MARIÁTEGUI: DEFENSA
INDÍGENA Y AVANCES DE VANGUARDIA
Por: PETRA-IRAIDES CRUZ
LEAL
(Universidad de La
Laguna)
1. TRANSITO HACIA EUROPA
En 1919, el
intelectual peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930) viaja a Europa, tras ser
expulsado de su país mediante una beca. La beca era una fórmula de deportación
disimulada con la cual el mandatario Augusto Leguía lograba desprenderse de
Mariátegui, y también de César Falcón, los dos jóvenes (un tanto subversivos)
que habían fundado el periódico La Razón, en 1919 (1). Mariátegui se sirvió de
las columnas de La Razón para alentar las protestas de estudiantes y obreros,
actitud que - naturalmente- desató las iras del régimen dictatorial. Desde 1918
venía perfilándose esa posición «política mariateguiana» (2) caracterizada por
ideales de justicia social e indígena. Incluso antes, en 1916, Mariátegui
aparece relacionado con la revista Colónida (3), en la que se plantearon
algunos aspectos del dilema indígena. Justamente el segundo número de Colónida
publicó un curioso artículo (o «manifiesto indigenista») firmado por Federico
More. Con el fin de censurar las declamaciones extranjerizantes de Ventura
García Calderón, More escribía:
... el señor García Calderón (...) cuenta que vivimos
en un continente de rascacueros (...) [y] no es justo que cualquiera venga a
decir vulgaridades e insidias (...). Quien literatura peruana pretende hacer,
obligado está a inquirir en el alma de nuestros más remotos ancestrales (...).
Debe subir el espíritu hasta los remotos milenios de los megalitos incaicos.
Debe escudriñar en la tradición, oír de boca del pueblo la rapsodia que, desde
la boca del lejanísimo ancestral, viene hoy al último retoño de una raza que
entre frío y alcohol aún pimpollece. La Biblia y la Ilíada no son sino la compilación
jenial [sic] y divina de la inquietud espiritual que dos pueblos derramaron en
consejas. Cuando el señor García Calderón vaya hasta el más helado y agreste
rincón andino y escuche de labios del aborigen una y mil leyendas, verá que hay
diferencia entre la literatura peruana, honda, triste, fuerte y sobria, y la
literatura colonial hecha por frailes, tahúres y andrójinos [sic](4)
Con todo, Mariátegui
va a defender un indigenismo «ético» que sobrepasa los límites literarios y
las barreras (algo elitistas) de Colónida. En cierta manera, la tenacidad
autodidacta de Mariátegui apunta -desde el principio- hacia el conocimiento
doctrinario. Buen ejemplo sería su paso inicial por los periódicos limeños La
Prensa y El Tiempo, o su creciente descontento con dichos medios de difusión (5).
Por lo demás, las circunstancias se acumulan. Casi simultáneamente -como sintetiza
Aníbal Quijano-, Mariátegui actúa de «cronista hípico», emprende un precoz
rastreo de la sociedad peruana y aún encuentra el modo de hacer una primera
incursión en el consabido «establishment» de las altas instituciones: «La
concurrencia [de Mariátegui] a los debates parlamentarios fue, seguramente, una
puerta de entrada a la observación y a la reflexión sobre los problemas
político-sociales del país y del mundo»(6).
Con tales
inquietudes, es posible que el «veinteañero» periodista vislumbre la marcha a
Europa como una aventura que promete nuevas experiencias y nuevas calas
cognoscitivas. Esa posibilidad no queda frustrada. Paradójicamente, Mariátegui
halla un rico estímulo entre los escombros bélicos de la maltrecha Europa. Allí
ratifica su preocupación por las masas explotadas, y refuerza su acercamiento a
los pensadores e intelectuales socialistas y marxistas (rusos, italianos y
franceses). En efecto, al finalizar la Primera Guerra Mundial (1914-1918):
... el pensamiento marxista ganaba adeptos, y
Mariátegui se acercó a él durante su estancia en Europa, entre 1919 y 1923,
culminando un proceso que en su país ya lo había aproximado a los
anarcosindicalistas defensores de la causa obrera»(7).
