domingo, 21 de febrero de 2016

Israel López Pino : REFLEXIONES SOBRE EL PODER

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REFLEXIONES SOBRE EL PODER

Israel López Pino



Corresponde a la filosofía marxista, para quien el fin de la década de los ’80 y el comienzo de los ’90 significó un duro revés en todos los órdenes con la estrepitosa y angustiosa caída del llamado socialismo real de los países de Europa del Este, jugar un papel determinante en la búsqueda y redefinición de nuevos derroteros que permitan encauzar las rutas a seguir en la lucha contra quienes intentan obviar lo mejor del hombre y sustituirlo por las leyes frías del mercado.

Es en este sentido que la llamada filosofía política marxista; ha comenzado contra viento y marea, y a pesar de los vaticinios de quienes pronosticaron el fin del marxismo y de su teoría científico-filosófica al destruirse el modelo de socialismo que se decía portador en la práctica de su concepción filosófica política del mundo, a recuperarse vigorosamente a partir de la búsqueda y reafirmación de conceptos que no solo expliquen, sino que contribuyan a resolver los ingentes problemas que enfrenta el hombre hoy.

Así, la utilización y redefinición en el plano teórico-filosófico y político de conceptos que permitan encauzar el accionar de las clases dentro de la dinámica del desarrollo actual de la sociedad, que contribuya a explicitar y fundamentar la imbricación de estos con los nuevos sujetos, grupos y movimientos sociales que emergen de forma paralela a las clases sociales, como fuerzas inusitadamente importantes constituye una tarea impostergable.

El lugar que le debe corresponder a los partidos marxistas y de izquierda dentro de esta dinámica de accionar de nuevas fuerzas, constituye hoy una de las preocupaciones fundamentales a la cual el marxismo debe dar una solución original y creativa, en la búsqueda de una alternativa al neoliberalismo; que si bien aparece como un gigante invencible, ha demostrado su inviabilidad como sistema social que pueda resolver los problemas del hombre y su accionar dentro de la sociedad.

En esta labor emprendida por el marxismo en unión de las fuerzas de izquierda resalta, por la importancia que reviste el tema en el plano de lo político, la redefinición y la utilización conceptual y práctica de conceptos como el de poder y el de la hegemonía. Conceptos incipientemente desarrollados por los clásicos, tergiversado y manipulado por la dirigencia del socialismo real y que hoy emergen como posibles alternativas ante el poder y la hegemonía reaccionaria que en plano de lo ideológico y lo político ha impuesto el capitalismo al mundo en su conjunto.

Dichos conceptos, inicialmente desarrollados por el pensamiento marxista de Europa, han encontrado en los países del Tercer Mundo y en especial en América Latina, un terreno propicio para la interpretación y la reinserción de las diferentes clases, partidos, grupos y movimientos sociales en el contexto de la lucha política por la búsqueda de alternativas viables a corto y largo plazo frente a la situación decadente de las economías de los países que viven bajo el rótulo de tercermundista.

Para dar cumplimiento a los objetivos del presente trabajo nos detendremos en la noción de poder, del mismo analizaremos algunos elementos referidos a su conceptualización, el tratamiento marxista del mismo, así como las discusiones actuales.

Para Foucault el poder es una multiplicidad de relaciones de fuerza, una multiplicidad de resistencias.

Para Holloway el poder es facultad, capacidad de hacer, la habilidad para hacer cosa. El hacer implica poder – hacer.

El poder en su caracterización más simple podemos entenderlo como la capacidad de imponer obediencia. Es un concepto normativo, ya que define la situación de aquel que tiene derecho a exigir que los demás se plieguen a sus directivos en una relación social, porque el sistema de normas y valores de la colectividad en que se desarrolla esta relación establece este derecho y lo atribuye a aquel que lo hace valer en su beneficio.

La existencia de un poder supone que el sistema cultural de una colectividad establece de esa manera unas relaciones igualitarias oficiales dando a ciertas personas el derecho a montar sobre otros e imponiendo a estos últimos la obligación de obedecer a los primeros.

