Biopolítica:
de la soberanía al gobierno
Por : Edgardo
Castro
RESUMEN:
El presente artículo analiza la evolución de la noción de biopolítica en Michel
Foucault, desde 1974 a 1980, y su problemática metodológica (su positividad).
Muestra que se pueden distinguir cuatro nociones de biopolítica y vincula esta
noción con la cuestión del humanismo y de las ciencias humanas en Michel
Foucault.
PALABRAS
CLAVES: Biopolítica; Positividad; Foucault; Humanismo
ABSTRACT: This article analyzes the
evolution of the notion of biopolitics in Michel Foucault, from 1974 to 1980,
and its methodological problems (its positivity). It argues that we can
distinguish four notions of biopolitics in Foucault and it links these notions
with the question of the humanism and human sciences.
KEY WORDS: Biopolitics; Positivity;
Foucault; Humanism
1. Las biopolíticas foucaulteanas:
Desde
hace algunos años el concepto de biopolítica, entendido como la forma de
ejercicio del poder político que tiene por objeto la vida biológica de los
hombres, se ha convertido en uno de los ejes dominantes de la filosofía
política contemporánea. Ello se debe en gran medida a los trabajos de Michel
Foucault y, en particular, a la edición póstuma de sus cursos en el Collège de
France.(1)
La
noción de "biopolítica" aparece en Foucault por primera vez en una
conferencia pronunciada en Río de Janeiro en 1974, "La naissance de la
médecine sociale",(2) encuentra una formulación más articulada en la parte
final de La volonté de savoir (1976) y un análisis más extenso en sus cursos en
el Collège de France: "Il faut défendre la société", Securité,
territoire et population y Naissance de la biopolitique (el primero de 1976,
pero aparecido en 1997 y los otros de 1978 y 1979, respectivamente, pero
publicados recién en el 2004).
En
La volonté de savoir,(3) la cuestión del biopoder aparece luego de la
descripción de la formación del dispositivo de sexualidad. Según Foucault, a
partir de la época clásica (siglos XVII-XVIII), asistimos en Occidente a una
profunda transformación de los mecanismos del poder. Junto al antiguo derecho
del soberano de hacer morir o dejar vivir surge un poder de hacer vivir o dejar
morir. Así, a partir del siglo XVII, el poder se ha organizado en torno de la
vida biológica bajo dos formas principales que no son antitéticas, sino que
están atravesadas por un plexo de relaciones. Por un lado, las disciplinas (una
anatomo-política del cuerpo humano), que tienen como objeto el cuerpo
individual, considerado como una máquina. Por otro lado, a partir de mediados
del siglo XVIII, una biopolítica de la población, del cuerpo-especie, cuyo
objeto será el cuerpo viviente, soporte de los procesos biológicos (nacimiento,
mortalidad, salud, duración de la vida).(4)
En
"Il faut défendre la société", el biopoder aparece también hacia el
final, luego de un extenso recorrido en el que Foucault analiza las
transformaciones del concepto de guerra de razas. Aquí, Foucault comienza
oponiendo la "hipótesis Nietzsche" a la "hipótesis Hobbes".
A partir de esta oposición, busca dejar de lado la noción de soberanía (Hobbes)
y servirse, en cambio, de las nociones de guerra y lucha (Nietzsche) para
analizar el poder. En la última lección de este curso, la del 17 de marzo de 1976,
el tema de la biopolítica aparece, precisamente, como una transformación
biologicista y estatal de la guerra de razas.
En
Sécurité, territoire et population y Naissance de la biopolitique, la cuestión
de la biopolítica se inserta en el marco del análisis de la racionalidad
política moderna, particularmente, en el estudio de la razón de Estado y del
liberalismo.
"Pero
me parece [sostiene Foucault] que no se puede hacer el análisis de la
biopolítica hasta que se haya comprendido el régimen general de esta razón
gubernamental [el liberalismo] de la que les hablo, este régimen general que se
puede llamar la cuestión de la verdad. En primer lugar, de la verdad económica
dentro de la razón gubernamental, y por consiguiente hasta que no se comprenda
bien de qué se trata este régimen que es el liberalismo, que se opone a la
razón de Estado o, más bien, que la modifica fundamentalmente sin, quizás,
poner en cuestión los fundamentos. Sólo cuando se haya comprendido qué era este
régimen gubernamental llamado liberalismo se podrá, me parece, comprender qué
es la biopolítica."(5)
Como
vemos, la cuestión de la biopolítica encuentra en Foucault cuatro desarrollos
no completamente integrados entre los años 1976-1979. En primer lugar, la
cuestión de la biopolítica aparece planteada como consecuencia del surgimiento
de una medicina social. En segundo lugar, en "Il faut défendre la
société", se presenta como una transformación de la "guerra de
razas". En tercer lugar, en un texto que es completamente paralelo al
anterior, La volonté de savoir, la cuestión de la biopolítica es introducida, a
diferencia de cuanto ocurre en "Il faut défendre la société", no en
oposición, sino a partir de la noción de soberanía, como una de las
transformaciones y complementaciones posibles del derecho soberano de hacer
morir o dejar vivir. Aquí, en su genealogía de la biopolítica, Foucault no
recurre ni a la "hipótesis Nietzsche" ni a las nociones de guerra o
lucha. Por último, en cuarto lugar, la formación de la biopolítica no aparece
fundamentalmente relacionada con el racismo moderno, como en "Il faut
défendre la société" y La volonté de savoir, sino con lo que llamará la
gubernamentalidad liberal.(6)
Ahora
bien, a la luz de las recientes publicaciones de los textos de Foucault y del
desarrollo contemporáneo de la problemática de la biopolítica al menos tres
precisiones resultan necesarias.
En
primer lugar, como acabamos de mostrarlo, es necesario tener en cuenta que no
existe en los trabajos de Michel Foucault una única concepción de la
biopolítica.
En
segundo lugar, también hay que tener en cuenta que no sólo no nos encontramos
con una concepción única, sino que tampoco hallamos una teoría general al
respecto. A diferencia de cuanto pueden sugerir algunos desarrollos actuales
sobre la biopolítica,(7) para Foucault no se trata de una categoría general, de
carácter historiográfico, sino, más bien, de un concepto que debe mostrar su
potencialidad analítica en la minuciosidad de los procesos históricos.
En
tercer lugar, también contrariamente a algunos desarrollos contemporáneos sobre
el tema, resulta necesario señalar que, para Foucault, la aparición de la
biopolítica no puede ser leída en términos históricos como la superación de una
época dominada por la soberanía o por las disciplinas.(8)
A
nuestro modo de ver, más allá de su justificación o de su legitimidad, las
tendencias actuales a reducir la biopolítica a una concepción única, a pensarla
como una categoría historiográfica general y a concebirla como la última etapa
del desarrollo histórico- político de la modernidad han dejado de lado lo que
en el vocabulario de Foucault puede denominarse la positividad del discurso
sobre la biopolítica o, con otras palabras, el carácter metodológico y, al
mismo tiempo, político que Foucault atribuye a sus trabajos sobre el tema.
Nuestro
primer objetivo es, precisamente, sacar a la luz la positividad del discurso
sobre la biopolítica. Ello nos permitirá, luego, mostrar el nexo entre la
biopolítica y la cuestión del humanismo. Como veremos, sólo a partir de esta
relación es posible, por un lado, orientase en los múltiples análisis
foucaulteanos sobre las transformaciones políticas de la modernidad y, por
otro, comprender el viraje foucaulteano de la política a la ética, donde la
cuestión del sujeto, a la que ha dedicado gran parte de sus investigaciones,
adquiere un nuevo sentido.(9)
2. Cuestiones de método:
Más
allá de las dificultades jurídicas creadas por la cláusula testamentaria que
prohibía todo escrito póstumo, la publicación de los cursos de Michel Foucault
en el Collège de France plantea problemas de índole teórica e interpretativa
que no pueden ser soslayados. Casi treinta años antes de la aparición del
primer curso y -podemos imaginárnoslo de este modo- como justificación a priori
de esa disposición testamentaria, el mismo Foucault nos advertía acerca de
ellos.
En
el primer capítulo de la L'Archéologie du savoir, "Las unidades del
discurso", en las páginas dedicadas a desmantelar la aparente evidencia de
aquellas nociones que imponen a los discursos un determinado orden y una
determinada unidad, luego de la noción de libro, Foucault aborda la de obra:
"En
cuanto a la obra, los problemas que ella plantea son todavía más difíciles. Y,
sin embargo, al menos aparentemente, ¿qué hay de más simple? Una suma de textos
que pueden ser denotados por el signo de un nombre propio. Ahora bien, esta
denotación (aún cuando uno deje de lado los problemas de la atribución), no es
una función homogénea. El nombre de un autor, ¿denota de la misma manera un
texto que publicó con su nombre, uno que presentó con pseudónimo, otro que se
encontró luego de su muerte apenas esbozado, otro que no es más que una serie
de puntos, un cuaderno de notas, un papelito? La constitución de una obra
completa o de un opus supone cierto número de opciones que no son fáciles ni de
justificar ni de formular. ¿Basta con agregar a los textos publicados por el
autor aquellos que proyectaba dar para que fueran impresos, y sólo han quedado
sin terminar a causa de la muerte? ¿Hay que integrar todo lo que es esbozo, primer
proyecto, correcciones y tachaduras de los libros? ¿Hay que agregar los esbozos
abandonados? Y, ¿qué estatuto conferir a las cartas, a las notas, a las
conversaciones referidas, a las declaraciones transcriptas por los auditores,
en suma, a todo este inmenso hormigueo de rastros verbales que un individuo
deja cuando muere y que hablan, en un entrecruzamiento indefinido, lenguajes
tan diferentes?"(10)
A
todas estas razones que vuelven poco evidente la noción de obra como categoría
que confiere unidad a los discursos, con la publicación de los cursos, podemos
agregar las que surgen a partir del cambio del soporte material del discurso.
En efecto, nos encontramos, en primer lugar, con el paso de la escritura a la
oralidad y, luego, de la oralidad nuevamente a la escritura. Como sabemos,
Foucault disponía de un texto escrito que leía velozmente durante sus clases,
no sin introducir algunas variantes. Los cursos editados, sin embargo,
precisamente a causa de la cláusula testamentaria que hemos mencionado, no son
la reproducción del texto de Foucault, sino la transcripción de las grabaciones
de la lectura de ese texto.
Por
ello, por ejemplo, podemos preguntarnos acerca de cuál es el estatuto de las
notas al final de cada clase, elaboradas a partir del material de Foucault pero
introducidas por los editores, de las notas a pié de página, donde se deja
constancia de las variantes entre el texto que Foucault tenía preparado y lo
que efectivamente dijo, o también acerca del estatuto de la suposición de los
términos inaudibles.
Aunque
el abordaje de un determinado tema en los trabajos de un autor siempre tropieza
con las dificultades señaladas en L'Archéologie du savoir, en el caso de la
biopolítica ello reviste un carácter particular. Dos indicaciones son
suficientes para dar cuenta de ello. En los libros que efectivamente Foucault
destinó a la publicación, sólo uno de ellos aborda el tema de la biopolítica.
Me refiero, obviamente, a las páginas finales de La Volonté de savoir. Y, como
sabemos, los temas de la biopolítica y del biopoder aparecen sólo hacia el
final, casi como una irrupción en un discurso que, hasta ese momento, no
parecía dirigirse hacia allí. El resto de las referencias al tema se encuentra
en artículos, resúmenes de cursos, entrevistas y, sobre todo, los cursos que
reúnen sus clases.
Segunda
indicación. Si relacionamos estos cursos con la publicación de sus libros, los
cursos en los que aparece la problemática de la biopolítica se distinguen de
los restantes porque el material abordado en ellos, si exceptuamos las páginas
de La Volonté de savoir a las que acabamos de aludir, no se convirtió en el
tema de ninguno de los libros que Foucault publicó en vida. Y, en este caso, a
diferencia de cuanto sucede con sus últimos cursos, no puede aducirse que la
razón haya sido la muerte del autor.
En
efecto, los temas de los cursos de los años 1970-1975 encuentran su formulación
para la publicación en Surveiller et punir y en La Volonté de savoir, y los
temas de los cursos de los años 1979-1984, en los dos últimos volúmenes de la
Histoire de la sexualité. No sucede lo mismo, sin embargo, con los cursos de
los años 1976-1979, con los tres cursos que podemos denominar biopolíticos:
"Il faut défendre la société", Sécurité, territoire, population y
Naissance de la Biopolitique. A ninguno de ellos corresponde un libro que haya
sido efectivamente destinado a ser publicado.
Retomando,
entonces, la expresión de Foucault, podemos preguntarnos ¿cómo orientarse en el
"inmenso hormigueo de rastros verbales que un individuo deja detrás de
sí"? Y, en nuestro caso, ¿en el hormigueo de rastros verbales acerca de la
biopolítica? De nuevo, y para cerrar estas observaciones metodológicas, resulta
necesario retomar algunas consideraciones de L'Archéologie du savoir.
Casi
hacia el final, Foucault se pregunta si es posible concebir un análisis
arqueológico que haga aparecer la regularidad de un saber, pero que no esté
orientado, como había sido el caso hasta entonces, hacia las figuras
epistemológicas y de las ciencias.(11) Aunque sostiene que, por el momento, no
ha avanzado suficientemente en esta dirección, se imagina "de buena
gana" (volontiers) otras orientaciones de la arqueología: hacia la ética,
hacia la pintura y hacia la política. En L'Usage des plaisirs y en Le Souci de
soi podemos ver, ya no el proyecto más o menos imaginado, sino la realidad de
una arqueología orientada hacia la ética. Respecto de la segunda posibilidad,
una arqueología de la pintura, está todavía abierta la cuestión acerca de la
existencia o no de un libro sobre el tema. En todo caso, este no es el lugar
para afrontar la cuestión. Ahora bien, respecto de la tercera posibilidad, se
puede decir que los cursos que hemos denominados biopolíticos constituyen el
cantero de una arqueología de la política moderna.
Me
permito una cita, de cierta extensión, para mostrar con más claridad el sentido
de mi afirmación y de la referencia a las páginas de L'Archéologie du savoir:
"Se
trataría de ver [en una arqueología de la política] si el comportamiento
político de una sociedad, de un grupo o de una clase está atravesado por una
práctica discursiva determinada y descriptible. Esta positividad no
coincidiría, evidentemente, ni con las teorías políticas de la época ni con las
determinaciones económicas. Ella definiría aquella parte de la política que
puede ser objeto de enunciación, las formas que esta enunciación puede tomar,
los conceptos que son utilizados y las opciones estratégicas que operan en
ella. Este saber, en lugar de analizarlo -lo que siempre es posible- en
relación con la episteme a la que puede dar lugar, se lo analizaría en relación
con los comportamientos, las luchas, los conflictos, las decisiones y las
tácticas. De este modo, se haría aparecer un saber político que no es ni del
orden de una teorización que vendría después de la práctica ni del orden de la
aplicación de la teoría. Puesto que él se forma regularmente por una práctica
discursiva que se despliega entre otras prácticas y se articula sobre ellas, no
es una expresión que 'reflejaría' de manera más o menos adecuada determinado
número de 'datos objetivos' o prácticas reales. Él se inscribe, desde el
inicio, en el campo de diferentes prácticas. Allí encuentra, a la vez, su
especificación, sus funciones y la red de sus dependencias. Si esta descripción
es posible, vemos que no tenemos necesidad de pasar por la instancia de una
conciencia individual o colectiva para captar el lugar de articulación de una
práctica y una teoría políticas. Vemos que no es necesario buscar en qué medida
esta conciencia puede, por un lado, expresar las condiciones mudas, y, por
otro, ser sensible a las verdades teóricas. No se trata de plantear el problema
psicológico de la toma de conciencia, sino de analizar la formación y las
transformaciones de un saber."(12)
La
positividad de una arqueología de la política, que tomará forma en los cursos
biopolíticos de Foucault, se define, entonces, por ser un análisis de las
prácticas de gobierno de la modernidad ateniéndose a lo que ellas tienen de
específico. Ello implica, por un lado, que no se trata de mostrar cómo estas
prácticas se deducen de una teoría general, pero tampoco, por otro, cómo puede
llegarse a partir de ellas a una teoría general. La "toma de
conciencia", según un vocabulario común de la época sobre el que Foucault
insiste en el texto que acabamos de referir, no se encuentra ni en el origen ni
en el punto de llegada de la arqueología de la política moderna que se propone
llevar a cabo. Ello no significa, como veremos enseguida, que esta descripción
en términos arqueológicos prescinda de los saberes que acompañan a las
prácticas y que también las constituyen. (13)
3. La positividad del discurso sobre la
biopolítica
Ahora
bien, la intención de describir las prácticas políticas de la modernidad en lo
que ellas tienen de específico, en su positividad, se muestra con toda claridad
en cada una de las lecciones con las que se inician los tres cursos
biopolíticos. Recurriendo a ellas en su conjunto es posible, en efecto,
establecer el encuadre metodológico que Foucault confiere a sus investigaciones
sobre el tema.
Tomemos,
en primer lugar, la lección del 7 de enero de 1976 del curso titulado "Il
faut défendre la société". Como sabemos, se trata de un curso, a mediados
de los años setenta, dedicado a ver si las nociones de lucha y de guerra son
adecuadas para pensar el funcionamiento del poder. Aunque no haya explícitas
referencias al respecto en el curso, se trata de una hipótesis de trabajo en
parte sugerida por el contexto histórico de esos años, donde el recurso a la
lucha como metodología política se había instalado tanto en Europa como en
América latina. Y, por ello mismo, aunque tampoco haya referencias explícitas
al respecto, se trata también de un tema que formaba parte de la discusión
teórica de la época.(14)
En
la primera lección se percibe, quizá como en ninguna otra, la preocupación y el
esfuerzo de Foucault no sólo por situar metodológica y políticamente sus
investigaciones, sino por situarse, diferenciándose, tanto de las formas que la
lucha política tomaba en esos años como de los discursos en los que se apoyaba.
Foucault
comienza poniendo de manifiesto un cierto desconcierto acerca del trabajo que
ha venido realizando en los años anteriores. (15) Se trata de un trabajo que
presenta tres características: es fragmentario, repetitivo y discontinuo. Sus
investigaciones sobre la institucionalización de la psiquiatría, sobre la
inquisición en la Edad Media, sobre la moneda en el mundo griego, en efecto, no
lograban formar un conjunto coherente. Ninguna de ellas había llegado a su
término, los mismos problemas son retomados desde perspectivas diferentes.
La
primera respuesta que ofrece Foucault acerca de la fragmentariedad, la
repetitividad y la discontinuidad de sus trabajos tiene un carácter más bien
retórico. Estas tres características serían el resultado de la erudición propia
de los "enamorados de las bibliotecas". (16) Pero, casi
inmediatamente, aparece una razón política. No sólo el trabajo de Foucault
durante estos años ha sido disperso y discontinuo, también lo han sido las
luchas de estos años que han sido eficaces: contra la moral sexual tradicional,
contra el aparato judicial y penal, contra las instituciones psiquiátricas y
hospitalarias. Como las investigaciones de Foucault, tampoco estas luchas
eficaces han sido animadas por ninguna teoría general o de conjunto. Todo lo
contrario, si han sido eficaces, lo fueron sólo en la medida en que las teorías
generales y de conjunto, si no fueron abandonadas, al menos, fueron
suspendidas. Al respecto, Foucault se refiere específicamente al marxismo y al
psicoanálisis.(17)
Ahora
bien, la suspensión de las teorías englobantes y de conjunto no implica una
recaída en el empirismo, en la denuncia de todo saber en nombre de la
experiencia y de la vida. Las luchas eficaces han sido posibles por el retorno
de los saberes que Foucault califica de "sujetados": el saber del
delincuente, del psiquiatrizado, del enfermo, del médico (no el de la medicina),
etc. Estos saberes son, en definitiva, la memoria de las luchas.
Es
en este contexto donde aparece una noción de genealogía particularmente
relevante en relación con la biopolítica.
"Llamemos
'genealogía' [dice Foucault] al acoplamiento de los conocimientos eruditos y de
las memorias locales, acoplamiento que permite la constitución de un saber
histórico de las luchas y la utilización de este saber en las tácticas
actuales."(18)
Esta
noción de genealogía es, al mismo tiempo, una descripción precisa de lo que
será el curso que inaugura esta lección: un acoplamiento entre el trabajo
erudito de Foucault y la memoria de un saber sujetado por el saber que negaba a
la lucha su carácter político, el discurso de la soberanía, que Clausewitz
sintetizaba con el dicho que Foucault se propone invertir: "la política es
la continuación de la guerra por otros medios". Resulta necesario
subrayarlo, el saber sujetado hacia el cual Foucault orienta su trabajo de
erudición, es el saber histórico en relación con el cual se formó la
historiografía clásica francesa y el vocabulario político de la Revolución.
La
primera respuesta acerca de la positividad del discurso sobre la biopolítica
es, entonces, la siguiente: se trata de una descripción de las formas de
ejercicio del poder en la que deben acoplarse la erudición y la memoria de las
luchas, de modo que el análisis pueda desprenderse de la "tiranía de los
discursos englobantes".(19)
En
la primera lección del curso siguiente, Sécurité, territoire, population,
Foucault presenta una serie de indicaciones. No se trata, precisa, de
"principios, ni de reglas, ni de teoremas", sino de
"opciones", indications de choix.(20) En la tercera de estas
indicaciones, sostiene:
"Pero,
después de todo, lo que yo hago, no digo aquello para lo que estoy hecho,
porque de ello no sé nada, sino, en fin, lo que hago, no es, después de todo,
ni historia, ni sociología, ni economía; sino, más bien, algo que, de
diferentes maneras y por razones simplemente de hecho, tiene que ver con la
filosofía, es decir, con la política de la verdad. Pues no veo otra definición
del término 'filosofía' sino esta: se trata de la política de la verdad."(21)
Conocemos
la reticencia de Foucault a la hora de encuadrar sus trabajos dentro de las
etiquetas tradicionales más o menos institucionalizadas del trabajo
intelectual. Y también sus expresiones contradictorias, al menos aparentemente,
acerca de su relación con esta práctica que llamamos filosofía. Ahora bien, en
el texto que acabamos de citar no encontramos ninguna vacilación al respecto:
su trabajo pertenece al campo de la filosofía, a condición de que se la
entienda como una política de la verdad. Además, ésta es la única vez que
Foucault nos ofrece una definición de la filosofía.
Pero,
¿qué significa que la filosofía es una política de la verdad? Al respecto, me
limitaré a dos observaciones que encontramos en las páginas inmediatamente
sucesivas.
La
primera es que no se trata de un discurso estético que dice, por ejemplo,
"ame esto, deteste aquello, esto está bien, aquello está mal, esté a favor
de esto, desconfíe de aquello".(22) El fundamento de este discurso, para
Foucault, es sólo del orden de las opciones estéticas. Conviene precisar, al
respecto, que en la medida en que estas opciones estéticas se convierten en un
discurso imperativo sobre lo que debemos querer o detestar, lo que está bien o
está mal, acerca de lo que debemos apoyar o de lo que debemos desconfiar, la
expresión"discurso estético" no sólo se distingue, sino que se opone
a la idea, sostenida por Foucault en sus últimos años, de una estética de la
existencia. En efecto, la idea de una estética de la existencia excluye por sí
misma toda forma imperativa.
La
segunda observación, aparece a primera vista como contradiciendo a la
definición de filosofía como una política de la verdad. En efecto, afirma
Foucault: "No me propondré en todo esto más que un único imperativo, que
será categórico e incondicional: nunca hacer política".(23)
Según
la nota introducida por el editor del curso, es necesario relacionar esta
afirmación categórica e incondicional de Foucault con sus declaraciones en la
extensa entrevista que concedió a D. Trombadori a finales de 1978, donde
expresa su decepción, cuando regresó de Tunes, respecto de las discusiones
políticas de la época, en relación con lo que llama la hipermarxización del
discurso político. (24) Para Foucault, en efecto, no se trata de convertir el
discurso político en un discurso teórico con declaraciones de anatemas y
denuncias de grupusculización, sino de un "compromiso personal, físico y
real, que plantee los problemas en términos concretos, precisos, definidos al
interior de una situación dada".(25)
Volviendo
al texto de esta primera lección, el imperativo categórico e incondicional de
"jamás hacer política" concierne a aquellas formas de hacer política
donde, y cito a Foucault, la relación "seria y fundamental entre la lucha
y la verdad, que es la dimensión propia donde desde hace siglos se desarrolla
la filosofía" termina "teatralizándose". (26)
Pasemos,
ahora, al último de los cursos que nos interesa aquí, Naissance de la
biopolitique. Como en el curso precedente, también aquí nos encontramos con
ciertas opciones de método. Analizar la práctica gubernamental, objeto del
curso, implica dejar de lado"como objeto primero, primitivo" un
determinado número de nociones: "el soberano, la soberanía, el pueblo, los
sujetos, el Estado, la sociedad civil", es decir, determinados
"universales".(27) En efecto, un posible camino a seguir sería el de
partir de estos universales para dar cuenta del modo efectivo de la práctica
gubernamental. Ahora bien, el camino que Foucault ha seguido es el inverso:
partir de las prácticas y del modo en que fueron objeto de reflexión y
racionalización para mostrar cómo pudieron constituirse el Estado, el soberano,
los sujetos, etc.(28)
No
se trata, y esta es la indicación metodológica de Foucault que quisiera
subrayar, de historicismo. Mientras éste último busca hacer pasar a los
universales por el tamiz de la historia, la opción metodológica de Foucault
consiste en "suponer que los universales no existen" y ver qué
historia se puede hacer prescindiendo de ellos.(29) Sólo por este camino, el de
un "estudio de la racionalización gubernamental en el ejercicio de la
soberanía política",(30) será posible comprender, según Foucault qué es la
biopolítica.(31)
Podemos
resumir como sigue las respuestas que encontramos en cada una de las primeras
tres lecciones de los cursos de los años 1976-1979 acerca de la positividad del
discurso biopolítico. En cuanto genealogía, no se trata de elaborar una teoría
englobante o de conjunto, sino de acoplar el trabajo de la erudición al saber y
a la memoria de las luchas. En cuanto filosofía, no se trata de teatralizar la
relación entre verdad y lucha, sino de un compromiso personal y real planteado
en términos concretos. En cuanto trabajo histórico, no se trata de aplicar un
universal, en este caso, la biopolítica, para describir sus diferentes
declinaciones históricas; sino de suponer que los universales no existen y de
analizar el ejercicio de la razón gubernamental en sus formas efectivas y
específicas.
4. Biopolítica y ciencias humanas: la
cuestión del humanismo
A la
luz de cuanto acabamos de decir, nada puede sorprendernos, entonces, de que no
encontremos en Foucault ninguna teoría general acerca de la biopolítica, de que
sus análisis al respecto sean, como él mismo ha señalado, fragmentarios,
repetitivos y discontinuos. Ello no significa, sin embargo, que no exista
ninguna manera de orientarse en el "hormigueo de rastros verbales"
que ha dejado en torno a esta cuestión. Desde la emergencia de esta
problemática en la conferencia de octubre de 1974 en Río de Janeiro hasta el
curso de 1979, es decir, desde "La naissance de la médecine sociale"
hasta el Naissance de la biopolitique, cuando Foucault habla de la biopolítica
lo hace para referirse al gobierno de ese personaje, no previsto por las
teorías filosófico-jurídicas de la soberanía, pero tampoco explicable en
términos de ideología, que se llama población.
Ahora
bien, como señalamos al comienzo, sólo a la luz de la relación de la
problemática de la población con la de las ciencias humanas y la del humanismo
es posible comprender, con precisión, tanto el lugar que ocupa la biopolítica
en su arqueología de la modernidad como el viraje final del pensamiento de
Foucault.
Como
sabemos, su obra de 1966, Les Mots et les choses, se subtitula "Una
arqueología de las ciencias humanas". Aquí, la tesis sostenida por
Foucault es que la aparición de las ciencias humanas responde a una mutación
epistémica que se produce hacia finales del siglo XVIII, cuando la metafísica
del infinito cedió su lugar a una analítica de la finitud. Las ciencias humanas
surgen como una exteriorización de la analítica de la finitud y "ocupan
esta distancia que separa (no sin unirlas) la biología, la economía y la
filología de lo que las hace posibles en el ser mismo del hombre. [...] Ellas
remiten subrepticiamente a las ciencias de la vida, del trabajo y del lenguaje
a esta analítica de la finitud".(32)
Casi
diez años más tarde, en Surveiller et punir (1975), encontramos acerca de la
aparición de las ciencias humanas una explicación diferente. Su surgimiento ya
no se debe a una mutación epistémica, sino a la instauración del poder disciplinario.
Sostiene Foucault:
"Todas
las ciencias, análisis y prácticas con radical 'psi-' tienen su lugar en esta
inversión histórica de los procedimientos de individualización. El momento en
que se pasó de los mecanismos histórico-rituales de formación de la
individualidad a los mecanismos científico-disciplinares, donde lo normal
relevó a lo ancestral, y la medida al estatus, substituyendo así la
individualidad del hombre memorable por la del hombre calculable, éste es el
momento en que fueron posibles las ciencias del hombre, éste es el momento en
el que se instauraron una nueva tecnología del poder y otra anatomía política
del cuerpo."(33)
Y,
apenas tres años más tarde, en Sécurité, territoire et population (1978),
encontramos otra explicación, diferente a las anteriores:
"[...]
la temática del hombre a través de las ciencias humanas que lo analizan como
ser viviente, individuo que trabaja, sujeto que habla, hay que entenderla a
partir de la emergencia de la población como correlato del poder y como objeto
del saber. Después de todo, tal como ha sido pensado, definido a partir de las
llamadas ciencias humanas del siglo XIX y tal como lo ha entendido el humanismo
del siglo XIX, el hombre no es más que una figura de la población. Podemos
decir incluso, si es verdad que, mientras que el problema del poder se
formulaba en los términos de una teoría de la soberanía, frente a la soberanía
no podía existir el hombre, sino sólo la noción jurídica de sujeto de
derecho."(34)
Ahora
bien, ¿cómo leer estas tres diferentes explicaciones acerca del surgimiento de
las ciencias humanas? Una primera respuesta consiste en decir que el paso de
Les Mots et les choses a Surveiller et punir se explica porque, en esta última
obra, Foucault incorpora a sus análisis la dimensión de las prácticas no
discursivas. El desplazamiento de la arqueología a la genealogía sería,
entonces, la causa. Es una explicación posible para el primer cambio, pero no
para el segundo. Ella, en efecto, no puede dar cuenta del paso de Surveiller et
punir a Sécurité, territoire et population. Aquí es necesario ensayar otra
respuesta y, a nuestro modo de ver, se la puede encontrar partiendo de la
cuestión del humanismo.
Al
respecto, una caracterización del humanismo del propio Foucault resulta particularmente
relevante:
"Entiendo
por humanismo [afirma] el conjunto de discursos por los cuales se le dice al
hombre occidental: 'aunque no ejerzas el poder, de todos modos puedes ser
soberano. Mejor, cuanto más renuncies al poder y cuanto más te sometas al que
te es impuesto, más serás soberano'. El humanismo es el que ha inventado, una
después de otra, estas soberanías sujetadas que son el alma (soberana sobre el
cuerpo, pero sometida a Dios), la conciencia (soberana en el orden del juicio,
pero sometida al orden de la verdad), el individuo (soberano titular de sus
derechos pero sometido a las leyes de la naturaleza o a las reglas de la
sociedad), la libertad fundamental (interiormente soberana, exteriormente
consintiente y confiada a su destino). [...] En el corazón del humanismo, la
teoría del sujeto (en el doble sentido del término)."(35)
Como
vemos, el humanismo se define aquí a partir de la conjunción entre la teoría
del sujeto -en el doble sentido del término- y la noción de soberanía. El
sujeto del humanismo es la soberanía sujetada. O, como lo expresa en la
Histoire de la folie: "uno de los esfuerzos constantes del siglo XVIII fue
el de ajustar la vieja noción jurídica de 'sujeto de derecho' a la experiencia
contemporánea del hombre social".(36)
Ahora
bien, a través del análisis de la emergencia de la problemática de la
población, es decir, de sus trabajos sobre la biopolítica, y no a partir de su
lectura de los griegos, la problemática del sujeto se desliga, en Foucault, de
la noción de soberanía y entra en relación con la noción de gobierno.
"A
medida que hablaba de la población [afirma], había una palabra que retornaba
sin cesar -ustedes dirán que lo hacía a propósito, quizá no del todo- esta
palabra es 'gobierno'. Más hablaba de población, más dejaba de decir
'soberano'."(37)
A
partir de este momento, la cuestión del sujeto deja de estar referida a la
analítica de la finitud, como en Les Mots et les choses, y a las ciencias y
prácticas con radical 'psi', como en Surveiller et punir, e ingresa en las
problemática de las artes de gobernar, en un primer momento, del gobierno de
los otros y, luego, del gobierno de sí mismo. Por ello, en términos muy
sucintos, se puede sostener que la temática de la biopolítica ha sido, para
Foucault, el camino que lo llevó a plantear una noción no humanista del sujeto,
un sujeto entendido como el ejercicio de una práctica refleja de libertad.
Si
lo que faltaba a Les Mots et les choses era la cuestión del poder, lo que
faltaba a Surveiller et punir era la cuestión del gobierno. Comprendemos,
entonces, porqué era necesario ensayar una tercera respuesta a la cuestión del
surgimiento de las ciencias humanas y del humanismo a partir de la problemática
de la población. Y comprendemos también por qué Foucault debe reformular la
cuestión de la norma, en torno a la cual habían girado gran parte de sus
investigaciones de estos años, introduciendo la distinción entre normación y
normalización para poder diferenciar los dispositivos disciplinarios de los
biopolíticos.(38) En efecto, ha sido la cuestión de la población la que
permitió en Occidente el desbloqueo de las artes de gobernar y, de este modo,
la formación de ese conjunto de prácticas y saberes que Foucault denomina
gubernamentalidad.(39) En definitiva, la problemática de la población es la que
terminó dándole a la política moderna uno de sus sentidos fundamentales:
"la población aparece, entonces [sostiene nuestro autor], más que la
potencia del soberano, como el fin y el instrumento del gobierno: sujeto de
necesidades, de aspiraciones, pero también objeto en las manos del
gobierno."(40) Con otras palabras, es en este momento que la política se
convierte en biopolítica.
Notas:
1.
Por cuanto sabemos, el origen del término "biopolítica" se remonta al
sueco Rudolf Kyellen (Stormakterma. Konturer kring samtidens storpolitik,
Stockhol, 1905). A partir de entonces, es posible distinguir, esquemáticamente,
dos diferentes conceptos de biopolítica. En un primer sentido, el término
biopolítica hace referencia a una concepción de la sociedad, del Estado y de la
política en términos biológicos y, más precisamente, patológicos: el Estado es
una realidad biológica, un organismo, y, puesto que este organismo vive en un
continuo desorden, la política tiene que basarse en la patología. En un segundo
sentido, y en un movimiento inverso al anterior, aunque no sin relaciones con
él, el término biopolítica es utilizado para dar cuentas del modo en que el
Estado, la política, el gobierno se hacen cargo, en sus cálculos y mecanismos,
de la vida biológica del hombre. El primer sentido es el que ha dominado la
historia del término hasta los años setenta del siglo XX; el segundo se ha
impuesto, en esos años, a partir de los trabajos de Michel Foucault. Podemos
dividir, así, la historia del concepto de biopolítica en dos grandes momentos que
corresponden, respectivamente, al primer y al segundo sentido. El trabajo de M.
Foucault puede considerarse como el punto de inflexión entre ellos. Para una
historia del concepto de biopolítica, cf. Antonella Cutro, Biopolitica. Storia
e attualità di un concetto, Verona, Ombre Corte, 2005, pp. 16-25.
2. Actualmente publicada en Michel Foucault, Dits et écrits,
París, Gallimard, 1994, vol. III,
pp. 207-222
3. Cf.
Michel Foucault, La Volonté de savoir, París, Gallimard, 1976, pp.
177-211.
4. Cf., ibid, pág. 183.
5.
Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, París, Gallimard-Seuil, 2004, p.
24. Excepto que indiquemos lo contrario, las traducciones son nuestras.
6.
Foucault entiende por gubernamentalidad el conjunto constituido por las
instituciones, los procedimientos, los análisis y las reflexiones, los cálculos
y las tácticas que permiten ejercer el poder sobre la población. La forma
general y mayor de esta forma de ejercicio del poder es la economía política y
sus instrumentos son los dispositivos de seguridad. Acerca del concepto de
gubernamentalidad, cf. el artículo "Gobierno" en Edgardo Castro, El
vocabulario de Michel Foucault, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes- Prometeo,
2004.
7.
La tendencia a convertir el concepto de biopolítica, entendida en términos de
inmunidad, en una categoría historiográfica general equivalente a la de
modernidad la encontramos, por ejemplo, en Roberto Esposito. Cf. Roberto Esposito, Bíos. Biopolitica e
filosofia, Turín, Einaudi, 2004, pp. 41-54.
8.
Esta interpretación la encontramos, por ejemplo, en Michel Hardt- Antonio
Negri, Imperio, Buenos Aires, Paidós, 2002, pp. 37-38. Si bien algunos textos
pueden dar pié a esta posición, a pesar de ello, Foucault es enfático al
respecto. En efecto, en Sécurité, territoire, population, sostiene
explícitamente que no puede afirmarse que exista una época de la soberanía,
luego una de las disciplinas y, finalmente, otra de la biopolítica. Los
mecanismos de la soberanía, es decir, los legales, los disciplinarios y los
biopolíticos constituyen un triángulo. Lo que sucede, en realidad, es que en
determinadas épocas es acentuado uno de los lados de este triángulo. Cf. Michel Foucault, Sécurité,
territoire, population, Paris, Gallimard-Seuil, 2004, pp. 7-9.
9. "Pues no es el poder, sino el sujeto el que
constituye el tema general de mis investigaciones" (Michel Foucault, Dits
et écrits, París, Gallimard, 2004, vol. IV, p. 223).
10. Michel
Foucault, L'Archéologie du savoir, París, Gallimard, 1969, pp. 34-35.
11. Cf.,
ibid., p. 251.
12. Ibid.,
p. 254.
13.
Acerca de la noción de prácticas en Foucault, cf. el artículo "Práctica"
en Edgardo Castro, El vocabulario de Michel Foucault, Bernal, Universidad
Nacional de Quilmes - Prometeo, 2004.
14. En el mismo año, en efecto, Raymond Aron publicó sus dos
volúmenes titulados Penser la Guerre, Clausewitz (París, Gallimard).
15. Cf. Michel Foucault, «Il faut défendre la société»,
París, Gallimard- Seuil, 1997, p. 5.
16. Cf., idem.
17. Cf. ibid., p. 7.
18. Ibid., pp. 9-10.
19. Ibid., p. 9.
20. Michel Foucault, Sécurité, territoire, population,
París, Gallimard- Seuil, 2004, p. 3.
21. Ibid., p. 5.
22. Idem.
23. Ibid., pág. 6.
24. Cf., ibid., p. 25. La entrevista, "Entretien avec
Michel Foucault", se encuentra actualmente publicada en Michel Foucault,
Dits et écrits, París, Gallimard, 1994, vol. IV, pp. 41-95.
25. Michel
Foucault, Dits et écrits, París, Gallimard, 1994, vol. IV, p. 80.
26. Michel
Foucault, Sécurité, territoire, population, París, Gallimard- Seuil, 2004, p.
6.
27. Michel
Foucault, Naissance de la biopolitique, París, Gallimard-Seuil, p. 4.
28. Cf.,
ibid., pp. 4-5.
29. Cf.,
ibid., p. 5.
30. Ibid,
p. 4.
31. Cf.,
ibid., p. 24.
32. Michel
Foucault, Les Mots et les choses, París, Gallimard, 1966, p. 365.
33. Michel
Foucault, Surveiller et punir, París, Gallimard, 1975, p. 195.
34.
Michel Foucault, Sécurité, territoire, population, París, Gallimard- Seuil,
2004, p. 81. Vale la pena subrayarlo, en las páginas 78-80, Foucault se ocupa
de mostrar cómo a través de la problemática de la población se pasó del
análisis de las riquezas a la economía política, de la historia natural a la
biología y de la gramática general a la filología. Se trata de las mismas
disciplinas que habían sido objeto de un análisis diferente, en términos de
discontinuidad epistémica, en Les Mots et les choses.
35. Michel
Foucault, Dits et écrits, París, Gallimard, 1994, vol. II, p. 226.
36. Michel
Foucault, Histoire de la folie à l'âge classique, París, Gallimard, 1972, p.
174.
37. Michel
Foucault, Sécurité, territoire, population, París, Gallimard- Seuil, 2004, p.
77.
38. La distinción entre normación y normalización es
introducida, en efecto, para diferenciar los dispositivos disciplinarios de los
dispositivos biopolíticos. En la normación, la aplicación de la norma es lo
fundamental. En la normalización, en cambio, la norma no es anterior, sino
posterior a la división en normal y anormal. Cf., ibid., pp. 58-61.
39. Cf., ibid., pp. 105-108.
40. Ibid., p. 107.
PUNTO Y APARTE
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