LA
CRÍTICA DE LÉVINAS A HEIDEGGER EN TOTALIDAD E INFINITO
Levinas' Critique of Heidegger in Totality and Infinite
EDUARDO
SABROVSKY
Universidad Diego Portales - Santiago, Chile
Resumen
Se
pretende dar cuenta de la crítica a Ser y tiempo que Lévinas
formula en Totalidad e infinito, crítica centrada en la omisión de
dos formas primordiales de estancia en el mundo: el goce y el habitar. Tal
omisión es sintomática: Ser y tiempo, al querer ser una crítica de
la modernidad, internaliza y ontologiza el predominio de la equipamentalidad que,
por sobre el objetivismo científico, caracteriza a nuestra época. Así, un
cierto pragmatismo constituiría la clave de bóveda de Ser y tiempo en
su conjunto: el reconocimiento de esta "contaminación" por parte del
propio Heidegger explicaría, al menos parcialmente, su paso a la "historia
del ser".
Palabras
clave: E. Lévinas, M. Heidegger, Ser y tiempo, Totalidad e infinito.
Abstract
The article examines the critique of Being
and Time formulated by Levinas in Totality and Infinite, a
critique centered on Heidegger's omission of two fundamental forms of being in
the world: enjoyment and inhabiting. This omission is symptomatic: as a
critique of modernity, Being and Time internalizes and ontologizes
the prevalence of the equipmentality that characterizes our
era far more than scientific objectivism does. Thus, a certain type of
pragmatism would constitute the keystone of Being and Time as
a whole: the acknowledgment by Heidegger of this "contamination"
would explain, at least partially, his transition to the "history of
being".
El Dasein en Heidegger jamás tiene
hambre.
El alimento no se puede
interpretar como utensilio
más que en un mundo de
explotación.
Emmanuel Lévinas. Totalidad e
infinito
En Totalidad
e infinito (1), quizás con el objeto de poner de relieve la novedad de su
pensamiento, Lévinas se ve forzado a batirse en varios frentes: Kant, Hegel,
Husserl y Heidegger, fundamentalmente. Este batirse -quizás esté de más
decirlo- no tiene el carácter de una negación aniquiladora y unilateral, sino
más bien el de una Aufhebung, una superación à la Hegel.
En virtud de ella, nuestro filósofo, quien ha hecho el elogio des
nourritures terrestres y para quien la alimentación constituye la
forma paradigmática de transmutación de lo otro en mismo, nutre su propio
pensamiento transformando, digiriendo buena parte de la tradición del
pensamiento filosófico moderno. De Kant, Lévinas quisiera preservar el momento
de incondicionalidad que caracterizaría a la ética. A la vez, quiere -y en esto
se asemeja a Hegel- desprender tal incondicionalidad de la filosofía de la
finitud kantiana; de hecho, junto a Hegel, Lévinas afirma la anterioridad
primordial de la infinitud por sobre la finitud. Rechaza, sin embargo, la
identidad devenida de ambas a través de la totalización perpetrada por medio de
un relato filosofante de la historia, suprema astucia de la Razón: Lévinas
quisiera, en cambio, conservar la exterioridad irreductible del infinito, como
una reserva inagotable de Razón, a partir de la cual la conciencia moral pueda
por siempre pasar su juicio sobre la historia.
Pero
el adversario par excellence a quien Lévinas debe enfrentar en Totalidad
e infinito es Heidegger, y más precisamente, el Heidegger de Ser
y tiempo. La crítica a la ontología heideggeriana en cuanto "filosofía
del poder [...] de la injusticia [que] permanece en la obediencia a lo anónimo
y conduce finalmente [más allá de su oposición a la pasión tecnológica] a la
dominación imperialista, a la tiranía" (Lévinas 1992 38) impregna el texto
de Totalidad e infinito, hasta el punto de que sólo hacer un
inventario de sus manifestaciones expresas -y de muchas otras alusiones
veladas- consumiría un espacio mucho mayor que el destinado a este artículo.
No
obstante, es posible sustituir un análisis extensivo por uno intensivo, es
decir, ubicar en Totalidad e infinito aquel segmento en el
cual la crítica de Lévinas al Heidegger de Ser y tiempo logra
identificar el elemento estructural central de dicha obra y concentra su tarea
crítica en él. Esta es, a mi entender, la labor que cumple Lévinas en la
sección II de Totalidad e infinito ("Interioridad y
economía"), y es fundamentalmente a ella a la que quiero referirme.
