MARIÁTEGUI Y EL SOCIALISMO INDOAMERICANO
(Debate con la III Internacional)
Por : Ángel Custodio Velásquez
"No queremos, ciertamente,
que el socialismo sea en América calco y copia.
Debe ser creación heroica.
Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad,
en nuestro propio lenguaje,
al socialismo indoamericano."
José Carlos Mariátegui
En:
"Aniversario y balance" (Amauta, No. 17, septiembre de 1928)
INTRODUCCIÓN
América Latina en su producción
teórica, se ha caracterizado, en buena parte, por seguir pensamientos y a
pensadores europeos; los cuales han elaborado modelos teóricos y conceptualizaciones
de una realidad distinta a la de nuestro continente y, con base en ello,
levantaron teorías y proyectos societales que se han universalizado e impuesto
en realidades socio-históricas muy distintas a las nuestras. Para algunos
estudiosos de la materia, se debe al peso que tuvo –y aún tiene- el proceso de
colonización en nuestros países con el cual no sólo suplantaron nuestra cultura
autóctona sino también se nos impuso una suerte de colonización epistemológica,
como dijera Aníbal Quijano.
Lo que estamos planteando no se
debe a la ausencia de pensadores y teorías acerca de nuestro continente.
Existen; pero la dependencia como impronta colonizadora, antes, y la ficción
del sueño americano, después, instaló en nuestro inconsciente colectivo una
especie de desarraigo que nos induce a valorar más “lo de afuera” que lo
nuestro. Y en ese proceso obviamos nuestras creaciones, así como también a
muchos pensadores que han hecho significativos aportes a la construcción de lo
que podemos llamar el pensamiento político latinoamericano y caribeño. Eso ha
pasado con Simón Rodríguez, Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José Martí,
por solo nombrar algunos entre tantos que han realizado, en diversas épocas,
conceptualizaciones sobre el continente y, en particular, de algunos países de
esta parte del mundo. En contraste, desde finales del siglo XX y comienzos del
XXI aproximadamente, con la caída de Europa del Este y, sobre todo, a partir
del momento en que se arrecia la crítica sobre el agotamiento de los paradigmas
que nacieron en Europa con el proyecto moderno en lo atinente a su
imposibilidad de explicar un conjunto de fenómenos que acontecen en el mundo,
con el actual desarrollo alcanzado por el sistema capitalista neoliberal, las
experiencias inéditas del llamado Socialismo Bolivariano y el ascenso alcanzado
por los nuevos movimientos sociales, se ha volcado la mirada hacia el interior
del continente; pero también hacia dentro de cada país toda vez que América
Latina no se puede comprender como un todo homogéneo.
Desde ese momento se ha iniciado
un proceso de revalorización de lo nuestro; de comprender lo que somos y
caminar la ruta hacia lo que queremos; de construcción de nuevas claves
discursivas; hay un retomamiento de los símbolos patrios, una recodificación de
lo político, de nuevas maneras de representarnos lo real y, en general, nuevas
creaciones que cada día se parecen más a nosotros y nos identificamos más con
ellas. Se trata de una tendencia hacia un reconocimiento de nuestra identidad,
a través de diversas formas de resistencias que le ofrece el continente al
gobierno planetario y la recolonización del mundo, dirigido desde el norte;
para imponernos el modelo cultural y de vida americana.
Precisamente, esta reflexión va
en la dirección de lo antes señalado en el sentido de mirar aspectos del cuerpo
a nuestra América.
El trabajo tiene como objetivo
establecer una aproximación a lo que José Carlos Mariátegui comprendió por
Socialismo Indoamericano y ubicar los referentes teóricos con los cuales
enfrentó a la III Internacional. La estructura es la siguiente: se hace una
breve reseña histórica que ubica parte de la vida del autor estudiado; sus
vínculos con la III Internacional y las diferencias con ésta, sobre: el “punto
de vista anti-imperialista”, el problema de las razas en el continente, la
situación del indio y el carácter del partido; temas en los cuales los
delegados asistentes a la IV Conferencia Latinoamericana de la III
Internacional, en 1929, en Buenos Aires-Argentina por parte del Partido
Socialista del Perú (PSP), se confrontaron tanto con los representantes
oficiales de la Internacional Comunista como con representantes de Partidos
Comunistas del continente. Igualmente se reseña la política colonial burguesa e
imperialista frente a las razas y se finaliza con las tareas fundamentales que
propuso Mariátegui a la población indígena peruana y latinoamericana para el
momento.
Este debate adquiere una
significativa importancia por los temas que aborda como el Socialismo, el
Partido, la política anti-imperialista los cuales, guardando las diferencias de
tiempo y espacio, son temas que copan actualmente parte del quehacer político
venezolano. Pareciera que la discusión es la misma en dos tiempos históricos
distintos. Se espera, pues, haber cumplido el cometido.
I.- ¿Quién fue José Carlos Mariátegui ?.
