domingo, 1 de mayo de 2016

Catalina Adrianzen : EL PROBLEMA FEMENINO EN MARIÁTEGUI

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EL PROBLEMA FEMENINO EN MARIÁTEGUI









Por : Catalina Adrianzen





Mariátegui con acertada posición proletaria prestó atención al problema femenino en el Perú y su perspectiva; a esta cuestión dedicó dos importantes trabajos, “La Mujer y la Política” y “Las Reivindicaciones Feministas” (tomo 14, pp.159-172), a más de múltiples aportes que se encuentran en sus obras. A esta fuente es indispensable remontarse porque en ella está la posición de la clase obrera peruana frente a la cuestión femenina; más aún, si esta problemática es una faceta poco conocida y estudiada de posición de Mariátegui

Mariátegui nos enseñó: “No se estudia, en nuestro tiempo, la vida de una sociedad, sin averiguar y analizar su base: la organización de la familia, la situación de la mujer” (tomo 14, p.175); e investigando el naciente movimiento feminista peruano decía: “A este movimiento no deben ni pueden sentirse extraños ni indiferentes los hombres sensibles a las grandes emociones de la época. La cuestión femenina, es una parte de la cuestión humana”  (tomo 14, p.172).

Tengamos presente, pues, que desde su surgimiento político la clase obrera peruana prestó atención a la situación de la mujer, estableciendo a través de Mariátegui su posición frente a aquélla, así como brindó apoyo combatiente a las luchas femeninas como lo prueba la solidaridad de textiles y chóferes con las obreras de la compañía A. Field, el año 26 (tomo 13, p. 144-146).

¿Cuál es el desarrollo femenino? La situación de la mujer en el Perú ha sufrido notorio cambio especialmente en el siglo XX y en particular después de la I y II Guerras Mundiales. Si bien la condición de la mujer campesina ha variado más lentamente, las obreras y profesionales han experimentado más rápida y profunda modificación. Evidentemente la presencia de la mujer en el Perú ha ido conquistando posiciones cada vez más ampliamente.

En el siglo XIX la acción y la obra literaria de Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera y Margarita Práxedes Muñoz, destacan la presencia femenina sobre un fondo de millones de campesinas, trabajadoras y mujeres, a la vez que anónimas, sujetas a dura opresión social de raigambre feudal. La mujer peruana del siglo XIX tenía mínimo acceso a los estudios, y cuando se le permite seguir estudios secundarios las normas educacionales van a establecer para ella un currículo mediatizado conformado por el último grado de la primaria de los varones y algunos cursos secundarios de los que éstos seguían. El abandono de la educación femenina se expresa claramente en que si bien había instituciones privadas que la atendían o preparaban para el ingreso a la Universidad, recién en 1928 se abrió en Lima el “Colegio Nacional de Mujeres de Lima”; hasta entonces la capital no había tenido un plantel de este carácter. Es bueno destacar como en la parte final del siglo XIX algunas educadoras se preocupaban de la educación de las mujeres, planteando su renovación: exige superar la errónea concepción de “educarlas sólo para el matrimonio, pues hace pensar que es su único fin sobre la tierra” ,”…que la mujer debe ser educada sólo para el hogar…, esto quiere decir que la mujer debe ser educada sólo para funciones de hembra y de madre” (tomo 14, p. 171), que su educación no debe estar en manos de monjas las que habiendo abandonado el mundo no pueden formar buenas mujeres, y que es necesario acabar con el error de que la señorita o señora que trabaja decae socialmente, a la vez que demandan y crean nuevos centros educacionales: en esta labor destacó Teresa González de Fanning.

Asimismo la educación universitaria les estaba vedada, recién en la década del 90 del siglo XIX, se registra su presencia en la Universidad; y sólo en 1908 se autorizo a las mujeres ingresar y optar grado en  las universidades y ejercer profesiones. En la educación nítidamente se ve, pues, el menosprecio de la mujer y su postergación social. Pero con las transformaciones del siglo XX se van ampliando las posibilidades de estudio y de profesionalización de las mujeres, siendo el magisterio la profesión a la que más acuden; solo a partir de la Segunda Guerra Mundial se registra una diversificación profesional femenina. Las universitarias que a comienzos del siglo XX se contaban con los dedos de la mano.

