En
2010 apareció el siguiente ensayo ,que aparece publicado en este blog , en un
texto compilatorio bajo el nombre de Sobre la Idea de Comunismo.Conformado
por autores de diversas especialidades como la filosofía , la
sociología y la critica literaria,etc.Dicho libro que tiene su origen en el simposio
“Sobre la idea del comunismo”organizado por Costas Douzinas, Alain Badiou y Slavoj Zizek (sin apoyo financiero de una intitución sino
gracias a la contribución del público) en la universidad londinense de Birkbeck
School of Law , celebrado del 13 al 15 de marzo del 2009 ,versa sobre
la idea de Comunismo como concepto filosófico. Reúne a los pensadores , Alain
Badiou,Judith Balso,Bruno Bosteels,Susan Buck-Morss,Terry Eagleton,Peter Hallward
,Michael Hardt,Jean-Luc Nancy,Antonio Negri,Jacques Ranciére ,Alessandro
Russo,Alberto Toscano,Gianni Vattimo,Wang Hui y Slavoj Zizek.
El
ensayo Debatir por Nuestro Futuro.La política intelectual en
la China contemporánea aborda el proceso político económico de china de
la era post-Mao y los debates intelectuales que se han realizado desde entonces tras las
reformas de 1980 y el arribo del neoliberalismo a la China.El núcleo
fundamental gira en torno al conflicto entre el dualismo del Mercado / Estado , las políticas que dan
preeminencia al Libre mercado / y las políticas que promueven la intervención Estatal
, para solucionar los problemas sociales.El caso de china es particular , pues
el arribo de la restauración capitalista no trajo necesariamente la radical
imposición del neoliberalismo tras un golpe de estado como en Chile , en Rusia
y las adoptadas con resultados negativos en América Latina ,debido a que el
gobierno estaba dirigido y organizado por lo que se ha venido a llamar el
Estado partido (el PCCH).Si bien se fueron adoptando algunas medidas de corte
neoliberal , el modelo chino y su apertura al mercado mundial fue producto de
un conjunto de reformas que se cuidó de no seguir intransigentemente todos los
lineamientos del libre mercado.(A pesar de ello ha traido consecuencias políticas
y económicas ).Si hay algo que interesa más, es que el autor aboga por un sistema democrático de mercado , un modelo
que contribuya al desarrollo de la sociedad y no solo del mercado y en el cual
la justicia económica ,la justicia social y la democracia política confluyan en
la exploración de diferentes modelos de desarrollo.
Debatir por Nuestro Futuro.La política intelectual en la China contemporánea
Wang Hui
Desde
la década de 1990 se viene dando entre los intelectuales chinos un intenso
debate sobre el pasado, la realidad y el futuro de la China. La incertidumbre
ensombrece no solo nuestra imaginación sobre el futuro, sino también nuestra
comprensión del pasado y del presente. La intensidad del debate muestra hasta que
punto es incierta nuestra comprensión del pasado y del presente, y abarca tanto
la reflexión sobre los fracasos y los logros del pasado socialista como los
aciertos y desaciertos de la reforma y, en realidad, la completa historia de la
China del siglo XX. Puesto que el futuro es inmanente a nuestro presente, la
incertidumbre del pasado y del presente determina la incertidumbre sobre
nuestro futuro. En las discusiones sobre el desarrollo económico, la reforma
política, la diferenciación social, la crisis ambiental y la
renovación institucional subyace una profunda preocupación por lo que debería
ser la China.
¿Adónde
va la China?
Desde
la década de 1980, la reforma económica china trajo consigo enormes
realizaciones, pero también condujo a una rediferenciación social. Durante
todos estos años, los intelectuales chinos hemos estado debatiendo la manera de
explicar semejante fenómeno contradictorio. A partir de mediados de los
setenta, el discurso del desarrollismo centrado en la economía neoclásica
gradualmente comenzó a imponerse en muchos países. Con ideas tales como la defensa
de la propiedad privada, el libre mercado y la democracia social, este discurso
crítico de la interferencia del Estado y la tradición del Estado providente y
opuesto a la democracia popular y a cualquier legado socialista, cambio el
sistema social imperante en la Europa occidental de la posguerra por el poder
político de Reagan y el tatcherismo. En la segunda mitad de la década de 1980,
esta tendencia del pensamiento reverberó potentemente en los países socialistas.
Las ideas de la propiedad privada, el libre mercado y la democracia
formal llegaron a ser las armas mas poderosas contra el sistema estatal
socialista, centrado en la economía planificada y su ideología socialista. En
el proceso histórico que puso fin a la Guerra Fría y provocó la desintegración
del sistema socialista, el “neoliberalismo” se constituyo en una de las
metodologías mas importantes para explicar el proceso de reforma en la China.
Despues de los acontecimientos que sacudieron el mundo en 1989, casi todas las
interpretaciones históricas de los diversos movimientos sociales y del avance
de la reforma de la China estuvieron subordinadas al discurso de la corriente
dominante del neoliberalismo. Sin embargo, este discurso es incapaz de explicar
adecuadamente la drástica diferenciación de clases, estratos y regiones que se
esta registrando en la China y en todo el mundo. Tampoco puede ofrecer ningun
plan alternativo al modelo del desarrollo que se presenta principalmente con la
forma de una expansión del mercado que ha causado la crisis ambiental y la
desintegración social. En consecuencia, la economía de mercado del neoliberalismo
ha provocado una vigorosa resistencia desde las diferentes regiones.
El
discurso dominante del neoliberalismo se basa en la oposición polar entre el
libre mercado y la intervención estatal, el capitalismo y el socialismo, la
globalización y la antiglobalización, la propiedad privada y los bienes en
manos del Estado. Y aplica este marco de dualismo para interpretar el proceso
de reforma de la China contemporánea. No obstante, si situamos en un proceso
histórico concreto los debates contemporáneos de los intelectuales chinos sobre
el libre mercado y la intervención estatal, el capitalismo y el socialismo, la
globalización y la antiglobalización, la propiedad privada y las posesiones del
Estado, ese discurso del dualismo manifestará diferentes connotaciones.