Paralelamente, esa
etapa favoreció el contacto con las innovaciones artísticas de vanguardia. Como
explica Estuardo Núñez, Mariátegui fue un sutil receptor de la vanguardia, pues
en su «fecunda estada» en Europa tuvo oportunidad de palpar el ambiente
generado por los ismos vanguardistas: futurismo, dadaísmo, cubismo,
expresionismo, surrealismo...(8) Para Mariátegui, los ismos debían ser muy
atractivos, sobre todo el surrealismo, con su inquebrantable gusto por la magia
y los mitos ancestrales. Aquel surrealismo (del que Mariátegui fue fiel
seguidor (9)) buscaba la «alteridad» cultural. Poco a poco, los surrealistas
quedaron extasiados ante los tesoros de otras culturas y zonas: la oriunda
vulcanología canaria; el santuario tribal de Alaska; el paganismo de África y
Australia; el vudú haitiano; los vestigios ceremoniales de mayas, aztecas e
incas, y las creencias aborígenes de toda América Latina (10). Tanto es así,
que, tras el Primer Manifiesto Surrealista, se promocionaron en París los
estudios indigenistas con el surgimiento de un Instituto de Etnología, creado
en 1925. Lo que sucede es que Europa percibe los signos de su caída (como gran
civilización), después de haberse lanzado a una batalla catastrófica. Con la
Gran Guerra estalló el terror de una destrucción masiva, de ahí la necesidad de
oxígeno no contaminado por el humo de los armamentos. La vía europeizante y
oficial naufragaba, y entre tanto el orbe indígena refulgía con impolutos
destellos. Quebrantada la mentalidad ortodoxa, lo más idóneo era rescatar la
mentalidad supuestamente primitiva y marginal. Los surrealistas, concluye
González Alcantud, adoran lo «salvaje», viven subyugados por el arte
precolombino y exaltan la analogía entre surrealismo y nativismo, según se oyó
en los pregones del líder André Bretón:
El surrealismo está relacionado con los pueblos de
color (...), debido a que existen las más profundas afinidades entre el
pensamiento llamado «primitivo» y el pensamiento surrealista, puesto que ambos
quieren suprimir la hegemonía de lo consciente, de lo cotidiano, para ir a la
conquista de la emoción reveladora (11).
A estas alturas,
hemos de volver sobre los pasos de nuestro viajero peruano. El clima en el que
se fraguaba el surrealismo espoleó positivamente los planes de Mariátegui. De
hecho, algunas de sus empresas «americanistas» se gestan en Europa. En el
fondo, Mariátegui (re)descubre los potenciales de América a través de la
distancia'^ No obstante, suele enfatizarse -tal vez en exceso- que los
latinoamericanos «comprometidos », como Mariátegui, tomaron sus mejores
lecciones bajo la tutela del surrealismo francés (13) En cauteloso aserto de
González Vigil, el surrealismo suscitó el fervor por la floresta mítica y la
cartografía americana, con el trazado de un mapa donde «Perú y México eran
grandes ejes»(14). Pero es más contundente (y arriesgado) el veredicto de
Martica Sawin, al constatar que los surrealistas acaban cruzando el Atlántico
en un decisorio peregrinaje hacia América. A juicio de la autora, «fueron los
artistas europeos emigrados (así como los investigadores) quienes revelaron a
los americanos la riqueza de la herencia de la América indígena», y quienes
promovieron la revalorización del legado primigenio.(15)
2. AMÉRICA Y PERÚ
Hay, desde luego,
otras referencias al margen de Europa. Por lo pronto es forzoso introducir aquí
algunos matices, dadas las particularidades que presenta el recorrido de
Mariátegui. No está de más recordar que -antes del reiterado viaje europeo-
Mariátegui ya contaba con la instrucción de Manuel González Prada, el
paradigmático maestro y rector de las discusiones peruanas de fines del siglo
pasado y principios del actual. A las tertulias de Prada asistían numerosos
jóvenes, entre los que se encontraban Haya de la Torre, More, Basadre,
Mariátegui, etcétera. Y la situación indígena o la libertad de los oprimidos
fueron cuestiones ventiladas y comentadas por Prada. Por ejemplo, en 1888 el
famoso «Discurso [gonzalezpradista] del Politeama» fue emitido en los
siguientes términos:
Hablo, señores, de la libertad para todos, y
principalmente para los más desvalidos. No forman el verdadero Perú las
agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de tierra situada
entre el Pacífico y los Andes; la nación está formada por las muchedumbres de
indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera (16).
