Sobre
la importancia de Mariátegui para los marxistas europeos
Wolfgang Fritz Haug
Paulatinamente se van
destacando, desde lo desconocido y lo incierto, las figuras de aquellos
Primeros del lugar. Las colinas desaparecen, las montañas aún más lejanas emergen.
Así la obra de José Carlos Mariátegui. Pero aquí
no se trata de que con el transcurrir del tiempo – a través de innumerables
actos de selección, de resonancia o de indiferencia – las figuras y las obras
que sobreviven el ocaso de su época, se cristalicen para llegar a ser clásicos.
A todos los continentes, regiones,
culturas tuvo el socialismo científico primero que “llegar”, después de haber
sido esbozado en sus lineas generales por sus fundadores. En los lugares de su
origen, en cambio, el problema del “llegar” podía pasarse por alto porque el
marxismo se nutría del material de las culturas políticas respectivas. Allí
donde él rebotó primero del movimiento social, como en Inglaterra, pudo
atribuirse la responsabilidad de esto a debilidades subjetivas, a errores
personales de los dirigentes o al aburguesamiento del movimiento obrero.
Otra cosa ocurrió ya
en Rusia, el primer país de una ávida acogida de la obra principal de Marx. Al estudio de “El Capital” siguió un debate
en el que se anuncia ya una serie de conflictos todavía abiertos hoy: como
doctrina universal aplicada a las condiciones particulares del país, la teoría
marxista dio como resultado el hecho de esperar el desarrollo burgués
capitalista o incluso el de acelerarlo activamente. Al final de su vida Marx fue involucrado en este debate y conducido a
vastos estudios y a la reelaboración o a los planes de reelaboración de su obra
principal. Los juicios contenidos en”El Capital” sobre el desarrollo histórico
los limitó ahora explícitamente al status de un “bosquejo” del desarrollo
socio-económico de Europa Occidental.
Cuando Lenin cortó el Nudo Gordiano de “Realpolitik”
socialdemócrata, reformismo y erudición kautskiana, y concibió la revolución
rusa -no contra”El Capital” como pensaba Gramsci, pero sí contra la
interpretación evolucionista y economicista de “El Capital”-, provocó en contra
suya al marxismo de la II Internacional. Se le demostró la imposibilidad y el
carácter no-marxista de su revolución.
Pero el hecho que una Rosa Luxemburgo se contara entre sus críticos,
prohíbe imputar el conflicto solamente a la existencia de una ortodoxia senil.
El conflicto fue llevado en formas que más bien ocultaban a sus actores la
apuesta correspondiente en vez de dejarla aparecer explícitamente en el
histórico orden del día. Ambos, tanto Rosa Luxemburgo como Lenin, hablaban el mismo lenguaje de la
regularidad universal. Pero ellos vestían en ese lenguaje, como no podía ser en
absoluto de otra manera, el derecho a la existencia de su respectiva revolución.
Faltaba todavía una dialéctica histórica consciente de lo universal y lo
específico. Y esto fue, en este caso, particularmente funesto, ya que se
trataba de sociedades que no solamente estaban diferentemente “desarrolladas”
sino también, y sobre todo, estaban inscritas en formas completamente diversas
en el sistema imperialista mundial. Decir que Rusia era “el eslabón más débil”
de este sistema, más que expresar, vela esa diferencia cualitativa de la
situación -por ejemplo en comparación con la Inglaterra de aquel tiempo-. De
esta manera las posiciones contrarias de Lenin y Luxemburgo estaban ambas falsificadas por la
pretensión de expresar un mismo guión de una ley universal. Cada uno tenía y
carecía de razón. A Luxemburgo no
se le vino en mente que anunciaba en sus ideas un proyecto socialista ajustado
a lo específico de Europa Occidental. Lenin, por su
lado, intuía más cuando expresaba en conceptos que “su” revolución estaba
acuñada por las características de un país gobernado despóticamente, que además
era al mismo tiempo imperialista y dependiente y con
carácter predominantemente agrario. La generalización posterior y la
codificación del modelo leniniano en todo el mundo y sobre todo la
transposición a Europa Occidental y a otros países de alto grado capitalista
fue un error funesto de la Internacional Comunista.
