domingo, 8 de febrero de 2015

Juan Carlos Monedero.Socialismos en el siglo XXI.La experiencia de América Latina

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No puedo mencionar al socialismo del siglo XXI sin nombrar a Juan Carlos Monedero. Fue uno de los asesores de Chávez cuando la revolución bolivariana lograba su momento más emocionante, que era la de refundación de la república venezolana más la promulgación de una nueva constitución, y del asentamiento  de las bases políticas y económicas y lineamientos que debían tomar en el futuro en relación con la región   latinoamericana y mundial. Ahora Venezuela atraviesa un periodo de resistencia. Y es que las revoluciones en el siglo XXI serán de resistencia en democracia y solo así sabremos de que están hechas su organización popular y su programa.

Hoy Monedero ya no es asesor del gobierno llanero pues poco después del deceso de Chávez arribó a España para embarcarse en un nuevo proyecto junto a Pablo Iglesias Turrión y muchos más quienes han cristalizado el partido de participación ciudadana PODEMOS.De modo que cualquier calificativo de chavista a Monedero y a cualquiera del jóven partido español sería torpe e infértil porque las experiencias del cual se nutre PODEMOS es tan diversa que sería arbitrario atribuirle gratuitamente un cliché.Y no olvidemos que PODEMOS surge de las necesidades de la gente y de sus iniciativas y no de un proyecto en particular.

Básicamente lo que postula Monedero es el rescate del Estado social y democrático de derechos que fue un producto de la salida de la segunda guerra mundial y que promovió la reconstrucción económica en Europa y que contribuyó a la formación de la ONU, la Unión Europea, el desarrollo tanto social como industrial que no es más que el modelo que considera que el estado no debe estar al servicio de unas cuantas empresas sino de la gente. Es por ello el rechazo del sistema neoliberal y sus políticas de ajuste y austeridad que lo único que ha originado en los países Europeos de la periferia tanto continental como mundial, es crisis, desempleo y subordinación a las medidas dictadas por la TROIKA (FMI, Banco central Europeo.).Y encontramos ,en Europa  tanto a España como a Grecia a los más afectados económicamente con la crisis inmobiliaria,el desempleo y la quiebra.Juan Carlos Monedero ,en todo lo que escribe , realiza un intento por reinventar a la izquierda y tal vez uno de sus méritos es el de haber sabido traducir y aclimatar el socialismo del siglo XXI a la realidad e idiosincrasia española.No por casualidad algunos le atribuyen ser el ideólogo de PODEMOS pese que no se siente ni pretende ser un iluminado ni un mesías que va a salvar a la España que Mariano Rajoy hunde día a día. Además PODEMOS  es producto de la iniciativa del ciudadano de a pie,de aquel ciudadano que vive la injustica y la crisis de la economía española. Es meritorio que Monedero desvele los errores que habría cometido el socialismo tradicional (el marxismo ortodoxo,el socialismo realmente existente o soviético,se entiende) y que muestre la necesidad de hablar en este nuevo escenario no de proletariado sino pobretariado debido que el 1% (quienes son los responsables de la crisis) ha empobrecido a la gran mayoría que conforma la sociedad de modo que la situación actual debe tomar en cuenta que no es una cuestión de clase como postulaba el socialismo tradicional sino es una, que involucra a todos los ciudadanos ,a todo el pueblo, sin dejar de tomar en cuenta que el proletariado representa el sujeto de la historia porque es a quien más afecta la crisis.   

En los países latinoamericanos se ha arribado a gobiernos democráticos de izquierda dándole la razón al socialismo del siglo XXI ,y con la llegada de Syriza y posiblemente con el de PODEMOS , más las crisis mundiales y la insostenibilidad de la economía excluyente parece que se inicia la caída del capitalismo realmente existente ,el neoliberalismo salvaje en otras palabras.Dicho capitalismo se desmorona porque nació en la utopía de la primacía del mercado en desmedro de lo social.Luego, es necesario difundir el artículo de Juan Carlos Monedero   Socialismos en el siglo XXI.La experiencia de América Latina  para comprender en que consiste esto de reinventar o crear una nueva izquierda en el mundo y así sin calco ni copia sea posible en el Perú un izquierda Joven.



Socialismos en el siglo XXI.La experiencia de América Latina (*)
Juan Carlos Monedero

Una nueva América Latina para un nuevo socialismo

Si en el canon teórico le correspondía a la clase obrera ser el “labrador” de la reinvención del socialismo, la realidad sudamericana, salida de tres décadas devastadoras de neoliberalismo, permitió que el proletariado dejara paso al pobretariado, a los indígenas, a los militares de izquierda y a la nueva identidad nacional-popular que permeaba en amplios espectros sociales.

El socialismo siempre ha necesitado dos elementos esenciales: un enemigo identificado como tal y una promesa abstracta de superación de los problemas (Tierra y libertad; Pan, paz y trabajo; Patria o muerte). En su desarrollo histórico ha sido una respuesta reactiva a la imposición del modelo capitalista y sus consecuencias (entre ellas la guerra), en el mejor de los casos, de su correlato de democracia liberal.

