¿Es posible pensar un cambio radical hoy?
Lenin hoy: La actualización de Slavoj Žižek.
Por
Marco Antonio
Esteban | 06.Junio.2005 (*)
Cuando le preguntan a
Žižek qué modelo de sociedad prefiere, contesta: comunismo con un toque de
terror. Es obvio que estamos ante un pensador interesante. Muchos aseguran que
no hay que tomar a Žižek literalmente. A mí me da la impresión contraria. Su
tono de broma genial le permite trascender a los medios y lanzar lo que en
realidad es un mensaje serio y contundente. Aunque Žižek lleva más de diez años
entre los teóricos culturales más famosos del mundo, es a partir del año 2002
con la publicación de un libro sobre el totalitarismo y otro sobre Lenin cuando
adopta, para asombro de muchos, una postura decididamente marxista y leninista.
Las
revoluciones culturales desatadas en el 68, las derrotas de la izquierda en los
ochenta y el postmodernismo resultante de los años noventa han generado en el
espacio situado a la izquierda de la socialdemocracia diversas corrientes de
pensamiento que libran una dura batalla por la hegemonía entre la
satisfecha intelectualidad académica radical, las organizaciones de izquierda y
los movimientos sociales. Entre los principales exponentes de estas corrientes
destacan anarquistas libertarios como Chomsky, antiteórico y antiestatista y
antileninista; marxistas postestructuralistas como Negri, Hardt y, hasta cierto
punto, Holloway, mucho más teóricos pero no menos antiestatistas y
antileninistas; demócratas radicales como Laclau, Mouffe o Badiou que abogan
por un igualitarismo no necesariamente socialista; y, por reacción, autores
como Žižek que levantan de nuevo contra viento y marea la bandera leninista.
Ante la resistencia anarquista, la fragmentación foucaltiana de las luchas o la
democracia sin emancipación Žižek reivindica el momento revolucionario y la
destrucción del capitalismo. Con independencia de las críticas que se le puedan
hacer, no cabe duda de que Slavoj Žižek es uno de los autores que más
brillantemente ha escrito en los últimos años sobre Lenin y su pertinencia en
los tiempos que corren.
La izquierda en la
actualidad se divide en dos grandes grupos claramente diferenciados. Uno
abrumadoramente mayoritario que no contempla un horizonte más allá del
capitalismo y otro minoritario que sí lo imagina. El principal punto de
fricción en el debate teórico dentro del grupo anticapitalista se centra en las
condiciones de posibilidad de articulación de un espacio más allá de la
democracia liberal. ¿Es posible reformular un proyecto político anticapitalista
de izquierda frente al capitalismo global y sus excrecencias irracionalistas,
las ultraderechas populistas y los fundamentalismos religiosos? ¿Cómo podemos
repetir la proeza de Lenin, quien en un tiempo de desintegración del sistema
fue capaz de reinventar el proyecto socialista y generar nuevas coordenadas? ¿Y
cómo hacerlo en el actual ambiente generalizado de renuncia a toda esperanza de
transformación?
En opinión de Žižek, la
referencia a Lenin es inapreciable para distanciarse de cinco actitudes que
predominan en la izquierda. La primera acepta la esfera de las luchas
culturales ecológicas, feministas, gays, étnicas, nacionales, religiosas o
multiculturalistas como el centro de la política emancipatoria y relega la
esfera económica -casualmente la decisiva- a un segundo plano o al silencio. La
segunda se encastilla en la defensa de las conquistas del Estado del Bienestar,
defensa inviable porque ni las clases dominantes apuestan ya por el consenso
social ni la base obrera tradicional que integró ese consenso mantiene su
fuerza y tamaño. La tercera alberga una ingenua ilusión sobre las
potencialidades de la tecnología, especialmente Internet, para la creación de
nuevas comunidades y opciones políticas. La cuarta mantiene ortodoxias -como el
trotskismo fiel al programa transicional de los años 30- que aplican
mecánicamente el mismo patrón a todas las crisis políticas: identifican un
supuesto movimiento de clase trabajadora que, carente de una auténtica
dirección marxista capaz de vehicular su potencial revolucionario, es
invariablemente traicionado por las fuerzas anticomunistas y procapitalistas.
Finalmente, la quinta actitud asume la forma de terceras vías que son en la
práctica simples certificaciones de defunción de las segundas vías, las
anticapitalistas, y glorificaciones de las primeras vías, las liberales puras y
duras.
