EL ESTALINISMO Y EL FIN DE
LA VANGUARDIA
Juan Manuel Aragüés
La ruptura política que supuso la
Revolución de Octubre de 1917 en Rusia vino acompañada de una ruptura paralela
en todos los órdenes sociales, incluido el ámbito estético. Es cierto que las
vanguardias aparecen en toda Europa y que, por tanto, su surgimiento no puede
ser puesto en relación con el acontecimiento revolucionario ruso. Pero sí que
es posible establecer una vinculación en Rusia entre experimentación política y
experimentación estética, pues la búsqueda de una nueva sociedad se hará en
todas las dimensiones de la misma. Por ello, la desaparición de la vanguardia y
su sustitución por el realismo socialista en los primeros años 30 (1), las
continuas acusaciones de formalismo referidas a los artistas soviéticos, deben
ser entendidas como un síntoma más de la evolución de la URSS bajo el
estalinismo.
1. La vanguardia rusa
Resulta obligado señalar la
especificidad de la vanguardia rusa. Una especificidad que cabe relacionar con
la especial coyuntura que el país empieza a vivir a partir de 1917 como
consecuencia de la Revolución bolchevique. A la traumática experiencia de la I
Guerra Mundial, vivida por, casi, el conjunto de Europa, Rusia añade la
Revolución y la consiguiente Guerra Civil alentada por la intervención
contrarrevolucionaria llevada a cabo por diferentes potencias mundiales. Rusia
vive unas condiciones históricas que le permiten llevar a la práctica de un
modo más preciso esa voluntad de ruptura con el pasado que representa la
vanguardia. Ruptura política, por la gestación de una nueva forma de
organización de la sociedad, pero también ruptura material, por la necesidad de
reconstrucción del país tras ser arrasado en los diferentes conflictos que lo
atraviesan entre 1914 y 1920.
Como apunta con sarcasmo el
poeta Andrei Belii, “la victoria del materialismo en Rusia condujo a la
completa desaparición de toda materia en el país” (2).
La potencia de la vanguardia rusa
se desprende del simple enunciado de la nómina de sus componentes.Sin pretender
ser exhaustivos, podemos señalar nombres tales como los de Malevich ,Kandinskii
,Chagall ,Eisenstein ,Vertov , Rodchenko, Maiakovskii,
Pasternak ,Meyerhold , Shostakovich,Prokof´ev,en muy diferentes campos de la
creación estética.En todos los casos,su obra aboga por una ruptura radical con
el pasado;en algunos,esa apuesta transformadora va acompañada de una paralela
voluntad política,favorecida, como en ningún otro lugar de Europa,por una
coyuntura social propicia.Por poner un ejemplo, cuando Lunacharskii se
convierte en Comisario de Cultura,piensa en Maiakovskii para el
departamento de poesía,en Meyerhold para el de teatro y en
Chagall para el de arte (3).En Rusia como en ningún sitio,la ruptura
formal fue acompañada de una ruptura en los contenidos.
En muchos sentidos, la vanguardia
rusa cree haber contemplado el fin de la historia, la muerte de Dios,
acontecimientos ambos que, deseados o no, resultan, para ella, incontestables.
Y ello urge la creación de una nueva realidad. El arte ya no tendrá por objeto
representar una realidad que ha resultado aniquilada, deberá esforzarse en la
producción de una nueva realidad.
Este programa es desarrollado
milimétricamente por el suprematismo, cuyo máximo exponente es Malevich.
