ROSA LUXEMBURGO Y EL
PENSAMIENTO MARXISTA
INTRODUCCIÓN
Rosa Luxemburgo (1871-1919)
no necesita presentación. De hecho, tal vez sea la única economista que resuena
fuera del ámbito académico de la economía. Lo que no quiere decir que su sexo
no fuera un freno a la extensión de sus ideas, incluso dentro del mundo
socialista. Tendría que ser otra mujer, Joan Robinson, que publicó el libro
más conocido de Rosa Luxemburgo, La Acumulación del
Capital, en 1951 la que reconociera en una introducción de 15 páginas
que Rosa había explorado casi por vez primera temas tan
importantes en la economía como el incentivo a la inversión y que había creado
una teoría del desarrollo dinámico del capitalismo, dando especial importancia
al crecimiento de la demanda efectiva, con lo que anticiparía los modelos de
crecimiento del siglo XX (ver Polkinghorn et al 1999).
Rosa Luxemburgo ha
sido estudiada por los historiadores del socialismo, especialmente en Alemania
(creó el Partido Comunista Alemán) y por los antimilitaristas (se opuso a la
Primera Guerra Mundial) y fue usada por los movimientos de los 60 y 70 como
emblema. Tiene muchos defensores pero también acérrimos opositores. El
pensamiento luxemburguiano no ha sido muy aceptado por los que han tentado el
poder socialdemócrata, cuyo oportunismo señaló y que serían artífices de su
muerte. Sus ideas fueron repudiadas muy especialmente por el comunismo y
bolcheviquismo, un sistema planificador al que criticó y que ha perdurado 70
años dentro del peor terror de estado de la historia humana. El pleno del
ejecutivo de la III Internacional de 1925 condenó, de hecho, el luxemburguismo
como una herejía [i].
EL GRAN INTERROGANTE Y
LEITMOTIF DE ROSA LUXEMBURGO
Las autoras más relevantes del
periodo clásico –Jane Marcet, Harriet Martineau yMillicent
Fawcett– eran británicas que escribieron cuando la economía y el mismo
capitalismo se encontraban en estado de desarrollo. Basaban su ideología en el
individualismo metodológico y, como Adam Smith, consideraban que la
economía como ciencia estaba cercana a la filosofía moral, de la que derivaba.
Por tanto, la forma en que se expresaban en una época de pasiones refinadas -el
siglo XVIII y principios del XIX- era a través de la literatura “galante”.
Sin embargo, las autoras
relevantes posteriores –Beatrice Webb, Rosa Luxemburgo yJoan
Robinson– tienen en común que eran colectivistas en varios grados.
Describían un camino hacia la libertad bien distinto del de las liberales
clásicas (ver Dimant et al 2000). Escribían en un periodo en el que se estaba
desarrollando el industrialismo, un momento histórico que llevó a la extensión
del trabajo de larga jornada laboral en industrias hacinadas. En realidad, el
salario había crecido y, lo que parecían “obreros industriales explotados”,
eran ex-campesinos huidos del aislamiento de la aldea, cuya vía de escape para
mejorar su situación era ese trabajo industrial. Sin embargo, a ojos vista,
todo señalaba que el capitalismo naciente incurría en unos excesos
inaceptables. Por eso, mientras la economía ortodoxa se expresaba a través de
esos escritos y escritoras moderadas, se desarrollaba una rama crítica del
capitalismo en lo social, económico y político.[ii]
La crítica socialista llegaría a
su punto álgido con los escritos de Karl Marx. Marx no
“repudiaba” al capitalismo: lo consideraba una fase necesaria y positiva
por la que tendrían que pasar todos los países. Pero el capitalismo, decía Marx,
es un sistema basado en la explotación de la mano de obra, dado el doble
carácter del trabajo según sea expresado en valor de uso o de cambio. Marx definió
un concepto que sería fundamental en su análisis, el de la plusvalía, como la
diferencia entre lo que el trabajador produce y lo que el empresario le paga
como salario, que en el capitalismo es sólo el salario de subsistencia que
reproduce y mantiene la mano de obra para el siguiente proceso productivo. Como
el trabajo es la única fuente de valor y plusvalía dentro del sistema
capitalista y el capitalismo es incapaz de dar empleo a la mano de obra, este
sistema se autodestruye. Es decir, Marx predijo que las crisis
económicas cada vez más extensas del capitalismo llevarían a una revolución que
presagiaría su fin y el nacimiento de un sistema económico, el socialismo, que
él creía que sería más humanizado. O, más bien, “deseaba” que fuera más
humanizado -y brindamos esas comillas a su entrecomillamiento del “utopismo”,
al que criticó pero en el que incurrió.
La pregunta que dejaba en el aire Marx era
cuándo acabaría el capitalismo. Rosa Luxemburgo comenzó su
andadura intelectual, precisamente, intentando resolver ese interrogante de por
qué la revolución no parecía más cercana en el siglo XX de lo que lo pareció en
el XIX. A la pregunta de si sería posible la llegada del socialismo a través de
una reforma en vez de con la revolución que auguraba Marx, Rosa respondió,
definitivamente, “no”. Afirmaba que una reforma del capitalismo sólo lo
alteraría, pero no traería el socialismo democrático que ella deseaba.
Con el tiempo, para conseguir
ajustarse al marxismo ortodoxo, el pensamiento de Rosa Luxemburgo tuvo
que evolucionar de modo que ella misma tuvo que criticar el modelo económico de Marx.
“Personificación de la unidad
entre la teoría y la práctica, vida y obra de Rosa Luxemburg requieren una
descripción de sus actividades tanto como de su pensamiento: ellos son
inseparables. (…) Una “socialista científica”, como Rosa Luxemburg, cuyo motto
fue “dudar de todo”, no podría haber deseado nada mejor que una evaluación
crítica de su trabajo”.[iii]
Rosa Luxemburgo nació
en 1871 dentro de una familia culta [iv]. Era hija de un mercader
judío, relativamente próspero, en la pequeña ciudad polaca de Zamosc, cerca de
la frontera con Rusia. Sin embargo, en aquella época, la parte de Polonia en la
que nacióRosa pertenecía a la Rusia zarista.[v]
A los dos años, su familia se
trasladó a Varsovia, donde mejoraron sus posibilidades tanto económicas como de
educación. Pero tras su llegada, Rosa cayó enferma. Los
médicos le diagnosticaron una tuberculosis, que resultó ser una inflamación de
la cadera que no fue tratada correctamente. Como resultado, la articulación no
se encajó bien y Rosa anduvo con una pequeña cojera el resto
de su vida. Echó la culpa a sus padres por no haber pedido una segunda opinión
y creyó que su cojera había facilitado a la policía su identificación en esa
continua huida en la que se convirtió su vida.