Ante
todo, la formación del sistema de mercado en la China se desplegó en dos
direcciones: internamente, transfiriendo derechos y beneficios del centro a lo
local, fomentando el poder para tomar decisiones de las empresas, reformando el
sistema financiero y privatizando algunos sectores, el Estado permitió que los
mecanismos del mercado se infiltraran en todas las esferas de la vida social;
internacionalmente, introduciendo reformas en el comercio exterior y en el
sistema financiero, el Estado incluyo gradualmente a la China en las relaciones
con el mercado global, relaciones dominadas por la Organización Mundial de
Comercio y el Fondo Monetario Internacional.
Este
proceso estuvo relacionado con profundas transformaciones de la estructura
social y encendió graves crisis sociales. En la segunda mitad de 1988, la
inestabilidad social provocada por la inflación obligo a terminar con la
reforma de precios. Es por ello que el ano 1989 se considera como un breve
intervalo en la reforma urbana del país. Pero este intervalo coincidió con el
período en que el Estado decidió aplicar su política de ajuste como una manera
de afrontar el primer ciclo de crisis, de modo tal que el periodo constituyó un
momento de preparación para expandir aun más el mercado. En septiembre de 1989,
volvió a instrumentarse la reforma de precios, suspendida anteriormente dos veces.
En aquel momento, los principales ajustes recayeron en los precios, la paridad cambiaria
y la tasa de interés. Los acontecimientos de 1989 y los cambios producidos
inmediatamente después demuestran la relación paradójica entre la expansión del
mercado y el Estado. Por un lado, es casi
inconcebible fomentar y desarrollar el mercado sin que el Estado respalde ese
impulso con una política de ajuste, un sistema legal y un apoyo político
estatal. Por el otro, que el mercado dependa del Estado es, al mismo tiempo, la
premisa de las transacciones entre el poder y el mercado. En esta perspectiva,
comprendemos la relación histórica interna que hubo entre las reformas de la década
de 1980 y el período inmediatamente posterior a 1989, y advertimos que se da
una peculiar interacción entre el sistema socialista tradicional y la creación
del mercado: la expansión del mercado se apoyo en un poder “antimercado”, es
decir, estuvo respaldada por la intervención estatal, y el Estado, por su
parte, supero la crisis de legitimidad precisamente gracias a la expansión del mercado.
En este sentido, vemos que la oposición mercado/Estado no puede explicar el
proceso de expansión del mercado que se registró en la China.
La idea neoliberal de la retirada del Estado no puede explicar los grandes
logros obtenidos con la reforma gracias a efectivas políticas estatales
relativas a los precios y la industria. Tampoco puede explicar el atroz
intercambio de poder y ganancias ni la grave estratificación social que provocó
el proceso de privatización en gran escala de las propiedades del
Estado.
En
segundo lugar, desde finales de la década de 1980, las condiciones sociales en
las cuales funcionaba el sistema estatal han cambiado tan drásticamente que el
sistema mismo y las relaciones sociales de interés que representa se
modificaron completamente. Durante el veloz desarrollo económico de la China,
la brecha de ingresos entre los diversos estratos sociales, grupos y regiones
se expandió ampliamente y el numero de indigentes aumento en poco tiempo. Esta
transformación histórica hizo que la antigua ideología del Estado (es decir, la
ideología socialista basada en la igualdad) y la práctica del Estado se
volvieran extremadamente contradictorias y, por consiguiente, el Estado ya no
pudo cumplir su función ideológica.
Esta es la situación en la cual el neoliberalismo llegó a ser la nueva ideología
dominante. En consecuencia, la tradicional oposición socialismo/capitalismo básicamente
ya no pudo seguir usándose como marco del análisis histórico. Solo en la perspectiva
de este proceso de transformación ideológica podemos comprender los siguientes fenómenos
que se dieron en el campo del pensamiento: la resistencia a las nuevas tendencias
de crítica social, denunciadas, junto con todo elemento socialista, como vieja
ideología; el encubrimiento de los movimientos sociales que se produjeron a
fines de los ochenta y su relación interna con los reclamos de democracia,
descritos como manifestaciones en pro o en contra de la reforma, etcétera.
Tercero,
los movimientos sociales de fines de la década de 1980 procuraban lograr una
interacción orgánica entre la sociedad y el Estado a través de la participación
popular. Pero después de 1989 el mecanismo de interacción entre el mercado y el
Estado reemplazó la interacción entre la sociedad y el Estado. En el discurso del
neoliberalismo, el concepto de mercado fue reemplazando gradualmente al
concepto de sociedad, y la fuerza impulsora básica que precipitó la reforma del
sistema estatal y la transformación del sistema legal ya no fue “la sociedad” ni
“el pueblo”, sino el mercado interno e internacional. De modo tal que la
connotación de la “política” misma experimento una significativa transformación:
el Estado se convirtió en el principal ejecutivo encargado de mantener el sistema
de mercado y de reconstruir el sistema legal de acuerdo con las regulaciones de
la Organización Mundial de Comercio. En tal perspectiva histórica, se hace
necesario reconsiderar la relación entre movimiento social, crisis de la
reforma y el papel del Estado. La tendencia del pensamiento social desarrollado
en la década de 1990 con el lema “desacreditar el radicalismo” reemplazó la visión
de una democracia basada en la participación popular por la de una democracia
gradual y formalista. En consecuencia, el ímpetu real de la práctica
democrática quedó invalidado en el plano teórico y desde entonces los
movimientos de protección social de los diferentes niveles sociales quedaron
excluidos de la categoría de democracia.
