Lecturas ecológicas de Marx
Claudio C. Vizia
Introducción
En este trabajo me propongo
considerar la noción filosófica de Naturaleza en Karl Marx, para
tratar luego de analizar de qué modo es incorporada en la teoría del valor,
piedra angular del materialismo histórico. Para estas dos cuestiones me basaré
en el análisis de textos seleccionados de los fundadores del materialismo histórico.
Este punto tiene particular importancia por mi convicción sobre la necesidad de
una más adecuada valoración de la obra de Marx en los ámbitos
ecológicos, lo cual en mi opinión tiene una importancia no sólo teórica sino
también política, considerando que actualmente se da un proceso convergente de
lucha de movimientos ecologistas, campesinos y de pueblos originarios, paralelo
a cierto vacío y confusión teóricas e ideológicas, que son aún consecuencia del
derrumbe de los grandes regímenes del llamado “socialismo real”.
Luego pasaré a relacionar dicha
problemática con el análisis de la energía en la agricultura de Podolinsky, retomando
sus argumentos, y al final se examinarán los distintos comentarios y
valoraciones que pudimos encontrar en textos contemporáneos de JoanMartínez-Alier, Guillermo
Foladori, Paul Burkett y John Bellamy Foster,
yDaniel Bensaïd, para llegar a las conclusiones.
La pertinencia del tema está
justificada por al menos dos razones. La primera de ellas reside en la
convicción de Podolinsky de haber hallado las bases
termodinámicas de la teoría marxista del valor. La segunda consiste en la
certidumbre sobre las posibilidades de una mayor comprensión sobre la
estimación -o subestimación- del problema energético enMarx y Engels a
través de reunir diversos argumentos y críticas de autores contemporáneos.
Consideraciones sobre la
Naturaleza
En los “Manuscritos” de
1843-44 Marx se refiere a la naturaleza como “el cuerpo
inorgánico del hombre”. Si bien esta concepción es de carácter transhistórico,
como ha sido señalado al menos por Ted Benton y Moishe
Postone, tiene un doble valor: como punto de partida afirma que no puede
concebirse al hombre sino en la naturaleza de la cual forma
parte; y en obras posteriores permitirá además llegar a la noción más compleja
y dinámica de metabolismo del hombre y la naturaleza, aprovechando
las influencias de los estudios de von Liebig sobre la
fertilidad de la tierra. La referencia al capítulo del Libro I de El
Capital “Proceso de trabajo, proceso de valorización”, nos puede
ayudar a entender mejor la idea:
“En primer lugar, el trabajo
es un proceso entre hombres y naturaleza, un proceso en el que, mediante su
acción, el hombre regula y controla su intercambio de materias con la
naturaleza. Se enfrenta a la materia de la naturaleza como un poder natural.
Pone en movimiento las fuerzas naturales pertenecientes a su corporeidad,
brazos y piernas, cabeza y manos, para apropiarse de los materiales de la
naturaleza en una forma útil para su vida. Al actuar mediante este movimiento
sobre la naturaleza exterior a él y cambiarla, transforma al mismo tiempo su
propia naturaleza.” (1)
En este párrafo, puede
establecerse una influencia directa en la noción contemporánea decoevolución
del hombre y la naturaleza, de R. Norgaard.
Esa relación metabólica se habría
alterado por la alienación del proceso de trabajo, la separación del productor
de sus condiciones de producción y consiguientemente de su producto, generando
además la división del trabajo con la consecuente separación entre la ciudad y
el campo, procesos que según Marx el socialismo debería
rectificar.
“Con el predominio cada vez
mayor de la población urbana, concentrada en grandes centros, la producción
capitalista acumula, de un lado, la fuerza motriz de la sociedad, mientras que
de otra parte perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra. Es decir, el
retorno a la tierra de los elementos de ésta consumidos por el hombre en forma
de alimento y de vestidos, o sea, la condición natural eterna de la fecundidad
permanente del suelo.” (2)
Sobre el problema de la
reutilización de los residuos vuelve en el libro III de la misma obra, en la
sección destinada a la economía en el empleo del capital constante, destacando
a la vez el aporte de la ciencia en su reutilización, como su irracional
despilfarro:
“Los excrementos del consumo
son muy importantes para la agricultura. Por lo que respecta a su utilización,
la economía capitalista efectúa un despilfarro colosal; en Londres, por
ejemplo, no saben hacer nada mejor con el abono de 4 ½ millones de seres
humanos que emplearlos, con gastos inmensos, en apestar el Támesis.”
