Dialéctica sin dogma
Miguel Candel
En su uso prefilosófico, dialéctica parece
haber designado una simple técnica de debate o confrontación de tesis opuestas
(la tradición doxográfica atribuye la paternidad de la dialéctica a Zenón
de Elea, por sus célebres argumentos contra la posibilidad del movimiento). Platón,
en cambio, hace de ella la forma suprema del saber humano, caracterizada por su
capacidad reductora de las formas (no meramente ideales, sino
reales) a principios elementales comunes a todas ellas. Aristóteles le
restituye su carácter instrumental aun concediendo al uso platónico una parte
de verdad, a saber: la función de la dialéctica como examen interdisciplinario
o “transversal” de los puntos de partida de las diversas ciencias particulares,
pero rebajando sus pretensiones de ciencia suprema al modesto papel de una
disciplina auxiliar.(1)
Al final de la Antigüedad la
dialéctica había quedado fijada como una de las tres disciplinas que integraban
el trivium.(2) De hecho, quedó constituida en
precursora directa –o equivalente práctica– de la lógica, cuyo objeto era, en
la concepción tradicional de la misma, el arte de la argumentación.
En Kant, el término
“dialéctica”, gracias al previo desgajamiento escolástico de la lógica como
estudio de las “reglas del pensamiento”,(4) había recuperado su
carácter de forma discursiva abierta, no constreñida por ningún concepto
previo.(5) Sobre esa base dinámica (y sobre la de una recuperación
de la dialéctica metafísica de Platón según la versión del
neoplatónico Proclo) construyó Hegel su peculiar
dialéctica como intento de superación, a la vez, de la metafísica dogmática
tradicional y del criticismo kantiano o, si se prefiere, de la escisión, no
salvada por aquélla ni por éste, entre objeto y sujeto. El recurso para ello
utilizado, al modo de los antiguos filósofos griegos que atribuían, frente aParménides,
igual importancia al no ser que al ser –identificando
el no ser, físicamente, con el vacío (Demócrito y Epicuro),
y lógicamente, con el error (Pirrón de Élide y los escépticos en
general)– consiste en recuperar la negatividad como elemento
esencial tanto de lo real (el ámbito del objeto) como de lo ideal (el ámbito
del sujeto) tendiendo, de paso, un sólido puente entre ambos. En efecto, lo
real se niega en la medida en que cambia; y de
hecho, como ya sostenía Platón, la realidad empírica, la realidad
que percibimos, está en cambio incesante: la realidad, por tanto, es proceso.
Y por otro lado lo ideal o racional, que “en el fondo” coincide con lo real (es
“el fondo de lo real”), aun sin cambiar, se articula mediante un juego de
contraposiciones o negaciones que se manifiesta ya en la
simple división de un género en sus especies, cada una de las cuales es
negación de las demás; v.g.: en el árbol de Porfirio, animal se
divide en racional (rama de la que supuestamente pende el hombre)
e irracional (rama sin duda mucho más robusta pese a su
negativa denominación, pues debe soportar a todos los demás inquilinos del Arca
de Noé). Sobre esas vetustísimas observaciones de filósofos precedentes, pero
animado por una sublimación laica de su primeriza vocación teológica de
estudiante del seminario evangélico de Tubinga, construye Hegel su
concepción de la dialéctica como movimiento por el cual lo real, a través de su
constante autonegación (el cambio interno y el choque externo), acaba
recuperando la unidad, entendida no ya como simple afirmación de su ser, ni
tampoco, claro está, como simple negación –o, como dice Hegel,
negación determinada–, sino como negación de todas sus
negaciones, o identidad que contiene en sí, superándolas, todas las
diferencias. Recuérdese la tesis de Spinoza según la cual omnis
determinatio est negatio: lo indeterminado es también lo infinito, que al
determinarse se limita, negando por tanto su infinitud; para recuperarla debe
negar esas determinaciones-negaciones, pero no para retroceder al vacío estadio
primigenio de indeterminación, sino para avanzar hacia un nuevo estadio de
plenitud donde todas las determinaciones se funden sin perder sus contenidos. A
lo largo de ese proceso la realidad deviene consciente y dueña de sí, se hace espíritu,
síntesis de realidad e idealidad: Dios, en una palabra.
Puede decirse con bastante
aproximación que es de esa versión hegeliana de la dialéctica de donde procede
el actual uso “común” del término. Se considera, pues, dialéctica una noción
cuyos perfiles no son fijos, sino que muestra sucesivamente facetas diferentes,
pero no de manera aleatoria, sino con arreglo a una pauta consistente en que la
consideración de cada una de las facetas lleva necesariamente a considerar su
complementaria (es decir, su negación) y, por ello mismo, a situarse en la
óptica del universo discursivo que engloba ambas.6 Dado que esa dinámica
entraña sucesividad en el pensamiento, incorporando la temporalidad como rasgo
inherente a la representación de lo real, la perspectiva dialéctica parece
especialmente idónea para el estudio de los procesos históricos. Hijo, pues, de
ese uso de la dialéctica es el historicismo, presente ya como rasgo
fundamental en la filosofía de Hegel, y consistente en la
generalización de la perspectiva histórica para aplicarla a cualesquiera
fenómenos.
Marx, en su crítica de las
ideas sociales y económicas de la burguesía triunfante, recurre al enfoque
historicista hegeliano –si bien depurado del idealismo de su versión original–
para negar el carácter “natural”, permanente, de las formaciones sociales y los
modos de producción. Con ello mantiene dentro de una concepción materialista no
dogmática la obvia distinción entre fenómenos históricos y fenómenos naturales.
Distinción que luego ciertos seguidores suyos acabarían difuminando al tratar
de aplicar la dialéctica también a los procesos naturales.
Una muestra del abuso de la
dialéctica en cierta tradición marxista, incluso en el estudio de fenómenos
sociales, es el uso de términos como “contradicción” para referirse, por
ejemplo, a los antagonismos de clase. Es éste uno de los aspectos “negativos”
(no negado a su vez) de la herencia hegeliana: consiste en asimilar a una
contradicción, que es en puridad la afirmación y negación simultáneas de
un mismo contenido proposicional,(7) lo que no es sino una
oposición de fuerzas, tan afirmada la una como la otra. En realidad, tampoco
atendiendo al plano meramente discursivo tiene sentido hablar de
“contradicción” en la dinámica dialéctica de afirmación, negación y negación de
la negación, pues éstas corresponden a momentos sucesivos de
la conciencia y, en último término, se refieren a realidades complementarias que
integran una unidad de orden superior. Podría incluso decirse que, precisamente
porque la contradicción es imposible, es decir, porque no pueden coincidir
plenamente algo y su negación, por eso la realidad se dilata en el tiempo: para
poder desarrollar todas las potencialidades que, de darse concentradas en un
punto, se anularían recíprocamente.
Pero el uso marxista de la dialéctica
admite una generalización que, sin entrar –como parece pretender Engels en
la Dialéctica de la naturaleza– en el detalle de cada uno de los
fenómenos físicos, muestre el carácter global, es decir, la unidad de
todos los procesos que tienen lugar en el cosmos, tanto físicos como sociales.
Al referirse al cambio de talante intelectual en la Alemania de mediados del
XIX, dice Engels en un texto inicialmente concebido como
prólogo al Anti-Dühring e incluido luego en la mencionada Dialéctica
de la naturaleza:
Y con el hegelianismo se echó
por la borda la dialéctica –precisamente en los momentos en que se imponía con
fuerza irresistible el carácter dialéctico de los fenómenos naturales y en que,
por tanto, sólo la dialéctica de las ciencias naturales podía ayudar al hombre
de ciencia a escalar la montaña teórica–, para entregarse de nuevo, con gesto
impotente, en brazos de la vieja metafísica.(8)
Es decir: la perspectiva
dialéctica de búsqueda de la identidad a través de (no al
margen de) las diferencias es, al menos, útil metodológicamente para
superar la unilateralidad de cada una de las diversas disciplinas científicas.