Cuarto,
cuando la privatización llega a ser una tendencia y la propiedad privada se
convierte en un punto clave de la reforma de la constitución, es necesario
diferenciar históricamente dos formas de privatización.La primera forma es una
economía privada desarrollada a partir de las relaciones
sociales locales y los mercados pequeños (por ejemplo, transacciones de mercado
basadas en relaciones regionales y de sangre en la región Wenzhou y la
expansión del mercado impulsada por la producción de bienes pequeños y escasa
ganancia). Esta forma económica mostró su fuerte vitalidad después de la tormenta
financiera de 1997. El segundo tipo fue la privatización a gran escala que se
llevó a cabo bajo la supervisión del Estado, en el transcurso de la cual se
malvendieron o se transfirieron ilegalmente grandes cantidades de propiedades
pertenecientes al Estado. La corrupción, las altas tasas de desempleo, la
injusticia social y la desintegración de la seguridad social de la China
contemporánea fueron en gran medida resultados de este segundo tipo de “privatización”.Se
trata de un proceso de reforma dominado por el Estado pero que adquiere la
forma de “retirada del Estado”.
REDEFINIR EL
NEOLIBERALISMO EN EL CONTEXTO CHINO
Después
de haber ofrecido este breve resumen de mi análisis del proceso de la reforma,
querría hacer algunas aclaraciones sobre dos cuestiones que observé en las
primeras discusiones sobre el tema, tanto en la China como en otras partes, así
como en ciertos debates sobre los nuevos desarrollos. La primera se refiere al
neoliberalismo en el contexto chino y al nuevo reajuste en la elaboración de
las políticas destinado a apartarse de la línea neoliberal; el segundo tiene
que ver con las distinciones entre los intelectuales críticos y los
neoliberales que intervienen en el debate. Después de hacer las aclaraciones
respectivas, estaré en condiciones de decir algo sobre la certeza o
incertidumbre del futuro de la China.
Comenzaré
refiriéndome al empleo del término “neoliberalismo” en el debate intelectual
chino. Hay dos argumentos en contra de emplear ese concepto en el contexto de
la China contemporánea. Un intelectual liberal chino que participa del debate
entre la llamada nueva izquierda
y los neoliberales sostenía que el neoliberalismo es una reacción a la crisis
de los Estados benefactores y las socialdemocracias occidentales.Siendo la
China un país socialista autoritario, ¿como podríamos utilizar ese termino en
el contexto chino? Hace dos años, cuando participaba de una conferencia
realizada en Estambul, otro economista, un turco, me hacía la misma pregunta:
el núcleo del neoliberalismo es el llamado “consenso de Washington”, cuyos tres
lemas son liberalización, privatización y estabilización. Según esta norma, se
juzga a la China como un país que ha seguido el modelo llamado “del este asiático”,
en cuya economía la regulación del Estado cumple una función muy importante. En
realidad, hasta economistas como Joseph E. Stiglitz, muy críticos del
neoliberalismo, generalmente contrastaban el éxito de la reforma china con el
fracaso de la reforma neoliberal en los países de América Latina.
Esta
es también la razón por la cual Joshua Cooper Ramo, el autor de El consenso
de Pekin, sostiene que la China es la excepción del consenso de Washington.
La idea de un consenso de Pekín procede de ese juicio, aunque es un concepto más
normativo que descriptivo. Estas cuestiones merecen un examen más atento.
Lo
primero que quiero sostener es que el concepto de neoliberalismo no se utiliza
solamente en el contexto de los países democráticos occidentales con Estados
providentes. A partir de 1989, aconsejada por un profesor de Harvard, la Rusia
de Yeltsin emprendió un proceso de -lo que se llamó- “privatización espontánea”,
proceso que por entonces fue considerado un vívido ejemplo de neoliberalismo en
un país postsocialista. También es util recordar, como lo han hecho muchos intelectuales,
que el primer gran experimento con la formación de un Estado neoliberal se hizo
en Chile después del golpe militar de Pinochet contra el gobierno
socialdemocrata de izquierda, democráticamente elegido, de Salvador Allende, en
el menos famoso “11 de septiembre” de 1973. En ambos casos, el de Rusia y el de
Chile, se siguieron los lineamientos del libre mercado: privatizar los bienes
del Estado, abrir a la explotación privada los recursos naturales y facilitar
la inversión directa extranjera y el libre comercio. En realidad, los recursos
teóricos de muchos de los autodenominados “liberales” de la China son
exactamente los mismos que emplean los neoliberales de América Latina y de Occidente,
por ejemplo, F. von Hayek y Milton Friedman.Y sus lemas también son los mismos:
mercantilización, libre comercio,privatización, desregulación y retraimiento
del Estado, entre otros.Luego, la pregunta es la siguiente: ¿hay o no una gran
diferencia entre las implicaciones políticas, sociales y económicas que tienen
estos conceptos en el contexto chino y en otras sociedades?
