LA FILOSOFÍA MILITANTE DE KAREL KOSÍK (1926-2003)
Por: NÉSTOR KOHAN (1)
INDICE
I. ENTRE LA RESISTENCIA A LOS NAZIS Y LA REPRESIÓN
BUROCRÁTICA
II. LA FILOSOFÍA
MILITANTE
1. TODO SU PENSAMIENTO GIRA EN TORNO A TRES EJES: LA PRAXIS,
LA TOTALIDAD CONCRETA Y LA CRÍTICA DE LA PSEUDOCONCRECIÓN COSIFICADA Y FETICHISTA
"Sólo os pido una cosa: si sobrevivís a esta época, no
olvidéis.
No olvidéis ni a los buenos ni a los malos"
Julius Fucik
[Al empezar a escribir estas
líneas en marzo de 2003, George Bush, el nuevo Hitler de nuestra época,
continúa asesinando a mansalva. Con la complicidad de toda la sociedad oficial.
Frente a tanta impunidad criminal la tentación de abandonar cualquier reflexión
teórica es grande. ¿Qué sentido tiene seguir insistiendo con la filosofía
cuando lo que predomina es la fuerza brutal del imperialismo? Y sí, creemos que
tiene sentido. No podemos doblegarnos ante nuestros enemigos. No podemos
aceptar que los únicos que tengan derecho a la palabra sean los voceros del
poder. Por eso, a pesar de todo, decidimos escribir este texto. A pesar de la
guerra, a pesar del genocidio, a pesar de la barbarie capitalista...]
I. ENTRE LA RESISTENCIA A LOS NAZIS Y LA REPRESIÓN BUROCRÁTICA
Aunque Karel Kosík falleció el 21
de febrero de 2003 (había nacido en Praga el 26 de junio de 1926), sigue
estando con nosotros.
Nunca fue un “disidente”, esa
figura típica de la literatura política de la guerra fría. A lo largo de toda
su vida Karel Kosík fue un militante y un revolucionario. Desde esa óptica,
creemos, hay que leer su obra filosófica.
En su juventud Kosík milita como
miembro del Partido Comunista en la resistencia contra el nazismo y la
ocupación alemana. Los nazis se habían adueñado de todo, menos - como señalara
Julius Fucik en su Reportaje al pie de la horca - de la dignidad de los
combatientes que los enfrentaban. Bastante más joven que Fucik, Kosík es apenas
un jovencito cuando realiza su primera experiencia política en la resistencia.
Esta última no triunfa. Es el Ejército Rojo el que libera Checoslovaquia de los
nazis, lo cual explica la subordinación política de los comunistas checos hacia
la URSS.
En ese clima de vínculos estrechos
entre la URSS y Checoslovaquia, Kosík viaja entre 1947 y 1949 a Moscú y
Leningrado para realizar estudios filosóficos. En 1956 este joven pensador
publica un artículo sobre Hegel que causa revuelo en su medio. Dos años después
publica el ensayo La democracia radical checa.
Más tarde, ya en clima de
aparente “deshielo” (después del XX Congreso del PCUS donde una fracción
stalinista aggiornada reemplaza en la URSS al viejo equipo stalinista clásico),
Kosík publica un trabajo en un volumen colectivo, editado en Occidente por
Erich Fromm. Ese volumen tuvo por título Humanismo socialista. Allí también
se incluían textos yugoslavos del grupo Praxis. Contra este tipo de
interpretaciones Louis Althusser escribirá su famoso ensayo “Marxismo y
humanismo” (redactado en 1963 y publicado en 1964), donde defendía la tesis del
supuesto “antihumanismo teórico” de Marx. El pequeño ensayo de Kosik recopilado
por Fromm se denominaba: “El hombre y la filosofía”.
En ese breve interregno de
aparente aflojamiento de las tensiones políticas Kosík publica Dialéctica de lo
concreto [en checo Dialektika konkrétniho], su obra magna.
Dialéctica de lo concreto
aparece editada en Praga en 1961. Sus ideas principales habían sido expuestas
en dos conferencias de 1960. La primera fue pronunciada en el Coloquio
Filosófico Internacional sobre dialéctica (celebrado en Royaumont - Francia— en
septiembre de 1960). Ese primer texto fue publicado en la revista italiana Aut - Aut
(de tendencia fenomenológica) en mayo de 1961. La segunda parte había sido
expuesta en diciembre de 1960 en los debates de la Conferencia Nacional de
Checoslovaquia sobre cuestiones de lingüística marxista.