Al repasar estos
datos se tiene la impresión de que Mariátegui es un digno discípulo del viejo
maestro (17) (o se intuye al menos una afinidad entre ambos). El foco de Prada
parece proyectarse ya en un primer Mariátegui casi adolescente, inconformista y
aprendiz, cuyas apetencias se inclinaban incipientemente hacia las posturas más
radicales del ámbito peruano. Es más, el hecho de que Mariátegui refuerce sus
teorías en Europa no obsta para que él mismo confiese, más tarde (1926), que
su espíritu no sufrió exactamente un cambio, sino un toque de madurez: «He madurado
más que he cambiado. Lo que existe en mí ahora existía embrionaria y
larvadamente cuando yo tenía veinte años»(18).A partir de todo ello, determinados
estudiosos y especialistas -como Jorge Schwartz- consideran que «aunque el
nombre de Mariátegui esté consagrado como el gran defensor de la causa indígena
en el Perú de los años veinte», no puede soslayarse otro nombre tan
significativo como el de Manuel González Prada (1844- 1918). Y, según agrega
Schwartz, «una de las principales ideas de Mariátegui, inspirada probablemente en
González Prada, es que la cuestión indígena no es de índole racial, sino
social»(19). De manera similar, Julio Ortega habla de un gesto de «certidumbre
moral» que marca la «continuidad » o sintonía entre Prada y Mariátegui:
«retomando la prédica de González Prada, la crítica emerge (...) en la
recusación del país tradicional que emprende Mariátegui»(20). Se redondea
entonces la certeza de que estamos ante un proceso evolutivo que viene desde
los lejanos tiempos, en los que el jovencísimo neófito simpatizaba con el
discurso progresista y precursor de González Prada. Nadie ignora que
Mariátegui hace una indagación más exhaustiva e intensa en lo que concierne a
la política, la economía y la distribución de la tierra: él dio por sentado
que todos los cálculos sobre el problema indígena que eludieran el desajuste
económico serían razonamientos demagógicos e inoperantes, condenados al
fracaso. Sin embargo, llegará el momento (1928) en que Mariátegui tome el timón
de su revista Amauta para reproducir en ella (número 16) el texto de Prada
«Nuestros Indios», en rendido homenaje al combativo y venerable patriarca. A
la postre habremos de reconocer -con Teodosio Fernández- que, avanzando en el
camino, Mariátegui:
... abordó el análisis del problema indígena,
siguiendo la ruta abierta por González Prada, el primero en adoptar años atrás
un indigenismo militante y en poner de manifiesto -con su famosa denuncia de la
«trinidad embrutecedora» del indio: la que formaban el juez de paz, el
gobernador y el cura- la importancia de los factores económicos y sociales (21).
3. LA REVISTA AMAUTA
En cualquier caso,
tras algunos años de formación y lecturas (22) -y quizá al amparo de esos dos
hitos de Europa y América {ismos europeos e ideario de Prada)- Mariátegui
concede un sello esencialmente americano a su revista Amauta (1926-1930)(23).
Sabido es que el proyecto de Amauta nació en Europa: «Yo vine de Europa con el
propósito de fundar una revista. Dolorosas vicisitudes personales no me
permitieron cumplirlo. Pero este tiempo no ha transcurrido en balde»(24).
Mariátegui está aludiendo a los particulares obstáculos de su enfermedad que
coartaron la rápida aparición de esa revista de vanguardia «del Perú y de
Hispano-América», si bien él regresó a la patria en 1923. Sea como fuere, Amauta
es felizmente puesta en circulación en el mes de septiembre de 1926. Después de
descartar otros títulos barajados («Iniciación», «Vanguardia» o «Claridad»), se
eligió al fin el título de Amauta, en reconocida pleitesía al poeta y sabio
incaico, según la significación del término quechua. Al parecer, la palabra
quechua fue sugerida por el pintor peruano José Sabogal, quien dibujó
-asimismo- la mayor parte de las carátulas de la revista. A grandes rasgos,
título y carátula definen ya el sesgo de Amauta y su abanderamiento peruanista
e indigenista. El propio Mariátegui hizo una serie de puntualizaciones acerca
del título:
El título preocupará probablemente a algunos. Esto se
debe a la importancia excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo
(...). El título (...) no refleja sino nuestro homenaje al Incaísmo (25).
Amauta no es una diversión ni un juego de
intelectuales puros: profesa una idea histórica, confiesa una fe activa y
multitudinaria, obedece a un movimiento social contemporáneo (...). Hemos
querido que Amauta tuviese un desarrollo orgánico, autónomo, individual,
nacional. Amauta no debía ser un plagio, ni una traducción. Tomábamos una
palabra inkaica, para crearla de nuevo. Para que el Perú indio, la América
indígena sintieran que esta revista era suya (26).
A su vez, la revista
contó con el apéndice Labor y con un Boletín de Defensa Indígena, órganos
beligerantes y denunciatorios de las usurpaciones latifundistas y los
atropellos cometidos contra el indio. No es raro que la revista Amauta se
prestara a apoyar estas reclamaciones sociales, teniendo en cuenta que a su
director, Mariátegui, siempre le disgustó el grave antagonismo entre
dominadores y súbditos: señores y siervos (27). Con igual desvelo, Mariátegui
persigue un sentido histórico de tradición que, remontando el estadio
colonial, desemboque en las raíces prehispánicas y populares: «El arte tiene
necesidad de alimentarse de la savia de una tradición (...). Y en él Perú la
literatura no ha brotado de la tradición, de la historia, del pueblo indígenas.
(...). El literato peruano (...) entre el Inkario y la Colonia, ha optado por
la Colonia»(28). Es comprensible que Mariátegui enlace las categorías de
revolución ética y revolución estética, puesto que él rechaza el vacuo
tecnicismo: «No podemos aceptar como nuevo un arte que no nos trae sino una
nueva técnica (...), una revolución artística no se contenta de conquistas formales»(29).