El
segundo argumento que quiero desarrollar aquí es que el discurso dualista de la
China socialista/autoritaria y de los Estados providentes occidentales democráticos/capitalistas
trata de legitimar los estragos que provoca el proceso de privatización y
mercantilización en todo el sistema
de seguridad social, tanto en el sector público de los cuidados de la salud,
como en el sector de la vivienda pública, en el de la educación obligatoria y
en el de la redistribución a través de los impuestos diferenciados (que apuntan
a salvar la brecha entre las regiones costeras y las interiores). La retórica
de la llamada contradicción de la China, vale decir, una economía de mercado con
un Estado autoritario, no se limita a la China, sino que refleja una contradicción
del neoliberalismo, por cuanto la privatización, la mercantilización y la
desregulación o estabilización a favor de la retirada del Estado son siempre
compatibles con un
deseo de instaurar un nuevo tipo de Estado fuerte. La propia contradicción o el
argumento paradójico es la característica del neoliberalismo, contradicción
basada principalmente en la relación entre su ideología y su práctica; por
ejemplo, la yuxtaposición de la división entre política y economía, el
retraimiento del Estado y su intervención para imponer el proceso de
privatización y la participación del poder político en las actividades del
mercado. De ahí que el neoliberalismo sea la ideología que se empleo para defender
el proceso de redistribución de la propiedad pública en nombre de los llamados
derechos a la propiedad privada. Como sostuve en El nuevo orden de la China:
En el
nivel teórico, las narrativas discursivas tales como el “neoautoritarismo”, el “neoconservadurismo”,
el “liberalismo clásico”, el fundamentalismo de mercado [...] son todas
posiciones que tuvieron estrechas relaciones de una u otra forma con la constitución
del neoliberalismo. El desplazamiento sucesivo de estos términos y su reemplazo
recíproco (y hasta las contradicciones entre ellos) demuestran los cambios en
la estructura de poder tanto en la China contemporánea como en el resto del
mundo actual.
Esto
no se da únicamente en la China, sino que podemos observarlo en muchos otros
lugares del planeta. Cuando el plan neoliberal destruyó todos
los vínculos de solidaridad social, la anarquía del mercado generó una
situación que parece cada vez más ingobernable. Con lo cual, lo que vaya
a pasar o esté pasando en este mundo es una invitación al poder autoritario.
El
denominado “consenso de Washington” habitualmente ha sido resumido en tres
doctrinas: privatización, liberalización y mercantilización.Sin embargo, hasta
este breve compendio es problemático: la distinción entre el modo neoliberal y
el modo no neoliberal de reforma no se basa en que un país desarrolle o no una
reforma orientada al libre mercado ni en que proteja o no los derechos a la
propiedad privada; lo que establece la distinción es con que propósito, en que
tipo de condiciones, de que manera y hasta donde un país decide aplicar un modelo
de economía y de sociedad. En este sentido, el neoliberalismo no es un enfoque
puramente económico, es también una agenda política. Creo que la legitimidad de
la pregunta que me hacía el economista turco en Estambul estriba en los hechos.
Uno, el neoliberalismo domina la corriente principal del pensamiento de los
economistas chinos y de muchas de las políticas de Estado
(como consecuencia de que el proceso de elaboración de esas medidas políticas
esta cada vez más influído por grupos de interés nacionales e internacionales),
pero no puede representar la totalidad de la tendencia intelectual ni de la
orientación del Estado. Hay acalorados debates sobre muchas de estas cuestiones
tanto dentro del régimen como fuera de el. Dos, lo que es aun más importante,
aunque hay muchas coincidencias con el neoliberalismo, sería riesgoso reducir
todo el proceso de reforma china de las últimas décadas a una reforma
neoliberal.Muchos importantes logros de la reforma china no son una realización
del neoliberalismo, por ejemplo, la política de apertura, pues comenzó a
aplicarse a comienzos de la década de 1970; el éxito de la primera etapa de la
reforma rural tampoco puede acreditarse al neoliberalismo; sin la prolongada
acumulación conseguida en el período socialista desde la década de 1950 a la de
1980, especialmente con el establecimiento de la economía nacional
independiente por intermedio del proceso de industrialización, la reforma
urbana de la China no habría alcanzado tan fácilmente el aumento del producto
bruto interno cuando se aplicó la política de apertura. Desde los ochenta y los
noventa,muchas medidas tomadas por el Estado para regular la economía no contribuyeron
de ningún modo a aplicar una política neoliberal general.En este sentido, es
importante contar con una investigación detallada sobre la historia de la
reforma que permita aclarar cuales son las razones reales de los grandes logros
y cuales las causas de las diferenciaciones sociales y la crisis de la reforma
china. De lo contrario, cometeremos el error de tirar la fruta fresca junto con
la podrida. La China no es un ejemplo del neoliberalismo ni tampoco es su
contraejemplo.
Lo
cierto es que, aunque ya a finales de los ochenta había en la China una fuerte
tendencia hacia el neoliberalismo, este solo llego a ser dominante a partir del
período 1992-1994. Mi interpretación de la crisis social, del movimiento social
y de la violenta represión que ejerció el Estado sobre ese movimiento suministra
las bases para explicar las raíces históricas de esta dominación. La respuesta
a los acontecimientos de 1989 fue aplicar una nueva ola de reformas económicas,
varias de las cuales inclinaron al país hacia la ortodoxia neoliberal. En mi libro,
resumo así estas reformas:
La política monetaria paso a ser un medio esencial de control; hubo un
significativo ajuste de la paridad cambiaria con las monedas extranjeras que
tendió a unificar el tipo de cambio; las exportaciones y el comercio exterior pasaron
a depender de los mecanismos de competencia y asunción de la responsabilidad
por perdidas y ganancias; el sistema de precios de “doble vía” redujo su
alcance; la zona de desarrollo de Shangai Pudong se abrió por completo y las
diferentes zonas de desarrollo regional iniciaron el mismo camino.
Lo más
importante es que, siguiendo los debates intelectuales y públicos sobre la
tendencia neoliberal, el gobierno fue cambiando gradualmente su orientación
tanto en las políticas económicas como en las sociales. En el nivel político,
hay por lo menos cuatro aspectos del cambio que quiero mencionar. El primero,
en el proceso de los debates sobre la crisis rural que se iniciaron en 1999, el
gobierno reconoció las carencias de su política agrícola y lanzó la campaña de
construcción de un nueva campiña socialista que incluía la exención impositiva,
la inversión a gran escala del presupuesto del tesoro destinada a reedificar el
sistema médico, el sistema de educación, la infraestructura de comunicaciones y
de otro tipo en el campo, y la urbanización, con el propósito de disminuir la
disparidad existente entre las zonas metropolitanas y las rurales, aunque el
resultado final no fue muy claro. El segundo aspecto es que después de la
crisis del Sars de 2003 y la discusión que se suscitó desde entonces sobre la
cuestión de la salud y el sistema médico, a fines de 2008 el gobierno reconoció
públicamente el fracaso de su reforma neoliberal del sistema médico y decidió
aplicar la nueva política a fines de 2009. Las mismas transformaciones se están
operando en el campo de la reforma educativa, la del sistema de asistencia social
y en otros sectores. Aunque es demasiado pronto para emitir un juicio final, lo
que podemos decir es que la China esta reorientando su política de reformas.