La legitimidad del poder no es otra cosa que el hecho de que es reconocido como tal por los miembros de la colectividad, al menos por la mayoría de ellos. Un poder es legítimo si existe un consenso en cuanto a su legitimidad, por el contrario, un poder ilegitimo deja de ser un poder; no es más que dominación, y aún en la medida en que se hace obedecer.

La política es la ciencia del poder en general, esta alcanza su forma más perfilada, su organización más perfecta, en el estado. El estado, el poder instituido en una sociedad es al mismo tiempo, siempre y en todas partes el instrumento de dominación de ciertas clases sobre otras utilizadas por las primeras para su beneficio, con desventajas de las segundas y un medio de asegurar un cierto orden social, una cierta integración de todos los individuos de la comunidad con miras al bien común. La proporción de uno y otro elemento varía según las épocas, las circunstancias y los países; pero los dos coexisten siempre.

En Marx el problema del poder no fue planteado explícitamente en el sentido de la definición conceptual del mismo, pero si aparece formulado en el análisis que lleva a efecto acerca del papel de la clase obrera en la nueva sociedad que se debía instaurar.

Desde El Manifiesto Comunista, semejante noción aparece desarrollada al subrayarse como “la conquista del poder político implicaba elevarse a la condición de clase nacional, lo cual equivalía a la conquista de la democracia”. Para Marx, elevarse a la condición de clase nacional supone para el proletariado la capacidad de producir un proceso político de recomposición que unifique a todas las clases populares.

Apareciendo diseñada en su pensamiento la concepción de pueblo, no como un dato, sino como un sujeto que debe ser producido, como una unidad histórica de múltiples determinaciones, un concreto que sintetiza a las masas, como su primera apariencia y a las clases como su principal determinación analítica.

Marx intenta rebelar la dialéctica que debe existir entre masa, clase y partido, y la dialéctica entre la clase portadora del poder hegemónico y el resto de las clases subalternas. En el sentido que la clase hegemónica debe recuperar en sí el sentido de todas las clases subalternas, así debe actuar también en el plano de lo político con las formas de organización que esas clases subalternas se han ido dando a sí mismas.

En el Marx que vuelca su labor a la organización política de la I Internacional, se encuentran múltiples referencias a la necesidad de que la misma constituyera su comportamiento colectivo como un proceso que marchaba de la acción corporativa a la acción hegemónica. Ello lo expresa en 1871 cuando enfatiza: “el movimiento político de la clase obrera tiene como objetivo, desde luego, la conquista del poder político por la clase obrera y para esto es naturalmente necesario que previamente se haya desarrollado hasta cierto punto una organización de la clase obrera surgida a su vez de las luchas económicas de las mismas.” Deja asentado el hecho de la necesidad de separar a la clase obrera de las sectas socialistas o semisocialistas a partir del logro de una unidad verdadera del movimiento obrero, que conduzca a una real hegemonía de la misma.

Pero a su vez deja esclarecida la relación existente entre lo económico y lo político, pues al señalar cómo “todo movimiento en que la clase obrera se presente en contra de las clases dominantes  e intente oponérsele por presión exterior es un movimiento político, es decir, un movimiento de la clase que tiene por objeto imponer sus intereses en forma general en una forma que posee una fuerza social de compulsión general.

La lucha por la jornada de ocho horas, para Marx no es una mera lucha económica, ya que como ella lleva aparejada la promulgación de una ley al respecto, se convierte en una lucha política de por sí. De ahí que su lucha en la Primera Internacional estuviese dirigida a consolidar una organización internacional del proletariado que superase la fractura entre lucha económica y política.