El socialismo siempre ha aparecido como una respuesta histórica a promesas incumplidas: de la Revolución Francesa, del liberalismo, del capitalismo en cualquiera de sus expresiones (mercantilista, social, liberal o neoliberal). Es una teoría que nace de la práctica. Esto cobra más fuerza en la construcción del socialismo del siglo xxi (que irá cobrando contornos propios en los diferentes países: socialismo bolivariano en Venezuela, socialismo del buen vivir en Ecuador, socialismo comunitario y plurinacional para vivir bien en Bolivia).

En 1989, mientras caía el Muro de Berlín, el pueblo de Caracas daba su peculiar respuesta a las premisas neoliberales del FMI, respecto de las que el gobierno de Carlos Andrés Pérez era un aventajado alumno.

Detrás de los socialismos del siglo xxi no hay una teoría inventada por ningún lúcido intelectual. Nacen del anhelo de libertad e igualdad del ser humano, cruzado con la conciencia de los errores que en nombre del socialismo se cometieron durante el siglo xx. En los socialismos del siglo xxi hay más de la herencia del Mayo del 68, de los sucesos que acabaron con la Primavera de Praga, del fracaso de la URSS y del fracaso de la lucha armada en los años 80 y 90, que de ninguna teoría política reciente.

Agotado el primer decenio del siglo xxi, el sistema capitalista atraviesa la crisis más relevante desde el crash de 1929. Crisis que es financiera, pero también alimentaria, inmobiliaria, energética, ecológica y monetaria. Como entonces, las dificultades del capitalismo no tienen como respuesta la revolución social, sino, muy al contrario y al igual que en los años 30, vemos un crecimiento de comportamientos neofascistas, ahora en forma de exclusión social y racismo (algo claro en el caso de Europa). La guerra en Irak y en Afganistán, el apoyo al bombardeo colombiano sobre Ecuador, el aval al golpe de Estado en Honduras (pese a la condena formal), la apertura o refuerzo de bases militares en Colombia o el acoso permanente a los gobiernos de la alba (Alianza Bolivariana para América) son señales de que la inicial buena voluntad que parecía presentar Barack Obama nada puede frente a las estructuras férreas de la primera potencia del planeta.

En la situación internacional hay nuevos componentes, y los tres más relevantes son la aparición de China como superpotencia (país que tiene la mayor reserva de dólares del mundo, sostiene el déficit norteamericano y está comprando a futuro buena parte de las reservas energéticas de América Latina y África, si bien ni de lejos se acerca al poderío militar norteamericano); la emancipación de América Latina, representada por los gobiernos de los países que integran la alba y el alejamiento de Brasil de los dictados estadounidenses; y el deterioro medioambiental, que impide seguir manteniendo un sistema de producción y desarrollo claramente suicida.

El socialismo como empatía radical

Socialismo no significa otra cosa que amor: la necesidad de una empatía absoluta y desinteresada donde uno, sin ninguna funcionalidad escondida, deja de ser, pero obteniendo el resultado final increíble de ser más (Hegel). Sin embargo, la racionalidad moderna, atenta solo a lo cuantificable y guiada por una lógica lineal que condenaba al limbo todo lo que quedase fuera de su definición de ciencia, quiso reducir la organización política de la emancipación a números y planes quinquenales. Cuando al final de su vida, Lenin, siempre en lucha entre la reflexión y la práctica, afirmó que socialismo no era soviets más electrificación, sino soviets más cultura, ya era demasiado tarde.

El socialismo, al igual que ocurre con la regla de oro de todas las religiones –no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti– es amor porque es la afirmación de la empatía como el criterio central de la organización social. No andaba lejos Marx, siguiendo a Rousseau o interpretando a Aristóteles, cuando pensaba que la política desaparecería cuando desaparecieran las clases sociales. Sin tensiones sociales basadas en la desigualdad –principalmente de clase, de género y de raza–, la sociedad viviría una suerte de estabilidad permanente y esa idea que vincula política con coacción desaparecería.

¿Cómo es posible que la crisis del capitalismo no desemboque en una salida revolucionaria que reinvente la sociedad, que reinvente las relaciones de propiedad e igualmente las relaciones de producción que emanen de esas nuevas formas de propiedad? Fue la pregunta de Gramsci en los años 30 y sigue siéndolo ahora. De ahí que nos invitara a mirar a otro lado, a la conciencia, y que pensáramos en la conquista de la hegemonía, camino de crear un nuevo sentido común donde la empatía sea algo inmediato. Pero la hegemonía ha sido la contraria.

¿Qué es el socialismo?

No es posible seguir hablando de socialismo sin intentar una definición. Actualmente, a diferencia de lo que ocurre con otras ideologías que tienen su referencia mínima compartida, la divergencia es enorme. La palabra “socialismo” puede implicar: la existencia de una vanguardia –incluso representada por un único líder– que marque el rumbo social de manera obligatoria, el control obrero y la autonomía de los consejos comunales, la reivindicación de la clase obrera como sujeto de la transformación y dirigida por los sindicatos o por los partidos, la redistribución de la renta, la abolición de la explotación, el reformismo la revolución, la austeridad medioambiental, la inclusión multicultural, la mezcla de todos estos elementos, y así hasta el infinito de la indefinición.