Por ese entonces, Kosík mantenía
una buena relación con la dirección del Instituto de Filosofía y la Academia
Checoslovaca de Ciencias, las dos instituciones oficiales en la materia. En
esos años viaja a Occidente (Francia, Italia, México) y participa de diversos
congresos académicos centrados en el debate sobre el marxismo. Así se vincula
con diversos marxistas occidentales. No resulta casual que los italianos (por
entonces embarcados en las acaloradas discusiones entre Galvano Della Volpe,
Lucio Colletti, Luciano Gruppi, Nicola Badaloni y Enzo Paci acerca del método
de Marx) hayan sido los primeros en traducir Dialéctica de lo concreto - aparece
en Milán en 1965— y en publicar su ponencia al Encuentro del Instituto Gramsci
de 1964 “Dialéctica de la moral y moral de la dialéctica”. Ese año, en la
Universidad de Milán, Kosík también pronuncia una conferencia sobre “La razón y
la historia”.
En Italia, Lubomir Sochor saluda Dialéctica de lo concreto y hace una
valoración muy positiva de ella en el primer número de la revista Crítica Marxista de 1964. En España,
Francisco Fernández Santos hace algo análogo en 1966 en su obra Historia
y filosofía.
Más tarde, en 1967, Adolfo
Sánchez Vázquez traduce Dialéctica de lo concreto del italiano al español y la pública
a través de la editorial Grijalbo, en el volumen N°18 de la colección “Teoría y
praxis”. Esta colección encarna todo un proyecto pedagógico destinado a
difundir el marxismo dialéctico y a cuestionar al DIAMAT (“materialismo
dialéctico” en su versión soviética). Sánchez Vázquez lo había conocido
personalmente a Kosík en 1963, cuando el joven filósofo checo asiste en México
al XIII Internacional de Filosofía. Prologando su obra, lo describe como un
pensador “de aire juvenil y de aspecto no
muy intelectual”.
Ese mismo año, en 1967, Dialéctica de lo concreto aparece
traducida al alemán.
Dos años después, en 1969,
Leandro Konder - quien por entonces, junto con Carlos Nelson Coutinho, se cartea
con György Lukács y difunde a Antonio Gramsci en Brasil - prologa la edición
brasileña de Dialéctica de lo concreto impresa por editorial Paz e Terra.
A mediados de los ’60 la
burocracia checoslovaca todavía se permitía “soportar” a Kosik mientras se
planteaba una política cultural de “apertura” hacia la intelectualidad
occidental. En septiembre de 1964, por ejemplo, aparece en Praga la segunda
edición de Dialéctica de lo concreto.
Por entonces a Kosík se le permite publicar libremente sus ensayos y libros y
discutir sus artículos. En esos mismos años, Jean-Paul Sartre visita Praga.
Para homenajearlo, la revista Plamen
de aquella ciudad organiza un coloquio para discutir la noción de “decadencia”
y la obra de Kafka (hasta ese momento rechazado por la doctrina oficial del
realismo socialista debido a su pesimismo radical). En ese coloquio participan,
junto a Sartre, el marxista austríaco Ernest Fischer, el ensayista checo Jiri
Hasek, el traductor al checo de las obras de James Joyce Adolf Hoffmeister, los
escritores Petr Pukman, Milan Kundera y el profesor de literatura alemana
Eduard Goldstücker.
Este último, presidente de la
Unión de Escritores checos, cuando visita Brasil en 1966 señala a Dialéctica de lo concreto como la
principal obra filosófica publicada en aquella década en Checoslovaquia.
En el filo de 1968, cuando todo
se trastoca y se fractura en Checoslavaquia, Kosík publica en Francia un
pequeño pero brillante texto titulado “El individuo y la historia” (en el N°9
de la revista L’homme et la société
de 1968).
Pero la “tolerancia” burocrática
duró poco. A la infiltración dentro de aquella sociedad de los cuadros de
inteligencia de la CIA se le suman, casi inmediatamente, el endurecimiento de
la burocracia interna y la invasión de los tanques soviéticos.
Que la inteligencia
norteamericana había penetrado el muro en Checoslovaquia no constituye una
sospecha ingenua o paranoica. Por ejemplo, varios biógrafos nos informan que
hasta el mismo Che Guevara tuvo que recurrir a la clandestinidad absoluta
cuando salió del Congo, pasó algunos meses en Praga durante 1966 y de allí
marchó a Cuba (antes de ir a Bolivia) debido al temor de ser detectado por la
inteligencia norteamericana. Según Ernesto
Guevara, también conocido como el Che,
el voluminoso y documentado libro de Paco Ignacio Taibo: “Guevara desconfía profundamente de los checos y no quiere tener nada
que ver con sus servicios secretos. Solía decir que si ellos se enteraban
[que él estaba en Praga], lo sabría la
CIA”.
Sobre esa particular situación
política que atravesaba el país de Karel Kosík, pueden consultarse los escritos
políticos y satíricos que el revolucionario y poeta salvadoreño Roque Dalton
escribiera durante su estancia en Praga. Dalton, quien años más tarde sería uno
de los fundadores del Ejército Revolucionario del Pueblo-ERP de El Salvador
(muere en 1975 asesinado por una fracción de esta organización), en aquella
época trabajaba como miembro del Partido Comunista Salvadoreño en la Revista
Internacional con sede en Checoslovaquia.
Riéndose de los burócratas
oficiales que lo golpearon salvajemente en 1966, en su poema “No, no siempre
fui tan feo” de Un libro levemente odioso
(La Habana, 1970-1972), Dalton escribe: “...la
otra vez fue en Praga nunca se supo/ me patearon cuatro delincuentes en un
callejón oscuro/ a dos cuadras del Ministerio de Defensa/ a cuatro cuadras de
las oficinas de la Seguridad/ era víspera de la apertura del Congreso del
Partido/ por lo que alguien dijo que era una demostración contra el Congreso/
(en el hospital me encontré con otros dos delegados/ que habían salido de sus
respectivos asaltos/ con más huesos que nunca)/ otro opinó que fue un asunto de
la CIA para cobrarse mi escapatoria de la cárcel/ otros más que una muestra de
racismo anti-latinoamericano/ y algunos que simplemente las universales ganas
de robar/ el camarada Sóbolev vino a preguntarme/ si no era que yo le había
tocado el culo a alguna señora acompañada/ antes de protestar en el Ministerio
del Interior/ en nombre del Partido Soviético/ finalmente no apareció ninguna
pista/ y hay que dar gracias a Dios nuevamente/ por haber continuado como
ofendido hasta el final/ en una investigación en la tierra de Kafka/ en todo
caso (y para lo que me interesa sustentar aquí)/ los resultados fueron/ doble
fractura del maxilar inferior/ conmoción cerebral grave/ un mes y medio de
hospital y/ dos meses más engullendo licuado hasta los bistecs...”
En ese singular y enrarecido
clima político que conjugaba la represión interna y la penetración del
imperialismo norteamericano con el pegajoso aliento soviético en la nuca, Karel
Kosík participa de la llamada primavera de Praga. No salió inmune a la invasión
de los tanques rusos. De allí en adelante, no aparece más públicamente. Pierde
todos sus cargos en la docencia y no sólo ello. Según Sánchez Vázquez: “Kosík ha pagado duramente su contribución a
esa experiencia, no sólo con las medidas persecutorias dictadas contra él sino,
sobre todo, con el silencio y el aislamiento forzosos impuestos a su pluma y su
palabra, es decir, a su labor teórica marxista como trabajador docente y como
investigador”.
Esa imposibilidad de seguir
trabajando regularmente y en forma pública no le impidió seguir pensando y
escribiendo en la vida privada. A diferencia de quienes siempre se acomodan en
forma oportunista con la onda del momento y nadan para donde marcha el agua, el
filósofo Kosík seguía pensando contra la corriente.
Quizás por ello, siete años
después del ’68, el 25 de abril de 1975, la represión estatal le secuestra e
incauta más de 1.000 (mil) páginas inéditas de sus manuscritos filosóficos. Ese
25 de abril la policía checa allanó el domicilio del filósofo y durante seis
horas estuvo revolviendo sus papeles para finalmente llevárselos. Allí le
incautan los borradores de dos obras que iban a prolongar el impulso teórico y
el programa de investigación filosófica de Dialéctica
de lo concreto: la primera iba a llevar por título De la práctica y la segunda De
la verdad.