Por las mismas razones, la crítica mariateguiana se duplica para ser
-indistintamente- valoración artística y toma de conciencia. Esto es: análisis
literario y repudio al gamonalismo oligárquico (30). Con estas premisas,
Mariátegui suscribe un vanguardismo de transparente reivindicación indígena:
La reivindicación capital de nuestro vanguardismo es
la reivindicación del indio. Este hecho no tolera mistificaciones ni consiente
equívocos (...). El conservador criollo se comporta como un heredero de la
colonia y como un descendiente de la conquista (...). Para sentir a sus
espaldas una antigüedad más respetable e ilustre, el nacionalismo reaccionario
recurre invariablemente al artificio de anexarse no sólo todo el pasado y toda
la gloria de España, sino también todo el pasado y la gloria de la latinidad.
Las raíces de la nacionalidad resultan ser hispánicas y latinas. El Perú, como
se lo representa esta gente, no desciende del Inkario autóctono, desciende del
imperio extranjero que le impuso hace cuatro siglos su ley, su confesión y su
idioma (...). En oposición a este espíritu, la vanguardia propugna la
reconstrucción peruana sobre la base del indio. La nueva generación reivindica nuestro
verdadero pasado, nuestra verdadera historia. El pasadismo se contenta, entre
nosotros, con los frágiles recuerdos galantes del virreinato. El vanguardismo,
en tanto, busca para su obra materiales más genuinamente peruanos, más remotamente
antiguos. Y su indigenismo no es (...) un pasatiempo romántico (...). Este
indigenismo no sueña con utópicas restauraciones. Siente el pasado como una raíz,
pero no como un programa (31).
Este trasfondo
teorizador ya es un marco propicio para que Amauta inserte en sus páginas
múltiples expresiones ligadas al mundo indígena. Por ejemplo, aparte de elogiar
la pintura de los peruanos José Sabogal y Julia Codesido (y la del muralista
mexicano Diego Rivera), los números de Amauta albergan abundante poesía de
aliento indígena. He aquí algunos poemas: «Atahualpa», de César Rodríguez
(número 3 de Amauta); «En aquel dulce Imperio», de Alcides Spelucín (número 6);
«Poema quichua y ella campesina», de José Varallanos (número 13); «Kipukamayo»,
de César Alfredo Miró Quesada (número 17); «Kutinijatawa, Lulu!», de Emilio
Vásquez (número 25), etcétera. Frecuentemente, por supuesto, estos versos
«indigenistas» se someten a estrategias líricas trabajadas con novedosos
recursos de vanguardia. Ahora bien, el talante indígena de Amauta no implica
una visión unidimensional (32).Por encima de restringidos partidismos, la
revista es plataforma de largo alcance. Con ese ánimo plural, Amauta recibe
variados aportes de colaboradores extranjeros, como Gobetti, Barbusse, Bretón,
Freud, Gorki, Unamuno, Waldo Frank, Herwarth Walden, etcétera. Y la pluralidad
es territorial y temática, según se desglosa en paciente inventario de Gloria
Videla:
La revista, cuyo título muestra su orientación
peruanista, incluye también variedad de contenidos: poesía y narraciones del
Perú y de otros países americanos y europeos, teatro, cuadros de viaje,
ensayos sobre literatura contemporánea general, europea, americana y peruana;
filología y lingüística, ensayos sobre la naturaleza, orientación y caracteres
generales del arte; sobre pintura, escultura y arquitectura; sobre música y
filosofía; sobre religión, educación, antropología, folklore, sociología,
derecho, relaciones internacionales, historia, economía, política, problemas
contemporáneos, entre otros importantes temas (33).
En resumen, Amauta
está dotada de excelentes maquinarias que se ponen en marcha para extender y
canalizar el trasvase cultural de aquellos años. Ella registró las
fermentaciones regionales, sin excluir el baremo de los movimientos foráneos de
elevado rango (desde el futurismo ruso al expresionismo alemán, pasando por el
surrealismo francés). Fuentes y afluentes corren al unísono, gracias a la
labor extraordinariamente aglutinante de José Carlos Mariátegui. El ensayista
peruano es el cabecilla que asume la responsabilidad de futuro y que maneja las
cotidianas riendas de Amauta (con la carga editorial (34) y demás penurias (35)
e inconvenientes). Lo sorprendente -como ve Nelson Osorio- es que Mariátegui
levantó con sus propias manos ese edificio de Amauta que sigue siendo, hoy,
«uno de los monumentos más valiosos (...) de la cultura contemporánea en
América Latina»:
Y es difícil imaginarse que un joven latinoamericano,
autodidacta y casi inválido, fuera el motor de tal empresa (...). Ninguna otra
publicación del continente de esos años alcanza su dimensión universal ni logra
tal calidad de colaboradores. Ninguna tampoco (y hubo muchas) logra
constituirse tan plenamente en expresión de una América Latina respirando con
pulmones universales (...). Y ninguna, por último, ofrece a la lectura de
nuestros días tanta frescura, actualidad y vigencia (36).
