la condición de que se eliminaría de los
Estatutos todo lo que contribuía a la postración supersticiosa ante la
autoridad…”(78). Por su parte Federico Engels, en una carta enviada a F.
Mehring (1893) en la que comenta el contenido de un libro de filosofía escrito por
este último (La leyenda sobre Lessing) en cuyo texto el autor (Mehring) hace
referencia al enorme trabajo filosófico de su interlocutor. Engels, gentilmente
rechaza los méritos que se le atribuye en dicha obra filosófica, y dice que si
“algo tengo que objetar, es contra el que usted me atribuya más méritos de los
que en realidad me pertenecen”. Para ello hace alusión a los 40 años que
trabajo con Marx, y que a la muerte de este gran hombre, “a su compañero de
menor talla’ (habla de él), “se le suele encomiar más méritos de lo que merece.
Creo que este es mi caso. La historia terminará por poner las cosas en su
sitio, pero para entonces ya me habré muerto tranquilamente y no sabré nada de
nada”(79).
Para Lenin en el partido y en la revolución no había dirigentes
ni jefes insustituibles. Reconocía que los procesos sociales “sacaban a la luz
grandes hombres y hacían florecer talentos que, hasta entonces, parecían
imposibles". Pero adjuntaba que esos “grandes talentos al desaparecer”,
eran reemplazados por otros grupos de hombres que continuaban su obra (80).
Según el gran revolucionareio Ruso, los jefes eran los más destacados cuadros
del partido, y sobre ello dice: “los partidos políticos están dirigidos, por
regla general, por grupos más o menos estables, integrados por las personas más
prestigiosas, influyentes y expertas, elegidas para los cargos de mayor
responsabilidad y llamadas jefes” (81). Pero el mismo tiempo Lenin afirma que
“la iniciativa histórica de las masas” se sobrepone a la importancia de los
jefes (82). Consideraba también que el Partido, antes de otras consideraciones,
era una vanguardia colectiva, dirigida no por un jefe por muy brillante que
este fuera, sino mas bien por “una docena de jefes” de talento y “preparados
profesionalmente” (83). Lenin se opuso a todo seguidísimo de carácter servil al
interior del partido comunista, y anotaba que ello era contrapuesto al desarrollo
del partido, señalando que: “El comunista que se vanagloriase de serlo,
simplemente por haber recibido conclusiones ya establecidas, sin haber
realizado un trabajo muy serio, difícil y grande, sin analizar los hechos
frente a los que está obligado a adoptar una actitud crítica, sería un
comunista lamentable”(84).
China que podría ser la experiencia más próxima al denominado “pensamiento
Gonzalo” no registra algo semejante. En 1969, una etapa bastante posterior al
triunfo de la revolución china, se instituyó el “pensamiento Mao Tsetung”, pero
ello no sirvió para violar y liquidar el criterio marxista de la organización
comunista. Para Mao, como señala Alain Bouc (85) el mito del jefe no existe. El
se puso en contra de los “ideólogos de escritorio” y de los “doctrinarios de
salón”. Mao nunca se separó ni dejó de escuchar a las masas populares. En la
heroica larga marcha estuvo al frente de los soldados y de los campesinos. Ya
en el poder, no se apoltronó en el palacio de gobierno, pasaba la mitad del
tiempo en el campo, en las fábricas, y ahí donde el pueblo lo requería. Mao
Tsetung, a quien tanto se le acusa de haber fomentado y practicado el culto de
la personalidad, fue contrario a que los dirigentes o jefes violen la dirección
colectiva. El Partido, decía él, era una “importante institución partidaria que
garantiza la dirección colectiva” y donde se debía impedir que una sola persona
acapare la dirección y la gestión de los asuntos. Exigía que en todas las
instancias del Partido, incluyendo el Comité Central, la célula de base y mismo
en el seno del ejército rojo, se estableciera una “unidad real y no formal”
entre la dirección y las bases, y que una solo persona no podía resolver los
problemas importantes del partido”(86).
Mao es incontestablemente el más
prestigioso ideólogo y revolucionario histórico de china. Es sobre todo el jefe
que al frente de 700 millones de personas y del ejército rojo derrotó a las
tropas invasoras de Japón y venció al ejército de diez millones de soldados de
Chiang Kai-shek, jefe del Kuomintang, sostenido por los Estados Unidos y demás
potencias occidentales. A través de la guerra revolucionaria liquidó tres mil
años de opresión feudal y de servidumbre, y estableció la Republica Popular de
China. El pueblo chino, liberado de una opresión milenaria, tuvo muchas razones
para expresarle su inmensa gratitud, incluso que le rindiera homenaje como jamás
hombre alguno merito en China. Pero sin embargo, Mao fue opuesto a toda
violación del sistema de dirección democrática del Partido Comunista de China.
Fue agudo crítico de aquellos dirigentes que ven por encima del hombro a las masas,
y que creen que han logrado acumular infaliblemente todo el saber humano. En
una ocasión anotó, que un “cuadro debe quedarse como un hombre del pueblo”. Al
triunfo de la revolución china, hizo prohibir que se celebre el aniversario de
los jefes, y que se nombrara las plazas, calles, avenidas y fábricas con el
nombre de los dirigentes del partido (87). Mao no acepta que se use el poder
para minimizar la sabiduría del pueblo y menos para despreciarlas y no tomarlas
en cuenta. “Por alto que sea la posición que uno ocupe, hay que quedarse en el
centro del pueblo como un trabajador ordinario. No hay que adoptar poses de
grandes señores…Los dirigentes deben saber que sus conocimientos y sus actos no
son mas que una pequeña gota de agua en el océano del conocimiento y del
trabajo revolucionario…Un individuo no es mas que un pequeño tornillo en el
proceso revolucionario. El marxismo-leninismo nos enseña: todos los triunfos
vienen del poder colectivo de las masas, ningún individuo puede separarse de la
colectividad…Si comprendemos realmente el papel que cumplen las masas y el
individuo en la historia, y su relación mutua, entonces seremos mas modestos”
(88). Según el testimonio que presenta Alain Bouc, la modestia de los jefes y
el respecto a las masas, fue una conducta que guió a Mao desde el comienzo de
su carrera política hasta el fin de ella. Señala este escritor que si bien es
cierto que Mao aceptó en cierta medida el uso político de su grandiosa
personalidad durante la Revolución Cultural, lo hizo como medio táctico en la
lucha contra la derecha china encabezada por Liu Shaoshi, Lin Piao, Tenh Sia
Pin y otros, que desde el interior del partido y del Estado complotaban para liquidar
el proceso socialista. Incluso lanzo duras críticas sobre el uso exagerado del
Libro Rojo, que como se sabe fue editado y promocionado por Lin Piao, ministro
de defensa en esa época quien se había declarado heredero de Mao Tsetung.
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