La apuesta por un nuevo mundo, jalonada por expresiones de cuño nietzscheano,
aparece con claridad en su Declaración, redactada el 15 de junio de
1918: “Hoy ha llegado el superhombre por sorpresa para extraer del hombre lo
que le sucederá y colocar la nueva sabiduría en el nuevo cráneo del hombre de
nuestro siglo (…)Desgarrad las telas y los libros que contienen
vuestras páginas de esquemas si lo que traslucen es el mundo deformado del
pasado [.] arrancad todo lo que ha hecho la razón de la
antigua cultura para que el hombre nuevo pueda en el curso de unos instantes
trazar rápidamente por sí mismo los sistemas de las vías con que se desatan los
nudos de la antigua sabiduría escondida que no es otra cosa en realidad que
vieja estopa roída por el tiempo” (4). En el tiempo del fin de la historia,
la comunidad, trasunto de Dios (5), se convierte en la ‘humanidad blanca’,
que contempla un mundo anobjetual, Nada absoluta (6). La tarea de esta nueva
humanidad comunitaria es otorgar nuevo sentido al mundo nuevo. Así lo expresa
el Unovis, colectivo de artista suprematistas, ‘Utverditeli Novogo Iskusstva’
(Corroboradores del Nuevo Arte), en una hoja suelta de 1920 tituladaQueremos:
“Crearemos vestiduras nueva y daremos al mundo un sentido como nunca tuvo,
porque poseemos derechos y libertades que jamás existieron (…). El
rojo muestra al hombre la vía nueva. Nosotros mostraremos la nueva obra
artística creadora” (7). La alianza de lo político y lo estético se
entiende como una necesidad epocal. Malevich se considera la
culminación del proceso de la vanguardia: “Con nuestros programas y nuestros
sistemas nuevos haremos las artes revolucionarias: cubismo, futurismo y
suprematismo, ya que ellos contienen la marcha de los acontecimientos que
conducen al signo creador único. El cubismo y el futurismo han destruido el antiguo
mundo de las cosas y nosotros hemos llegado a lo no objetivo, es decir, al
despojamiento de todo lo antiguo, a fin de desembocar en el mundo de las cosas,
espiritual, suprematista, utilitario y dinámico”(8). A pesar de ello,
el constructivismo, luego productivismo, de Rodchenko yTatlin, entre
otros, denunciará lo que considera una tendencia excesivamente contemplativa
del suprematismo y abogará por la total fusión del la actividad artística con
lo social, a través del concepto de ‘máquina artística’. Como
apunta Groys, “los constructivistas mismos no consideraban sus
construcciones como obras de arte autosuficientes, sino como modelos de una
nueva organización del mundo, como elaboración experimental de un único plan de
dominio del material mundial” (9).
No cabe duda de que la gran
figura literaria de la Revolución es Vladímir Maiakovskii. Cabeza del
futurismo ruso, fundador, junto
con Pasternak y Tretiakov de la revista LEF (Levii Front
Iskusstva, Frente Izquierdista del Arte), quizá la más influyente del
ámbito de la vanguardia soviética, su temprano suicidio, el 14 de abril de
1930, antes de que comenzara la brutal represión estalinista, le convirtió en
indiscutible figura de la literatura revolucionaria. Los temas más recurrentes
de la vanguardia encuentran acogida en la poesía de Maiakovskii. Una
poesía que no es meramente el acto escritural o recitativo, sino una propuesta
de intervención en la vida cotidiana. Maiakovskii destaca por su
empeño en poetizar todos los aspectos de la vida soviética, al tiempo que su
poesía se impregnará de todo lo que en su tiempo acontece. Por ello no duda en
recorrer el país ofreciendo su palabra en los lugares más diversos, desde
astilleros hasta fábricas, pasando por teatros y escuelas; por ello permite que
su poesía se impregne de todo lo que sus ojos ven. Buen ejemplo es lo que
plantea en la que fue su última intervención pública, en la Casa del Komsomol
(la juventud comunista) de Moscú, el 25 de marzo de 1930, con motivo de la
exposición dedicada a los 20 años de trabajo del poeta. En un momento de la
misma, dirigiéndose a un auditorio compuesto mayoritariamente por obreros,
dice: “Esto es necesario para poder idear consignas destinadas a que los
obreros se cuiden, actuaciones poéticas que apoyen las indicaciones que
aconsejan no meter las manos en las máquinas con corriente eléctrica, que no se
dejen nada encima de una escalera para que, al moverla, el martillo no les
golpee en la cabeza. Con nuestra pluma, con nuestros versos y nuestros ritmos,
debemos trabajar en ese sentido y ayudar a que se cumplan esas tareas y se
valore la seguridad para los obreros, y esto no es menos importante que los
temas cantados por nuestros líricos melenudos que abundan por ahí” (10).
Una nueva sociedad exige una nueva poesía que se convierta en instrumento de
transformación de la realidad. Pues, como afirma Jabo Pizarroso en la
introducción al mencionado texto, “la política se había hecho poesía y la
poesía se estaba armando de política” (11). Por ello, en
Maiakovskii la poesía adquiere en muchos momentos una dimensión
político-militar, pues el arte no es sino otro frente en la acción
transformadora. Su último poema, leído en esta reunión, lo muestra de manera
evidente:
Yo,
basurero
Y
aguador,
Por
la revolución,
Movilizado
y dirigido
Fui
al frente
Del
jardín aristócrata
De
la poesía (12)
Para
añadir más adelante:
Yo
despliego en formación
El
ejército de mis páginas
Y
paso revista
A
las tropas de mis versos.