Compartimos la
alabanza de Osorio, toda vez que fue Mariátegui (creador de Amauta) quien
utilizó amplios conocimientos para implantar este vanguardismo -tardío- entre
sus coetáneos y estetas nacientes (39). Él amplificó la vanguardia con
coordenadas de dimensión estética y social. Por un lado, introdujo la pasión
dialéctica e incrementó la presencia indígena y, por otro lado, propagó el
aliciente de las novedades mundiales. Los antagónicos extremos
nacionalismo-universalismo se refunden y resuelven en la «bifronte» militancia
mariateguiana. A fin de cuentas, Mariátegui fue un conciliador de lo que se ha
dado en llamar «las dos vanguardias»: la que se nutre de fibra autóctona y la
que absorbe un cosmopolitismo universal (38). Hasta podría decirse que
Mariátegui es el pensador que desencadena la liberación de la América profunda
a partir de un triángulo ideológico-crítico- artístico (39). Hemos de añadir,
por último, que si la consolidación de la vanguardia peruana no cristalizó en
el Perú de 1916 con la insurrecta Colónida, ni en 1924 con Flechas (otra
revista de pretensión vanguardista), todo ello cuaja definitivamente con el
empuje de Mariátegui y el resultado de Amauta. Está claro que Amauta es un
ejemplo clásico a la hora de estudiar la vanguardia latinoamericana de la
década de los veinte, y su específica conjunción de vanguardismo e indigenismo.
NOTAS
:
1.
Sobre el caso de Mariátegui, Eugenio Chang-Rodríguez anota lo siguiente:
«Percatado Leguía de la habilidad intelectual de Mariátegui, mientras con una
mano le cerraba el periódico, con la otra utilizaba una treta para
silenciarlo». Ver CHANG-RODRÍGUEZ, Eugenio: Poética e ideología en José Carlos
Mariátegui. José Porrúa Turanzas, Madrid, 1983, pág. 16.
2.
La fecha de 1918 es catalogada por el mismo Mariátegui como año clave y punto
de partida: «Desde 1918, nauseado de política criolla, me orienté resueltamente
hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado
de decadentismo y bizantinismo finiseculares». Ver MARIÁTEGUI, José Carlos:
«Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana». En Obras Completas,
vol. 2, Biblioteca Amauta, Lima, 1988, s/p. [contracarátula].
3.Mariátegui
no fue un íntimo componente del grupo de «colónidos», sino un colaborador de la
revista, y, además, el «colonidismo» queda sucintamente descrito como «meteoro
» breve e indeciso. Pero a pesar de todo ello, Colónida abre un grito de lucha
al que se suma la voz de Mariátegui: «Colónida representó una insurrección
(...) contra el academicismo y sus oligarquías, su énfasis retórico, su gusto
conservador»; en Colónida - continúa Mariátegui- «militábamos algunos
escritores adolescentes, novísimos, principiantes », bajo la dirección de
Abraham Valdelomar. Ver MARIÁTEGUI, José Carlos: Siete ensayos de
interpretación..., op. cit., págs. 282-283.
4.
MORE, Federico: «La hora undécima del señor don Ventura García Calderón». En
Colónida, núm. 2, Lima, febrero de 1916, págs. 34-35 (seguimos la edición
facsímil de Ediciones Copé, Lima, 1981). Asimismo, algunos críticos llegan a
asegurar que el citado texto del puneño Federico More (1889-1955) constituye
«uno de los primeros manifiestos indigenistas». Véase, por ejemplo,
CHANG-RODRÍGUEZ, Eugenio: «El indigenismo peruano y Mariátegui». En Revista
Iberoamericana, núm. 127, Pittsburgh, abril-junio 1984, pág. 373.
5.Mariátegui
ingresa en el mundo laboral con quince años, para ir avanzando en un lento y
progresivo aprendizaje periodístico y tipográfico (obrero «alcanza-rejones», ayudante,
mensajero, redactor...). Al menos desde 1910 pertenece al periódico La Prensa,
donde asciende al escalafón de «linotipista»; en 1912 es encargado de la
redacción de notas (incendios, sorteos, etcétera), y finalmente escribe un
pequeño texto de crítica artística titulado «Al margen del arte», que, firmado
con el seudónimo de Juan Croniqueur, debió ser su primera publicación (1 de
enero de 1914). Luego, a mediados de 1916 se aleja de La Prensa para unirse al
nuevo diario El Tiempo. Tras uno de sus artículos publicados en El Tiempo (12
de enero de 1919) abandona también este último periódico. Mariátegui da la
espalda a los citados medios de difusión por motivos ideológicos, y pasa a
fundar La Razón (como se dijo anteriormente). Ver, a propósito, MESEGUER ILLÁN,
Diego: José Carlos Mariátegui y su pensamiento revolucionario. Instituto de
Estudios Peruanos, Lima, 1974, págs. 21-23.