¿CUAL ES LA DIFERENCIA
ENTRE LA IZQUIERDA Y LA DERECHA?
Después
del examen que acabamos de hacer, me referiré al debate intelectual mismo. Para
ello, me gustaría sintetizar las principales distinciones entre izquierdas y
derechas. Hay tres cuestiones que merecen especial atención. La primera es que,
cuando se trata de abordar la relación entre el Estado y el mercado, los intelectuales
críticos se dedican más a observar la complejidad de dicha relación que a
ponerse de manera simplista de un lado o de otro de acuerdo con la relación
binaria que se da entre ambos. El Estado es inherente al mercado, y los modos
de operar del mercado están relacionados con el Estado; el retiro del Estado
mismo es político. Por lo menos, es necesario examinar el “Estado” mismo en la
perspectiva del análisis político. Observarlo como una totalidad homogénea no
permite comprender como opera el Estado
ni definir la relación que mantiene con otras fuerzas sociales.
Ante
todo, la mercantilización de la China se lleva adelante mediante un proceso de
división de poderes. Por lo tanto, las relaciones entre los diferentes niveles
del gobierno, los diferentes mecanismos políticos y el mercado -incluídos sus
grupos especiales de interés- son extremadamente intrincadas. Hay muchos
conflictos de intereses entre el gobierno central, los gobiernos locales y los
diferentes departamentos del Estado; cada rama del aparato estatal se conecta
con los mercados internos e internacionales y con otros grupos sociales de
maneras extremadamente complicadas, y esas diversas conexiones producen a su
vez la multiplicación de relaciones de intereses compartidos y en conflicto, lo
cual se ve luego reflejado en los vaivenes del juego político y la orientación múltiple
de la toma de decisiones públicas. Así, podemos detectar una gran cantidad de
orientaciones contradictorias en las llamadas “actividades
estatales”, así como en las decisiones que se toman en los diferentes niveles y
las diferentes instituciones donde también coexisten simultáneamente la
coherencia y el conflicto. En este sentido, el método de observar el “Estado”
como una unidad homogénea de análisis no es más que una construcción ideológica.
La
segunda de las tres cuestiones que quiero señalar es que, en su búsqueda de
legitimidad, el Partido Comunista Chino, por un lado, “niega radicalmente” la Revolución
Cultural pero, por el otro, no “niega radicalmente” la Revolución China misma
ni los valores del socialismo, en particular, el pensamiento de Mao Zedong,
quien constituye la consumación histórica de esta tradición moderna.Esta práctica
produce un resultado doble: primero, en cuanto a la reforma del Estado, esta
tradición llegó a ser un poder interno restrictivo, es decir, cada decisión
importante que debía tomarse y toda transformación del “sistema del Estado
partido” tenía que someterse al debate y la disputa con esta tradición; por lo menos
había que apelar a una retórica especial para establecer una relación armoniosa
entre la transformación y ésta tradición. El segundo resultado es que, para los
trabajadores, los campesinos y otros grupos sociales, esa tradición llegó a ser
una fuerza legitimadora. Pueden utilizar esta tradición para luchar contra el
injusto proceso de mercantilización y de privatización promovido por el Estado
o para, al menos, negociar con el. Mediante ese recurso pueden limitar hasta
cierto punto la extensión del neoliberalismo. En este sentido, la evocación del
legado socialista chino en el contexto contemporáneo no equivale a un reclamo
por volver al socialismo de Estado, sino que es un reclamo por justicia social
y un esfuerzo por combatir la desigualdad social. A causa de este resultado
doble, aunque la reforma China en gran medida acompaña y se ajusta a la
globalización neoliberal, no podemos decir que todas las prácticas reformistas
chinas sigan los programas del neoliberalismo; de lo contrario, estaríamos
atribuyendo erradamente los logros de la reforma de la China al neoliberalismo.
Es indispensable distinguir y analizar la diferencia entre la ideología
neoliberal y la práctica de la reforma, pues ese es el único modo de confirmar
los logros positivos de la reforma.
El
tercer aspecto que me importa destacar es que, como la práctica de la reforma
estatal choca severamente con los valores socialistas, existen conflictos
internos entre los reformistas y la operación del aparato ideológico del
Estado. A causa de este conflicto interno, el aparato ideológico del Estado en
realidad ya se ha transformado o se esta transformando en un aparato estatal
general, es decir, en un mecanismo de control que opera a través de su poder
administrativo. Y, lo que es mas importante, el partido se ha convertido en
parte integrante del Estado, y su función ya no es la del partido político de
la China del siglo XX, sino la de un órgano político despolitizado. Todo ello
implica que el partido y su aparato estatal ideológico no operan de acuerdo con
valores específicos ni con una ideología, sino de acuerdo con una lógica “no
ideológica” o despolitizada, aunque, por supuesto, recurren con frecuencia al
lenguaje ideológico. Por consiguiente, culpar a la ideología socialista de
tales operaciones del Estado y sus consecuencias es una acusación engañosa y
nula. De manera que lo que corresponde hacer es redefinir el papel que
desempeña el Estado partido más alla de la apariencia de su continuidad.