José Carlos Mariátegui nació en
el Perú el 14 de Junio de 1894. Vivió entre 1894 y 1930, fue escritor y
periodista, conocido actualmente como el “primer marxista latinoamericano”. El
primero en hacer un esfuerzo continuo y sistemático por aproximar el socialismo
europeo a las características propias de América Latina. La ortodoxia
stalinista luego de su prematura muerte en 1930, lo desplaza del marxismo
acusándolo de romántico, populista, idealista y sepultando sus ideas en el
olvido.
Con la Revolución cubana, se
produce un revival de sus escritos, diferenciándolo de la ortodoxia marxista e
intentando resaltar su visión heterodoxa. Esta lectura llega hasta los años 80,
donde entre otros, José Aricó hace un esfuerzo por inscribir al amauta como el
primero dentro de una tradición de intelectuales “auténticamente marxistas”.
A partir de los 90 los estudios
mariateguianos se ven ampliados con nuevas lecturas que apuntan hacia las
políticas culturales emprendidas por el peruano a lo largo de su vida. En este
esfuerzo se encuentran -entre otros- Horacio Tarcus con el libro Mariátegui en
la Argentina y Fernanda Beigel con El itinerario y la brújula. (Betta; Octubre
2005).
De su vida personal se puede
decir que desde los 8 años padeció de una grave afección en una pierna,
diagnosticada por el Dr.Uriel García Cáceres como una osteomielitis crónica.
Según el mismo médico, Mariátegui pudo tener diabetes juvenil, con lo que se
explicaría la tendencia a desarrollar infecciones; sin embargo supo reponerse y
actuar incansablemente en pro de la construcción del mundo nuevo.
Asimismo, su amiga Magda Portal
señalaba que él sufría mucho y sentía que moría pero no esperaba que fuera tan
pronto. Mariátegui murió a edad de 36 años, 3 años menos que el Che.
En carta a Samuel Glusberg de
noviembre de 1928 en ocasión de anunciarle que trabajaba sobre dos nuevos
libros, le hablaba de su concepción del hombre nuevo; de aquel ; del luchador
dialéctico, el revolucionario constructor de mundos; el socialista que sólo
puede sustentarse en la afirmación de una vida heroica que se muestra en las
cosas sencillas de la vida cotidiana, en la actitud hacia el trabajo, en la
superación de las enfermedades; la entrega por el pueblo, el trabajo
voluntario; en el desarrollo teórico, la polémica revolucionaria, en la
construcción de una actitud vivencial acorde con la voluntad transformadora del
pueblo, que se nutre a través de la satisfacción de sus necesidades a través de
sus luchas (1) . José Carlos Mariátegui vivió en 1919 con Doña Victoria Ferrer
con quien procreó su primer retoño, una hija, doña Gloria María Mariátegui
Ferrer, de la cual se entera de su nacimiento en París.
En Italia se une a Anna Chiappe
Giacomini en 1921, con quien tuvo 4 hijos varones: Sandro (1921); Sigfried
(1923), José Carlos (1926) y Javier Hugo (1928). (Ibidem).
Este hijo del país incaico,
incursionó en muchos campos de la vida peruana y latinoamericana. Sus obras
escritas versan, en lo fundamental, sobre lo político-literario, en un primer
momento, ampliamente conocidas en su país natal por sus críticas a las
prácticas culturales realizadas en el Perú para entonces; y, en un segundo
momento, a lo político-sociológico que se hizo dominante en la producción de la
etapa final de su vida. Ambas áreas temáticas estuvieron presentes a lo largo
de su praxis como sujeto político y en sus escritos.
Empero, una de sus pocas obras
sistematizada, como fue la Evolución
Político ideológica del Perú, mayormente periodística, no llegó a ser
publicada y sus originales siguen hoy extraviados (Quijano, 1991).
Según Quijano, Mariátegui se
confesaba marxista; sin embargo en su pensamiento se conjugan ideas metafísicas
y místicas; y recibió influencias de pensadores como Nietzsche, Bergson, Sorel,
Croce y Gobetti entre las reconocidas como principales, conjugando razón y
emoción en una síntesis dialéctica. Resaltó la dimensión ética del marxismo.
No obstante, es probable que
Mariátegui haya recibido una notable influencia de la revolución Bolchevique y
particularmente de Vladimir Ilich Lenin. Esta presunción se sustenta en el
escrito público que hiciera el Amauta a raíz de la muerte del líder soviético
en el cual realzaba la obra y enfatizaba en el significado que tenía para los
trabajadores en el mundo la muerte de Lenin.
Para 1917 Mariátegui tenía apenas
23 años; a los 25 se radicó en París; de allí pasó a Italia en donde mantuvo
una fructífera relación con diversos pensadores. En la estadía en este país,
pudo haber conocido parte del pensamiento de Antonio Gramsi el cual es
reconocido por tener una concepción heterodoxa del marxismo. Si bien Mariátegui
vivió y comprendió la imposibilidad del capitalismo como sistema
económico-social, de resolver la situación de la población indígena en América
latina, muere precisamente en el momento de una de las grandes crisis vivida
por el sistema capitalista mundial como fue el punto crítico de 1929 que dio
lugar, entre otras cosas, al quiebre del Estado Liberal y la inauguración de lo
que se conoció en Europa como el Estado Benefactor y con una clara orientación
keynesiana de la economía.