Por nuestra parte, entendemos el socialismo como un sistema de organización social, política, normativa, económica y cultural que busca la libertad y la justicia, armonizando para ello los recursos materiales, institucionales e intelectuales de la sociedad, con el objeto de conseguir la igualdad de capacidades personales, la libertad de individuos y colectivos, la solidaridad entre los miembros de la comunidad, el respeto medioambiental, la paz entre las naciones y la defensa de la identidad de los pueblos.

Hablamos de “igualdad de capacidades” como una fórmula superior a la igualdad de oportunidades –que no garantiza el resultado– o la igualdad de resultados que, o bien es una entelequia, pues no es realizable o supondría una homogeneización que robaría la libertad individual y no contemplaría la necesaria corresponsabilidad de las personas en su destino. La igualdad de capacidades es una fórmula superior al “a cada cual según sus necesidades y de cada cual según sus posibilidades” por al menos dos razones: es menos autoritaria –de cada cual según sus posibilidades implica una exigencia, un hecho de fuerza al margen de la voluntad de los individuos–; irresponsabiliza y, con ello, roba dignidad a las personas.

Aprendiendo de los errores del pasado

El socialismo del siglo xxi va a hacerse al andar y la única carta de navegación que ha legado el socialismo del siglo anterior es el de recoger los errores que no deben volver a cometerse. Saber lo que no debe hacerse marca un programa de actuación política superior teóricamente a otro que dijera a priori lo que debe hacerse.

Cuando Gramsci publicó “La revolución contra El capital” (apenas un mes después de la revolución de octubre de 1917) sentaba las bases para afirmar que las revoluciones, como procesos violentos que tumban las estructuras de un país, no esperan a los teóricos. Pero bien sabía también que la teoría era relevante para orientar la praxis posterior. En esa dirección, podemos afirmar que en los procesos de transición, las explicaciones sobre las bases de la voluntad de los actores es muy relevante, mientras que en la fase de consolidación, cuando los cambios permiten hablar de una transformación real, las variables estructurales, las condiciones materiales, el grado de desarrollo, el nivel de la conciencia de lo colectivo, entre otros aspectos profundos y que reclaman procesos lentos, son las variables explicativas y orientadoras de estos momentos.

Es cierto que las transformaciones profundas pueden darse en países donde no hay madurez del capitalismo ni del Estado ni de la Modernidad (es una buena hipótesis para analizar la revolución bolivariana en Venezuela). Se trata de una reedición de la teoría del eslabón más débil. La intuición de Marx de que la revolución tendría lugar en los países capitalistas desarrollados tenía que ver con la idea de que solamente allí existía una esfera pública (organizada desde el Estado) que facilitaba fórmulas de organización social solidarias y universales al formar parte del “sentido común” de esa sociedad. Aunque las revoluciones estallaran en otros lados, faltaba esa esfera pública.

Sabemos que Lenin reelaboró ad hoc y de manera interesada el marxismo para adaptarlo a su análisis/deseo vanguardista de acelerar la revolución. Esa renuncia a la teoría y la elaboración de análisis que reinterpreten la teoría para ajustarla al momento histórico preparó el camino a Stalin.

Hoy sabemos que hace falta una cierta madurez para que los cambios cuajen. Una madurez que no se mide en desarrollo económico, sino en conciencia de lo colectivo, de lo público. El Estado social ha sido un gran educador de comportamientos ciudadanos. Una estructura fiscal permite una redistribución  socialista. Pero en ausencia de esa conciencia de lo público, el Estado puede convertirse, aun en manos de quienes pretender crear el socialismo, en un Dorado sometido a la rapiña de los que nunca pudieron aprender que lo que es público es de todos. El mercado educa en la lucha de todos contra todos. Las colas de los servicios públicos educan en ciudadanía. Ese tránsito reclama instituciones eficaces y valores compartidos, y no se consolidarán hasta pasada, al menos, una generación. De ahí que veamos constantemente en la historia y en la actualidad un péndulo oscilando entre el discurso de todo el poder para el pueblo y la práctica de todo el poder para la dirección política. El primero no ha demostrado su eficacia –tampoco se le ha dejado–; el segundo llevó al estalinismo. Inventamos o erramos.

¿Cómo empoderar al pueblo?

En sociedades desestructuradas, es decir, sociedades por las que ha pasado el vendaval neoliberal sin haber pasado antes con fuerza la lluvia del Estado social y democrático de derecho, el riesgo de pretender sustituir esa falta de instituciones y valores colectivos con comportamientos despóticos ilustrados (la dictadura del proletariado o, en el caso de hoy, una dictadura del “pobretariado” o una dictadura de la ciudadanía o de las multitudes) es muy alto.