Las
letras se cuadran con firmeza
Duras
como el plomo
Preparadas
para la muerte
Y
preparadas también para la gloria.
Los
poemas inmóviles,
Cuando
por la boca del cañón
Fijado
el objetivo
Se
disparan los títulos.
Mi
arma
Preferida
Certera
Como
un dardo,
La
caballería de las agudezas
Alza
las rimas afiladas de las lanzas.
Y
todos
Mis
ejércitos armados hasta los dientes
Con
veinte años de victorias,
Hasta
La
última hoja,
Yo
Te
los entrego
Proletariado
del planeta (13).
El poeta futurista tiene como
objetivo, para Maiakovskii, la construcción del socialismo, labor que
se entiende, entre otras cosas, como exacerbación del espíritu crítico, siempre
atento a “combatir la inercia que ha penetrado ya en nuestros trece años de república
soviética” (14). No parece que esa apelación al proletariado mundial y a
algo que se pudiera entender como una revolución permanente pudiera ser muy del
gusto de un Stalin que acababa de expulsar a Trotskii y que
había declarado la doctrina del “Socialismo en un solo país”.
Pues si la vanguardia, la parte
revolucionaria de la vanguardia, apoya los planteamientos bolcheviques, pues ve
en ellos la posibilidad de transformación de la realidad que se encuentra en su
programa estético, la dirección bolchevique mantiene respecto de la vanguardia
una posición mucho más matizada. Ciertamente, Lunacharskii, como comisario
de cultura, se apoyó desde su nombramiento en lo más representativo de la
misma, pero se detecta una actitud de incomprensión por parte de la dirección
soviética hacia buena parte de las actitudes y propuestas de la
vanguardia. Chagall, en 1919, a la sazón Comisario de Bellas Artes en
Vitebsk, ciudad también de Malevich, se ve forzado a defender el carácter
revolucionario de su arte. Lo hace en un artículo titulado “La Revolución en el
arte”, publicado en la revista Revolutsionnoe Iskusstvo: “El
arte de hoy, como el de mañana, no quiere ‘contenido’ alguno. El arte realmente
proletario será aquel que sepa romper interna y externamente, con sencilla
sabiduría, con todo aquello que sólo se puede denominar ‘literatura’” (15).
No en vano, la posición bolchevique, se desmarca del apoyo a una tendencia
artística concreta, como se deduce de la tesis 4ª del Narkompros (Comisariado
Popular para la Instrucción): “ni el poder estatal ni la asociación de
sindicatos [de artistas] deben reconocer ninguna orientación como algo
estatal-oficial; por el contrario, han de ser el máximo apoyo a todas las
iniciativas en el campo del arte” (16). La discrepancia entre el poder
soviético y la vanguardia se sustancia también en la diferente relación que
mantienen hacia el arte del pasado. Frente a la pretensión vanguardista de
ruptura total con el pasado, la posición oficial acabará cristalizando en la
teoría de ‘las dos culturas dentro de una cultura’ (17), que defenderá
la existencia en toda época de posiciones estéticas de carácter revolucionario
que es preciso reivindicar.
La coincidencia en objetivos
entre la vanguardia y la expresión política de la revolución, el Estado
soviético, la común pretensión de construcción de una nueva realidad, permite,
al menos, una cercanía entre vanguardia y bolcheviques. Sin embargo, el acceso
de Stalin al poder, que implica la clausura del proceso
revolucionario y, por tanto, el arrinconamiento de los objetivos
transformadores, implicará el distanciamiento definitivo entre vanguardia y
poder. El suicidio de Maiakovskii, precedido de su denuncia de la ‘inercias’
de la Revolución, ya en los primeros años del estalinismo, es un síntoma de lo
que acontece. Su desencanto se manifiesta de manera radical en una de sus
últimas obras, El baño, recibida con duros reproches por parte
del VAPP, la asociación de escritores proletarios, dirigida por Ermilov.
Ante las críticas, Maiakovskii colgó una nota en el lugar del
estreno, que decía: “No es posible limpiar en un solo baño a todo el montón
de burócratas, no hay bañeras ni jabón suficiente” (18). El golpe
definitivo a la vanguardia se produce con la promulgación el 23 de abril de
1932 de una disposición del Comité Central del Partido Comunista Ruso
(bolchevique) ‘Sobre la renovación de las organizaciones
artístico-literarias’ que, en la práctica, suponía la disolución de todas
las organizaciones y asociaciones nacidas al calor de la Revolución y su
sustitución por organizaciones oficiales. El primer paso de estas asociaciones
fue el de exigir de sus miembros juramento de fidelidad a la Revolución y al
Líder, Stalin. Es en este contexto, al que el
propioShostakovich califica, en carta dirigida a su amigo Iván
Sollertinskii el 16 de noviembre de 1933, como la “época de después de
Abril”, en el que se produce la desaparición de la vanguardia artística en
la URSS (19).
