Inmanencia
y trascendencia de la praxis. Observaciones sobre la
concepción de la historia en Vico y Marx
The Immanence and Transcendence of
Praxis. Observations on the Conception of History in Vico and Marx
Lorena
Fuentes y Jaime Massardo
Octubre
del 2007.
Resumen
Nuestro
artículo muestra cómo la noción de praxis constituye el punto de partida de la
proposición cognitiva que encontramos tanto en la obra de Giambattista Vico
(1668–1744) como en la de Karl Marx (1818–1883). La praxis, concebida como la
forma específica en que los seres humanos buscamos satisfacer nuestras
necesidades materiales y espirituales, se transforma —dada esa misma
especificidad— en el demiurgo de la historia, y va trazando los caminos por
donde se desliza su acaecer. Pensada en estos términos, la praxis se nos
presenta como un fenómeno esencialmente inmanente. Nuestra indagación muestra,
sin embargo, que esta misma praxis pugna también por "recuperar" la
infinitud, por trascender. A través de la búsqueda de la satisfacción de esta necesidad,
la praxis deviene portadora de la lucha por la trascendencia; más aún, se
transforma en el vehículo por excelencia de su búsqueda...
Palabras
claves: Praxis, inmanencia, trascendencia, historia, filosofía, conocimiento.
Abstract
Our article shows how the notion of
practices constitutes the point of departure of the cognitive proposition found
in the works of Giambattista Vico (1668–1744) and Karl Marx (1818–1883).
Praxis, conceived as the specific form in which human beings seek to satisfy
our spiritual and material necessities, is transformed, given this specificity
in the Demiurge of history, and blazes its own trail. Thus considered, praxis
is an essentially immanent phenomenon. Our findings show, however, that praxis
also struggles to recover infinity, to transcend. Through the search for
satisfaction of this necessity praxis becomes the bearer of the fight for
transcendence and, beyond that, the vehicle par excellence of its search.
Key words: Immanence, transcendence,
history, philosophy, knowledge
La filosofia sella praxis continua la filosofia della
immanenza, ma la depura di tutto il suo aparato
metafísico e la conduce sul terreno concreto della storia.
Antonio
Gramsci
I
Diversos
vínculos y momentos de continuidad —así como de ruptura— entre el pensamiento
de Giambattista Vico y el de Karl Marx han sido señalados por distintos autores
que han venido contribuyendo a desbrozar un terreno privilegiado desde el punto
de vista de las posibilidades del enriquecimiento del historicismo crítico.(1)
Sin embargo, a pesar del enorme interés que presentan estos trabajos, la
temática dista mucho de parecer agotada y la riqueza de los problemas planteados
sugiere más bien que el estudio de las relaciones entre Vico y Marx no se
encuentra sino en una fase inicial. Es justamente en el ámbito del estudio de
estas relaciones y, en particular, a propósito del estatuto de la función de la
praxis en el interior de la concepción de la historia subyacente en ambos
pensadores, donde buscan indagar las líneas que siguen.
En
esta perspectiva conviene recordar inmediatamente aquí, como una primera
observación, que, tanto para el pensamiento de Vico como para el de Marx, la
actividad de los seres humanos en la historia supone una operación cognitiva.
De acuerdo con Vico —ese "primer verdadero filósofo de la historia de la
época moderna" (Horkheimer, s/f: 113), que, oponiéndose a la conciencia
inmediata de pensamiento, al cogito ergo sum, había "sostenido con energía
contra Descartes el valor del método propio del conocimiento histórico"
(Cassirer, 1991: 84)—, podemos conocer solamente aquello que nosotros mismos,
los seres humanos, hemos realizado. "Criterio y norma de lo verdadero —nos
dice ya en Dell'antichissima sapienza italica, un texto de 1710— es haberlo
hecho" (Vico, 1953a: 440); esto es, de acuerdo con algunos de sus
comentaristas, "que la condición necesaria para conocer de verdad las
cosas consiste en producirlas" (Mondolfo, 1960: 72), o de otro modo, que
para Vico, "la verdad o verum es idéntica a lo creado o factum"
(Löwith, 1958: 172), porque para él, verum est ipsum factum. Ambos términos
son, entonces, reductibles el uno al otro (verum et factum convertuntur). Si
esto es así, el conocimiento al que los seres humanos podemos acceder —en el
sentido de verum— es la historia —la "historia de las naciones", dirá
Vico—, porque somos nosotros mismos los que la hemos hecho (factum). Es este el
protocolo por el que Vico, aun sin denominarla explícitamente de este modo,
introduce la noción de praxis en la concepción de la historia,(2) y es a través
de esa historia hecha por los propios seres humanos, donde, como anota a
nuestro juicio con toda justeza Paolo Cristofolini (1995: 23), "se sitúa
el gran vuelco del punto de vista de la epistemología del siglo XVII..(3)
En
la densa noche de tinieblas de la que está cubierta la más remota antigüedad
tan distante de nosotros —nos dice Vico en 1744, en un célebre parágrafo de la
última redacción de los Principj di Scienza nuova que muestra con toda claridad
esta concepción de la historia—, aparece esta luz eterna que nos eleva, esta
verdad de la cual no se puede a condición ninguna dudar: que el mundo civil ha
estado ciertamente hecho por los hombres, por lo que se puede y se debe
encontrar sus principios dentro de las modificaciones de nuestra propia mente
humana. De ahí que cuantos reflexionen sobre ello deben quedar maravillados de
que todos los filósofos intentaran seriamente conseguir la ciencia del mundo
natural, el cual, como ha sido hecho por Dios, solamente Él tiene la ciencia, y
descuidaran meditar sobre este mundo de las naciones o mundo civil, cuya
ciencia podían alcanzar los hombres por ser ellos quienes lo han hecho (Vico,
1953b: 479).
Este
parágrafo resulta entonces crucial para la comprensión de la concepción de la
historia que construye Vico y debe valorarse en toda su dimensión.(4) Al
separar el conocimiento de la historia de aquel de la naturaleza —solamente posible
para Dios—, entregando a los seres humanos la posibilidad de acceder al
primero, puesto que es su propia obra, Vico, junto con ir conformando los
primeros pasos del objeto de las ciencias humanas (Cristofolini, 1990: 311–319;
Busom, 1989: 7–26), abre toda una reflexión sobre los seres humanos mismos,
sobre sus posibilidades y sus potencialidades, humanizando la historia y
desbrozando el camino hacia el historicismo. Por su propia naturaleza, la
historia pensada en estos términos coloca, entonces, en el centro de su
acaecer, la praxis de los seres humanos que la construyen.
Para
Vico, esta perspectiva involucra una metodología del quehacer historiográfico
que, al poner el énfasis en la búsqueda de la comprensión de los mitos, las
fábulas, los cuentos, los rumores, la música, el teatro, los bailes —la lógica
poética (Vico, 1953b: 516–572)—, así como de la lengua en sus diversas
connotaciones y acepciones —"los hablares vulgares deben ser los
testimonios más sólidos de las antiguas costumbres de los pueblos" (Vico,
1953a: 441)—, busca también, necesariamente, en el mismo acto, apropiarse de la
subjetividad que impregna las fuentes, historizar la narración historizando al
narrador, intentando registrar una visión del mundo tal y como era visto e interpretado
por los seres humanos que han vivido en cada época. El historiador debe
entonces estar provisto de imaginación.
El
conocimiento que se posee de otros seres humanos es complementado, representado
con más o menos verosimilitud, sistematizado, corregido y justificado por
métodos científicos, pero nunca es adquirido por tales métodos. Para Vico,
dicho conocimiento es el resultado de la capacidad que tiene el hombre para la
comprensión imaginativa. La tarea de los historiadores no puede ser llevada a
cabo sin contar con esta facultad (Berlin, 2000: 64).(5)
Más
aún, en contra del cartesianismo dominante en la cultura científica de su
época, esta facultad permitirá mostrar la superioridad de los estudios
humanísticos con respecto a las ciencias naturales. Éstas sólo pueden aspirar a
ser ciertas (certum) —"los hombres que no saben la verdad de las cosas
procuran atenerse a lo cierto", dirá Vico (1953a: 438)—, pero la ciencia
—los estudios humanísticos, el estudio de la cultura, la historia, en el
sentido de la Scienza nuova— exige verdades (verum), y esas verdades solamente
podemos garantizarlas desde lo que nosotros mismos hacemos porque verum est
ipsum factum y fuera de esta relación, como es el caso de las ciencias
naturales, no pueden existir la verdad (Grassi, s/f: 9–37)...(6)
Para
acceder a la vida social de una época, el historiador debe reconstruirla por
medio de su arte, utilizando "la función cognoscitiva de la ficción"
(Bermudo, 1999: 22). Para ello debe poder interpretar correctamente las fuentes
(mitos, fábulas, cuentos, rumores, música, bailes, lenguas, escritos diversos),
y por lo tanto debe disponer de la imaginación necesaria para acceder a la
naturaleza de las cosas. Y "la naturaleza de las cosas —escribe Vico en
los Principj di Scienza nuova—, no está sino en que éstas nacen en ciertos
tiempos y bajo ciertas circunstancias" (Vico, 1953b: 440), (7) con lo que
pone de manifiesto su convicción de la identidad entre filosofía e historia,
ergo, de la identidad entre sujeto y objeto de conocimiento, lo que conlleva
necesariamente —y conviene retener aquí este aspecto— el carácter inmanente de
las posibilidades del conocimiento humano. Inmanencia que contribuirá de manera
decisiva a echar las bases del historicismo, en el sentido con que lo enuncia
Arnaldo Momigliano (1993: 204) cuando escribe que "el historicismo es el
reconocimiento de que cada uno de nosotros ve los acontecimientos pasados desde
un punto de vista determinado o por lo menos condicionado por nuestra propia
cambiante situación individual en la historia". "No se puede ser
filósofo —escribirá Antonio Gramsci (1977: 1376–1377) desde la cárcel—, es decir
tener una concepción del mundo críticamente coherente, sin la conciencia de su
historicidad". Es en esta perspectiva, probablemente, que Isaiah Berlin
(2000: 20) podrá decir que "nadie ha subrayado la importancia del método
de la comprensión histórica más audaz y vehementemente que Vico".
"Dudo que alguien antes de Vico —reafirma—, tuviera una noción tan clara
de cultura y de cambio histórico en este sentido" (Berlin, 2000: 24).
La
praxis humana registrada así desde sus formas subjetivas —"conocemos la
realidad solamente en relación con el hombre", diría Gramsci (1977:
1416)—, empuja a Vico a construir una interpretación metafórica de la historia
donde la edad de los dioses —"en la que los gentiles creían vivir bajo
gobiernos divinos y todas las cosas les eran ordenadas mediante los auspicios y
los oráculos, que son las cosas más viejas de la historia profana" (Vico,
1953a: 388)—, la de los héroes —"en la que estos héroes reinaron en todos
los sitios mediante repúblicas aristocráticas, basadas en una cierta diferencia
por ellos manifestada de su superior naturaleza respecto a la de sus
plebeyos" (Vico, 1953a: 388)—, y por último, la de los hombres —"en
la que todos se reconocieron ser iguales en cuanto a su naturaleza humana"
(Vico, 1953a: 388)—, se repiten, dándole forma a los corsi e ricorsi que, por
medio de la praxis de los seres humanos, trazan el espiral del movimiento de su
historia sin que en ningún momento recurra a una explicación exterior a la
actividad propia de estos mismos seres humanos, rompiendo así también, junto
con el racionalismo cartesiano, con la historia pensada como la realización de
la voluntad divina, característica de la historiografía cristiana, que alcanza
su mayor expresión a fines del siglo XVII con Jacques Bénigne Bossuet, obispo
de Meaux (Bossuet, 1681). "El Dios de Vico es tan omnipotente que puede
abstenerse de intervenciones especiales", apunta Karl Löwith (1958: 179).
Desde la percepción de Vico, la voluntad de Dios actúa, en realidad, como un
trazado general que los seres humanos pueden seguir o no... "El hombre
tiene libre albedrío —escribe Vico—, pero es ayudado por Dios de forma natural
mediante la Divina Providencia" (Vico, 1953a: 438) —entendiendo la
Providencia como el orden por el que la voluntad divina conserva todas las cosas—
y, como señala Cristofolini (1995: 22) —conviene también retener esta
afirmación—, "la Providencia, en la acepción que Vico le da, es una fuerza
inmanente, expresándose en la naturaleza, en los hombres y en las leyes",(8)
por decirlo así, ella está en la acción y en el resultado mismo de cada acción.
"¿No había encontrado ya Vico que la Providencia no opera ab extra en la
historia —se preguntará Antonio Labriola (1973, vol. II: 519), siglo y medio
después de la aparición de la última redacción de los Principj di Scienza
nuova—, sino al contrario, opera como aquella persuasión que los hombres tienen
de su existencia?"...
II
En
sus primeros trabajos, entre 1842 y 1845, Marx se preocupa de la crítica de la
religión, de la filosofía, del derecho, del Estado, de la política y de la
economía política. Es durante ese período —y desde el marco teórico de la
concepción de Ludwig Feuerbach, el que a su juicio ha proporcionado "una
fundamentación filosófica al socialismo" (Marx, 1982a: 679)—,(9) que Marx
se desprende lentamente de la impronta del análisis político hegeliano, del
Estado como "sistema de interés general" (Marx, 1982a: 319) a través
del encuentro con la propia realidad que contradice el esquema con el que busca
confrontarla. El examen de la censura a la prensa (Marx, 1982a: 173–219) y de
la legislación sobre los robos de leña en Renania (Marx, 1982a: 248–283) o la
miseria de los trabajadores agrícolas de Mosela (Marx, 1982b: 65) develan la
situación de las clases sociales y la naturaleza de las instituciones; la
propiedad privada deja entrever la apropiación privada y ésta el papel de la
división del trabajo. El reconocimiento de la importancia de las relaciones
materiales, las que Georg Wilhelm Friedrich Hegel, "siguiendo el
precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, comprendía bajo el
nombre de 'sociedad civil'", (Marx, 1982b: 66) empuja a Marx hacia una
nueva lectura de la historia (Sánchez Vásquez, 1974).
Será
la sublevación de los trabajadores de Silesia, en junio de 1844, la que actúe como
elemento revelador de esta lectura, facilitándole un ejemplo flagrante sobre la
función transformadora de la praxis (entendida como acción, su acepción
original en griego).(10) Es allí donde toma forma sustantiva su concepción de
la auto–emancipación revolucionaria del proletariado y por tanto, las
posibilidades de éste para revertir las condiciones de dominación del
capitalismo y hacer la historia desde la lucha social, desde la praxis. A
partir de los acontecimientos de Silesia —escribe Michael Löwy (1972: 148)—,
"el socialismo no se presenta como una teoría pura, una idea nacida en la
cabeza del filósofo sino como una praxis". "El hombre tiene su acta
de nacimiento, que es la historia —anotará Marx ese mismo año en sus
Manuscritos económico–filosóficos—, la historia es la verdadera historia
natural del hombre" (Marx, 1982a: 655)...
En
esta historia que hacen los seres humanos modificando las condiciones sociales
en las que se encuentran y modificándose a sí mismos al modificar dichas
condiciones, en un movimiento incesante que actúa como motor del acaecer de esa
misma historia, Marx encuentra el punto de partida de su visión del mundo, la
que permanecerá constante a través de toda su obra.(11) La formalización de
esta postura es registrada, precisamente, en sus once Tesis sobre Feuerbach,
(Marx, 1976, vol. I: 7–10) redactadas en abril o mayo de 1845 y, como dice
Ernst Bloch (1976, vol. I: 301), "muy probablemente en el cuadro del
trabajo preliminar de su Ideología alemana"; Tesis que Friedrich Engels
adjuntará como apéndice a su Ludwig Feuerbach und der Ausgang der klassischen
deutschen Philosophie, publicado en 1888 (Engels, 1976, vol. III: 353–395).
"He encontrado en un viejo cuaderno de Marx las once tesis sobre Feuerbach
que se insertan en el apéndice", escribe Engels (1976, vol. III: 354),
tesis "de un valor inapreciable" (Engels, 1976, vol. III: 354) que
contienen "el germen genial de la nueva concepción del mundo"
(Engels, 1976, vol. III: 354).
Esta
"nueva concepción del mundo" propone una clave de lectura de la
historia, de la historia de los seres humanos —en rigor no hay otra— que pone
en su centro la filosofía de la praxis, la cual, a pesar de lo que un poco
ligeramente se ha escrito, no constituye simplemente otra forma de denominar el
marxismo —noción con la cual por lo demás el propio Marx nunca se mostró
demasiado de acuerdo ("je ne suis pas marxiste" ("yo no soy
marxista"), dijo alguna vez en francés a su yerno, Paul Lafargue) (Engels,
1972: 392)—, sino una concepción que apunta a restablecer la dimensión
filosófica de una operación cognitiva que está en la base de la propia obra
marxiana, colocando la actividad humana, la "actividad humana
sensible" (Sinnlichkeit), (Marx, 1976: 24) (12) la praxis, como el
verdadero demiurgo de la historia (Labica y Bénsussan, 1985 : 908–912). El
protocolo de estos enunciados constituye el eje de la Tesis...
El
defecto fundamental de todo el materialismo anterior, incluido el de Feuerbach
—escribe Marx en la primera de ellas—, es que sólo concibe las cosas, la realidad,
la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como
actividad humana sensible (Sinnlichkeit), no como práctica, no de un modo
subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por
oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo,
naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal. Feuerbach
quiere objetos sensoriales, realmente distintos de los objetos conceptuales;
pero tampoco él concibe la propia actividad humana como una actividad objetiva
(Marx, 1976: 24).(13)
La
reflexión de Marx a propósito de la praxis muestra con toda precisión la
dimensión cognitiva de la concepción de la historia que comentamos:
El
problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva
—anotará en la segunda tesis—, no es un problema teórico, sino un problema
práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es
decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio
sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica,
es un problema puramente escolástico... La vida social, en esencia —continuará
en la octava tesis—, es práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría
hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en
la comprensión de esta práctica (Marx, 1976: 24).(14)
"Comprensión
de esta práctica", ergo, en la praxis y en la filosofía que con ella se
construye, aquella que para Labriola (1973, vol. II: 702) representa "el
meollo (il midollo) del materialismo histórico... la filosofía inmanente a las
cosas sobre las cuales filosofa", una filosofía que va "de la vida al
pensamiento y no del pensamiento a la vida" (Labriola, 1973: 702) porque,
como señala Gramsci (1977: 1438), "la filosofía de la praxis continúa la
filosofía de la inmanencia, pero la depura de todo su aparato metafísico y la
conduce al terreno concreto de la historia".(15) "La filosofía de la
praxis —agrega el mismo Gramsci (1977: 1437)— es el "historicismo"
absoluto, la mundanización y terrenalidad absoluta del pensamiento, un
humanismo absoluto de la historia". Estamos aquí entonces frente a la
categoría esencial de la concepción de la historia en Marx. El trabajo del
historiador, al menos tal como nosotros lo entendemos, tiene como objeto la
comprensión de esta praxis...
La
teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias
—continúa Marx— y de la educación, y de que, por tanto, los hombres modificados
son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida
que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias
y que el propio educador necesita ser educado... La coincidencia de la
modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede
concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria (Marx,
1976).(16)
"El
propio educador necesita ser educado". La praxis se revierte, se
"trastoca", transformando a los propios seres humanos que la
realizan, los que al modificar las condiciones sociales en las que se
encuentran van modificándose a sí mismos.(17) Lo que educa entonces al educador
son las circunstancias concretas que enfrenta en su praxis. El educador es
educado por su propia acción, la que no subsiste fuera de esta relación,
constituyéndose en una relación inmanente, la que forma parte de la
historicidad de las premisas del propio Marx. "El sujeto, la moderna
sociedad burguesa en este caso es algo dado en la realidad como en la mente
—escribe en 1857— y las categorías expresan por lo tanto formas de ser,
determinaciones de existencia, a menudo simples aspectos, de esta sociedad determinada"
(Marx, 1982b: 56).
Una
formación social jamás perece—agrega dos años después en el prólogo a la
Contribución a la crítica de la economía política— hasta que no se hayan
desarrollado todas las fuerzas productivas para las cuales resulta ampliamente
suficiente y jamás ocupan su lugar relaciones de producción nuevas y superiores
antes de que las condiciones de existencia de las mismas no hayan sido
incubadas en el seno de la propia antigua sociedad. De ahí que la humanidad se plantee
sólo aquellas tareas que puede resolver, pues considerándolo más profundamente
siempre hallaremos que la propia tarea sólo surge cuando las condiciones
materiales para su resolución ya existen o, cuando menos, se hayan en proceso
de devenir (Marx, 1982b: 67).
Quizás
por ello para Gramsci (1977: 1438) "el término "inmanencia" en
la filosofía de la praxis tiene un significad bien preciso"...
Tratándose
de los alemanes, situados al margen de toda premisa —escribe Marx, en la
Ideología alemana, abordando otro aspecto de la praxis—, debemos comenzar
señalando que la primera premisa de toda existencia humana y también, por
tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para "hacer
historia", en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace
falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas más. El
primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios
indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la
producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho
histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que
hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas,
simplemente para asegurar la vida de los hombres.... Por consiguiente, lo
primero, en toda concepción histórica, es observar este hecho fundamental en
toda su significación y en todo su alcance y colocarlo en el lugar que le
corresponde... Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la
acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello
conduce a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades nuevas constituye
el primer hecho histórico. (Marx, 1962: 208, anexo a Fromm, 1962).
La
continuidad con el razonamiento de Vico resulta aquí igualmente notable.
"Los hombres primeramente sienten lo necesario" (Vico, 1953b: 459),
había escrito éste en los Principj di Scienza nuova un siglo antes.(18)
La
necesidad surge en su pensamiento como la condición del desenvolvimiento de la
historia. La praxis es percibida como una respuesta humana a necesidades
humanas.(19) "La fuerza impulsora de la situación existente es la
conciencia de una necesidad —anotará Rodolfo Mondolfo (1964: 15)— ...una férrea
necesidad, pero no una necesidad externa a los hombres, sino más bien una
necesidad que ellos sienten en su conciencia", porque "no hay una
dialéctica de las cosas que se desarrolle por sí" (Mondolfo, 1964: 15). Es
a través de esta "práctica históricamente decisiva, humanamente esencial"
(Löwy, 1972:165), de esta "praxis que se desarrolla por la fuerza
impulsiva de la necesidad" (Mondolfo, 1971: 94), que, de acuerdo con esta
líneas de argumentación, vamos construyendo entonces nuestro camino, que vamos
haciendo nuestra historia. Dialéctica, por lo tanto, entre necesidad y praxis
que parece haber despuntado, en tanto concepción de la historia, en los tiempos
de las luchas sociales de Firenze durante el siglo XVI en los escritos de
Niccolò Machiavelli y Francesco Guicciardini,(20) a partir de los cuales sería
posible rastrear una serie de pasos que nos conducirían, primero hasta Vico
(Croce, 1955: 583–587) y luego hasta Marx. "Dialéctica —por lo tanto— de
la praxis humana, en una palabra, de la historia" (Mondolfo, 1971: 94),
que coloca la necesidad en el centro de la explicación de su acaecer,
resolución que conduce a los seres humanos a transformarse con ella y en
ella...
Es
interesante no perder de vista esta relación de continuidad que se establece
entre Vico y Marx. Para Marx (1862), Vico poseía "el sello del genio"
y —cosa poco frecuente en sus escritos—, valoraba muy altamente su trabajo.
"Como dice Vico —escribía en una conocida nota de Das Kapital — la
historia del hombre se distingue del mundo de la naturaleza en que nosotros
hemos hecho la primera y no la segunda" (Marx, 1975, t. I: 453). Esta
valoración de Marx hacia los trabajos de Vico, los que lee con entusiasmo, no
será, sin embargo, recogida por los marxistas de la Internacional socialista, y
no será estudiada y desarrollada sino a través de los debates del pensamiento
crítico italiano durante el cambio de siglo. Puede recordarse aquí que, en un
clima marcado por una gran ausencia de trabajos de Marx,(21) la introducción de
las Tesis... en Italia a través de la labor de Antonio Labriola y de sus relaciones
con Friedrich Engels (Massardo, 2006: 42–64), estimulará un debate en el que
destaca ese "noeud à trois"—como lo llama Biagio De Giovanni (1988:
162)— que conforman Benedetto Croce, Giovanni Gentile y el propio Labriola,
nudo "cuya reconstitución puede reservar todavía sorpresas" (De
Giovanni, 1988: 162), y que "marca la historia del paso de Marx por
Italia" (De Giovanni, 1988: 162). La influencia de Vico debe situarse por
lo tanto, como observa con toda justeza Alain Pons (1988: 38), "en el modo
mismo con el cual Labriola aborda y comprende la obra de Marx".
El
debate propiciado por Labriola no se reduce a la esfera privada: Gentile,
polemizando con Croce y con el propio Labriola, publicará Una critica del
materialismo storico (1897) que será seguida dos años más tarde por La
filosofia della prassi, verdadera lectura crítica de las Tesis... que
representa a nuestro conocimiento su primera traducción a una lengua latina y,
muy probablemente, su primera traducción tout court. Los dos trabajos de Gentile
serán editados, en 1899, en un solo volumen bajo el título de La filosofia di
Marx. Studi critici (Gentile, 1899), obra que, como nos recuerda Robert Paris
(1981: 126), "Croce recomendaba a sus lectores en el prefacio a la primera
edición de Materialismo storico ed economia marxistica", aparecido en
1900. (22) En el segundo capítulo de La filosofia di Marx, después de
reproducir las Tesis..., (Gentile, 1899: 68–71), el mismo Gentile, dialogando
polémicamente con Croce y con Labriola, observa que —retengámoslo— "en la
filosofía de la praxis cuando sujeto y objeto son concebidos en sus relaciones
necesarias, una ley no puede determinarse sino como ley inmanente de las cosas
mismas" Gentile (1899: 102).(23) Es en el debate italiano del cruce de
siglo en torno a la filosofía de la praxis donde podemos, de esta manera,
encontrar una continuidad del carácter eminentemente historicista de la línea
de razonamiento que comentamos...
III
Despejados
estos importantes aspectos, acordado que los seres humanos nos vemos impelidos
a satisfacer una serie de necesidades de diverso orden que nos plantea nuestra
propia existencia y que esas necesidades, por decirlo así, "guían la
historia" dando origen a un hacer–en–el–mundo, a una praxis que va dándole
forma a los rumbos de nuestro acaecer como especie, parece justo pensar la
praxis como un proceso inmanente, donde se identifican objeto y sujeto, teoría
y método, filosofía e historia. Así por lo demás parecen señalarlo
taxativamente los trabajos de Vico, Marx, Labriola, Gramsci...
Sin
embargo —y aquí aparece un aspecto en el que es preciso profundizar—, sabemos
también que el hacer–en–el–mundo, la praxis, no es una suma de conductas
arbitrarias; es siempre una respuesta a determinadas necesidades concretas que
la vida material y espiritual nos viene provocando y que debe, por tanto,
recoger lo específico que define estas necesidades. Y si entre las necesidades
más profundas del alma humana —posiblemente la necesidad más profunda— está
aquella de prolongar la vida sin tener que enfrentarse a la muerte física y a
la nada, de "recuperar" la infinitud, de trascender, ello implica que
la praxis deviene, a través de la búsqueda de la satisfacción de esta
necesidad, portadora de la lucha por la trascendencia; más aún, se transforma en
el vehículo por excelencia de su búsqueda.
Bajo
este aspecto, entonces, esta manifestación de la "praxis que se desarrolla
por la fuerza impulsiva de la necesidad" (Mondolfo, 1971: 94) nos conduce
a un terreno bastante más complejo. Para Vico, "una de las pocas mentes
auténticamente grandes en el campo de la historia" (Momigliano, 1993:
214), "expresión de la más original e inagotable fuerza espiritual"
(Meinecke, 1943: 53), las naciones, léase la civilidad humana, comienza a
constituirse con el matrimonio —"reconocida fuente de toda potestad"
(Vico, 1953b: 654)—, con el entierro de los muertos —"que los latinos
llamaron por primera vez, apropiadamente, humanitas, de humando,
'enterrar'"(Vico, 1953a: 374)—, y con la creencia universal en la
inmortalidad del alma y la aparición de la religión. Vico pensaba, como lo
recuerda bien Cristofolini, que "la raíz de todas las religiones se
encuentra en el deseo natural que tienen todos los hombres de vivir
eternamente" (Vico, 1925: 27), de lo que puede deducirse que "la
religión es un recurso humano y pertenece a la cultura humana" (Hutton,
1990: 138), y que quizás por ello "el hombre incesantemente repite el
proceso de creatividad y regeneración en su búsqueda por una forma de redención
que trasciéndalas realidades históricas" (Hutton, 1990: 141).
Filológicamente,
la palabra religión en su acepción latina, proviene de "religare",
"volver a atar"; entonces, "religión es, ante todo y
esencialmente", "religio", es "unión de lo que se había
desunido", lo que conlleva que —como recuerda Ricardo Krebs (s/f: 114–115)
en su trabajo sobre Vico— la experiencia religiosa es vivencia inmediata de una
objetividad trascendente, de una realidad que está más allá de lo empírico y
natural, de una armonía originaria". "Atar" remite igualmente a
"las cadenas con que Tizio y Prometeo (personaje este último
particularmente caro a Marx que, de acuerdo con Vico (1953a: 409), 'roba el
fuego del sol en el año del mundo 1856')— estaban encadenados a una alta roca y
a los cuales devoraba el corazón un águila, o sea, la religión de los auspicios
de Giove" (Vico, 1953b: 509).(24) "Atar", "ligar", es
en definitiva "volver a unir", vincular el destino individual al del
conjunto de la especie en que la dimensión religiosa de la existencia humana
posibilita la manifestación de un modo de ser en el mundo: lo sagrado, el que
—conviene subrayarlo— percibimos como un terreno más específico dentro de la
dimensión religiosa de la existencia: como el objeto religioso, expresado en el
mundo.(25) Así, "lo sagrado y lo profano constituyen dos modalidades de
estar en el mundo, dos situaciones existenciales asumidas por el hombre a lo
largo de su historia" (Eliade, 1981: 21): el modo de ser sagrado
—insistimos— depende de una dimensión posible de la existencia humana, a saber,
la religiosa...(26)
Si
los seres humanos han practicado ritos, han formado creencias, han construido
mitologías —las fuentes de Vico— y, en definitiva, han manifestado su fe, han
con ello exhibido las pruebas de su creencia en una vida después de la muerte,
de una trascendencia que le otorgue sentido a la vida en la tierra; de su
búsqueda, entonces, de "volver a unirse", con el cosmos, con la
divinidad, con la Providencia, todo lo que muestra una convicción religiosa, lo
que a su turno evidencia que la praxis responde a la necesidad de la
trascendencia y en esta dimensión, insoslayablemente, adquiere una connotación
religiosa, ergo sacra. Y no se trata aquí —conviene señalarlo—, solamente de
aspectos formalmente religiosos. El arte recoge un aspecto privilegiado de esta
búsqueda y la historiografía, pensada como arte, como oficio de artesano
—recordemos aquí que Vico era nieto de Giambattista Masullo, carrocero de
Monteoliveto (Nicolini, 1932: 100)—, recoge a su turno su aspecto más álgido,
la posibilidad de reflexionar la experiencia humana como pasado, como
testimonio de los propios seres humanos. Marc Bloch (2003: 41), que entiende su
trabajo como "el compendio de un artesano a quien siempre le ha gustado
meditar sobre su tarea cotidiana",(27) desliza igualmente en su texto póstumo
una afirmación cargada de significados, aquella de que "el cristianismo es
una religión de historiadores". En este sentido la praxis de la
historiografía es arte y es sacra, y podríamos anotar aquí, a la manera de una
hipótesis que traza en esta reflexión las primeras líneas, que la praxis, tanto
de la historiografía como de cualquier otra forma artística, recoge una
dimensión refoulée de esta necesidad de trascendencia, connatural al deseo de
vencer a la muerte que habita el espíritu de los seres humanos...
Pero
si el arte y en particular el arte de la historiografía no pueden pensarse sin
la existencia de una fuerza trascendente, entonces la transformación de la
sociedad, proyecto creador, catalizador de energías vitales e incluso místicas,
horizonte utópico por excelencia, ¿no debería ser pensada también dentro de
este mismo rango de trascendencia? La posibilidad de la transformación social
exige imaginar un horizonte social nuevo, más justo; exige la convicción de un
quehacer trascendente, exige fe. "La miseria religiosa es a la vez la
expresión de la miseria real y protesta contra esta miseria real",
escribía el propio Marx (1982a: 491), y como decía Ernesto Guevara en la
crítica que durante sus últimos años de vida despliega contra la Unión Soviética
y el llamado Socialismo Real,(28) "Marx se preocupaba tanto de los hechos
económicos como de su traducción en el espíritu, llamando a eso 'un hecho de
conciencia' " (Guevara, 1963: 9, citado por Löwy, 1997: 89), y "si el
comunismo olvida los hechos de conciencia, puede ser un método de repartición,
pero no es más una moral revolucionaria" (Guevara, 1963: 9, citado por
Löwy, 1997: 89). Moral revolucionaria que sería incomprensible sin una carga
afectiva trascendente, sin la disposición de ir al otro, sin amor, porque —como
dice Guevara a Carlos Quijano, director de la revista Marcha, en Montevideo—,
"aun a riesgo de parecerle ridículo, déjeme decirle que el verdadero
revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor" (Guevara,
1980: 637) y "es imposible pensar un revolucionario auténtico sin esta
cualidad" (Guevara, 1980: 638).