Nuevamente,
el acercamiento de Lévinas a Heidegger es "digestivo": se trata, por
una parte, de conservar la crítica heideggeriana a la primacía, en Descartes,
de la relación sujeto-objeto y de la objetividad como modalidad primordial del
estar-en-el-mundo, crítica que en Ser y tiempo se cumple,
fundamentalmente, a través de la puesta en evidencia de la primacía ontológica
de la Zuhandenheit, el estar a la mano, por sobre la Vorhandenheit,
el ser ante los ojos, meramente presente, el estar-ahí-delante.(2) A la
vez, sin embargo, por sobre aquello que bien cabría llamar "pragmatismo
heideggeriano" -predominio de las cosas en cuanto prágmata, Zeuge,
cuestión que trataré más extensamente a continuación-, se trata de preservar el
"intelectualismo" de la tradición cartesiana, asociado a la idea de
infinito, una idea que se define precisamente por contener "más" que
su ideatum, y que constituye el correlato racional de una
exterioridad radical. Escribe Lévinas:
Si el conocimiento, bajo la forma de
acto objetivante, no nos aparece en el nivel de la relación metafísica, no es
porque la exterioridad contemplada como objeto -el tema- se aleje del sujeto a
la velocidad de las abstracciones; es, por el contrario, que ella no se aleja
lo suficiente [...]. Al distinguir acto objetivante y metafísica, no nos
dirigimos hacia la denuncia del intelectualismo, sino a su desarrollo más
riguroso, si es cierto, sin embargo, que el intelecto desea al ente en sí. (1992
111-112)
El
pragmatismo, la primacía ontológica de la instrumentalidad (equipamentalidad),
tiene por escenario privilegiado la sección I de Ser y tiempo,
fundamentalmente el capítulo III, "La mundaneidad del mundo". La ya
mencionada sección II de Totalidad e infinito, "Interioridad y
economía", constituye, por su parte, la versión lévinasiana de la
mundaneidad del mundo: en ella se tematizan formas de estancia en el mundo,
como son el goce y el habitar, anteriores tanto a la equipamentalidad
heideggeriana como a la objetividad cartesiana. Por razones profundamente
inherentes al "aquí y ahora" de su pensamiento (a su concreta
situación histórica, que Lévinas caracteriza como "caso límite"),
Heidegger habría estado de alguna manera destinado a incurrir en la omisión, en
la ceguera respecto a estas formas primordiales; así, la misma sección II de Ser
y tiempo (y más allá de ella, el "segundo Heidegger" en su
conjunto) podrían ser leídos (es mi afirmación) como un esfuerzo in
extremis por desprenderse de la inconfortable orientación pragmática
de la sección I. Y ello, ya sea mediante la apelación a la muerte -decisión
heroica, única, que podría sustraer al Dasein de la succión
epocal del pragmatismo- o a la implícita transformación de Ser y tiempo en
un momento -sólo un momento- de la "historia del ser".
Profundizo
aquí brevemente estas últimas afirmaciones, que constituyen, de hecho, una
interpretación global de Ser y tiempo y de su lugar en la
posterior "historia del ser". Hubert Dreyfus ha hecho un análisis en
profundidad de estas cuestiones; por su parte, Robert Brandon, en su lectura de Ser
y tiempo (a la cual hago referencia más adelante), ha mostrado cómo la
crítica del cartesianismo en Ser y tiempo puede quedar
subsumida por una interpretación en sentido pragmático. También Mark Okrent y
Richard Rorty han intervenido en el mismo sentido.
Dreyfus
analiza el rol de la técnica en Ser y tiempo, en un artículo publicado
originalmente en inglés en 1984 y en castellano en el 2006.(3) Dreyfus
discierne en la "Analítica del Dasein", contenida en la
sección I de Ser y tiempo, la expresión de una etapa intermedia en
el desarrollo de la técnica, a medio camino entre la tékne artesanal
y la plena tecnología. En relación con una cuestión crucial a este respecto, la
de la subsunción de la naturaleza por parte de la técnica, Dreyfus afirma lo
siguiente:
Por lo tanto, a pesar del reconocimiento
heideggeriano [en Ser y tiempo] de que la naturaleza no está a la
mano, se sigue que todos los seres, incluyendo los de la naturaleza,
están ontológicamente fundados en la estructura de la totalidad pragmática y,
de hecho, "el estar a la mano es la determinación ontológico-categorial
del ente tal como es en sí". (54, énfasis del original)
Y
concluye:
Visto a la luz de la relación de la
naturaleza y la técnica que el último Heidegger revela, Ser y tiempo aparece
en la historia del ser del útil, no sólo como la transición, sino como el paso
decisivo hacia la técnica. (58)
Desde
la perspectiva de este "último Heidegger", Dreyfus llama la atención
además sobre la manera como, en un texto publicado originalmente en 1954
("Ciencia y meditación"), Heidegger insinúa que la superación de la
dualidad sujeto/objeto (y, por ende, de la posición filosófica que definiría al
cartesianismo) se habría operado, no en texto filosófico alguno, sino por obra
del mismo despliegue planetario de la técnica, de modo que "tanto el
sujeto como el objeto están absorbidos como existencias" (Heidegger 1994
53). (4) Esta superación histórica del cartesianismo
"hablaría" entonces a través de Ser y tiempo. La técnica
en proceso de devenir planetaria, en otras palabras, habría hecho de Ser
y tiempo, aun contra la voluntad de su autor, su médium y quizás su más
acabada expresión.
Dreyfus
se hace cargo, además, del intento de Heidegger (en lo que califica de
"una tortuosa nota a pie de página"), en Won Wesen des
Grundes, de reducir la importancia de la instrumentalidad en Ser y
tiempo, sección I. Dice Heidegger allí: "un estudio de la estructura
ontológica del ser del mundo circundante (en tanto es descubierto como
herramienta)" es una "caracterización preliminar del fenómeno del
mundo" que sólo "prepara el camino para el problema trascendental del
mundo" (citado en Dreyfus 54). No obstante, como Dreyfus se apresura en
mostrarlo, en la sección II de Ser y tiempo, donde tal problema
trascendental es abordado, se reitera la misma estructura, de modo que
"incluso en el nivel trascendental, el mundo es equiparado con la
totalidad referencial, y todos los entes, incluyendo la naturaleza, sólo pueden
comparecer en el mundo pragmático" (ibid.). De hecho, y sigo en
esto a Dreyfus nuevamente, Ser y tiempo intenta incluso fundar
el lenguaje en la totalidad de útiles. Dice Dreyfus:
Aquí las implicancias pragmáticas son
tan inaceptables, que, en lugar de reintentar reinterpretar retroactivamente Ser
y tiempo, Heidegger se ve obligado a impugnar la prioridad del contexto
pragmático. En su propio ejemplar de Ser y tiempo, Heidegger anotó:
"Falso. El lenguaje no es un segundo piso sobre otra cosa, sino que es el
originario desplegarse de la verdad como ahí". (55) (5)
Dejo
la conciencia desgarrada de Heidegger y vuelvo a Lévinas. Goce, habitar.
Lévinas enfatiza, como he dicho, estas omisiones fundamentales en la concepción
heideggeriana del ser en el mundo, productos ambas de su ontologización de
"un caso límite", la civilización industrial:
[Caso límite] en el cual la necesidad se
impone por sobre el goce, la condición proletaria condenada al trabajo maldito,
en el cual la indigencia de la existencia corporal no encuentra, ni refugio, ni
descanso en lo suyo [...] es el mundo absurdo de la Geworfenheit. (Lévinas 1992
156)
Geworfenheit,
'condición de arrojado', es, sabemos, una de las determinaciones primordiales
del Dasein, es decir, en la terminología heideggeriana, un
"existencial" (Existenzial). "El término 'condición de
arrojado' mienta la facticidad de la entrega a sí mismo [...].
La facticidad [es] un carácter del ser del Dasein, asumido en la
existencia, aunque, por lo pronto, reprimido" (Heidegger 1998 159,
énfasis del original).
El
"caso límite", entonces, puede ser entendido, en términos
heideggerianos, como Geworfenheit: mundo absurdo, históricamente
situado, que Ser y tiempo, sin embargo, deshistoriza. Y la primera
de las omisiones que esta deshistorización impondría es, como ya lo he anticipado,
la del goce en cuanto determinación primordial de la existencia humana. Escribe
Lévinas:
Las cosas de las cuales vivimos no son
instrumentos, ni tampoco utensilios, en el sentido heideggeriano del término.
Su existencia no se agota en el esquematismo utilitario que los designa como
martillos, agujas o máquinas. Ellas son siempre, en cierto sentido -e incluso
los martillos, las agujas y máquinas lo son-, objetos de goce, desde ya
ornamentados, embellecidos. Aún más, dado que el recurso al instrumento supone
la finalidad y marca una dependencia con relación al otro, vivir designa la
independencia misma, la independencia del goce y de su felicidad que es el
diseño original de toda independencia. (1992 113)
Y
más adelante dice: "todo objeto se
propone al goce -categoría universal de la empiria-, incluso aunque yo me haga
de un objetoutensilio, aunque lo manipule como un Zeug" (Lévinas 1992 140).
El
goce es, primordialmente, inmersión en un "elemento": "Es el
viento, la tierra, el mar, el cielo, el aire", especifica Lévinas (1992
139). El elemento es una profundidad que nos ofrece siempre una sola cara, y
que, a diferencia del objeto, no se puede circundar: estamos ya siempre
inmersos en él. "Lo que esconde la cara del elemento vuelta hacia mí no es
un 'algo' susceptible de revelarse, sino una profundidad siempre renovada de la
ausencia, existencia sin existente, lo impersonal por excelencia" (id. 151).
De ahí que el goce primordial del elemento sea a la vez "carente de
seguridad" (ibid.), y que el elemento posea un "formato
mítico" al cual están asociados terrores y conjuros primordiales:
Esta manera de existir, por fuera del
ser y del mundo, debe ser llamada mítica. La prolongación nocturna del elemento
es el reino de los dioses míticos. Pero este porvenir no adquiere el carácter
de una Geworfenheit, porque la inseguridad amenaza a un goce ya feliz
en el elemento y al cual sólo esta felicidad sensibiliza ante la inquietud.
Hemos descrito esta dimensión nocturna
del porvenir bajo el título del "hay" [il-y-a]. El goce, como
interiorización, se enfrenta a la extrañeza misma de la tierra.
Pero tiene el recurso al trabajo y a la
posesión. (Lévinas 1992 151)
A
tal ambigüedad del goce, Lévinas la denomina, de manera sugerente, su
"formato mítico". Me interesa detenerme aquí un momento y relacionar
este formato con la ontología. En efecto, en la sección I de Totalidad
e infinito, Lévinas nos ha anunciado que la ontología (heideggeriana)
"se remonta a los 'estados de alma' paganos, al enraizamiento en el suelo,
a la adoración que los hombres sometidos a la servidumbre pueden dedicar a sus
amos" (1992 38). Más extensamente, el anuncio de Lévinas dice así:
Denunciando la soberanía de los poderes
técnicos del ser humano, Heidegger exalta los poderes pre-técnicos de la
posesión. Sus análisis no parten por cierto de la cosa-objeto, pero llevan la
marca de los vastos paisajes a los cuales las cosas se refieren [...].
Filosofía del poder, la ontología, como filosofía primera, que no pone en
cuestión al Mismo, es una filosofía de la injusticia. La filosofía
heideggeriana, que subordina la relación con el Otro a la relación con el ser
en general -incluso aunque se oponga a la pasión técnica surgida del olvido del
ser, oculto por el ente-, se mantiene en la obediencia a lo anónimo y conduce,
fatalmente, a otro poder, a la dominación imperialista, a la tiranía. Tiranía
que no es la extensión pura y simple de la técnica sobre los hombres
reificados. Se remonta a los "estados de alma" paganos, al
enraizamiento en el suelo, a la adoración que los hombres sometidos a la
servidumbre pueden dedicar a sus amos. (1992 37-38)
Este
estatus mítico, que Lévinas atribuye aquí a la ontología de Heidegger, puede
fundamentarse en ideas que desarrolla en la sección III de Totalidad e
infinito ("El rostro y la exterioridad"), bajo el acápite
"A. Rostro y sensibilidad". Lévinas se refiere al legado ambiguo de
la crítica fenomenológica a la sensación. Por una parte, esta crítica es justa:
como lo afirma Heidegger en Ser y tiempo, toda sensación presupone
una experiencia, no hay cualidades flotantes. Lévinas, evocando esta crítica,
dice: "Nos encontraríamos siempre en medio de las cosas, el color es
siempre extendido y objetivo, color de una vestimenta, de un reflejo, de un
muro -el sonido, ruido del vehículo que pasa, o voz de un hombre que
habla-" (1992 203).
No
obstante, como he dicho, esta crítica es ambigua, pues subordina la sensación a
un contexto previo de significación. Y sabemos que, en Ser y tiempo, tal
contexto es equipamental; y que basta con que se vea perturbado en su
operación, transparente para el Dasein / usuario, para que la
objetividad cartesiana, finalmente, se restablezca con todos sus derechos. De
este modo, la sensación se transforma nuevamente en antesala de la percepción y
de la objetivación: una "objetivación que se busca" (Lévinas 1992
204). La máquina de la totalización se pone en marcha, alimentada ahora por el
combustible aportado por la ontología pragmática. De hecho, como ya se ha dicho
anteriormente, la crítica de Ser y tiempo al cartesianismo
puede ser digerida en su totalidad por el pragmatismo: basta para ello (este es
el aspecto del pragmatismo que me interesa destacar aquí) con considerar que
los conceptos, y los objetos que son su correlato, no constituyen sino una
forma más sofisticada de Zeuge que el legendario martillo que
sirve de ejemplo de la Zuhandenheit a Heidegger en Ser
y tiempo: equipamiento necesario para la práctica instrumental a partir de
un cierto nivel de desarrollo de la técnica, la tecnología: tal práctica, a
diferencia de las prácticas artesanales, enraizadas en la costumbre, incluye la
inferencia conceptual. En particular, la tecnología requiere de la llamada
"inferencia práctica", tanto como de vigas de acero u hornos de fundición.
(6) De hecho, este mundo post-artesanal, en vías de totalización por
la tecnología, es el que Heidegger nos presenta en Ser y tiempo: un
mundo en el cual, como ya lo anticipé, y como enfáticamente lo afirma
Heidegger, todos los entes, incluidos los pertenecientes a la naturaleza,
quedan fundados ontológicamente en la estructura del ser-disponible y la
totalidad equipamental. Escribe Heidegger: "el bosque es reserva forestal,
el cerro es cantera, el río, energía hidráulica, el viento es viento 'en las
velas' [...] el estar a la mano es la determinación
ontológico-categorial del ente tal como es 'en sí'" (1998 98-99,
énfasis del original).
Para
Lévinas, en cambio, "los sentidos tienen un sentido no predeterminado como
objetivación" (1992 204): su determinación, en tal dirección, no es sino
el producto de una encrucijada histórica, que puede ser entendida como el
surgimiento de la civilización industrial de la Modernidad. Así, en palabras de
Lévinas, tal destino "no es producto de un azar y por consecuencia puede
expandirse en civilización" (id. 205).
Pensar
un plus-de-goce más allá de toda destinación objetivante es una posibilidad que
Lévinas percibe ya en Kant. Como el idealismo alemán, en efecto, discierne, en
la concepción kantiana de lo trascendental, la traza de una actividad del
espíritu no condenada a la objetividad. Pues Kant ha reconocido que
"no-subjetivo" (es decir, no meramente psicológico) no equivale a
"objetivo": entre ambos extremos se abre el espacio de lo
trascendental y, particularmente, el de las formas puras de la sensibilidad. Y
si bien Kant hace de este espacio y de estas formas condiciones de la
experiencia de objetos, Lévinas observa la no-necesidad de este paso, y la
posibilidad de insertar allí una "fenomenología de la sensación en cuanto
goce" (1992 205).
No
es posible entrar aquí en los detalles de esta fenomenología. Pero lo
importante para mi argumentación es que tal fenomenología, de ser posible,
desencantaría el fenómeno del goce; en la medida en que ello no ocurre (en la
medida en que, historialmente, el goce ha sido fagocitado por la objetividad),
este plus-de-goce, y con él la tendencia al mito, queda disponible para
constituir algo así como la cara obscura del iluminismo de la técnica
planetaria. (7) De hecho, estos dos polos, la apelación al mito
y la simultánea apología futurista de la técnica, son rasgos del nazismo, que
una "filosofía del hitlerismo", como la que Lévinas se propuso
desarrollar críticamente en 1934, debiera esforzarse por comprender en su
integral dialéctica.
La
visualidad, lo sabemos, y sería ocioso aquí acumular etimologías griegas para
ponerlo en evidencia, se encuentra en la base de las pretensiones iluministas
de la Razón. No obstante, este privilegio de la visión (y del tacto, agrega
Lévinas) no hace sino sumir a la pretendida Razón, así fundada, en el formato
mítico del elemento; de allí la identidad profunda entre razón y mito, como la
que Horkheimer y Adorno supieron discernir en su Dialéctica del
Iluminismo. En efecto, como lo muestra Lévinas:
Estamos en la luz en la medida en que
encontramos la cosa en la nada. La luz [...] vacía el espacio [...]; así, para
la visión y el tacto, un ente viene como de la nada y allí, precisamente,
reside su prestigio filosófico tradicional [...]; en la luz de la generalidad
que no existe, se establece la relación con lo individual. En Heidegger, una
apertura sobre el ser que no es un ente -que no es un
"algo"- es necesaria para que, de modo general, un "algo"
se manifieste [...]. La inteligencia del ente consiste en ir más allá del ente,
a lo abierto precisamente. Comprender el ente particular es aprehenderlo a
partir de un claro que él no llena. (1992 206-207)
De
esta manera, Heidegger, presunto destructor de la tradición onto-teológica,
seguiría moviéndose al interior de sus coordenadas. Pero además, y esto no es
menos importante,
[esta experiencia del vacío] que produce
la luz en el espacio del cual ella aparta las tinieblas, no equivale a la nada,
incluso en ausencia de todo objeto particular, hay [il-y-a] este
vacío mismo, [...] la negación de toda cosa calificable hace resurgir el
impersonal hay que, tras toda negación, retorna intacto e indiferente
al grado de la negación. (Lévinas 1992 207)
"¿Por
qué hay ente y no más bien nada?", había preguntado Heidegger en ¿Qué
es metafísica? (2003 43). Y había respondido que la tal nada no era
sino la nada de los entes, y que "ex nihilo omne ens qua ens fit" (id. 38).
Ahora podemos entender que esta nada -que en Heidegger equivale a la
trascendencia, y es por tanto, a lo menos, el "penúltimo nombre" del
ser- resulta ser en Lévinas el no constituir más que la experiencia del il-y-a.
En otras palabras, Heidegger habría confundido la experiencia trascendente del
ser (tal como se vive en la angustia) con la experiencia de la náusea
lévinasiana ante el infinito malo, el apeiron, la inseguridad que
es la contracara del goce en el elemento.(8) De ahí su apelación a un Dios
sin rostro -"sólo un Dios puede aún salvarnos" (Heidegger 1989 71)-:
tales "dioses impersonales a los cuales no se habla", dice Lévinas,
"marcan la nada que bordea el egoísmo del goce, en el seno de la
familiaridad con el elemento" (1992 151).
"El
espacio iluminado", afirma también Lévinas, "no es el intervalo
absoluto" (1992 208). 'Absoluto' (absolu), ab alio solutum,
traduce kathautó, 'lo que es por sí mismo', lo separado de todo lo
demás; lo que la tradición ha nominado (entre otros nombres, también se podría
decir "substancia") "lo incondicionado". La cuestión
heideggeriana del ser no está a la altura de la exigencia implícita en este y
otros términos de la tradición metafísica. Para ello, dirá Lévinas, hay que
introducir el intervalo, ahora sí absoluto, entre un ente que se define por y
en su separación, y el Otro (Autrui), cuya alteridad es constitutiva. La
oscilación, en cambio, entre la inmersión en el hay disfrazada
de utopía y el mundo caído del trabajo constituye la filosofía del hitlerismo a
la cual, más allá del anecdotario biográfico, el pensamiento heideggeriano
quedaría inherentemente adscrito.
Pero
volvamos al goce. Su ambigüedad se resuelve a través del trabajo y la posesión
(de la cual la representación cognitiva es sólo una modalidad, aunque
privilegiada en cuanto involucra ya un "decir" a un Otro); trabajo y
posesión, a su vez, tienen al habitar como su condición de posibilidad. Y si
bien el goce, tal como lo hemos visto más arriba, está inherentemente asociado
a toda actividad humana, incluyendo el trabajo -"se puede transformar la
maldición del trabajo en deporte", afirma Lévinas (2002 141)-, su
recuperación más plena, en un mundo humanizado -y asegurado- por la habitación
y el trabajo, se da en el terreno del arte.
La orientación estética que el ser
humano confiere al conjunto de su mundo representa, en un plano superior, un
retorno al goce y a lo elemental [...]. Los útiles y utensilios, que suponen
ellos mismos el goce, se ofrecen a su vez al goce. Son juguetes: el bello
encendedor, el hermoso vehículo. Se engalanan con artes decorativas, se
sumergen en lo bello, en lo cual toda superación del goce retorna al goce.
(Lévinas 1992 149) (9)
El
habitar, más allá de la instrumentalidad, es la segunda de las omisiones que
Lévinas discierne en Ser y tiempo. "En Sein und Zeit,
la habitación no aparece con independencia del sistema de utensilios"
(1992 184), afirma Lévinas, para quien se trata, en cambio, como lo hemos ya
anticipado, del habitar como determinación básica de la existencia humana, más
primordial que la instrumentalidad (el trabajo), que sólo puede ser entendida a
partir de la anterior. El habitar es, nada más y nada menos, el correlato
material de la plena constitución de un sujeto "separado", es decir,
no sumergido ya en el goce inmediato del "elemento", sino capaz de
trabajar, poseer, conocer y relacionarse de una manera no-dependiente, a través
del lenguaje, con el Otro. (10) "El recogimiento necesario
para que la naturaleza pueda ser representada y trabajada, para que ella se
perfile únicamente como mundo, se cumple como habitación" (id. 162).
Más
adelante, en Totalidad e infinito, Lévinas desarrollará cada una de
estas dimensiones -representación y conocimiento, trabajo y posesión- en su
relación primordial con el habitar. Insistamos por ahora solamente en que el
habitar, junto con el goce, no constituyen meros fenómenos contingentes que
pudiesen o no acaecer al sujeto, sino determinaciones mismas del ser, en el
seno del cual se introduce algo así como una plegatura. Y tal plegatura no es
sino el propio sujeto "separado", refractario a toda
"totalización", a toda disolución de su irreductible singularidad en
el corrosivo medio del concepto; para tal sujeto, "el rechazo del concepto
no es aquí solamente uno de los aspectos de su ser, sino que constituye todo su
contenido -es interioridad-" (Lévinas 1992 122). Pero sobre este papel
ontológico del habitar escribe Lévinas:
El aislamiento de la habitación no
suscita mágicamente, no provoca "químicamente" el recogimiento, la
subjetividad humana. Es necesario invertir los términos: el recogimiento, obra
de separación, se concretiza como existencia en una morada, como existencia
económica.[11 ] Porque el yo que existe recogiéndose es el que se
refugia empíricamente en una habitación. (1992 164)
Desde
su recogimiento en la morada, el sujeto separado emerge a hacerse de un mundo
poblado de entes reconocibles y manipulables, como el equipamiento que
privilegia Heidegger en su versión de la mundaneidad del mundo. (12) Desde
este punto de vista, se podría afirmar que, en Totalidad e infinito,
la tarea que Lévinas se propuso con relación a Ser y tiempo ha
sido cumplida: la ontología heideggeriana ha sido digerida, de modo que podría
ahora ser leída como un capítulo (fundamental, pero sólo uno) de la obra
lévinasiana.
De
hecho, como es bien sabido, en Lévinas la ontología deja paso a la ética. Así,
el habitar y el goce no se limitan a desempeñar un papel ontológico: se
proyectan al plano ético. En efecto, ético es para Lévinas aquel evento (y sólo
él) que acaece a un sujeto primordialmente autosuficiente, egoísta, autóctono
(es decir: "separado", "Mismo"), que goza y habita, pero
sobre el cual irrumpe, desde una "exterioridad", desde una
temporalidad anterior (u ortogonal) a la de toda historia, una exigencia
asimétrica e infinita: la que emana del rostro desnudo e indefenso del Otro (Autrui).
Este evento, a diferencia de los hechos intramundanos, es irreductible a una
imagen, a una representación, puesto que no hay observador posible que pueda
aproximarse a él desde el exterior (este observador sería, a su vez, un Otro).
El evento ético constituye más bien palabra, mandamiento, enseñanza. Por parte
del Mismo, tal evento en el "curvado" espacio ético puede ser leído
como deseo: un deseo que no es mera privación, pues lo deseado no es un
"algo" que pudiese colmarlo, sino, a su vez, el deseo mismo.
NOTAS:
1.Todas
las citas de esta obra corresponden a la edición francesa de la editorial
Kluwer Academic Livre de Poche (1992), y han sido traducidas al castellano para
este artículo.
2."Ser
ante los ojos" es la traducción de Gaos. "Estar-ahí-delante" es
una de las traducciones que propone Jorge. E. Rivera, a cuya traducción de Ser
y tiempo (1998) recurro a lo largo de este texto.
3. Para
la discusión, véase Michael Zimmerman (división II, cap. 10).
4.Dreyfus
también podría haber citado el "Protocolo al 'Seminario de Le Thor'":
"Ya hoy en día no hay más objetos, Gegenstände (el ente en tanto se tiene
de pie ante un sujeto que lo tiene a la vista), ya no hay más que Bestände (el
ente que está listo para el consumo) [...] El bosque deja de ser un objeto (lo
que era para el hombre científico de los siglos XVIII y XIX), y se convierte en
'espacio verde' para el hombre desenmascarado finalmente como técnico, es
decir, que considera lo ente a priori en el horizonte de la utilización. Ya
nada puede aparecer en la neutralidad objetiva de un cara a cara. Ya no hay más
que Bestände, stocks, reservas, fondos" (Heidegger, citado por Acevedo
52).
5.La
nota al margen de Heidegger está registrada en la traducción de Jorge E. Rivera
(Heidegger 1994 114). Rorty discierne, precisamente, en el intento de evadir
estas consecuencias pragmatistas respecto al lenguaje, uno de los elementos del
"estilo" del segundo Heidegger. Escribe Rorty: "[...] el
Heidegger más viejo se retrotrajo desde las oraciones y el discurso hacia las
palabras aisladas -palabras que debían ser abandonadas tan pronto como cesaran
de ser sugerencias (Winke) y se transformaran en signos (Zeichen), tan pronto
como entraran en relaciones con otras palabras y así se volvieran herramientas
para cumplir con propósitos-" (1991b 52). Cabe hacer notar que, para
Rorty, la "historia del ser" heideggeriana no sería sino la historia
de lo que llama "los léxicos últimos" (1991a 37-38). Así, la asimila
a su propia variedad del pragmatismo, de manera tal que la misma "nostalgia
heideggeriana", en relación con la comprensión más primordial del ser que
atribuye a los filósofos presocráticos, sería solamente la expresión de que
estos, a diferencia de sus metafísicos sucesores, y a semejanza del propio
Rorty y de "su" Heidegger, habrían sido conscientes de la
contingencia radical de todo léxico último: "ser primordial significa
tener la habilidad de saber que cuando uno asume una comprensión del Ser [...]
uno está automáticamente abandonando un montón de otras compresiones del Ser
posibles" (id. 46).
6. Al
respecto escribe Brandom: "No se trata de que lo que está-ahí sea
irrelevante para la práctica no-enunciativa, sino que esta relevancia es
indirecta. Los enunciados constituyen la única interfaz entre lo que está-ahí y
el resto de nuestras prácticas. El error de la doctrina de la pura presencia es
no ver interfaz alguna. La genuina diferencia entre lo que está-ahí (que puede
ser pensado en sentido extendido como a la mano para las prácticas de la
enunciación y la inferencia) y lo que está a la mano es que se puede hacer uso
práctico de los enunciados sobre lo que está-ahí, nunca sobre lo que está-ahí
en sí mismo. Sus sustitutos enunciativos constituyen equipo servicial, pero no
lo que está-ahí mismo. Sólo en cuanto representado en enunciados puede lo que
está-ahí formar parte de la totalidad equipamental de significado que es el
mundo, al interior del cual el Dasein se mueve y tiene su ser.