Mariátegui –visto desde hoy- hizo
aportes importantes al proceso revolucionario latinoamericano; particularmente,
logró hacer una construcción teórica a través de un proceso de síntesis y
superación (2) histórica entre los elementos universales, particulares y
singulares constitutivos del marxismo, el mito y el modelo de organización
indígena y sus elementos subyacentes para la revolución socialista, que le
sirvieron para diseñar la propuesta política para el Perú.
Hizo uso de las teorías
eurocentristas pero de manera crítica y creadora atendiendo a las
especificidades de la realidad peruana para el momento y desde un enfoque de
totalidad concreta entendiéndola como un sistema abierto en constante
movimiento y transformación y, por tanto, en construcción permanente.
La posición de Mariátegui frente
a las tesis del marxismo soviético, su carácter universalizante y sus
apologetas en América latina y fuera de ella para los años 20, fue una
singularidad de poca abundancia para el momento.
Mariátegui confrontó tanto el
evolucionismo positivista de los marxistas después de la segunda guerra
mundial, como la imposición de la secuencia histórica europea de los cinco
modos de producción como teoría universalmente válida, según la cual la
sociedad marcha de estadios inferiores a estadios superiores y la de que toda
revolución tiene ya etapas previamente definidas, no importa dónde ni cuándo
ocurra o pueda ocurrir. A las tesis del organicismo positivista, del
universalismo y del evolucionismo histórico, Mariátegui las denominó
“positivismo chato” y “evolucionismo pávido”. Disiente con la III Internacional
en cuanto a la estrategia política utilizada para sacar a Perú del “atraso”.
Rechaza la visión “etapista” y sostiene que la única vía para acabar con la
dominación y el “atraso” que pesa sobre la comunidad indígena es el socialismo.
Aunque el Perú se encuentre en un estado de inacabamiento, producto de un
capitalismo inmaduro, con lo cual no cuenta con un proletariado fuerte capaz de
llevar adelante la revolución, el sujeto revolucionario que intervenga en la
construcción de un Nuevo Perú sobre bases socialistas no residirá solamente en
el incipiente proletariado peruano sino también en el pueblo indígena (3) .
En fin, Mariátegui logró
establecer una forma muy particular de ver y concebir la realidad peruana; una
visión en la cual razón y emoción; ciencia y mito iban de la mano en una
relación de complementariedad.
Las tesis sociológicas y
políticas de Mariátegui sobre la denominación de Socialismo Indoamericano
que propuso para el socialismo en América Latina, fueron condenadas en la
reunión de la IIIa Internacional en Buenos Aires (junio de 1929) por
la versión para el momento más poderosa del materialismo histórico y del
socialismo: el stalinismo. Dicho esto, pasemos a conocer cuáles fueron las
posiciones políticas mantenidas en su relación con la III Internacional.
II.- Vínculo con la III Internacional y fundación del Partido
Socialista del Perú
Hasta 1929 JCM realizó su labor
intelectual y política sin vinculación con ninguna organización internacional.
Sin embargo, participaba en el Perú en el Frente Único. El APRA era hasta
entonces coincidente en sus aspectos más generales, con las Resoluciones de la
III Internacional hasta su IV Congreso.
En ese año comienzan los debates
y las divergencias dentro del APRA y la III Internacional. JCM participa en el
IV Congreso a través de un delegado representante de los sindicatos peruanos:
Julio Portocarrero. La orientación de la IIIa Internacional como línea de
acción política para el Perú y a discutirse en el evento, fue la de romper
política y organizativamente con el APRA, fundar el Partido Comunista Peruano
(PCP) y afiliarlo a la III Internacional.JCM y su grupo rompen con el APRA pero
fundan el Partido Socialista del Perú el 6 de Julio de 1928. Aún así, lo
afilian a la III Internacional.
El PSP fue invitado a participar
en la primera Conferencia Comunista Latinoamericana a celebrarse en Buenos
Aires en Junio de 1929. Para esa reunión JCM escribió sus tesis sobre “El
Problema de las razas en América latina” y “Punto de vista antiimperialista”.
III.- Surgen las primeras diferencias en la Conferencia
Las diferencias surgieron desde
un primer momento a propósito de la discusión acerca de la “La situación
Internacional y los peligros de guerra”. El Secretariado Sudamericano de la
Internacional Comunista (IC) en su informe hizo una severa crítica en cuanto a
la falta de participación de los revolucionarios peruanos a favor del
plebiscito en Tacna y Arica para el arreglo final del conflicto entre Chile y
Perú. Hugo Pesce, delegado por el PSP en la Conferencia, se abrió en contra de
la aplicación indiscriminada de una línea política internacional a cualquier
situación y propuso:
(…) la necesidad de partir del
estudio de las condiciones concretas y del comportamiento concreto de las
clases sociales en un determinado conflicto. Y desde esa perspectiva afirmando
que el proletariado peruano no estaba interesado en ese plebiscito como parte
de una cuestión de autodeterminación de los pueblos, puesto que el conflicto
sólo servía a burguesías de Perú y de Chile y al imperialismo (…) (4) .