Pero lo que realmente va a implicar un cambio profundo, radical y de larga perspectiva es la incorporación de la mujer a la producción fabril: en el siglo XX comienza a producirse la proletarización de la mujer peruana al compás de la introducción de la máquina y el desarrollo del capitalismo burocrático, dándose en el Perú, con sus condiciones especificas, la situación que describe Marx, al analizar el trabajo femenino e infantil (ver citas de El Capital*)

Con la incorporación productiva de la mujer como obrera, se abre paso el proceso de la politización proletaria de las masas femeninas peruanas; se inicia la participación femenina en los sindicatos, las mujeres se adhieren a  la lucha por salarios, jornada de ocho horas y condiciones de trabajo, participan en las luchas populares junto a los obreros en las acciones contra la carestía de la vida y el alza de precios, desarrollan su comprensión ideológica y, finalmente las mujeres del país en medio del combate revolucionario advienen en militantes políticas de la clase obrera.

El proceso de desarrollo político de la mujer peruana, paralelo a su incorporación laboral, dio grandes aportes a  la lucha de clases del país en el primer tercio de este siglo, entre cuyos hitos merece destacar la lucha que por las ocho horas libraron los obreros agrícolas de Huaral, Barranca, Pativilca y Huacho en la que ofrendaron su vida cinco obreras, en el año 1916. Asimismo su participación en las grandes acciones contra el alza de precios y la carestía de la vida, de mayo de 1919; acciones en las que las trabajadoras organizaron un Comité Femenino a fin de canalizar sus luchas de apoyo y acordaron: “Hacer un llamamiento a todas las mujeres sin distinción de clases para que cooperen con su acción a la defensa de los derechos des la mujer peruana”; en esta gran lucha las mujeres se enfrentaron a las fuerzas policiales en su mitin del 25 en el que luego, de imponerse a la represión policial sangrienta, proclaman las siguientes conclusiones:

“Las mujeres de Lima, pueblos circunvecinos y campesinos reunidos en gran comicio público el domingo 25 de mayo de 1919 en el Parque Neptuno, teniendo en consideración:

“Que no es posible tolerar por más tiempo, la situación de miseria a que la carestía de las subsistencias y alquileres de habitación y todo lo necesario para la vida ha reducido al pueblo;

“Que la mujer peruana, al igual de la de todos los pueblos civilizados, ha comprendido su alta misión de intervenir en la resolución de los problemas económico-sociales que la afectan;

“Han acordado:

        “1°- Hacer suyas las conclusiones del mitin popular realizado en la Alameda de los Descalzos el 4 del pte.

        “2°- En caso de no ser aceptadas dichas conclusiones, proclamar un paro general femenino en todos los ramos, dejando la fecha a juicio del Comité Masculino Pro-Abaratamiento de las Subsistencias”. (Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de la historia social del Perú, Tomo l, Lima 1947).

Otro capítulo de esta historia en la lucha femenina fue la librada por el Socorro Rojo contra la persecución, represión, prisión y política de sangre que desencadeno la dictadura  de Sánchez Cerro, en los años 30 del siglo XX, en defensa de los derechos y libertades del pueblo especialmente del proletariado.

En estas luchas indicadas a más de la politización de la mujer o, más estrictamente, como índice de una correcta perspectiva, debe destacarse que en ellas las masas femeninas libraron sus acciones íntimamente unidas a los intereses populares que son los suyos y en directa adhesión y apoyo de las luchas de la clase obrera que es su clase.

En síntesis, el camino recorrido por las mujeres peruanas en las primeras tres décadas del siglo XX y en la parte final del anterior, esta signado por su incorporación a la producción en forma amplia y bajo el capitalismo burocrático que impulsa el imperialismo norteamericano y por la ampliación de su acceso a los estudios, especialmente universitarios. Siendo estas las bases sobre las cuales se incubaran los primeros ímpetus feministas en el país, fenómeno que Mariátegui registra en las siguientes palabras:

