Perspectivas literarias en José Carlos
Mariátegui
Solomon Lipp,
McGill University
McGill University
En 1994 se celebró el centenario
del nacimiento de José Carlos Mariátegui, uno de los pensadores más destacados
de Hispanoamérica. Se organizaron simposios en varias partes del mundo para
rendirle homenaje, y discutir la obra multifacética de este ilustre marxista
peruano. En este estudio me gustaría detenerme en algunos aspectos de su
temática, los que se refieren a problemas literarios, y a unos escritores que
nos ofrece Mariátegui, a manera de ilustrar las tesis principales de sus
comentarios.
Bien se sabe que desde la
perspectiva marxista, la literatura no debe considerarse desvinculada del
ambiente social y político dentro del cual se crea. Así que cuando Mariátegui
analiza las tendencias literarias en la Europa de su tiempo, y la trayectoria
de la literatura peruana, no lo hace in vacuo, sino en conjunto con las
condiciones socio-económicas. En el proceso de este análisis, Mariátegui
utiliza todo el corpus ideológico que ha aprendido en Europa, para aplicarlo
después, no servilmente, sino de un modo flexible, a su discusión del fenómeno
literario de su propio país.
Su artículo "El proceso de
la literatura" es una brillante interpretación de la 'superestructura' del
escenario peruano. Su análisis del proceso literario sigue las líneas generales
de una orientación sociohistórica. Los cambios sociales de una época tendrán
sus repercusiones en la creación literaria de esa época.
De ahí que Mariátegui divide la
historia de la literatura peruana en tres períodos, designados respectivamente
como el colonial, el cosmopolita y el nacional. Los dos primeros son para él
negativos, en el sentido de que impidieron la nacionalización de la literatura
peruana. En el primer caso, la influencia excesiva de España fue un obstáculo:
en el segundo, lo fue la penetración extranjera. Hay que esperar - sigue
diciendo Mariátegui - hasta llegar al tercer período, el nacional, para que el
país alcance su propia personalidad.
En fin, en la época colonial la
literatura del Perú estaba subordinada a la madre patria, y no se cambió nada
con el advenimiento de la Independencia. Los residuos espirituales
persistieron. 'Nuestra literatura no cesa de ser española.... sigue siéndola
por muchos años'.(1)
En la segunda época, la de la República, la
nueva clase dirigente hace esfuerzos por prolongar las bases socioeconómicas de
la colonia. Pero pronto sobreviene la influencia extranjera, resultado de la
penetración de intereses económicos, la cual representa una especie de
transición del período colonial a la etapa cosmopolita. El proceso dialéctico
se hace sentir. Las influencias cosmopolitas engendran el resultado esperado:
se producen los gérmenes de un despertar nacional en el campo sociopolítico, el
cual no puede menos de afectar las formas literarias. Esta reacción nacional,
en términos marxistas, se caracteriza por una fuerte nota anti feudal y
anti-imperialista.
¿En qué se basa este espíritu
nacional? Para contestar, hay que remontarse al líder intelectual de toda una
generación de la juventud peruana, precursor y mentor de Mariátegui mismo, o
sea, Manuel González Prada.
Este había hablado en términos de
una correlación entre la geografía y las clases sociales. Había afirmado que
'no forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que
habitan la faja de tierra, situada entre el Pacífico y los Andes; la nación
está formada por las muchedumbres de indios diseminados en la banda oriental de
la cordillera'.(2)
Esta aseveración se encuentra
también en Mariátegui. Para el Amauta - como lo llamaban todos - parece que
había dos Perús: uno de la costa con su centro en Lima, y el otro en la sierra,
o mejor dicho, en Cuzco. Lima, con fuertes vestigios de la herencia española,
había impuesto sus gustos, normas y preferencias al interior en donde se había
refugiado lo indígena. En cambio, las provincias eran más peruanas: alli se
encontraba un espíritu más nacional.