6.QUIJANO,
Aníbal: Prólogo a Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, de
José Carlos Mariátegui. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1989, págs. XXVII-XXVIII.
7.FERNANDEZ,
Teodosio: Los géneros ensayísticos hispanoamericanos. Taurus, Madrid, 1990,
pág. 98.
8.NUÑEZ, Estuardo: «José Carlos Mariátegui y
la recepción del surrealismo en el Perú». En Revista de Crítica Literaria
Latinoamericana, 3, 5, Lima, primer semestre, 1977, pág. 57. Esta información
está más ampliamente detallada en otro estudio del mismo autor: véase el libro
titulado La experiencia europea de Mariátegui, Editora Amanta, Lima, 1978.
9.Al
regresar a Perú (y hasta su muerte, en 1930), Mariátegui seguirá prestando atención
a todos los vaivenes surrealistas, de tal manera que los textos mariateguianos
dedicados al surrealismo arrojan un cierto escrutinio del movimiento. Véanse
-en esa línea- las siguientes publicaciones del autor: «El grupo surrealista y
Clarté», «El balance del suprarrealismo» y «El Superrealismo y el Amor». En
José Carlos Mariátegui, El artista y la época, op. cit., vol. 6, Biblioteca Amauta,
Lima, 1990, págs. 42-56.
10.En
este campo es muy útil la consulta del libro de GONZÁLEZ ALCANTUD, José
Antonio: El exotismo en las vanguardias artístico-literarias. Anthropos,
Barcelona, 1989.
11.Palabras
de André Bretón compiladas y analizadas por José Antonio González Alcantud en
El exotismo en las vanguardias..., op. cit., pág. 279. En la misma referencia,
Alcantud recalca la nitidez de esta arenga «bretoniana» en pro de los pueblos
de «color», oprimidos y acosados por el hombre «blanco». En opinión de González
Alcantud, «nunca estuvo tan meridianamente claro el pensamiento bretoniano».
12.Comentando
la trayectoria de Waldo Frank, Mariátegui escribe: «Como él, yo no me sentí
americano, sino en Europa. Por los caminos de Europa encontré el país de
América que yo había dejado.» Ver El alma matinal y otras estaciones del hombre
de hoy. En op. cit., vol. 3, Editora Amauta, Lima, 1987, pág. 192.
13.Véase
la importante defensa hecha por Belén Castro Morales en su trabajo «El
surrealismo en América Latina: la revelación de la alteridad». La Página, núms.
11 y 12, Tenerife, 1993, págs. 125-148.
14.GONZÁLEZ
VIGIL, Ricardo: El Perú es todas las sangres. Pontificia Universidad Católica
del Perú, Lima, 1991, pág. 243.
15.SAWIN,
Martica: «El surrealismo etnográfico y la América indígena». En VV.AA., El
surrealismo entre Viejo y Nuevo Mundo. Centro de Arte Moderno, Las Palmas de
Gran Canaria, 1989, pág. 87. No pretendemos rebatir este trabajo sumamente
explicativo e interesante, sino ilustrar la diferencia (tal vez la excepción)
que marca Mariátegui. Porque si bien es verdad -como apunta la autora- que los
«viajeros» surrealistas embarcaron para América casi siempre a partir de 1930
(año en que muere Mariátegui), no es menos cierto que Mariátegui poseía un
bagaje indigenista «previo» (como se verá en seguida).
16.GONZÁLEZ
PRADA, Manuel: «Discurso del Politeama». En Páginas libres, Sociedad Española
de Librería, Madrid, s/f., pág. 78. Se registra la llamativa paradoja de que
don Manuel «encargó la lectura de su discurso al joven Gabriel Urbina», dada la
timidez del «maestro» para disertar ante un auditorio de numeroso público. Ver
SÁNCHEZ, Luis Alberto: La literatura peruana, vol. VI, Ed. Guáranla, Buenos
Aires, 1951, pág. 145.
17.En
1916, Prada ya recibe el tratamiento de «maestro», en una entrevista que le
hiciera Mariátegui. Nótese el elogioso tono del discípulo: al transcribir el
contenido de una «entrevista tan noble -dice Mariátegui- siento el gran orgullo
de ser el intérprete de los conceptos que le merece al gran maestro la generación
a la cual yo pertenezco». La entrevista ha pasado a formar parte de los textos
de José Carlos Mariátegui: véase Mariátegui y su tiempo. En op. cit., vol. 20,
Amauta, Lima, 1982, págs. 129-134 [edición a cargo de Armando Bazán].
18.Ver
este párrafo en MARIÁTEGUI, José Carlos, La novela y la vida, op. cit., vol. 4,
Biblioteca Amauta, Lima, 1988, pág. 154.
19.SCHWARTZ,
Jorge: Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos y críticos.