“El feminismo no ha aparecido en el Perú artificial ni arbitrariamente. Ha aparecido como consecuencia de las nuevas formas del trabajo intelectual y manual de la mujer. Las mujeres de real filiación feminista son las mujeres que trabajan, las mujeres que estudian. La idea feminista prospera entre las mujeres de oficio intelectual o de oficio manual: profesoras, universitarias, obreras. Encuentra un ambiente propicio a su desarrollo en las aulas universitarias, que atraen cada vez más a las mujeres peruanas y en los sindicatos obreros, en los cuales las mujeres de las fábricas se enrolan y organizan con los mismos derechos y los mismos deberes que los hombres. Aparte de este feminismo espontáneo y orgánico, que recluta sus adherentes entre las diversas categorías del trabajo femenino, existe aquí, como en otras partes, un feminismo de diletantes un poco pedante y otro poco mundano. Las feministas de este rango convierten el feminismo en un simple ejercicio literario, en un mero deporte de moda”. (tomo 14, pp. 167-168).

Sobre esta base es que Mariátegui elaboró en el Perú la posición del proletariado peruano sobre la cuestión femenina. Veamos los problemas básicos de esta posición.


1.- La situación de la mujer.

Mariátegui parte del carácter semifeudal y semicolonial de la sociedad peruana para enjuiciar la situación de la mujer; esto ya implica que él rechaza desde el inicio la caduca teoría de la “naturaleza femenina”, concibiendo a la mujer como una situación o condición que deriva de la estructura de la sociedad en que se desenvuelve y destacando el carácter dinámico, cambiante de la situación femenina señala el papel transformador que tiene el trabajo en la condición de la mujer en tanto a ubicación social e idea sobre ella. El párrafo siguiente es muy expresivo en éste y otros puntos.

“Mas si la democracia burguesa no ha realizado el feminismo, ha creado involuntariamente las condiciones y premisas morales y materiales de su realización. La ha valorizado como elemento productor, como factor económico, al hacer de su trabajo un uso cada día más extenso y más intenso. El trabajo muda radicalmente la mentalidad y el espíritu femenino. La mujer adquiere, en virtud del trabajo, una nueva noción de si misma. Antiguamente, la sociedad destinaba a la mujer al matrimonio o a la barragania. Presentemente, la destina, ante todo, al trabajo. Este hecho ha cambiado y ha elevado la posición de la mujer en la vida” (tomo 14, pp.170-171).

Así queda claro, para el proletariado peruano, que es la sociedad la que da una condición a la mujer y no ninguna malhadada naturaleza, que la condición femenina es variante y que es el trabajo el que esta imprimiendo un gran salto en la posición y en la concepción de la mujer. Este es el punto de partida de Mariátegui a la vez que arremete contra la reducción biologista de la mujer a simple reproductora, y las emprende contra los mitos rosa que sólo sirven taimadamente a remachar su opresión:
“La defensa de la poesía del hogar es, en realidad, una defensa de la servidumbre de la mujer. En vez de ennoblecer y dignificar el rol de la mujer, lo disminuye y lo rebaja. La mujer es algo más que una madre y que una hembra, así como el hombre es algo más que un macho”. (tomo 14, p. 171).

Desarrollando la tesis de la raíz social de la condición femenina, Mariátegui sienta la diferencia entre latinas y sajonas estableciendo la conexión causal entre fondo feudal y manera de ser y variación de la mujer:

“La latina vive con más prudencia, con menos pasión. No tiene esta ansia de verdad. La española sobre todo, es muy cauta y muy práctica. Waldo Frank, precisamente, la ha definido con precisión admirable. ‘La mujer española -ha escrito- es pragmatista en amor. Considera el amor como el medio de criar hijos para el cielo. No existe en Europa mujer menos sensual, menos amorosa. De muchacha es bonita; fresca esperanza colorea su tez y agranda sus negros ojos. Para ella, el matrimonio es el estado más alto a que puede aspirar. Una vez casada desaparece en ella, cual una estación, la innata coquetería de la primavera: al momento se torna juiciosa, gruesa, maternal…’”. (tomo 7,  pp. 160-161).