Pesce no se adhirió a la
consideración hecha en el informe sobre el comportamiento de los
revolucionarios peruanos por considerar que se trataba de un conflicto
“patriotero” entre ambas burguesías y allí el PSP no tenía nada que buscar. Se
corría el riesgo de confundir a los sectores revolucionarios el abogar por
alguna de las dos fracciones burguesas. Eran los intereses de éstas y el
imperialismo y no los de los pueblos peruanos y chilenos lo que estaba en
juego.
IV.- “Punto de vista anti-imperialista”: Otra controversia
Sobre este aspecto, se generó un
intenso debate entre los representantes de la IC y los delegados peruanos. Tres
elementos fueron los ejes principales del debate: 1) sobre el carácter del
imperialismo y sus efectos en la economía y la sociedad de América Latina y del
Perú; 2) el carácter de la revolución y 3) las ligas anti-imperialistas como
instrumentos de lucha contra el imperialismo. Los voceros de la IC en la
Conferencia sostenían que:
(…) el carácter de la revolución
en América latina era democrático-burgués y anti-imperialista, puesto que la
alianza entre el feudalismo y el imperialismo era el eje del poder; y el feudalismo
el sostén principal del imperialismo y, por lo tanto, mantenerlo era interés
esencial y permanente de la dominación imperialista. Por ello, la lucha
revolucionaria tenía que ser desarrollada ante todo como lucha contra el
imperialismo y las ligas anti-imperialistas eran el instrumento principal de
esa lucha, bajo la dirección de los partidos comunistas (5) .
Sobre el carácter de la
revolución, Mariátegui planteaba que la revolución debía ser socialista. En
cuanto a la relación entre lo nacional y el carácter de clase de la revolución,
estableció diferencias específicas entre Centroamérica y Sudamérica.
Consideraba que en el segundo caso, era incorrecto plantear el
anti-imperialismo como programa. Sobre la relación entre “feudalismo” e
imperialismo, sostenía su carácter temporal, históricamente determinado,
señalaba que tras la liquidación del “feudalismo”, se establecían bases más
amplias para la dominación imperialista, si no se producía una revolución
socialista. Los delegados en el Congreso defendieron estas tesis, se opusieron
a que se formaran las ligas anti-imperialistas en el Perú y fueron duramente
criticados por los delegados de la III Internacional.
V.- Debate sobre “El problema de las razas en América latina”.
La discusión se centró en torno
de si era nacional o de clase el carácter básico del problema del campesinado
indio. Sector social éste que vivía en una situación de servidumbre y la
explotación a que fue sometida tanto por el blanco, desde la conquista
española, hasta el criollo y el mestizo, inclusive. Situación que también trató
de explicarse recurriendo al expediente de la supuesta inferioridad de los
indígenas.
Sobre la situación del indio en
América Latina, Mariátegui sostenía lo siguiente:
Las razas indígenas se encuentran
en la América latina en un estado clamoroso de atraso y de ignorancia, por la
servidumbre que pesa sobre ella, desde la conquista española. El interés de la
clase explotadora, -española primero, criolla después-, ha tendido
invariablemente, bajo diversos disfraces, a explicar la condición de las razas
indígenas con el argumento de su inferioridad o primitivismo. Con esto, esa
clase no ha hecho otra cosa que reproducir, en esa cuestión nacional interna,
las razones de la raza blanca en la cuestión del tratamiento y tutela de los
pueblos coloniales. (…) La explotación de los indígenas en América latina trata
también de justificarse con el pretexto de que sirve a la redención cultural y
moral de las razas oprimidas. (…) La colonización de América Latina por la raza
blanca no ha tenido, en tanto, como es fácil probarlo, sino efectos
retardatarios y deprimentes en la vida de las clases indígenas. La evolución
natural de éstas ha sido interrumpida por la opresión envilecedora del blanco y
del mestizo. Pueblos como el quechua y el azteca, que habían llegado a un grado
avanzado de organización social, retrogradaron, bajo el régimen colonial, a la
condición de dispersas tribus agrícolas. Lo que en las comunidades indígenas
del Perú subsiste de elementos de civilización es, sobre todo, lo que sobrevive
de la antigua organización autóctona. En el agro feudalizado, la civilización
blanca no ha creado focos de vida urbana, no ha significado siempre siquiera
industrialización y maquinismo: en el latifundio serrano, con excepción de
ciertas estancias ganaderas, el dominio del blanco no representa, ni aún
tecnológicamente, ningún progreso respecto a la cultura aborigen (6)
Esta larga cita permite tener una
ligera panorámica sobre las condiciones de vida de la población indígena en el
Perú; la explotación de la que fue objeto; la suplantación de sus formas de
vida y los avances alcanzados en la organización social; el desprecio recibido
por blancos y criollos. A esto se sumaban las tesis de Aristóteles que
consideraba la existencia natural de hombres esclavos y hombres patrones, por
lo cual era conveniente que los primeros sirvan y los segundos manden; pueblos
que naturalmente debían dominar y otros obedecer, tesis con las cuales se
justificaban las invasiones y dominio sobre los pueblos considerados por ellos
“raza inferior”; la expoliación de sus riquezas y suplantación de sus culturas
por las de los europeos; proceso que, junto a la trata negrera, formó parte de
la acumulación originaria de capital en las metrópolis . Por supuesto, para que
existiera una “raza inferior” se supone la existencia también de una “raza
superior”. Los europeos se creían –y aún se creen- esta última “raza” la cual
servía de rasero para medir el progreso de los pueblos. Este discurso, hoy
remozado con elementos del proyecto modernizador y el modernismo, formaba parte
de los instrumentos ideológicos utilizados para implantar y extender en el
tiempo su dominación.
Mariátegui llamaba problema
indígena a la “explotación feudal” de los nativos en la gran propiedad
agraria; pero consideraba además, que el capitalismo estaba imposibilitado como
sistema económico y político para superar esta situación; por el contrario le
sacaba el máximo provecho a la fuerza de trabajo indígena:
El indio, en el 90 por ciento de
los casos, no es un proletario sino un siervo. El capitalismo, como sistema
económico y político, se manifiesta incapaz, en la América latina, de edificar
una economía emancipada de las taras feudales. El prejuicio de la inferioridad
de la raza indígena, le consiente una explotación máxima de los trabajos de
esta raza; y no está dispuesto a renunciar a esta ventaja, de la que tantos
provechos obtiene (7).
En la agricultura, el
establecimiento del salario, la adopción de la máquina, no borran el carácter
feudalizada de la gran propiedad. “perfeccionan, simplemente, el sistema de
explotación de la tierra y de las masas campesinas. Buena parte de nuestros
burgueses y “gamonales” (…) sostienen calurosamente que el problema indígena
es, a su juicio, un problema étnico cuya solución depende del cruzamiento de la
clase indígena con razas superiores extranjeras” (Ibidem). Más adelante
Mariátegui insiste con más fuerza ratificando el desprecio que tanto burgueses
como lo que el llamaba feudales sentían por los indios y los negros; pero
además pone en evidencia la dicotomía prevaleciente en los sectores medios
tratando de simular ser aristócrata o burgués, guardando distancia de la “gente
de color” y, por otro, su cercanía con la plebe de color por su evidente
mestizaje:
(…) la raza tiene, ante todo,
esta importancia en la cuestión del imperialismo. Pero tiene también otro rol,
que impide asimilar el problema de la lucha por la independencia nacional en
los países de la América con fuerte porcentaje de población indígena, al mismo
problema en el Asia o el Afrecha. Los elementos feudales o burgueses, en
nuestros países, sienten por los indios, como por los negros y mulatos el mismo
desprecio que los imperialistas blancos.(…)Y este sentimiento se extiende a
gran parte de las clases medias, que imitan a la aristocracia y a la burguesía
en el desdén por la plebe de color, aunque su propio mestizaje sea demasiado
evidente (8)
Sobre lo señalado acerca de la
situación de los indígenas del Perú y el resto del continente, fue que
Mariátegui y los miembros del PSP, levantaron las tesis del socialismo como la
condición indispensable para superar el estado de cosas en que vivían los
indios; y para la construcción de una vida digna. (…)”Lo que asegura su
emancipación es el dinamismo de una economía y una cultura que portan en su
entraña el germen del socialismo (…). El capitalismo, con sus conflictos, con
sus instrumentos mismos de explotación, empuja a las masas por la vía de sus
reivindicaciones, la conmina a una lucha en la que se capacitan material y
mentalmente para presidir un orden nuevo” (9) . Es necesario resaltar que la
población indígena para 1929 representaba aproximadamente las cuatro quintas
partes de una población total calculada en cinco millones de habitantes. El
peso de la población indígena en la realidad peruana, no impidió que el PSP
sostuviera que el problema fundamental eran las condiciones económicas-sociales
de vida de la población étnica y no la “raza”. Asimismo, no menos del 90 % de
la población indígena trabajaba en la agricultura con míseros salarios pero, la
mayoría de ellos, no dejaron de ser agricultores. En tiempos de cosecha
retornaban a sus pequeñas parcelas, las cuales eran insuficientes para su
subsistencia. En la agricultura peruana para el momento reinaba un régimen de
trabajo “feudal o semi-feudal”. El suelo era trabajado en casi todas las
tierras de latifundio en forma primitiva. Los latifundistas se reservaban las
mejores tierras para ellos; mientras que las pocas en manos de la población
indígena eran exiguas y no permitían que éstos cubrieran sus necesidades
vitales. De modo que los indígenas terminaban trabajando para los
latifundistas.
En la hacienda, los indios, sus
mujeres y niños estaban obligados a prestar servicios gratuitos a los
propietarios, no sólo en la casa-hacienda sino también en las ciudades donde
éstos residían. Situación parecida era la de las minas de explotación del
cobre. Los mineros ganaban salarios que oscilaban entre S/.2.50 a 3.00;
salarios elevados en relación a los veinte o treinta centavos que se pagaban en
las haciendas de la sierra. No se reconocían los derechos de asociación de los
obreros. En las lejanas regiones de la montaña, se sometía en frecuentes casos
a los aborígenes a un “sistema esclavista”(10).
Sobre esta caracterización el PSP
levantó las tesis que, sobre el problema indio, llevaron los delegados de ese
partido a la reunión de la IIIa Internacional. No obstante, los voceros de la
IC defendían lo nacional como el problema principal y por ello proponían la
lucha por la autodeterminación nacional de los indios como la consigna decisiva
de los comunistas en los países pertinentes. Aún cuando el representante del
Secretariado de la IC se vio obligado a admitir que el problema indio era
complejo en América latina; que la consigna de la autodeterminación de las
naciones no lo agotaba; además la consigna con respecto al problema del indio
en el Perú debía ser la lucha por la tierra, los delegados de la IC mantuvieron
el planteamiento de la autodeterminación nacional de los indios por encima de
las reivindicaciones de clase.
Igualmente, un delegado de
apellido Martínez , asistente al evento por Venezuela, planteó la necesidad de
no temer a la posibilidad de instaurar en el Perú un Estado nacional indio-
como parecían temer los delegados peruanos- porque sería un Estado sin clases.
El delegado peruano, argumentando el carácter histórico de todo problema
nacional y que no puede, por tanto, considerarse fuera de cada situación
concreta, sostuvo que: (…)” el problema racial indio no es necesariamente, en
la actualidad, un problema nacional” agregó que la lucha contra la explotación
y dominación de clase que pesaba sobre los indios, era la base de la alianza
entre el proletariado y el campesinado indio; la liberación del indio de esa
explotación y dominación de clase, era la condición para devolver al indio su
capacidad para desarrollar libremente su cultura y sus derechos étnicos”(11).
Más adelante planteó rotundamente (…)“rechazo de manera terminante esta
concepción antimarxista. No sólo una revolución nacionalista; no sólo una
revolución democrática-burguesa; sino tampoco una revolución proletaria, será
capaz de crear automáticamente un Estado sin clases” (12).
La sobre-explotación y la
violencia sistemática ejercida sobre los indígenas por parte de los hacendados
y las autoridades al servicio de éstos, llevó a los indios a diversas sublevaciones
que pasaron de ser inicialmente incidental y locales, a extenderse a regiones más
o menos extensas, las cuales fueron reprimidas –la mayoría de ellas- con
verdaderas matanzas (13)..
Para Mariátegui el problema
indígena se identificaba con el de la tierra. La ignorancia, el “atraso” y la
miseria no son más que consecuencia de su situación de servidumbre. Su
reivindicación fundamental era la tierra; por tanto, consideraba que los
indígenas debían dar un carácter organizado, sistemático, definido a esta reivindicación;
tarea que debían realizar activamente.
También consideró que la
formación ideológica de los indígenas sería posible en tanto que en los centros
urbanos y las minas (…)” entran en contacto con el movimiento sindical y
político. Se asimilan sus principios y se capacitan para jugar un rol en la
emancipación de su raza (…)Los indios campesinos no entenderán de veras sino a
individuos de su seno que les hablen su propio idioma” (…) (14). A ello
agregaba los métodos de auto educación, la lectura regular de los órganos del
movimiento sindical y revolucionario de América latina, de sus opúsculos; de
las correspondencias con los compañeros de los centros urbanos. Así entendía se
cumpliría su misión educadora. Además agregaba: “Una conciencia revolucionaria
indígena tardaría quizás en formarse; pero una vez que el indio haya hecho suya
la idea socialista, le servirá con una disciplina, una tenacidad y una fuerza,
en la que pocos proletarios de otros medios podrán aventajarlo”(15). Consideró
de primera importancia, darle al movimiento indígena, o negro, agrícola e
industrial un carácter neto de lucha de clases; pero añadía que el problema
indígena variaba de acuerdo con los países en tanto vivían situaciones que se
diferenciaban unas de otras.
Con respecto a los negros en
aquellos países en los cuales las grandes masas de éstos tenían una influencia
significativa, también las consideró como un problema social y económico
importante: (…)” en su rol de explotados, nunca están aislados, sino que se
encuentran al lado de los explotados de otros colores. Para todos se plantean
las reivindicaciones propias de su clase”(16) .
VI.- El Carácter del partido: dos posiciones.
Fue uno de los temas más
polémicos en la Conferencia entre los delegados de la IC y los representantes
del Partido Socialista del Perú. Fue donde mayormente recayó la crítica de los
delegados de la IC, los cuales rechazaron la idea del PSP, reclamaban su
abandono y la inmediata fundación de un Partido Comunista. Se le criticaba al
PSP que su base obrera y campesina no era clasista; mientras que a los peruanos
se les instaba, simultáneamente, a organizar a ambos sectores en un partido
comunista. La idea de incorporar intelectuales al socialismo y al partido
también se les criticó por abrir las puertas a la pequeña burguesía como clase,
insistiendo que los intelectuales –así en abstracto- eran normalmente
traidores. Sin embargo, la mayoría de los partidos comunistas representados en
la Conferencia eran abrumadoramente intelectuales; y todos los voceros de la IC
igual. Al parecer se escondía detrás de las posiciones asumidas por los
delegados de la dirección estaliniana de la III Internacional, lograr la total
sumisión de los partidos comunistas de los países asistentes a los dictados de
la dirección política de la IC (¿dominio eurocentrista?, ¿pensamiento único?).