En la casa de los Luxemburgo,
la educación era muy importante y Rosa consiguió ser admitida
en una escuela donde las lecciones se daban en ruso y los estudiantes ni
siquiera podían hablar en polaco. Los Luxemburgo hablaban
alemán en casa y parece que Rosa también conocía el judeoalemán (Yiddish).
No nos consta que lo usara en su casa, pero parece ser que cuando estaba en la
cárcel hablaba con algunos prisioneros compañeros suyos en judeoalemán, dado
que los guardias no lo hablaban.
Sus estudios la hicieron conocer
los escritos de Adam Smith y otros filósofos morales, y sus
inclinaciones la llevaron a los escritos radicales, donde leyó a Marx y Engels.
En su periodo de estudio, ya se involucró activamente en la política y, aunque
consiguió aprobar meritoriamente sus exámenes, se le negó el reconocimiento
público de sus logros, se decía que “por su actitud rebelde hacia las
autoridades”.
Cuando las actividades de Rosa se
hicieron conocidas por las autoridades locales, temió que la arrestaran y, como
otros exiliados políticos, se fue a Zurich (Suiza). Allí se convirtió en una
emigrada estudiante en un tiempo en el que las ideas socialistas estaban en su
punto álgido. Los estudiantes discutían las ideas socialistas y las tácticas
mejores para traer la revolución final, o como debían ser educados los
trabajadores y qué papel tendrían los intelectuales. Se preguntaban cuán
centralizado o democrático debía ser el gobierno. Para Rosa Luxemburgo esos
eran temas fundamentales y, aunque estudió literatura, botánica, geología y
matemáticas, nunca le interesaron tanto como la economía política, que ella
creía que podría –y debía- cambiar el mundo.
Allí encontró también a Leo
Jogiches, un organizador político que tenía 23 años, mientras ella tenía
20. Él le enseñó la práctica revolucionaria. Sin embargo, mantuvieron
diferencias de criterios en cuanto a la organización de la revolución: Jogiches era
“todo organización” y, sin embargo, Rosa era “todo
desorganización”. Hasta el final, sus vidas profesionales y personales
quedaron entrelazadas. Pero su relación empezó a deteriorarse con el éxito
profesional de Rosa, algún tiempo después. Jogiches no
soportaba estar en la sombra y ella se sentía culpable. Rosa se
debatió entre mantener su vida profesional y su vida personal y, finalmente,
ganó la profesional, dado que Leo y Rosa se
separaron cuando ella acabó el libro de La Acumulación de Capital.
Rosa Luxemburgo se
doctoró en Filosofía y Derecho por la Universidad de Zurich en 1897 con la
tesis El Desarrollo industrial de Polonia, su primera
contribución a la economía. Consiguió inmediatamente que se la publicaran y fue
reseñada en Alemania, Polonia y Rusia. En la tesis, analizaba el crecimiento de
la industria polaca en el siglo XIX, demostrando que la Polonia rusa se había
hecho tan dependiente del mercado ruso que las demandas políticas de
independencia eran poco realistas. Su oposición a la independencia de Polonia
fue poco popular entre los socialistas nacionalistas polacos e hizo que muchos
de los que podrían haber sido sus aliados naturales se enfrentaran a ella. En
el punto de la cuestión de las nacionalidades, Rosa Luxemburgo divergía
de Lenin: segúnLuxemburgo, la autodeterminación de los
pueblos era una herencia de la revolución burguesa, no una reivindicación
socialista. Lenin escribió un opúsculo, El Derecho de
autodeterminación criticando a Rosa Luxemburgo por su
defensa de la sumisión polaca a Rusia.
Cuando acabó sus estudios, Rosa
Luxemburgo se trasladó a Berlín, centro del movimiento socialista.
Para conseguir la ciudadanía alemana y evitar la deportación, contrajo
matrimonio con el hijo de un amigo, aunque, que sepamos, nunca vivió con este
marido de conveniencia, y siguió su relación con Leo Jogiches.
REFORMA O REVOLUCIÓN
En este periodo, Rosa
Luxemburgo realizó diversas actividades revolucionarias, pero también
intelectuales. Entre otras cosas, escribió en 1900 Reforma o
Revolución, un pequeño escrito condenatorio de las teorías revisionistas
de los textos de Marx, teorías de autores contemporáneos suyos,
como Eduard Bernstein.
Bernstein planteaba
dos ideas heréticas según Rosa Luxemburgo. [vi]
Una era su crítica a la
estructura dialéctica de las teorías de Marx, la metodología
de opuestos que producen un movimiento de liberación sin llegar a tocarse, que Rosa
Luxemburgo creía fundamental para la revolución marxiana del
pensamiento.
La otra era la idea de que el
socialismo puede lograrse reformando el capitalismo. Los adherentes de las teorías
revisionistas, aunque eran marxistas, creían que debían modificarse los
argumentos planteados por Marx y que el capitalismo tenía más
potencial de sobrevivir de lo que Marx supuso. Creían que el
capitalismo podía modificarse para conseguir una redistribución de la renta y
riqueza. Defendían la reforma por medio de la presión continua de las trade-unions y
cooperativas de productores y consumidores. La reforma se podía conseguir
modificando el sistema existente y evitando la revolución que los marxistas ortodoxos
creían necesaria.
Rosa Luxemburgo, sin
embargo, critica estas ideas, manteniéndose en la ortodoxia marxista. Afirmaba
que un posible camino evolutivo al socialismo era una renuncia real al
socialismo, dado que el sistema de trabajo asalariado se mantendría [vii].