Lo dicho sobre la mujer española naturalmente que se extiende a la latinoamericana y dentro de ella a la del país, y muestra la mentalidad femenina que genera el antiguo y presente trasfondo semi-feudal aun no superado. Pero a más de esto, analizando las relaciones entre el imperialismo y las naciones oprimidas en América, Mariátegui destaca la mentalidad extranjerizante que el dominio yanqui imprime en la mentalidad femenina:

“La burguesía limeña fraterniza con  los capitalistas yanquis, y aun con sus simples empleados, en el Country Club, en el Tennis y en las calles. El yanqui desposa, sin inconveniente de raza ni religión, a la señorita criolla, y ésta no siente escrúpulo de nacionalidad ni de cultura en preferir el matrimonio con un individuo de la raza invasora. Tampoco tiene este escrúpulo la muchacha de la clase media. La ‘huachafita’ que puede atrapar un yanqui empleado de la Grace o de la Foundation, lo hace con la satisfacción de quien siente elevarse su condición social”. (tomo 13, p. 88).

Así, tipificada la condición femenina en el Perú como servidumbre de la mujer se establece el fondo social semifeudal y semicolonial que es su raíz, desechándose toda interpretación sustentada en la llamada “naturaleza femenina deficitaria”.

Sobre esta base Mariátegui pasa al análisis concreto de las mujeres peruanas pertenecientes a las diferentes clases; en magistral descripción se pinta a las obreras:

“Si las masas juveniles son tan cruelmente explotadas, las mujeres proletarias sufren igual o peor explotación. Hasta hace muy poco, la mujer proletaria tenia circunscrita su labor a las actividades domésticas en el hogar. Con el avance del industrialismo entra a competir con el obrero en la fábrica, taller, empresa, etc.,... Así la vemos en las fabricas textiles, galleterías, lavanderías, fabricas de envases y cajas de cartón, jabones, etc., en que desempeñando las mismas funciones que el obrero, desde el manejo de la maquina, hasta la más mínima ocupación, gana siempre de 40% a 60% menos que el varón. Al mismo tiempo que la mujer se adiestra para desempeñar funciones en la industria, penetra también en las actividades de oficinas, casas comerciales, etc., compitiendo siempre con el hombre y con gran provecho de las empresas industriales, que obtienen una baja apreciable de los salarios y aumento inmediato de sus ganancias. En la agricultura y en las minas encontramos a la mujer proletaria en franca competencia con el trabajador, y donde quiera que investiguemos encontramos a grandes masa de mujeres explotadas, prestando sus servicios en toda clase de actividades ... En el proceso de nuestras luchas sociales, el proletariado ha tenido que plantear reivindicaciones precisas en su defensa; los sindicatos textiles, que son los que hasta hoy más se han preocupado de este problema aunque no definitivamente, en más de una ocasión han ido a la huelga, con el objeto de hacer cumplir disposiciones que, estando enmarcadas en la Ley, los gerentes se han negado a cumplirlas. Tenemos capitalistas (como el ‘amigo’ del obrero señor Tizón y Bueno) que no han trepidado en considerar como ‘delito’ el hecho de que una trabajadora haya dado indicios de que iba a ser madre, ‘delito’ que ha determinado su despido violento para eludir la disposiciones de la Ley. En las galletería, la explotación de la mujer es inicua.” (tomo 13, Manifiesto de la CGTP a la clase trabajadora del país. Problema de la Mujer, documento cuya redacción estuvo bajo la dirección de Mariátegui, pp. 144-145).

¿Es valida esta descripción? Si; en esencia la situación de la obrera es igual: amplia explotación en cada vez más ramas de la producción, la que en algunas es verdaderamente inicua; utilización del trabajo femenino para rebajar salarios, a más de que éstos son inferiores a los que se pagan a los obreros; incumplimiento de las leyes que benefician a las mujeres y oculto antiobrerismo de los falsos amigos del proletariado. Es también muy vigente la necesidad de apoyar las conquistas de las obreras.

Asimismo Mariátegui pasa revista a la condición de las campesinas indígenas de las que dice que junto a sus niños y maridos están obligadas “a la prestación de servicios gratuitos a los propietarios y a sus familiares, lo mismo que a las autoridades” (tomo 13, p.35); su mísera condición y ubicación social tiene una raíz: el latifundio y la servidumbre.

En cuanto a la pequeña burguesía, a más de destacar las tribulaciones de las mujeres de esta clase, el análisis de las maestras primarias sirve a Mariátegui para exponer como el medio social, la cercanía al pueblo y su dedicación a tiempo completo  a la enseñanza, modifica su actitud y su espíritu abriéndolo para, que en él prendan “fácilmente los ideales de los forjadores de un nuevo Estado social” (tomo14, p.59), ya que: “Nada lo mancomuna a los intereses del régimen capitalista. Su vida, su pobreza, su trabajo, las confunde con la masa proletaria” (Ibíd.). Planteando dirigirse a ellas pues “en sus filas reclutará la vanguardia más y mejores elementos” (Ibíd.).


2.- Antecedentes históricos de la lucha femenina.

Como viéramos, para Mariátegui la industrialización incorpora a la mujer al trabajo y mediante éste muda su condición y su espíritu, señalando, como los clásicos, la doble situación que esto significa: “si la mujer avanza en la vía de su emancipación en un terreno democrático burgués, en cambio este hecho suministra al capitalista mano de obra barata a la par que un serio competidor al trabajador masculino”. (Manifiesto de la CGTP ya señalado).

Por otro lado exponiendo que la revolución francesa contiene elementos del movimiento feminista, reivindica la figura de Babeuf, dirigente de los igualitarios, a quien considera “un asertor de las reivindicaciones feministas”  y de quien trae estas lucidas palabras:

“no impongáis silencio a este sexo que no merece que se le desdeñe... Si no contáis para nada a las mujeres en vuestra república, haréis de ellas pequeñas amantes de la monarquía” y “este sexo que la tiranía de los hombres ha querido siempre anonadar, de este sexo que no ha sido inútil jamás en las revoluciones” (tomo 14, pp. 169-170).

Y balanceando el aporte de la Revolución Francesa a la emancipación femenina dijo:

La Revolución Francesa, en cambio, inauguro un régimen de igualdad política para los hombres; no para las mujeres. Los Derechos del Hombre podían haberse llamado, más bien, Derechos del Varón. Con la burguesía las mujeres quedaron mucho más eliminadas de la política que con la aristocracia. La democracia burguesa era una democracia exclusivamente masculina. Su desarrollo tenía que resultar, sin embargo, intensamente favorable a la emancipación de la mujer. La civilización capitalista dio a la mujer los medios de aumentar su capacidad y mejorar su posición en la vida” (Tomo 14, p. 162).

Certeramente, pues, Mariátegui planteó lo que la clase burguesa hace por la mujer: si bien es capaz de dar condiciones para su desarrollo, es incapaz de emanciparla. Mariátegui lo sabia muy bien; como que, no obstante esta limitación, el capitalismo en su desarrollo va abriendo a la mujer las puertas a las diferentes actividades, incluida la política, muy especialmente en el siglo XX tanto que se convierte en un signo de éste. Desarrollando este planteamiento Mariátegui reivindica figuras femeninas y señala y difunde el aporte que múltiples mujeres han hecho a la poesía, la novela, el arte en general, la lucha y la política. Así, nos enseña como juzgar a las mujeres de las diferentes clases y a las celebridades, señalando sus méritos y deméritos e indicando lo principal en cada caso y, lo que es más importante, destaca su aporte al avance femenino.


3.- Movimiento Femenino.

Punto central y de gran importancia en el planteamiento de Mariátegui sobre el problema de la mujer con sus tesis referentes al movimiento femenino, cuestión en la que se debe destacar tres partes: feminismo; politización de  la mujer y organización.

En cuanto al feminismo, Mariátegui sostiene que no aparece “ni artificial ni arbitrariamente” (tomo 14, p. 167) entre nosotros sino que respondió a la incorporación de las mujeres al trabajo manual e intelectual; en este punto destaca principalmente que aquél prospera entre las mujeres que trabajan y, señalando como ambiente propicio al desarrollo del movimiento femenino las aulas universitarias y los sindicatos, plantea  la directiva de orientarnos hacia esos frentes para impulsar la movilización de la mujer. Aunque debe decidirse que tal orientación no implica en modo alguno, marginar a las campesinas; pues si recordamos que Mariátegui tiene como clase principal de nuestro proceso a  la campesina, no cabrá la menor duda que también las mujeres campesinas son frente de movilización y, más aun fuente principal que todo movimiento femenino ceñido al proletariado aspira alcanzar.

