La tesis de Mariátegui sobre el carácter feudal de la economía
colonial peruana(1)
Mariátegui's thesis
on the feudal character of Peruvian colonial economy
Por: David Sobrevilla*
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima
Resumen
José
Carlos Mariátegui, en su "Esquema de la evolución económica" [del
Perú], el primero de los 7 ensayos (1928), consideró que la economía colonial
peruana era feudal. En nuestro libro El marxismo de Mariátegui y su aplicación
a los '7 ensayos (2005)', manifestamos que con la información disponible hoy,
tal afirmación se había tornado insostenible. Por su parte, Antonio Melis
señaló que la caracterización de Mariátegui podía ser discutida. En este artículo
se examinan las observaciones planteadas por Melis. Se considera en primer
lugar la posición de A. G. Frank, así como las reacciones que suscitó. Se
exponen a continuación las razones en contra de la tesis de Mariátegui sobre el
carácter feudal de la economía peruana colonial. Se examina luego la tesis de
Ruggiero Romano sobre el feudalismo en general y sobre el iberoamericano en
particular. Se realiza, por último, una consideración final.
Palabras
clave: Economía colonial; Feudalismo; Capitalismo, Mariátegui.
Abstract
José Carlos Mariátegui, in his
"Outline of economic evolution" [Peru], the first of the 7 ensayos
(1928), considered Peru's colonial economy was feudal. In our book Mariátegui's
Marxism and its application to '7 ensayos' (2005), we said that the information
available today, such a claim had become untenable. For his part, Antonio Melis
said Mariátegui's characterization could be discussed. This article discusses
the observation raised by Melis. It considers the position of A. G. Frank, as
well as the reactions to it. Then the reasons against Mariátegui's thesis are
also considered. The thesis on feudalism in general and the Latin American one
in particular is examined by Ruggiero Romano. A final one consideration is done
as a conclusion.
Keywords: Colonial Economy;
Feudalism; Capitalism; Mariátegui.
Introducción: El problema
¿Fue
la economía colonial peruana feudal? Se trata de una cuestión debatible y
debatida, y que, pese a que no lo parezca, tiene una enorme importancia. José
Carlos Mariátegui dio una respuesta positiva a esta pregunta en su
"Esquema de la evolución económica" [del Perú], el primero de los 7
ensayos (1928).
En
nuestro libro El marxismo de Mariátegui y su aplicación a los '7 ensayos'
(2005), manifestamos que el día de hoy, con la mayor información de que se
dispone se había tornado insostenible esta tesis. En el Prólogo que Antonio
Melis tuvo la generosidad de escribir para nuestro libro, señaló que la caracterización
como feudal del sistema económico de la Colonia por Mariátegui le parecía sin embargo un problema posible de
discusión. Reconocía que en época reciente habían dominado posiciones como la
de André Gunder Frank, quien había identificado en el sistema colonial
americano el nacimiento del capitalismo, mucho antes de la misma revolución
industrial; pero añadía que esta tesis había sido objeto de negaciones
autorizadas, como la de Ruggiero Romano, quien había hablado "justamente
de un sistema feudal trasplantado desde Europa a las colonias americanas"
(2005, 20). En este artículo deseamos examinar la observación que nos planteaba
Melis.
Al
realizar nuestra crítica a la tesis de Mariátegui sobre el carácter feudal de
la economía colonial peruana, tuvimos en cuenta otros argumentos y no la
posición de Frank, pero quizás sea útil recordarla, así como las reacciones que
suscitó (I). Expondremos a continuación nuestras razones en contra de la tesis
de Mariátegui sobre el carácter feudal de la economía peruana colonial (II).
Examinaremos luego brevemente la tesis de Ruggiero Romano sobre el feudalismo
en general y sobre el iberoamericano en particular (III). Y realizaremos por último
una consideración final.
I - La tesis de Frank sobre el carácter
capitalista de la economía colonial hispanoamericana y el debate en torno a
ella
En
su libro Capitalismo y subdesarrollo en América Latina (1965), André Gunder
Frank afirmaba que el subcontinente latinoamericano había funcionado desde muy
temprano, desde la misma Conquista, conforme al modo de producción capitalista.
La razón es que en el mundo moderno existió un solo sistema económico: la
economía de mercado capitalista, sistema dentro del cual América Latina fue
sólo un satélite periférico del capital comercial español y portugués. No se
dio, por entonces, un sistema dual con un sector capitalista y otro feudal.
Dentro del sistema mundial capitalista se presentó más bien una relación
centro-periferia con una serie de nudos intermedios. El centro penetró la periferia
imponiéndole sus características. En este sentido, la concentración de capital
se produjo a través de las instituciones coloniales como las mercedes de
tierras, las encomiendas y la mita, de las que los beneficiarios fueron un
grupo privilegiado de conquistadores españoles. La misma ciudad colonial fue un
instrumento privilegiado de colonización: el medio de incorporar al indio a la
economía traída por el conquistador e impulsada por sus descendientes. En
consecuencia, la economía colonial latinoamericana no puede considerársela como
una economía feudal sino como formando parte del proceso de desarrollo
capitalista, que se dio internacional y nacionalmente.