Cátedra, Madrid, 1991, págs. 591-592.
20.ORTEGA,
Julio: La cultura peruana. Experiencia y conciencia. Fondo de Cultura
Económica, México, 1978, págs. 31-32.
21.FERNANDEZ,
Teodosio: op. cit., pág. 98. En tomo a este mismo punto, Américo Ferrari añade
finalmente que: «Desde Prada a Valdelomar, Mariátegui y Falcón hay, en efecto,
un acercamiento progresivo a lo andino, algo como una subida a la sierra.» Ver
FERRARI, Américo: «Sobre la emergencia de la literatura peruana andina». En
Literaturas Andinas, núm. 3-4., Perú, primer y segundo semestres, 1990, pág. 9
22.Los
críticos destacan la enorme incidencia que los libros de Mariátegui tuvieron
sobre la juventud de vanguardia y sobre la propia Amauta, puesto que esta
«revista se gestó en el domicilio de Mariátegui, en medio de la biblioteca que
atestiguaba el tipo de lectoras y de preocupaciones de su dueño». Precisamente
al hilo de esas ediciones o «lecturas», Gloria Videla se permite reproducir la
siguiente nómina: «Das Kapital, La Décadence de la philosophie allemande, Les
questions fondamentales du marxisme, Jean Cristophe, Clarté, Tirano Banderas,
Los de abajo. La agonía del cristianismo, Pirandello, Bontempelli...». Ver
estos datos en VIDELA DE RIVERO, Gloria: Direcciones del vanguardismo hispanoamericano.
Estudios sobre poesía de vanguardia en la década del veinte. Documentos.
Instituto Internacional de Literatura Latinoamericana, Pittsburgh, 1994, pág.
149.
23.La
revista cumplió una trayectoria de 32 números (entre septiembre de 1926 y
septiembre de 1930), aunque Mariátegui ya no pudo ocuparse de la dirección y
edición de los tres últimos números.
24.MARIÁTEGUI,
José Carlos: «Presentación de Amauta». En Amauta. Revista Mensual de Doctrina,
Literatura, Arte, Polémica, núm. 1, septiembre de 1926, s/p. (seguimos la edición facsímil de la Editora Amauta,
Lima, 1976, y en adelante citaremos sólo el simplificado título de Amauta).
25.
MARIÁTEGUI, José Carlos: «Presentación de Amauta», op. cit., s/p.
26.
MARIÁTEGUI, José Carlos: «Aniversario y balance», Amauta, núm. 17, Lima, septiembre
de 1928, pág. 1.
27.
A juicio de Mariátegui, hay que defender al indio no por «ser indio», sino por
ser un hombre explotado: «La reivindicación que sostenemos es la de las clases
trabajadoras (...). Si en el debate -esto es, en la teoría- diferenciamos el
problema del indio, es porque en la práctica, en el hecho, también se
diferencia. El obrero urbano es un proletario, el indio campesino es todavía un
siervo (...). El problema que hay que resolver aquí es, por consiguiente, el de
la liquidación de la feudalidad, cuyas expresiones solidarias son dos:
latifundio y servidumbre (...). Estas son, teóricamente, cosas demasiado
elementales. No tengo yo la culpa de que en el Perú -y en pleno debate
ideológico- sea necesario todavía explicarlas.» Ver MARIÁTEGUI, José Carlos:
«Réplica a Luis Alberto Sánchez». En Amauta, núm. 7, Lima, marzo de 1927, págs.
38-39.
28.MARIATEGUI,
José Carlos: Siete ensayos de interpretación..., op. cit., págs. 241- 242.
29.MARIÁTEGUL
José Carlos: «Arte, revolución y decadencia», en Amauta, núm. 3, Lima,
noviembre de 1926, s/p.
30.Mariátegui
no oculta su voluntad de crítico justiciero: «Mi crítica renuncia a ser
imparcial o agnóstica (...). Toda crítica obedece a preocupaciones de filósofo,
de político o de moralista. Pero esto no quiere decir que considere el fenómeno
literario o estético desde puntos de vista extraestéticos, sino que mi
concepción estética se unimisma, en la intimidad de mi conciencia, con mis
concepciones morales, políticas y religiosas, y que, sin dejar de ser
concepción estrictamente estética, no puede operar independientemente o diversamente.
» Más aún, cuando Mariátegui cuestiona el gamonalismo oligárquico está rebatiendo
la herencia feudal, la interferencia imperialista, la senda de una literatura
colonizada y cualquier otra forma de dominación y subsiguiente servilismo. Como
aclara el mismo Mariátegui, el término «gamonalismo no designa sólo una
categoría social y económica: la de los latifundistas o grandes propietarios
agrarios. Designa todo un fenómeno (...). Comprende una larga jerarquía de
funcionarios, intermediarios, agentes, parásitos, etcétera». Ver estas
referencias en MARIÁTEGUI, José Carlos; Siete ensayos de interpretación..., op.
cit., págs. 230, 231, 37.