Lenin llevó el estigma
del “Primero” tanto positiva como negativamente. El había conducido el marxismo
a su “llegada” a Rusia bajo condiciones completamente diferentes de las de
Europa Occidental, que habían acuñado la formación originaria del marxismo sin
que se reflexionaba esa condición.
La herencia de Lenin, herencia que hizo historia, fue convertida
por Stalin en la forma de una ortodoxia ideológica de
Estado con el nombre de “leninismo”. (2) Así serán
condenados los otros “Primeros” que vienen después de Lenin: Mao, Tito, más tarde Castro, a llegar a ser su vez “herejes”,
“aventureros”, “renegados”. Que Mao no habría
sido marxista: en esto está de acuerdo el “marxista-leninista” Manfred Buhr (3) con algunos sucesores de la
Escuela de Frankfurt. A Mariátegui no
le hubiera ido de manera diferente si se hubieran enterado de él. (4)
Como Gramsci, Mariátegui perteneció al grupo de
aquellos fundadores y precursores que, cada cual en su respectiva región, se
ponían en marcha en el momento en que la pesadilla de la primera Guerra Mundial
empezaba a ceder el paso al movimiento revolucionario de 1917. La Internacional
Socialista había fracasado de tal manera frente a la política de guerra de las
clases dominantes, que condujo al colapso de las esperanzas socialistas en las
masas. Los apuntes de cárcel de Rosa Luxemburgo testimonian
que la revolución leniniana impactó como un rayo. Y en verdad la revolución
levantó otra vez, en todas partes del mundo, las esperanzas revolucionarias.
Ese momento histórico hacía de los revolucionarios del mundo entero discípulos
de Lenin. Así también de Mariátegui. Precisamente por eso, porque era un
discípulo de Lenin, tenía que entrar en
conflicto con el leninismo posterior a Lenin. A su
manera, Mariátegui no hizo otra cosa en su país que lo que Lenin había hecho en Rusia. La cercanía es
sorprendente y es aleccionador ver como justamente la cercanía se hace valer
como lejanía.
Como en su tiempo en
Rusia, debía tratarse en el Perú -como en los otros países del subcontinente-
de relacionar la revolución antifeudal con la revolución anticapitalista y de
unir el movimiento obrero con la liberación campesina y la inteligencia crítica.
De forma parecida se presentaba para Gramsci la Cuestión Meridional y la Cuestión de
los Intelectuales en la perspectiva de una hegemonía proletaria. Solamente que
en el Perú la cuestión agraria era al mismo tiempo el problema del indio. Y
además concernía a la mayor parte de la población. La figura semi-mítica del
intelectual andino prehispánico, del hombre sabio del mundo de los Incas, del
Amauta, dio por eso el nombre a aquella intervención, tal vez la más amplia de Mariátegui en la cultura política de su país,
aquella revista que él editó desde 1926 hasta su muerte en 1930. Y el proyecto
de un socialismo peruano, y a ser posible, de un socialismo continental, lo
llamó Maritegui socialismo indoamericano (5). Pues lo “latino” en “latinoamericano” representaba
sólo un componente: el de las ciudades y de los sucesores de los conquistadores
españoles.
Casi literalmente como Buhr, refiriéndose a Mao, se hablaba en los años treinta sobre Mariátegui en el lenguaje de la Komintern que “el
mariateguismo” era una mezcla de ideas que sólo tendría parecidos casuales,
tangenciales con el marxismo. Evidentemente es el “mariateguismo”, como
formación particular, la manera más discutible de acercarse a Mariátegui. Su obra no es otra cosa que el marxismo como llegó al Perú, si se quiere,marxismo indoamericano.
Se la invierte en su
contrario directo si se toma esa obra contra toda forma de unidad y
universalidad a nivel mundial. (6) “Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos
reprochan“, escribe Mariátegui, “nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos“. La
dialéctica de lo universal y lo específico puede ser estudiada aquí.
Una tergiversación en
lo contrario sería completa si se opone el modo de procedimiento ideológico y
cultural de Mariátegui (supuestamente
unilateral) contra el presunto “árido análisis de la situación
económico-social y su transformación“. (7) Pues, qué son losSiete Ensayos, la
incontestable obra capital, sino un tal análisis concreto del país, sobre el
cual se debía tratar primeramente.
Los Siete Ensayos siguen el método del ascenso desde
las relaciones de producción hasta las relaciones superestructurales.