En “Las Reivindicaciones Feministas” Mariátegui nos plantea la esencia del movimiento femenino:

“Nadie debe sorprenderse de que todas las mujeres no se reúnan en un movimiento feminista único. El feminismo tiene, necesariamente, varios colores, diversas tendencias. Se puede distinguir en el feminismo tres tendencias fundamentales, tres colores sustantivos: feminismo burgués, feminismo pequeño burgués y feminismo proletario. Cada uno de estos feminismos formula sus reivindicaciones de una manera distinta. La mujer burguesa solidariza en feminismo con el interés de la clase conservadora. La mujer proletaria consustancia su feminismo con la fe de  las multitudes revolucionarias en la sociedad futura. La lucha de clases -hecho histórico y no aserción teórica- se refleja en el plano feminista. Las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias. No pueden por consiguiente, combatir juntas la misma batalla. En el actual panorama humano, la clase diferencia más a los individuos que en el sexo” (Ibíd., pp.168-169).

Esta es la esencia de la cuestión femenina: el carácter de clase de todo movimiento femenino. Y esto debemos tenerlo presente hoy más que nunca, pues nuevamente se reimpulsa la organización de las mujeres; surgen múltiples grupos, los que por general callan u ocultan el carácter de clase que los sustenta, esto es, la clase a la cual sirven, y pregonan desde una unificación de las mujeres por la reivindicación de sus derechos frente a los hombres, hasta un servir unidas todas , sin distinción de clases, a una supuesta transformación social “humanista, cristiana y solidaria”, pasando por modalidades intermedias de no muy claras o confusas posiciones de clase. El problema sustantivo es, pues, una vez más desentrañar la raíz clasista que encierra todo grupo, organismo, frente o movimiento femenino, para deslindar posiciones y establecer a quién sirven, si realmente están o no del lado del pueblo.

Estas cuestiones nos llevan a un problema capital: conforme a qué principios, a qué criterio de clase y orientación seguir en la construcción de un movimiento femenino al servicio del pueblo. Aquí la posición de Mariátegui es luminosa y concreta: “El feminismo, como idea pura, es esencialmente revolucionario” (Ibíd., p. 169). Y revolucionario para Mariátegui quiere decir, en esencia, proletario; así todo el movimiento femenino popular que en la teoría y en la práctica quiera servir realmente al pueblo, a la revolución, tiene que ser un movimiento femenino adherido al proletariado.

En lo referente a la politización de la mujer. Los clásicos del marxismo siempre han dado capital importancia a este punto, pues sin aquélla, es imposible desarrollar la movilización y organización de las mujeres, y sin éstas la mujer no puede combatir junto al proletariado por su propia emancipación. Siguiendo su gran ejemplo, la clase obrera peruana a través de Mariátegui señalo la importancia de la politización de la mujer, resaltando que su deficiencia o carencia servía a la reacción.

“Las mujeres, en su mayor parte, por su exigua o nula educación política, no son en la lucha contemporánea una fuerza renovadora sino una fuerza reaccionaria”. (tomo 16, p. 197).

Esto es suficientemente claro, más lo que cabe es preguntarnos ¿En qué consiste esta politización? Para el fundador del Partido Comunista: la incorporación decidida  y combatiente de la mujer a la lucha de clases, su movilización junto a los intereses populares, su integración a las organizaciones de clase y del pueblo y la formación de las propias de las mujeres, su formación en la ideología de la clase obrera y todo esto en adhesión, con asesoría y bajo dirección del proletariado. En síntesis, la incorporación de la mujer a la política, a la lucha de clases, bajo la dirección de la clase obrera.

Sobre la organización de las mujeres. Para enfrentar a sus enemigos y luchar por sus intereses de clase el proletariado no tiene más arma que su organización, enseña el marxismo; este principio se aplica al pueblo que sólo es fuerte si esta organizado y, por tanto, también a las mujeres, la que sólo pueden combatir con éxito organizadamente.

Como “marxista convicto y confeso”, Mariátegui aplicó estos principios creadoramente. Presto especialísima atención a la organización de las obreras, como se ve de lo planteado en el “Manifiesto de la CGTP” aludido:

“Todo este cúmulo de ‘calamidades’ que pesa sobre la mujer explotada no puede resolverse sino a base de la organización inmediata; de la misma manera que los sindicatos tienen que construir sus cuadros juveniles, deben crear sus secciones femeninas, donde se educarán nuestras futuras militantes” (tomo 13, p. 146).