Tomando
al "hombre" como "hombre" y su actitud ante el mundo
—escribía Marx en los Manuscritos... de 1844—, como una actitud humana, podemos
ver que sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc.
Quien quiera gozar del arte, necesita, ser un hombre dotado de cultura
artística; quien desee influir sobre otros hombres, necesita ejercer sobre
ellos una influencia realmente estimulante y propulsora. Cada una de las
actitudes del hombre hacia el hombre y hacia la naturaleza tiene que ser una
"determinada manifestación" de su vida individual real, una
manifestación que corresponde al objeto de su voluntad. Quien experimente amor
sin ser correspondido, es decir, sin que su amor provoque el amor de ser amado,
quien por medio de su "manifestación de vida" como amante no sea, al
mismo tiempo, un "ser amado", sentirá que su amor es impotente, una
fuente de desdicha (Marx, 1982a: 644–645).
El
elemento decisivo, el sujeto de la revolución, los trabajadores en su proceso
de auto–emancipación revolucionaria, al enfrentarse a la necesidad de liquidar
un sistema productor de plusvalía y orientar los excedentes hacia la totalidad
de los sectores sociales, tienen como destino la transformación de la sociedad
en su conjunto, el "hacer intelectualmente independientes a los gobernados
de los gobernantes... destruir una hegemonía y crear otra, como momento
necesario del trastrocamiento (rovesciamento) de la praxis" (Gramsci,
1977: 1319). En este sentido, su actividad supera (retiene y deja atrás) la
sola inmanencia de su cometido. Al liberarse a sí mismos de las cadenas de la
plusvalía, los trabajadores —obsérvese la similitud con el amor que porta la
cultura cristiana— liberan en el mismo acto al conjunto de la humanidad. Su
propósito adquiere una connotación ecuménica. La inmanencia propia de la
filosofía de la praxis parece así contener su propia dimensión trascendente...
Si los seres humanos han practicado ritos, han formado creencias, han
manifestado su fe, han construido mitologías y se proponen la transformación de
la sociedad es porque la praxis responde a la inmensa necesidad de
trascendencia depositada en el alma humana.(29)
Al
mostrar que la necesidad de superar el horror a la muerte física, a la finitud,
empuja a los seres humanos a la búsqueda de trascendencia —de la cual el arte
constituye una manifestación refoulée—, a hermanar su praxis en la Providencia
y a satisfacer la necesidad de infinito —"toda esa necesidad de infinito
que hay en el hombre" de la que hablaba José Carlos Mariátegui (1988: 23)
—, advertimos que la Providencia en tanto referencia trascendente no puede sino
nacer de las proyecciones de los propios seres humanos. De forma súbita, en un
movimiento asaz "scorseseriano", volvemos, entonces, a situarnos otra
vez en la dimensión inmanente de su existencia. La propia concepción de la
trascendencia, parece estar contenida así en las fuerzas inmanentes que modelan
la vida humana y es en esta dimensión donde debemos releer la afirmación de
Cristofolini (1995: 22) en el sentido de que "la Providencia, en la
acepción que Vico le da, es una fuerza inmanente",(30) y debe
comprendérsele en su carácter poético o, dicho de otra manera, "como una
noción general o universal engendrada por la imaginación" (Cristofolini,
1995: 22), la cual, siendo ella misma el resultado de la capacidad que tiene el
hombre para representarse sus propias necesidades a través de una lógica
poética, reencuentra su lugar en el carácter inmanente de una historia hecha
por los seres humanos...
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Fausto Nicolini. Milano/ Napoli: Ricardo Ricciardi Editore, pp. 471–61.
NOTAS
1 A
título de ejemplo, resulta suficiente aquí recordar la selección de artículos
que lleva por título Vico y Marx, afinidades y contrastes (Tagliacozzo, 1983).
2
"La clave maestra de esta construcción filosófica —escribe Giovanni Gentile—
reside en el concepto de "praxis"... Nuestro Vico, que habitualmente
es alabado únicamente en tanto fundador de la filosofía de la historia, muestra
una mirada muy profunda en la materia. Es en este concepto del conocimiento
como praxis está toda la razón de su crítica inexorable (inesorabile) contra
Descartes... Para Vico, el hacer es la condición imprescindible del conocer...
Esos principios, ya anunciados en De antiquísima Italorum sapientia (1710),
Vico debía luego aplicarlos de una manera admirable en la Scienza nuova"
(Gentile, 1899: 72–73).
3
Cursivas nuestras.
4
Para Vico, "el hombre conoce plenamente la historia —dirá más tarde
Benedetto Croce (1955: 44) comentando este mismo parágrafo de la Scienza
nuova—, porque él la ha hecho, igualmente que Dios conoce la naturaleza porque
Él la ha creado". "La proposición de G. B. Vico verun ipsum factum
—nos dice sin embargo Gramsci— tan discutida y variadamente interpretada (cfr.
el libro de Croce sobre Vico y otros escritos polémicos del mismo Croce), y que
Croce desarrolla en el sentido idealista que el conocer sea un hacer y que se
conoce lo que se hace, en el cual "hacer" tiene un particular
significado, tan particular que luego no significa ninguna otra cosa que
"conocer", es decir, se resuelve en una tautología (concepción que
sin embargo debe ser puesta en relación con la concepción propia de la
filosofía de la praxis)" (Gramsci, 1977: 1482). El texto de Croce al que
se refiere Gramsci es La filosofia di G. B. Vico (1911). Bari: Laterza.
5
Cursivas nuestras.
6
Más de dos siglos después de la publicación de Principj di scienza nuova., y
dando cuenta de su propia formación, Thomas S. Kuhn (1971: 13) señala que luego
de haber pasado una temporada en el Center for Advanced Studies in the
Behaviorai sciences, "lo más importante fue que, al pasar un año en una
comunidad compuesta principalmente de científicos sociales hizo que me
enfrentara a problemas imprevistos sobre las diferencias entre tales
comunidades y las de científicos naturales... Tanto la historia como mis
conocimientos me hicieron dudar de que quienes practicaban las ciencias
naturales poseyeran respuestas más firmes o permanentes para esas preguntas que
sus colegas en las ciencias sociales" (cursivas nuestras).
7
"Natura di cose altro non è che nascimento di esse in certi tempi e con
certe guise —escribe Vico—, le quali, sempre che sono tali, indi tale e non
altre nascon le cose" ("La naturaleza de las cosas no está sino en
que éstas nacen en ciertos tiempos y bajo ciertas circunstancias, las cuales,
siempre que son tales, éstas y no otras cosas nacen") (Vico, 1953a: 440).
8
Cursivas nuestras.
9
Cursivas nuestras.
10
"La notion de praxis—escriben Solange Mercier–Josa y Gerard Bénsussan en
el Dictionnaire critique du marxisme, de Georges Labica y el mismo Gerard
Bénsussan—, dans les sens et fonctions qui lui seront ultérieurement conférés
par toute une courant du marxisme, émerge en Allemagne dans la première moitié
du XIX siècle. C'est déjà dire l'ambiguïté lexicale qui lui est comme
consubstantielle et qui renforce l'imprécision, théorique, elle, dont elle fut
parfois porteuse: l'allemand, en effet, ne dispose que d'un seul terme d'usage
courant, praxis, pour le double emplois du français praxis/pratique, élément
qu'on ne saurait purement et simplement négliger dès lors que l'interprétation
du terme est engagée" ("La noción de praxis en el sentido y funciones
que le serán ulteriormente conferidas por toda una corriente del marxismo,
emerge en Alemania en la primera mitad del siglo XIX. La ambigüedad lexical que
le es consustancial y que refuerza la imprecisión teórica de la que ésta es, a
veces, portadora: el alemán, en efecto no dispone sino de un solo término de
uso corriente, praxis, en relación con el doble empleo del francés le
praxis/pratique, elemento que no puede olvidarse cuando la interpretación del
término está comprometida") (Labica, Bénsussan, 1985: 908).
11
Utilizamos aquí la noción de "visión de mundo" como un
"phénomène de conscience collective qui atteint son maximum de clarté
conceptuelle ou sensible dans la conscience du penseur et du poète"
(Goldmann, 1959 : 28).
12
Ver los comentarios de Michael Löwy a las Tesis sobre Feuerbach (Löwy, 1972:
164–174).
13
Cursivas de Marx.
14
Cursivas de Marx.
15
Cursivas nuestras.
16
Cursivas de Marx.
17
"No es posible, reflexiona Marx —anotará Giovanni Gentile, comentando las
Tesis... que el educador no haya sido educado—. He aquí, que la praxis, por su
naturaleza, se invierte (si rovescia). Ella opera: se fija en un objeto; entra
en contradicción, que de sí misma se resuelve en una síntesis; educador,
educado, educadoeducador (educatoeducatore). Tal es el desarrollo necesario de la
praxis" (Gentile, 1899: 87).
18
Esta perspectiva no ha escapado a sus comentaristas. "De acuerdo con el
planteamiento de Vico —señala, por ejemplo, Ernesto Grassi (1999: 23)—, el
mundo histórico surge del proceso en que se da respuesta a las necesidades
humanas". "En su opinión —reafirma Berlin (2000: 74), refiriéndose a
Vico—, la naturaleza humana en el curso de la lucha por satisfacer sus
necesidades, no puede auxiliarse sino transformándose a sí misma".
19
En contra de lo que en algunas ocasiones se ha escrito, la praxis como fruto de
la necesidad se encuentra como base de la argumentación de Vico y de Marx.
"En verdad —escribe Giovanni Gentile—, si no se puede conocer sino la
propia obra, el mundo natural debe remitirse, piensa Vico, a la cognición de
Dios que es el único creador; pero el mundo histórico producto de la actividad
humana es el objeto por el cual pueden acceder a la ciencia los hombres que lo
han hecho. Sin embargo, para Vico esta operación humana es operación del
espíritu humano (della mente dell'uomo), de donde la concepción según la cual
la historia debería explicarse toda entera por la consideración y el estudio de
las modificaciones del espíritu (modificazioni della mente). En cambio en Marx
el principio de la operación cambia, y en lugar de las modificaciones de
espíritu, son las necesidades del individuo en tanto que ser social que forman
las raíces de la historia. Pero el concepto de praxis que se invoca permanece
el mismo... ¿Cuál era en el fondo el reproche que Marx dirige al materialismo
en la teoría del conocimiento? Este: de creer que el objeto de intuición
sensible, la realidad exterior sea un dato y no un producto; de suerte que,
entrando en relación con este dato el sujeto debería limitarse a una pura
visión, léase un simple reflejo (rispecchiamento), permaneciendo en un estado
de simple pasividad. Marx en suma reprocha a los materialistas, y entre ellos a
Feuerbach, de concebir el sujeto y el objeto del conocimiento desde una
posición abstracta y por lo tanto falsa. En tal posición, el objeto sería
opuesto al sujeto y sin ninguna relación intrínseca con éste, puesto que sería
encontrado, visto, de manera puramente accidental. Pero ese sujeto, privado de
su objeto, ¿de qué es el sujeto? Y ese objeto, privado de su sujeto, ¿de qué es
él objeto? Sujeto y objeto son dos términos correlativos donde uno implica
necesariamente al otro... Es necesario, pues, concebirlos en sus relaciones
mutuas, de las cuales se esclarece su naturaleza... Cuando se conoce, se
construye, se hace un objeto; el objeto es pues el producto de el sujeto; y
puesto que no hay sujeto sin objeto, es necesario agregar que a medida que éste
hace o construye el objeto, el sujeto se construye a sí mismo. La realidad,
según Marx, es pues una producción subjetiva del hombre; pero es la producción
de actividad sensible (sinnliche Thätigkeit), no del pensamiento, como lo creía
Hegel y los otros idealistas" (Gentile, 1899: 73–78).
20
"A muchos actos induce no la razón sino la necesidad", escribía
Machiavelli (2004: 176).
21
"A fines del siglo XIX, cuando el "marxismo" (un marxismo)
circulara ya ampliamente en Italia —observa Umberto Cerroni—, las obras
disponibles en lengua italiana eran el primer libro de El capital, el
Manifiesto, Trabajo asalariado y capital, Miseria de la filosofía, El 18
brumario, Las luchas de clases en Francia, las Tesis sobre Feuerbach, la
introducción a En torno a la filosofía del Estado y del derecho de Hegel y
otros ensayos, La Cuestión judía y la Contribución a la crítica de la economía
política (estas últimas cuatro obras salieron precisamente en 1899)"
(Cerroni, 1984: 15).
22 Se trata del texto de Benedetto Croce,
Materialismo storico ed economia marxistica (1961), decima edizione. Bari,
Laterza.
23
Cursivas nuestras.
24
Giove è il Dio del Cielo, padre degli Dei.
25
Podríamos dudar en incluir aquí cualquier tipo de precisión sobre el carácter
del universo de lo sagrado, argumentando que la amplia producción teórica
existente al respecto nos dispensa de tal tarea y —con prudencia—, recordar las
palabras de Roger Caillois cuando —probablemente con mucha razón— indica que
"en el fondo, y de un modo general, lo único que puede afirmarse
valederamente a propósito de lo sagrado se halla contenido en la misma
definición del término: que se opone a lo profano" (Caillois, 2006: 7).
26
Un elemento tan específico y singular, que vive además de forma semejante en
todas las religiones como fondo y como médula. "De este sentimiento y de
sus primeras explosiones en el ánimo del hombre primitivo —señala Rudolph Otto
(1965: 27)— ha salido toda la evolución histórica de la religión. En él echan
sus raíces lo mismo los demonios que los dioses y todas las demás creaciones de
la "apercepción mitológica"", debe tener, entonces, en la vida
de los seres humanos, un carácter propio, —"la religión no tiene
antecedentes... nace súbitamente a raíz de la experiencia de lo divino. La
religión comienza con ella y tiene por tanto su carácter específico"—
(Krebs, s/f.: 108), un carácter, por cierto, indecible, un contenido espiritual
inefable que, al arraigarse en el fondo del alma no permite hacerse conceptual
a la luz de la razón. La naturaleza de esta cualidad inenarrable, entonces,
"solo puede suscitarse, sugerirse, despertarse, como en definitiva ocurre
con cuanto procede del espíritu" (Otto, 1965:18). De su parte, lo sagrado,
no dice relación sólo con los símbolos santos, la iglesia, el púlpito, o los
rituales ancestrales, sino —especialmente hoy—, traspasa el terreno de lo
formalmente religioso, para referirse a lo que cada hombre, en su intimidad,
tiene por el más preciado valor, diferenciando lo que es significativo de lo
que carece de especial sentido. "Lo sagrado —en palabras de Roger
Caillois— sigue siendo lo que provoca respeto, temor y confianza, infunde fuerza,
pero compromete la existencia, lo que separa al hombre de sus semejantes, lo
aleja de las preocupaciones vulgares, le hace salvarlos obstáculos o los
peligros que contiene a los otros..." (Caillois, 2006: 145).
27
Redactado con enorme calidez, diríamos, con gran humildad, buscando
"hablar con el mismo tono a los doctos y a los alumnos" (Bloch, 2003:
41), tremendamente sugestivo desde el punto de vista del método, el escrito de
Marc Bloch sobre el oficio de historiador nos entrega, al ritmo de una
reflexión lenta y madura sobre un arte que en su praxis se confunde con la vida
misma, "el compendio de un artesano a quien siempre la ha gustado meditar
sobre su tarea cotidiana" (Bloch, 2003: 52, cursivas nuestras), un
artesano que abre al lector los secretos de su corazón, mostrando los avatares
de un oficio que, probablemente más que ningún otro, busca comprender el
sentido de la actividad de los seres humanos. Bloch escribe Apologie pour
l'histoire ou Métier d'historien, durante 1942, en la Francia ocupada, en un
momento, entonces, donde las posibilidades de concluir el texto no encontrarán
ni el clima ni las circunstancias más propicias. Bloch decide unirse a la red
de resistentes a la ocupación nazi de la ciudad de Lyon. Capturado por la
Gestapo, será fusilado en junio de 1944. Una primera versión de este escrito
inacabado será publicada luego, de manera póstuma, por Lucien Febvre (Paris,
Armand Collin, 1949), cofundador, junto con el mismo Bloch, veinte años antes,
de la revista Annales d'histore économique et sociale, la cual, poco conocida
antes de la guerra, será rebautizada luego como Annales, Economiés, Sociétés,
Civilisations, logrando un fuerte impacto en los medios intelectuales europeos.
La versión definitiva de Apología para la historia o el oficio de historiador,
que recoge el texto original y establece las sucesivas redacciones de Marc
Bloch, a las que se agregan las notas de su hijo Etienne, aparecerá por primera
vez sólo hace poco más de diez años (Paris: Armand Collin, 1993).
28
En febrero de 1965, Guevara participa en Alger en el Seminario económico de
solidaridad afroasiática, donde criticará fuertemente la concepción que orienta
la política exterior de la URSS hacia los países "neocoloniales".
Afirmará allí que "la ley del valor es contraria a la ética cuando rige
los intercambios entre países comprometidos en las vías del socialismo"
(Guevara, 1980: 490–491), hablará de "compartir la tecnología"
(Guevara, 1980: 492), demandará "técnicos ejemplares" (Guevara, 1980:
492), y sobre todo insistirá en que "las armas no pueden ser
mercancías" (Guevara, 1980: 495), y que "deben ser entregadas de una
manera absolutamente gratuita, en cantidades necesarias y a todos los pueblos
que las pidan para luchar contra el enemigo común" (Guevara, 1980: 495).
Pocas semanas después, en la misma carta dirigida a Carlos Quijano, que
aludimos más arriba, carta que será conocida bajo la forma de un artículo
titulado El socialismo y el hombre en Cuba. (Guevara, 1980: 627–639), Guevara
concentrará, posiblemente mejor que ninguna otra parte, su argumentación sobre
potencialidades de la conciencia y de la voluntad, mostrando el encadenamiento
íntimo que liga el modus operandus de la economía con las formas culturales que
les son afines. "El ejemplar humano —dice en ella Guevara— está alienado a
un invisible cordón umbilical que le liga a la sociedad en su conjunto: la ley
del valor. Ésta actúa sobre todos los aspectos de la vida" (Guevara, 1980:
629), porque "la mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista"
(Guevara, 1980: 630), y "mientras exista, sus efectos se harán sentir
sobre la organización de la producción y sobre la conciencia" (Guevara,
1980: 630), sobre una conciencia en la que pesan fuerte "los residuos de
una educación sistemáticamente orientada hacia el aislamiento del
individuo" (Guevara, 1980: 630). Carta "extraña y terrible a la
vez" (Kalfon, 1997, 405). Escrita en El Cairo, durante la primera quincena
de marzo de 1965, pocas semanas antes de transformarse en Tatú y de emprender
la lucha en el Congo, vale decir en una disposición política radical, llena de
confianza en las posibilidades de la revolución, su textura vendrá a recuperar
el hilo que une las Tesis sobre Feuerbach y los Manuscritos..., del joven Marx.
29
Desplegando un razonamiento similar, podemos afirmar que el principio de la
esperanza, al igual que la necesidad de trascender, es una disposición
espiritual de la dimensión religiosa de la existencia. Si la esperanza, que
muchas veces hemos visto proyectada al más allá, es para Ernst Bloch un
principio esencial en el hombre, que no se refiere sólo a una capacidad de
hacer utopía, sino que es también una voluntad, un germen transformador, y en
definitiva, un ánimo que dirige los movimientos de libertad, podemos sin
timidez sugerir que la praxis, respondiendo a las necesidades espirituales y
materiales del hombre, se consagra a aquello querido utópicamente, será, sin
duda, igualmente sagrada...
30
Cursivas nuestras.
¿Finalmente veremos a Alan García en la cárcel?
Fuji se va, Fuji se fué, Fuji se escapa de mi vida l El Cacash
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