El Estado todopoderoso le tenía
miedo al filo cortante de su reflexión teórica. Al tomar nota de esta represión
estatal contra el pensamiento de Kosík queda históricamente claro que la
identificación [marxismo dialéctico = estatismo] construida en forma apresurada
por Michael Hardt y Toni Negri en Imperio resulta completamente caprichosa,
falsa y arbitraria. Nada más alejado de esta identificación que la filosofía
del propio Karel Kosík...
Después de 1975 la burocracia
había completado su labor. A través del silencio sistemático y el ostracismo lo
había acallado definitivamente. Para darse una idea cabal del grado de
represión que ejercía el aparato burocrático en aquel país puede consultarse
con provecho la brillante película de Constantin Costa-Gavras La confesión
(1970). En ésta, aunque se retratan las purgas checoslovacas impulsadas por
Stalin y sus seguidores locales en la década del ’50 (a las que, dicho sea de
paso, se opuso Kosík), se pinta un fresco de todo ese régimen político que veía
como “peligroso” y hasta “sospechoso”, por ejemplo, a todo militante comunista
e internacionalista que hubiera participado de las Brigadas Internacionales en
la España republicana...El film de Costa-Gavras, contundente y desgarrador,
terminaba con una escena conmovedora: unos muchachos pintaban en una pared de
ladrillos la sintomática leyenda: “¡Lenin
despierta! ¡Se han vuelto locos!”.
Recién después de la caída del
muro de Berlín volvieron a aparecer publicados en Europa Occidental escritos de
Kosík. A diferencia de reconocidos stalinistas, reconvertidos súbitamente en
dulces socialdemócratas o incluso en ácidos neoliberales, Kosík seguía fiel y
leal al pensamiento políticamente radical. Por ejemplo, en el artículo “La
lumpenburguesía, la democracia y la verdad espiritual” (que apareció en
Francia, en Italia y en Argentina hacia fines de los ‘90), Kosík caracteriza al
nuevo sector dominante en los países del Este - después del derrumbe
burocrático de 1989- como una “lumpenburguesía
que recluta sus miembros entre los nuevos ricos, pero a diferencia de la
burguesía normal, éstos no dudan ante la estafa, ni frente a la asociación con
el ambiente o las organizaciones mafiosas”. En ese trabajo, uno de los
últimos que publicó en vida, Kosík deja sentada la continuidad de su
radicalismo político y filosófico.
Mientras vuelve a impugnar, como
antaño, la invasión soviética de 1968, se queja amargamente de la falsa
identificación que los nuevos liberales hacen entre la dictadura burocrática
del llamado “socialismo real” y el comunismo. No sólo se opone a la
restauración del capitalismo en Checoslovaquia, sino que además señala: “El viejo régimen [anterior a 1989] ha
usurpado el calificativo de «socialista» refugiándose detrás de la clase
obrera. En realidad, ha desacreditado y descalificado a los dos: al socialismo
tanto como a la clase obrera”. Más adelante agrega: “La ideología oficial [posterior a 1989] condena al «socialismo real»,
así como a la dictadura burocrática y
policíaca que está asociada a ella, poniéndolos en la misma bolsa etiquetada de
«comunismo». Esto le permite ocultar la naturaleza de una alternativa, pues en
su opinión, Marx está definitivamente muerto”. Sí, en sus últimos escritos
el viejo Kosík sigue fiel al pensamiento de Marx y al comunismo.
En completa soledad política,
pero acompañado de todos los combatientes anticapitalistas contra los nazis y
la burocracia, Kosík murió poco antes de iniciada la nueva invasión
norteamericana a Irak. Su tiempo nunca fue de calma. Toda su vida estuvo
atravesada por las grandes conmociones sociales –guerras, revoluciones,
revueltas, invasiones- que la sociedad capitalista y la resistencia de los
pueblos vienen provocando en el último siglo.
II. LA FILOSOFÍA MILITANTE
La visión filosófica de Karel
Kosík pertenece a aquellas corrientes dialécticas del marxismo que lo conciben
no como una metafísica “materialista y científica” sino como una filosofía
política militante y activista, una filosofía de la praxis. Por ello resulta
inexplicable que Louis Althusser no lo incluyera en Lire Le Capital ([Para leer «El
Capital»], 1965) cuando enumera las corrientes marxistas “izquierdistas”
(junto con Franz Mehring, Rosa Luxemburg, Bogdánov, León Trotski, Antonio
Gramsci, el joven György Lukács, Karl Korsch y el Che Guevara).
De manera análoga, resulta
incomprensible que en Consideraciones sobre el marxismo occidental (redactado
en 1974 y publicado en 1976) Perry Anderson ni siquiera haga mención de su obra
cuando analiza a los representantes del pensamiento crítico y a los filósofos
marxistas (que él considera alejados del “marxismo clásico”), impugnadores del
marxismo soviético.
En este último libro, Anderson no
sólo recorta arbitrariamente su objeto de estudio dejando fuera de su radio a
Karel Kosík. También lo hace con numerosos marxistas latinoamericanos (como
José Carlos Mariátegui, Aníbal Norberto Ponce, Ernesto Che Guevara, Adolfo
Sánchez Vázquez, Carlos Astrada, Marta Harnecker, Fernando Martínez Heredia,
Carlos Nelson Coutinho, Leandro Konder, etc., etc...). Asimismo, repite la
misma operación de silencio con diversos marxistas europeos, como los
yugoslavos - antes de que Yugoslavia derivara en el nacionalismo, la xenofobia
y la guerra civil- de la revista Praxis
(Gajo Petrovic, Mihailo Markovic, Milan Kangrga entre otros) o el checo
Jindrich Zeleny.
Este último es autor de La estructura lógica de «El Capital» de Marx,
una obra de tanta importancia filosófica como Dialéctica de lo concreto. El texto de Zeleny pertenece a la misma
época política que el de Kosík. Fue originalmente publicado en idioma checo en
1962 por la Editorial Académica de Praga. En 1968 fue traducido al alemán. De
esa edición alemana se valió el marxista español Manuel Sacristán para
traducirlo y publicarlo en 1974.
La brillante y erudita obra de
Zeleny escapa a la rigidez y a las antinomias que dividieron a la filosofía
francesa de los ’60 entre los seguidores de “la estructura” y los partidarios
de “la historia”. Zeleny definía el método dialéctico de Marx como un método
“procesual-estructural” al mismo tiempo. Su mirada tiene mucho en común, no
sólo con el pensamiento dialéctico de su compatriota Karel Kosík sino también
con la lectura de los borradores de El
Capital ensayada por el historiador, economista y filósofo (nacido en Lvov)
Roman Rosdolsky, autor de Génesis y
estructura de «El Capital» de Marx (publicado póstumamente en Alemania,
apenas un año después de su muerte, en 1968).
El otro marxista importante que
durante los ’60 se animó a poner entre paréntesis en los países del Este el
rudimentario DIAMAT fue el soviético Edwald Vasílievich Ilienkov, autor de Dialéctica de lo abstracto y lo concreto en
«El Capital» de Marx (1960, traducido y publicado en Italia por editorial
Feltrinelli en 1961) y Lógica dialéctica (1974, publicado en Cuba en 1984 en la
editorial de Ciencias Sociales con el título Lógica dialéctica, ensayos sobre
historia y teoría), entre otros.
Pero, a diferencia de Zeleny y
sobre todo de Karel Kosík, Ilienkov seguía creyendo en la filosofía marxista
entendiéndola como una gran ontología. Es cierto que sus escritos escapan a la
exasperante aridez y a la indignante vulgaridad de los manuales de la Academia
de Ciencias de la URSS (pues, entre otras cosas, Ilienkov era un conocedor de
Hegel de primera mano y no un repetidor de tercer orden). Pero, a pesar de
ello, no se animaba a romper con una visión del marxismo que en filosofía
privilegiaba la teoría cosmológica y naturalista acerca del “ser” por sobre la
teoría histórico-social acerca de la praxis. Ilienkov era, si se quiere, un
engelsiano ortodoxo (seguidor al pie de la letra del Anti-Dühring y del Ludwig
Feuerbach). De primer nivel, pero ortodoxo al fin de cuentas. En cambio Zeleny
y Kosík (como también Rosdolsky) habían roto amarras con esa visión
privilegiadamente ontológica del marxismo. Por eso eran políticamente mucho más
radicales que Ilienkov. En Kosík la ontología sí juega un papel, pero en sus
escritos siempre se trata de una ontología praxiológica, es decir, centrada en
la praxis histórica de la humanidad, no en la metafísica de la materia
cosmológica natural.
Anderson pasa olímpicamente por
alto a todos estos marxistas críticos (a excepción de Rosdolsky).
Lamentablemente, su eurocentrismo galopante lo impulsa a sobredimensionar hasta
el paroxismo la determinación “europeo occidental” del marxismo crítico de la
URSS y de la ortodoxia stalinista. En ese sentido, no podemos dejar de
preguntarnos: ¿por qué puede entrar en su lista de “marxistas occidentales” el
húngaro Lukács y no el checo Kosík? Su criterio –que ni siquiera se limita a un
canon estrictamente geográfico, ya de por sí discutible—, no por ser
convencional resulta menos arbitrario.
De cualquier modo, más allá de lo
limitado de las clasificaciones enciclopédicas y las enumeraciones pedagógicas,
la filosofía de Karel Kosík constituye una de las principales herencias de la
tradición radical del joven Lukács y de Antonio Gramsci.
1. TODO SU PENSAMIENTO GIRA EN TORNO A TRES EJES: LA PRAXIS, LA
TOTALIDAD CONCRETA Y LA CRÍTICA DE LA PSEUDOCONCRECIÓN COSIFICADA Y FETICHISTA.
En esta última dimensión, la
mirada crítica de Kosík pone en discusión la pretensión fenomenológica de “ir a
las cosas mismas” a través de la intuición inmediata. No existe mundo
preideológico ni prediscursivo y, si existe, este mundo antepredicativo no es
otro que el mundo histórico de la praxis.
Como Antonio Gramsci, Karel Kosik
somete a crítica - desde el punto de vista filosófico - al mismo sentido común
que tanto elogian las versiones aggiornadas del populismo (como si el sentido
común pudiera ser puro y virgen, y nunca se “manchara” por la ideología del
poder).
Junto a la crítica de Edmund
Husserl y sus derivados, Kosík también arremete sin piedad contra Martín
Heidegger (padre inconfesado del actual posmodernismo). Pero no lo hace desde
el insulto fácil o señalándole, únicamente, su ya inocultable militancia nazi.
La crítica de Kosík a Heidegger (que pasó desapercibida, incluso, para sus
admiradores marxistas) es mucho más profunda. El checo le reprocha al alemán
que conciba la praxis humana sólo como actividad manipuladora pero no bajo su
verdadera dimensión de apertura de un nuevo mundo: el mundo humanizado por el
propio ser humano por sobre el mundo de las cosas y la naturaleza. Kosík se
mete de lleno en una crítica interna de la metafísica heideggeriana abordando
también el tratamiento de la vida cotidiana.
Si el aristocratismo
antimodernista de Heidegger despreciaba la vida cotidiana de las grandes urbes
por su supuesto “olvido del ser”, Karel Kosík descentra completamente ese
abordaje. Para el autor de Dialéctica de
lo concreto el problema no pasa por el desprecio de las grandes masas
trabajadoras (típico del elitismo tradicionalista de Heidegger) sino por la
crítica impiadosa del “mundo de la pseudoconcreción” que impide a esas masas
vivir una vida plena, auténtica y autónoma.
En otras palabras: el problema de
las masas no reside en “el olvido del ser”, metafísico y recluido en el corazón
recóndito del hombre, sino en la alienación histórica que genera el capitalismo
fetichista. ¡El problema a resolver no es metafísico sino histórico y político!
Para Kosík la solución no consiste en refugiarse, mediante un lenguaje críptico
repleto de neologismos académicos, en una aproximación mítico-poética y
metafísica de la vida. La apertura a un nuevo tipo de vida cotidiana vendrá de
la mano de la revolución entendida como praxis desalienante y proceso
ininterrumpido y continuado.
Esa crítica demoledora de
Heidegger debería prolongarse hoy en día en el cuestionamiento de la herencia
posmoderna del pensador alemán. Nada más lejos de Kosík que la apología
populista de la inmediatez y el culto fanático del fragmento, “lo micro” y la
dispersión de los movimientos sociales y sus particularidades aisladas en
nombre de la pseudo “horizontalidad” y la “diferencia”.
En el mencionado trabajo de
madurez “La lumpenburguesía, la democracia y la verdad espiritual”, Kosík se
queja una y otra vez de “la máscara y el
analfabetismo posmodernos” ya que a partir de ellos “las imágenes toman el lugar de las personas verdaderas”. En esa
descripción, Kosík vincula la ideología posmoderna con las nuevas formas de lo
que él denomina “supercapital” en un gesto que recuerda la caracterización que
Jameson realiza del posmodernismo como “la lógica cultural del capitalismo
tardío”.
