Una bandera común: marxistas y anarquistas en la I
Internacional (*)
Por : Michael Löwy (**)
I
Marxistas y anarquistas (términos
que no eran habituales en ese momento) formaron parte de la Asociación
Internacional de Trabajadores (AIT) — la I Internacional— desde su origen, en
1864. Los desacuerdos entre los partidarios de Marx y Bakunin condujeron a una
amarga escisión en 1872. Poco después la AIT “marxista” se disolvió, mientras
los partidarios de Bakunin crearon su propia AIT, que aún sigue existiendo, en
la Conferencia celebrada en Saint-Imier, Suiza (1872). Para Marx, las razones
de la escisión residían en las tendencias paneslavistas y el fraccionalismo
antidemocrático y conspirativo de Bakunin. Por su parte, Bakunin consideraba
que la escisión se debía a la orientación pangermánica de Marx, así como a su
autoritarismo e inaceptable comportamiento. Más allá de las exageraciones
obvias, ambas acusaciones contienen algo de verdad y es difícil situar la
responsabilidad solo en uno de los dos campos. Historiadores marxistas y
anarquistas continúan reproduciendo estos argumentos, acusándose mutuamente de
la crisis de la AIT. Aun sin tomar partido por unos u otros, los investigadores
académicos también enfatizan el conflicto de ideas entre unos y otros/(1).
Desde esa perspectiva, que ha
predominado ampliamente en la literatura sobre la I Internacional, lo que se
olvida es el hecho simple e importante de que esta organización fue abierta y
pluralista.
Era una Asociación en la que los
partidarios de Proudhon, Marx, Bakunin, Blanqui y otros, más allá de los
desacuerdos y conflictos, fueron capaces de trabajar juntos a lo largo de
muchos años, adoptando en ocasiones resoluciones comunes y luchando codo con
codo en el mayor acontecimiento del siglo XIX: la Comuna de París. Permítasenos
realizar un breve esbozo de algunos de los momentos fundamentales de esta
historia olvidada del “trayecto común” entre marxistas y anarquistas en la AIT.
II
Poco tiempo después de fundarse
la I Internacional, su Consejo General encomendó a Marx la redacción de los
Estatutos Provisionales de la Asociación. El documento comenzaba con el
llamamiento “La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos”, que continúa siendo la base común de marxistas y
anarquistas.
Desde el principio, en la I
Internacional participaron anarquistas y libertarios —utilizo el término
francés, que se refiere a la amplia tendencia socialista-revolucionaria
anti-autoritaria, porque en inglés este termino ha sido apropiado por la
ideología capitalista ultrareaccionaria—, junto a otros socialistas. Entre
ellos, en primer lugar, los seguidores de Proudhon (1809- 1865), cuyas
relaciones con los socialistas marxistas no eran necesariamente conflictivas.
Entre los amigos de Marx y los representantes del ala izquierda del
proudhonismo, como el belga Cèsar de Paepe y el francés Eugène Varlin, existía
un amplio acuerdo. Ambas tendencias se oponían al ala derecha (pequeñoburguesa)
del proudhonismo, partidaria del autodenominado “mutualismo” y de un proyecto
económico basado en el “intercambio igualitario” entre pequeños propietarios.
Uno de los mayores impulsores del mutualismo y de la propiedad privada fue el
delegado francés Henri Tolain, quien poco tiempo después, al apoyar al gobierno
burgués de Versalles contra la Comuna de París, fue expulsado de la
Internacional por traidor.
En el Congreso de Bruselas de la
AIT en 1868, la alianza entre las dos alas de izquierda —frente a los “mutualistas”—
dio lugar a la adopción de un programa colectivista presentado por el
libertario socialista belga Cèsar de Paepe. Esta resolución proponía la
propiedad colectiva de los bienes de producción: tierras, minas, bosques,
máquinas y medios de transporte (Manfredonia, 2001: p. 36). En retrospectiva,
la resolución sobre los bosques aparece como una de las más interesantes en lo
que respecta a sus implicaciones socialistas y medioambientales:
Considerando que abandonar los
bosques a la iniciativa privada conduce a su destrucción; Que esta destrucción
en determinadas partes del territorio perjudicará la conservación de las
fuentes de agua y, también, la buena calidad de la tierra, así como la salud
pública y la vida de los ciudadanos;
El Congreso decide que los
bosques deben volver a ser la propiedad colectiva de la sociedad (Amaro del
Rosal, 1958: p. 159).
