LA
CUESTION DEL PODER EN MARX
Por : Adolfo Sánchez Vázquez
La cuestión del poder en Marx es una de
las más debatidas de su pensamiento desde una perspectiva o retrospectiva
actual. Antes de abordarla, no será superfluo adentrarse en el terreno más
general de la naturaleza del poder. Siguiendo un viejo uso conceptual, digamos
primero lo que, a nuestro juicio, no es el poder. No es una cosa o la cualidad
de un objeto en sí que se conquista, posee o mantiene. Tampoco es la cualidad o
capacidad de un sujeto en sí, ya que éste sólo dispone de ella en virtud de un
conjunto de condiciones o circunstancias que hacen posible su poder. Y esto
puede documentarse tanto con el ejemplo de personalidades históricas
excepcionales (un César, un Napoleón o un Lenin) o el de un individuo
francamente mediocre como Luis Bonaparte, que, de acuerdo con el retrato que de
él trazó Marx en El 18 brumario…, parecía negado
personalmente para alcanzar el poder que efectivamente alcanzó. Así pues, el
poder no es propio de un objeto ni de un sujeto en sí. Sólo existe en relación
con lo que está fuera de él: circunstancias históricas, condiciones sociales,
determinadas estructuras, etcétera. El poder no es inmanente. Algo exterior a
él lo hace posible, necesario y lo funda. Pero el poder no sólo se halla en
relación sino que él mismo es relación. ¿Entre qué y qué?; no entre los hombres
y las cosas, aunque el dominio de aquellos sobre éstas, sobre la naturaleza,
determina ciertas relaciones de poder entre los hombres. El poder es una
peculiar relación entre los hombres (individuos, grupos, clases sociales o
naciones) en la que los términos de ella ocupan una posición desigual o
asimétrica. Son relaciones en las que unos dominan, subordinan, y otros son
dominados, subordinados. En las relaciones de poder, el poder de unos es el no
poder de otros. Dominación y sujeción se imbrican necesariamente. En la
dominación se impone la voluntad, las creencias o los intereses de unos a
otros, y ello independientemente de que la sujeción se acepte o se rechace, de
que se obedezca o desobedezca interna o externamente, o de que la desobediencia
externa adopte la forma de una lucha o resistencia. La aceptación o el rechazo
de la dominación, la desobediencia o la resistencia a ella, caracterizan modos
de asumir las relaciones de poder, pero ni en un caso ni en otro se escapa a su
inserción en ellas, o a sus efectos desiguales y asimétricos. Las relaciones de
poder no sólo se dan en una esfera exclusiva de la realidad humana (económica,
política e ideológica) ni se localizan o centralizan en un solo punto (el
Estado), sino, que se diseminan como ha puesto de relieve Foucault en Vigilar y castigarpor todo el tejido social. Pero esto
no significa que los poderes así diseminados (en la familia, la escuela, la
fábrica, la cárcel, el cuartel, etcétera) no se relacionen con ciertos centros
de poder y que, a su vez, entre aquellos y éstos, y entre los centros mismos,
no se dé cierta relación e incluso una jerarquización en sus fundamentos y
consecuencias. De acuerdo con esta concepción general del poder, el poder
político, por importante que pueda parecer, no es sino una forma, modalidad o
tipo de poder. Ahora bien, este tipo de poder es para nosotros, en este
momento, la pieza en el tablero en que ha de jugarse la partida anunciada: Marx
y el poder. Pues bien, ¿qué encontramos de fecundo o infecundo en Marx: para
una teoría del poder, entendido éste como poder político o poder estatal, dos
expresiones marxianas con razón o sin ella intercambiables?.
¿EXISTE UNA TEORÍA DEL PODER EN MARX?
Pero antes de adentramos en dicha
teoría, hay que tomar conciencia del carácter problemático con que se nos
presenta, ya que, fuera y dentro del marxismo, se ha puesto en cuestión que
exista en Marx, o en el marxismo clásico, una teoría del Estado o del poder
político. Así, fuera del marxismo, Foucault ve en Marx ante todo al teórico de
la explotación y niega que haya elaborado una teoría del poder. Norberto Bobbio
subraya que, al centrar Marx su atención en el sujeto del poder, deja a un lado
como consecuencia el problema de cómo se ejerce el poder. Asimismo, al partir
de una concepción negativa del Estado no prestaría atención a las formas de
gobierno ni delinearía un Estado alternativo, socialista, frente al Estado
representativo, burgués, puesto que en definitiva todo poder estatal sería
transitorio y estaría destinado a desaparecer. Este problema y el de su
conquista estarían en el centro de su atención. De ahí derivarían las
insuficiencias de la concepción de Marx del poder, al que, por otra parte, no
dedicaría ninguna obra expresamente. Desde dentro del marxismo se ha
cuestionado asimismo la existencia de una teoría política marxiana, y
especialmente del Estado. Así lo entiende Lucio Colletti al reducirla a los
principios roussonianos de la crítica del Estado representativo, a la
democracia directa y a la desaparición del Estado, aunque esta crítica la
suaviza en su“Entrevista” de New Left al reconocer que no es
válida “en el campo de la estrategia revolucionaria”, y al
afirmar no tanto la inexistencia de una teoría política marxista como su
debilidad, en virtud de que “tanto Marx como Lenin
consideraron la transición al socialismo y la realización del comunismo a
escala mundial como un proceso extremadamente fácil y próximo” .
Por su parte, el marxista inglés Perry Anderson ha sostenido que “Marx no dejó una teoría política de la estructura del
Estado burgués o de la estrategia y la táctica de la lucha socialista
revolucionaria por un partido obrero para derrocarlo”, semejante
puntualiza Anderson a la “teoría coherente y elaborada
acerca del modo de producción capitalista” . Anderson considera
asimismo reafirmando lo que Bobbio critica que lo fundamental, como subraya
Lenin, es la conquista del poder, con respecto a la cual corresponde
precisamente a Lenin la creación de Ios conceptos y los métodos” para llevarla
a cabo. Por ello, concluye con la mirada puesta en Marx : “Antes de Lenin el dominio político propiamente dicho estaba
prácticamente inexplorado dentro de la teoría marxista”. Finalmente,
Louis Althusser, aunque no niega abiertamente la existencia de una teoría
política marxista, señala en ella una laguna teórica “o la falta en Marx de un análisis de cómo el Estado asegura su
dominación de clase, así como el silencio de su teoría sobre el Estado, la
política y las organizaciones de clase en virtud de un límite teórico “con
el cual Marx se habría tropezado como si estuviera paralizado por la
representación burguesa del Estado, de la política, etcétera, hasta el punto de
repetirla bajo una forma absolutamente negativa. No todas estas críticas dan en
el blanco, como tendremos ocasión de ver al ocuparnos de los conceptos
políticos fundamentales de Marx relativos al poder estatal. Sin embargo, hay
que reconocer de entrada: a) con Foucault, que Marx es ante todo el teórico de
la explotación y no del poder; b) con Bobbio, que en Marx falta una teoría
alternativa del Estado socialista; c) con Colletti, que Marx consideró la
transición al socialismo y al comunismo “corno un proceso extremadamente fácil
y próximo”; d) con Anderson, que no hay en Marx una teoría del poder burgués y
de las vías para derrocarlo, semejante a su teoría del modo de producción
capitalista, y, finalmente, e) con Althusser, que falta en Marx el análisis de
cómo asegura el poder estatal su dominación de clase. Ahora bien, no obstante este
reconocimiento, sigue en pie no sólo la cuestión apuntada de por qué las
críticas mencionadas no dan en el blanco sino también la del porqué de las
debilidades, limitaciones o insuficiencias y para algunos la inexistencia de su
teoría política, como teoría del poder. Queda en pie, sobre todo, la cuestión
fundamental de en qué consiste el viraje del pensamiento de Marx, ignorado,
silenciado o negado en estas y otras críticas, en la esfera del poder, de la
política. Las dos cuestiones pendientes que acabo de formular la del desnivel
teórico entre el pensamiento político y el económico de Marx y la del viraje
que imprime en la teoría política y, más precisamente, en la teoría del poder
se hallan íntimamente relacionadas, pues justamente este viraje explica a su
vez el lugar que lo económico y lo político ocupan en su pensamiento.
LUGAR TEÓRICO DE LO
ECONÓMICO Y LO POLITICO EN MARX
En una primera fase de su actividad
teórica la atención del joven Marx se concentra en el Estado, en el poder
político. En la sociedad moderna, el Estado separado de la sociedad civil, así
como la política, tienen para él un carácter negativo, como esfera de la
enajenación del hombre real y, por tanto, opuesta a la emancipación humana. Lo
“político” en expresiones como “hombre político”, “Estado político”,
“emancipación política” tiene justamente ese carácter o, al menos, un alcance
limitado. De ahí la necesidad de superar la negación del Estado, que no sea la
simple inversión o cambio de contenido, a que se refiere Althusser. El
descubrimiento de lo que Hegel mistifica, a saber: las verdaderas relaciones
entre Estado y sociedad civil, conduce a Marx al hallazgo del fundamento real
del Estado en la esfera social, dividida, desgarrada bajo el imperio de la
propiedad privada. Con ello se revelan a Marx los límites teóricos de la teoría
hegeliana del Estado y la necesidad de pasar a la crítica del fundamento real
de la división social y del poder político, o sea: la economía. Y esta crítica
balbuciente aún en los Manuscritos del 44 culmina
en su obra inconclusa El capital, que no
es una obra puramente económica, desvinculada de la política. Y no sólo no lo
es porque explica el fundamento real de la política, sino también porque ésta
debía encontrar un lugar propio en su crítica de la economía. Así lo demuestra
su prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política (1859),
donde al trazar el plan general de El capital el
Estado forma parte de su examen de la economía burguesa. Y lo demuestra
asimismo un texto posterior (su carta a Engels del 30 de abril de 1868) en el
que se ve que su proyecto inicial dejaba un espacio no cubierto en su obra
inconclusa a la teoría política, a la lucha de clases “a donde viene a desembocar todo el movimiento [ …]” Pero,
no obstante los planes teóricos de Marx, lo cierto es que, al realizarlos, su
atención se concentra en la crítica de la economía política, aunque ésta haya sido
precedida de una crítica de la política, y aunque Marx nos haya dejado ciertos
conceptos políticos fundamentales y algunos textos propiamente políticos. Es
innegable, pues, que en Marx no hallamos una teoría política y, dentro de ella,
una teoría del poder, comparable como apunta Anderson con su teoría económica.