Mariátegui habla también acerca
del papel que debe desempeñar el escritor en la sociedad. Cree que el escritor
no debe limitarse exclusivamente a la observación de lo que pasa a su
alrededor. Al contrario, debe participar, según sus capacidades, en los
movimientos sociales de su ambiente.
Para ilustrar las relaciones
literarias con este ambiente, en cuanto al escenario peruano, Mariátegui se
refiere a dos poetas, José María Eguren y César Vallejo, quienes representan,
puede decirse, dos polos opuestos. 'Eguren representa en nuestra historia -
escribe - la poesia pura'.(3) Es un precursor del período cosmopolita; no
comprende al pueblo, porque no lo conoce. Pero no sólo le son ajenos el indio y
su historia; 'no comprende ni conoce tampoco la civilización capitalista,
burguesa, occidental'.(4) Por eso, puede encerrarse en su torre de marfil,
totalmente aislado y divorciado de las corrientes sociales y políticas.
En cambio, César Vallejo es para
Mariátegui el poeta más peruano. Su arte se nutre del pueblo, de sus deseos y
anhelos. 'En Vallejo se encuentra por primera vez en nuestra literatura
sentimiento indígena .... lo fundamental, lo característico, en su arte es la
nota india'.(5) Vallejo no es egocéntrico como es el caso con otros tantos
autores. Al contrario, toda su energía se proyecta hacia el indio, el obrero,
la masa. 'Tiene en su poesía el pesimismo del indio pesimismo lleno de ternura
y caridad no lo engendra un egocentrismo, un narcisismo'.(6)
El escritor que se encierra
dentro de su torre de marfil, prefiriendo aislarse de todos los problemas
conflictivos de su ambiente, ha sido siempre el blanco predilecto de los que
han optado por la lucha social contra las injusticias del sistema económico.
Mariátegui, también, dirige algunos de sus dardos agudos y penetrantes contra
el 'torremarfilismo'. Los autores 'torremarfilistas' creían que bajo la
aristocracia y la Iglesia, su suerte había sido mucho mejor que en una sociedad
burguesa, capitalista. El literato o el artista, poseído de esta orientación,
no tenía confianza en los sectores progresistas por mejorar las condiciones
sociopolíticas. Prefería la nostalgia del pasado. Escribe Mariátegui: '[Este
artista] reniega de los mitos de la democracia para aceptar los mitos de la
feudalidad. Piensa que el artista de la Edad Media, del Renacimiento, etc.,
encontraba en la clase dominante de entonces una clase más inteligente, más
comprensiva, más generosa'.(7) De ahí, que la literatura que resultó, una
literatura llena de desprecio para con la burguesía, no era nada progresista en
su tiempo, sino reaccionaria. Y por eso, esta literatura, con una mirada hacia
el pasado, adoptó la torre como su símbolo; la torre era medioeval y
aristocrática. Su enemigo principal, para seguir con el simbolismo, era el
rascacielos, representante del capitalismo y del liberalismo. 'El rascacielos
es democrático, en tanto que la torre es aristocrática'.(8)
La protesta contra la
civilización capitalista tiene, como Jano, dos rostros: uno mira hacia el
pasado, el otro hacia el porvenir. Esta protesta 'es en nuestro tiempo
revolucionaria y no reaccionaria'.(9) El 'torremarfilista' mantiene una postura
retrógrada y decadente. 'Ningún gran artista ha sido extraño a las emociones de
su época Dante, Shakespeare, Goethe, Dostoievski, Tolstoi ignoraron la torre de
marfil'.(10)
En fin, una de las lecciones
provechosas que aprendemos de una relectura de la crítica literaria de
Mariátegui es la del estudio de la literatura con visión integral, es decir, no
exclusivamente estética. Para una interpretación profunda del espíritu de una
literatura, la mera erudición literaria no es suficiente. No se trata de una
literatura de propaganda, sino de las luchas sociales de las cuales debe
nutrirse la estética. En esta orientación se juntan moral y estética. El arte
no es desinteresado; tiene un compromiso social, pero la crítica social y la
crítica literaria deben armonizarse.