31.MARIÁTEGUI,
José Carlos: «Nacionalismo y vanguardismo en la ideología política ». En
Peruanicemos al Perú, op. cit., vol. 11, Biblioteca Amauta, Lima, 1988, págs.
97-102.
32.A
título ilustrativo, valga recordar que la revista se mantuvo abierta a los
defensores y detractores del indio. Frente a tantas defensas indígenas -en el
sentido más positivo-contrasta y choca, por ejemplo, un texto de López Albújar
que se erige en rosario de defectos atribuidos al indio. Ver LÓPEZ ALBÚJAR,
Enrique: «Sobre la psicología del indio». En Amauta, núm. 4, Lima, diciembre de
1926, págs. 1-2.
33.VIDELA
DE RIVERO, Gloria: op. cit., pág. 149.
34.Consta
que, en 1926, Mariátegui emprende directamente la ágil preparación de la
revista, pese a su precaria salud (ya tenía una pierna amputada): «El
periodista, para quien el oficio no esconde secretos (...), hace el presupuesto
(...). Escoge los tipos de letra. Indica el número de columnas para cada
sección. Pide y selecciona las colaboraciones», etcétera. Ver OSA, Enrique de
la: Prólogo a José Carlos Mariátegui. Obras (2 vols.). Casa de las Américas, La
Habana, 1982, pág. 30.
35.A
causa de su franca ideología, Amauta tuvo serios tropiezos. Por ejemplo, uno de
estos inconvenientes derivó en interrupción temporal y cierre de la revista
entre los meses de junio y diciembre de 1927 (mes de reapertura): «El 5 de
junio de 1927, cuando acababa de aparecer el número 9, Amauta y su director
sufren el atropello policial por orden del gobierno de Augusto B. Leguía (...),
se utilizaba el pretexto del complot comunista para acallar a los movimientos
populares y a sus voceros, y las oficinas de Amauta -y el propio hogar de José
Carlos Mariátegui- fueron allanados.» La trascendencia internacional de la
revista ya resultaba preocupante, y el gobierno esperaba una oportunidad para
acabar no sólo con el fenómeno difusor de Amauta, sino también «con los planes
de todos los diri¬gentes del movimiento obrero». Ver CARNERO CHECA, Genaro: La
acción escrita. José Carlos Mariátegui periodista. Biblioteca Amauta, Lima,
1980, págs. 231-233.
36.OSORIO,
Belson: «Mariátegui y Amauta en el contexto de los años veinte». En Nuevo Texto
Critico, núm. 2, vol. I, segundo semestre, 1988, p. 315.
37.El
influjo de Mariátegui sobre las nuevas generaciones se ejemplifica
perfectamente con el caso del jovencísimo escritor Martín Adán (seudónimo de
Rafael de la Fuente), cuya obra La casa de cartón -en prosa vanguardista- vio
la luz en Amauta (número 10), bajo los auspicios e incitadores consejos del
mismo Mariátegui.
38.La
consideración de «dos vanguardias» puede verse en VIDELA DE RIVERO, Gloria: op.
cit., pág. 169
39.Muerto
Mariátegui, sus discípulos y coetáneos le otorgaron el indiscutible título de
amauta, maestro e impulsor de la América profunda (América indígena): «Le
querían llevar a la cátedra las juventudes libres del Perú que descubrieron en
ese hombre sin colegio al profesor, al maestro innatos (...). La América
Indígena, que es la nueva y futura América, esperaba recibir el mensaje de la
vanguardia peruana de labios de Mariátegui. Eso quiere decir que ninguna voz
nuestra obtuvo tanta representación espiritual en el mundo. Y de su prensa
políglota sale un rumor, cada vez más creciente, que da la medida de cuánto se
apreciaba, se evaluaba, a este hombre nuestro cuyo organismo miserable era,
apenas, un mínimo pebetero para el incendio trascendental que venía a suscitar
(...). Su pluma comunica una vitalidad llena de admirable salud (...). He aquí
cómo aparece ahora solemne y llena de austeridad la actitud de este hombre
veraz y consecuente hasta el sacrificio (...). Un hombre flecha ha sido este
hombre de amanecer (..,), porque, inmóvil, se multiplicó (...); hasta su propia
carreta de mutilado se impregnaba de una filosofía de acción (...). Hay que
tener la honradez radical de reconocer que en el cuerpo misérrimo de José
Carlos se cobijó la más generosa capacidad indoamericana para el preludio
beethoveniano y la esperanza popular. ¡Importa decir que en su valentía y en su
amargura ha nacido una nueva conciencia para el Perú!» Ver CHURATA, Gamaniel:
«Elogio de José Carlos Mariátegui». En Amauta, núm. 32, Lima, agosto-septiembre
de 1930, págs. 64-69.
PUNTO Y APARTE
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