Igual preocupación expresaba Mariátegui cuando bajo su orientación el estatuto de la referida Confederación disponía formar una Comisión Femenina Permanente a nivel de Comité Ejecutivo. Lamentablemente, estas orientaciones no se han llevado a la practica correctamente; ha quedado como un simple cargo burocrático sindical, llamado “asuntos femeninos” o una nominación similar, cuando lo hay, sin que cuajen orgánicamente las secciones femeninas de los sindicatos, quedando así como tarea pendiente.

Posteriormente, el 4 de marzo de 1930, el Partido Comunista aprueba la siguiente moción:

“Primero.- Creación de un Secretariado Provisional para la organización de la juventud socialista, bajo el control inmediato del Partido.

“Segundo.- Creación de un Secretariado Provisional para la organización de las mujeres trabaja-doras, bajo la dirección y control del Partido.

“Tercero.- Ambos secretariados lucharan por la organización inmediata de  los jóvenes de ambos sexos, por su capacitación política e ideológica, como etapa de preparación para su ingreso al P.” (Ricardo Martínez de la Torre, obra citada, Tomo II).

Aquí se concreto la tesis de Mariátegui de la necesidad de prestar atención a la organización femenina, incluso en los niveles políticos más desarrollados; y se expresa su posición de que la organización de las mujeres es, en última  instancia, el problema de su organización bajo la dirección y control de la clase obrera y su Partido. Tales planteamientos conducen a la exigencia de interrogarse, ante cada grupo, organismo, frente o movimiento femeninos: ¿Qué clase, como y para qué organiza a las mujeres?; y tener presente que estos puntos sólo pueden resolverse satisfactoria-mente, esto es, para la clase y el pueblo, adhiriéndose a las posiciones de la clase obrera.

Estas tres cuestiones: feminismo, politización de la mujer y organización de las mujeres y las tesis que sobre las mismas ha sentado Mariátegui deben estudiarse y aplicarse consecuentemente, pues sólo así se podrá desarrollar un auténtico movimiento femenino popular.


4.- La emancipación de la mujer.

En este punto también como en los clásicos, Mariátegui sostiene que con el capitalismo y su industrialización “la mujer avanza en la vía de su emancipación” (tomo 13, p. 144), pero en este sistema ni siquiera consigue la real igualdad jurídica;  por ello un consecuente movimiento femenino busca ir más allá y en este camino necesariamente tiene que unirse a la lucha del proletariado. Esta comprensión llevó al gran pensador proletario peruano a afirmar: “El movimiento feminista aparece marcadamente solidarizado con el movimiento revolucionario” (tomo 14, p. 161); y que aunque nacido liberal, el feminismo solo comenzaba a realizarse con la revolución:

“Nacido de la matriz liberal, el feminismo no ha podido ser actuado durante el proceso capitalista. Es ahora, cuando la trayectoria histórica de la democracia llega a su fin, que la mujer adquiere los derechos políticos y jurídicos del varón. Y es la Revolución Rusa la que ha concedido explícita y categóricamente a la mujer la igualdad y la libertad que hace más de un siglo reclamaban en vano de la revolución francesa Babeuf y los igualitarios”. (tomo 14, p.170)

Y es así que sólo con la construcción de una nueva sociedad ira surgiendo paralelamente la nueva mujer que habrá de ser “substancialmente distinta de la que ha formado la civilización que actualmente declina “; y estas nuevas mujeres se irán forjando en la fragua revolucionaria y relegando al desván histórico el viejo tipo de mujer deformado por el viejo sistema de explotación, que ya se hunde para la verdadera dignificación de la mujer.

“A medida que el sistema socialista reemplace al sistema individualista decaerán el lujo y la elegancia femeninos... La humanidad perderá algunos mamíferos de lujo; pero ganara muchas mujeres. Los trajes de la mujer del futuro serán menos caros y suntuosos; pero la condición de esa mujer será digna. Y el eje de la vida femenina se desplazara de lo individual a lo social... Una mujer, en suma, costara menos, pero valdrá más” (tomo 14, p. 163).