2. La muerte de la Revolución,
la muerte de la vanguardia
No cabe duda de que sería
incorrecto asimilar vanguardia artística y vanguardia política o, por decirlo
de otro modo, argumentar que existe un hilo que hilvana las propuestas
artísticas de la vanguardia y las de la política revolucionaria. No es, como
hemos dicho, una afirmación sostenible, ni para Rusia en particular ni para
Europa en general. Por un lado, cabe subrayar que el fenómeno de la vanguardia
es un fenómeno plural, en el que, bajo unos rasgos estéticos que confieren un
aire de familia, se cobijan posiciones políticas muy diversas. Un mismo ismo,
como el futurismo, puede ser representado por posiciones políticas
contrapuestas, como se observa en el caso
de Marinetti y Maiakovskii. El propio Maiakovskii lo
subraya. También es cierto, que el profundo hincapié que la vanguardia realiza
sobre las cuestiones formales, convivió de manera compleja con la necesidad de
contenidos que implica toda política. En ese sentido, hubo quienes entendieron
que el formalismo, la desatención al contenido, sintonizaba sin dificultad con
los planteamientos políticos revolucionarios, caso de Chagall, quienes
entendieron que la atención a la forma debía ir acompañada de la búsqueda de
nuevos contenidos de carácter revolucionario, caso de Maiakovskii, y
quienes se limitaron a conceder a la vanguardia una tarea estética y
formal. Subiráts se ha encargado de subrayar que esta última postura
es la que adquiere predominio en el discurso vanguardista, que, de este modo,
acaba sometido a las exigencias de la sociedad de consumo (20).
Las aristas son múltiples, en
efecto. Pero en el caso de la Unión Soviética creemos que es posible establecer
una vinculación entre el devenir de la vanguardia y el devenir de la política.
Y así entender que en los años 30 se produce una clausura paralela del proceso
revolucionario y de la vanguardia artística. Todo ello se puede sintetizar en
un nombre:Stalin.
Sería imposible pretender
justificar, a través de una extensa nómina de acciones, textos y declaraciones,
la tesis de que el estalinismo supone la tumba de la Revolución de Octubre. En
lo político, sin embargo, resulta imprescindible recordar el enrocamiento que
supone la promulgación por Stalin, nada más acceder al poder en 1926, de
la política de “Socialismo en un solo país”, así como la posterior
liquidación de toda la vieja guardia bolchevique en los juicios de Moscú de los
años 30. En lo textual, quizá convenga recordar una serie de novelas,
desde El cero y el infinito de Koestler, hasta Vida
y destino de Grossman, pasando por El caso Tulayev de Victor
Serge o Moscú- frontera de Jiri Weil, en las que
militantes comunistas contemporáneos defienden la tesis de la conversión del
régimen estaliniano en lo opuesto de lo que la Revolución había pretendido.
Aquí, para reforzar esa tesis y relacionarla con el desarrollo de la vanguardia
en la URSS, nos apoyaremos en algunos textos referidos específicamente al campo
de la música, pero perfectamente extrapolables al campo del discurso político e
ideológico.
Ya hemos mencionado la
importancia que Dmitrii Shostakovich concede a la promulgación, en
abril de 1932, de la disposición ‘Sobre la renovación de las organizaciones
artístico-literarias’, ya que supone la supeditación de toda actividad
artística a la dirección del Partido. Los bolcheviques, como hemos señalado,
habían mantenido una hasta cierto punto comprensible ambigüedad con respecto a
los movimientos artísticos contemporáneos. Probablemente, la dirección
bolchevique se mostraba más atenta a las vinculaciones políticas de los
artistas que a sus propuestas estéticas, pues la necesidad de encontrar apoyos
para la Revolución pesaba más que cualquier otra consideración. Esa ambigüedad
se traduce en la efervescencia cultural de la que es testigo la Rusia
revolucionaria, efervescencia que irá desapareciendo en el curso de los años y
que encontrará en la llegada al poder de Stalin la peor de las
noticias. Los años 30 son años de extremada dureza, para la sociedad en su
conjunto, para la cultura en particular. El novelista Boris
Pilniak llegó a escribir, en 1933, una carta al también
novelista Victor Serge en los siguientes términos: “no hay un solo
adulto pensante en este país que no haya creído que puede ser fusilado”
(21). Anna Ajmatova se encargó de glosar ese dolor en su poema Requiem
(22). Los hechos hablan de una cruel represión, pero ¿y los
textos oficiales? ¿Qué reflejan?
Como decíamos, en el ámbito de la
música existen varios textos y declaraciones que poseen una enorme
significación para detectar la evolución ideológica de la dirección soviética.
Son textos que, desde la crítica al formalismo y al cosmopolitismo, se
construyen desde una arquitectura conceptual que resulta absolutamente
antagónica con un planteamiento marxista, incluso meramente materialista.
Vayamos cronológicamente. El
primero de esos textos fue publicado en Pravda el 28 de Enero
de 1936, su título, Caos en lugar de música, y supone una durísima
crítica de la ópera de Shostakovich Lady Macbeth de Mtsenk,
estrenada con enorme éxito de crítica y público dos años antes en Leningrado
(23). Sin embargo, tras la asistencia de Stalin a una representación
de la obra, el 26 de Enero de 1936, la suerte de la obra cambiará radicalmente,
hasta el punto de que no volverá a ser representada hasta 1962, modificada y
con el título de Katerina Izmailova. El texto de Pravda realiza,
en lo sustancial, dos críticas a la obra. La que menos nos interesa, pero que
indica el tipo de moralidad vigente en la URSS de Stalin, tras los
innovadores experimentos sobre la familia y el amor libre de los años 20, es la
que se centra en los elementos sexuales de la obra y en lo que se caracteriza
como su “naturalismo más ordinario”, “grosero, primitivo y vulgar”.
El autor del texto, probablemente un tal Saslavskii, escribe con
desagrado: “La música gime y suspira, jadea y se queda sin aliento para
recrear las escenas amorosas con la mayor naturalidad posible. Y el ‘amor’ es
tratado con todo lujo de detalles, que no podrían ser más vulgares. La cama de
matrimonio del comerciante ocupa el centro del escenario”(24). El
puritanismo victoriano acampa tras los muros del Kremlin. Un puritanismo que
también aparece en la crónica del crítico del New York Times, quien la califica
como primera ópera pornográfica (25). Pero más allá de algo que pudiera ser
tenido por anecdótico y quizá fruto de la posición personal del redactor del
texto, la segunda de las críticas despliega toda una batería de argumentos con
un profundo trasfondo ideológico. Esta crítica se refiere al ‘formalismo’
presente en la obra.
La acusación de formalismo, que
ya había sido utilizado en los años 20, en concreto contra Maiakovskii, supone
toda una declaración de principios estéticos opuestos a los de la vanguardia.
Ciertamente, la vanguardia había subrayado la necesidad de una ruptura formal
con el arte reproductivo de la tradición occidental abogando por la obra como
un instrumento productivo, generador de una nueva realidad. Esa ruptura formal
venía acompañada, en muchos casos, con una propuesta de ruptura material,
ideológica. Sin embargo, con la promulgación del realismo socialista como
principio estético soviético, todo el peso de la obra de arte debe recaer en su
contenido ideológico, convirtiéndose la forma en mero soporte de ese mensaje
político. Por ello se buscan formas simples, sencillas, inmediatamente
comprensibles. Todo lo que supone una innovación o complicación formal es visto
con recelo. De ahí que la acusación de formalismo fuera una constante en la
estética estaliniana. Así se lee en el texto que “el poder de arrastrar a
las masas que tiene la buena música es sacrificado por un afán formalista
pequeñoburgués y un retorcimiento que no tienen por objeto más que dar una
sensación de originalidad basada en el puro efectismo” (26). De ahí las
críticas a las disonancias que recorren la obra y que dan lugar a una música “caótica”,
“intencionadamente ‘retorcida’”, que “no recuerda en nada a la ópera
clásica y tampoco tiene nada en común con las sonoridades sinfónicas, con el
lenguaje musical sencillo y accesible para todo el mundo” (27). Al parecer,
la Revolución, que había pretendido la ruptura política con el pasado, debe
reproducir en lo estético, los modelos de ese pasado superado. Porque no hay
una reivindicación de una cierta música del pasado, la que pudiera entroncar
con ese carácter progresista que apunta la teoría de las dos culturas dentro de
una cultura, sino que se aboga, tout court, por la ‘ópera
clásica’, sin más matices. Pero con resultar sorprendente la reivindicación
de modelos estéticos generados en sociedades burguesas o, incluso,
aristocráticas, lo que nos interesa subrayar son los parámetros conceptuales, y
por lo tanto, ideológicos, desde los que se reivindica la tradición. Pues se
hace desde el énfasis en la defensa de una “música natural, humana”.