¿Cómo empoderar al pueblo, que tiene que hacerse cargo de sus propios destinos si no tiene la capacidad ni, quizá, el interés de organizar su propia vida? ¿Cómo contrarrestar la presión de las oligarquías, la financiación de la desestabilización, la tarea permanente de las empresas de medios de comunicación? ¿Cómo empoderar al pueblo en un contexto de guerra –de primera o de cuarta generación–? El neoliberalismo primero se hizo con el control del Estado para después obrar una mutación en ese Estado social y democrático de derecho desde su sala de mando. Optar por esta deriva despótico-ilustrada desde posiciones socialistas puede ganar el favor de los pobres –siguen dominados pero ahora ven esperanza–, aunque no crearía corresponsabilidad, además de que alejaría a las clases medias, muy necesarias en la tarea de consolidación socialista, ya que les corresponde a ellas una parte relevante de la gestión administrativa y económica que ayude a salir de la escasez y los cuellos de botella en tanto se crean los nuevos cuadros de la administración. Además están las consideraciones morales. El fin no justifica los medios. No puede construirse el socialismo sin socialistas o, como se suele recordar, el socialismo no se decreta. El resultado del referéndum constitucional en Venezuela en diciembre de 2007 es un ejemplo de todo esto. Es indudable que la oligarquía hizo todo lo posible para que fracasara el “Sí” propuesto por el presidente Chávez (se repitió toda la batería de desestabilización clásica: desabastecimiento, manipulación mediática, amenazas de guerra civil e intervención norteamericana, intentos de aislamiento internacional, cooptación de personas simbólicas del chavismo, revolución de colores articulada con los estudiantes de las universidades privadas o privatizadas), pero también hubo una profunda responsabilidad gubernamental en la derrota por haber puesto en marcha un cambio que no estaba maduro ni había sido suficientemente debatido y explicado entre la población.

Atendiendo a la historia, hemos aprendido que pequeños pasos en una dirección consolidan en el medio y largo plazo esa dirección. En sociedades desestructuradas, la tarea esencial en la construcción del socialismo no consiste en crear formas autoritarias previas que faculten para empoderar al pueblo, sino en dar de inmediato instrumentos conceptuales que obliguen a la corresponsabilización popular en las transformaciones. La tarea de un fuerte liderazgo es esencial en esta fase. Solo un referente carismático incuestionado puede aunar las fuerzas transformadoras en esta fase de transición. Por eso, el cuestionamiento desde democracias consolidadas acerca del papel de los liderazgos carismáticos (Chávez, Lula, Evo, Correa) puede ser, a lo sumo, bienintencionado –aunque con frecuencia es espurio– pero incorrecto, pues pretende trasladar realidades históricas incomparables. En la fase actual de construcción de la emancipación es tan necesaria la figura del liderazgo fuerte como intolerable debiera serlo en la fase de consolidación. Esto no significa un cheque en blanco para el liderazgo –se habla de un líder fuerte, no de un dictador, sino que mande obedeciendo–. Y ese liderazgo debe tener como principal tarea crear todo un equipo capacitado para el relevo, así como encontrar claros espacios de deliberación que construyan liderazgos colectivos.

La alta inversión pública en educación en Venezuela, así como la construcción de un nuevo sistema de partidos –con el problema de que la oposición insiste en mantener liderazgos del pasado– es un ejemplo en la dirección adecuada correctora en el medio plazo de un liderazgo que, en ningún caso, debiera repetir en el siglo xxi las gerontocracias soviéticas o la peculiaridad histórica cubana. Por el contrario, el surgimiento en Venezuela de sectores que querrían jugar al autoritarismo mientras se enriquecen con prácticas corruptas da una señal de la necesidad permanente de controles sociales y tribunales independientes y con coraje, incluso en el caso de un liderazgo tan productivo como el de Hugo Chávez (y que ha dejado como problema en herencia a su sucesor Nicolás Maduro).

Errores y aciertos del socialismo del siglo xx

El socialismo del siglo xx fue ingenuo por cinco grandes razones:

1. Por creer que bastaba asaltar el aparato del Estado para, desde ahí, cambiar el régimen social. Esa ingenuidad está en el propio Marx, pues tan convencido estaba de que después de derribado el capitalismo vendría un reino de armonía, que no se detuvo a desarrollar ni una teoría de la transición,  ni de la justicia, ni del Estado a la altura de los retos que vendrían. Una vez alcanzado el poder, todo fue improvisación, y de ahí que Lenin decidiera interpretar en cada momento (historicismo) el rumbo del proceso, mientras que otros marxistas le reprochaban las prisas.

2. Por creer que bastaba con la creación de un partido único, regido por el centralismo democrático (la información circula de abajo arriba y las órdenes de arriba abajo), para regular la sociedad y dar respuesta a sus evoluciones o aunar sus diferentes voluntades.

3. Por creer que nacionalizando los medios de producción se podrían satisfacer las necesidades sociales de manera más eficaz y abundante que con el capitalismo.