Y más adelante:
“Y todo progreso de la
agricultura capitalista no es sólo un progreso en el arte de esquilmar al
obrero sino también en el arte de esquilmar a la tierra, y cada paso que se da
en el incremento de su fertilidad dentro de un período de tiempo determinado,
supone a la vez un avance en la ruina de las fuentes permanentes de esta
fertilidad. (…) La producción capitalista sólo desarrolla, por tanto, la técnica
y la combinación del proceso social de producción al tiempo que socava las
fuentes originarias de toda riqueza: la tierra y el trabajador.” (3)
Notemos que en este pasaje no
sólo encontramos una crítica al carácter depredador del capital sobre la tierra
y la fuerza de trabajo, sino también una toma de distancia con respecto a una
supuesta concepción unilateral de progreso, el que se revela, por el contrario,
como desigual y contradictorio.
Sin embargo, a este párrafo
subrayado por autores que destacan las percepciones ecológicas de Marx, podemos
contraponer el siguiente, escogido del Manifiesto, y también citado
repetidamente por quienes critican su supuesto productivismo o
prometeísmo:
“En el siglo corto que lleva
de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas
mucho más grandiosas y colosales que todas las generaciones juntas. Basta
pensar en el sojuzgamiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en
la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura,
en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en
la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en
los nuevos pueblos que brotaron sobre la tierra como por ensalmo…
¿Quién, en los pasados siglos,
pudo sospechare siquiera que en el regazo de la sociedad fecundada por el
trabajo del hombre yacían soterradas tantas y tales energías y elementos de
producción?”. (4)
Estos pasajes, que han sido
calificados como “panegíricos de la burguesía”, deben contextualizarse
debidamente. Ante todo, se nota el tono entusiasta de un manifiesto,
contrastante con el más neutro de un tratado (5). Pero a párrafo
seguido, se detallan las trabas actuales al desarrollo de las fuerzas
productivas, y la necesidad del socialismo. En la misma página, destaca como un “logro” de
la burguesía la concentración de la población en grandes ciudades, y el rescate
de los campesinos del “idiotismo rural” (6).
Sin embargo, en el mismo Manifiesto se
puede encontrar, entre las diez primeras medidas prioritarias, la abolición de
la propiedad de la tierra, y la lucha contra la división ciudad / campo.
Otra referencia nos puede aportar
a una debida contextualización de la perspectiva deMarx en la época
del Manifiesto y otros trabajos. En la advertencia a la
selección de textos “Materiales para el estudio de América Latina”, su
compilador Pedro Scaron (7) señala el error de muchas teorías
difundidas, consistente en afirmar que las grandes líneas de la concepción
del mundo de Marx quedaron definitivamente establecidas a
partir de la redacción del Manifiesto, demostrando en el
análisis de textos que sobre la cuestión nacional la evolución de Marx y Engels es
compleja y contradictoria. Tenemos razones para considerar esta reflexión como
aplicable a nuestro tema.
La periodización que establece
marca una primera fase de comienzo impreciso no posterior a 1847 hasta 1856,
año del fin de la guerra de Crimea, donde “… Marx y Engels combinan el repudio
moral a las atrocidades del colonialismo con la más o menos velada justificación teórica
del mismo.” (7) El Manifiesto pertenece a este
período.
Una segunda etapa según el autor
se desarrolla entre 1856 y la fundación de la Internacional, en 1864, donde la
denuncia del colonialismo se une con la reivindicación del derecho a la
resistencia de los pueblos oprimidos. La mayor parte de los textos sobre el
colonialismo se ubica entre estos años.
Un tercer período se daría desde
la fundación de la Internacional hasta la muerte deMarx, en 1883.
Aquí la influencia de la relación personal con los militantes de los países de
menor desarrollo capitalista aproximaría a ambos a la actual teoría de la
dependencia, admitiendo la posibilidad de una revolución en estos países antes
que en los centrales.
En la cuarta fase, posterior a la
muerte de Marx, según el compilador se da un proceso de
estancamiento o de involución. Aquí Engels combinaría análisis
acertados sobre la cuestión nacional típicos del período anterior, con una
posición “patriótica” y proclive al parlamentarismo, cercana a Kautsky y
la socialdemocracia.
Scaron argumenta que
estas fases delineadas sobre la cuestión nacional se ajustan a los textos sobre
América Latina, pero en lo que aquí nos interesa, respecto al rol histórico de
la burguesía, son pertinentes al menos para comprender que el entusiasmo sobre
su rol histórico de ningún modo fue definitivo, como parecieron entender varios
críticos. (8)
Naturaleza y teoría del valor
Para Marx la
magnitud del valor de una mercancía es el tiempo de trabajo socialmente
necesario para producirla. Prescindiendo de su valor de uso, y por lo tanto de
sus propiedades físicas, a las mercancías sólo les queda la propiedad de ser
productos del trabajo. El valor de uso se presenta en todo tipo de sociedad, si
bien bajo diferentes relaciones sociales, mientras que el valor de cambio es la
forma dominante, si bien no exclusiva, que adquiere el valor de la mercancía
bajo las relaciones sociales de producción capitalistas. (9)
Sobre la forma valor de uso,
afirma que es una combinación de dos elementos, la materia natural y el
trabajo: “De ahí que el trabajo no sea la única fuente de los valores de uso
que produce, de la riqueza material. Como dice William Petty, el trabajo es su
padre y la tierra su madre.”(10) Habría, por lo tanto, en esta
forma de valor, trabajo humano y producto de la naturaleza. Así, si a cada
mercancía se le sustrajera cada etapa de trabajo incorporado, no quedaría sino
un “residuo material”, brindado por la naturaleza y sin intervención
humana.
Pasando a la forma valor de
cambio, así la define en otro texto:
“Como los valores de
cambio de las mercancías no son más que funcionessociales de
las mismas y no tienen nada que ver con sus propiedadesnaturales, lo primero
que tenemos que preguntarnos es esto: ¿cuál es lasustancia social común
a todas las mercancías? Es el trabajo.” (11)
Así, en términos de trabajo
formal, no concreto, su magnitud es constante al suponerse también
uniforme el tiempo de trabajo dedicado para su producción.
Tampoco el trabajo presenta sólo
la característica de productor de valores de uso. Como una mercancía más, se
expresa en valor de cambio, y este es un aporte exclusivo que con justicia
se atribuye Marx (12).
Más adelante, en el apartado IV,
al hablar del carácter fetichista de la mercancía, sostiene que el valor de las
mismas no tiene relación con sus propiedades físicas y las relaciones reales:
pero en la representación de los sujetos las relaciones sociales del
trabajo aparecen como propiedades objetivas de sus productos, y las relaciones
sociales entre personas aparecen como relaciones entre cosas.
En el mismo apartado, en la
página 115 de la edición consultada, puede leerse: “La aburrida y absurda
querella sobre el papel de la naturaleza en la formación del valor de cambio
demuestra, entre otras cosas, hasta qué punto ha engañado a una parte de los
economistas el fetichismo de las mercancías, o la apariencia objetiva de las
determinaciones sociales del trabajo. Como el valor de cambio es una
determinada manera social de expresar el trabajo empleado en una cosa, no puede
contener más elementos naturales que el tipo del cambio, por ejemplo”.
No se trataría entonces de una
omisión ni de una falta de ponderación adecuada del lugar de la naturaleza en
la formación de valor sino más bien, de la radical diferencia entre una y otra
formas de valor. Así, al prescindirse para el valor de cambio de toda
referencia a las propiedades materiales de la mercancía, el aporte de la
naturaleza en la generación de valor estaría exclusivamente restringida a la
forma valor de uso, forma de valor dominante en el sistema capitalista,
coincidiendo Marx con los economistas liberales en considerar
al trabajo como fuente exclusiva del valor de cambio. Como
citábamos más arriba, para Marx la verdadera fuente de riqueza
es el valor de uso, donde el aporte de la naturaleza al valor es tenido en cuenta,
pudiendo incluso reducirse el trabajo a sus propiedades naturales.
Lo anterior no invalida las
argumentaciones en favor de la construcción de una nueva teoría del valor que
contemple la valoración de recursos agotables, como la amortización de los no
renovables, los efectos de los desechos sobre la biosfera, etc., lo que los
marginalistas llamaron externalidades. Varios autores se han
referido a este tema, entre los que podemos mencionar a Joan
Martínez-Alier, Enrique Leff y Alain Lipietz,
quien considera necesario su reemplazo por una teoría del “valor sustentable”.
Sin embargo, en la medida en que
dichos valores se traduzcan monetariamente, sería, siempre dentro de los
límites del actual sistema de producción, una forma de internalización de
externalidades, lo que a nuestro entender no cuestionaría la teoría marxista del
valor.
Marx, Engels, Podolinsky:
energía y teoría del valor
Sergei Podolinsky, médico
ucraniano militante de la fracción populista de la Internacional Comunista,
escribió en 1882 un interesante artículo que envió a Marx a
través de Engels, sobre la energía en la agricultura, donde
intentaba conciliar la perspectiva termodinámica con la teoría del valor. A
continuación seguiremos la argumentación de “Socialism and the Unity of
Phisical Forces”, versión inglesa que debimos utilizar por no disponer de
la traducción española.
En su artículo Podolinsky se
pregunta cuál es el mejor método para aplicar el trabajo humano a la naturaleza
para un mayor rendimiento de sus fuerzas hacia la satisfacción de las
necesidades humanas. Para ello pasa a considerar la distribución de energía en
el universo, haciendo mención a la tendencia a la dispersión, segundo principio
de la termodinámica.
Así, considera que la capacidad
de la humanidad de producir modificaciones en la distribución de la energía
solar es el camino para retener una mayor porción de energía aprovechable.
Luego menciona que las plantas y los cultivos son los mayores obstáculos a la
reflexión de la luz en el espacio, por lo tanto a la dispersión de la energía
solar. Y afirma que el hombre mediante ciertas acciones puede incrementar la
cantidad de energía solar acumulada en la tierra y disminuir su dispersión:
cultivando vegetales, aplicando maquinarias al agro y combatiendo las plagas.
Luego de analizar las
estadísticas agrarias de Francia, concluye que el aumento de energía puede ser
logrado de dos modos: por la conversión inmediata de energía solar en
movimiento a sustancia nutritiva. O mediatamente, con el trabajo útil de
artesanos y fabricantes de maquinarias. Toda la energía proviene del sol, pero
mediante la actividad del hombre una Ha. de tierra puede acumular en su
vegetación diez veces la cantidad de energía que sin su intervención. Por lo
tanto la agricultura científica es el mejor ejemplo de trabajo útil.
Intentando a continuación aplicar
esa teoría a la satisfacción de necesidades humanas, reconoce que dicha
satisfacción es acompañada por un intercambio de fuerzas físicas entre los
organismos y el ambiente.
Y basándose en los experimentos
de Hirn y Helmholtz sobre la relación entre
el oxígeno aspirado e inhalado en el trabajo, extrae un coeficiente de
la máquina humana,equivalente a 1:5. Como el valor del alimento lo
establece en aproximadamente la mitad, el coeficiente económico
puede llegar a 1:10.
Luego afirma que los salvajes,
que satisfacen gran parte de sus necesidades con los elementos que ofrece la
naturaleza y con necesidades más limitadas, aparentemente poseen un coeficiente
mayor que los hombres civilizados. Así, el trabajo útil puede acumular energía
en gran proporción a medida que crece la población, pero el proceso no es
general porque en el capitalismo avanzado gran parte del trabajo es aplicado a
la producción de objetos de lujo, o sea, a la dispersión de energía más que a
su acumulación. La causa de la aparente contradicción es que dado que el
coeficiente económico del hombre primitivo es mayor, debe considerarse a su
cuerpo como una máquina mejor organizada que la del hombre civilizado; sin
embargo, éste produce más con su trabajo. Siguiendo a Sadi Carnot,
el hombre es una máquina térmica perfecta.
Como conclusiones (13):
- La cantidad total de energía que la tierra
recibe desde su interior y del sol tiende a disminuir, mientras que la
energía acumulada en la superficie de la tierra tiende a incrementarse.
- El incremento de la energía acumulada tiene como
única causa el trabajo muscular de los hombres y ciertos animales.
- El coeficiente humano tiende a disminuir a
medida que crecen sus necesidades. El uso del trabajo muscular tiende a
incrementar en el presente la acumulación de energía, en mayor medida
que en la era primitiva de civilización.
- En virtud de la afinidad química en cuanto a
disposición de sustancias nutritivas, de fuerza mecánica de animales y
maquinarias que reunidas sobrepasan la fuerza mecánica propia de los
humanos, en la medida que el denominador del coeficiente económico
exceda al numerador la existencia humana estará asegurada, porque la
raza humana representa un ejemplo de la máquina térmica perfecta, de
acuerdo a la concepción de Sadi Carnot.
- El principal objetivo debe ser el incremento de
la energía solar acumulada en la tierra, no simplemente la
transformación en trabajo de la energía solar y otras formas. En las
recientes formas de energía -por ejemplo el trabajo mediante la
combustión de carbón- es acompañada de una mayor dispersión en el
espacio.
Ahora pasa a analizar la segunda
cuestión: ¿Cuáles formas de reproducción son más ventajosas para la
satisfacción de las necesidades humanas? Y responde: las que producen la mayor
acumulación de energía solar en la tierra.
Claramente, no es la forma
primitiva de cultivo, basada en la utilización de fuerzas previamente
acumuladas por el proceso natural. El hombre primitivo lograba su nutrición
mediante la caza, la pesca y la recolección sólo dispersando en el espacio la
energía solar acumulada en la superficie terrestre.
Tampoco la esclavitud, basada en
la guerra, que formaba un numeroso grupo de hombres improductivos dedicados a
las actividades bélicas.
En cuanto al feudalismo,
significó ciertos elementos de progreso, pero no comparable con el presente.
Así llegamos a la producción
capitalista actual. Esta forma utiliza la división del trabajo, aplicando la
maquinaria a la gran industria y la agricultura en gran escala. Pero los
resultados no son obtenidos por los capitalistas, sino por el trabajo de
generaciones pasadas de trabajadores, o por las asociaciones actuales
(cooperativas) Como contrapartida genera crisis con cantidad de trabajadores en
la calle, operando de manera análoga a las guerras y epidemias, esto es,
dispersando una porción de energía disponible en detrimento de su acumulación.
Así es como admite, en
concordancia con la teoría del valor que atribuye a Ricardo, que
sólo el trabajo sirve en última instancia como base para la definición del
valor de la producción, y agrega que será el elemento preponderante de toda
teoría socialista correcta de distribución de la producción. Esta deducción
sería “una sentencia de muerte para los otros sistemas de producción”, y
finaliza dando algunos ejemplos que apoyan esta afirmación. Hasta aquí la
reseña de Podolinsky.
La respuesta de Engels
No hay evidencias de que Marx contestara
la carta remitida por Podolinsky. Burkett yFoster observan
que dicha carta no fue hallada en los archivos de Marx, por lo
que presumen que la respuesta pudo ser enviada a Podolinsky mediante
notas al margen de la misma carta, hábito que habría sido frecuente en Marx
(14). Las referencias encontradas están en dos de las últimas cartas que Engels dirige
a Marx antes de su muerte, fechadas el 19 y 22 de diciembre de
1882. Marx falleció el 14 de marzo de 1883.
Marx había encargado
a Engels que se ocupara de analizar el trabajo de Podolinsky en
razón de estar enteramente dedicado al estudio de las sociedades
precapitalistas, que debían integrar la última parte de El Capital.
Engels, quien
dispondría de la versión italiana, en la primera carta reconoce el aporte dePodolinsky en
cuanto a haber demostrado la capacidad del trabajo humano de fijar la energía
solar en la superficie de la tierra, pero considera erróneas sus conclusiones
económicas. En su comentario aclara que en el balance de energía debe
considerarse lapérdida por fricción y radiación de calor corporal
de las calorías fijadas. Retomaremos esto más abajo. Considera además que el
cálculo de calorías sólo puede realizarse en las ramas más primitivas de la
producción, no así en la industria, afirmando que es imposible expresar las
relaciones económicas en magnitudes físicas, y señala también quePodolinsky no
tiene en cuenta que además de fijar el calor actual, el hombre derrocha el
calor acumulado del pasado.
Como conclusión, considera su
descubrimiento muy valioso, pero concluye que la verdad del socialismo no puede
encontrarse en la ciencia de la naturaleza.
En la segunda carta, se limita a
aclarar que el almacenaje de energía por medio del trabajo sólo se realiza en
la agricultura, en la ganadería sólo es transferida, y en la industria
únicamente es gastada.
Discusiones contemporáneas
La contribución de Podolinsky fue
revalorizada en 1925 por Vernädsky, ecólogo ruso, y más
recientemente por Joan Martínez-Alier en múltiples textos.
Afirma que su trabajo, tal vez el primero en estudiar el flujo de energía en la
agricultura, debe ser considerado como el primer esfuerzo por desarrollar la
economía ecológica. A la vez formula críticas a las apreciaciones de Engels. En
un trabajo de 1993 las críticas comprenden también aMarx: “la
contabilidad energética proporcionaba una base científica a la teoría del
valor-trabajo, un punto de vista que ni Marx ni Engels apreciaron”.
Al respecto G. Foladori señaló
que el interés de ambos era investigar los mecanismos socioeconómicos de la
organización de la sociedad capitalista, lo que debe distinguirse de la
contabilidad energética. (16)
En un manual anterior, el Dr.
Alier formula una crítica similar a los economistas del siglo XIX,
incluyendo a Marx:
“ … la escuela de economistas
llamados Fisiócratas, en la Francia del siglo XVIII, o Adam Smith (…)
escribieron antes de que se establecieran los postulados de la Termodinámica,
pero eso no se aplica a Marx, ni a los economistas neoclásicos como Walras o
Jevons, todos ellos autores de la segunda mitad del siglo XIX. Es sorprendente
esa ceguera y ensimismamiento persistentes de los economistas, hasta la
reciente eclosión de una nueva escuela de economía ecológica.” (17)
Y en un trabajo más reciente, (M.
Alier, 2003) su valoración es más positiva, afirmando que Marx y Engels estaban
profundamente interesados en las interacciones entre la economía humana y el
ambiente natural, particularmente en lo relacionado a la agricultura
capitalista. A continuación pasa a considerar elogiosamente la noción demetabolismo
socioeconómico, que analizaremos más adelante.
Luego M. Alier recuerda
el interés de ambos por la cuestión energética, dando como ejemplo el
comentario en su correspondencia de 1858 al trabajo de Joule sobre
la conservación de la energía, pese a no relacionar el flujo de energía como
parte del metabolismo social. Y pasa a continuación a comentar las reacciones
de Engels al trabajo de Podolinsky, reconociendo
el acierto en la observación de la segunda carta respecto a la conservación de
la energía como exclusiva de la agricultura, a diferencia de la industria donde
sólo es gastada. Pero considera errónea la observación sobre el gasto de la
energía solar acumulada del pasado, y comenta la conclusión negativa sobre la
imposibilidad de fundar en las ciencias naturales la necesidad del socialismo,
puntualizando sobre todo las consecuencias que produjo en el pensamiento
marxista posterior, particularmente en el soviético – con la excepción de Vernädsky.
En un reciente, polémico y
relativamente extenso artículo, (18) Burkett y Fosterexponen
su punto de vista, intentando refutar particularmente a M. Alier y Naredo, e
incluyendo a ecologistas marxistas, quienes basarían su “narrativa” en
tres supuestos: 1°.Podolinsky publicó su análisis energético del
trabajo humano, intentando conciliar la teoría marxista del valor con la
segunda ley termodinámica. 2°. Marx lo ignoró y Engelsno
lo consideró seriamente. 3°: Esta reacción sería un síntoma de la tendencia
general del marxismo a ignorar las cuestiones ecológicas, y la termodinámica en
particular.
En la primera parte exponen sus
conclusiones sobre lo que llaman el “affaire Podolinsky”, afirmando que
el médico ruso no estaba cerca de establecer las bases termodinámicas de la
teoría del valor, contradiciendo la realidad de la entropía en el trabajo
humano, y no aportando nada relevante a la determinación del valor y de la
plusvalía en la perspectiva marxista de trabajo socialmente necesario. Valoran
a su marco teórico como reduccionista e inadecuado para criticar el marxismo,
además de cometer el error lógico de aplicar conceptos ideales en un sistema
aislado y cerrado, ignorando factores como la fricción, la materialidad natural
del trabajo y su interacción con el ambiente lo que supondría un sistema
abierto, a diferencia del marco de referencia utilizado por Podolinsky de
la “máquina térmica perfecta” de Sadi Carnot, que implicaría
un sistema cerrado.(19) Esto implicaría para los citados autores un
reconocimiento implícito de la segunda ley de la termodinámica, pese a que Engels no
consideró válida la noción de entropía, sobre todo por las posibles
implicancias religiosas que sus consecuencias suponían. Esta posición estaba
relacionado con la rivalidad con Malthus. Ver al respecto M.
Alier (2003 b).
Y confrontando con las críticas
de varios economistas ecológicos –G.Roegen, Perrings yHawley- se
ocupan de argumentar los considerables contenidos ecológicos de los trabajos
tempranos de Marx y Engels, la noción de un
sistema abierto de energía y consideraciones entrópicas incorporadas en El
Capital, que serían consistentes con la crítica de Engels a Podolinsky.
Otro autor que escribió sobre la
cuestión es el filósofo francés Daniel Bensaïd, en un libro
publicado en Argentina en 2003, cuya edición original es de 1996. Además de
subrayar las tendencias positivistas de Engels, analiza las
críticas a Podolinsky en dos órdenes:
a) Razones ideológicas: las
posibles derivaciones religiosas de la ley de entropía, como la idea de una
“interrupción por muerte térmica del universo”, se relacionan con el problema
de los límites naturales (20), lo que evoca la polémica conMalthus, y
ciertas tesis raciales de Haeckel. La segunda ley, favorable a
la teología pesimista, es rechazada por Engels mientras
sostiene la primera ley. Considera a la disipación energética una apariencia
explicable por los límites del conocimiento, tarea para los científicos del
futuro.
b) Razones epistemológicas: Engels se
negaría a mezclar la física con la economía, y a la aplicación sin mediación de
las leyes de la ciencia de la naturaleza a la sociedad, actitud ésta corriente
en los neoclásicos y darwinistas sociales. Sostuvo que la crítica de la
economía política debía mantenerse en el marco de la historia. Análogamente, se
habría manifestado contrario a la extensión spenceriana de la “lucha por la
existencia” a la sociedad, y partidario de mantener la relación específica de
una ciencia con su objeto.
La confusión, para Bensaïd, sería
no distinguir entre la dimensión física del trabajo, como medida del
movimiento, con su concepto social, en tanto la transposición directa de la
termodinámica en la economía cuestionaría la teoría del valor-trabajo. Si bien
registra los parentescos formales entre las teorías de la energía y el valor,
supone que una confusión podría llevar, a través de la entropía, a una noción
de plusvalía negativa.
Sin embargo señala que la teoría
energética de Podolinsky no es contradictoria con la del valor-trabajo.
Las determinaciones energéticas y económicas operarían a niveles diferentes y
en distintas escalas de tiempo. La relación de clase “moldea” a
la subyacente entre acumulación y disipación de energía, pero la resolución de
una contradicción no implica automáticamente a la otra. Así, la ecología
radical sería necesaria, pero no suficientemente, anticapitalista.
Conclusiones
A la luz del análisis realizado
en este trabajo, Marx y Engels no aparecen
con las características de precursores del ecologismo, ni tampoco como
partidarios de un dominio sin límites sobre la naturaleza. En cambio, muchas de
sus intuiciones parecen anticipatorias de un presente muy diferente al que les
tocó vivir. En particular, se destacan sus hallazgos en temas ligados a la
agricultura, y su noción de “ruptura metabólica entre el hombre y la
naturaleza”, con su consiguiente crítica a la división entre la ciudad y el
campo. Otros temas fundamentales, como la posible limitación de las materias
primas y la energía, o la problemática de la población, no merecieron una
atención equivalente.
Las razones por las cuales la
problemática de la naturaleza, si bien central en su concepción filosófica, no
adquirió mayor preponderancia en sus análisis de la sociedad capitalista, salvo
los señalados respecto a la agricultura, la contaminación de las ciudades y las
deficientes condiciones sanitarias de la clase trabajadora, se basan en la
creencia afín con en el clima político de la época en la inminencia de una
revolución socialista de alcance internacional, que debería resolver estos y
otros problemas de la humanidad.
La valorización de la naturaleza
en cuanto al valor de cambio, se daría en la economía capitalista sólo en la
forma de internalización de externalidades, por lo que no
invalidaría la teoría marxista del valor. Sin embargo, dicha valorización
conlleva la extensión de la mercantilización de la naturaleza, obedeciendo a la
misma lógica del capital y dejando sin resolver la diferencia en la escala
temporal, que responde a procesos fisicoquímicos y biológicos.
Podolinsky no habría
establecido las bases energéticas de la teoría del valor, puesto que su
análisis habría explicado la dinámica energética del plustrabajo,
que es un proceso físico, y no de la plusvalía, que es una
relación social. (22)
Lo anterior relativizaría la
crítica de Engels que atribuye a Podolinsky la
pretensión de fundar el socialismo en la física. Se sostendría que el
socialismo es el sistema de distribución más eficiente de la producción
social, al mantenerse esta reflexión en la dimensión física.
Las críticas de Engels al
trabajo de Podolinsky sólo explicarían parcialmente la omisión
por parte del marxismo oficial de toda consideración sobre la problemática de
la energía en la economía. Habría que considerar, como señala Foster
(23), la influencia política y doctrinaria del stalinismo, con la
marginación de Vernädsky y su grupo de ecólogos, y la
emergencia de Lysenko como autoridad intelectual en la materia,
que explicarían el curso antiecológico seguido lamentablemente por el régimen
soviético. En realidad, la ecología era incompatible con la colectivización
forzosa, la industrialización acelerada, el stajanovismo y la obsecuencia que
se impuso desde entonces. Lo que nos parece más factible, es que una vez que
todo este proceso se hubo consumado, los argumentos deEngels bien
pudieron servir, a posteriori, como justificación ideológica. Pero de ninguna
manera habrían sido obstáculo para el surgimiento de la ecología rusa en los
primeros años de la revolución, cuando la honestidad intelectual en la URSS aún
habría sido posible.
Notas
1. El Capital, Libro I, cap. V,
Pág. 241
2. Op. cit., Libro III, tomo III,
Pág. 215.
3. Op. Cit
4. El Manifiesto Comunista,
pp. 48/49.
5. Recordemos, aunque pueda
parecer redundante, que su redacción había sido encargada a los autores por una
resolución unánime de la Liga de los Comunistas, incluyendo a los lasalleanos.
La primera edición del Manifiesto fue distribuida gratuitamente en forma de
panfleto entre la población obrera.
6. Marx, que tenía una erudita
formación clásica, utiliza este término en su acepción etimológica, que se
refiere a personas que viven aisladas y privadas de los beneficios de la
civilización. Las alternativas serían idiotismo rural o explotación salarial
urbana.
7. Scaron (1972)
8. Ver, entre
otros, A. Giddens, El capitalismo y la moderna teoría social, Cap.
IV.
9. Op. Cit., Pág. 6.
10. El
Capital, Libro Primero, Capítulo I, apartado I.
11. Ibídem,
apartado II, Pág. 65.
12. Ver
Marx (1972), Pág. 48.
13. Burkett y
Foster observan que estas conclusiones no figuran en la versión italiana,
enviada por Marx a Engels.
14. Esa observación y el
argumento que sustenta nos parecen, dentro de nuestros limitados conocimientos
de los aspectos y circunstancias de la biografía de Marx referidos, un tanto
forzados.
15. Aspecto
señalado por Elmar Altvater.
16. Ver
Foladori (1996).
17. Ver
Martínez-Alier (1998ª).
18. “Metabolism, energy, and
enthropy in Marx’s critique of political economy: Beyond the Podolinsky myth.”
19. Esto
implicaría para los citados autores un reconocimiento implícito de la segunda
ley de la termodinámica, pese a que Engels no consideró válida la noción de
entropía, sobre todo por las posibles implicancias religiosas que sus
consecuencias suponían. Esta posición estaba relacionado con la rivalidad con
Malthus. Ver al respecto M. Alier (2003 b)
20. Ted Benton
dedica un trabajo a esta cuestión, donde fundamenta las consecuencias del no reconocimiento
de los límites naturales en Marx y Engels.
21. El
antropólogo americano M. Harris recalcó las consecuencias negativas de la
rivalidad con Malthus, en relación a la falta e ponderación de la problemática
de la población en el marco teórico de Marx.
22. Esta importante
distinción me fue señalada por el Dr. Martínez-Alier en una comunicación
personal. Coincide además con lo señalado por Bensaïd, y fue pasada por alto
por Burkett y Foster, pese a no contradecir este aspecto de su crítica a Podolinsky.
23. Foster
(2000).
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