Ambas tendencias también apoyaron
la resolución que establecía que los trabajadores deben rechazar la guerra a
través de la huelga general. A Carlos Marx, que no estuvo presente en el
congreso de Bruselas, no le gustó esta resolución, que le parecía irrealista,
aunque fuera propuesta por Charles Longuet, uno de sus seguidores que poco
después se convertiría en su yerno al casarse con su hija, Jenny Marx.
Fue en ese momento, en 1868,
cuando Bakunin se adhirió a la I Internacional. En muchas cuestiones, se
consideraba a sí mismo como partidario de las ideas de Marx. Se encontró con
Marx durante sus viajes a Londres en 1864 y en 1867. Marx le envió una copia de
El Capital. La reacción de Bakunin fue entusiasta; felicitó “al Sr. K. Marx, el
ilustre líder del comunismo alemán” y “su magnífico trabajo, El Capital”. Creía
que el libro debía ser traducido al francés:
… porque, por lo que yo sé,
ningún otro libro contiene un análisis tan científico, profundo y claro y,
también puedo decirlo, tan despiadado a la hora de desenmascarar la formación
del capital burgués y su sistemática y cruel explotación a la que somete al
proletariado. El único defecto del libro es que… está escrito, solo en parte,
en un estilo demasiado metafísico y abstracto… que hace que su lectura sea
dificultosa e incluso imposible para la mayoría de los trabajadores. Sin
embargo, los trabajadores deberían leerlo. La burguesía no lo leerá nunca, y si
lo hace, no lo entenderá, y si lo entiende, nunca se referirá a él; este libro
no es otra cosa que su condena a muerte, no como individuos sino como clase,
científicamente basada e irrevocablemente pronunciada (Maximoff, 1953: p. 187;
Bakounine, 1974: p. 357).
No es por casualidad que en una
fecha tan tardía como 1879, varios años después de la escisión, un cercano
seguidor de Bakunin, el anarquista italiano Carlo Cafiero, produjera una
versión popular de El Capital, que Marx consideró muy útil.
Por supuesto, las fuertes
divergencias entre Marx y Bakunin existieron desde el principio. El 28 de
octubre de 1869, en una carta a Herzen, Bakunin expresó su oposición de
principio a lo que consideraba el “comunismo estatal” de Marx. Pero en la misma
carta señalaba acerca de Marx: “no debemos menospreciar, y yo no lo hago, el
inmenso servicio que ha rendido a la causa del socialismo, al que ha servido
con inteligencia, energía y sinceridad a lo largo de los últimos 25 años, en
cuyo empeño nos ha superado a todos” (Wikipedia).
En 1869, en la Conferencia de
Basilea de la AIT, ambas tendencias aprobaron una resolución común proponiendo
la socialización de la tierra. Sin embargo, los anarquistas obtuvieron una
victoria simbólica al lograr el apoyo significativo —pero no la mayoría
necesaria— a su resolución a favor de la abolición de la herencia: 32 votos de
los 68 delegados (23 se posicionaron en contra y 13 se abstuvieron). Marx y sus
amigos en el Consejo General argumentaron que la herencia era solo una
consecuencia del sistema económico basado en la propiedad privada de los medios
de producción y no la causa de la explotación. Su propuesta —impuesto sobre la
herencia más que su supresión— solo obtuvo 19 votos (37 en contra y 6
abstenciones). Bakunin vio este voto como la “victoria completa” de sus ideas.
III
En la Comuna de París de 1871
anarquistas y marxistas cooperaron en el primer gran ensayo de poder proletario
en la historia moderna. Ya en 1870, Leo Frankel, un activista obrero húngaro
que trabajaba en Francia, muy amigo de Marx, y Eugène Varlin, disidente
proudhoniano, trabajaron juntos para la reorganización de la sección francesa
de la AIT. Tras el 18 de marzo de 1871, colaboraron estrechamente en la
dirección de la Comuna de París: Frankel como comisario de trabajo y Varlin
como comisario de guerra. En mayo de 1871 ambos tomaron parte en los
enfrentamientos contra las tropas de Versalles. Varlin fue ejecutado tras la
derrota de la Comuna mientras que Frankel logró emigrar a Londres.