4. Por creer que lo que servía para Rusia podía trasladarse a otros países con trayectorias, historias y cosmovisiones diferentes (es la amargura de un Mariátegui alertando a los ortodoxos de la necesidad de un marxismo latinoamericano que no fuera “ni calco ni copia” del soviético).

5. Por creer que un crecimiento ininterrumpido traería un reino de la abundancia que terminaría con todos los problemas humanos y sociales, ignorando la necesidad humana de trascendencia, el agotamiento del planeta y los problemas del productivismo heredado por la Modernidad.

El socialismo del siglo xxi debe enmendar todos esos errores, complejizando los análisis simples del siglo pasado. El socialismo no puede construirse solo desde el Estado, y mucho menos desde el Estado burgués; la instauración de un sistema de partido único es una simplificación de la organización humana; la abolición de toda la propiedad privada (confundiendo con frecuencia propiedad privada con medios de producción) es igualmente, tras cinco siglos de capitalismo, una simpleza que condena al estrangulamiento económico. Por último, la separación entre socialismo científico y socialismo utópico hurtó a la izquierda aquellos aspectos de la vida humana (curiosamente, los más gratificantes) que, por no ser materiales (amor, amistad, armonía, empatía, etc.), quedaron fuera de foco y fueron tirados por la borda.

De cualquier forma, el socialismo del siglo xxi lo es porque se sitúa de manera clara y definida contra el capitalismo y la explotación que conlleva, incorporando a la transformación cualquier tipo de dominación (además de la de clase, de género y de raza, la medioambiental, la sexual, la generacional, etc.). El capitalismo promete a la humanidad vivir como reyes, garantizándolo solamente a unas minorías, pero consiguiendo la aceptación del sistema gracias a esa simple promesa incumplida durante siglos (allí donde la promesa deja de ser eficaz, el monopolio de la violencia física, legítima o ilegítima pasa a ocupar el lugar de los argumentos). Allí donde ayer el socialismo prometió una sociedad de abundancia que el capitalismo era incapaz de proveer, hoy se ve en la obligación de exigir la austeridad como propuesta de organización social,una vez constatado que ya hemos devorado medio planeta Tierra que no es  recuperable. Sin embargo, un socialismo que recuerda el dolor no puede ser causante de dolor, además de que un socialismo triste es un triste socialismo.

¿Es superior moralmente el socialismo al capitalismo?

El socialismo no serviría si no presentara una teoría de la justicia superior a la del liberalismo. Respecto del liberalismo conservador, que convierte a los seres humanos en mercancías y que sanciona las desigualdades sobre la base del derecho natural, la superioridad es clara. El capitalismo justifica que 300 seres humanos tengan muchísimo dinero, y que 3.000 millones de personas pasen hambre y todo tipo de calamidades. Es más necesario matizar, por lo tanto, el caso del llamado “liberalismo igualitario”, que pretende la igualdad sobre la base del mercado, la primacía del individualismo y la libertad negativa –que nadie interfiera en la vida de los demás–. ¿Es real ese discurso o son meras palabras para maquillar su dureza real? Como insiste Gargarella, en ese liberalismo, el igualitarismo termina siendo adjetivo respecto del liberalismo. En otras palabras, se adjetiva como igualitario pero el sustantivo sigue siendo el liberalismo.

El “hombre nuevo” es el hombre viejo en nuevas circunstancias. De ahí que una diferencia esencial con el liberalismo esté en un diseño institucional al que se le da mucha relevancia y que no puede ser replicado a partir de modelos eurocéntricos. Para el socialismo, las instituciones tienen valores (no son neutrales). Y dentro de las instituciones, son de gran relevancia aquellas que permiten la libre comunicación (sobre todo, los medios alternativos y las formas deliberativas de democracia).

La propiedad privada no tiene la misma fascinación para un socialista que para un liberal. Por el contrario, en el siglo XXI se ha entendido finalmente que hay derechos individuales de gran valor que la izquierda no entendió durante el siglo pasado, despreciándolos al catalogarlos como “derechos burgueses” o “individuales” (hábeas corpus, libertad de expresión, de residencia, de movimiento, inviolabilidad de la correspondencia, del domicilio, etc.). De ahí que el socialismo del siglo xxi tenga mucho de “republicanismo de izquierdas”, donde la libertad no es un pago a considerar a cambio de mayores cotas de igualdad.

Como gran diferencia con el liberalismo, desde posturas socialistas se asume la existencia de derechos colectivos y de grupos desaventajados, lo que implica reconocer que hay una desigualdad de partida. En la misma dirección, el socialismo no puede aceptar el principio liberal de compartimentar o dividir y jerarquizar los derechos, con el fin de separar los civiles y políticos de los sociales, postergando a estos últimos o quitándoles relevancia. El liberalismo, como filosofía política del capitalismo, tiene claro que sin explotación no hay beneficio y que, por lo tanto, cualquier forma de redistribución va al corazón del sistema.