Al respecto, un delegado de la IC sobre el debate acerca del Partido Socialista
Revolucionario de Colombia (PSRC), se expresó así:
(…) tengo la impresión (…) de que
la adhesión del PSRC a la Internacional Comunista, no es motivada por la
tendencia de modificar su ideología y encuadrar su acción táctica a los
distados del KOMINTERN, sino que se trata de un partido que desea ampararse en
el prestigio de la IC, verse apoyado por el movimiento comunista mundial para
tomar el poder y luego no seguir el camino que le trace la III Internacional
(…) (17)
Puede inferirse los temores de
los representantes de la III Internacional sobre el PSP, cuyos documentos contradecían
las tesis principales de la IC para el continente y sus delegados defendían sus
argumentos o criticaban otros con total independencia. Tenían que asumir esa
posición en virtud de la formación y la cultura política que habían aquilatado
durante tiempo de militancia al lado de Mariátegui. Éste hasta septiembre de
1929 defendió con vehemencia el carácter socialista del partido. Apenas murió
en Abril de 1930, la IC envió comunicación a la dirección del partido
presionando de nuevo para su conversión en partido comunista. Esta vez la IC se
anotó un triunfo. En mayo del mismo año el PSP se convirtió en el PCP. Desde
ese momento su accionar pasó a ser guiada estrictamente por las directrices de
la cúpula dirigencial de la Internacional mencionada.
VII.- Política Colonial Burguesa e Imperialista Frente a las “Razas”
El capitalismo se sirvió de los
sectores “feudales” para explotar en su provecho a las masas campesinas. Como
en toda la América, los conquistadores españoles a su llegada cumplieron una
doble función: por un lado convirtieron a la población indígena a la religión
católica y, en el orden temporal, la encomienda debía proporcionar a la corona
un tributo correspondiente, sin prejuicio de que el encomendero sacara para sí
la cantidad que creyera conveniente. A lo largo del proceso colonizador, los
curas aliados a las clases dominantes nacionales inculcaron en los indios un
fanatismo religioso que, en gran medida, transformó las creencias iniciales de
los indígenas. Sólo una conciencia de clase –decía Mariátegui- ; sólo el “mito”
revolucionario con su profunda raigambre económica, y no una infecunda
propaganda anti-clerical, lograrán sustituir los mitos artificiales impuestos
por la `civilización` de los invasores y mantenidos por las clases burguesas,
herederas de su poder. Había que conocer “la realidad concreta” para en
consecuencia, trazar las políticas que hicieran posible la transformación de
esa realidad. Además agregaba:
(…) nuestra investigación de
carácter histórico es útil; pero más que todo debemos controlar el estado
actual y sentimental, sondear la orientación de su pensamiento colectivo,
evaluar sus fuerzas de expansión y de resistencia; todo esto (…) está
condicionado por los antecedentes históricos, por un lado, pero,
principalmente, por sus condiciones económicas actuales (…)(18)
Esta visión de Mariátegui superaba la
concepción pragmática, empirista e inmediatista de la política al fundamentarla
en la investigación histórica; pero también ponía énfasis en “controlar el
estado actual y sentimental” de los indígenas para “sondear la orientación de
su pensamiento colectivo”; es decir, Mariátegui consideraba de vital
importancia la animosidad de los sujetos para saber cómo estaban pensando como
colectivo y hacia dónde se orientaba ese pensamiento. Se preocupaba por la
subjetividad de los indígenas, cómo se representaban su realidad, cuáles eran
sus verdades, sentimientos y aspiraciones porque comprendía que a los pueblos
los mueven sus verdades no el voluntarismo preclaro ni omnipresente.
Sobre estas reflexiones
Mariátegui le propuso un Programa de Lucha a la población indígena
latinoamericana como base para una alianza histórica que creara las condiciones
socio-políticas para su liberación de la situación de servidumbre y explotación
de los sectores dominantes.
VIII.- Tareas Fundamentales para la Población Indígena
En las páginas anteriores se
describe, de manera sucinta, la exposición de Mariátegui sobre la situación de
las razas en América latina. A continuación se reseñarán las tareas que según
él debían cumplir los Partidos Comunistas en el continente. Con estas tareas el
Amauta peruano buscaba impedir que las burguesías del continente le imprimieran
una orientación racial al problema de las razas y contraponer el carácter
económico y social de esta problemática. He de señalar que la IC se puso en
contra, en lo que a la “raza negra” se refiere, de las campañas que tendían a
la formación de lo que ellos llamaron el “sionismo negro” en América latina.
Las reivindicaciones que según
Mariátegui estaban planteadas en aquel momento y por las cuales debían luchar
los trabajadores indios y negros explotados, serían las siguientes:
1. “Lucha por la tierra para quienes la trabajan, expropiada sin
indemnización.
1.1.- Latifundios de tipo primitivo: fragmentación y ocupación por parte
de las comunidades colindantes y por los peones agrícolas que las cultivan,
posiblemente organizados en forma comunitaria o colectiva.