Por otra parte, decía Rosa Luxemburgo, afirmar que el capitalismo
no colapsará es afirmar que el socialismo “no” es históricamente
necesario, frustrando las esperanzas del marxismo y considerando factible una
realidad permanentemente alienada, sin salvación. Por último, y lo que es más
importante, dice Rosa Luxemburgo, Marx, y los
economistas clásicos antes que él, [viii] habían demostrado
que las leyes redistribuidoras no logran una mejora social: los bajos salarios
dependen de factores económicos ineludibles, no de las leyes humanas y éstas
pueden, incluso, llegar a crear un inmovilismo que perjudique al conjunto de
los trabajadores, aunque en el corto plazo beneficie a trabajadores
particulares [ix].
EL ESPONTANEISMO
Rosa Luxemburgo se
convirtió en líder del ala izquierdista de los socialistas germanos,
participando en cualquier tarea que creyese que adelantaría la revolución del
proletariado contra la burguesía. Fue líder de los asuntos de los partidos
polaco, ruso y alemán, organizadora de actividades de masa, defensora de las
huelgas, y escritora en varios periódicos. Después de la Revolución Rusa de
1905, que se convertiría en un ensayo de la de 1917, Rosa Luxemburgo se
trasladó a Polonia, donde fue detenida por haber tomado parte en la
insurrección contra el gobierno zarista. Allí se le plantean los temas que
serían más característicos del pensamiento luxemburguiano, como son la cuestión
del espontaneismo de la clase obrera y el de la organización, puntos en los que
se enfrentó sistemáticamente a Lenin. En la revolución se hizo
fundamental la organización de todo, y el ejecutivo hizo signos de querer
incrementar el poder de los líderes de las tradeunionsen el
partido, una fuerza conservadora, según Luxemburgo. Rosa
Luxemburgo veía la espontaneidad como la forma revolucionaria de
oponerse a esa burocracia sindical. Según ella, la acción revolucionaria debe
pasar por un auténtico movimiento de masas y no por el estrecho marco del
aparato del Partido socialdemócrata y de los sindicatos; las huelgas deberían
tener como primer objetivo el derrocamiento del estado burgués, por lo que el
problema de la organización no debería ser asunto de la jefatura sindical, sino
que estaría en función de la interacción entre el movimiento global de la clase
obrera y el grado de desarrollo de la conciencia de clase en un momento dado (“Huelga
general”, 1906).
“Un concepto rígido, mecánico
y burocrático sólo reconocerá la lucha como producto de cierto nivel de
organización. Por lo contrario, los desarrollos dialécticos en la vida real
crean organizaciones como producto de la lucha”(cit. en Dunayevskaya 1985).
Pero Rosa Luxemburgo se
enfrentaba a la jefatura sindical no sólo porque era conservadora, sino porque
únicamente se preocupaba por los obreros organizados, no por los no
organizados, desde lo que se dio en llamar el lumpen proletariado
(las capas urbanas más pobres excluidas del proceso productivo directo, hoy en
día trabajadores marginales y peor retribuidos) hasta el artista, tan
revolucionarios, según Rosa, como el proletariado. Es decir, los
sindicatos no tendrían, según Rosa Luxemburgo, más finalidad que
hacer surgir la conciencia revolucionaria de los trabajadores [x].
Sin embargo, la división entre
menchevismo y bolchevismo ante la “cuestión organizativa” y la verdadera
filosofía de la revolución se produjo en el Congreso de 1907.Rosa Luxemburgo se
separaría tanto de los mencheviques como de los bolcheviques (Lenin).
Para ella el proletariado debía estar apoyado por los campesinos, aunque luego
se aboliera la propiedad privada de la tierra. Pero la burguesía no podía desempeñar
el papel de dirigente del movimiento proletario. La relación de los tres
estamentos (proletariado, campesinado y burguesía) quedaba definida, no de
acuerdo con deseos e intenciones aisladas de aquellas clases, sino de
acuerdo con su situación objetiva. ComoMarx, Luxemburgo creía
importante que la revolución se viera inscrita dentro de una lucha de clases
histórica, en la que el individuo se perdiese y la propia necesidad histórica
de la revolución crease en el proletariado una “confianza de clase”. Las
personas no eran personas que sufrían: eran “revolucionarios” o “proletarios”.
Más tarde, en 1913, Rosa rompería
con Kautsky escribiendo La huelga de masas, el partido
y los sindicatos, en el que empezaba a cuestionar, no sólo la jefatura
de los sindicatos, sino la relación de la jefatura marxista con la
espontaneidad. La Revolución de 1905 había revelado una relación nueva con la
jefatura marxista. El proletariado de un país atrasado, Rusia, había demostrado
estar “más adelantado” que los trabajadores de los países técnicamente
avanzados, que debieran haber tenido una “experiencia acumulada a lo largo
de lentos años”. En una palabra, espontaneidad no sólo significaba acción
instintiva contra dirección consciente, sino una fuerza motora de la revolución
y una jefatura de vanguardia.
“El elemento de espontaneidad,
como hemos visto, desempeña una gran parte en todas las huelgas de las masas
rusas, sin excepción, ya sea como fuerza motora, ya como influencia moderadora…
En suma, en las huelgas de masas de Rusia, el elemento de espontaneidad
desempeña un papel tan predominante no por la razón de que el proletariado ruso
sea “inculto” sino porque las revoluciones no permiten a nadie hacer el papel
de maestro de escuela de ellas” (Cit. en Dunayevskaya (1985: 50).
Los líderes, dice Rosa,
sólo deberían ser las “partes que hablan”. Rosa Luxemburgoestaba
elaborando una estrategia de la revolución, pero hizo especial hincapié en el
hecho de que el desarrollo intelectual del proletariado era ilimitado: “Lo
más precioso, por duradero, de esta rápida pleamar y bajamar de las olas es su
sedimento mental, el desarrollo intelectual y cultural del proletariado”
(cit. en Dunayevskaya 1985: 52).
EL IMPERIALISMO
En 1907, el Partido Social
Demócrata Alemán (SPD) fundó una escuela en Berlín y escogieron a Rosa como
profesora de economía política, donde iban alumnos que eran desde trabajadores
hasta personas del partido que sabían poco del marxismo teórico. ARosa
Luxemburgo le gustó tanto la materia que impartía que empezó a
escribir un libro para apoyar sus lecciones, Introducción a la Economía
Política, que luego sería publicado póstumamente en 1925 [xi].