El mundo literario de Mariátegui
es ancho, pero muy lejos de ajeno. No se limita al escenario peruano. Recurre a
veces a autores extranjeros para ampliar su discusión sobre la relación entre
el artista y la sociedad, sobre la manera de protestar contra las injusticias,
contra la decadencia y la crisis. En algunos autores está unida la protesta con
la rebeldia; en otros resultan momentos de frustración y de desesperanza.
Nos presenta Mariátegui el caso
trágico del poeta ruso, Alejandro Blok. La más intensa vida de Blok transcurrió
entre 1905 y 1917, dos fechas que encierran el período en el cual se incubó la
revolución bolchevique. El fracaso de la revolución de 1905 creó en Rusia una
atmósfera de pesimismo y desesperanza. La literatura de ese tiempo es
trágicamente negativa, nihilista. Es la literatura de una derroto.(11)
Blok es uno de los personajes
débiles y atormentados de aquella literatura. Sin embargo, Mariátegui lo trata
con simpatía. Blok - dice el Amauta - quería ser el poeta de la revolución rusa;
no fue su culpa si no pudo serlo por mucho tiempo. Blok mismo reconocía su
propio mal. La revolución reclamaba esfuerzos heroicos, y en esa tensión se
quemó la voluntad del poeta, y se suicidó. Según Mariátegui, el alma del poeta
ruso había absorbido todos los venenos de una época de decadencia. A Blok le
preocupaba la posición del intelectual frente a la revolución social. Sabía
cual era el mal de los intelectuales; reconocía su impotencia. Se sumó a la
revolución bolchevique, pero no podía rehacer su vida. Ya se había metido demasiado
en el mundo abúlico y alcohólico.
Se interesaba Mariátegui en otro
poeta ruso, Sergio Essenin. Este romántico exaltado, contagiado del entusiasmo
por los primeros años de la revolución bolchevique, cantaba con una estridencia
lírica las proezas de la nueva sociedad. Fue una época muy propicia para la
producción poética.
Pero la revolución no pudo seguir
alimentándose indefinidamente de la poesía, o mejor dicho, vice-versa. Se
inauguró el período de la NEP (Nueva Política Económica), período prosaico de
trabajo, de reorganización. Se cambia el ritmo, y Essenin, individualista
extremista, no puede ajustarse al cambio. Sufre su entusiasmo; sobreviene la
desilusión. Ya no puede escribir. 'En mi pueblo — escribe — soy un extranjero.
Mi poesía aquí no sirve más'.(12)
Al discutir la nueva literatura
de la época revolucionaria, Mariátegui no puede evitar el viejo problema de la
relación entre el espíritu de una obra y su técnica. La técnica, sostiene, no
es el único rasgo del arte 'nuevo'. La técnica debe corresponder a un espíritu
nuevo también. Si no, lo único que cambia es el decorado. 'El sentido
revolucionario de las escuelas contemporáneas no está en la creación de una
técnica nueva. No está tampoca en la destrucción de la técnica vieja'.(13) '
Además, no todo el arte nuevo es necesariamente revolucionario, ni es tampoco
verdaderamente nuevo.
El Amauta creía que la
civilización burguesa había caído en el escepticismo, y que le faltaba una
esperanza, un mito, y aquí distingue entre arte decadente y arte de un período
de decadencia socioeconómica. No todo el arte del orden burgués es decadente o
degenerado. El arte de una época decadente, mantiene Mariátegui, puede ser
vigoroso. Y pregunta: ¿Cuándo es decadente un arte, una literatura? Y la
respuesta: cuando el lenguaje estético es incapaz de captar la nueva realidad.