El debate que hace cien años sostuvieron Rosa Luxemburg y Eduard Berstein sobre “reforma o revolución” estableció claramente los términos que dominarían el pensamiento sobre la revolución durante la mayor parte del siglo XX. Por un lado; reforma; por el otro revolución. La reforma era una transición gradual hacia el socialismo, al que se llegaría por el triunfo en las elecciones y la introducción del cambio por vía parlamentaria. La revolución era una transición mucho más vertiginosa, que se lograría con la toma del poder estatal y la rápida introducción del cambio radical; llevado adelante por el nuevo Estado.
Ambos enfoques se concentraban en el estado como la posición ventajosa a partir de la cual se podía cambiar la sociedad, ambos puntos de vista apuntan a ganar el poder estatal. Esto, por su puesto no excluye otras formas de lucha. Se considera que ganar el poder estatal es lo esencial en el proceso revolucionario, el centro desde el cual se irradiara el cambió revolucionario, los enfoques que quedan fuera de esta dicotomía entre reforma y revolución son estigmatizados como anarquistas – (VEASE al respeto el artículo de StalínAnarquismo o Socialismo” (1905)

Lenin se opone desde sus inicios al problema central de la II Internacional consistente en la separación de la lucha económica y la política, sin embargo, su obra ¿Qué hacer? sacralizada por el stalinismo, como el libro sagrado de la organización partidista, impide comprender la esencia de dicho planteamiento lo cual permitió a Stalin manejar a su antojo a la internacional.

Asimismo el texto de Lenin “El Estado y la Revolución”, es un intento de superar esa dicotomía entre la clase obrera como clase hegemónica y las formas en que ella debe enfrentar la lucha económica y política; sin embargo a esta obra el stalinismo también le desvirtúa su esencia.

Esta distinción, Lenin la comprende solo después de la Revolución de Octubre, la que contribuye a lastrar la relación de la clase obrera como exponente de la Dictadura del Proletariado y el resto de las clases y grupos sociales que participaban de la revolución.

De ahí que Lenin, al señalar la necesidad de distinguir, en el proceso de constitución política del proletariado, las formas centrales de comportamiento, lo analiza a semejanza de como Marx la hizo en su momento: una corporativa y otra hegemónica.

Ambas están referidas en lo fundamental a la relación que guarda estructuralmente la clase obrera con el resto de las clases sociales. Aquí entra a jugar su papel la relación clase dominada y clase dominante.

La acción política hegemónica será aquella a través de la cual la clase obrera es capaz de relacionarse con todas las clases de la sociedad y con el estado. Por ello afirma: “la lucha económica en los países libres se llama lucha gremial sindical o tradeunionista; pero ese no sería el caso ruso donde la lucha es llevada a cabo por asociaciones profesionales de carácter provisional y por medio de octavillas.” Precisamente a estas organizaciones espontáneas Lenin en contra de la voluntad de la mayoría de la dirigencia bolchevique; apoya entusiastamente durante la revolución de 1905, en la medida que a su juicio eran instituciones aptas para el desarrollo de formas de doble poder, al ser capaces de fusionar la lucha económica con la lucha política. Estas instituciones reflejan la relación importante que se da entre las organizaciones de masas y el partido.

Resultan justas las aseveraciones de autores como el marxista latinoamericano Portantiero cuando al respecto afirma que la sacralización “del ¿Qué hacer?; llevó las conclusiones del texto de Lenin a límites que su autor seguramente no hubiera imaginado ni deseado “[…] la acción económica y acción política reificaba en formas institucionales es bastante más complejo y está recorrido por una tensión conceptual que la «vulgata» posterior no recogió”.

En este sentido Lenin refleja en sus obras la necesidad, despertada por la propia realidad del movimiento social, de superar ese rígido modelo de enfrentamiento entre acción económica y acción política, con el objetivo de organizar y articular los distintos niveles de comportamiento y dirigirlos con la finalidad política de recomponer a las clases populares en un bloque de masas, e instituciones, donde sindicatos, partidos de clase y consejos formarán una red dentro de la cual fuera posible desarrollar el proceso revolucionario, contando con la hegemonía de la clase obrera en alianza con el resto de las masas.

Lenin no pierde tampoco la perspectiva en relación al desarrollo de la revolución proletaria y la necesidad de que la clase obrera se convierta en la fuerza hegemónica de la revolución. Así desde sus “Tesis de Abril” plantea en contraposición a Kaustky la necesidad de asegurarse el poder. Dado el alto costo social que ha tenido la revolución, esta no debía nuevamente sustentar posiciones reformistas, sino que debía estatizar su poder y continuar la revolución; y deja sentada la idea de que al desaparecer las clases sociales el nuevo estado debe extinguirse. Así el estado proletario debía ser superior democráticamente al estado burgués.

Lenin dedica su obra “La revolución proletaria y el renegado Kaustky” a fundamentar las características democráticas del nuevo estado proletario y su imbricación con el resto de las clases participantes en la revolución proletaria.

La Revolución de Octubre constituye para él, en el tratamiento del problema de la hegemonía, lo que para Marx constituye la Comuna de París: el marco referencial teórico-político que le permite argumentar las expresiones estatales que debe asumir el estado proletario.

A semejanza de MarxLenin supo ampliar el marxismo y adaptarlo a las nuevas realidades. Sin la aplicación correcta llevada a cabo por él de la hegemonía y de la política de alianzas, así como de la noción de guerras de posiciones, entre otros aspectos, la revolución rusa y el movimiento comunista internacional difícilmente hubiesen podido resistir el embate del recién entrenado imperialismo mundial.

Antonio Gramsci: Hacia la concreción del Poder desde la óptica del Pensamiento Marxista Leninista.

Antonio Gramsci (1891-1937) es una de las figuras más relevantes de la cultura y la política no sólo italiana, sino europea en general. Sus aportes al marxismo lo convierten en una de las figuras después de la muerte de Lenin, más relevantes del mismo en Europa.

El fracaso del socialismo en los países de Europa del Este, ha traído a Gramsci nuevamente a la actualidad, en vista de que este fracaso constituye la mejor confirmación de su certera posición sobre la imposibilidad de construir una sociedad socialista, sin haber logrado previamente el consenso mayoritario de las masas a través de la implantación de una hegemonía intelectual y moral.

Gramsci a su vez intenta llevar a cabo la revolución socialista de la clase obrera en Italia, organizando el partido comunista, sobre bases teórico-políticas diferentes a la línea del partido de la URSS. Así, su obra, desarrollada antes de su encarcelamiento y en prisión, resalta por su profundo compromiso político con el marxismo-leninismo, el socialismo y su clase portadora, la clase obrera. En este sentido se propone más que conocer y estudiar a Marx y a Lenin, utilizarlos creadoramente para dar respuesta a estos ingentes problemas que debe enfrentar en su época.
Al afianzar sus reflexiones teóricas y sus proyectos políticos en las experiencias bolcheviques y en el marxismo de la época de Lenin, logra llevar a vías de hecho el estudio de las clases sociales y de los grupos sociales que componen la sociedad; así como la relación que se establece entre ellos, el poder y la dominación.

Al respecto, acertadamente, José Aricó, uno de los latinoamericanistas que más ha intentado dar a conocer el valor de Gramsci para América Latina, plantea cómoGramsci conserva de la tradición leninista, a pesar de su superación, aquellos paradigmas esenciales, a saber: “el reconocimiento de la centralidad proletaria, la necesidad de un partido como supuesto inderogable de la hegemonización de las clases subalternas, la conquista del poder como iniciación de un nuevo orden social, la reforma intelectual y moral de la que aquél debía ser generador, para fundar un nuevo orden en un segmento cultural unificador de las masas, […] -todas ellas en su conjunto hacen que Gramsci- reconozca a Lenin como su inspirador.

El poder hegemónico, asumido por la clase obrera, implica la construcción de una sociedad nueva, resultado de la unión de todos los hombres. Dicha unión es llevada a cabo a partir de una reforma moral e intelectual, donde se abandonen los rígidos determinismos económicos, lo cual implicaba en Gramsci, un enfrentamiento fundamental con el stalinismo. Dicha hegemonía puede ser obtenida antes de la toma del poder, a partir de lo que Gramsci llama disgregación del bloque dominante existente, que solo es posible a partir del logro del máximo consenso popular. Así, el socialismo se convertiría no en una sociedad paternalista, sino en el autogobierno de las masas.