-Comienzan con el análisis de la economía capitalista y de la clase
capitalista, que a causa de su subordinada relación al capital extranjero, se
le negará un papel antiimperialista firme.- El problema del indio es el
problema de las relaciones de producción en el campo (en aquel entonces
ampliamente precapitalistas) sobredeterminado con el problema de la dominación
racial. De esto resulta el problema de la distribución de la tierra y por eso
también del elemento activo en un proyecto socialista. -Siguen los análisis
sobre los más importantes sectores de la reproducción del dominio burgués
nacional, de las instituciones educacionales, y sobre lo religioso, que
mantiene cercada u ocupada la cultura popular.- La cuestión sobre el regionalismo
y el centralismo concierne a las condiciones de una unidad política plural. -En
la literatura, cuya interpretación y critica ocupan en los escritos de Mariátegui un espacio sorprendente, trabaja él en
el imaginario más eficaz (junto con la religión), el imaginario secular de los
intelectuales, un medio que para la formación de la realidad social, para su
historización y para el desarrollo de una visión hegemónica adquiere una
significación decisiva.
En su tiempo fueron
los Siete Ensayos primeramente análisis concreto. Para
los lectores de las generaciones posteriores y mucho más para aquellos de otros
continentes no tienen o no tienen más este carácter. La realidad del Perú ha
cambiado profundamente. Como descripción de la realidad el libro conduciría al
camino equivocado de un falso imaginario. Para el Perú el análisis debe ser
continuado. En otros lugares donde no hay indios, se lee el libro con una
imagen romántica de éstos, con la imagen del “salvaje noble” en la mente. Los
estudios de Mariátegui, si no se les
quiere cambiar su sentido en su contrario, deben ser leídos siempre
historizándolos y como inspiración metodológica. Ellos desarrollan sus frutos
si uno se deja motivar por ellos, para hacer algo análogo en su propio tiempo y
en su propio lugar: el de emprender intentos concretos de interpretación en la
perspectiva de la llegada siempre nueva del marxismo en la correspondiente
realidad.
Cuando Mariátegui forjó su fórmula de un “socialismo indoamericano” no era ésta ningún encierre
en una forma particular, ningún cierre aislador, sino todo lo contrario,
significaba la realidad alcanzable de lo universal y al mismo tiempo el mejor
punto de partida para un internacionalismo solidario. La relación de Mariátegui con Europa había sido unilateral. El había
tomado, sin habérsele exigido a dar algo. Hoy nos lo devuelve multiplicado.
Nosotros, marxistas europeos, podemos aprender, dentro de una nueva evidencia,
que nuestro mundo no es el universo, sino sólo -y esto no se debe menospreciar-
el mundo de la izquierda europea. En tanto que aprendamos a ocupar y a llenar
nuestro limitado lugar, iremos más allá de la limitación del presuntuoso
universalismo que no es mejor que si él, en lugar de desde Moscú, se proyectara
desde París o desde Frankfurt.
El hecho que dos pequeñas editoriales
marginadas en sus países, (8) presenten,
después de más de 50 años de la muerte de Mariátegui, la obra
principal del “primer marxista de América” (Melis), a quién los
europeos y particularmente los alemanes hasta ahora casi desconocen por
completo – a no ser que hayan entrado en contacto en Latinoamérica con la
cultura política e intelectual del marxismo del lugar, el hecho se explica por
el fracaso de las organizaciones establecidas y de los medios de comunicación
de la izquierda. Los países de regímenes comunistas reprimen hasta hoy (9) su obra, (10) como lo
hacen los partidos comunistas de los países capitalistas, aliados a estos. Que
los social-demócratas, contra quienes dirigió Mariátegui explícitamente
su crítica, no se hayan interesado por él sorprende menos, particularmente
cuando se sabe que ellos, cuando todavía aparecían como los herederos de Marx y Engels, ni
siquiera hicieron accesible la herencia literaria de éstos. Comprender
históricamente este doble cerrojo pertenece a los muchos pasos que hoy es
necesario dar para irnos “acercando cada vez más a
nosotros mismos“: Nuestro autodescubrimiento será fomentado a través
del hecho que descubramos el eurocentrismo como barrera para los otros.
Naturalmente no hay ninguna razón para preferir el sinocentrismo o cualquier
otro centrismo. La cultura marxista mundial se realiza sin centro, en su
pluralidad de centros, o bien se aferra, a su manera, en la barbarie.