El lugar teórico del Estado, del poder, de la política en Marx responde al
lugar que ocupan para él en la vida real. Si lo político se funda en lo social,
cuya anatomía es lo económico, no puede haber una crítica autónoma de la
política, sino crítica política fundada en la crítica de la economía. Pero,
esta relación entre lo político y lo económico en la sociedad no excluye el
papel activo de la política, o como dice Engels en carta a Schmidt del 27 de octubre de 1890 “[ … ] de la nueva potencia política que aspira a la mayor
autonomía posible y que, una vez constituida, está dotada de un movimiento
propio[…]”. Así, pues, si la atención de Marx se concentra en
el modo de producción capitalista como clave de la sociedad burguesa, esto no
excluye para él la importancia dadas su autonomía y especificidad del Estado,
del poder político, aunque se trate de instancias que no se fundan ni se bastan
a sí mismas. Ahora bien, la importancia de la política y por tanto de la teoría
correspondiente reside no sólo en su autonomía relativa dentro del todo social,
sino también en su existencia como práctica, como lucha de clase que aspira
-como dice Engels “a la mayor autonomía posible” en
la conquista, el mantenimiento, transformación y desaparición del poder
político. Este poder es precisamente el objetivo de la práctica política, o con
palabras de Marx: “El movimiento político de la clase obrera
tiene como objetivo final la toma del poder político” (carta a Bolte, 29 de noviembre de 1871). Pero, si en la
relación entre lo político y lo económico como instancias del todo social, la
atención principal como clave explicativa la concentra Marx en la base
económica y no en la supraestructura política, cuando se trata de la conquista
del poder determinado económicamente, la primacía corresponde a la práctica
política, a la lucha política de clase sobre otras formas de lucha de clase: la
económica y la ideológica. Ahora bien, si esta práctica política es esencial y
prioritaria, ello se debe a que el poder político como instancia social, contra
lo que sostiene una interpretación economicista de Marx, no es un simple
epifenómeno de la base económica sino que tiene una autonomía relativa.
Ciertamente, la práctica política sería innecesaria si la toma del poder o su
transformación se dedujera mecánicamente de los cambios en la base económica,
aunque éstos no pueden ser ignorados.
CONCEPTOS POLÍTICOS
FUNDAMENTALES
De este modo, si por un lado la teoría económica es decisiva y la teoría
política se presenta fundada en ella, por otro, la teoría política del poder y
de la práctica para conquistarlo o transformarlo también lo es. Marx, por
consiguiente, no podía ignorar la necesidad de una teoría del poder y de la
práctica que hace de él su objetivo. Y de ahí que haya dejado una serie de
conceptos y tesis, relativos a uno y otro aspecto, aunque no bastan para
constituir una teoría semejante, como subraya Anderson, por su coherencia y
elaboración, a la que dejó acerca del modo de producción capitalista. En
consecuencia, contra lo que Anderson afirma también, lo político no es en Marx
un dominio virgen e inexplorado. Veamos, pues, esos conceptos o tesis
fundamentales que, después de la clarificación y crítica necesarias, podrían
servir de base, en, la medida en que sigan siendo válidos, a una verdadera
teoría política marxista. De acuerdo con la doble vertiente de la política que
hemos señalado, tienen que ver con el origen, naturaleza, función y destino
final del poder político, as! como con la estrategia destinada a conquistarlo,
transformarlo y extinguirlo. A grandes rasgos, esos conceptos medulares son los
siguientes:
Necesidad del poder político
El primero se refiere a la naturaleza del poder político, o poder del
Estado. Engels la expresa en los siguientes términos:
[ … ] es un producto de la sociedad cuando
llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad
se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida
por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin
de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no
se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se
hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y
llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”[ … ]
Aquí se encuentran varias ideas que Marx
y Engels subrayarán y enriquecerán en otros textos: a) que el poder político se
hace necesario en la sociedad dividida por antagonismos irreconciliables; b)
que el poder político es el lugar del orden, de la conciliación de esas
contradicciones que, de no resolverse, conducirían a la destrucción de las
fuerzas en pugna, y c), que el poder llamado a cumplir esta función, sólo
aparentemente, se sitúa por encima de la sociedad, de las fuerzas en conflicto.
En estas tres ideas no todo en ellas es original. La primera o sea la idea de
que el poder se constituye necesariamente en una sociedad dividida por
intereses opuestos recorre el pensamiento político burgués de Maquiavelo a
Hegel pasando por Hobbes. Ya sea porque se considere que “el hombre es el lobo del hombre” (Hobbes) o
porque la sociedad es un “campo de batalla” o “la guerra de todos contra todos”, como sostienen
Adam Smith y Hegel, el poder es necesario para poner “orden”, conciliar o
equilibrar los intereses opuestos. La originalidad de Marx está en haber
señalado el carácter de clase de las fuerzas en pugna y de los intereses
opuestos. Y consiste asimismo en haber señalado que el orden, equilibrio o
solución de las contradicciones sólo en apariencia tienen un carácter
universal; es decir, se halla situado por encima de los intereses particulares,
de clase. Marx acepta, pues, la idea que recorre el pensamiento político
burgués de la necesidad del poder en una sociedad dividida, pero con el
correctivo fundamental de que la función de “orden”, “amortiguamiento” o
“conciliación” de los intereses antagónicos no la cumple ese poder
universalmente sino en interés de una de las fuerzas o clases en pugna. De aquí
el segundo concepto medular que queremos subrayar.
Naturaleza de clase del poder político
El poder político, estatal, no tiene un
carácter universal como sostiene sobre todo Hegel sino particular, de clase.
¿De qué clase? De la clase dominante. Esta tesis básica del marxismo clásico se
formula inequívocamente, con respecto a la sociedad burguesa, en el pasaje del Manifiesto comunista que dice así: “El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que
administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”. Si
pasamos por alto y por ahora el carácter limitativo y simple de ese “no es más que” y atendemos a su contenido
fundamental, veremos que para Marx el poder estatal no existe para administrar
o velar por el interés de toda la sociedad sino por el de una parte o clase
social de ella. Existe para velar por sus negocios comunes o interés
fundamental de toda la clase. El poder político es, pues, el poder de toda la
clase y, por implicación, no de esta o aquella fracción de esa clase o de un
burgués en particular. Así, pues, la naturaleza del poder reside en su
vinculación con la clase a la que sirve administrando sus intereses o
“negocios” comunes. No reside, por tanto, en el personal gobernante o los
administradores estatales que lo ejercen directamente. La clase que en la
sociedad moderna, burguesa, da su coloración política al poder es la misma que
domina material, económicamente. Y su dominación política está destinada, en
definitiva, a mantener y reproducir las condiciones generales en que se lleva a
cabo su explotación económica; es decir, las relaciones capitalistas de
producción. Cualesquiera que sean las formas del poder político burgués cuya
diversidad admite Marx, aunque, como subraya Bobbio, no se haya ocupado
especialmente de ellas , no puede darse una contradicción de fondo entre el
poder político y la estructura económico social correspondiente. O, dicho en
otros términos, la clase que, desde el poder, domina políticamente, no puede
volverse contra la dominación económica que ejerce por el lugar que ocupa en
las relaciones de producción.
LÍMITES DE LA AUTONOMÍA
DEL PODER POLÍTICO
Cabe preguntarse entonces: ¿qué margen
de autonomía queda al poder político? En términos marxianos, no hay margen de
autonomía absoluta, entendida como propia de un poder que actuara contra los
intereses de la clase dominante, puesto que, en definitiva, el poder se ejerce
en el marco de determinada estructura social, de clase. La autonomía estatal
absoluta o estructural contra los intereses de la clase dominante o por encima
de la estructura social, de clase, existente, es inconcebible en términos marxianos.
Pero sí hay cierto margen de autonomía, o autonomía relativa, que, lejos de
excluir, supone el carácter de clase del poder, en una de estas dos formas que
se desprenden claramente de los textos de Marx. Primera: autonomía como
posibilidad de adoptar diversas formas de poder o de gobierno que
históricamente van desde las más autoritarias a las más democráticas burguesas
para servir mejor, en condiciones históricas y sociales determinadas, a los
intereses de la clase dominante. Segunda: autonomía respecto de la clase. La
experiencia histórica del régimen bonapartista en la Francia de mediados del
siglo pasado lleva a Marx a concebir esta forma de autonomía en la que se pone
de manifiesto una relación más compleja entre el poder político y la clase
dominante. Las reflexiones de Marx sobre el hecho histórico del bonapartismo
francés vienen a reafirmar su tesis básica del carácter de clase del poder
estatal, pero reafirman a su vez la idea que Marx no ha desarrollado de que la
clase no ejerce el poder directamente sino a través de sus administradores o
representantes. Y con base en esta experiencia histórica comprende asimismo que
la clase dominante no es un bloque monolítico,, sino que se halla dividida en
fracciones que tienen sus propios intereses, no obstante su interés común,
fundamental, de clase. Puede ocurrir es lo que le hace ver la sociedad francesa
de mediados del siglo Xix , que esas fracciones impulsadas y cegadas por sus
intereses particulares luchen entre sí y pierdan de vista su interés común. Surge
entonces la necesidad de un poder político que, sin dejar de ser de clase o
justamente por ello, se autonomice respecto de la clase dominante, o, con más
exactitud, respecto de sus fracciones y representantes, y sirva a los intereses
de la burguesía contra los burgueses mismos. Cuando la burguesía se muestra
incapaz de defender sus intereses a través de sus instituciones y partidos,
dado su fraccionamiento interno, surge un poder político con cierta autonomía
pero como subraya Marx “dentro de la sociedad
burguesa” , y, por tanto, sin trascender sus límites
estructurales de orden económico y social. Se trata, pues, de una autonomía
relativa, o apariencia de autonomía, ya que el carácter de clase del poder se
mantiene no obstante que éste como en el caso del bonapartismo francés se
presenta como independiente y neutral con respecto a las distintas fuerzas de
la sociedad civil. Ciertamente, en este caso como en el anterior, Marx tiene en
cuenta la forma de autonomía del poder político en las condiciones del capitalismo
europeo, maduro, de su época el que correspondía a su visión eurocéntrica de la
historia y la sociedad. No podía por ello tener presente una forma de autonomía
estatal que se daría posteriormente en el capitalismo no europeo, periférico,
en el que el poder político se autonomiza al aliarse con clases subordinadas
obreros y campesinos y sectores progresistas de los intelectuales y
profesionales sin rebasar los límites del contexto capitalista en que dicho
poder se ejerce. Es el tipo de autonomía que encontramos en los años treinta en
México bajo el gobierno del general Lázaro Cárdenas, experiencia que arroja
nuevas luces sobre las condiciones sociales que facilitan la autonomía estatal
y sobre SUS límites, aunque confirman la tesis marxiana nacida de experiencias
históricas anteriores de que, dado el carácter de clase del poder, se trata de
una autonomía relativa.
PODER Y VIOLENCIA
Un pasaje muy conocido del Manifiesto comunista nos permite subrayar otro
rasgo del poder político relacionado con la forma en que se ejerce: “El poder político, hablando propiamente, es la violencia
organizada de una clase para la opresión de otra”. Este pasaje y
otros semejantes en la obra de Marx constituyen uno de los blancos favoritos de
críticas llevadas a cabo por las interpretaciones instrumentalistas de su
concepción del poder político. Y no les falta razón si la violencia se entiende
sólo como función represiva y, además, exclusiva. Pero no se trata en este
pasaje del ejercicio de la violencia como función exclusiva o entre otras, sino
de lo que está en la entraña misma del poder. El poder político es ya antes se
ha dicho dominación de clase y ahora se especifica este ser suyo como
dominación violenta. Es violencia organizada en el sentido de que,
independientemente de cómo se ejerza en mayor o menor grado, efectiva o
potencialmente e incluso aunque no se ejerza , existe una relación intrínseca
entre poder y violencia, pues todo poder político descansa en la fuerza.
Tampoco aquí Marx está inventando nada, salvo que la violencia o el poder del
que es inseparable tiene un carácter de clase. Ya Maquiavelo había visto que el
poder es fuerza, y después de Marx, un teórico burgués contemporáneo, Max
Weber, introduce este elemento en la definición misma del Estado, al caracterizarlo
por el monopolio de la violencia legítima. Ciertamente, porque la fuerza, la
violencia, está en la entraña misma del poder político, Marx ha podido
caracterizar a todo Estado como dictadura, y no sólo esto sino conjugar lo que
para el pensamiento político moderno, atenido al concepto de dictadura como
poder despótico, no sujeto a ninguna ley, es inconjugable o inconciliable:
dictadura y democracia. Y, en términos marxianos, se conjugan tanto en el poder
democrático burgués como en el Estado de transición del capitalismo al
comunismo que Marx llama “dictadura del proletariado”.
¿CONQUISTA VIOLENTA O PACÍFICA?
Otro aspecto importante de la concepción
marxiana del poder político tiene que ver con su conquista, ya que la
transformación radical de la sociedad pasa forzosamente por ella. Sólo una
lectura economicista de Marx puede menospreciar su necesidad e importancia y,
con ella, la de la estrategia que hay que seguir para dicha conquista del poder
político. Aunque ciertamente éste es uno de los terrenos menos cultivados por
Marx, no se puede ignorar que traza una línea general estratégica congruente
con su concepción del poder como dominación violenta. Al conquistar lo que se
asienta en la violencia aunque con diferentes grados de aplicación de acuerdo
con las condiciones históricas , no se puede prescindir de la violencia,
trátese de la violencia efectiva o potencial e incluso de la amenaza de la
violencia. A esta tesis Marx y Engels no renuncian nunca, aunque no pueden
ignorarse sus referencias escasas en el primero a la posibilidad de una
conquista no violenta del poder. Ahora bien, en aparente contradicción con
ella, Engels, al final de su vida, en lo que se conoce como su “Testamento político” impresionado por los éxitos
electorales de la socialdemocracia alemana, habla de la entrada en acción de “un método de lucha […] totalmente nuevo”, a diferencia
del “método de las barricadas”. Pero aunque Bernstein vio
en este texto la piedra angular de la estrategia reformista, de lucha legal,
pacífica, Engels no descarta en él la lucha violenta, impuesta no por el
proletariado sino por la burguesía, ya que ésta sería la primera en romper la
legalidad conquistada recurriendo a la violencia. Sin embargo, lo que ha
dominado durante largos años en el pensamiento marxista revolucionario es la
tesis de la conquista violenta del poder aunque sin descartar la vía pacífica.
Tal es la tesis fundamental adoptada por Lenin y la III Internacional frente a
la tesis opuesta de la II Internacional. Ahora bien, la aplicación de una y
otra estrategia vendría a mostrar que, donde se ha conquistado violentamente el
poder no se ha instalado un verdadero poder socialista y donde la
socialdemocracia lo ha alcanzado pacíficamente, esta conquista ha servido para
apuntalar el capitalismo, lo cual ha hecho innecesaria para la clase dominante
el recurso a la violencia de que hablaba Engels. Corresponde a Gramsci el
mérito de haber intentado elaborar una estrategia tendente a superar los viejos
dilemas de reforma o revolución, asalto al poder o irrupción en su tejido
complejo, coerción o consenso. Sin embargo, después de Gramsci, pese a los
intentos teóricos y prácticos como el del eurocomunismo de escapar a las vías
muertas de las estrategias de la IIy la III Internacional, el problema sigue en
pie. En definitiva, el problema sigue siendo el de elaborar una estrategia que
abra nuevos espacios en la conquista del poder, a la legalidad, al consenso,
sin ignorar la naturaleza del poder como “Violencia organizada” (Marx)
o“monopolio de la violencia legítima” (Weber).
LA FISONOMÍA MARXIANA
DEL NUEVO PODER
Un nuevo problema se plantea cuando se
trata no ya de lo que el poder es, o ha sido, sino de lo que ha de ser aquello
que sustituya al poder burgués. Ahora bien, si el antiutopismo reiterado de
Marx le lleva a ser muy parco al caracterizar a la nueva sociedad, más parco
aún se vuelve al diseñar la fisonomía del futuro poder conquistado. No
obstante, de sus textos se desprenden tres rasgos fundamentales del nuevo poder
estatal: 1). Su carácter de clase corno el de todo poder político; poder de la
clase que lo ha conquistado: el proletariado; poder que, al abolir la propiedad
privada sobre los medios de producción, pugna porque la propiedad tenga un
carácter social. 2). Su carácter democrático. Marx lo ha subrayado sin dejar
lugar a dudas en su análisis de la primera experiencia histórica, aunque
limitada en el espacio y el tiempo, de poder político de la clase obrera. Las
medidas de la Comuna que él suscribe revocabilidad de los elegidos o
subordinación a los electores lejos de suprimir el principio de la
representatividad tratan de hacerlo efectivo, dándole un contenido democrático
más real y profundo, en contraste con el limitado que tiene en el
parlamentarismo burgués. Y muerto Marx, Engels en su Crítica del Programa de Erfurt (1891) afirma
rotundamente que “la clase obrera sólo puede llegar al poder
bajo la forma de la república democrática” y que ésta “es la forma específica para la dictadura del proletariado”,
afirmación que no puede sorprendernos después de nuestras precisiones
anteriores sobre el modo como el marxismo clásico identifica poder estatal y
dictadura. El carácter democrático del poder político como ya había señalado
Marx en su texto juvenil sobre la filosofía política de Hegel, y reafirma en su
escrito sobre la Comuna de París es inseparable de la supresión del cuerpo
extraño y parasitario la burocracia que ejerce el poder como si fuera su
propiedad privada. Tercer rasgo fundamental del nuevo poder: su carácter transitorio,
puesto que es el poder político el Estado que corresponde al periodo de
transición del capitalismo al comunismo, poder y periodo que Marx y Engels han
llamado en algunas ocasiones no muchas “dictadura del proletariado”. El
carácter transitorio del nuevo poder no lo entiende Marx como simple antítesis
del poder burgués que dejará paso a otro poder, sino como un proceso de
devolución a la sociedad de lo que el poder estatal le había usurpado y
absorbido, proceso que habría de conducir al desmantelamiento sucesivo del
poder estatal en cuanto tal. Se trata de un nuevo poder (la Comuna en su
ejemplo histórico) que se vuelve no sólo contra una forma de poder sino contra
el poder estatal mismo, o como dice Marx con un acento libertario en sus notas
preparatorias del texto definitivo de La guerra civil en Franciade “una revolución contra el Estado” . Y con esto
entramos en uno de los conceptos más debatidos y para muchos más vulnerables de
la concepción marxiana del poder: el de la extinción del Estado. ¿Estamos ante
un Marx abiertamente libertario, anarquista y, por tanto, utópico? Veamos.