La tradición revolucionaria de
pensamiento que se inspira en Kosík rechaza de plano el relativismo que
equipara todos los discursos y pone en suspenso al marxismo como “gran relato”
inútil o al menos no apropiado para dar cuenta de la opresión femenina, las
culturas indígenas, la destrucción del medio ambiente y otras opresiones
contemporáneas.
Si el pensamiento dialéctico de
Kosík brinda pistas para una crítica actual del posmodernismo, ¿qué decir de su
impugnación contra el ya raleado positivismo? Simplemente que Kosík fue un
defensor consecuente del papel de la mediación frente al empirismo de
ascendencia positivista. No hay “hechos puros y vírgenes” –al estilo del primer
Wittgenstein, el círculo de Viena o de Bertrand Russell- sin mediaciones. Si
los hay, ellos constituyen apenas una totalidad caótica, irracional e
incomprensible.
En cuanto a la dimensión de la
totalidad concreta (eje central, por ejemplo, de Historia y conciencia de
clase), Karel Kosík formula a partir de ella un programa teórico que resulta
sumamente útil para hacer política al interior del actual “movimiento de los
movimientos” contra la globalización capitalista.
No hay posibilidad de llevar a
buen puerto los reclamos y las reivindicaciones puntuales contra el
patriarcalismo, la destrucción del medio ambiente, el autoritarismo escolar, la
discriminación racial o cualquier otra dominación cotidiana si no se lucha al
mismo tiempo contra la totalidad del
modo de producción capitalista. Sin esta lucha por la emancipación radical
contra el conjunto de la sociedad capitalista, los movimientos feministas,
ecologistas, indígenas, juveniles, etc., serán neutralizados e incorporados por
el sistema. Los aparatos de represión del imperialismo norteamericano se dan el
lujo de tener comandantes de sus Fuerzas Armadas negros y latinos, mujeres de origen
asiático asesoras en temas de “seguridad” e incluso militares homosexuales. La
emancipación anticapitalista será total o ya no será nada. Podrá, a lo sumo,
convertirse en válvula de escape para realizar la revolución pasiva y la
modernización (“pluralista”) dentro del orden imperialista, siempre desde
arriba y dejando intacto el capitalismo como modo de vida.
Finalmente... el concepto
filosófico de praxis...esa categoría tan temida por todas las metafísicas
“materialistas” (desde las rumiadas por los dinosaurios stalinistas hasta los aggiornados
discípulos de Althusser, pasando por los mediáticos admiradores sipinozianos de
Toni Negri...).
Para Kosík, la dimensión
praxiológica del marxismo constituye el principal gozne teórico para abordar la
actividad humana como una apertura radical en el plano ontológico. Su ontología
no está centrada en la naturaleza físico-química –con su inevitable teoría del
reflejo, sea mecánico o “dialéctico”...- sino en la actividad transformadora de
la sociedad. El “mundo de la vida” del último Husserl o de Maurice Merleau
Ponty y la “precomprensión del ser” de Heidegger son superados en el mundo de
la praxis humana. Ésta emerge como trabajo, pero también como práctica política
revolucionaria que crea un mundo nuevo y un ser humano nuevo inserto en
relaciones sociales desalienadas y desfetichizadas.
En su reflexión filosófica, la
praxis se convierte en el eje teórico con el cual se nombra la militancia vital
en pos de la revolución socialista enfocada contra el capitalismo y enfrentada
a toda burocracia. En ese horizonte político debe inscribirse el
cuestionamiento radical que Kosík hiciera ya en los ’60 de la petrificación
dogmática de aquellos mismos que hoy - conversos y/o escépticos— abrazan
entusiasmados los discursos legitimantes de nuestros enemigos.
En tiempos como los nuestros, de
guerra imperialista, masacres planificadas, cinismo, doble discurso y triple
moral (a derecha e izquierda...), el ejemplo y la coherencia de vida de Karel
Kosík siguen siendo un fósforo. De esos que sirven, como dijera hace mucho
tiempo un señor que tenía problemas de calvicie, para incendiar la pradera.
NOTAS:
(1).Néstor Kogan: (Coordinador del
Seminario de Lectura Metodológica de El Capital de Karl Marx y de la Cátedra
Ernesto Che Guevara en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo)
Reflexiones Antediluvianas de Karel Kosik, entrevista con David Moreno
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