NOTAS
1. Aparecido primero como epílogo a la
edición alemana de los Siete Ensayos,
Berlín 1986; reproducido luego en W.F.Haug, Pluraler Marxismus,
vol. II, Berlin/occ. 1987. Traducido por Jorge Oshiro, revisado por José
Pacheco y por el autor.
2. Cfr. Georges Labica, El Marxismo-Leninismo – Elementos de una crítica, París
1984.
3 Coeditor del Diccionario filosófico de la Alemania Oriental
(RDA).
4. La reciente y casi exaltada acogida
brindada a Mariátegui por por Iring Fetscher (“Un Gramsci de Latinoamérica”, en Die Zeit, no. 41, 3. 10. 1986) equivale a una implícita
autocrítica, pues hasta ahora éste había encerrado el marxismo más o menos
claramente en la historia europea. Como un intento de justificación aparece el
final de su reseña donde Fetscher, refiriéndose a una cita de Mariátegui, en la
cual éste expresa su agradecimiento a Europa, llega a la desconcertante y no
poco equivoca exhortación: “Nosotros, por nuestro lado”, escribe, “deberíamos
tomar Latinoamérica seriamente, como una parte de la cultura europea y con esto
también tomar en serio nuestra responsabilidad europea común con ella… Aquí
puede Mariátegui ayudarnos”. Mariátegui debería ayudarnos más bien a una mayor
modestia para descubrir Latinoamérica como algo autónomo.
5. Más precisamente habla él también de socialismo “de América
indo-latina”.
6. Angel Rama (La larga lucha de Latinoamérica, de Martí hasta Allende,
Frankfurt/M 1982) desubica completamente a Mariátegui. Este no es ningún
indigenista. Desde su primera fase se manifiesta en Mariátegui que el así
llamado problema del indio tiene “sus causas” en las relaciones de producción y
de dominio, no en las diferencias de razas u otra cosa. La clave de la cuestión
constituye “el régimen de propiedad de la tierra” (Mariátegui,Siete Ensayos) Y aquí no hay entre el Escila de los
gamonales, aquellos latifundistas “semifeudales” y paternalistas, y el Caribdis
de “El carácter individualista de la legislación de la República”, ningún
mejoramiento sin un cambio revolucionario.
7. Sinesio López, Presentación al libro Gramsci, filosofía, política, cultura de Francis
Guibal, Lima 1981, p. 17.
8. Argument, Berlín (Oeste), Exodus (Suiza).
9. Es decir 1986.
10. En la RDA fue Mariátegui homenajeado
en un acto solemne en honora los 80 años de su nacimiento, en 1974, en la
Universidad de Rostock, por Manfred Kossok, entre otros, aunque en este país no
se haya publicado hasta ahora nada suyo . Fue el esquema dominante el que
prevaleció en el homenaje a Mariátegui caracterizado como Marxista-Leninista, a
quién los atrazos de su país había impedido un paso completo al
Marxismo-Leninismo (como afirma aproximadamente Max Zeuske). Kossok quien
destaca que Mariátegui “ha abierto nuevas vias” para “elaborar y destacar el
papel histórico del componente autóctono indígena” hace de Mariátegui
precisamente, a trav és de esto, un anticipado testigo principal contra la idea
del “Tercer Mundo” aparecido posteriormente. No contra la mera “aplicación”
universal del Marxismo-Leninismo, sino contra el pensar conjunto de diferentes
países bajo el concepto de “Tercer Mundo” será conducido el impulso directivo
de la enseñanza de Mariátegui: “contra una nivelación del desarrollo
históricamente diferente de latinoamérica, Asia y Africa – y para esto en
relación con las experiencias de lucha de clases de determinados paises
europeos” (Kossok). Un paralelo curioso entre Kossok y Fetscher se dibuja aquí.
Cfr. A. Dassau, M. Kossok, M. Zeuske, José Carlos Mariátegui: maestro
y organizador de la clase obrera peruana (Conferencias dadas
para el 80 aniversario del nacimiento de Mariátegui, el 5.7.1974 en la
Universidad de Rostock). Apareció en la “Zeitschrift des Zentralen Rates für
Asien-, Afrika- und Lateinamerikawissenschaften in der DDR“, no. 6, pp. 958-81.
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