Los
tres aspectos arriba mencionados solo esbozan brevemente la complejidad de la
cuestión del Estado en los contextos contemporáneos, pero esa complejidad al
menos demuestra que una noción homogénea del Estado no puede constituir una
categoría analítica. Lo que nos muestran las multiples explicaciones del Estado
es que versiones tales como la de “la retirada del Estado” son solo
declaraciones ambíguas, si no ya meras construcciones ideológicas. Al mismo
tiempo, este tipo de explicación ofrece un espacio para el análisis político,
para no tener que optar sencillamente por identificarnos por completo con el
Estado o por negarlo absolutamente, lo cual nos permite analizar las diferentes
fuerzas políticas que están incluidas en la categoría “Estado”. En este contexto,
no se trata pues de elegir entre libre mercado e intervención estatal, sino de
considerar la relación entre los dos atendiendo a como cambia la función del
Estado en un ambiente de mercado y evaluando cual debería ser la relación adecuada
entre ambos. Por ejemplo, cuando alguien comienza un ataque contra el Estado en
nombre del libre mercado, olvida los cambios que ese Estado ha ido experimentando.En
contraste, algunos intelectuales no solo critican la idea neoliberal de la
retirada del Estado, sino que ademas sugieren activamente que el Estado pase de
ser un Estado desarrollista a un Estado que provea servicios sociales, y ponen
énfasis en que la política estatal debería cambiar su eje de prioridades y en
lugar de “privilegiar la eficiencia y ocuparse de la igualdad” debería
“privilegiar la igualdad y ocuparse de la eficiencia” para poder confinar las
actividades del mercado que se concentran en la eficiencia dentro de ciertos
campos. Creo que esta es la construcción más positiva y más democrática.
La
segunda cuestión que me propongo subrayar aquí es que, en lo que a la
transferencia o privatización de los derechos de propiedad se refiere, los
intelectuales críticos están en contra de la oposición clásica entre los
derechos de propiedad privada y de propiedad pública. Sugieren en cambio que
los derechos de propiedad deberían entenderse en la perspectiva de las
relaciones sociales y que hay que considerar el conjunto como un paquete, un
haz de derechos. El debate sobre la privatización o la clarificación sobre los
derechos de propiedad que se desarrolla actualmente no es un debate general
relativo a los derechos de propiedad. Solo gira alrededor de la redistribución
de los bienes del Estado en el proceso de desnacionalización y la justicia de
tal proceso. No podemos simplificar este debate y convertirlo en una discusión sobre
si es mejor la propiedad privada o la propiedad del Estado. Tampoco se lo puede
simplificar suponiendo que se trata de establecer que es mas racional: la
interferencia del Estado o las reglas del mercado.Uno de los ejes principales
de este debate es definir como, a través de la reforma, puede convertirse la
propiedad del Estado en derechos de propiedad socializados, por ejemplo, los
derechos de propiedad del trabajo.Algunos economistas defienden la privatización
y la mercantilización ilimitadas, pues estiman que ese es el único camino que
puede seguir la China para alcanzar un orden de mercado con derechos a la propiedad
claros. Algunos otros liberales se dieron cuenta de que la mercantilización de
la China no produjo un orden económico espontáneo porque el mercado no es libre
sino que está determinado, y en esa determinación un importante eslabón es la
búsqueda de renta del poder
político. Estos liberales critican duramente los resultados reales y exigen que
la justicia social acompañe el crecimiento económico. Sin embargo, también ellos
simplifican el problema limitándolo a una cuestión de igualdad de punto de partida
o igualdad de oportunidades y se niegan a hacer un análisis histórico serio del
reordenamiento de las relaciones de propiedad que se ha producido. Esta
simplificación lleva a suponer que la “privatización” o “separación” es un
propósito incuestionable y a presentarla como la única forma factible suprime
otras posibilidades sociales.
Sobre
esta cuestión, la verdadera diferencia que divide a los intelectuales no reside
en si hay que proteger o no la propiedad privada. Lo que realmente los diferencia
son sus actitudes respecto de dos preguntas primordiales. La primera es: ¿se
intenta aprovechar la oportunidad para
legalizar la propiedad obtenida mediante transacciones entre el poder y el
dinero y otros medios ilegales de la reforma? Y ademas, ¿que tipo de mecanismo
puede emplearse para calcular y evaluar la propiedad privada? La reciente
discusión sobre la pérdida que sufrió el Estado con la reforma neoliberal de
las empresas que eran de propiedad estatal apunta a aclarar este punto. La
segunda pregunta candente es: dada la estructura de endeudamiento del campo, la
privatización de la tierra, ¿esto hará que los campesinos pierdan nuevamente
sus tierras?¿Conducirá a un proceso de fusión aun mas extremadamente desigual? Antes
de que comenzaran los debates sobre el campo, la agricultura y los campesinos,
los intelectuales y los departamentos del gobierno chinos ya habían comenzado a
discutir la cuestión de la privatización de la tierra. Muchos economistas
aprueban la privatización de la tierra, algunos funcionarios locales que ya
sacaron provecho también apoyan la medida, algunos funcionarios del gobierno y
de ciertos departamentos que están ansiosos por desembarazarse de las
responsabilidades estatales también defienden la privatización de la tierra.Como
señala Li Changping, un ex secretario local, a causa de la crisis agrícola, los
campesinos comunes se vieron obligados a mantener su producción utilizando
formas de débito y crédito sobre préstamos y, precisamente, la mayor parte de
sus acreedores son ex funcionarios locales y miembros de la clase privilegiada;
una vez que se ponga en práctica la privatización, una gran cantidad de
campesinos perderán sus tierras de la noche a la mañana. De modo que esos
campesinos, cuyas voces no se oyen en la esfera pública, no recibirían con
beneplácito la privatización de la tierra. En esta misma línea de pensamiento,
me parece que el análisis de las perspectivas de la privatización de la tierra ha
proporcionado pruebas concretas para que reconsideremos la cuestión de la privatización
en la China contemporánea.
El último
punto de divergencia es la actitud de los intelectuales sobre los efectos que
pueda tener el nuevo sistema de derechos en cuanto a promover o no el
desarrollo de la democracia popular y los derechos civiles, y a suprimir
efectivamente el “filisteísmo político”, lo cual incluye determinar si es
posible expandir los derechos laborales al mismo tiempo que se discuten los derechos
de propiedad. En 2003, el periódico Dashu publicó una serie de artículos
sobre estas cuestiones cuando las discusiones sobre la revisión de la constitución
china consideraban la conveniencia de incluir una clausula que estableciera que
“la propiedad es sagrada e inviolable”. El debate produjo algunas conclusiones:
ni siquiera en la ley de derecho a la propiedad, aprobada en el último congreso
del pueblo en la primavera, hay una clausula que establezca que “la propiedad
es sagrada e inviolable”. Aparece en cambio un artículo que reza: “la propiedad
privada legal es inviolable”. Hay algunos artículos relacionados con el tema,
todos igualmente moderados y convenientes. Lo cierto es que, despues de diez
anos de desarrollo, la cuestión de los derechos de propiedad ha llegado a
constituir uno de los problemas esenciales de los cambios sociales de la China contemporánea.
La
tercera cuestión que quiero poner de relieve aquí es también un tema clave de
los debates intelectuales actuales. Me refiero a la cuestión de la democracia:
¿cómo entenderla? ¿Es o no necesaria una democracia participativa? ¿Como
afrontar la democracia formal? Muchos países del Tercer Mundo han establecido
sistemas que son democráticos en la forma pero, con frecuencia, advertimos que
esas democracias formales son el producto y el resultado de una alianza de la élite;
carecen de un mecanismo que garantice la participación social genuina. En
consecuencia, a diferencia de quienes dogmatizan la democracia, muchas personas
desilusionadas renuncian a la idea misma de democracia. Pero en la crisis
universal que vive la democracia –especialmente la democracia participativa- en
el mundo contemporáneo, sostengo que la clave para resolver este problema es
expandir la significación de la democracia en contextos sociales concretos
antes que observarla como una forma de gobierno ya confeccionada y
reproducible.En realidad, el contraste entre la democracia de élite y la
popular es una cuestión que fue planteada a menudo en las revoluciones chinas modernas,
pero que nunca fue resuelta. La idea de los derechos del neoliberalismo se
desarrolla en la oposición entre lo individual y lo colectivo o el Estado. Esta
idea individualista de los derechos armoniza con la idea de la libertad de
mercado y con la idea de la propiedad privada.Y la verdad es que las ideas de
la libertad de mercado y de la propiedad privada frecuentemente se conectan con
el esfuerzo de grupos especiales de interés que buscan contrarrestar la lucha
de la clase trabajadora y de otras clases sociales por frenar la ilimitada
expansión del mercado. Por ejemplo, esta idea individualista de los derechos
rara vez incluye los derechos laborales, sino que sugiere formas de reducirlos,
porque el principio de distribución social en el que se sustentan los derechos
laborales y la limitación de la expansión del mercado acota el alcance del sistema
individualista de derechos.
La
democracia participativa esta inevitablemente asociada a los movimientos sociales
que se producen incesantemente en nuestras sociedades.De manera general,
podemos decir que estos movimientos son movimientos sociales en busca de
autoprotección dentro del ambiente de la expansión del mercado. Por ejemplo, el
movimiento de los trabajadores por sus derechos laborales y por mayor seguridad
en sus puestos de trabajo, los movimientos de inmigrantes a favor de una protección
social e igualdad de derechos, el movimiento de ciertas organizaciones a favor
de la protección ambiental, etcétera. Estos son movimientos que se manifiestan casi
diariamente, pero tanto los izquierdistas como los derechistas concentran su
atención en el mercado y el Estado, cuando haría falta emprender una
investigación real y dedicar mayor interés a estos movimientos sociales, que
constituyen una significativa laguna en los debates actuales.
Por
otra parte, no todos los movimientos de protección social pueden llevar automáticamente
a expandir el sistema de derechos arriba mencionado. La veloz expansión del mercado
desintegró la red social original y sus conexiones; como resultado de ello, no
solo se han perdido los derechos de los grupos individuales; se ha producido la
desintegración de la sociedad misma. Cuando el presagio de la desintegración social
se suma a los movimientos sociales, las personas tienen dificultades para
superar la sensación de desesperanza o para construir una identidad social; no
tienen confianza en el plan de identidad que proponen las élites y, en este
contexto, los movimientos sociales a menudo recurren a líderes firmes o a
Estados fuertes para mantener los derechos sociales básicos. Los neoliberales
interpretaron el apoyo y la simpatía que despertaba la izquierda como “populismo”
o “gran democracia” (el modo de referirse al movimiento de masas que se produjo
durante la Revolución Cultural) y los acusaron de conducir a la dictadura social.
No obstante, como lo mencione anteriormente, olvidaron o pasaron
intencionalmente por alto el hecho de que la expansión del mercado neoliberal
lógicamente se convirtió en una invitación al autoritarismo (los Estados Unidos
de Bush podrían ser el ejemplo). En este sentido, la transformación de la política
económica (concentrada en el aumento del producto bruto interno) en una política
social (preocupada por la justicia social, el sistema de asistencia social, el
producto bruto interno “verde”, etcétera) que se ha registrado en la China en
los últimos diez anos es un movimiento positivo.
ALGUNAS
INDICACIONES PARA REFLEXIONAR SOBRE EL FUTURO
De
acuerdo con lo que hemos analizado hasta ahora, corresponde hacer tres
diferenciaciones básicas.
En
primer lugar, debemos diferenciar entre la idea del mercado que compite
libremente o se regula por si mismo y el proceso histórico en el cual surgió y
funciono la moderna economía de mercado. Si hacemos esta distinción queda claro
que la sociedad de mercado y sus reglas se forman y funcionan en la interrelación
entre la intervención del Estado, la innovación de las instituciones, la
monopolización, las costumbres sociales y los acontecimientos históricos. La
libre competencia constituye solo una parte de sus condiciones. Por
consiguiente, criticar la sociedad de mercado y su crisis en realidad no
equivale a negar el sistema del mercado.
En
segundo lugar, debemos diferenciar entre la ideología neoliberal de mercado (a
menudo caracterizada por la demanda de una completa retirada del Estado) y el
orden y las políticas económicas neoliberales de mercado (frecuentemente
caracterizados por apoyarse en las imposiciones y medidas del Estado). Si hacemos
esta distinción, queda claro que la ideología neoliberal requiere que el Estado
adopte una política de no intervención, que en realidad significa que el Estado
renuncie a sus deberes relativos a la asistencia y la seguridad sociales, que
renuncie a aplicar métodos económicos para ajustar las actividades del mercado y,
además, que corte el vínculo existente entre política y economía.Pero la
renuncia a esos deberes es en si misma el resultado de acuerdos institucionales
y políticos. La crisis china de las empresas estatales y de la agricultura es
el resultado de un activo acuerdo institucional y político.Por lo tanto, el
lema en contra de la intervención estatal resulta ser la premisa de las políticas
estatales, la esencia de lo que en realidad es otra forma de activa
“intervención”.
En
tercer lugar, tenemos que diferenciar entre la categoría de mercado y la
categoría de sociedad. Si hacemos esta distinción, queda claro que las reglas y
regulaciones del mercado no son iguales a las reglas y regulaciones sociales, y
que el sistema democrático social no es lo mismo que el sistema operativo del mercado,
así como la orientación del Estado hacia la democracia no es lo mismo que la
transformación del Estado en un órgano político que instaura el sistema de
mercado.La crisis de 1989 demuestra que la expansión del mercado bajo la supervisión
del Estado crea crisis social, y que el Estado aprovecha la oportunidad que
representa la crisis social para controlar la sociedad (y no solo el mercado)
en todos sus aspectos. Y, ademas, demuestra que el sistema de mercado se
instaura cuando la sociedad (y no el Estado) se retira por completo del campo
de la “política”.
Destacare algunas
reflexiones que se desprenden de lo que acabo de decir.
Lo
primero es que la desigualdad económica que provoca la expansión del mercado
siempre esta relacionada estrechamente con desigualdades existentes en otras esferas
tales como la política, la económica y la cultural. De modo que las luchas por
la libertad (incluidas la libertad de los contratos laborales, la libertad de
cambio, la libertad política, etcétera) deben ser, al mismo tiempo, luchas por
la igualdad social.Esto implica rechazar el discurso que opone drásticamente
las demandas de igualdad a las demandas de libertad.
Lo
segundo es que la resistencia a la monopolización y la tiranía del mercado
dominante no pueden equipararse sencillamente con la lucha “contra” el mercado,
porque esa resistencia social misma incluye los esfuerzos por instaurar una
competencia justa en el mercado y una democracia económica.
La
tercera observación que quiero hacer es que la resistencia contra la hegemonía
económica y el monopolio multinacional no significa que el país deba cerrarse
al mundo exterior, y que cierto grado de protección comercial no equivale a una
política “antimercado”. Los movimientos sociales que desafían a la Organization
Mundial de Comercio y la lucha entre países ricos y países pobres en las
negociaciones de ese organismo muestran una nueva forma de disputa; es decir,
ya no se trata de oponer las organizaciones y los ajustes internacionales en su
conjunto a las posturas nacionalistas o proteccionistas, sino de promover la
democratización de las instituciones internacionales -incluida la OMC- y de las regulaciones
internacionales para lograr un cambio de su naturaleza con el aporte de los
movimientos sociales participativos y, ademas, para conectar la justicia económica
de cada país con la justicia económica internacional. Inevitablemente, la lucha
por la justicia económica es también una lucha por el cambio político y social
que debería ser un movimiento orientado al socialismo.
En
cuarto y ultimo lugar, digamos que el movimiento de la economía esta siempre
inmerso en condiciones políticas, culturales y sociales; por lo tanto,
esforzarse por establecer las condiciones de una competencia justa de mercado
no es lo mismo que desembarazarse del sistema político estatal, de las
costumbres sociales ni de los mecanismos reguladores.Por el contrario,
perfeccionar las condiciones del mercado implica reformar, limitar pero también
expandir esos sistemas para poder crear las condiciones sociales de una
interacción justa. Por eso es importante no equiparar la lucha por la justicia
social y la justa competencia de mercado con la oposición a la intervención
estatal. Aquellos objetivos tienen más probabilidades de alcanzarse a través de
una democracia socialista, es decir, un sistema que impida que el Estado se
transforme en el protector del monopolio interno y del monopolio multinacional,
mediante el control democrático que la sociedad haga del Estado. Este es el
motivo por el cual la democracia popular y participativa continúa siendo la
impulsora real de la democracia contemporánea. Debemos repudiar el enfoque que
opone la democracia popular a la democracia formal. En cualquier escala, a
saber, tanto en la escala de un Estado nación como en la escala del mercado
mundial, la lucha por la libertad necesariamente habrá de manifestarse como la
lucha por la democracia y la libertad.
Resumo
estas reflexiones como un tipo de pensamiento relacionado con el sistema
democrático de mercado, un tipo de pensamiento relacionado con el desarrollo de
la sociedad más que con el mero desarrollo de la economía. Solo en este marco
podrá conectarse la lucha por la justicia económica con la lucha por la
justicia social y la democracia política, así como con la exploración de los
diferentes modelos de desarrollo.
PUNTO Y APARTE
CONTROL MENTAL
BURÓCRATA- LOBISTA- MÍSTER PAGINA 11
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