1.2.-Latifundios de tipo industrializado: ocupación por parte de los
obreros agrícolas que los trabajan, organizados en forma colectiva.
1.3.-Los parceleros propietarios que cultivan su tierra, quedarán en
posesión de las mismas.
2.- Formación de organismos específicos: sindicatos, ligas campesinas,
bloques obreros y campesinos, ligazón de estos mismos por encima de los
prejuicios raciales, con las organizaciones urbanas.
2.1.- Lucha del proletariado y del campesinado indígena o negro, para las
mismas reivindicaciones que constituyen el objetivo de sus hermanos de clase
pertenecientes a otras razas.
2.2.- armamento de obreros y campesinos para conquistar y defender sus
reivindicaciones.
3.- Derogación de leyes onerosas para el indio o el negro: “sistemas
feudales esclavistas”, conscripción vial, reclutamiento militar,etc”
(Mariátegui; 256 y 257).
Únicamente, señalaba Mariátegui,
la lucha de los indios, proletarios y campesinos, en estrecha alianza con el
proletariado mestizo y blanco contra el régimen feudal y capitalista, pueden
permitir el libre desenvolvimiento de las características raciales indias y
podrá (…)”crear la ligazón entre los indios de diferentes países, por encima de
las fronteras actuales que dividen antiguas entidades raciales, conduciéndolas
a la autonomía política de su raza”(19).
Como es notable, Mariátegui
propone una alianza histórica entre los sectores revolucionarios y
potencialmente revolucionarios del Perú y del resto del continente en torno a
un Programa que recoje las más sentidas reivindicaciones y las tareas
históricas de los sectores que integren la alianza, para construir una fuerza
ética-política alternativa, un nuevo bloque de poder que diera al traste con la
dominación feudal-capitalista y la construcción del socialismo; pero no el
socialismo europeo –ese que se pareció mucho al capitalismo- sino un socialismo
con rostro latino, sin predeterminar el sujeto de antemano sino descubriéndolo
por su compromiso práctico con el proyecto de transformación revolucionaria de
la sociedad a través del análisis concreto de la situación concreta que se
plantió transformar; un socialismo construido a partir de la cosmovisión del
continente, con nuestro sincretismo cultural, combinando razón, pasión y
“mito”; entendido como una construcción permanente y de todos los días: el
Socialismo Indoamericano.
Estas reflexiones y la
experiencia vivida por el Amauta pudieran contribuir a alumbrar el complejo
camino que debemos transitar los revolucionarios y revolucionarias del
continente en este siglo, para cumplir exitosamente con los retos que tenemos
por delante.
NOTAS:
1 GUERRA, Martín. (2007)
Mariátegui y el Che Guevara: Tres coincidencias, dos paralelos y una
concepción. La Mancha, año 5, Nª 38, , Caracas, Venezuela, págs. 8 y 9.
2 Entendemos por síntesis y
superación al proceso mediante el cual se toman los elementos que son
considerados revolucionarios de una teoría (y se dejan los que se consideran
perdieron vigencia para explicar la realidad que se estudia), y con ellos se
reelabora una nueva teoría que sería la resultante de todas, que contiene
elementos de todas pero que no es ninguna de ellas en particular, en su
esencia. La nueva teoría supera a sus precededoras. Supera las posibles
contradicciones que puedan tener y funcionan como complementariedad.
3 BETTA, Lorena. José Carlos
Mariátegui o el socialismo indo- americano, www.alertart.com
4 QUIJANO, Anibal.(2005) José
Carlos Mariátegui (Textos Básicos) , Fondo de Cultura Económica (Colección
Tierra Firme), México, p. 198.
5 Ibid 198 y 199
6 Mariátegui, citado por Quijano;
210, 211 y 212.
7 Ibid; 213.
8 Ibid; 215.
9 Ibid; 217 y 218).
10 Ibid 221, 222 y 223
11 Ibid; 200.
12 Ibid
13 Ibid; 224
14 Ibid 226
15 Ibid 227
16 Ibid 233
17 El Movimiento Revolucionario
Latinoamericano. Versiones de la Primera Conferencia Latino Americana. Ed.
Revista La Correspondencia Suramericana, Buenos Aires, p. 3 citado por Quijano
en (2005) José Carlos Mariátegui (Textos Básicos) , Fondo de Cultura Económica
(Colección Tierra Firme), México, p. 201.
18 (Ibid; 238).
19 Mariátegui; 257
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
BETTA, Lorena. José Carlos
Mariátegui o el socialismo indo- americano, www.alertart.com
GUERRA, Martín. (2007) Mariátegui
y el Che Guevara: Tres coincidencias, dos paralelos y una concepción. La
Mancha, año 5, Nª 38, págs. 8 y 9 , Caracas, Venezuela.
MARIÁTEGUI, José Carlos. (1984)
Obra Política. Ediciones Era, S.A., México
QUIJANO, Anibal.(2005) José
Carlos Mariátegui (Textos Básicos) , Fondo de Cultura Económica (Colección
Tierra Firme), México.
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