Vivimos
en un momento de despolitización de la economía, no por azar. Se puede opinar,
proponer y legislar sobre todo: derechos humanos, racismo, medio ambiente,
sexismo, homofobia, fundamentalismo religioso, violencia. Todo menos la
economía. En la esfera económica reina el silencio, la censura y la inmovilidad
más absolutos. Son muchos los que consideran más probable el fin del mundo que
la más ligera modificación en la arquitectura del capitalismo. ¿Puede haber
mayor prueba de la centralidad de la esfera económica? Žižek no tiene
inconveniente en ser políticamente incorrecto en extremo y señalar que las
demandas de las luchas del multiculturalismo posmoderno pertenecen
esencialmente a las clases medias y altas occidentales; en ningún caso son
comparables al horror que viven buena parte de las poblaciones del tercer mundo
y no deben ser aceptadas por la izquierda como luchas fundamentales. El
objetivo de la izquierda debe ser trasladar la lucha de nuevo a la esfera
clave: la economía. Es necesario volver a repolitizar la economía con una
intervención política de signo inverso a la que, en los últimos 30 años, han
efectuado las clases privilegiadas para revertir las conquistas logradas por
los trabajadores en los dos últimos siglos. El desmontaje de los avances en
materia de legislación laboral, derechos sociales y regulación financiera ha hecho
retroceder a la humanidad más de un siglo. Frente a la democracia liberal, cabe
preguntarse: ¿dónde se toman la decisiones públicas clave? Si no se toman en un
espacio público y con la participación de la mayoría, tanto da que exista
formalmente una democracia parlamentaria. Žižek no es el único que extrae esta
conclusión. Eric Hobsbawm afirma que la extensión de la democracia liberal en
el mundo a golpe de misil imperial no sólo es hipócrita, sino contraproducente
y peligrosa. Una democracia así es cada vez menos necesaria en sitio alguno,
puesto que las decisiones políticas y económicas más importantes tienen lugar
en organizaciones transnacionales privadas y públicas no democráticas. En otras
palabras: el deterioro del modelo democrático liberal está llegando a tal punto
que la diferencia entre su existencia o no para amplias partes del mundo es
cada día más pequeña, por mucho que nos empeñemos en buscarla.
Cuando una demanda
particular no se limita a la mera negociación de intereses en el espacio social
existente, sino que desata la necesidad de una completa reestructuración de ese
espacio a partir de su parte subordinada, esa demanda se convierte en
universal. La causa de la mujer conserva aún su prestigio porque se identifica
con todas las mujeres del mundo contra una sociedad patriarcal y su
reivindicación no sólo les concierne a ellas, sino a toda la humanidad. La
izquierda sólo puede ser universal si defiende en primer lugar a los que
carecen de sitio en el sistema: el inmigrante sin papeles, la mujer sin
derechos, el habitante del suburbio, el esclavo obrero de la periferia del
imperio. Siguen conformando los grupos sociales que Marx consideraba como el
crimen de la sociedad entera y su liberación la autoemancipación universal. En
ellos reside la universalidad política y también la verdad. Žižek afirma que en
la era del relativismo posmoderno es necesario recuperar la política de la
verdad. Por verdad no entiende un conocimiento objetivo y neutral, sino un
compromiso, una toma de partido por un bando. En la medida en que lo universal
sólo puede articularse a partir del bando más débil, el verdadero universalismo
requiere decantarse y abandonar la neutralidad. Žižek preguntaba a los cándidos
europeos que aconsejaban imparcialmente a serbios y bosnios olvidar sus
diferencias y pactar graciosamente la paz, qué hubieran pensado si durante la
segunda guerra mundial un bienintencionado pacifista aconsejara, desde la
tranquilidad de algún país neutral, olvidar las diferencias tribales, darse la
mano amistosamente y comenzar sin más a vivir en armonía. El ejemplo de Lenin
muestra que la verdad universal y el partidismo deben ir de la mano. La verdad
universal es parcial y únicamente puede formularse desde una posición
partidaria. No puede haber soluciones de compromiso. La parte excluida del
orden global se convierte en la representante de la injusticia global. El
antagonismo actual no se produce entre la globalización y los fundamentalismos
étnicos y religiosos, sino entre la globalización como proceso de exclusión de
enormes partes de la humanidad y el universalismo de la parte excluida que se
convierte en referencia universal de la utopía.