Fue durante la elaboración de este texto elemental marxista que Rosa encontró
dificultades en los trabajos de Marx que no pudo resolver.
Para ella,Marx no probaba satisfactoriamente que el capitalismo
puro podría continuar creciendo en un mundo totalmente capitalista. En
particular el problema que se encontraba era el incentivo a la inversión. ¿De
dónde vendría la demanda para sostener la nueva inversión? El problema era la
sobreproducción o infraconsumo: ¿cómo seguirían invirtiendo los capitalistas en
la producción cuando no existen mercados rentables para estos bienes? La
respuesta a estas preguntas se daría en el libro más conocido de Rosa
Luxemburgo, La Acumulación de Capital: contribución a una explicación
económica del imperialismo(1913), que ella creía que podría ser una
continuación del libro 2 de “El Capital” que el propio Marx no
pudo acabar, y que, por haberlo acabado Engels, debía sufrir de “engelianismos”.
En él, Rosa Luxemburgo negaría el papel activo y la capacidad
de conocimiento racional y de decisión de la socialdemocracia. Tras la Primera
Guerra Mundial, en la cárcel, y ya con la certeza de haber tenido alguna razón
en el tema del reparto y subordinación de unos países a otros, dentro del
imperialismo, Rosa Luxemburgo escribiría el Segundo volumen,
en este caso intitulado La Acumulación del capital, o lo que los
epígonos han hecho de ella. Una anti-crítica, que respondería a las
críticas a su primer volumen.
El grueso del libro de La
Acumulación de Capital consiste en debates con otros economistas sobre
el tema colonial: desde Quesnay a Marx, pasando por Smith,Ricardo, Malthus, Say, MacCulloch, Sismondi, Rodbertus o von
Kirchsmann… Como Marx, Rosa critica a los
clásicos afirmando que no hay una relación directa entre producción y consumo,
la famosa ley de Say.
En la visión de Marx,
el capitalismo, como los sistemas económicos previos, contiene la semilla de su
propia destrucción. El capitalismo debe caer porque sufre una falta de demanda,
por la caída de los beneficios y por una competencia frenética. La competencia
y la caída de los beneficios causarán repetidas crisis, donde las pequeñas
empresas serán expulsadas del mercado y los trabajadores del trabajo. El
resultado será una reducción de la tasa de beneficios, desempleo tecnológico
-por desplazamiento de la mano de obra por máquinas-, polarización de clases,
conflicto y crisis industriales cada vez más severas. Al final, una crisis
final llevará a la revolución y, tras ella, llegará el socialismo, más
benévolo. ¿Es esto falso? No, dijo Rosa; sólo es incompleto. Su Acumulación
de Capital estaba diseñada para ampliar el análisis de Marx,
no para negarlo, especialmente en lo que respecta al supuesto de Marx de
que estamos ante una economía cerrada o con una capitalismo extendido por todo
el mundo.
Además, el problema con el
trabajo de Marx se centraba en la inversión –la acumulación de
capital. Marx intentó demostrar cuantitativamente que la
expansión económica continua podía ocurrir en una economía capitalista, aunque
habría crisis. Pero, según Rosa, en el modelo aritmético de Marx se
tenían que realizar supuestos muy especiales ya que si se usasen supuestos más
probables, se llegaría a conclusiones diferentes. Además, se dejaba sin
constatar la cuestión de la demanda efectiva de los bienes que resultaría de
una capacidad productiva incrementada.
En el modelo marxiano, se produce
una cantidad masiva de bienes que no tendrán compradores porque los
trabajadores ganarán bajos salarios y vivirán en condiciones paupérrimas,
siendo desplazados por las máquinas. Los capitalistas no consumen, sino que reinvierten
el excedente para incrementar sus beneficios y mantener la acumulación de
capital. Los valores producidos en la sociedad capitalista no son los
utilizados por los trabajadores ni aún por los capitalistas, sino por “El
Capital”. No son “personas” quienes realizan la mayor parte de la
plusvalía, sino que se realiza por medio de la constante ampliación del
capital, la ampliación del periodo promedio de producción o reducción de los
precios relativos de los bienes en cuya producción interviene ampliamente el
capital fijo o capital fijo de mayor duración del medio con el cual se estima
el precio, como diríaRicardo. Pero en una sociedad con acumulación
continua de capital, la inversión sólo se garantizará si hay un mercado en
continua expansión para los bienes producidos: los capitalistas no continuarán
produciendo e invirtiendo si no pueden vender su output con
beneficio. Su conclusión sería que para lograr una acumulación de capital
continua debe haber “un estrato de compradores fuera de la sociedad capitalista”,
algo que se logra a través del imperialismo y explotación de países no
capitalistas, o mejor dicho, precapitalistas (colonias o partes
independientes), dado que en el largo plazo llegarían a ser capitalistas. [xii]
Su respuesta fue que el capitalismo
puede sobrevivir gracias a que invade las economías primitivas, a través del
imperialismo. Con el comercio o conquista, los países capitalistas exportan sus
crisis económicas y los países no capitalistas proveen mercados para el
excedente de bienes producidos en los países desarrollados, mientras la propia
producción de los subdesarrollados es desplazada. “Sólo la continua y
progresiva desintegración de las organizaciones no capitalistas hace posible la
acumulación de capital”. Incluso en economías poco desarrolladas, aunque no
primitivas, donde la tasa de beneficios es mayor que en casa, habría un
desplazamiento de su producción por la competencia. Además, las colonias
aportan al país imperialista bienes que no podría obtener de otro modo, como los
bienes intermedios.
Esto incrementa los beneficios y
provee empleo en casa, dado que la explotación se exporta al resto del mundo.
Las crisis económicas se reducirán en la madre patria y el capitalismo parecerá
beneficioso para los empleadores y trabajadores de los países desarrollados –
pero no para los países subdesarrollados. Luxemburgo concluiría,
contra Marx, que podemos esperar sentados a que el capitalismo se
desplome por un decrecimiento de la tasa de ganancia. Además, la búsqueda de
mercados rentables llevaría a conflictos entre los países capitalistas. La
guerra es especialmente rentable si se produce entre las potencias coloniales:
incrementa los beneficios y absorbe mucha producción, lo que elimina el
excedente de bienes de los países capitalistas, pero no destruye su capital
acumulado. El capitalismo usa cada vez más el militarismo para encontrar los
medios de producción y fuerza de trabajo de los países no-capitalistas.
Sin embargo, el aplazamiento de
las crisis económicas no duraría siempre. A no ser que los mercados y guerras
rentables se expandan indefinidamente, volverá la sobreproducción global. El
capitalismo necesita de otros sistemas económicos y, aunque la tendencia es a
que se haga universal, lleva en sí el germen de la destrucción por sus
contradicciones internas, como después de todo decía Marx.
Una conclusión que podíamos sacar
es que Rosa Luxemburgo, simplemente, había introducido una etapa
más, la imperialista, en la necesaria llegada del socialismo marxiana. [xiii] Pero
para ella la acumulación ya no es sólo una relación interna entre el capital y
el trabajo, sino entre el ambiente capitalista y no capitalista. De ser una
sustancia derivada del trabajo, para Rosa la acumulación de
capital se ha convertido en una cuyo principal sostenimiento es una fuerza
exterior: el ambiente no capitalista. Por otra parte, contra Marx,
es el mercado el que determina la producción, lo que hace perder el sentido de
clase o de lucha de clases de la ampliación de producción marxiana. De modo que
el modelo de Rosa se basa en una idea más afín a la economía “burguesa”:
en la demanda efectiva, necesaria para que se dé la producción.
Este parecido con la economía
oficial, que podría verse como una alabanza, es criticado y aborrecido por los
marxistas [xiv]. Ellos se defienden de esta “afrenta”
diciendo que lo que Marx quería decir con su “producción
por producción” era que, aunque el capital constante no se consuma
personalmente, se consume productivamente, es decir, produciendo medios de producción
o máquinas. Lo que Marx describe es lo que él llamaba la gran
contradicción del capitalismo, en que se produce la degradación del trabajador
hasta no ser más que un apéndice de una máquina, a pesar de que el trabajo es
el único que produce plusvalía. Como la fuerza de trabajo es la mercancía
suprema, la única fuente de plusvalía, la incapacidad del capitalismo para
reproducirla condena al propio capitalismo. Para Rosa Luxemburgo,
sin embargo, son las sociedades capitalistas las que constituyen la “reserva
de la fuerza de trabajo”. Esto puede echar por tierra la necesidad
histórica de la revolución proletaria: especialmente porque la negativa de su
teoría -las masas coloniales- no aparecen en ella como revolucionarias, y la
metodología dialéctica, desaparece. Rosa Luxemburgo no
renuncia al desplome del capitalismo por sus contradicciones internas o
externas, pero no logra demostrar la necesidad de ese derrumbe porque el “enterrador”
del capitalismo, que para Marx era el proletariado, única
sustancia valorizadora del sistema, en el caso de Rosa no está
localizado dentro del capitalismo, sino fuera, en los estratos no capitalistas.
Por otra parte, para Luxemburgo, Marx no explica
como se mantiene esa “producción por producción” sin alguien que la
consuma: sin embargo, eso nos podría llevar a inaugurar una teoría del valor
-utilidad, que sustituiría la teoría valor– trabajo marxiana. Pero, como
sabemos,Rosa Luxemburgo despreció la teoría -utilidad del valor:
“Es decir, para Bernstein, el
trabajo social de Marx y la utilidad abstracta de Menger son bastante
parecidos; abstracciones puras. (…) El trabajo humano abstracto que descubrió
Marx no es, en su forma más desarrollada, sino el dinero. (…) Abrazados al hijo
de su ingenio, Bernstein, Boehm y Jevons, y toda la cofradía subjetiva pueden
permanecer veinte años en contemplación del misterio del dinero, sin llegar a
ninguna conclusión distinta de la de un zapatero, fundamentalmente que el
dinero es “útil”. (…) Cualquiera que tenga un conocimiento mínimo de la
economía marxista sabe que sin la ley del valor la doctrina marxista es
incomprensible. (…) La clave que le permitió a Marx desentrañar los fenómenos
capitalistas fue su concepción de la economía capitalista como fenómeno
histórico, no sólo en la medida en que lo reconocen en el mejor de los casos
los economistas clásicos, es decir, en lo que respecta al pasado feudal del
capitalismo, sino también en lo que concierne al futuro socialista del mundo” (Luxemburgo
1937: 33-4).
Sin embargo, fue su actividad
política, no sus escritos económicos, lo que llevó a la cárcel a Rosa
Luxemburgo.
Ella creyó que se podría haber
evitado la Primera Guerra Mundial si los trabajadores se hubieran negado en
masa a luchar por el imperialismo con una huelga general. Cuando el gobierno
alemán pidió créditos para la guerra en 1914, Rosa pensó que
los socialistas alemanes del Parlamento votarían en contra. Pero los hechos
probaron que estaba equivocada, dado que todos menos uno votaron a favor. A
pesar de su decepción, continuó defendiendo la revuelta, el socialismo
internacional y el fin de la guerra. Se hizo conocida por sus detractores como
“The Red Prima Donna” o “la Rosa judía” y estuvo en peligro de
ser arrestada.
El arresto llegó a principios de
1914 cuando se le acusó de arengar a los soldados al amotinamiento, pidiéndoles
que no lucharan contra sus “hermanos proletarios”. En prisión, siguió
escribiendo y consiguió que se sacaran sus escritos al exterior. Allí, hizo un
panfleto defendiendo de nuevo el internacionalismo y atacando la
autodeterminación burguesa de los pueblos con el seudónimo Junius.
Concluye Junius, “mientras existan Estados capitalistas, es
decir, mientras la política mundial imperialista determine y regule la vida
interna y externa de una nación, no podrá haber “autodeterminación nacional” ni
en la guerra ni en la paz”.
A pesar de que no estuvo de
acuerdo con la forma en que se produjo la revolución de 1905,Rosa celebró
la de 1917. Cuando ésta surgió, sin embargo, se quejó de las tendencias
oligárquicas de la dirección del partido, que entorpecían la resolución del
problema de la técnica revolucionaria, que ella creía que debía resolverse “desde
abajo”. Otra vez volvía a su teoría del espontaneismo, que buscaba a
tientas la ruptura con un tipo de alienación que ella estaba describiendo por
primera vez, la de la opresión de las organizaciones burocráticas (Trincado
2004). [xv]
Hemos de decir que, a pesar de su
teoría espontaneista, Rosa no estaba negando la necesidad de
centralismo, ni subestimando las dificultades de organización a las que se
enfrentan los revolucionarios frente a los regímenes absolutistas. Lo que
objetó fue que se hiciera una virtud de la necesidad y convertirla luego en un
verdadero principio. A este concepto de organización lo llamó “ultracentralista”.
Era necesario, decía ella, replantearse el concepto de revolución permanente,
uniéndola a la acción independiente y directa de las masas, sin renunciar a una
organización que permita el éxito de la revolución. La clase obrera, decía Rosa
Luxemburgo, debe ser libre “de cometer sus propios errores y de aprender
por sí misma la dialéctica histórica. Por último, debemos reconocer francamente
que los errores cometidos por un movimiento laboral verdaderamente
revolucionario son, en el aspecto histórico, infinitamente más fructíferos y
más valiosos que la infalibilidad del mejor de todos los posibles “comités
centrales””. La libertad sólo para los partidarios del gobierno, decía, no
es libertad.
La libertad es siempre y
exclusivamente libertad para el que piensa de otra manera.
UNA BRUTAL MUERTE
En un motín en 1918, cuando
comienza la Revolución Alemana y el desplome del régimen imperial, las masas
revolucionarias llegaron a las puertas de la prisión de Breslau (Polonia) y
liberaron a Rosa Luxemburgo. En el mismo 1918, Rosa funda
el Partido comunista alemán (KPD) que, un año más tarde, organizaba la
insurrección armada de Berlín.
Con la caída del Kaiser, Rosa volvió
a sus actividades revolucionarias. La república de Alemania, de 1919 a 1933,
nació rodeada por una atmósfera revolucionaria: los soldados y obreros
constituyeron consejos al estilo de los soviets rusos. Luxemburgo, Jogiches yKarl
Liebknecht, disconformes con la posición de la socialdemocracia alemana a
raíz del voto a los créditos de guerra, fundaron la liga espartaquista, que se
propuso como objetivo principal la lucha contra la guerra imperialista y que se
negó a colaborar con el gobierno socialdemócrata por considerarlo revisionista
(ver Gómez Llorente 1975) [xvi]. Rosaencabezó el
levantamiento espartaquista de 1919 y pidió todo el poder para los consejos, al
ser elegida jefa del recién nacido Partido Comunista de Alemania. Muchos
revolucionarios estaban siendo arrestados por personas y policía que apoyaban
el viejo régimen, y Rosa lo sabía. Pero los ministros socialdemócratas
detuvieron la revolución lanzando el ejército contra los insurrectos cuyos
dirigentes fueron asesinados.
El 14 de enero 1919, Luxemburgo escribió El
orden reina en Berlín, apelando de nuevo a la revolución en ese orden
post-bélico. Cuando estaba escondida en el apartamento de un amigo, el 15 de
enero de 1919, fue arrestada junto con Karl Liebknecht por un
grupo local paramilitar. Fueron interrogados en el Hotel Edén que hacía de
centro de operaciones, y la orden era llevarlos a la prisión civil más cercana.
Mientras los llevaban al coche, sin embargo, eliminaron primero a Liebknecht y
uno de los soldados, golpeó aRosa dos veces en la cabeza con la
culata de su rifle. Parece ser que estaba a las órdenes de Noske,
ministro de defensa al que el Gobierno dirigido por el partido socialdemócrata
bajo dominio del canciller Ebert había encargado la represión. Rosa
Luxemburgo fue arrastrada al coche, la golpearon de nuevo y la mataron
con un disparo en cabeza. Tiraron su cadáver al canal, donde fue descubierto
meses después tan mutilado que fue imposible reconocerla. La versión oficial,
sin embargo, fue que Liebknecht había sido disparado en un
“intento de fuga” y Rosa linchada por la muchedumbre
enloquecida.
Leo Jogiches, sorprendido
e indignado por el asesinato de su antigua compañera, investigó el crimen,
logró publicar declaraciones de testigos oculares y una fotografía de los
soldados que cometieron el asesinato, que se decía que estaban celebrándolo en
el hotel donde fueron interrogados. Esta revelación probablemente fue lo que
resultó en su arresto. Sin embargo, a pesar de que se suponía que el asesinato
fue preparado por el gobierno, y hubo grandes protestas, sólo arrestaron a un
soldado y un oficial por dos años cada uno. Tres semanas después, Jogiches sería
también asesinado, el 10 de marzo.
INFLUENCIAS EN LA
ECONOMÍA.
Una obra nunca es bella a
menos que, de alguna manera, se escape de su autor.
D. H. LAWRENCE.
La cita de Lawrence es
aplicable a Rosa Luxemburgo, no sólo porque alertara a los
socialistas del peligro de una revolución recién realizada, sino por sus
legados a la economía tanto heterodoxa como ortodoxa.
Rosa legó dos ideas
fundamentales a sus seguidores marxistas:
1. Mostró el error de Marx en
su modelo de acumulación de capital. Las conclusiones de Marx dependían
de hacer unos supuestos especiales en sus ejemplos aritméticos, y no había
razón para pensar que seguirían en las actuales circunstancias.
2. Descubrió la relación entre la
expansión colonial y el capitalismo y que el imperialismo puede sostener el
capitalismo a costa de la desintegración de las naciones precapitalistas.
Pero a los autores ortodoxos
también les legó algunas cosas. Como dijimos, en 1951, el libro La
Acumulación del Capital fue publicado en Yale University Press,
con una introducción de Joan Robinson. Tras analizar los modelos
marxistas sucesivos queRosa Luxemburgo había desarrollado, Robinson tradujo
el problema de la acumulación de capital en términos modernos. El problema que Luxemburgo exploró,
dijo Robinson, fue el incentivo a invertir: sólo se producirá
inversión en un stock de capital continuamente acumulativo si a los
capitalistas se les asegura un mercado siempre creciente de bienes que produzca
el capital. Incluso Robinson reconoció que Rosa había
creado una teoría del desarrollo dinámico del capitalismo y, haciéndolo, estaba
en el umbral de una teoría más completa de la inversión. Sin embargo, en este
libro que había esperado 38 años para ser traducido al inglés, se eliminó el
subtítulo y la nota introductoria de Rosa Luxemburgo, que lo
vinculaba al tema del imperialismo, a pesar de que Rosa había
elaborado el libro para resolver este tema tan crítico.
Con lo cual, a los autores no
marxistas, Rosa Luxemburgo les legó:
1. Proveyó una explicación
excelente del boom secular del último siglo atribuido a la expansión del
capitalismo en todo el mundo.
2. Señaló el tema del crecimiento
efectivo de la demanda y anticipó los modelos de crecimiento del siglo XX.
3. También señaló el tema de la
adecuación de la demanda efectiva, algo que, sin duda, ya había sido analizado
en el pensamiento económico, desde el mismoMalthus. Sin embargo, Rosa dio
especial importancia a un tema que luego sería céntrico en la economía
ortodoxa, como es el del defecto de incentivo a la inversión. El estancamiento
o ausencia de la demanda secular ha recibido mucha atención por los economistas
del siglo XX y Rosa señaló que ese estancamiento lleva al
colapso económico. Sin embargo, no llegó a señalar la necesidad de que se
igualen la inversión y el ahorro, algo que haría Keynes en la Teoría
General.
CONCLUSIÓN
No cabe duda de que Rosa
Luxemburgo tuvo un chispazo de genio ante el surgimiento de la primera
revolución rusa, al indignarse con la forma en que se estaba produciendo. A
pesar de sus ideas socializantes, presenció el estado embrionario de una
revolución que deseaba, y, desde el principio, la criticó. Estas críticas, por
otra parte, las realizó cuando Rusia todavía no se había convertido en la
dictadura totalizante que luego fue. Su propuesta de espontaneismo como forma
de liberación de las masas se dirigió en algunas ocasiones a la implantación de
otra forma de subordinación política, la de “los iluminados proletarios”
que deberían de crear una conciencia u organización, un plan o regulación, en
el mundo “anárquico” capitalista (Luxemburgo 1974; 48), en otras a la
defensa del consejismo obrero como “forma por fin descubierta” en que
sería posible la liberación de los trabajadores. Un consejismo que no fue más
que un modo transitorio de superar el proceso caótico revolucionario, en el
caso de la URSS, y que también ha sido una experiencia fallida históricamente,
en el caso yugoslavo. En cualquier caso, de todos los marxianos, Rosa Luxemburgo fue
la más crítica con la forma de actuar de los marxistas y con las teorías de Marx,
demostrando una libertad de pensamiento superior a la de sus contemporáneos.
Además, su misma teoría del espontaneismo descubrió una nueva forma de
alienación, la de la opresión de las organizaciones burocráticas.
En la teoría económica, Rosa
Luxemburgo, mostró el error de Marx en su modelo de
acumulación de capital, iniciando el estudio de la relación entre la expansión
colonial y el capitalismo. Algunos economistas ortodoxos han creído ver en su
teoría un preludio de la teoría de Keynes y dicen que Rosa
Luxemburgo señaló por vez primer el problema de la falta de incentivo
a invertir. Sin embargo, posiblemente, Rosa hubiera preferido
ser leída, simplemente, como una divulgadora del pensamiento de Karl
Marx, y, como buena divulgadora, como una lectora crítica de su obra que
mostró la justificación y el camino de una revolución contra el poder.
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NOTAS
[i] “Por su puesto, la clase
dominante – sea yanqui, alemana, japonesa, mejicana o lo que fuere – no tiene
el menor interés en decir la verdad sobre Rosa Luxemburgo. (…) Pero los
detractores de Luxemburgo provienen también de muchas tendencias de la izquierda
tradicional” (Luxemburgo 1976, Tomo 1, introd. de Mary – Alice Waters).
[ii] Esa crítica, sin embargo,
también provino del conservadurismo que parecía sufrir nostalgia de aldea. Por
ejemplo, entre los conservadores, Carlyle temía el cambio al nuevo sistema
mientras hablaba de la economía como la “ciencia lúgubre”, comparándola con el
arte, “ciencia alegre”. Eso sí, a esa crítica le añadía la defensa de la
esclavitud y del genocidio en Jamaica (Carlyle 1853; 1956 y 1971). Dickens, en
“Tiempos difíciles”, se sumaba a la crítica de Carlyle afirmando que la
economía es una “ciencia lúgubre”, frente a la literatura, “ciencia alegre”. Al
mismo tiempo, este literato también defendía la esclavitud y el genocidio, eso
sí, muy alegremente. Ver Levy (1999), y (2000).
[iii] Introducción de Clif
(1971).
[iv] Rosa nació pocos días antes
de que los obreros franceses proclamaran la Comuna de París y murió poco más de
un año después de la conquista del poder por los bolcheviques rusos en la
Revolución de Octubre.
[v] En 1772, el país cayó bajo la
dominación rusa, lo que trajo consigo el primer reparto de Polonia entre
Austria, Prusia y Rusia. Napoleón independizó en 1807 una pequeña porción de
Polonia y creó el ducado de Varsovia, pero éste volvió a formar parte de Rusia
en los Tratados de 1815. Hubo varias insurrecciones polacas aplastadas
sangrientamente, como la de 1830 y la de 1863. Sólo hasta el Tratado de
Versalles, tras la Primera Guerra Mundial, se dio la independencia a Polonia.
[vi] “Si es cierto que las
teorías son sólo imágenes de los fenómenos del mundo externo en la conciencia
humana, debe añadirse, en lo que respecta al sistema de Eduard Bernstein, que
las teorías a veces son imágenes invertidas” (Luxemburgo, 1937: 7).
[vii] “No es cierto que el
socialismo surgirá automáticamente de la lucha diaria de la clase obrera. El
socialismo será consecuencia de (1) las crecientes contradicciones de la
economía capitalista y de (2) la comprensión por parte de la clase obrera de la
inevitabilidad de la supresión de dichas contradicciones a través de la
transformación social./ Cuando, a la manera del revisionismo, se niega la
primera premisa y se repudia la segunda, el movimiento obrero se ve reducido a
un menor movimiento cooperativo y reformista./ Aquí nos desplazamos en línea
recta al abandono total de la perspectiva clasista.” (Luxemburgo 1976, Tomo 1:
80).