El descubrimiento de lo que está-ahí es una auténtica posibilidad del ser del Dasein,
materializado en todas las comunidades humanas conocidas" (138-139) (para
una interpretación pragmática en la misma línea, véase también Okrent -part. I,
"Understanding"-). Nótese también que, para el propio Heidegger en Ser
y tiempo -difícilmente podría ser de otra manera-, el conocimiento,
con su "explícito mirar-hacia lo compareciente" (1998 87),
"viene a ser, él mismo, un modo autónomo de estar en medio de los entes
intramundanos" (id. 88). Lo mismo sucede con los enunciados:
"Esta retención aprehensora de un enunciado acerca de [...] es, ella
misma, una manera de estar en el mundo" (ibid.). Es decir, la
primacía ontológica de la equipamentalidad conduce, necesariamente, a reducir
los enunciados a prágmata. No obstante, Heidegger no tematiza esta
cuestión (o lo hace de la manera tortuosa y desgarrada a la que he hecho
referencia antes).
7. "El
goce -que no se alinea en el esquema de la objetivación y de la visión- no
agota su sentido en la calificación del objeto visible" (Lévinas 1992
206).
8.Para
las experiencias lévinasianas del il-y-a y la náusea, véase
Lévinas (1947, 1979).
9. Se
puede entender que el arte, en Totalidad e infinito, desempeña un
rol de desencantamiento, de sublimación del plus-de-goce que el mundo del
trabajo deja "libre", como hemos visto.
10. Para
un desarrollo de la cuestión del habitar en Heidegger y Lévinas, véase
Sabrovsky (2006).
11. Por
cierto, "económico" significa aquí primordialmente lo que concierne
al oikos, a la morada.
12."El
trabajo [...] extraerá las cosas de los elementos, y de este modo descubrirá el
mundo. Esta aprehensión original, esta influencia del trabajo, que suscita las
cosas y transforma la naturaleza en mundo, supone, así como la contemplación de
la mirada, el recogimiento del yo en su morada" (Lévinas 1992 168).
Bibliografía
Acevedo,
J. (ed.). "Introducción a 'La pregunta por la técnica'". Ciencia
y técnica. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1983. 45-68.
Brandom,
R. "Las categorías de Heidegger en Ser y tiempo".La
técnica en Heidegger, t. I, Sabrovsky, E. (ed.). Santiago de Chile:
Ediciones Universidad Diego Portales, 2006. 101-141.
Dreyfus,
H. "Entre la tékne y la técnica: el ambiguo lugar del útil en Ser
y tiempo". La técnica en Heidegger, t. I, Sabrovsky, E.
(ed.). Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2006. 41-61.
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M. La autoafirmación de la Universidad alemana. El rectorado,
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Lévinas,
E. Totalité et infini. Essai sur l'exteriorité. Paris: Kluwer
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Okrent. M. Heidegger's
Pragmatism. Understanding Being and the Critique of Metaphysics. Ithaca,
NY: Cornell University Press, 1988.
Rorty, R. "Heidegger,
Contingency, and Pragmatism". Essays on Heidegger and Others. Philosophical
Papers Volume 2. Cambridge & New York: Cambridge University Press,
1991a. 27-49.
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Heidegger and the Reification of Language". Essays on Heidegger
and Others. Philosophical Papers Volume 2. Cambridge & New
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Sabrovsky,
E. "La crítica de Emmanuel Lévinas a la concepción del habitar en
Heidegger", ARQ 62 (2006): 74-75.
Zimmerman, M. Heidegger's
Confrontation with Modernity. Technology, Politics, Art. Bloomington, IN:
Indiana University Press, 1990.
PUNTO Y APARTE
"Un poema de amor", de Charles Bukowski
Vos no sabés qué es el amor (una tarde con Charles Bukowski)
Raymond Carver (Vecinos)
Charles Bukowski y su concepto de la gente
No sabes qué es el amor - Raymond Carver
Tres rosas amarillas. Raymond Carver
Raymond Carver (Cuidado)
RAYMOND CARVER (TIEMPOS REVUELTOS)
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RAYMOND CARVER (MECÁNICA POPULAR)
RAYMOND CARVER - Lo que hablamos cuando no hablamos de amor (poema)
Poema "Sangre", Raymond Carver
Aire, luz, tiempo y espacio de Charles Bukowski
Aire,luz, tiempo y espacio. Bukowski
Asidero en la oscuridad Charles Bukowski Poema
Charles Bukowski - AMOR
Raymond Carver - si me necesitas llámame
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