Gramsci distingue los momentos fundamentales a partir de esta definición. En primer lugar, un aspecto político, dado a partir de la capacidad que tiene una clase dominante de articular a sus intereses los de otros grupos sociales, convirtiéndose así en el elemento director de una voluntad colectiva.

Dicha alianza no aparece en su teoría como una alianza meramente instrumental, a través de la cuál las reivindicaciones clasistas de las clases aliadas, se expresan en términos de la clase fundamental, mientras cada grupo conserva su propia individualidad y su propia ideología en el interior de las alianzas.

La unidad ideológica conduce a la formación de un solo sujeto político con unidad ideológica; por ello afirma: “la forma particular en que se presenta el elemento ético-político hegemónico en la vida del estado y del país es el patriotismo y el nacionalismo que son […] vínculos que produce la unidad entre los dirigentes y los dirigidos […] todo cuanto exprese el «Pueblo-nación» es «Nacional- Popular». La hegemonía exitosa es la que logra crear una voluntad colectiva «Nacional-Popular» […]” “Cada acto histórico —en consonancia con la teoría de Gramsci— no puede ser sino realizado por el hombre colectivo, o sea, presupone el logro de una unidad «cultural social» por lo cual una multiplicidad de deseos disgregados con finalidades heterogéneas, se sueldan en torno a una misma finalidad, sobre la base de una (igual) y común concepción del mundo.

En este sentido, la noción de clase hegemónica, Gramsci la ve no a partir de la imposición de una clase o grupo social sobre otro, logrado gracias al control de los mecanismos políticosideológicos, sino que clase hegemónica será aquella que es capaz, a través de la lucha ideológica, de articular a sus principios hegemónicos, la mayoría de los elementos ideológicos importantes de una sociedad dada.

En Gramsci esta consideración de la lucha ideológica dentro de la hegemonía, tiene como objetivo no destruir la concepción del mundo opuesta, sino desarticularla, transformarla. Así rompe con la concepción marxista dogmática que consideraba la lucha ideológica como un enfrentamiento de concepciones del mundo predeterminadas, que tienen su origen fuera de la ideología y cuya unidad y contenido están establecidos de manera definitiva.

La lucha ideológica tal como la concibe Gramsci, constituye un elemento fundamental en el proceso de transición al socialismo, ya que este solo es posible con la creación de una voluntad colectiva nacional-popular que, bajo la dirección de la clase obrera, permita la transformación subjetiva de las masas a través de la reforma intelectual y moral.

Esta reforma implica la creación de nuevos sujetos políticos a través de la lucha ideológica, solo a partir de ello se puede formar un amplio movimiento popular en condiciones de arrancarle el poder a la burguesía: No resulta descabellada por consiguiente la teoría de Gramsci acerca de que no solo es posible sino también necesario el que la clase obrera se vuelva hegemónica antes de la toma del poder del estado.

Gramsci constituye una figura de actualidad. Su pensamiento sepultado por la filosofía manualesca marxista, constituye hoy un referente necesario para las nuevas vías que buscan las clases, grupos sociales e intelectuales interesados en construir un nuevo socialismo.

Una polémica sobre el problema del poder

A raíz del colapso del “socialismo real” los movimientos de liberación nacional y la izquierda en general se ve obligada a implementar nuevas estrategias de existencias. Por su importancia nos refiriéremos al movimiento zapatista.

A principio de los 80, el discurso zapatista era mucho más ortodoxo, similar al de otras guerrillas latinoamericanos, con apelación a la lucha de clases, la dictadura del proletariado, el socialismo….. A finales de los 80 se produce una transformación hacia la causa indígena (indizanización del zapatismo) a principio de los 90, el ejercito zapatista se convierte en un ejército de las comunidades. Después del 94, se trasforma en una fuerza política social. (Neozapatismo) basado en la existencia de democracia, justicia y libertad, aunque con un discurso económico poco elaborado.

Plantean una nueva concepción del poder, a partir de la máxima: “El que mande, que mande obedeciendo”.

El zapatismo siempre a dejado muy claro que no busca el poder político, sino cambiar la sociedad mediante un proyecto universal. Si concibe un mundo sin estructura de poder es lógico que rechace la toma del poder. Dice Marcos: “¿La toma del poder? No, apenas algo más difícil: un mundo nuevo “Y en otra ocasión añade la siguiente reflexión desmificadora del pensamiento revolucionario más clásico: “para que nosotros podamos construir eso pensamos que había que replantear el problema del poder, no repetir la fórmula de que para cambiar al mundo es necesario tomar el poder, y ya en el poder entonces, si lo vamos a organizar como mejor le conviene al mundo, es decir como mejor me conviene a mí que estoy en el poder. La soberanía popular es la base de todo, y lo que legitima su derecho a la insurrección y a la autoridad mía. La democracia la definen como un modo de vida donde todas las personas viven, crean y se crean los valores que contribuyen al desarrollo humano.  
Para los zapatista, hay que consultar permanentemente a los representados y rendir cuentas de la gestión. Es más en algunas ocasiones la consulta se abre más allá de las comunidades indígenas y se dirige a todo el país o al mundo entero.

Este discurso zapatista ha generado un debate sobre el poder en la obra de algunos de los más conocidos intelectuales críticos, de la izquierda como Pablo González Casanova,James PetrasMichael HardtAntonio NegriJonh HollowayAtilio Borón, entre otros.

Borón desde el enfoque marxista critica las distintas posiciones que sobre el poder sustentan diferentes autores como Hardt y Negri, quienes rehuyen el tratamiento del tema del poder en su especificidad histórica, es decir, el poder de la burguesía y sus efectos en esta fase del capitalismo mundializado. En su obra Imperio oponen la multitud al Imperio sin que se sepa, a ciencia cierta, que es lo uno y lo otro y sobre todo que hay que hacer y con que instrumentos para poner fin a esta situación.

La crítica a Jonh Holloway se hace mas pertinente, pues este autor aboga a favor de la total erradicación del poder de la faz de la tierra. Afirma: “La caída de la Unión Soviética no solo significo la desilusión de millones de personas: también implicó la liberación del pensamiento revolucionario, la liberación de la identificación entre revolución y conquista del pueblo. Este es, entonces el desafío revolucionario a comienzos del siglo XXI: cambiar el mundo sin tomar el poder. Este es el desafío que se ha formulado más claramente con el levantamiento zapatista en el sudeste de México.

Quisiera en este punto compartir parte de la crítica que hace A. Borón de este pensamiento… y aquí cabe recordar lo que Marx y Engels dijeran en El Manifiesto Comunista y en tantos otros pasajes de su obra: El problema con el Comunismo Utópico no radicaba en los bellos mundo imaginados por sus pensadores si no en el hecho de que aquellos no brotaban de un analice científico de las contradicciones de la sociedad capitalista, ni de la identificación de los actores concretos que habrían de asumir la tarea de construirlos, así como tampoco planteaban el itinerario histórico que sería preciso recorrer ante de llegar a destino. La propuesta de disolver todos las relaciones de poder formulada por Holloway conserva todo el encanto de las bellas iluminaciones del comunismo utópico, pero también tiene sus insalvables limitaciones.




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PUNTO Y APARTE



LA JUVENTUD EN CONTRA DE KEIKO 







LA FRASE



MUTACIONES DE ANEL 






JULIO GUZMAN EL DINOSAURIO CACHORRO





ASI SERA EL GOBIERNO DE KEIKO 



INDIGNACION




VOLVIMOS AL PASADO




INTERVENCIONISMO YANQUI CONSTANTE DE LA DEMOCRACIA VENEZOLANA







Fujimori Nunca Más - Francesca Brivio




¿Cómo llegó Keiko Fujimori a ser Primera Dama de la Nación?




Daniel F - Fujimori Nunca Más




EL AIRE - DECIRLE HOLA CAPITÁN BRYCE




LA NUEVA INVASIÓN - EL TIGRE




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