¿Qué se puede sacar de todo esto?
Que los dos conceptos, decadencia y revolución, pueden coexistir, no sólo en la
misma sociedad, sino también en el mismo individuo. Las escuelas literarias no
tienen el mismo valor en todas las épocas. Cada época las entiende desde su
propia óptica. Esta variación se extiende a los autores también. La inquietud
en algunos es desesperación en otros. En algunos destaca el sentido escéptico;
en otros, una afirmación.(14)
En fin, en el arte de vanguardia
se confunden elementos de revolución con los de decadencia. Las reacciones
frente a la realidad social, manifestadas por el vanguardismo literario, son
múltiples. No hay una correlación necesaria entre un movimiento literario y las
condiciones decadentes o revolucionarias, como quieren convencernos esos
marxistas que son rígidos y dogmáticos. El término mismo, 'revolucionario',
puede representar un movimiento reaccionario. Por ejemplo, el vocablo
'futurista' puede tener dos significados y llevar a dos resultados contrarios.
Los futuristas rusos se adhirieron al comunismo; los futuristas italianos al
fascismo. Los vanguardistas italianos estaban convencidos de que el fascismo
fue la revolución.(15)
Para resumir, el idearium
de Mariátegui es esencialmente marxista, pero no unilateral ni exageradamente
mecánico. Sostiene que la literatura no existe en forma aislada. Forzoso es
combinar el sentido y la crítica estéticos con las reacciones frente a los
procesos socioeconómicos de la historia. Hay que evitar los dos extremos: por
una parte, juzgar una obra según el criterio exclusivamente estético y
formalista; por otra, considerarla como medio de propaganda para avanzar la
'causa'. No basta la erudición literaria por si sola, ni el aparato burocrático
del partido político que evalúa la literatura sólo en términos utilitarios. Si
no se sintetizan estos dos puntos de vista, resultaría patéticamente
superficial cualquier esfuerzo literario o artístico.
Queda mucho todavía en el
tintero, pero los límites de espacio impiden una ampliación del tema. La
intención de este estudio no fue más que la de sugerir algunos puntos
discutibles, los que posiblemente pudieran llevar a una discusión fructífera.
Se pudiera añadir una lista enciclopédica de datos, de los más variados:
artículos y comentarios que escribió Mariátegui sobre Henri Barbusse, George
Bernard Shaw, Waldo Frank, Máximo Gorki, Stefan Zweig, Unamo, Valle-Inclán,
Ricardo Palma, Santos Chocano, Charlie Chaplin (!) etc. Pero esto tendrá que esperar
hasta otra ocasión.
NOTAS:
1.-José Carlos Mariátegui, Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana (Santiago de Chile: Ed.
Universitaria S.A., 1955), p. 177.
2.-José Carlos Mariátegui, Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana, p. 190.
3.-José Carlos Mariátegui, Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana, p. 218.
4.-José Carlos Mariátegui, Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana, p. 226.
5.-José Carlos Mariátegui, Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana, pp. 231-232.
6.-José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de
interpretación de la realidad peruana, p. 234.
7.-José Carlos Mariátegui, El
artista y la época. 10a edición (Lima: Empresa Editora Amauta, 1988), p. 14.
8.-José Carlos Mariátegui, El
artista y la época, p. 27.
9.-José Carlos Mariátegui, El
artista y la época, p. 28.
10.-José Carlos Mariátegui, El
artista y la época, p. 28.
11.-José Carlos Mariátegui,
'Alejandro Blok', La escena contemporánea. 7a edición (Lima: Biblioteca Amauta,
1976), p. 125.
12.-José Carlos Mariátegui, El
artista y la época, p. 177.
13.-José Carlos Mariátegui, El
artista y la época, p. 19.
14.-José Carlos Mariátegui, El
artista y la época, p. 30.
15.-José Carlos Mariátegui, El
artista y la época, p. 19.
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