A más de estas ideas básica, Mariátegui se ocupa de otros problemas íntimamente ligados a la mujer en especial: divorcio, matrimonio, amor, etc.; trata estos temas con fina ironía y con agudas críticas toma posición frente a ellos. Sin embargo, como buen marxista no centra su atención en los mismos hasta tornarlos cuestión principal; pues hacer tal cosa es olvidar la lucha principal y la meta fundamental, a la vez que sembrar confusión y desorientar la lucha revolucionaria.

Estas son las tesis centrales del pensamiento de Mariátegui sobre el problema de la mujer.

Por todo lo expuesto, una conclusión se impone: las tesis que Mariátegui sostuvo sobre el problema femenino son resultado de la consecuente aplicación del marxismo-leninismo a las condiciones específicas de una sociedad semifeudal y semicolonial como la peruana.



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(*)Carlos Marx analizando el trabajo femenino e infantil escribió: “ La maquinaria, al hacer inútil la fuerza del músculo, permite emplear obreros sin fuerza muscular o sin un desarrollo físico completo, que posean, en cambio, una gran flexibilidad en sus miembros. El trabajo de la mujer y el niño fue, por tanto, el primer grito de la aplicación capitalista de la maquinaria. De este modo aquel instrumento gigantesco creado para eliminar trabajo y obreros, se convertía inmediatamente en medio de multiplicación del número de asalariados, colocando a todos los individuos de la familia obrera, sin distinción de edad ni sexo, bajo la dependencia inmediata del capital. Los trabajos forzados al servicio del capitalista vinieron a invadir y usurpar no solo el lugar reservado a los juegos infantiles, sino también el puesto de trabajo libre dentro de la esfera doméstica y, a romper con las barreras morales, invadiendo la órbita reservada incluso al mismo hogar.

“El valor de la fuerza de trabajo no se determina ya por el tiempo de trabajo necesario para el sustento del obrero adulto individual, sino por el tiempo de trabajo indispensable para el mantenimiento de la familia obrera. La maquinaria, al lanzar al mercado de trabajo a todos los individuos de la familia obrera, distribuye entre toda su familia el valor de la fuerza de trabajo de su jefe. Lo que hace por tanto, es despreciar la fuerza de trabajo del individuo.... Como se ve, la maquinaria amplia desde el primer momento, no solo el material humano de explotación, la verdadera cartera del capital, sino también su grado de explotación. “ Al abrir las puertas de las fabricas a las mujeres y los niños, haciendo que éstos fluyan en gran numero a las filas del personal obrero combinado, la maquinaria rompe por fin la resistencia que el obrero varón oponía aun, dentro de la manufactura, al despotismo del capital”. (El Capital, Tomo I, pp. 323 y siguientes. Fondo de Cultura Económica, año 1966. Las palabras en negrita están en cursiva en el original).

Prosiguiendo en su magistral análisis el mismo Marx nos describe como el capitalismo utiliza en su beneficio hasta las virtudes femeninas y sus obligaciones: “ Mr. E. fabricante, me informo que en sus telares mecánicos empleaba exclusivamente mujeres, dando preferencia a las casadas, y sobre todo a las que tenían en casa una familia que vivía o dependía de su salario, pues éstas eran mucho más activas y celosas que las mujeres solteras; además, la necesidad de procurar a su familia el sustento las obligaba a trabajar con mayor ahínco. De este modo, las virtudes características de la mujer revierten en perjuicio suyo: toda la pureza y dulzura de su carácter se convierte en instrumento de tortura y esclavitud” (Nota 57 del tomo referido de El Capital, p. 331, edición citada).






 PUNTO Y APARTE 




Selma - Canción para ligar (cover Los Planetas)





She & Him - Hold me , Thrill me , Kiss me ( Harry Noble )





Maywa - El bosque rosa





Los ecos - SOS... Peligro





Maywa - Kausaypaq





Maywa - Sin tiempo





Los conchas negras - Rompecalzón





Los conchas negras - Carmencita





El Sonido del Sol - Cierren la puerta





Chicha morais - Mary Ann





She & Him - Thieves





Ricardo Arjona - Tu reputacion





Haragán y cía - EN EL CORAZÓN NO HAY NADA.



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