A pesar de su corta duración
—solo unos meses— la Comuna fue la primera experiencia histórica de poder
revolucionario de los trabajadores organizado democráticamente (con delegados
elegidos a través del sufragio universal), y de destrucción del aparato
burocrático del Estado burgués. También constituyó una verdadera experiencia de
pluralismo en la que trabajaron conjuntamente “marxistas” (aunque el término
aún no existía), proudhonianos de izquierda, jacobinos, blanquistas y
socialistas republicanos.
Por supuesto, los análisis de Marx
y Bakunin sobre este acontecimiento revolucionario fueron totalmente
contradictorios. De forma sumaria, la posición de Marx se puede resumir en la
siguiente cita:
La situación del reducido número
de convencidos socialistas en la Comuna era muy difícil. Tuvieron que enfrentar
un gobierno y un ejército revolucionario al gobierno y al ejército de
Versalles.
Contra esta interpretación de la
guerra civil en Francia como un enfrentamiento entre dos gobiernos y sus
respectivos ejércitos, Bakunin desarrolló un fuerte punto de vista antiestatal:
La Comuna de París fue una
revolución contra el Estado como tal, contra ese monstruo sobrenatural
producido por la sociedad.
Los lectores y lectoras bien
informados ya habrán corregido esta presentación: en realidad, la primera cita
fue escrita por Bakunin en su ensayo La Comuna de París y la noción del Estado
(Bakunin, 1972: p. 412) y la segunda fue escrita por Marx en el primer borrador
de La guerra civil en Francia (Marx, Engels, Lenin, 1971, p. 45). Hemos
invertido las citas a propósito, para mostrar que las —innegables— diferencias
entre Marx y Bakunin, entre marxistas y anarquistas, no son tan simples como se
supone a menudo.
De forma interesada, Marx se
alegró de que durante el período de la Comuna, en la práctica, los
proudhonianos se olvidaran de la hostilidad hacia la acción política de su
promotor, al mismo tiempo que algunos anarquistas se congratulaban de que los
escritos de Marx sobre la Comuna dejaran de lado el centralismo y abrazaran el
federalismo. Es cierto que La guerra civil en Francia, así como la declaración
de la I Internacional sobre la Comuna que escribió Marx y muchos otros
materiales y borradores para su elaboración, dieron testimonio del feroz
antiestatismo de Marx. Definiendo la Comuna como la forma política, finalmente
encontrada, para la emancipación de los trabajadores, insistió en la
destrucción del Estado, ese cuerpo artificial, esa boa constrictor como la
denominó, esa angustiosa pesadilla, esa excrecencia parasitaria (Marx y Engels,
2008).
De hecho, no era la primera vez
que Marx manifestaba enérgicamente su punto de vista antiestatista. Ya lo había
hecho en el manuscrito Crítica a la filosofía del derecho de Hegel (1843), en
la que opuso la “verdadera democracia” al Estado, así como en otros escritos
políticos como, por ejemplo, El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852), en el que
escribió que
el Estado tiene atada,
fiscalizada, regulada, vigilada y tutelada a la sociedad civil, desde sus
manifestaciones más amplias de vida hasta sus vibraciones más insignificantes,
desde las modalidades más generales de existencia hasta la existencia privada
de los individuos.
En la sociedad burguesa moderna
este cuerpo parasitario adquiere,
por medio de una centralización extraordinaria, una ubicuidad, una omnisciencia,
una capacidad acelerada de movimiento y una elasticidad que solo encuentran
correspondencia en la dependencia desamparada, en el carácter caóticamente
informe del auténtico cuerpo social (Gesellschaftskörper) (Abensour, 2004: pp.
137-142; Marx, 1937: p. 236).
El ensayo sobre la Comuna es la
expresión más nítida del rechazo revolucionario del Estado.