[viii] A pesar de que Mill
renunció al final a la idea de fondo de salarios que depende del capital
existente, lo que para Marx era un signo de debilitamiento de la economía
política.
[ix] Luxemburgo da especial
importancia a la técnica “Es obvio que en la técnica de producción, el interés
del capitalista está de acuerdo, hasta cierto punto, con el progreso y
desarrollo de la economía capitalista. Es su propio interés el que le lleva a
realizar mejoras tecnológicas. Pero el trabajador aislado se encuentra en una
posición absolutamente diferente. Cada transformación técnica contradice sus
intereses. Agrava su situación desamparada al depreciar el valor de su fuerza
laboral haciendo su trabajo más intenso, más monótono y más difícil”
(Luxemburgo 1937: 17).
[x] Pero, junto con su ofensiva
contra el sindicalismo, Rosa Luxemburgo, curiosamente, también atacaba al
cooperativismo. “El socialismo de Bernstein se realizará con ayuda de dos
instrumentos: los sindicatos – o, al decir de Bernstein, la democracia
industrial – y las cooperativas. Los primeros liquidarán la ganancia
industrial, las segundas liquidarán la ganancia comercial. Pero en la economía
capitalista (…) los obreros que forman una cooperativa de producción se ven así
en la necesidad de gobernarse con el máximo absolutismo. Se ven obligados a
asumir ellos mismos el rol de empresario capitalista, contradicción responsable
del fracaso de las cooperativas de producción, que se convierten en empresas
puramente capitalistas o, si siguen predominando los intereses obreros,
terminan por disolverse.(…) Dentro del marco de esta sociedad, las cooperativas
de producción se reducen a meros apéndices de las de consumo. Parecería, por
tanto, que éstas deberían ser el comienzo del supuesto cambio social. Pero de
esta manera la supuesta reforma de la sociedad mediante cooperativas deja de
ser una ofensiva contra la producción capitalista. Esto es, deja de ser un
ataque directo a las bases fundamentales de la economía capitalista. Se
convierte, en cambio en una lucha contra el capital comercial, sobretodo el
capital comercial pequeño y mediano. Se vuelve un ataque contra las ramas más
pequeñas del árbol capitalista.” (Luxemburgo 1937: 35-41).
[xi] Un texto en el que
Luxemburgo presenta como ejemplo de organización mejor que la anarquía del
capitalismo una organización cuasi – medieval que hace echar en falta ese nuevo
crecimiento propio de la era comercial y basado en la independencia humana que
ya había expuesto Smith un siglo y medio antes y que Rosa conocía
perfectamente.
[xii] Rosa Luxemburgo
caracterizaba el imperialismo por una competencia de los países capitalistas
por conquistar a los no capitalistas y las oportunidades de inversión, por las
barreras arancelarias, por los monopolios en el ámbito mundial especialmente en
las finanzas y préstamos, por el militarismo. Consideraba que el ataque de
Japón a China en 1895, que condujo a la intrusión de las potencias europeas en
Asia y África, era fundamental para el comienzo de una época nueva para el
desarrollo capitalista.
[xiii] Aunque, hemos de recordar,
otros autores también incidieron en el tema del imperialismo. Destacaremos los
trabajos de Hilferding, que afirmaba que el capital financiero expansionista
era la última etapa del capitalismo; y de Lenin, que también en
esto estuvo contra Luxemburgo, dado que creyó que la ley de Say funcionaba – la
producción crea su propio mercado -, pero las plétoras no estaban fuera de la
producción, en la demanda, sino en la anarquía de la producción – el subconsumo
no es más que un elemento subalterno (Rodríguez Braun 1989: 193-205).
[xiv] “La acumulación del capital
de Rosa Luxemburgo es una crítica de la teoría marxista de la reproducción
ampliada, que aparece en el volumen II de El capital. La cuestión de la
acumulación de capital ha sido el tema central de la economía política. (…)
Rosa Luxemburgo ocupa una posición notoria pero no envidiable en este debate:
la de una revolucionaria aclamada por los economistas burgueses por haber
aportado “la formulación más clara” del problema de la “demanda efectiva” hasta
la llegada de la “Teoría general del empleo, el interés y el dinero”, de
Keynes” (Kalecki, 1939: 46).
[xv] “No hay otro medio de
aprenderlo. Ya que felizmente hemos sobrepasado la época en que se trata de
hacer la educación doctrinal, teórica, del proletariado. Esta época parece aún
existir en la actualidad para los marxistas de la escuela kautskista. Hacer la
educación socialista de las masas proletarias significa para ellos dar
conferencias y difundir panfletos y libros. La revolución, la escuela práctica
de los proletarios no tiene necesidad de ellos. Educa en la acción. (…) Pienso
que la historia no nos facilita la tarea tanto como lo hizo para las
revoluciones burguesas; no es suficiente con derrocar el poder oficial, central
y sustituirlo por algunas docenas o algunos miles de hombre nuevos. Es
necesario que trabajemos de abajo arriba, y ello corresponde justamente al
carácter de masas de nuestra revolución, cuyos objetivos tienen en vista el
fondo de la constitución social; esto corresponde al carácter de la revolución
proletaria actual, a saber que debemos hacer la conquista del poder político no
desde arriba, sino desde abajo” (Valderrama 1978: 116-117).
[xvi] Sin embargo, entre algunos
de la socialdemocracia también había un profundo sentimiento antimilitarista y
anticolonialista, con lo que hubo aplausos por la actitud de Rosa Luxemburgo.
Dijo Ledebour (que no era amigo de Rosa Luxemburgo), acudiendo en defensa suyo:
“La camarada Luxemburgo ha entrado frecuentemente en conflicto conmigo… aún
entraremos en conflicto más a menudo… (Pero) las manifestaciones de masas
contra la guerra y los belicistas, como las que han ocurrido, no son realización
de Müller y del ejecutivo… sino de la camarada Luxemburgo, gracias a sus
críticas” (Cit. en Dunayevskaya 1985: 69).
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