Desde luego, no parece que un
discurso materialista, marxista, pueda apoyarse en conceptos como lo natural y
lo humano. Aplicando esa teoría de las dos culturas dentro de una cultura, bien
pudiera decirse que la historia de la filosofía moderna manifiesta sus hitos
progresistas (Spinoza, materialistas franceses del
XVIII, Marx, Nietzsche) a través de la crítica del concepto de
naturaleza humana. Como bien dice Roland Barthes, la burguesía siempre se
ha escondido detrás de esos conceptos para disfrazar sus intereses particulares
presentándolos como universales (28). De ese modo, al presentar a los sujetos
unidos por una común naturaleza, constituyendo la ‘humanidad’, ataca la
pretensión aristocrática de una naturaleza especial que justificaría su
relación con el poder, al tiempo que desactiva los mensajes de clase
procedentes del proletariado. La nación, el pueblo, la humanidad, borran las
fronteras de clase. En una dinámica excesivamente tópica, y generadora de
desencanto por proceder de un Estado que se considera revolucionario, el
estalinismo se ve a sí mismo como expresión de un saber de carácter universal,
de un gusto que trasciende las épocas y las clases. Si la vanguardia, lo hemos
apuntado, nace de la muerte de dios, el estalinismo lo resucita, convirtiéndose
en un discurso religioso en el que lo que se le opone se convierte en,
significativamente por su etimología, siniestro, demoníaco: “Es una música –se
continúa argumentando en Pravda- construida sobre el mismo
principio de negación de la ópera de acuerdo con el cual el arte ‘siniestro’ -en
el sentido de perverso, negativo, demoníaco, opuesto a lo ‘diestro’- reniega
en el teatro en general de la sencillez, el realismo, la comprensibilidad del
gesto o la entonación natural de la palabra”. La crítica a la vanguardia se
hace explícita a continuación: “Esta música viene a transferir a la ópera
los principios negativos del teatro de Meyerhold elevados a la enésima potencia”
(29). La oposición entre lo natural y humano frente a la demoníaco y siniestro
desplaza a la ópera de Shostakovich del lado del error y la mentira,
colocándose en un peligroso camino de desviacionismo esteticista: “El
peligro de seguir una tendencia semejante en la música soviética salta a la
vista. Esta degeneración ‘hacia el lado siniestro’ en la ópera tiene el mismo
origen que la degeneración ‘siniestra’ en la pintura, la poesía, la pedagogía y
la ciencia. El afán ‘innovador’ pequeñoburgués conduce a un alejamiento del
arte verdadero, de la verdadera ciencia y la verdadera literatura”. No cabe
duda de que las categorías de naturaleza y verdad caminan paralelas, pero no lo
es menos que, en su formato universal y burgués, resultan radicalmente ajenas a
la tradición materialista.
Pudiera pensarse que nos hallamos
ante un texto puntual, quizá incluso anecdótico. Sin embargo, más de una década
después, en 1948, los argumentos se reiteran, casi milimétricamente. El 10 de
febrero de 1948, se publica una resolución del PCUS tituladaSobre la ópera
‘La gran amistad’, redactada por Boris Assafev, a instancias
deZhdanov. La ópera La gran amistad, obra de un compositor de
escasa relevancia, Vano Muradelli, sirve de excusa para un ataque en toda
regla contra los más relevantes compositores soviéticos. La resolución se
vincula directamente con el texto de Pravda de 1936: “Ya en
el año 1936 la ópera Lady Macbeth de Mzensk de Dmitri Shostakovich dio pie al
órgano de prensa del Comité Central del PCUS para criticar vivamente las
tendencias antinacionales y formalistas de la obra de D. Shostakovich y para
revelar el peligro que la misma albergaba en relación con la evolución de la
música soviética. Pravda, que abordó entonces el tema por iniciativa del Comité
Central del PCUS, formuló con claridad lo que el pueblo esperaba de los
compositores soviéticos […]. Sin embargo, no han ido bien las cosas con
respecto de las obras aparecidas en el ámbito de la sinfonía y la ópera. La
cuestión afecta sobre todo a los compositores representantes de la tendencias
formalista y antinacional, que se refleja especialmente en las obras de compositores
tales como los camaradas D.D. Shostakovich, S.S. Prokofiev, A.I.
Jachaturian, V.Y Shebalin, G.N. Popov, N.Y. Miaskovski y
otros, cuya música refleja con especial intensidad aspiraciones formalistas y
tendencias antidemocráticas, ajenas al pueblo soviético y a sus gustos
artísticos. Entre las características de esta música están el rechazo de los
principios básicos del clasicismo, la apología de la atonalidad, de la
disonancia y de la falta de armonía, que, según parece, habrán de ser expresión
de la ‘innovación y del progreso’ en la evolución de las formas musicales, la
renuncia a elementos musicales tan importantes como la melodía y la
preferencia, como contrapartida, por asociaciones sonoras caóticas y neuróticas
que transforman la música en cacofonía” (30). Como vemos, reaparecen
referencias de carácter técnico, como la reivindicación de lo melódico frente a
la disonancia, la alabanza de la tradición clásica, enmarcadas dentro de una
crítica general a lo que se denomina como formalismo. Ello dará pie, de nuevo,
a reclamar una “música humana normal” frente a unas obras que están “minando
los pilares de la auténtica música” (31), de tal manera que se utilizan,
doce años después, categorías ideológicas ajenas al archivo marxista. No
aparecen, al no venir al caso, referencias sexuales de carácter moral, lo cual
no quiere decir que el puritanismo anteriormente mencionado haya desparecido de
la escena crítica soviética. Es más, cuando ese mismo año Tijon
Jrennikov se hace con la Secretaría General de la Unión de Compositores,
carga contra los mencionados compositores reiterando los argumentos de “experimentación
formalista”, pero añade, en línea con el artículo de Pravda de
1936, que su música tiende a “reunir armonías salvajes, a recaer en culturas
primitivas, bárbaras[…] en el erotismo, la perversión sexual, la
inmoralidad y la desvergüenza, atributos que caracterizan a los héroes
burgueses del siglo XX” (32). No cabe sino el estupor más acentuado al
constatar en qué ha devenido la moral sexual soviética.
No parece caber duda de que el
discurso oficial estalinista se nutre de categorías de carácter universalista y
atemporales que difícilmente pueden encajar en una analítica de carácter
materialista. El estalinismo conserva elementos de la retórica revolucionaria,
pero sus categorías no resisten un serio análisis materialista. La desatención
a la quiebra social, a la mediaciones constituyentes de la subjetivad, a la
deriva histórica de los discursos –estéticos, éticos, de todo orden- convierten
al discurso estalinista en una propuesta idealista, como en el ámbito
filosófico señaló el propio G. Lukács (33). En última instancia,
recurriendo a conceptos de Negri, a lo que asistimos es a la conversión de
un poder constituyente, revolucionario, en un poder constituido, atento
exclusivamente a su propio mantenimiento y reproducción, y con ello, de un
pensamiento constituyente a un pensamiento constituido, esclerotizado y
dogmático. De este modo, puede hablarse de una lógica paralela en la evolución
de lo político, de lo ideológico, de lo estético. El estalinismo arrasa con los
principios internacionalistas y democráticos de la revolución, arrasa con los
herederos directos de la misma, aniquila las expresiones creativas que habían
crecido al calor de Octubre y se pertrecha de una serie de categorías, de una
ideología, que lo coloca en el campo de los discursos idealistas. La decepción
de la época se observa claramente en el siguiente texto de Rodchenko.
1944, acaba de sonar el nuevo himno soviético en la radio, encargado
por Stalin a diversos compositores, para finalmente decantarse por el
deAlexandrov: “Hoy se ha interpretado el nuevo himno del compositor
Alexandrov. Muy interesante… no hay otros. ¿No se le podía haber encargado al
menos a Shostakovich o a Prokofiev? Por lo demás, es ‘verdaderamente’ ruso… el
imperio del falso realismo y del plagio. Se dice que se trata en el arte de un
regreso al realismo, a los Itinerantes, al ‘Arte ruso’. ¿Qué hacer? Coso
cascabeles a mi gorro para los funerales del arte, del mío y del de todos… de
los izquierdistas. Señor, y todos vosotros, gentes del futuro, ¡perdonadnos! No
he vivido en el buen momento. No lo haré más… Vivir aquí es aburrido. ¿Y para
qué hemos vivido? No hemos hecho más que esperar, esperar y creer… Nadie
necesitaba lo que hemos hecho”(34). Sin duda, una exageración, hija de lo
que pudo ser y no llegó.