EL PROBLEMA DE LA
EXTINCIÓN DEL ESTADO
Al trazarse el objetivo final de la
desaparición del Estado, Marx imprime, en verdad, una marca libertaria a su
pensamiento. Ahora bien, el camino que concibe para llegar a ella la
democratización cada vez más profunda del nuevo poder y el correspondiente
proceso de devolución cada vez mayor de las funciones usurpadas por el Estado a
la sociedad misma lo aleja del anarquismo si se piensa que, en términos
marxianos, ese proceso de extinción del poder como medio o instrumento de
dominación pasa necesariamente por el poder. El poder estatal sólo puede
desaparecer si tiene por motor de su propia extinción a él mismo. No puede
desaparecer desde fuera, como desaparición impuesta por otro poder, pues en
este caso sólo tendríamos la sucesión de un poder por otro. Ahora bien, si el
nuevo poder no se plantea como tarea vital su propia extinción posibilidad
ciertamente que Marx no se planteó lo que tendremos, como demuestra la
experiencia histórica del llamado “socialismo real”, es su reforzamiento, que
aunque la necesidad de este reforzamiento se proclame en interés de la clase
como hizo Stalin al considerar agotada o actual la tesis extincionista del
Estado del marxismo clásico , se volverá contra la clase misma que dice
representar . Ciertamente, Marx no entrevé esta posibilidad ya que establece
una relación intrínseca, necesaria, entre la desaparición de los antagonismos
de clase y la desaparición del poder político, ya que éste se hará innecesario
al ser innecesaria la dominación de clase. Y así lo afirma inequívocamente: “En el transcurso de su desarrollo, la clase obrera sustituirá la
antigua sociedad civil por una asociación que excluya las clases y los
antagonismos; y no existirá ya un poder político propiamente dicho, pues el
poder político es la expresión oficial del antagonismo de clase dentro de la
sociedad civil”. Este pasaje es importante por la relación que
establece entre la desaparición de las condiciones sociales de los antagonismos
de clase, que hacen necesaria la dominación, y la desaparición del poder en
cuanto instrumento de dominación, lo que Marx llama poder político propiamente
dicho en el texto citado, o “Estado político” en el texto juvenil antes
mencionado. Pero ¿significa esto para Marx la desaparición de todo poder
estatal, o de todo Estado? Al hacer la pregunta, se está poniendo en cuestión
la tesis extincionista misma tantas veces atribuida a Marx, o al menos, se está
exigiendo no sólo problematizarla sino precisarla. Tratemos de responder a la
cuestión planteada, reafirmando con base en el pasaje antes citado que lo que
desaparece es el poder político como instrumento de dominación. Al desaparecer
las diferencias y los antagonismos de clase y, con ello, su función de
dominación de clase, ese poder perderá su carácter político. Pues bien, esto es
aunque haya escapado a tantas lecturas de Marx- lo que Marx: y Engels dicen
literalmente en el Manifiesto: “Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las
diferencias de clase y se haya concentrado toda la producción en manos de los
individuos asociados, el poder público perderá su carácter político”.
Lo que para un buen entendedor significa: si el poder público pierde su
carácter político, subsistirá el poder público, sin ese carácter. Por tanto, la
desaparición de la que se habla en este pasaje o la extinción de que se hablará
más tarde en otros se referirán a un poder político propiamente dicho que no es
todo el poder (público). Esta idea de la no extinción del poder estatal sin
más, explicaría que Marx en sus últimos años y en uno de los pocos textos (Crítica del Programa de Gotha) en que se ocupa de la
nueva sociedad no haya hablado de la “extinción del Estado” y
se pregunte, en cambio: [ …] ¿qué transformación
sufrirá el Estado en la sociedad comunista? O, en otros términos, ¿qué
funciones sociales, análogas a las funciones actuales del Estado, subsistirán
entonces?” Marx no da una respuesta concreta, pero queda claro
en la pregunta misma que el Estado subsistirá con ciertas funciones sociales
que por supuesto, no se identifican con las propias del Estado como poder
político o instrumento de dominación. Si consideramos en la problemática
marxiana de la extinción del Estado, aún reducida a la del poder político,
extinción que tiene por base como acabarnos de ver la superación, la división
de la sociedad en clases, fundada en la propiedad privada sobre los medios de
producción, y el papel que corresponde al nuevo poder político como sujeto y
objeto de esa extinción, veremos que Marx tiene, una concepción demasiado
optimista acerca del destino final del nuevo poder estatal. Tan optimista que
ni siquiera se plantea la posibilidad de que dicho poder en lugar de proceder a
desmantelarse se refuerce, y que, en vez de diluirse cada vez más en la
sociedad, se separe de la clase que representa y se vuelva contra la sociedad
misma. Tal es la posibilidad que históricamente encontramos realizada en las
sociedades del “socialismo real”. Fue Engels más que Marx el que admitió la
posibilidad de un “socialismo de Estado” que, al reforzarse en jugar de
extinguirse, vendría a redoblar la explotación de los trabajadores como
explotación a la vez económica y política. Ahora bien, si la experiencia
histórica demuestra que no hasta abolir la propiedad privada y la constitución
de un nuevo poder político para iniciarse el proceso de extinción del Estado,
previsto por Marx, esto significa que hay que corregir el excesivo optimismo
marxiano en este punto el “dogmatismo extincionista” de que habla Elías Díaz ,
sin caer en dogmatismos de signo opuesto, ya que el problema puede replantearse
legítimamente en relación con otras condiciones que hasta ahora no se han dado:
nuevas condiciones históricas y sociales para la construcción del socialismo.
Pero, ciertamente, mientras esas condiciones no se den, la tesis marxiana no
deja de tener un ingrediente utópico, pero no dogmático.
LOS OTROS PODERES
Aunque nuestra atención se ha
concentrado sobre todo en el poder político, como forma específica de la
dominación de clase, esto no significa que Marx no se haya ocupado también de
otras formas de dominación, o de poder social. En la obra de Marx ocupa un
lugar central (particularmente en El capital) la dominación
económica en la sociedad capitalista como explotación del obrero, oculta o
enmascarada por una relación formal, jurídica, entre iguales, lo que excluye
por ello la necesidad de la coerción en que descansa en última instancia el
poder político. Esta forma de dominación, o poder económico, entraña una
relación entre clases antagónicas: la clase explotada que vende su fuerza de
trabajo y la explotadora, capitalista, que la compra. Es, por tanto, real,
efectiva no jurídicamente, una relación desigual, y la desigualdad estriba en
el hecho de que la clase explotada, domina da, se ve forzada a vender su fuerza
de trabajo dada su desposesión con respecto a los medios de producción sin que
para ello la clase que domina económicamente tenga que recurrir a la fuerza, a
la coacción física. Cuando se opone dominación atribuyéndola sólo a su forma
política a explotación, porque en ésta se halla ausente la coacción física, no
se hace sino ocultar la naturaleza específica de la dominación en el terreno
económico. Ciertamente, no estamos aquí ante el poder político sino ante el
poder económico del que dispone el capitalista frente al no poder del obrero,
sin que éste pueda sustraerse a esa forma de dominación o explotación, aunque
ésta no descanse en la violencia propia del poder político. Así, pues, si
partimos de una definición general del poder social como dominio de una clase
sobre otra, de unos hombres sobre otros, es legítimo hablar en términos
marxianos de poder económico. Y es legítimo afirmar también que, frente a la
tradición del pensamiento político burgués, que, arrancando de Maquiavelo,
absolutiza el poder político, Marx es ante todo el teórico de esta forma de
poder o de dominación que es el poder económico o la explotación, sin que
ignore por ello la importancia de otros poderes sociales, como el político y el
ideológico, aunque sin absolutizarlos y poniéndolos en relación con el poder
económico. En términos marxianos, puede hablarse del poder específico que se
ejerce en el terreno propio de las ideologías o de las ideas, pero a condición
de no absolutizar tampoco ese poder considerando como los jóvenes hegelianos
que las ideas tienen de por sí un poder efectivo, sobre lo real mismo, que
rebasa su esfera propia. O con la condición también de no caer en el extremo
opuesto al considerar que las ideas carecen de poder, o son simples
epifenómenos de la organización material de la sociedad (como se ha hecho decir
en más de una ocasión a Marx) . Hay para Marx un poder propio de la ideología
en cuanto que contribuye a mantener el poder político así como los fundamentos
económicos y sociales en que se sustenta. La ideología tiene poder en cuanto
que por su capacidad para movilizar las conciencias contribuye a forjar un
consenso en torno al poder político, a legitimarlo, y aceptar las condiciones
generales en que se da la explotación. Sin embargo, ni en Marx ni en Engels
encontrarnos una concepción del modo como la ideología se relaciona con el
poder político ni de cómo se integra en éste o cómo se ejerce este poder ideológico,
tarea que se echará sobre sus hombros el marxismo contemporáneo,
particularmente con Gramsci y Althusser.
PALABRAS FINALES
Llegamos así a la conclusión como un reconocimiento de que Marx es ante
todo el teórico de la explotación, del poder económico, y, ciertamente, no del
poder, si éste se entiende sólo como dominación política. Es verdad que no hay
en Marx una teoría de la dominación política, comparable a su teoría de la
explotación. Pero esto no significa que esté por completo ausente en su pensamiento.
Hemos señalado los conceptos suyos que podrían ser piedras angulares de una
teoría del poder político. Y hemos señalado también sus limitaciones e
insuficiencias. No puede negarse, sopesando unos y otros aspectos, que en el
pensamiento de Marx hay una aportación fecunda a la teoría política y, en
particular, a la teoría del poder. Esto es, al menos, lo que hemos intentado
sustentar.
PUNTO Y APARTE
LA FRASE
KEEP CALM
TRABAJO
KEEP CALM
JULIO GUZMALA
JULITO GUZMAN PREGUNTANDOSE
PABLO IGLESIAS se merienda a PEDRO SÁNCHEZ - Sesión de Investidura
FUNDAMENTO UNDER - "Resistencia" ( Prod. Gonzalo Genek )
FUNDAMENTO UNDER - EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO
FUNDAMENTO UNDER - " Tengo Dignidad Carajo " ( Prod. Razgo Indigena )
Romo One ft Bamby & Bxe - Confia en mi
UMANO FEAT. REAL LYRICZ - QUE VIVA EL PERU
PERU BRAVO
Luifer - Hasta Cuando
pedro mo - cadaver
PEDRO MO - CUARTO CLAVO
RAP EN LA CASA: TUPAC AMARU II .
Kalamarka - Tupac Katari
Arsenal de Rimas - "Señorita"
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