Por último, hay un posicionamiento respecto de la política real. El socialismo entiende los cambios sociales en su complejidad, prestando atención a la praxis, en este caso a la necesidad de crear las condiciones para que pueda operar el modelo que defiende. El socialismo no puede quedarse al margen del establecimiento de situaciones en donde el objetivo socialista solo es posible limitando de manera radical las posibilidades que tienen los privilegiados de impedir cualquier cambio social. Esto, como hemos planteado anteriormente, no es un certificado para saltarse la legalidad en nombre de la legitimidad –uno de los principales errores del socialismo del siglo xx–, sino de entregar de manera real y efectiva el poder constituyente a su depositario, esto es, al pueblo consciente y organizado.

El Estado fue la palanca esencial tanto del reformismo socialdemócrata como de la revolución comunista. Ninguno de ellos puede tener esa hegemonía en el socialismo del siglo xxi. Si la socialdemocracia fue menos estatista y permitió más libertad, también fue porque logró mucha menos igualdad (pensemos que solo Rusia, como hemos señalado, debió igualar a 160 millones de seres humanos). Pero lo que en un sitio lo hacía un partido único, en el otro lo hacía un cártel de partidos (que es una variante sofisticada de partido
único) que compartían las mismas reglas de juego y pequeñas variaciones en el porcentaje del gasto social, según hubiera gobiernos liberales y democristianos o socialdemócratas, marcadas en todo caso por el límite estructural de la reproducción capitalista y el mantenimiento de la tasa de ganancia.

De cualquier forma, nótese que no se trata de abolir el Estado, ni el capitalismo, ni la Modernidad, sino de desbordarlos, esto es, sustituirlos por equivalentes funcionalmente superiores y valorativamente acordes con la moral de justicia y libertad socialistas, con tendencia al autogobierno.

¿Hay un sujeto único en los socialismos del siglo XXI?

El socialismo del siglo xxi ha pluralizado el sujeto social de la emancipación. Si bien no existe capitalismo sin explotación, sin embargo, los trabajadores no encarnan los intereses generales de la humanidad, que son más amplios que los que implica la explotación (mujeres, ecologistas, ancianos, indígenas, pacifistas, etc.). Los trabajadores son, sin dudas, los que hacen funcionar el capitalismo. Pero las necesidades objetivas de los trabajadores –recibir el producto de su trabajo– no pueden coincidir con las necesidades subjetivas de una población que no encuentra su identidad en el ámbito laboral. El mundo del trabajo aparece como la contradicción principal del capitalismo, pero sin que eso implique que se puedan extraer conclusiones para la transformación que ignoren la imposibilidad de la clase obrera para representar a todo el género humano.

Sin conflicto social no existe el sujeto que porte el cambio. Un problema de la gran mayoría de los pensadores de las ciencias sociales es que enfrentan problemas sin sujeto. El consumismo, el lenguaje, los medios de comunicación, el sistema-mundo, son significantes vacíos más interesados en dejar su imagen de marca que en entender los procesos; reciben lúcidos análisis que, a menudo, dejan la sensación de escaparse del mundo.

Otros intentan pensar un sujeto que se acerca más a sus necesidades que a la realidad. Indígenas convertidos en el “buen salvaje” rousseauniano, los sin esperanza que debieran devolvernos la esperanza, la multitud que es sujeto precisamente porque deja de serlo, los damnificados del Estado que deben conquistar el mundo sin tomar el poder, jóvenes incontaminados que van a reinventar la revolución desde su generosidad.

Como dice Boaventura de Sousa Santos, los pueblos no esperan a los teóricos para hacer las revoluciones. Por suerte, podríamos añadir. Pero también sabemos que, sin teoría, estamos condenados al ensayo y error. “Inventamos o erramos”, decía Simón Rodríguez, adelantándose al Mariátegui que pedía un socialismo que no fuera calco ni copia.

Algunos principios basados en las prácticas del socialismo del siglo XXI

1. El socialismo del siglo xxi debe, como pautas previas a toda discusión,encontrar una nueva definición de la naturaleza humana que no se base en falsos supuestos de bondad o maldad, e, igualmente, debe señalar e interpretar el momento histórico y geográfico desde y para el que habla.

2. El socialismo del siglo xxi no se define desde las vanguardias ni desde los parlamentos, sino que se construye con un diálogo social abierto y real alentado y posibilitado por los poderes públicos.

3. El socialismo del siglo xxi ha aprendido de los errores del siglo pasado y ya no intercambia justicia por libertad.

4. El socialismo del siglo xxi es alegre, pues ha aprendido que un socialismo triste es un triste socialismo.

5. El socialismo del siglo xxi apuesta por la educación como objetivo esencial a la búsqueda de una nueva subjetividad.

6. El socialismo del siglo xxi es tan profundamente respetuoso con la naturaleza que se torna en ecosocialismo o no puede ser.

7. El socialismo del siglo xxi es profundamente femenino, consciente del mal uso o del uso insuficiente del caudal de las mujeres cometido durante toda la historia.

8. El socialismo del siglo xxi no tiene una alternativa total práctica al capitalismo de los siglos anteriores, si bien ha desarrollado un conocimiento claro sobre qué es lo que no le gusta.

9. El socialismo del siglo xxi es “violentamente pacífico”.

10. El socialismo del siglo xxi debe reconstruir y reinventar las fronteras territoriales, políticas y culturales, propugnando a su vez un nuevo orden internacional.

11. El socialismo del siglo xxi necesita articular sus propios medios de
comunicación, orientados por los valores que deben sostenerlo.

12. El socialismo del siglo xxi sabe que a mayor participación popular,menor poder particular.

13. El socialismo del siglo xxi debe conjugar reforma, revolución y rebeldía para construir un mundo más justo.

¿Por qué han tenido éxito esta vez los procesos de cambio en América Latina?

Los socialismos del siglo xxi, a diferencia de casi todas las expresiones del socialismo en el siglo xx, tendrán como referencia central, como hemos visto,la experiencia. No serán construcciones basadas en lecturas de los clásicos ni herencias de tradiciones convertidas en estatuas. Los 14 de años de gobierno de Chávez, impulsor en América Latina del término que nos ocupa, estuvieron signados por una relación dialéctica con la realidad, de la que el presidente venezolano extrajo aquellos elementos que le ayudaban a superar el marco liberal capitalista camino de un nuevo espacio, que venía marcado no por un modelo definido a priori, sino por la senda que señalaba lo que no se quería repetir.

Esa respuesta a los retos que ha ido marcando el desarrollo de ese gobierno,también sirve para los gobiernos de Bolivia y de Ecuador, lo que ha llevado, asimismo, a un alejamiento de aquellos ámbitos tradicionales de la izquierda que leen como pragmatismo desideologizado el quehacer gubernamental. Ya sea desde ámbitos indígenas de alta conceptualización –y, por lo tanto, con una lectura radicalizada de lo que Boaventura de Sousa Santos llama la “línea abisal” que separa el mundo colonizador del mundo colonizado–, de ámbitos de la izquierda ecologista y antiextractivista o bien de sectores que alertan acerca de la repetición de comportamientos anclados en la path dependence (en la dependencia de la trayectoria histórica), se están construyendo en los principales países del alba oposiciones de izquierda que cuestionan lo que definen como alejamiento de las bases socialistas que motivaron las diferentes revoluciones y sus transformaciones constitucionales.

Es evidente que la amenaza más poderosa que tiene la nueva izquierda latinoamericana proviene de la conjugación de intereses oligárquicos con presiones provenientes de los Estados Unidos (ejemplificadas por los casos recientes de Honduras y Paraguay). Sin embargo, el debilitamiento de la base popular por la izquierda (existente ahora mismo en todos los gobiernos de cambio) facilita el regreso de una derecha que nunca ha terminado de irse.

Es importante entender los seis factores que han garantizado, a fecha de hoy –ninguna conquista social es irreversible, como demuestra la crisis europea– el éxito de la izquierda suramericana:

1. La redistribución de la renta, que ha hecho descender de manera notable la pobreza en todos estos países, ampliando la base social de apoyo a estos gobiernos. La coyuntura de altos precios de las commodities ha ayudado a estos programas de políticas públicas redistribuidoras que han tenido como palanca principal al Estado, pero que también se han apoyado en formas participativas (la más evidente es la idea de “misión” en Venezuela).

2. Las transformaciones han tenido lugar respetando la formalidad de la democracia representativa liberal –pluripartidismo, garantías al sufragio activo y pasivo (de elección y de ser elegido), libertad de expresión, respeto a los resultados– pero, además, han venido acompañadas de formas de democracia directa que, igualmente, han ampliado la base social de apoyo a la democracia. Por un lado, se ha desactivado la justificación imperial de los golpes de Estado contra estos países –aunque se ha seguido intentando– y, por otro, se ha hecho de una parte importante de la población el sujeto de defensa activa del proceso de cambio.

3. Los cambios han venido en forma de “ola”, construyéndose sinergias políticas esenciales para la subsistencia de los países defensores del socialismo del siglo xxi (algo que Chávez entendió desde un principio y le llevó a usar el mayor músculo económico de Venezuela para apoyar a los países de la zona que tenían necesidades financieras y que, en otra situación, hubieran caído rehenes del FMI o del Banco Mundial, con sus sempiternas exigencias de ajuste y privilegio a las elites).

4. Los cambios han tenido lugar en un momento en que el desarrollo de las comunicaciones ha permitido contrarrestar la dictadura mediática del establishment, tanto fomentando medios alternativos como por la propia existencia de internet o de la telefonía celular.

5. A diferencia de lo que ocurrió en los años 20 y 30, las “revoluciones” en América Latina han venido sin que se haya construido la imagen del “enemigo “que construyó la contrarrevolución con la Unión Soviética. Pese a intentos de demonizar a los grupos de cambio (indígenas radicales, militares golpistas, dirigentes enajenados) no se ha creado esa imagen aterrorizadora que justificó el abrazo de las clases medias a las salidas fascistas.

6. Por último, todos los gobiernos de cambio en América Latina han venido con una nueva identidad nacional y popular. La reconstrucción de la dignidad nacional fue, de nuevo, otra posibilidad de ampliar la base social, permitiendo un nacionalismo optimista (frente al creciente nacionalismo pesimista europeo) que caminó sin problema hacia las nuevas formas de integración regional:

a. alba: Alternativa Bolivariana para las Américas,
b. unasur: Unión de Naciones Suramericanas,
c. celac: Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños,
d. mercosur: Mercado Común del Sur.

El fallecimiento en marzo de 2013 de Hugo Chávez abrió una nueva etapa tanto en Venezuela como en el resto del continente. Grande ha sido el impulso que les dio a las transformaciones en el continente (la asistencia de jefes de Estado y de gobierno latinoamericanos a su sepelio o el luto decretado en varios países es señal de esto). El capitalismo en crisis seguirá intentando su tarea de ajuste por el eslabón más débil. Cualquier relajamiento en América Latina significará, sin duda alguna, un regreso a las posiciones de los años 70, con la consiguiente subordinación a las necesidades de recuperación de la tasa de ganancia del sistema.

Desde otra perspectiva, la falta de diálogo con los sectores críticos rebajará la base de apoyo a los gobiernos de cambio, poniendo en peligro su subsistencia electoral (a diferencia de la izquierda propia de la Guerra Fría, la nueva izquierda se juega todo lo alcanzado en las elecciones). La creación de redes clientelares en los gobiernos, la política extractivista, la falta de diálogo con los indígenas o con los sectores desobedientes, la desaparición de la crítica (uno de los rasgos centrales que diferencian los actuales procesos de cambio de cualquier otra revolución en el pasado), la creación de nomenklaturas que aprovechen la posición de poder en el entramado estatal, el freno a los procesos de empoderamiento popular, son todos aspectos que volverán a achicar la base de apoyo a estos gobiernos. La tesitura no es sencilla y parece claro que hay que garantizar tanto la eficiencia gubernamental que logre mejores niveles de vida como la participación popular que vaya permitiendo una superación del modelo heredado. Una certeza es incuestionable: si se puede hablar hoy de la posibilidad del socialismo del siglo xxi es porque hay un pueblo dispuesto a luchar por él.

Bibliografía

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FUENTE:

(*)En: Reinventar la izquierda en el siglo XXI : hacia un dialogo norte-sur / José Luis Coraggio ... [et.al.] ; coordinado por José Luis Coraggio y Jean-Louis Laville. - 1a ed. -Los Polvorines : Universidad Nacional de General Sarmiento, 2014.548 pp.



Detrás de la noticia


Ecuador asume la presidencia pro témpore de la CELAC, mientras esta joven organización se fortalece y promueve iniciativas urgentes. Una multitudinaria marcha, en la que el partido izquierdista “Podemos” se reivindica como fuerza alternativa frente a los dos grupos políticos mayoritarios, muestra a una España ansiosa por el cambio. Y el presidente venezolano Nicolás Maduro acusa a Estados Unidos de intentar orquestar un golpe de estado y pone en alerta a toda Latinoamérica.




 PUNTO Y APARTE



 LEYENDO MI MANUAL DE CÓMO CAGAR EL MUNICIPIO EN POCOS PASOS

 DINOS






PROTESTA




¿QUIÉN LAS ENTIENDE?



MILAGRO









ROSE


FIN DE JUEGO




SUEÑOS


CUANDO NO PUEDES DECIR HASTA AQUI NOMAS



LA HIJA POLITICA DEL FUJIMONSTESINISMO


HIJO ESTRELLADO


ACTITUD


¿A QUIÉN..........?


LOS NOMBRES DE ALAN EN VARIOS IDIOMAS




YO SOY MAS SANGUINARIO QUE LECTER


SOBRE LOS POLITICOS.FUERA LOS VIEJOS POLITICOS DE MIERDA!







PABLO NERUDA - NO CULPES A NADIE





PABLO NERUDA - TU RISA





LOS PASOS - AYER TUVE UN SUEÑO





LOS YORK DEL PERÚ - AYER TUVE UN SUEÑO





LOS PASOS - AYER TUVE UN SUEÑO





Tiempo nuevo - Guitarra no llores





TIEMPO NUEVO - El Pobre





Tiempo Nuevo - Cierra filas





Tiempo nuevo - 4 de Noviembre





Tiempo Nuevo - Recuerdos de Calahuayo





Rafo Ráez - Los viejos de mierda     (FUERA LOS VIEJOS POLITICOS DE MIERDA!)





Rafo Raez - El Hombre que quería ser árbol





Rafo Raez - Liberarse





Drenaje - insurgencia





Pablo Neruda - El amor





Neruda - Me gustas cuando callas





LOS GOLDEN STARS - "ANGEL"





Los Gatos - Viento dile a la lluvia





Los Gatos - Donde esta esa promesa





The Temptations - MY GIRL





The Temptations - My Girl





The Stone Roses - I Am The Resurrection





The Stone Roses - Made Of Stone





The Stone Roses - Made Of Stone 





Pablo Neruda - Llenate de mí





PABLO NERUDA - Tengo miedo





Pablo Neruda - Bella




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