Sin embargo, tras la Comuna, el
conflicto entre las dos tendencias revolucionarias se intensificó, llegando a
la exclusión de Bakunin y Guillaume (su seguidor suizo) durante el Congreso en
La Haya (1872) y la transferencia de la dirección de la AIT a Nueva York; de
hecho, su disolución. Tras la escisión, los anarquistas, como se ha señalado
más arriba, fundaron su propia AIT.
Más allá de la escisión, Marx y
Engels no ignoraron los escritos de Bakunin y, en determinados casos, estaban
de acuerdo con sus argumentos antiestatistas. Un ejemplo llamativo de ello es
la Critica del Programa de Gotha (1875). En su libro Estatismo y anarquía
(1873) Bakunin criticó con agudeza el concepto de “Estado nacional” usado por
los socialdemócratas alemanes que fue atribuido (con razón) a Ferdinand
Lassalle y (erróneamente) a Marx. Cuando los seguidores de Marx se unieron en
Gotha en 1875 para fundar el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) su Programa
común recogió la fórmula Estado Popular para Alemania. En su Crítica al
programa de Gotha —escrito como contribución interna y solo hecho público tras
su fallecimiento— Marx rechazaba abiertamente este concepto. Más aún, en una
carta a su amigo Wilhelm Bracke —uno de los líderes del Partido— enviada junto
a la Crítica, explicaba que una de las razones para escribir este documento era
que “Bakunin… me hace responsable no solo de todo el programa del Partido, sino
también de toda la trayectoria de [Wilhelm] Liebcknecht desde el primer día de
su colaboración con el Partido Popular (Volkspartei)” (Marx y Engels, 1937: p.
6)/(2). En marzo de 1875, en una carta a August Bebel, Engels era aún más
explícito: “Los anarquistas nos han echado en cara más de la cuenta esto del
‘Estado popular’, a pesar de que ya la obra de Marx contra Proudhon y luego el
Manifiesto Comunista dicen claramente que, con la implantación del régimen
social socialista, el Estado se disolverá por sí mismo y desaparecerá” (Ibid,
p. 29).
Por lo tanto, se puede concluir
que el argumento contra el estatismo de Lassalle en la Critica al Programa de
Gotha estaba, en cierta medida, motivado por las críticas de Bakunin a los
socialdemócratas alemanes. En la misma carta a Bebel, Engels va incluso más
lejos en la dirección del anarquismo: “Tras la Comuna de París, que no fue un
Estado en el sentido amplio del término, debería darse por concluida toda esta
polémica […] Por eso, nosotros propondríamos reemplazar en todas las partes
[del Programa] Estado por la palabra ‘comunidad’ (Gemeinwesen), una buena y
antigua palabra alemana equivalente a la palabra francesa Commune” (Ibid, p.
31).
IV
En lugar de tratar de señalar los
errores y las meteduras de pata de cada parte en conflicto —no faltan las
acusaciones mutuas— he intentado enfatizar los aspecto positivos de la I
Internacional: un movimiento internacionalista plural, diverso y democrático
donde quienes tomaron parte con posiciones políticas diferentes fueron capaces
no solo de coexistir sino de cooperar en el pensamiento y en la acción durante
varios años, teniendo un papel de vanguardia en la primera gran revolución
proletaria moderna. Fue una internacional en la que marxistas y libertarios,
tanto individualmente como a nivel organizativo (como el Partido
Socialdemócrata Alemán) pudieron —a pesar de los conflictos— trabajar juntos y
emprender acciones comunes.
Las Internacionales posteriores
—la II, la III y la IV— no dejaron mucho espacio para los anarquistas. Sin
embargo, en varios momentos importantes de la historia del siglo XX anarquistas
y socialistas o comunistas han sido capaces de aunar fuerzas:
1. En los primeros años de la
revolución de octubre (1917-1921) muchos anarquistas, como Emma Goldman y Alexander
Berkman, dieron un apoyo crítico a los líderes bolcheviques.
2. Durante la revolución
española, los anarquistas de la CNT-FAI y los simpatizantes trotskistas del
POUM lucharon codo con codo contra el fascismo y se opusieron a la orientación
no revolucionaria de los estalinistas y del ala derecha de la socialdemocracia.