*Publicado en el nº 9 de la
revista Youkali
NOTAS
1.
No compartimos la tesis de B. Groys que entiende que el realismo socialista
supone una continuación de la vanguardia. A pesar de ello, los análisis de
Groys nos parecen tremendamente sugerentes e interesantes. Al respecto, vid.
Aragüés, J.M., “Vanguardia y realismo socialista en la Unión Soviética”, Riff-Raff nº
42, 2010, pp. 75-80.
2.
Citado en Groys, B., Obra de arte total Stalin, Pre-textos,
Valencia, 2008, p. 57.
3. Baal-Teshuva, J. Chagall, Taschen,
Köln, 2008, p. 79.
4.
Malevich, K., Escritos, Síntesis, Madrid, 2007, p. 272.
5. Ibídem, p. 434.
6. Groys, B., Ibídem, p.51.
7. Malevich, K., Op. cit.,
pp. 318,319.
8. Ibidem, p. 317.
9. Groys, B. Loc. cit p.
60.
10.
Maiakovskii, V., Una bofetada al gusto del público, Mono azul
editora, Sevilla, 2009, pp. 68-69.
11.
En Ibídem, p. 17.
12. Ibídem, p.
80
13. Ibídem, pp.
84-85
14. Ibídem, p.
59
15.
Citado en Baal-Teshuva, J., Op. cit., p. 84.
16.
“Tesis del Sector del Arte del Comisariado Popular para la Enseñanza y del Comité
Central de la Federación Pan-rusa de Sindicatos de Artistas sobre las
bases de la política en el Sector del arte” (1921), recogido en VVAA, Escritos
de arte de vanguardia, 1900-1945, Istmo, Madrid, 1999, pág. 316.
17. Groys, B., Loc.
cit., pp. 100-102.
18.
Citado en la introducción a Maiakovskii, V., Cómo hacer versos, El
mono azul, Sevilla, 2009, pp. 15-16.
19.
Shostakovich, D., Pis´ma I. Sollertinskomu (Cartas a I.
Sollertinskii), Kompozitor, San Petersburgo, 2006, p. 131.
20.
Subiráts, E., La crisis de las vanguardias y la cultura moderna, Ediciones
Libertarias, Madrid, 1985.
21.
Citado por Susan Sontag en la introducción a Serge, V., El caso
Tulayev, Alfaguara, Madrid, 2007, p. XVI-XVII.
22.
Al respecto, vid. Aragüés, J.M. “Anna Ajmatova: crónica poética del
antiestalinismo” en Rodríguez, L.P., El pensamiento de los
poetas, Editorial Eclipsados, Zaragoza, 2010, pp. 141-180.
23.
Al respecto, vid Aragüés, J.M. “Shostakovich y la represión estalinista: el
caso de la ópera Lady Macbeth de Mtsenk” en Ballestín, C., Discursos
subterráneos, Mira, Zaragoza, 2009, pp. 127-136.
24.
Citado en Feuchtner, B., Shostakovich. El arte amordazado por la
autoridad, Turner, Madrid, 2004, p. 78.
25.
Citado en Feuchtner, B. Op. cit., p. 79.
26. Ibídem, p.
78.
27. Ibídem, p.
78.
28.
Barthes, R., Mitologías, Siglo XXI, Madrid, 1988, pp. 232 y
ss.
29.
Feuchtner, B., Ibídem, p. 78.
30.
Citado en Meyer, K., Shostakovich. Su vida, su obra, su época, Alianza
Música, Madrid, 1997, p. 259.
31.
Feuchtner, B., Loc. cit., p. 237.
32. Ibídem, p.
239.
33.
Vid al respecto Lukács, G., Marx, ontología del ser social, Akal,
Madrid, 2007.
34.
Rodchenko, A., Otkryty dlya budushego. Dnevniki. Stat´i. Pis´ma. Zapiski. Moscú,
1993, p. 363.
PUNTO Y APARTE
PURGA PA`QUI ,PURGA PA`LLÁ ESTE ES LA PURGA DE BIGOTÓN....
PARQUE JURÁSICO
ÉL ES BRAVO
NI TLC NI TPP!
MAO PINTADO POR ANDY WARHOL
RESPONDE SIONISTA....APOYAS EL HOLOCAUSTO PALESTINO Y ERES FUJIMONTESINISTA
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