El
planteamiento de Frank suscitó muchas reacciones, de la que sólo quisiéramos
referirnos a las de Ernesto Laclau y Ruggiero Romano. Laclau publicó en 1971 el
amplio artículo "Feudalismo y capitalismo en América Latina"2, en el
que trató de poner de manifiesto una serie de deficiencias teóricas en el
planteamiento de Frank, como que éste no había definido adecuadamente el
concepto de capitalismo -por ej. no distinguiría correctamente en
"capital" y "capitalismo". En lo referente al punto básico
que nos interesa, sobre si la economía colonial latinoamericana había sido
feudal o ya capitalista en ciernes, Laclau creía advertir en Frank una
confusión con respecto al significado del feudalismo: lo concebía como un
sistema cerrado no penetrado por las fuerzas del mercado, cuando el realidad
hay que verlo en relación con el capitalismo: como retrasando el proceso de
diferenciación interna de las clases sociales y la expansión de aquél. Laclau
ponía en duda la afirmación de Frank de que en el mundo moderno hubiera
existido un único sistema económico. Pensaba que Frank confundía las relaciones
sociales con las espaciales, y que su esquema de centro-periferia es cierto que
daba cuenta de la relación entre la metrópolis y sus satélites, pero no lograba
explicar las relaciones de clase dentro de los países satélites; y más en
concreto no hacía claro por qué en estos países continuaron existiendo
relaciones "feudales" que afectaban a productores directos que ni
siquiera estaban vinculados con el propio mercado nacional. En general, Laclau
era de opinión de que no se podía definir el carácter de los países periféricos
únicamente a partir de su vínculo con el exterior, sobre todo con el país
central, sino que señalaba que ellos tienen un cierto grado de autonomía en sus
procesos sociales y políticos.
La
reacción de Ruggiero Romano fue bastante más áspera, llegando a sostener que
Gunder Frank padecía de su "subdesarrollo cultural" (Romano, R. 1971,
271-279), y de que carecía de un conocimiento mínimo de la historia económica
de la alta Edad Media (Romano, V.R., 1992, nota 3 de la pág. 6). Romano
insistía en la crítica de Laclau a Frank de que éste concebía el feudalismo
como un sistema cerrado, y cometía el gran error de pensar que el feudalismo es
incompatible con un comercio internacional de extensa cobertura. Posteriormente
nos referiremos con más detalle a la concepción de Romano sobre el feudalismo
en general y sobre el iberoamericano en particular.
Quisiera
agregar que en esta discusión sobre el carácter de la economía colonial
latinoamericana, la investigación posterior parece haberle dado la razón a
Frank. Tengo en mente sobre todo el planteamiento de Immanuel Wallerstein en su
libro El moderno sistema mundial (3 vol.: 1979-1989) que sigue las huellas
dejadas por su maestro Fernand Braudel en su amplio estudio Civilización
material, economía y capitalismo. Siglos XV-XVIII (3 vol.: 1979). Según
Wallerstein en un momento determinado entre 1300 y 1450 se produjo la crisis
del feudalismo, lo que obligó a una expansión del mundo geográfico fuera de
Europa, al desarrollo de nuevos métodos de trabajo para diferentes productos y
zonas, y a la creación de aparatos de Estado relativamente fuertes. Así se pasó
del sistema feudal al del capitalismo. Para el autor, en la historia de la
humanidad ha habido numerosos sistemas-mundo, es decir, sistemas que eran un
mundo en sí mismos, mas el sistema-mundo capitalista es el único que ha llegado
a constituirse en un sistema mundial. El sistema mundo capitalista es una
economía-mundo capitalista. Una característica definitoria de una
economía-mundo es que no está limitada por una estructura política unitaria:
existen muchas unidades políticas dentro de un sistema-mundo. Y otra
característica es que éste comprende muchas culturas y grupos. Por lo tanto,
como las economías-mundo carecen del cemento unificador proporcionado por una
estructura política o por una cultura homogénea, lo que las mantiene unidas es
la eficacia de la división del trabajo. Al imponerse la economía-mundo
capitalista, los otros modos de producción precapitalistas: la esclavitud, el
'feudalismo', el trabajo asalariado y el trabajo por cuenta propia, sobreviven
acomodándose al modo capitalista de producción y transfiriendo el excedente de
la periferia y semiperiferia al centro. En el caso del así llamado
"feudalismo hispanoamericano", Wallterstein sostiene que debe ser diferenciado
del europeo medieval, y que en rigor no debería ser denominado feudalismo sino
"trabajo obligado en cultivos para el mercado" (coerced cashcrop
labor). En efecto, en el feudalismo europeo el terrateniente (señor) producía
primariamente para una economía local, y derivaba su poder de la debilidad de
la autoridad central. En cambio, en la América española el terrateniente
(señor) producía para una economía mundo capitalista, y se mantenía en el poder
por la fuerza de la autoridad central
frente al trabajador agrícola (Wallerstein, I. 1979, I, 126-127). A esto
se agregan las diferencias entre el siervo de la gleba de la Edad Media y un
trabajador en una encomienda de la América española: primeo, aquél destinaba
"parte" del excedente al mercado, éste "la mayor parte" del
excedente. Segundo, aquél producía para un mercado local, éste para un mercado
mundial. Tercero, la clase feudal de la Edad Media gastaba despreocupadamente
sus ganancias, en tanto que las clases favorecidas del centro están hoy obligadas
a maximizar sus ganancias y a reinvertirlas.
De allí que en la polémica entre Laclau y Frank, Wallterstein sostenga
que, si en la exegética de los conceptos marxistas el autor chileno puede tener
la razón, es Frank quien mejor recoge y expresa el espíritu de Marx (Ibid., I,
179).
Concluiremos
esta parte destinada a presentar la discusión suscitada por la tesis de Frank
sobre el carácter capitalista de la economía colonial hispanoamericana
recurriendo a una consideración de Ciro F.S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli.
Para estos autores el problema del carácter de la economía colonial
iberoamericana se lo puede examinar desde dos perspectivas diferentes: se puede
tener en cuenta sólo las estructuras internas hispanoamericanas, sin atender lo
suficiente a sus vínculos con el desarrollo de la economía mundial; o se puede
ver el mundo latinoamericano o caribeño sólo o esencialmente como una
proyección de la economía mundial (1979, I, 151-152). Laclau y en cierta manera
Romano se sitúan en la primera perspectiva, en tanto que Frank y Wallerstein lo
hacen en la segunda -de allí que su desacuerdo sea inevitable.
II - Discusión de la tesis de Mariátegui
sobre el carácter feudal de la economía colonial peruana
La
palabra "feudalismo" es polisémica: podemos tomarla en un sentido
histórico como refiriéndose a un fenómeno que se dio originalmente en Europa, o
en un sentido marxista como designando un modo de producción determinado
-frente a otros modos de producción distintos como el esclavista o el
capitalista. Entre estos dos sentidos existen por cierto algunas vinculaciones.
Nuestra
opinión era, y es, que a tenor de los nuevos conocimientos de que ahora se
dispone no se puede seguir sosteniendo la tesis de Mariátegui sobre el carácter
feudal del Perú colonial ni en un sentido histórico ni tampoco marxista. A
continuación nos referiremos: 1. a que la caracterización del feudalismo
europeo no se cumple en el caso del llamado por Mariátegui feudalismo colonial
peruano, y 2. a que los rasgos del modo de producción feudal tampoco
corresponden a la realidad histórica de la economía colonial peruana.
1 - ¿Se aplica la caracterización del
feudalismo histórico al caso del Perú colonial?
En
un notable trabajo, "Esencia y difusión del feudalismo", Otto Hintze3
ha discutido este tema con erudición y gran solvencia. Manifiesta que sobre la
base del fenómeno individual histórico de la organización feudal del Reino de
los Francos y de sus estados sucesores o vecinos, o sea de los pueblos
romano-germánicos de la Edad Media, se puede construir el tipo ideal que
subyace al concepto del feudalismo. Los rasgos fundamentales de dicho tipo son
los tres siguientes: 1. División del poder estatal entre el rey y las
autoridades particulares, división que es extraña al Estado moderno
centralizado. Mientras en éste el poder se divide según sus funciones, en el
Estado feudal la división tiene lugar según su objeto, la región y la gente. 2.
Prioridad del elemento personal frente al institucional en el ejercicio del
dominio. "Subyace a ello la concepción germánica del dominio como derecho
personal del señor como miembro de una estirpe dotada hereditariamente de
carisma" (1987, 16). 3. Elemento jerárquico basado en la estrecha relación
entre el Estado y la Iglesia sin que se tracen límites entre el poder secular y
el espíritu eclesiástico. Se considera que todo el poder de dominación viene de
Dios, a diferencia de la concepción moderna
del Estado soberano que se basa en el principio de que el poder estatal
procede del dominador o del pueblo. "Este rasgo jerárquico culmina en la
teoría del supremo dominio papal sobre toda la cristiandad" (Ibid., 17).
Los
tres factores que producen como efecto total el feudalismo, o las tres
funciones en que opera y se realiza el feudalismo, son, según Hintze, los
siguientes: 1. la función militar: separación de un estado bélico altamente
formado, profesional y ligado por lealtad al señor, estamento que descansa en
un contrato privado y que tiene una posición privilegiada. 2. La función
económico-social: elaboración de una forma de economía señorial-campesina, que
garantiza ingresos sin trabajar a este estamento bélico privilegiado. Y 3. la
función política: dominio de la nobleza guerrera en una asociación estatal predispuesta
a ello por una estructura muy flexible, por el predominio de los medios
personales de dominio sobre los institucionales, por la inclinación al
patrimonialismo y por una muy estrecha relación con la jerarquía eclesiástica.
Hintze
considera que podemos hablar de un feudalismo en sentido pleno, cuando operan
conjuntamente estos tres factores condicionándose recíprocamente, como sucedió
con los Estados sucesores del reino carolingio, pero no allí donde se puede
demostrar sólo uno u otro de ellos o únicamente su esbozo. En su opinión, el
feudalismo en sentido pleno como un sistema se dio -aunque con fuertes
divergencias y particularidades- sólo en tres lugares del mundo fuera de
Europa: en Rusia, en los estados islámicos y en el Japón. Y señala que debemos
abandonar el prejuicio de moda de que el feudalismo sea un estadio general de
tránsito por el que todo pueblo ha tenido que pasar.
De
lo anterior se deduce que en la misma España no existió en rigor un feudalismo
histórico en sentido pleno, aunque una cierta excepción la constituyen el reino
austurleonés y Cataluña. La razón básica de esta carencia fue la circunstancia
del desarrollo peculiar de España, en la que la invasión musulmana destruyó los
grandes dominios territoriales arruinando a la poderosa nobleza de la época
goda. Esta circunstancia explica que en España no se hayan dado las
instituciones feudales; así fue la soldada y no el beneficio (la cesión por el
rey de un cierto territorio) la recompensa habitual del vasallo; que si se
entregaba el beneficio, éste no adquiría la condición de hereditario; que los
monarcas hayan conservado una parte importante de sus derechos: la acuñación de
moneda, la administración de justicia en los casos de corte, el derecho a
desterrar al señor indigno etc. Tempranamente, entre los siglos VIII-X, se
presentaron en el reino asturleonés algunas instituciones típicamente feudales
como el beneficio, el vasallaje y la inmunidad; pero no así el feudalismo
propiamente dicho por la presencia de la pequeña y mediana propiedad, por la
inexistencia de una clase nobiliaria poderosa y por el vigor de la monarquía.
Cataluña se feudalizó tardíamente, a partir del siglo XI según la opinión de
algunos historiadores como Pierre Vilar y Joseph Ma Font Rius, ya que al
principio de la Reconquista predominó en los condados catalanes la pequeña
propiedad libre. Después se produjo la plena fusión del régimen señorial y del
feudal al infeudarse los señoríos y recibir el vasallo el derecho a ejercer
funciones públicas y jurisdiccionales(4).
Por
cierto, si en España no existió en general un feudalismo en sentido pleno, es
difícil concebir cómo pudo trasplantar a sus posesiones americanas un régimen
que no tenía. Pero con independencia de este razonamiento, la realidad
histórica del régimen impuesto en Iberoamérica no muestra las características
de las formas constitutivas del feudalismo pleno. Restringiéndonos al caso del
Perú, no hubo aquí un estamento bélico altamente formado y ligado por lealtad a
un señor por un contrato (función militar), la economía no fue básicamente
señorial-campesina sino que predominó la minería (función económico-social), y
los encomenderos se encontraban claramente subordinados a las disposiciones de
la autoridad real y a las de su administración -por lo menos a partir de
1542-43 (función política). La conclusión es bastante nítida: la economía
colonial peruana no tuvo un carácter feudal pleno.
2- ¿Existió en el Perú colonial el modo de
producción feudal?
La
doctrina de los modos de producción procede de Marx y Engels. Ambos sostenían
en el Manifiesto comunista (1848) que las sociedades de clase previas al
capitalismo eran la sociedad esclavista, la feudal y la burguesa. En su texto
Formas que preceden a la producción capitalista (1857-58, publicado recién en
1939), Marx agregó el "modo de producción asiático". Finalmente, en
su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884),
Engels formuló lo que ha llegado a ser la versión oficial ortodoxa de los modos
de producción afirmando que las formaciones económico-sociales antes del
socialismo eran básicamente cuatro: la sociedad primitiva, la esclavista, la
feudal y la capitalista, eliminando el modo de producción asiático. A este
esquema de desarrollo se ajustaría la evolución de la humanidad en todas
partes.
¿Cuáles
eran los rasgos básicos del modo de producción feudal? Los investigadores
marxistas han reconstruido las ideas de Marx y Engels al respecto de la
siguiente forma: el feudalismo es una formación económico-social que se
desarrolló sobre la base de un orden esclavista precedente o también de una
sociedad primitiva en trance de disolución. El fundamento de esta formación
social son las relaciones feudales de producción, que estaban caracterizadas
por la propiedad de los señores feudales (la nobleza y el clero) sobre el que
entonces era el principal medio productivo: la tierra, y por la propiedad
limitada de los señores feudales sobre los productores inmediatos: los
campesinos que tenían la condición de siervos. En forma de una renta sobre el trabajo
(prestaciones personales), de la renta de los productos o de la renta sobre el
dinero, la clase de los señores feudales se apropiaba con ayuda de la coacción
extraeconómica del excedente del trabajo que obtenían los campesinos siervos de
la parte de la tierra que les había sido proporcionada por los señores feudales
a fin de que la cultivaran. Esta explotación dio lugar a la lucha de los
señores feudales y los campesinos, lucha librada por los siervos inicialmente
contra la agudización de la explotación y posteriormente contra el mismo orden
feudal.
La
estructura política de la sociedad feudal estaba caracterizada por las
relaciones jerárquicas de supra- y subordinación que concedían a los señores
feudales particulares amplias facultades estatales en su ámbito de dominio,
pero obligándolos por este hecho a la obediencia frente a los señores que se
hallaban por encima y de los que eran vasallos. La estructura política del
feudalismo se distinguía además por las diferencias de clase y por las existentes
entre los estamentos sociales que estaban fijados legalmente.
El
dominio de la clase de los señores feudales se apoyaba ideológicamente en las
religiones monoteístas y en la filosofía religiosa(5).
La
realidad de la economía colonial iberoamericana y peruana se ajusta sólo en
parte a las características del modo de producción feudal:
a)
Se puede en parte asimilar la oposición entre los señores feudales y los
siervos a la que existió en la América hispana entre los encomenderos y los
encomendados.
b)
Pero la propia encomienda desarrolló en su seno el embrión de la economía
capitalista. Sucedió que el encomendero se hallaba cogido entre una economía
natural que no le proporcionaba medios de cambio y una economía monetaria que
se los exigía, por lo que no tuvo más opción que tratar de convertir los
recursos naturales en medios de producción de metales acuñados, o en bienes que
pudieran ser intercambiados por ellos. Por esta razón pasó a una economía
capitalista. Para ello recurrió a la clase mercantil fuerte y organizada que
controlaba el comercio, disponía de numerario suficiente y contaba con los
circuitos de financiación requeridos (García Fuentes, L. 1987, 207).
c)
El comercio interprovincial alcanzó una extensa cobertura y tuvo un gran
desarrollo.
d)
Mientras en el modo de producción feudal la agricultura tuvo el rol principal,
en la economía iberoamericana y peruana colonial fue determinante el papel que
jugó la minería.
e)
En la economía colonial iberoamericana, y sobre todo en la peruana, fueron
enormemente importantes las haciendas cuya actividad, en el caso de las grandes
haciendas, adquirió con el tiempo un carácter altamente capitalista.
f)
Otra institución que en la América Latina colonial tiene un carácter
incipientemente industrial y capitalista fueron los obrajes, establecimientos
en que se labraba paños para los indígenas que con el tiempo fueron exportados
fuera de los centros de producción. El daño causado por los obrajes a la
importación de paños españoles llegó a adquirir tal magnitud que Felipe II
ordenó secretamente al Virrey Toledo el cierre de los obrajes peruanos, pero
sin que este Virrey ni los posteriores cumplieran esta disposición.
g) A
lo anterior se agregan dificultades jurídico-políticas, como que en América
Latina los encomendados no eran vasallos del señor feudal sino del rey, que los
señores feudales no tenían facultades judiciales, y que en Iberoamérica no eran
habituales los rituales que convertían a los españoles en señores feudales.
Frente
a estos problemas, los autores marxistas o de orientación marxista han indicado
que el modo de producción feudal no se dio en estado puro sino que se combinó
con rasgos de otros modos de producción, es decir que se estableció un sistema
feudal con ciertos rasgos capitalistas, al que se puede denominar por ello
"feudalismo incompleto", "semifeudalismo", "feudalismo
de una nueva variedad" etc. En contra de esta opinión, otro autor marxista
como Immanuel Wallerstein sostiene que es imposible que hayan existido juntas
dos formas de organización social: una feudal y otra capitalista. En efecto,
"La economía-mundo tiene una u otra forma. Una vez que es capitalista, las
relaciones que muestran ciertas semejanzas formales con las relaciones feudales
deben ser necesariamente redefinidas en términos de los principios que
gobiernan un sistema capitalista. Esto es cierto tanto para la encomienda de la
América española como para el llamado "segundo feudalismo" de la
Europa oriental" (I. Wallerstein, Ibid., 1979; I, 129).
En
el Perú el prestigio de Mariátegui y de su tesis sobre el feudalismo colonial
ha llevado a muchos autores marxistas o de orientación marxista a ver
claramente los problemas de la realidad económica de la época colonial peruana,
pero los conducido a la vez a aferrarse a la posición según la cual se trataba
de un sistema feudal incompleto o híbrido. Este es el caso del historiador
Pablo Macera que estudió con detalle las haciendas coloniales peruanas y que
afirmaba que el feudalismo colonial fue alterado, incompleto o mediatizado,
"ya que se negaba en su propia realización y no alcanzó a dominar todos
los sectores políticos y culturales de su respectiva sociedad global"
(1973, 45). Según Macera la hacienda colonial peruana debe ser estudiada en un
doble frente: "mientras al interior se estableció una economía no
monetaria con los salarios pagados en servicios, concesión precaria de terrenos
y especies supervaloradas; del otro lado, hacia fuera la hacienda se gestionaba
como economía monetaria y vendía sus productos en el mercado a cambio de
dinero" (1977, 3: 220). La hacienda coordinó así sistemas formalmente
contradictorios -razón por la cual el autor sostiene que el feudalismo
incompleto peruano se negaba en su propia realización. Mas Macera reconoce a la
vez que "Con todo, el carácter fundamental de la hacienda fue el de una
empresa capitalista y por eso era una expresión provincial y subordinada del
proceso expansionista europeo de los siglos XVI en adelante" (1977, 3:
Ibid.). A lo anterior hay que añadir que según el historiador peruano el sector
minero en la Colonia no fue feudal, y que durante el Virreinato el comercio
interior y exterior permitió la formación de un sector burgués que se negaba a
sí mismo haciendo suyos los intereses de la vida aristocrática sin identificarse
como clase ni promocionarse como tal (1973, 46 y 47).
Otro
intelectual marxista, el antropólogo peruano Rodrigo Montoya, afirmó por su
parte que el período colonial peruano no
debería ser visto ni como feudal ni como capitalista sino como híbrido:
"como un período que combinó una fase de quiebra del imperio incaico con
la supremacía española que era ya un híbrido del feudalismo en crisis y un
mercantilismo convertido en razón de su economía: y que en general fue una
etapa formativa" (Montoya, R., 1976, 53).
En
resumen, cuando Mariátegui denomina como feudal el modo de producción colonial
lo hace de una manera bastante simplista sin advertir que la importancia de la
actividad minera colonial, del comercio interprovincial, de la actividad de las
haciendas y de la de los obrajes pone seriamente en entredicho su
caracterización.
III - La tesis de Ruggiero Romano sobre
el feudalismo en general y sobre el hispanoamericano en particular
El
ilustre historiador económico Ruggiero Romano era de opinión que los conceptos
obtenidos de la experiencia histórica europea traicionaban la experiencia
latinoamericana -y la de otras latitudes. Así sostenía que sucedía con el
concepto de "feudalismo", por lo que sostenía que había que poner un
acento distinto al tradicional en los elementos que lo integran. En lugar de
subrayar los aspectos jurídicos, institucionales y constitucionales del
feudalismo, el autor proponía enfatizar los económicos (Romano, R., 1992, 5).
Según
Romano no hay una definición axiomática de la economía feudal excepto para la
alta Edad Media. El feudalismo lo entendía como un modo de producción en el
cual: a) la propiedad de la tierra se adquiere prevalentemente mediante un acto
de donación por parte del soberano o, pura y simplemente, a través de la ocupación
abusiva. b) La "...obligación impuesta al productor por la fuerza, e
independientemente de su voluntad, de cumplir ciertas exigencias económicas de
un señor, ya cobren éstas la forma de servicios a prestar o de obligaciones a
pagar en dinero o en especie..." (M. Dobb). Y c) la situación de
prevalente economía natural (Romano, R., 1992, 5).
En
realidad, este último sería el rasgo más distintivo del feudalismo para Romano,
quien en otro lugar (Romano, R., 1992, 68) lo definió así negativamente: a) el
feudalismo no es una economía puramente (o esencialmente) monetaria, b) no es
una economía con un gran mercado interno, c) no es una economía con libertad de
ingresar y salir del mercado de trabajo, y d) no es una economía con una
libertad de ingresar al mercado de mercancías y de salir de éste.
Afirmativamente dicho: una economía feudal es esencialmente una economía
natural de intercambio, lo que no se
contradice con la presencia simultánea del comercio internacional.
La
definición anterior se explica a partir de la tensión existente entre la
economía natural de intercambio y la monetaria, idea que Romano tomó de Adolph
Dopsch. En la economía natural de intercambio se establece una moneda
natural-tipo que recurre a la coca, telas, cacao, conchas etc. para efectuar
los intercambios, las relaciones son de tipo personal, y el intercambio es
directo e inmediato. En cambio, en la economía monetaria el medio de pago es la
moneda metálica, las relaciones se han objetivado, y el intercambio es
indirecto, o sea que sus términos pueden alejarse en el espacio y el tiempo.
Con ello las actividades se emancipan de la situación del momento y se puede
ampliar el mercado de una manera fundamental. La economía feudal es pues
prevalentemente natural, lo que no excluye que también haya en ella una economía
monetaria.
Dijimos
que hay muchos investigadores que afirman que en España sólo habían existido
tempranamente algunas instituciones feudales en el reino asturleonés y
tardíamente en Cataluña, y que en todo caso el feudalismo hispánico no había
sido un feudalismo pleno que corresponda al feudalismo germánico y francés. En
contra sostiene vigorosamente Romano que no hay algo así como una idea
platónica del feudalismo (Ibid., 88.) y que en ninguna parte está escrito el
dogma de un verdadero y único feudalismo (Ibid., 97.). En su opinión en España
hubo un feudalismo, y se puede reconstruir sin duda en él las instituciones
feudales como el homenaje y la investidura (Ibid., 70-71.) por la cual el
vasallo pasaba a disfrutar del bien concedido por el señor. Es cierto que la
formación del feudalismo peninsular es más lenta y con algunas características
distintas a las del feudalismo alemán o francés, pero no tiene que haber sido
idéntica a ellos solo para complacer a los estudiosos germanos y galos (Ibid.,
86). La encomienda castellana procede de la romana, y en ella el señor estaba
obligado a la defensa (y, en ciertos casos, a entregar tierras) y el
encomendado quedaba obligado al trabajo o al tributo. Teóricamente los
encomendados eran libres y solo eran vasallos del soberano, pero en la práctica
tenían una condición servil frente al señor. En verdad, hasta el hijo del
encomendado no podía liberarse en un desarrollo posterior de esta condición
servil, ya que su status era hereditario. En la España visigoda, toda esta
situación se reguló legalmente -antes había estado al margen de la ley. Con el
tiempo la palabra behetría pasó a usarse como sinónimo de encomienda.
Romano
sostiene que la encomienda castellana se trasplantó en la encomienda indiana.
También aquí encontramos los rituales para la concesión de la encomienda, por
ejemplo el juramento de fidelidad y vasallaje al rey por parte del encomendero
que recibía la encomienda. Se argumentará que las encomiendas americanas no
comportaban derecho de alta y/o baja justicia, ya que los indios solo eran
vasallos del rey; pero, replica el autor, hay que distinguir entre la situación
legal formal y la situación real: en la práctica los indios eran vasallos del
encomendero. La encomienda indiana tenía un aspecto económico y otro militar
-la defensa de la tierra-, lo que muestra la feudalización del Estado. Y aunque
la encomienda no otorgaba nobleza sí proporcionaba honra. Por lo tanto, los
encomenderos no constituían meramente una clase jurídica: en verdad eran una
clase social. Por lo demás, la encomienda se transformó paulatinamente de encomienda
de servicio en una encomienda de tributo: en tanto vasallos del rey los indios
le debían un tributo; pero, como el soberano renunció al mismo transfiriéndolo
al encomendero, éste resultaba el beneficiario de la carga.
Pese
a todas las similitudes entre el feudalismo europeo y más en concreto
castellano y el feudalismo en la América hispano-portuguesa, Romano sostiene
que hay ciertas diferencias claras que son las siguientes: a) el señor español
que se estableció en América y se hizo
allí feudatario heredó -por lo menos en países de fuerte estructura estatal
prehispánica como entre los aztecas e incas- parte de las instituciones
preexistentes como la mita. b) El feudalismo europeo atravesó por dos fases: la
primera fue la de la oferta limitada de tierras, y la segunda la de la
limitación de las mismas. En cambio, el feudalismo americano nunca enfrentó una
oferta limitada de tierras. c) Mientras en Europa el capitalismo apareció como
un desarrollo endógeno, en América el feudalismo tuvo que lidiar con el capitalismo
como un fenómeno exógeno.
¿Qué
decir frente a la tesis de Romano sobre el feudalismo en general y sobre el
hispanoamericano en particular? Cae fuera del ámbito de nuestra competencia
discutir en detalle, pero sí quisiéramos realizar algunos comentarios al
respecto. Metodológicamente pensamos que el autor comete un error al mezclar
constantemente el sentido marxista del feudalismo, al que principalmente se
refiere al definirlo como un modo de producción, con el sentido que tiene como
un fenómeno histórico que se presentó en Europa. De aquí que resulte tan
extraño que se afane por demostrar que el feudalismo existió desde temprano en
España como un fenómeno histórico en sentido pleno, y que se transfirió a
Iberoamérica también como un fenómeno histórico: la encomienda castellana se
habría trasplantado en la encomienda indiana. Más coherente con la concepción
de feudalismo de Romano hubiera sido tratar de mostrar, como lo hizo su
discípulo Marcelo Carmagnani, cómo a su llegada los españoles transformaron la
economía prehispánica preexistente constituyendo un sistema feudal que dominó
la vida latinoamericana hasta fines del siglo XX (1980).
Otro
gran problema de la exposición de Romano es que desatiende que en el presunto
feudalismo colonial iberoamericano habían fenómenos de otro carácter. Afirma
que este feudalismo podía coexistir con un comercio de extensa cobertura, pero
no considera el capitalismo incipiente que revela la intensa explotación
minera, la febril actividad de las haciendas y la apreciable producción de los
obrajes. Eliminando de su campo de visión estos fenómenos y concentrando su
atención casi sólo en la oposición entre el encomendero y el encomendado, el
esperable resultado que obtiene Romano es que en la Iberoamérica colonial hubo sin duda un feudalismo.
Un
tercer problema importante es que Romano examina básicamente el presunto
feudalismo colonial iberoamericano en sí mismo, insertándolo solo
incidentalmente en el marco mayor de la acción del capitalismo -escribe que, en
tanto que el capitalismo apareció en Europa como un desarrollo endógeno, en
América Latina surgió como un fenómeno exógeno con el que tuvo que lidiar el
feudalismo local. Esto supone que el sistema feudal de las colonias
iberoamericanas coexistía en pie de guerra con el sistema capitalista. Vimos ya
que esto es imposible según I. Wallerstein: la economía-mundo capitalista
es un sistema al que se acomodan los otros modos de producción. Si
adoptamos esta perspectiva -que estimamos que es correcta-, difícilmente
podremos designar a la economía colonial iberoamericana como una economía
feudal. Y también serán válidas las objeciones de Wallerstein contra Ernesto
Laclau con respecto a las diferencias que separan a un siervo de la gleba
medieval y un trabajador de una encomienda de la América española: no cabe
asimilarlos como no cabe hablar en este último caso de feudalismo.
Consideración final
Manifestamos
en nuestro libro El marxismo de Mariátegui y su aplicación a los '7 ensayos'
que el día de hoy, con la mayor información de que se dispone, se había tornado
insostenible la tesis de José Carlos sobre el carácter feudal de la economía
colonial. En su Prólogo a nuestro libro Antonio Melis sostuvo que este punto le
parecía debatible. Pensamos que el examen que hemos realizado en este artículo
nos permite refirmarnos en nuestro juicio: la tesis de Mariátegui no es
actualmente defendible.
¿Por
qué pensamos que es este problema tan importante? Porque Mariátegui aseveró
después que, pese a la Independencia de España, la República había seguido
siendo feudal y que el feudalismo había impregnado todos los ámbitos de la vida
republicana. Luego el marxismo posterior siguió repitiendo mecánicamente esta
tesis, que se la encuentra también en el análisis del Perú de "Sendero
Luminoso". De este análisis incorrecto se han derivado por cierto
consecuencias incorrectas. De allí que el día de hoy debamos mirar con otros
ojos nuestra propia historia y realizar un examen más veraz de ella. Será la
única manera de cancelar este error de Mariátegui y evitar que siga causando
los daños que ha provocado.
Notas:
1-
Texto de una intervención en octubre de 2008 en un auditorio del Museo de la
Nación del Perú en un ciclo de conferencias organizado con motivo de
conmemorarse los 80 años de la aparición de los 7 ensayos. Inédito.
2-
Originalmente el artículo fue publicado en el N° 67, mayo-junio de 1971 de la
New Left Review, 19-38. Fue reproducido
en: Política e ideología en la teoría marxista, México: Siglo XXI, 1978.
3-
Apareció en la compilación de sus trabajos Feudalismus-Kapitalismus, Gottinga,
1970. La compilación ha sido traducida como Feudalismo-Capitalismo,
Barcelona-Caracas: Alfa, 1987. Agradezco la información y haberme procurado la
traducción a Ernesto Garzón Valdés.
4-
Todo lo anterior sobre "El feudalismo en la península ibérica" según
el artículo al respecto en La Enciclopedia [Salvat]. Madrid: Salvat, 2004; 8,
6078-6081.
5-
Lo anterior según el artículo "Feudalismo", en: G. Klaus y M. Buhr
(ed.). 1972. Marxistisch-leninistisches Wörterbuch der Philosophie. Hamburgo:
Rowohlt. 1: 366-367.
El autor
*David
Sobrevilla es Profesor Emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Ha enseñado en las Universidades de Lima y San Martín de Porre. Ha sido
Profesor Visitante de las Universidades de Carabobo, Madison-Wisconsin,
Davis-California. Es Dr. Honoris Causa de las Universidades de Arequipa y
Trujillo y Profesor Honorario de la Universidad Ricardo Palma. Es coeditor de
la Enciclopedia iberoamericana de filosofía, autor de numerosos artículos y
libros, entre estos: Filosofía contemporánea en el Perú (1992), Repensando la
tradición nacional. Estudios sobre la filosofía reciente en el Perú
(1988-1989), El marxismo de Mariátegui y su aplicación a los Siete Ensayos (2006).
Ha editado obras de Manuel González Prada, Jorge Basadre, Augusto Salazar
Bondy, Francisco Bilbao.
Bibliografía
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Marxistisch-leninistisches Wörterbuch der Philosophie. Hamburgo:
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10-
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peruana. Crítica marxista leninista (Lima) 6. 11- Romano, Ruggiero. 1971. Sous-dévelopment culturel: À propos d'André
Gunder Frank. Cahiers Vilfredo Pareto (Ginebra) 24: 271-279.
12-
Romano, Ruggiero. 1992. El feudalismo americano. En: Romano, Ruggiero,
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13-
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14-
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PUNTO Y APARTE
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