3. En Mayo del 68 una de las
primeras iniciativas revolucionarias fue la fundación del Movimiento 22 de
Marzo, bajo el liderazgo del anarquista Daniel Cohn-Bendit y del trotskista Daniel
Bensaïd.
También ha habido varios intentos
intelectuales para conjugar estas dos tradiciones revolucionarias entre
escritores como William Morris o Victor Serge, poetas como André Breton
(fundadores del movimiento surrealista), filósofos como Walter Benjamin o
historiadores como Daniel Guérin.
Por supuesto, la experiencia de
la I Internacional es irrepetible en sentido estricto pero para nosotros
resulta muy significativo que a comienzos del siglo XXI, de nuevo, marxistas,
anarquistas o autonomistas o libertarios, etcétera, unan sus fuerzas y actúen
conjuntamente, como individuos o como organizaciones políticas (cuya existencia
no es un obstáculo para la cooperación) en la solidaridad con los zapatistas de
Chiapas, en el Movimiento por la Justicia Global, en las luchas ecologistas
radicales, en las masivas movilizaciones de las y los indignados (en España,
Grecia) o en Occupy Wall Street.
NOTAS:
1/ Un ejemplo reciente es Robert Graham,
“Marxism and Anarchism on Communism: The Debate between the Two Bastions of the
Left,” in Shannon Brincat (ed.) Communism in the 21st Century. Vol 2 Whither
Communism? Oxford, Praeger, 2014.
2/ El Partido citado es el
Partido Socialdemócrata de los Trabajadores (SDAP) fundado por Liebknecht y
Bebel en 1869 en la ciudad de Eisenach (el precursor del SPD). El Volkspartei
era el partido liberal burgués en el que participó Liebknecht antes de la
fundación del SDAP.
(**) Michael Löwy es autor de
diversas obras y publicaciones sobre marxismo, religión, movimientos sociales y
ecologismo. Su obra más reciente en castellano es Ecosocialismo: la alternativa
radical a la catástrofe ecológica capitalista, Biblioteca Nueva, 2013.
Bibliografía citada
Abensour, M. (2004) La Démocratie
contre l'Etat. Marx et le moment machiavélien. París: Le Felin.
Amaro del Rosal, (1958) Los
congresos obreros internacionales en el siglo XIX. México: Grijalbo.
Bakunin, M. (1972) De la guerre à
la Commune, textos ed. Fernand Rudé. París: Anthropos.
— (1974) OEuvres Paris: Champ
libre, VIII.
Manfredonia, G. (2001) L'anarchisme
en Europe París: PUF.
Marx, K. (1937) El dieciocho
brumario de Luis Bonaparte, en K. Marx-F. Engels, Obras Escogidas T I,
Ediciones Progreso 1937.
Marx, K. y Engels, F. (1937)
Obras Escogidas T III Moscú: Ediciones Progreso.
— (2008) “Inventer l'inconnu.
Textes et correspondances autour de la Commune”, con la introducción de Daniel
Bensaïd, en Politiques de Marx París: Editions de La Fabrique.
Marx, Engels, Lenin (1971) Sur la
Commune de Paris. Moscow: Ed.
Du Progrès.
Maximoff, G.O. (ed.) (1953) The Political
Philosophy of Bakunin. Londres: The Free Press ofd Glencore.
Wikipedia “Asociación
Internacional de Trabajadores”.
Bloque Once Ft MikkyDeVilla-Corrupcion
PENSAMIENTOS LIBRES BLOCK ONCE
Journey - Separate Ways (YES MAN )
Journey - Separate Ways
Prymanena ft Kerem-Abreme las puertas de tu corazón
Tierra Santa - Alas de fuego
Tierra Santa - El Grito de la Tierra
ii killas - rico y pobre
Previo. II KILLA . ClanRec( Creek Sound ) .
BYE BARRIO ii kiilas ft Chama(Prod.clan Record)
II KILLAS - (DIANKA) - EL SOL NO SALE TODO EL TIEMPO
ii killas & bloke once - lagrimas
TIERRA SANTA - El amor de mi vida
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario