domingo, 27 de diciembre de 2015

Wang Hui : Debatir por Nuestro Futuro.La política intelectual en la China contemporánea

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En 2010 apareció el siguiente ensayo ,que aparece publicado en este blog , en un texto compilatorio bajo el nombre de Sobre la Idea de Comunismo.Conformado por autores de diversas especialidades como la filosofía , la sociología y la critica literaria,etc.Dicho libro que tiene su origen en el simposio “Sobre la idea del comunismo”organizado por Costas Douzinas, Alain Badiou y  Slavoj Zizek  (sin apoyo financiero de una intitución sino gracias a la contribución del público) en la universidad londinense de Birkbeck School of Law , celebrado del 13 al 15 de marzo del 2009 ,versa sobre la idea de Comunismo como concepto filosófico. Reúne a los pensadores , Alain Badiou,Judith Balso,Bruno Bosteels,Susan Buck-Morss,Terry Eagleton,Peter Hallward ,Michael Hardt,Jean-Luc Nancy,Antonio Negri,Jacques Ranciére ,Alessandro Russo,Alberto Toscano,Gianni Vattimo,Wang Hui y Slavoj Zizek.

El ensayo Debatir por Nuestro Futuro.La política intelectual en la China contemporánea aborda el proceso político económico de china de la era post-Mao y los debates intelectuales  que se han realizado desde entonces tras las reformas de 1980 y el arribo del neoliberalismo a la China.El núcleo fundamental gira en torno al conflicto entre el dualismo del  Mercado / Estado , las políticas que dan preeminencia al Libre mercado / y las políticas que promueven la intervención Estatal , para solucionar los problemas sociales.El caso de china es particular , pues el arribo de la restauración capitalista no trajo necesariamente la radical imposición del neoliberalismo tras un golpe de estado como en Chile , en Rusia y las adoptadas con resultados negativos en América Latina ,debido a que el gobierno estaba dirigido y organizado por lo que se ha venido a llamar el Estado partido (el PCCH).Si bien se fueron adoptando algunas medidas de corte neoliberal , el modelo chino y su apertura al mercado mundial fue producto de un conjunto de reformas que se cuidó de no seguir intransigentemente todos los lineamientos del libre mercado.(A pesar de ello ha traido consecuencias políticas y económicas ).Si hay algo que interesa más, es que el autor aboga por un  sistema democrático de mercado , un modelo que contribuya al desarrollo de la sociedad y no solo del mercado y en el cual la justicia económica ,la justicia social y la democracia política confluyan en la exploración de diferentes modelos de desarrollo.   








Debatir por Nuestro Futuro.La política intelectual en la China contemporánea  


Wang  Hui




Desde la década de 1990 se viene dando entre los intelectuales chinos un intenso debate sobre el pasado, la realidad y el futuro de la China. La incertidumbre ensombrece no solo nuestra imaginación sobre el futuro, sino también nuestra comprensión del pasado y del presente. La intensidad del debate muestra hasta que punto es incierta nuestra comprensión del pasado y del presente, y abarca tanto la reflexión sobre los fracasos y los logros del pasado socialista como los aciertos y desaciertos de la reforma y, en realidad, la completa historia de la China del siglo XX. Puesto que el futuro es inmanente a nuestro presente, la incertidumbre del pasado y del presente determina la incertidumbre sobre nuestro futuro. En las discusiones sobre el desarrollo económico, la reforma política, la diferenciación social, la crisis ambiental y la renovación institucional subyace una profunda preocupación por lo que debería ser la China.

¿Adónde va la China?

Desde la década de 1980, la reforma económica china trajo consigo enormes realizaciones, pero también condujo a una rediferenciación social. Durante todos estos años, los intelectuales chinos hemos estado debatiendo la manera de explicar semejante fenómeno contradictorio. A partir de mediados de los setenta, el discurso del desarrollismo centrado en la economía neoclásica gradualmente comenzó a imponerse en muchos países. Con ideas tales como la defensa de la propiedad privada, el libre mercado y la democracia social, este discurso crítico de la interferencia del Estado y la tradición del Estado providente y opuesto a la democracia popular y a cualquier legado socialista, cambio el sistema social imperante en la Europa occidental de la posguerra por el poder político de Reagan y el tatcherismo. En la segunda mitad de la década de 1980, esta tendencia del pensamiento reverberó potentemente en los países socialistas. Las ideas de la propiedad privada, el libre mercado y la  democracia formal llegaron a ser las armas mas poderosas contra el sistema estatal socialista, centrado en la economía planificada y su ideología socialista. En el proceso histórico que puso fin a la Guerra Fría y provocó la desintegración del sistema socialista, el “neoliberalismo” se constituyo en una de las metodologías mas importantes para explicar el proceso de reforma en la China. Despues de los acontecimientos que sacudieron el mundo en 1989, casi todas las interpretaciones históricas de los diversos movimientos sociales y del avance de la reforma de la China estuvieron subordinadas al discurso de la corriente dominante del neoliberalismo. Sin embargo, este discurso es incapaz de explicar adecuadamente la drástica diferenciación de clases, estratos y regiones que se esta registrando en la China y en todo el mundo. Tampoco puede ofrecer ningun plan alternativo al modelo del desarrollo que se presenta principalmente con la forma de una expansión del mercado que ha causado la crisis ambiental y la desintegración social. En consecuencia, la economía de mercado del neoliberalismo ha provocado una vigorosa resistencia desde las diferentes regiones.

El discurso dominante del neoliberalismo se basa en la oposición polar entre el libre mercado y la intervención estatal, el capitalismo y el socialismo, la globalización y la antiglobalización, la propiedad privada y los bienes en manos del Estado. Y aplica este marco de dualismo para interpretar el proceso de reforma de la China contemporánea. No obstante, si situamos en un proceso histórico concreto los debates contemporáneos de los intelectuales chinos sobre el libre mercado y la intervención estatal, el capitalismo y el socialismo, la globalización y la antiglobalización, la propiedad privada y las posesiones del Estado, ese discurso del dualismo manifestará diferentes connotaciones.

Ante todo, la formación del sistema de mercado en la China se desplegó en dos direcciones: internamente, transfiriendo derechos y beneficios del centro a lo local, fomentando el poder para tomar decisiones de las empresas, reformando el sistema financiero y privatizando algunos sectores, el Estado permitió que los mecanismos del mercado se infiltraran en todas las esferas de la vida social; internacionalmente, introduciendo reformas en el comercio exterior y en el sistema financiero, el Estado incluyo gradualmente a la China en las relaciones con el mercado global, relaciones dominadas por la Organización Mundial de Comercio y el Fondo Monetario Internacional.

Este proceso estuvo relacionado con profundas transformaciones de la estructura social y encendió graves crisis sociales. En la segunda mitad de 1988, la inestabilidad social provocada por la inflación obligo a terminar con la reforma de precios. Es por ello que el ano 1989 se considera como un breve intervalo en la reforma urbana del país. Pero este intervalo coincidió con el período en que el Estado decidió aplicar su política de ajuste como una manera de afrontar el primer ciclo de crisis, de modo tal que el periodo constituyó un momento de preparación para expandir aun más el mercado. En septiembre de 1989, volvió a instrumentarse la reforma de precios, suspendida anteriormente dos veces. En aquel momento, los principales ajustes recayeron en los precios, la paridad cambiaria y la tasa de interés. Los acontecimientos de 1989 y los cambios producidos inmediatamente después demuestran la relación paradójica entre la expansión del mercado y el Estado. Por un lado, es casi inconcebible fomentar y desarrollar el mercado sin que el Estado respalde ese impulso con una política de ajuste, un sistema legal y un apoyo político estatal. Por el otro, que el mercado dependa del Estado es, al mismo tiempo, la premisa de las transacciones entre el poder y el mercado. En esta perspectiva, comprendemos la relación histórica interna que hubo entre las reformas de la década de 1980 y el período inmediatamente posterior a 1989, y advertimos que se da una peculiar interacción entre el sistema socialista tradicional y la creación del mercado: la expansión del mercado se apoyo en un poder “antimercado”, es decir, estuvo respaldada por la intervención estatal, y el Estado, por su parte, supero la crisis de legitimidad precisamente gracias a la expansión del mercado. En este sentido, vemos que la oposición mercado/Estado no puede explicar el proceso de expansión del mercado que se registró en la China. La idea neoliberal de la retirada del Estado no puede explicar los grandes logros obtenidos con la reforma gracias a efectivas políticas estatales relativas a los precios y la industria. Tampoco puede explicar el atroz intercambio de poder y ganancias ni la grave estratificación social que provocó el proceso de privatización en gran escala de las propiedades del Estado.

En segundo lugar, desde finales de la década de 1980, las condiciones sociales en las cuales funcionaba el sistema estatal han cambiado tan drásticamente que el sistema mismo y las relaciones sociales de interés que representa se modificaron completamente. Durante el veloz desarrollo económico de la China, la brecha de ingresos entre los diversos estratos sociales, grupos y regiones se expandió ampliamente y el numero de indigentes aumento en poco tiempo. Esta transformación histórica hizo que la antigua ideología del Estado (es decir, la ideología socialista basada en la igualdad) y la práctica del Estado se volvieran extremadamente contradictorias y, por consiguiente, el Estado ya no pudo cumplir su función ideológica. Esta es la situación en la cual el neoliberalismo llegó a ser la nueva ideología dominante. En consecuencia, la tradicional oposición socialismo/capitalismo básicamente ya no pudo seguir usándose como marco del análisis histórico. Solo en la perspectiva de este proceso de transformación ideológica podemos comprender los siguientes fenómenos que se dieron en el campo del pensamiento: la resistencia a las nuevas tendencias de crítica social, denunciadas, junto con todo elemento socialista, como vieja ideología; el encubrimiento de los movimientos sociales que se produjeron a fines de los ochenta y su relación interna con los reclamos de democracia, descritos como manifestaciones en pro o en contra de la reforma, etcétera.

Tercero, los movimientos sociales de fines de la década de 1980 procuraban lograr una interacción orgánica entre la sociedad y el Estado a través de la participación popular. Pero después de 1989 el mecanismo de interacción entre el mercado y el Estado reemplazó la interacción entre la sociedad y el Estado. En el discurso del neoliberalismo, el concepto de mercado fue reemplazando gradualmente al concepto de sociedad, y la fuerza impulsora básica que precipitó la reforma del sistema estatal y la transformación del sistema legal ya no fue “la sociedad” ni “el pueblo”, sino el mercado interno e internacional. De modo tal que la connotación de la “política” misma experimento una significativa transformación: el Estado se convirtió en el principal ejecutivo encargado de mantener el sistema de mercado y de reconstruir el sistema legal de acuerdo con las regulaciones de la Organización Mundial de Comercio. En tal perspectiva histórica, se hace necesario reconsiderar la relación entre movimiento social, crisis de la reforma y el papel del Estado. La tendencia del pensamiento social desarrollado en la década de 1990 con el lema “desacreditar el radicalismo” reemplazó la visión de una democracia basada en la participación popular por la de una democracia gradual y formalista. En consecuencia, el ímpetu real de la práctica democrática quedó invalidado en el plano teórico y desde entonces los movimientos de protección social de los diferentes niveles sociales quedaron excluidos de la categoría de democracia.

Cuarto, cuando la privatización llega a ser una tendencia y la propiedad privada se convierte en un punto clave de la reforma de la constitución, es necesario diferenciar históricamente dos formas de privatización.La primera forma es una economía privada desarrollada a partir de las relaciones sociales locales y los mercados pequeños (por ejemplo, transacciones de mercado basadas en relaciones regionales y de sangre en la región Wenzhou y la expansión del mercado impulsada por la producción de bienes pequeños y escasa ganancia). Esta forma económica mostró su fuerte vitalidad después de la tormenta financiera de 1997. El segundo tipo fue la privatización a gran escala que se llevó a cabo bajo la supervisión del Estado, en el transcurso de la cual se malvendieron o se transfirieron ilegalmente grandes cantidades de propiedades pertenecientes al Estado. La corrupción, las altas tasas de desempleo, la injusticia social y la desintegración de la seguridad social de la China contemporánea fueron en gran medida resultados de este segundo tipo de “privatización”.Se trata de un proceso de reforma dominado por el Estado pero que adquiere la forma de “retirada del Estado”.

REDEFINIR EL NEOLIBERALISMO EN EL CONTEXTO CHINO

Después de haber ofrecido este breve resumen de mi análisis del proceso de la reforma, querría hacer algunas aclaraciones sobre dos cuestiones que observé en las primeras discusiones sobre el tema, tanto en la China como en otras partes, así como en ciertos debates sobre los nuevos desarrollos. La primera se refiere al neoliberalismo en el contexto chino y al nuevo reajuste en la elaboración de las políticas destinado a apartarse de la línea neoliberal; el segundo tiene que ver con las distinciones entre los intelectuales críticos y los neoliberales que intervienen en el debate. Después de hacer las aclaraciones respectivas, estaré en condiciones de decir algo sobre la certeza o incertidumbre del futuro de la China.

Comenzaré refiriéndome al empleo del término “neoliberalismo” en el debate intelectual chino. Hay dos argumentos en contra de emplear ese concepto en el contexto de la China contemporánea. Un intelectual liberal chino que participa del debate entre la llamada nueva izquierda y los neoliberales sostenía que el neoliberalismo es una reacción a la crisis de los Estados benefactores y las socialdemocracias occidentales.Siendo la China un país socialista autoritario, ¿como podríamos utilizar ese termino en el contexto chino? Hace dos años, cuando participaba de una conferencia realizada en Estambul, otro economista, un turco, me hacía la misma pregunta: el núcleo del neoliberalismo es el llamado “consenso de Washington”, cuyos tres lemas son liberalización, privatización y estabilización. Según esta norma, se juzga a la China como un país que ha seguido el modelo llamado “del este asiático”, en cuya economía la regulación del Estado cumple una función muy importante. En realidad, hasta economistas como Joseph E. Stiglitz, muy críticos del neoliberalismo, generalmente contrastaban el éxito de la reforma china con el fracaso de la reforma neoliberal en los países de América Latina.

Esta es también la razón por la cual Joshua Cooper Ramo, el autor de El consenso de Pekin, sostiene que la China es la excepción del consenso de Washington. La idea de un consenso de Pekín procede de ese juicio, aunque es un concepto más normativo que descriptivo. Estas cuestiones merecen un examen más atento.

Lo primero que quiero sostener es que el concepto de neoliberalismo no se utiliza solamente en el contexto de los países democráticos occidentales con Estados providentes. A partir de 1989, aconsejada por un profesor de Harvard, la Rusia de Yeltsin emprendió un proceso de -lo que se llamó- “privatización espontánea”, proceso que por entonces fue considerado un vívido ejemplo de neoliberalismo en un país postsocialista. También es util recordar, como lo han hecho muchos intelectuales, que el primer gran experimento con la formación de un Estado neoliberal se hizo en Chile después del golpe militar de Pinochet contra el gobierno socialdemocrata de izquierda, democráticamente elegido, de Salvador Allende, en el menos famoso “11 de septiembre” de 1973. En ambos casos, el de Rusia y el de Chile, se siguieron los lineamientos del libre mercado: privatizar los bienes del Estado, abrir a la explotación privada los recursos naturales y facilitar la inversión directa extranjera y el libre comercio. En realidad, los recursos teóricos de muchos de los autodenominados “liberales” de la China son exactamente los mismos que emplean los neoliberales de América Latina y de Occidente, por ejemplo, F. von Hayek y Milton Friedman.Y sus lemas también son los mismos: mercantilización, libre comercio,privatización, desregulación y retraimiento del Estado, entre otros.Luego, la pregunta es la siguiente: ¿hay o no una gran diferencia entre las implicaciones políticas, sociales y económicas que tienen estos conceptos en el contexto chino y en otras sociedades?

El segundo argumento que quiero desarrollar aquí es que el discurso dualista de la China socialista/autoritaria y de los Estados providentes occidentales democráticos/capitalistas trata de legitimar los estragos que provoca el proceso de privatización y mercantilización en todo el sistema de seguridad social, tanto en el sector público de los cuidados de la salud, como en el sector de la vivienda pública, en el de la educación obligatoria y en el de la redistribución a través de los impuestos diferenciados (que apuntan a salvar la brecha entre las regiones costeras y las interiores). La retórica de la llamada contradicción de la China, vale decir, una economía de mercado con un Estado autoritario, no se limita a la China, sino que refleja una contradicción del neoliberalismo, por cuanto la privatización, la mercantilización y la desregulación o estabilización a favor de la retirada del Estado son siempre compatibles con un deseo de instaurar un nuevo tipo de Estado fuerte. La propia contradicción o el argumento paradójico es la característica del neoliberalismo, contradicción basada principalmente en la relación entre su ideología y su práctica; por ejemplo, la yuxtaposición de la división entre política y economía, el retraimiento del Estado y su intervención para imponer el proceso de privatización y la participación del poder político en las actividades del mercado. De ahí que el neoliberalismo sea la ideología que se empleo para defender el proceso de redistribución de la propiedad pública en nombre de los llamados derechos a la propiedad privada. Como sostuve en El nuevo orden de la China:

En el nivel teórico, las narrativas discursivas tales como el “neoautoritarismo”, el “neoconservadurismo”, el “liberalismo clásico”, el fundamentalismo de mercado [...] son todas posiciones que tuvieron estrechas relaciones de una u otra forma con la constitución del neoliberalismo. El desplazamiento sucesivo de estos términos y su reemplazo recíproco (y hasta las contradicciones entre ellos) demuestran los cambios en la estructura de poder tanto en la China contemporánea como en el resto del mundo actual.

Esto no se da únicamente en la China, sino que podemos observarlo en muchos otros lugares del planeta. Cuando el plan neoliberal destruyó todos los vínculos de solidaridad social, la anarquía del mercado generó una situación que parece cada vez más ingobernable. Con lo cual, lo que vaya a pasar o esté pasando en este mundo es una invitación al poder autoritario.

El denominado “consenso de Washington” habitualmente ha sido resumido en tres doctrinas: privatización, liberalización y mercantilización.Sin embargo, hasta este breve compendio es problemático: la distinción entre el modo neoliberal y el modo no neoliberal de reforma no se basa en que un país desarrolle o no una reforma orientada al libre mercado ni en que proteja o no los derechos a la propiedad privada; lo que establece la distinción es con que propósito, en que tipo de condiciones, de que manera y hasta donde un país decide aplicar un modelo de economía y de sociedad. En este sentido, el neoliberalismo no es un enfoque puramente económico, es también una agenda política. Creo que la legitimidad de la pregunta que me hacía el economista turco en Estambul estriba en los hechos. Uno, el neoliberalismo domina la corriente principal del pensamiento de los economistas chinos y de muchas de las políticas de Estado (como consecuencia de que el proceso de elaboración de esas medidas políticas esta cada vez más influído por grupos de interés nacionales e internacionales), pero no puede representar la totalidad de la tendencia intelectual ni de la orientación del Estado. Hay acalorados debates sobre muchas de estas cuestiones tanto dentro del régimen como fuera de el. Dos, lo que es aun más importante, aunque hay muchas coincidencias con el neoliberalismo, sería riesgoso reducir todo el proceso de reforma china de las últimas décadas a una reforma neoliberal.Muchos importantes logros de la reforma china no son una realización del neoliberalismo, por ejemplo, la política de apertura, pues comenzó a aplicarse a comienzos de la década de 1970; el éxito de la primera etapa de la reforma rural tampoco puede acreditarse al neoliberalismo; sin la prolongada acumulación conseguida en el período socialista desde la década de 1950 a la de 1980, especialmente con el establecimiento de la economía nacional independiente por intermedio del proceso de industrialización, la reforma urbana de la China no habría alcanzado tan fácilmente el aumento del producto bruto interno cuando se aplicó la política de apertura. Desde los ochenta y los noventa,muchas medidas tomadas por el Estado para regular la economía no contribuyeron de ningún modo a aplicar una política neoliberal general.En este sentido, es importante contar con una investigación detallada sobre la historia de la reforma que permita aclarar cuales son las razones reales de los grandes logros y cuales las causas de las diferenciaciones sociales y la crisis de la reforma china. De lo contrario, cometeremos el error de tirar la fruta fresca junto con la podrida. La China no es un ejemplo del neoliberalismo ni tampoco es su contraejemplo.

Lo cierto es que, aunque ya a finales de los ochenta había en la China una fuerte tendencia hacia el neoliberalismo, este solo llego a ser dominante a partir del período 1992-1994. Mi interpretación de la crisis social, del movimiento social y de la violenta represión que ejerció el Estado sobre ese movimiento suministra las bases para explicar las raíces históricas de esta dominación. La respuesta a los acontecimientos de 1989 fue aplicar una nueva ola de reformas económicas, varias de las cuales inclinaron al país hacia la ortodoxia neoliberal. En mi libro, resumo así estas reformas:

La política monetaria paso a ser un medio esencial de control; hubo un significativo ajuste de la paridad cambiaria con las monedas extranjeras que tendió a unificar el tipo de cambio; las exportaciones y el comercio exterior pasaron a depender de los mecanismos de competencia y asunción de la responsabilidad por perdidas y ganancias; el sistema de precios de “doble vía” redujo su alcance; la zona de desarrollo de Shangai Pudong se abrió por completo y las diferentes zonas de desarrollo regional iniciaron el mismo camino.

Lo más importante es que, siguiendo los debates intelectuales y públicos sobre la tendencia neoliberal, el gobierno fue cambiando gradualmente su orientación tanto en las políticas económicas como en las sociales. En el nivel político, hay por lo menos cuatro aspectos del cambio que quiero mencionar. El primero, en el proceso de los debates sobre la crisis rural que se iniciaron en 1999, el gobierno reconoció las carencias de su política agrícola y lanzó la campaña de construcción de un nueva campiña socialista que incluía la exención impositiva, la inversión a gran escala del presupuesto del tesoro destinada a reedificar el sistema médico, el sistema de educación, la infraestructura de comunicaciones y de otro tipo en el campo, y la urbanización, con el propósito de disminuir la disparidad existente entre las zonas metropolitanas y las rurales, aunque el resultado final no fue muy claro. El segundo aspecto es que después de la crisis del Sars de 2003 y la discusión que se suscitó desde entonces sobre la cuestión de la salud y el sistema médico, a fines de 2008 el gobierno reconoció públicamente el fracaso de su reforma neoliberal del sistema médico y decidió aplicar la nueva política a fines de 2009. Las mismas transformaciones se están operando en el campo de la reforma educativa, la del sistema de asistencia social y en otros sectores. Aunque es demasiado pronto para emitir un juicio final, lo que podemos decir es que la China esta reorientando su política de reformas.

¿CUAL ES LA DIFERENCIA ENTRE LA IZQUIERDA Y LA DERECHA?

Después del examen que acabamos de hacer, me referiré al debate intelectual mismo. Para ello, me gustaría sintetizar las principales distinciones entre izquierdas y derechas. Hay tres cuestiones que merecen especial atención. La primera es que, cuando se trata de abordar la relación entre el Estado y el mercado, los intelectuales críticos se dedican más a observar la complejidad de dicha relación que a ponerse de manera simplista de un lado o de otro de acuerdo con la relación binaria que se da entre ambos. El Estado es inherente al mercado, y los modos de operar del mercado están relacionados con el Estado; el retiro del Estado mismo es político. Por lo menos, es necesario examinar el “Estado” mismo en la perspectiva del análisis político. Observarlo como una totalidad homogénea no permite comprender como opera el Estado ni definir la relación que mantiene con otras fuerzas sociales.

Ante todo, la mercantilización de la China se lleva adelante mediante un proceso de división de poderes. Por lo tanto, las relaciones entre los diferentes niveles del gobierno, los diferentes mecanismos políticos y el mercado -incluídos sus grupos especiales de interés- son extremadamente intrincadas. Hay muchos conflictos de intereses entre el gobierno central, los gobiernos locales y los diferentes departamentos del Estado; cada rama del aparato estatal se conecta con los mercados internos e internacionales y con otros grupos sociales de maneras extremadamente complicadas, y esas diversas conexiones producen a su vez la multiplicación de relaciones de intereses compartidos y en conflicto, lo cual se ve luego reflejado en los vaivenes del juego político y la orientación múltiple de la toma de decisiones públicas. Así, podemos detectar una gran cantidad de orientaciones contradictorias en las llamadas “actividades estatales”, así como en las decisiones que se toman en los diferentes niveles y las diferentes instituciones donde también coexisten simultáneamente la coherencia y el conflicto. En este sentido, el método de observar el “Estado” como una unidad homogénea de análisis no es más que una construcción ideológica.

La segunda de las tres cuestiones que quiero señalar es que, en su búsqueda de legitimidad, el Partido Comunista Chino, por un lado, “niega radicalmente” la Revolución Cultural pero, por el otro, no “niega radicalmente” la Revolución China misma ni los valores del socialismo, en particular, el pensamiento de Mao Zedong, quien constituye la consumación histórica de esta tradición moderna.Esta práctica produce un resultado doble: primero, en cuanto a la reforma del Estado, esta tradición llegó a ser un poder interno restrictivo, es decir, cada decisión importante que debía tomarse y toda transformación del “sistema del Estado partido” tenía que someterse al debate y la disputa con esta tradición; por lo menos había que apelar a una retórica especial para establecer una relación armoniosa entre la transformación y ésta tradición. El segundo resultado es que, para los trabajadores, los campesinos y otros grupos sociales, esa tradición llegó a ser una fuerza legitimadora. Pueden utilizar esta tradición para luchar contra el injusto proceso de mercantilización y de privatización promovido por el Estado o para, al menos, negociar con el. Mediante ese recurso pueden limitar hasta cierto punto la extensión del neoliberalismo. En este sentido, la evocación del legado socialista chino en el contexto contemporáneo no equivale a un reclamo por volver al socialismo de Estado, sino que es un reclamo por justicia social y un esfuerzo por combatir la desigualdad social. A causa de este resultado doble, aunque la reforma China en gran medida acompaña y se ajusta a la globalización neoliberal, no podemos decir que todas las prácticas reformistas chinas sigan los programas del neoliberalismo; de lo contrario, estaríamos atribuyendo erradamente los logros de la reforma de la China al neoliberalismo. Es indispensable distinguir y analizar la diferencia entre la ideología neoliberal y la práctica de la reforma, pues ese es el único modo de confirmar los logros positivos de la reforma.

El tercer aspecto que me importa destacar es que, como la práctica de la reforma estatal choca severamente con los valores socialistas, existen conflictos internos entre los reformistas y la operación del aparato ideológico del Estado. A causa de este conflicto interno, el aparato ideológico del Estado en realidad ya se ha transformado o se esta transformando en un aparato estatal general, es decir, en un mecanismo de control que opera a través de su poder administrativo. Y, lo que es mas importante, el partido se ha convertido en parte integrante del Estado, y su función ya no es la del partido político de la China del siglo XX, sino la de un órgano político despolitizado. Todo ello implica que el partido y su aparato estatal ideológico no operan de acuerdo con valores específicos ni con una ideología, sino de acuerdo con una lógica “no ideológica” o despolitizada, aunque, por supuesto, recurren con frecuencia al lenguaje ideológico. Por consiguiente, culpar a la ideología socialista de tales operaciones del Estado y sus consecuencias es una acusación engañosa y nula. De manera que lo que corresponde hacer es redefinir el papel que desempeña el Estado partido más alla de la apariencia de su continuidad.

Los tres aspectos arriba mencionados solo esbozan brevemente la complejidad de la cuestión del Estado en los contextos contemporáneos, pero esa complejidad al menos demuestra que una noción homogénea del Estado no puede constituir una categoría analítica. Lo que nos muestran las multiples explicaciones del Estado es que versiones tales como la de “la retirada del Estado” son solo declaraciones ambíguas, si no ya meras construcciones ideológicas. Al mismo tiempo, este tipo de explicación ofrece un espacio para el análisis político, para no tener que optar sencillamente por identificarnos por completo con el Estado o por negarlo absolutamente, lo cual nos permite analizar las diferentes fuerzas políticas que están incluidas en la categoría “Estado”. En este contexto, no se trata pues de elegir entre libre mercado e intervención estatal, sino de considerar la relación entre los dos atendiendo a como cambia la función del Estado en un ambiente de mercado y evaluando cual debería ser la relación adecuada entre ambos. Por ejemplo, cuando alguien comienza un ataque contra el Estado en nombre del libre mercado, olvida los cambios que ese Estado ha ido experimentando.En contraste, algunos intelectuales no solo critican la idea neoliberal de la retirada del Estado, sino que ademas sugieren activamente que el Estado pase de ser un Estado desarrollista a un Estado que provea servicios sociales, y ponen énfasis en que la política estatal debería cambiar su eje de prioridades y en lugar de “privilegiar la eficiencia y ocuparse de la igualdad” debería “privilegiar la igualdad y ocuparse de la eficiencia” para poder confinar las actividades del mercado que se concentran en la eficiencia dentro de ciertos campos. Creo que esta es la construcción más positiva y más democrática.

La segunda cuestión que me propongo subrayar aquí es que, en lo que a la transferencia o privatización de los derechos de propiedad se refiere, los intelectuales críticos están en contra de la oposición clásica entre los derechos de propiedad privada y de propiedad pública. Sugieren en cambio que los derechos de propiedad deberían entenderse en la perspectiva de las relaciones sociales y que hay que considerar el conjunto como un paquete, un haz de derechos. El debate sobre la privatización o la clarificación sobre los derechos de propiedad que se desarrolla actualmente no es un debate general relativo a los derechos de propiedad. Solo gira alrededor de la redistribución de los bienes del Estado en el proceso de desnacionalización y la justicia de tal proceso. No podemos simplificar este debate y convertirlo en una discusión sobre si es mejor la propiedad privada o la propiedad del Estado. Tampoco se lo puede simplificar suponiendo que se trata de establecer que es mas racional: la interferencia del Estado o las reglas del mercado.Uno de los ejes principales de este debate es definir como, a través de la reforma, puede convertirse la propiedad del Estado en derechos de propiedad socializados, por ejemplo, los derechos de propiedad del trabajo.Algunos economistas defienden la privatización y la mercantilización ilimitadas, pues estiman que ese es el único camino que puede seguir la China para alcanzar un orden de mercado con derechos a la propiedad claros. Algunos otros liberales se dieron cuenta de que la mercantilización de la China no produjo un orden económico espontáneo porque el mercado no es libre sino que está determinado, y en esa determinación un importante eslabón es la búsqueda de renta del poder político. Estos liberales critican duramente los resultados reales y exigen que la justicia social acompañe el crecimiento económico. Sin embargo, también ellos simplifican el problema limitándolo a una cuestión de igualdad de punto de partida o igualdad de oportunidades y se niegan a hacer un análisis histórico serio del reordenamiento de las relaciones de propiedad que se ha producido. Esta simplificación lleva a suponer que la “privatización” o “separación” es un propósito incuestionable y a presentarla como la única forma factible suprime otras posibilidades sociales.

Sobre esta cuestión, la verdadera diferencia que divide a los intelectuales no reside en si hay que proteger o no la propiedad privada. Lo que realmente los diferencia son sus actitudes respecto de dos preguntas primordiales. La primera es: ¿se intenta aprovechar la oportunidad para legalizar la propiedad obtenida mediante transacciones entre el poder y el dinero y otros medios ilegales de la reforma? Y ademas, ¿que tipo de mecanismo puede emplearse para calcular y evaluar la propiedad privada? La reciente discusión sobre la pérdida que sufrió el Estado con la reforma neoliberal de las empresas que eran de propiedad estatal apunta a aclarar este punto. La segunda pregunta candente es: dada la estructura de endeudamiento del campo, la privatización de la tierra, ¿esto hará que los campesinos pierdan nuevamente sus tierras?¿Conducirá a un proceso de fusión aun mas extremadamente desigual? Antes de que comenzaran los debates sobre el campo, la agricultura y los campesinos, los intelectuales y los departamentos del gobierno chinos ya habían comenzado a discutir la cuestión de la privatización de la tierra. Muchos economistas aprueban la privatización de la tierra, algunos funcionarios locales que ya sacaron provecho también apoyan la medida, algunos funcionarios del gobierno y de ciertos departamentos que están ansiosos por desembarazarse de las responsabilidades estatales también defienden la privatización de la tierra.Como señala Li Changping, un ex secretario local, a causa de la crisis agrícola, los campesinos comunes se vieron obligados a mantener su producción utilizando formas de débito y crédito sobre préstamos y, precisamente, la mayor parte de sus acreedores son ex funcionarios locales y miembros de la clase privilegiada; una vez que se ponga en práctica la privatización, una gran cantidad de campesinos perderán sus tierras de la noche a la mañana. De modo que esos campesinos, cuyas voces no se oyen en la esfera pública, no recibirían con beneplácito la privatización de la tierra. En esta misma línea de pensamiento, me parece que el análisis de las perspectivas de la privatización de la tierra ha proporcionado pruebas concretas para que reconsideremos la cuestión de la privatización en la China contemporánea.

El último punto de divergencia es la actitud de los intelectuales sobre los efectos que pueda tener el nuevo sistema de derechos en cuanto a promover o no el desarrollo de la democracia popular y los derechos civiles, y a suprimir efectivamente el “filisteísmo político”, lo cual incluye determinar si es posible expandir los derechos laborales al mismo tiempo que se discuten los derechos de propiedad. En 2003, el periódico Dashu publicó una serie de artículos sobre estas cuestiones cuando las discusiones sobre la revisión de la constitución china consideraban la conveniencia de incluir una clausula que estableciera que “la propiedad es sagrada e inviolable”. El debate produjo algunas conclusiones: ni siquiera en la ley de derecho a la propiedad, aprobada en el último congreso del pueblo en la primavera, hay una clausula que establezca que “la propiedad es sagrada e inviolable”. Aparece en cambio un artículo que reza: “la propiedad privada legal es inviolable”. Hay algunos artículos relacionados con el tema, todos igualmente moderados y convenientes. Lo cierto es que, despues de diez anos de desarrollo, la cuestión de los derechos de propiedad ha llegado a constituir uno de los problemas esenciales de los cambios sociales de la China contemporánea.

La tercera cuestión que quiero poner de relieve aquí es también un tema clave de los debates intelectuales actuales. Me refiero a la cuestión de la democracia: ¿cómo entenderla? ¿Es o no necesaria una democracia participativa? ¿Como afrontar la democracia formal? Muchos países del Tercer Mundo han establecido sistemas que son democráticos en la forma pero, con frecuencia, advertimos que esas democracias formales son el producto y el resultado de una alianza de la élite; carecen de un mecanismo que garantice la participación social genuina. En consecuencia, a diferencia de quienes dogmatizan la democracia, muchas personas desilusionadas renuncian a la idea misma de democracia. Pero en la crisis universal que vive la democracia –especialmente la democracia participativa- en el mundo contemporáneo, sostengo que la clave para resolver este problema es expandir la significación de la democracia en contextos sociales concretos antes que observarla como una forma de gobierno ya confeccionada y reproducible.En realidad, el contraste entre la democracia de élite y la popular es una cuestión que fue planteada a menudo en las revoluciones chinas modernas, pero que nunca fue resuelta. La idea de los derechos del neoliberalismo se desarrolla en la oposición entre lo individual y lo colectivo o el Estado. Esta idea individualista de los derechos armoniza con la idea de la libertad de mercado y con la idea de la propiedad privada.Y la verdad es que las ideas de la libertad de mercado y de la propiedad privada frecuentemente se conectan con el esfuerzo de grupos especiales de interés que buscan contrarrestar la lucha de la clase trabajadora y de otras clases sociales por frenar la ilimitada expansión del mercado. Por ejemplo, esta idea individualista de los derechos rara vez incluye los derechos laborales, sino que sugiere formas de reducirlos, porque el principio de distribución social en el que se sustentan los derechos laborales y la limitación de la expansión del mercado acota el alcance del sistema individualista de derechos.

La democracia participativa esta inevitablemente asociada a los movimientos sociales que se producen incesantemente en nuestras sociedades.De manera general, podemos decir que estos movimientos son movimientos sociales en busca de autoprotección dentro del ambiente de la expansión del mercado. Por ejemplo, el movimiento de los trabajadores por sus derechos laborales y por mayor seguridad en sus puestos de trabajo, los movimientos de inmigrantes a favor de una protección social e igualdad de derechos, el movimiento de ciertas organizaciones a favor de la protección ambiental, etcétera. Estos son movimientos que se manifiestan casi diariamente, pero tanto los izquierdistas como los derechistas concentran su atención en el mercado y el Estado, cuando haría falta emprender una investigación real y dedicar mayor interés a estos movimientos sociales, que constituyen una significativa laguna en los debates actuales.

Por otra parte, no todos los movimientos de protección social pueden llevar automáticamente a expandir el sistema de derechos arriba mencionado. La veloz expansión del mercado desintegró la red social original y sus conexiones; como resultado de ello, no solo se han perdido los derechos de los grupos individuales; se ha producido la desintegración de la sociedad misma. Cuando el presagio de la desintegración social se suma a los movimientos sociales, las personas tienen dificultades para superar la sensación de desesperanza o para construir una identidad social; no tienen confianza en el plan de identidad que proponen las élites y, en este contexto, los movimientos sociales a menudo recurren a líderes firmes o a Estados fuertes para mantener los derechos sociales básicos. Los neoliberales interpretaron el apoyo y la simpatía que despertaba la izquierda como “populismo” o “gran democracia” (el modo de referirse al movimiento de masas que se produjo durante la Revolución Cultural) y los acusaron de conducir a la dictadura social. No obstante, como lo mencione anteriormente, olvidaron o pasaron intencionalmente por alto el hecho de que la expansión del mercado neoliberal lógicamente se convirtió en una invitación al autoritarismo (los Estados Unidos de Bush podrían ser el ejemplo). En este sentido, la transformación de la política económica (concentrada en el aumento del producto bruto interno) en una política social (preocupada por la justicia social, el sistema de asistencia social, el producto bruto interno “verde”, etcétera) que se ha registrado en la China en los últimos diez anos es un movimiento positivo.


ALGUNAS INDICACIONES PARA REFLEXIONAR SOBRE EL FUTURO

De acuerdo con lo que hemos analizado hasta ahora, corresponde hacer tres diferenciaciones básicas.

En primer lugar, debemos diferenciar entre la idea del mercado que compite libremente o se regula por si mismo y el proceso histórico en el cual surgió y funciono la moderna economía de mercado. Si hacemos esta distinción queda claro que la sociedad de mercado y sus reglas se forman y funcionan en la interrelación entre la intervención del Estado, la innovación de las instituciones, la monopolización, las costumbres sociales y los acontecimientos históricos. La libre competencia constituye solo una parte de sus condiciones. Por consiguiente, criticar la sociedad de mercado y su crisis en realidad no equivale a negar el sistema del mercado.

En segundo lugar, debemos diferenciar entre la ideología neoliberal de mercado (a menudo caracterizada por la demanda de una completa retirada del Estado) y el orden y las políticas económicas neoliberales de mercado (frecuentemente caracterizados por apoyarse en las imposiciones y medidas del Estado). Si hacemos esta distinción, queda claro que la ideología neoliberal requiere que el Estado adopte una política de no intervención, que en realidad significa que el Estado renuncie a sus deberes relativos a la asistencia y la seguridad sociales, que renuncie a aplicar métodos económicos para ajustar las actividades del mercado y, además, que corte el vínculo existente entre política y economía.Pero la renuncia a esos deberes es en si misma el resultado de acuerdos institucionales y políticos. La crisis china de las empresas estatales y de la agricultura es el resultado de un activo acuerdo institucional y político.Por lo tanto, el lema en contra de la intervención estatal resulta ser la premisa de las políticas estatales, la esencia de lo que en realidad es otra forma de activa “intervención”.

En tercer lugar, tenemos que diferenciar entre la categoría de mercado y la categoría de sociedad. Si hacemos esta distinción, queda claro que las reglas y regulaciones del mercado no son iguales a las reglas y regulaciones sociales, y que el sistema democrático social no es lo mismo que el sistema operativo del mercado, así como la orientación del Estado hacia la democracia no es lo mismo que la transformación del Estado en un órgano político que instaura el sistema de mercado.La crisis de 1989 demuestra que la expansión del mercado bajo la supervisión del Estado crea crisis social, y que el Estado aprovecha la oportunidad que representa la crisis social para controlar la sociedad (y no solo el mercado) en todos sus aspectos. Y, ademas, demuestra que el sistema de mercado se instaura cuando la sociedad (y no el Estado) se retira por completo del campo de la “política”.

Destacare algunas reflexiones que se desprenden de lo que acabo de decir.

Lo primero es que la desigualdad económica que provoca la expansión del mercado siempre esta relacionada estrechamente con desigualdades existentes en otras esferas tales como la política, la económica y la cultural. De modo que las luchas por la libertad (incluidas la libertad de los contratos laborales, la libertad de cambio, la libertad política, etcétera) deben ser, al mismo tiempo, luchas por la igualdad social.Esto implica rechazar el discurso que opone drásticamente las demandas de igualdad a las demandas de libertad.

Lo segundo es que la resistencia a la monopolización y la tiranía del mercado dominante no pueden equipararse sencillamente con la lucha “contra” el mercado, porque esa resistencia social misma incluye los esfuerzos por instaurar una competencia justa en el mercado y una democracia económica.

La tercera observación que quiero hacer es que la resistencia contra la hegemonía económica y el monopolio multinacional no significa que el país deba cerrarse al mundo exterior, y que cierto grado de protección comercial no equivale a una política “antimercado”. Los movimientos sociales que desafían a la Organization Mundial de Comercio y la lucha entre países ricos y países pobres en las negociaciones de ese organismo muestran una nueva forma de disputa; es decir, ya no se trata de oponer las organizaciones y los ajustes internacionales en su conjunto a las posturas nacionalistas o proteccionistas, sino de promover la democratización de las instituciones internacionales -incluida la OMC- y de las regulaciones internacionales para lograr un cambio de su naturaleza con el aporte de los movimientos sociales participativos y, ademas, para conectar la justicia económica de cada país con la justicia económica internacional. Inevitablemente, la lucha por la justicia económica es también una lucha por el cambio político y social que debería ser un movimiento orientado al socialismo.

En cuarto y ultimo lugar, digamos que el movimiento de la economía esta siempre inmerso en condiciones políticas, culturales y sociales; por lo tanto, esforzarse por establecer las condiciones de una competencia justa de mercado no es lo mismo que desembarazarse del sistema político estatal, de las costumbres sociales ni de los mecanismos reguladores.Por el contrario, perfeccionar las condiciones del mercado implica reformar, limitar pero también expandir esos sistemas para poder crear las condiciones sociales de una interacción justa. Por eso es importante no equiparar la lucha por la justicia social y la justa competencia de mercado con la oposición a la intervención estatal. Aquellos objetivos tienen más probabilidades de alcanzarse a través de una democracia socialista, es decir, un sistema que impida que el Estado se transforme en el protector del monopolio interno y del monopolio multinacional, mediante el control democrático que la sociedad haga del Estado. Este es el motivo por el cual la democracia popular y participativa continúa siendo la impulsora real de la democracia contemporánea. Debemos repudiar el enfoque que opone la democracia popular a la democracia formal. En cualquier escala, a saber, tanto en la escala de un Estado nación como en la escala del mercado mundial, la lucha por la libertad necesariamente habrá de manifestarse como la lucha por la democracia y la libertad.

Resumo estas reflexiones como un tipo de pensamiento relacionado con el sistema democrático de mercado, un tipo de pensamiento relacionado con el desarrollo de la sociedad más que con el mero desarrollo de la economía. Solo en este marco podrá conectarse la lucha por la justicia económica con la lucha por la justicia social y la democracia política, así como con la exploración de los diferentes modelos de desarrollo.






PUNTO Y APARTE



CONTROL MENTAL











BURÓCRATA- LOBISTA- MÍSTER PAGINA 11




VIVIREMOS EN LA EDAD DE PIEDRA CON ACUÑA MÁRMOL













Ricardo Arjona - Jesús Es Verbo No Sustantivo




Grupo Musical Pasajeros - Porqué cantamos - Mario Benedetti




Los Killaris - Te Esperaré




Luis Guzmán - La Hermana De Coco




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T de Cobre - No, Nunca




Ricardo Arjona - Me Enseñaste




Mishka - Unidos por la Pasión




Los Hijos del Culto - Canary Bay (cover)




Wily Farfán - Noche de Pasión | Caporales San Carlos Cilial Cusco




El Hombre Misterioso - 80 veces 80 (Nunca más!)




Los Hijos del Culto - Bikinis del Planeta 9




Expresión Andina - Costeñita




Band Of Horses- Older (Leap Year)




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Los mirlos - Lamento de la Selva




Jakuy - Rayando




Motorama - Eyes




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