En uno de sus textos más brillantes sobre el valor de la dialéctica para el
conocimiento, La tarea de Engels en el «Anti-Dühring»,Manuel
Sacristán sostiene
que la perspectiva dialéctica permite reconstruir como totalidad concreta lo
que las diversas abstracciones obtenidas por el método científico, forzosamente
reductivo, habían previamente escindido (con el riesgo de falsear
irremediablemente nuestra visión de la realidad al inducirnos a tomar por
reales los simples modelos o constructos elaborados por la razón):
Los “todos” concretos y
complejos no aparecen en el universo del discurso de la ciencia positiva,
aunque ésta suministra todos los elementos de confianza para una comprensión
racional de los mismos. Lo que no suministra es su totalidad, su consistencia
concreta. Pues bien: el campo o ámbito de relevancia del pensamiento dialéctico
es precisamente el de las totalidades concretas. Hegel ha expresado en su
lenguaje poético esta motivación al decir que la verdad es el todo. (9)
En efecto, como también señala un
autor británico de finales del XIX e impropiamente considerado “idealista”, Francis
Herbert Bradley,(10) todo concepto prescinde de la existencia,
es decir, de la individualidad concreta de la cosa. Sólo la recomposición de
los diversos predicados (abstractos per se) en una totalidad
permite superar el carácter relativo (11) de éstos y recuperar
la concreción individual del sujeto, identificado con lo absoluto o, mejor, con
un único Absoluto, pues sólo la totalidad de las cosas constituye un auténtico
y real individuo:(12) todos los conceptos, tomados
aisladamente, no son sinoapariencias, en el vocabulario de Bradley.
Esta argumentación de Bradley encaja perfectamente dentro del
patrón dialéctico aquí considerado.
La idea de que la realidad no
puede consistir en un agregado aleatorio de elementos independientes meramente
conectados por relaciones extrínsecas establecidas por nuestra mente es, en el
fondo, una idea tan vieja –o más– que la filosofía. Y es probablemente (por
encima del juego ideal-discursivo de conversiones de contrarios y negaciones de
negaciones) la verdad que sigue vigente tras el término “dialéctica”.(13) De
este modo realmente “dialéctico” y no dogmático, entiende Sacristán la
dialéctica como herramienta de un pensamiento volcado sobre la praxis. Porque
es justamente en la praxis, y no en el pensamiento “puro”, donde el ser humano
realiza de facto la síntesis de los distintos enfoques y perspectivas que una
mente como la nuestra sólo sabe separar y contraponer.
Notas:
1. Véase la parte final del
capítulo 2 del libro I de los Tópicos de Aristóteles.
2. Junto a la gramática y la
retórica, con las que podríamos decir que se repartía el estudio del lenguaje:
a riesgo de incurrir en un cierto anacronismo, podríamos decir, empleando
conceptos modernos, que la gramática se ocupaba de la sintaxis, la dialéctica
de la semántica y la retórica de la pragmática del lenguaje.
3. Aristóteles, considerado el
padre de la lógica, no utiliza ningún término común para referirse al conjunto
de los diferentes temas tratados en el Órganon, sino que habla, por
ejemplo, de tópica y analítica para designar,
respectivamente, el estudio de los argumentos en general y de los argumentos de
estructura llamada silogística en particular. El primer autor
que utiliza el término “lógica” con la acepción general de “estudio de los
aspectos puramente formales de la argumentación” es el aristotélico Alejandro
de Afrodisia (siglo III d.C.).
4. Recuérdese la consagración
definitiva de esa concepción de la lógica en la llamada «Lógica de Port-Royal»,
de Antoine Arnauld y Pierre Nicole, y cuyo título original es La
Logique ou l’Art de penser.
5. Lo que permitía que la razón
se aventurase fuera de los límites marcados por las categorías del
entendimiento, aunque esa “aventura” acabase de hecho en extravío, al menos en
el plano estrictamente teórico.
6. Es obviamente dialéctica, por
ejemplo, la noción de patria, pues es imposible entender su
contenido positivo (“país que nos pertenece y/o al que pertenecemos”) sin
trazar, siquiera idealmente, unas fronteras al otro lado de las cuales se halla
todo lo excluido de ella. De ahí la facilidad con que los muy patriotas se
dedican a establecer exclusiones a diestro y siniestro (sobre todo esto
último). Quienes van más allá de esa fase meramente negativa (como el propio
Kant, en su momento), acaban reclamando la constitución de un ámbito superior
que permita superar el antagonismo y las exclusiones que comportan las patrias:
algo así como las hoy –¡ay!– agonizantes Naciones Unidas(?).
7. La simultaneidad, obviamente,
no puede darse de facto, pues el discurso es lineal-sucesivo y no
admite la superposición física de segmentos distintos; pero sí se da una
simultaneidad intencional cuando uno, aun en momentos
distintos, se refiere a lo mismo y desde el mismo punto de
vista.
8. F. Engels, Dialéctica
de la naturaleza, pág. 31.
9. Manuel Sacristán, La
tarea de Engels en el “Anti-Dühring”, en Panfletos y materiales I,
Barcelona, Icaria, 1983, pág. 37. La aportación de Sacristán, como veremos en
los párrafos que siguen, supone una verdadera “superación dialéctica” de la
unilateralidad con que el pensamiento marxista español de la época (en la
estela de la rudeza intelectual estalinista, sólo comparable a su rudeza
policial) utilizaba la llamada “lógica dialéctica” contraponiéndola a la
–supuestamente “burguesa”– lógica formal.
10. Autor, entre otras obras de
notable influencia en su tiempo, de The Principles of Logic(1883,
2ª ed. aument. en 1922), Appearence and Reality (1893, 2ª ed.
en 1897), Essays on Truth and Reality (1914). De todas ellas,
James W. Allard y Guy Stock editaron una selección comentada de textos en
Oxford, Clarendon Press, 1994, bajo el título Writings on Logic and
Metaphysics. La obra de Bradley inspiró, por acción o reacción, no pocas de
las ideas filosóficas de Bertrand Russell, quien sin embargo contribuyó a
endosar a Bradley el sambenito de “idealista”.
11. Bradley es especialmente
célebre por su argumento, basado en un regreso al infinito, sobre el carácter
contradictorio y, por tanto, no real de las relaciones.
12. Esto, más que las tesis de
Hegel, no puede dejar de recordar la tesis spinoziana sobre la unicidad de la
Substancia.
13. Una excelente síntesis de las
diversas concepciones de la dialéctica desde una óptica actual de “realismo
crítico” puede hallarse en: R. Bhaskar, Dialectic. The Pulse of Freedom,
Londres, Verso, 1993.
PUNTO Y APARTE
SÉ COMO JOSÉ
ESTRATEGIA FUJIMONTESINISTA....VUELVE LA MAFIA HUNDE PATRIA
POR SUS OBRAS LOS CONOCEREIS
CONCLUSIÓN : JULIO GUZMAN ES PINOCHETISTA MATA PUEBLO
POR SUS OBRAS LOS CONOCEREIS
CONCLUSIÓN : JULIO GUZMAN ES PINOCHETISTA MATA PUEBLO
NO LO PUEDE REPRIMIR...UNA TACITA DE CAFÉ? NO SERÁ MUCHA MOLESTIA? DE NINGÚN MODO.....PASE USTED....DESPUÉS DE USTED....NO A LA RATA GORDA !
No hay comentarios:
Publicar un comentario