Žižek,
basándose en Lacan, plantea que vivimos en un orden simbólico, ficcional, no en
el mundo real. Lo Real y la realidad no son idénticos. La realidad es virtual,
fabricada con representaciones y significados que nos permiten dar sentido al
mundo. Por contra, lo Real no puede ser directamente representado, porque es
precisamente lo que no puede ser incorporado en el orden simbólico. La realidad
es una interpretación simbólica de lo Real. Matrix es una película inspirada en
esta visión del mundo. No es necesario recurrir a una interpretación
psicoanalítica de este tipo para llegar a conclusiones similares. El clásico
aserto marxista de la emancipación de los trabajadores como obra de los propios
trabajadores encierra el mismo mensaje: únicamente los siervos tienen la
voluntad necesaria en última instancia para acabar con sus amos y con su
sistema de dominación social e ideológica. ¿Cómo operar entonces un cambio
radical en la realidad? Atacando su arquitectura simbólica mediante un acto
político que quiebre las coordenadas existentes. Lenin ejemplifica la
necesidad, para que las coordenadas cambien, de desembarazarse del Gran Otro,
el sujeto o entidad que conoce, que tiene presuntamente la respuesta. Por
supuesto, el Gran Otro no existe. Ninguna señal luminosa indicará nunca que las
condiciones objetivas se dan en ese preciso momento, ningún sabio aportará la
fórmula mágica que garantice el curso de acción perfecto, ninguna autorización
legitimadora aparecerá por encanto en el instante oportuno. Al final no hay más
remedio que librarse del miedo a tomar el poder y de la cobertura del Gran
Otro. A la hora de la decisión revolucionaria estamos completamente solos. La
emancipación es obra de nosotros mismos. Ante la teleología que confía en que
la revolución estallará inevitablemente cuando llegue la crisis final, Lenin
intuye que no hay un tiempo definido y predeterminado para la revolución.
Simplemente, la oportunidad revolucionaria se presenta en función de un
conjunto extraordinario de circunstancias. La oportunidad se aprovecha o se
pierde. Ser revolucionario en 1917 significaba arriesgarse a romper
completamente con el orden establecido. Ese es el acto político por excelencia.
Žižek retoma aquí el Augenblick
de Lukacs, el breve momento en que se abre la posibilidad de actuar sobre una
situación agravando el conflicto antes de que el sistema pueda integrarlo. La
libertad no es un estado de armonía y equilibrio, sino el acto violento que
perturba el equilibrio y libera. Una liberación que no puede ser completamente
explicada en función de las condiciones objetivas o circunstancias históricas
preexistentes.
Frente a la apuesta
revolucionaria de Lenin el comité central bolchevique -muchos de cuyos miembros
tomaban al fundador de su partido por loco- opuso dos grandes argumentos que
apelaban a la llegada del Gran Otro: el primero, la inexistencia de consenso
democrático entre la población. Lenin ironizaba sobre la necesidad de convocar
un referéndum para hacer la revolución. El segundo, la falta de condiciones
objetivas para la acción revolucionaria. Rosa Luxemburgo ya advirtió en su
tiempo que quien espere la llegada de las condiciones objetivas esperará
siempre. Lenin tuvo éxito, subraya Žižek, porque su decisión fue respaldada por
la población en un momento revolucionario de enorme expansión de la democracia
de base que desafiaba al gobierno existente. Lenin reconocía que Rusia en 1917
era el país más democrático del mundo, pero era consciente de que si no se iba
más allá, si no se eliminaba el liberalismo y el capitalismo, el momento se
perdería. Una revolución debe golpear dos veces. Tras el primer golpe, la
revolución se encuentra todavía demasiado vinculada al viejo aparato estatal.
Surge la ilusión de que las cosas pueden cambiarse dentro de las estructuras
del viejo orden. Esto es imposible: hay que negar el viejo orden, golpear otra
vez y dar paso al nuevo. El acto político revolucionario es el que modifica los
parámetros de lo existente. La idea de Lenin no es que las leyes de la historia
estén de nuestro lado, sino que no hay Gran Otro. No hay garantía para nuestros
actos.
Lenin liberó un enorme
territorio del planeta de las garras del capitalismo y demostró que una
organización social anticapitalista era posible. Con todos sus horrores, la
Unión Soviética fue la única fuerza política que presentó una amenaza real al
dominio mundial del capitalismo, impulsó la utopía en todo el planeta y generó
un sano miedo a la revolución en las clases dirigentes occidentales que
permitió a los estratos populares avanzar en materia de conquistas sociales. La
legión de ex-comunistas que critican ahora el comunismo y abrazan el neoliberalismo
suelen pertenecer a las capas que más se beneficiaron de esas conquistas. La
caída de la Unión Soviética ha sido un desastre para la humanidad. Por eso los
Soviets todavía conservan su potencial emancipatorio. Todo territorio comunista
es territorio liberado. Lenin es más necesario que nunca en las circunstancias
actuales, cuando ha llegado a desaparecer la creencia en el potencial de la
humanidad para cambiar y mejorar la sociedad, cuando se contempla de nuevo la
historia como destino inevitable, cuando todas las vías se ponderan excepto la
revolucionaria Lenin personifica el acto revolucionario como única alternativa
a la guerra y la barbarie. Lenin hoy no comporta aplicar mecánicamente sus
análisis a la situación actual, ni siquiera ajustar el viejo programa a las
nuevas condiciones, sino seguir su ejemplo: reformular completamente el
proyecto socialista e iniciar un proyecto político que mine la totalidad del
orden global capitalista liberal. ¿Cómo inventar la estructura organizacional
que canalice el demanda política universal de contestación al capitalismo
global? Lenin hoy significa que para ser anticapitalista hay que combatir el
cáncer de la democracia: el liberalismo y su puntal, la propiedad privada. La
lección clave de Lenin radica en que la política sin estructura ni organización
que le confiera la forma de demanda universal es política sin política,
revolución sin revolución condenada al fracaso.
Marx aseguraba que el
socialismo no podía realizarse sin revolución y Lenin añadía que para tener una
revolución hay que tener una revolución. Žižek propone una bella definición de
revolución: es la representación de la utopía. Presente y futuro se aproximan
brevemente en el instante revolucionario y podemos comportarnos como si la
utopía nos tocara. El futuro utópico se materializa fugaz y somos realmente
felices mientras luchamos por él. La utopía no es un sueño, una ilusión o un
producto de la imaginación, sino un impulso surgido de la necesidad de
supervivencia ante una situación sin salida. Nos vemos obligados a pensar la
utopía ante la imposibilidad de solucionar los problemas dentro de las
coordenadas existentes, ante la convicción de que la peor opción es continuar
con lo que conocemos. Los momentos en que somos más libres e iguales en este sistema
son aquellos que dedicamos a la consecución de la utopía. El resto del tiempo
somos meros esclavos.
(*) Extraído de : http://www.rebelion.org/noticia.php?id=16117
PUNTO Y APARTE
Lucha Reyes - Una carta al cielo
No recomendable - Ahora cantamos nosotros
Arequipa Sur Arequipa Parate - Apoyemos al Valle de TAMBO
Omar Camino - Los Caminos
Daniel F - Si alguna vez vuelvo a verte
Paco Mejorada - Canción contra la indesición
Ferlow - "No queremos la mina" (homenaje a a los espartambos)
Omar Camino - Nana para Lima
PAPILLON - PERDÓN
Omar Camino - Adioses y bienvenidas
NO-RECOMENDABLE - ANARQUISTA QUE RESPETA LOS SEMAFOROS Y EL GRAS
ALEX JOFFRE - POLUCION - CANTAUTORES PERUANOS
Richard Hawley - Tonight The Streets Are Ours
¿Sabes por qué tienes sentimientos en tu corazón?
No dejes que el miedo de los sentimientos te engañe
Y no hay nada aquí que te ate,
no es la manera de comenzar la vida
¿Sabes que esta noche las calles son nuestras?
Esta noche las calles son nuestras
Estas luces en nuestros corazones ,no dicen mentiras
Esa gente, no tiene nada en sus almas
Y hacen que nuestros televisores nos cieguen
de nuestro sueño y nuestra meta
Oh, el gatillo del tiempo te engaña
Así que no hay manera de crecer
Pero ¿Sabes que esta noche las calles son nuestras?
Esta noche las calles son nuestras
Estas luces en nuestros corazones ,no dicen mentiras
Y nadie más puede obsesionarme
de la manera que me obsesionas
Necesito saber que me quieres,
No podría estar sin ti y las luces que brillan a tu alrededor
Nada nunca ha importado mas que no dudar
Pero esta noche las calles son nuestras
¿Sabes como matar la soledad al fin?
Oh , hay mucho ahí por sanar querida,
y hacer de las lágrimas manchas del pasado
¿Pero sabes que esta noche las calles son nuestras?
Esta noche las calles son nuestras
Estas luces en nuestra calle son nuestras
Esta noche las calles son nuestras
Estas luces en nuestros corazones ,no dicen mentiras
Rafo Raez - Manifiesto
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario