Reflexiones sobre el
pensamiento del peruano José Carlos
Mariátegui,Europa y unas
Influencias europeas.
Por : Harry E. Vanden
La historia es
duración. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta,
indiferente a los
hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la
idea germinal,
concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y
capaz de movimiento.
JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI
“Aniversario y
Balance”, en Ideología y Política
José Carlos Mariátegui
(1894-1930) murió hace más de ochenta años. Era considerado no solo uno de los
mejores pensadores latinoamericanos del siglo XX, sino además un gran y muy
original pensador marxista. Fue en el ambiente pos (Primera) Guerra Mundial de
los veinte que el socialista peruano desarrolló su pensamiento. José Carlos
Mariátegui se definía como un marxista “convicto y confeso”; sin embargo,
fueron muy amplias las fuentes de su socialismo.(1) En la “Presentación de
Amauta” decía que: “Estudiaremos todos los grandes movimientos de renovación
políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos. Todo lo humano es
nuestro.” El marxismo de Marx, Engels, Lenin y el socialismo colectivista de
las comunidades indígenas de la sierra formaron las líneas generales de su
pensamiento. Pero fueron muchas las fuentes que nutrieron su ideología
creciente y su visión cósmica: la imagen del inca fuerte del pintor José
Sabogal, las masas indias y mestizas del muralista mexicano Diego Rivera, el
indigenismo peruano de Luis Valcárcel, el socialismo insurgente, populista y
democrático de Rosa Luxemburgo y el Sparticusbund de Alemania, el socialismo
voluntarista, accionista y ecléctico de Antonio Gramsci y los marxistas
italianos. Pero ni esos fueron suficientes para quien buscaba su poder
equitativo en lugares muy diversos: Freud para entender la vida interna de los
seres humanos; Oswaldo Spengler para comprender la decadencia del mundo
occidental capitalista y Georges Sorel para subrayar la necesidad de tomar
acción fuerte para cambiar la sociedad. Y se inspiró en las novelas del francés
Henri Barbusse, en la feminista rusa Alexandra Kollontai, en la lucha
antiimperialista de Augusto César Sandino, en la organización política del
cubano Julio Antonio Mella, en los planteamientos radicales de Rabindranath
Tagore de la India y en la lucha del pueblo chino. Y de igual manera,
encontraba influencias de España y sus formidables intelectuales de su hora.
Hasta tuvo una amistad epistolar con el gran filósofo, pensador y escritor Miguel
de Unamuno. Sus fuentes siempre fueron progresistas (a él le gustó el concepto
de vanguardia en el sentido estético y político), a la vez que muy amplias y
diversas. Hasta el día en que murió buscaba la influencia de nuevas
personalidades e ideas para fortalecer su socialismo y su praxis socialista y
para crear una cultura amplia para el hombre y la mujer nuevos.
No padecía de ningún temor de las
ideas nuevas, las personalidades intelectuales fuertes y hasta iconoclastas
como Unamuno, o las ideas un poco heterodoxas. “Dejemos —dijo en “Aniversario y
Balance”(2) — con cuitas estériles y sus lacrimosas metafísicas, a los
espíritus incapaces de aceptar y comprender su época”.
Mariátegui utilizaba la actitud
audaz del joven periodista que buscaba lo novedoso en los salones, las cámaras
de poder y hasta en los dormitorios de Lima. En su primera época (su edad de
piedra) siempre buscaba las personas e ideas estimulantes que rompieran con el
viejo esquema. Vivía del debate y la búsqueda de ideas profundas. Siempre le
fascinó la vida popular y cotidiana y con el tiempo se nutría de la esencia
popular y democrática de las masas y la cultura popular. Se identificó con los
obreros, campesinos e indios y sus luchas. Incluso elogiaba los cuentos
populares de Ricardo Palma como la primera instancia de una literatura
nacional.
Puesto que todo el Perú no estaba
compuesto de obreros industriales en los años veinte, buscaba las raíces de su
movi-miento revolucionario en los Quechuas y Aymaras de la sierra, en los
campesinos y mineros, en algunos empleados y en los sectores popu-lares de
Lima. Para él, el demos —el pueblo— era el seno de los movimientos socialistas.
Así, predicaba por un partido de las masas ( y notamos las paralelas con el
concepto de un partido de masas de Antonio Gramsci y los comunistas Italianos)
con un pequeño grupo ya preparado para darles dirección hasta que éstas
pudieran asumir su función de liderazgo en base a la nueva cultura que iban
aprendiendo.
Una fuente fundamental en el
desarrollo intelectual de Mariátegui fue el escritor socialista Luis
Araquistáin. Un socialista desde la Primera Guerra Mundial, Araquistaín
militaba en el Partito Socialista Obrero Español y publicaba varios artículos
socialistas en la revista España, que dirigía de 1916 a 1922. Esta revista
llevaba críticas sociales muy acertadas. El ardor socialista de Araquistaín, su
compromiso político y su amplia cultura se reflejaban en España, y eran claves
en los primeros pasos de Mariátegui hacia el Socialismo. Esta influencia fue
fundamental en orientar el pensamiento del peruano hacía sus actuales
condiciones sociales y en iniciar su trayectoria hacia un marxismo
revolucionario. Aún así, la identidad peruana y latinoamericana de Mariátegui
inclinaron su pensamiento hacia caminos altamente originales. El fue uno de los
primeros en desarrollar un marxismo revolucionario a partir de la realidad de
América Latina. “Pensar en América Latina”, como sugiere Helio Gallardo, a los
intelectuales comprometidos. Tal “pensamiento” es una “actividad socio
histórico política”.(3) Tal pensamiento puede aparejarse con la teoría general
marxista, pero como es un pensamiento histórico, es, por tanto, plenamente
consciente de las particularidades que determinan la inmediata realidad.
Pensando contextualmente, Mariátegui fue capaz de elucidar la realidad peruana
y latinoamericana, a la luz de su método marxista y la plenitud de experiencias
personales e intelectuales que había obtenido en Europa y Perú. Se encaminaba
hacia un original análisis de su propia realidad. En su libro, La Filosofía
Americana como Filosofía sin más,(4) el conocido pensador mexicano Leopoldo
Zea, cita al maestro de Simón Bolívar, Simón Rodríguez, en cuanto a que América
Latina no debe imitar ni a Europa ni a los Estados Unidos, sino que debe ser
original. La necesidad de la originalidad en la cultura y en la filosofía es
especialmente grande, añade Zea. Uno no puede imitar servilmente sistemas
académicos o filosóficos que han sido importados de Europa o cualquier otra
parte, sea el marxismo o el neoliberalismo. Es necesario pensar, analizar,
crear, a partir de la propia realidad. Sólo de esta manera puede la gente
—especialmente aquellos sometidos a la colonización— afirmar su propia cultura
y su esencia cargada de mezcla indígena o africana y contribuir a la filosofía
y cultura universales. Mariátegui se esforzaba por analizar e interpretar la
realidad peruana a la luz de un sistema intelectual que descansaba en la
metodología marxista de análisis, pero la aplicaba —así como otras innovaciones
intelectuales— en el contexto de la peculiar realidad peruana. El resultado fue
un extremadamente fresco —y muy original— análisis de la realidad peruana, y el
comienzo de un auténtico marxismo latinoamericano.
Como él decía en “Aniversario y
Balance” en su famosa revista Amauta:
No queremos ciertamente, que el
socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que
dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al
socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una generación nueva.(5)
Es difícil colocar a Mariátegui
dentro de la época histórica en la cual escribía. Había unos cuantos marxistas
latinoamericanos, como Aníbal Ponce, quienes pudieron haber sido más versados
en las categorías clásicas del marxismo europeo y, por tanto, más aptos para
enmarcar sus análisis en la terminología marxista aceptada. Al igual que muchos
marxistas posteriores en América Latina, como Víctor Codovilla de Argentina,
esta visión marxista euro céntrica y clásica, se opuso fuertemente, sin
embargo, a los originales análisis in situ (desde el contexto de la realidad
latinoamericana). No habría de engendrar la creación de un pensamiento
analítico marxista latinoamericano, sino que permitiría a los latinoamericanos
emplear un marxismo europeo que (como los anteriores sistemas filosóficos y
culturales) no era de su propia hechura. Esto, puede aún argumentarse, sólo
contribuiría a perpetuar la dependencia cultural latinoamericana de una nueva
—y mucho más sutil— manera.
Mariátegui se preocupa de la situación de los
hombres y mujeres en las condiciones históricas de los años 20. Admiraba el
humanismo de Miguel de Unamuno que se manifestó en su Sentido Trágico de la
Vida y hasta la agónica lucha moral humana que se manifiesta en su Agonía del
Cristianismo. (6) Como socialista, estaba muy preocupado por la condición de
las masas en general y de los obreros peruanos en particular. El estaba
aplicando un método marxista para penetrar en las esenciales realidades
económicas y políticas que predominaban en Perú y en el mundo. El escribió, por
ejemplo, sobre la lucha que Unamuno libraba en contra de la vieja política, el
directorio de los generales y la dictadora de Miguel Primo de Rivera y decía en
un ensayo intitulado “Don Miguel de Unamuno y El Directorio: Unamuno no cabe
dentro de un juicio global, panorámico, sobre la generación española a que
pertenece. Una de las características de su inteligencia es la de tener un
perfil muy personal, muy propio. A Unamuno no se le puede clasificar, no se le
puede catalogar fácilmente como un escritor de tal género y de tal familia. El
pensamiento de Unamuno no sólo tiene mucho de individualista sino, sobre todo,
de individual”.(7) Y el peruano quedó tan impresionado por quien fue el Rector
de la Universidad de Salamanca—símbolo de lo mejor de las letras españolas— y
su capacidad intelectual e integridad personal que decía que Unamuno , de otro
lado, no es una de las grandes inteligencias de España sino de Europa, de
Occidente. Su obra no es nacional sino europea, mundial”.(8)
Como Unamuno, Mariátegui tenía
ideas provenientes de su propia reflexión e interpretación. Los primeros
análisis que inició están entre los primeros intentos por parte de un
intelectual latinoamericano por comprender las peculiaridades de la realidad
local a través del uso de categorías universales que él desarrolló tomadas del
pensamiento marxista europeo y de su vasta cultura y lecturas. Por tanto, el
análisis que se realizaba a partir de la realidad latinoamericana, fue
influenciado fuertemente no solo por los europeos afiliados con la Tercera
Internacional (Comunista) como Henri Barbuse, Antonio Gramsci y el pensamiento
individual de Miguel de Unamuno, sino por escritores peruanos progresistas como
César Antonio Ugarte, Hildebrando Castro Pozo y Abelardo Solís. Sus respectivos
trabajos sobre la historia económica del Perú y las comunidades indígenas de
ese país, fueron escritos a partir del contexto peruano y latinoamericano.
Mariátegui combinó el trabajo de ellos con el de otros indigenistas radicales como
Luis E. Valcárcel (quien después se convirtió en uno de los más conocidos
antropólogos del Perú), para formar la base empírica de su estudio sobre la
realidad peruana. Enriqueciendo su acercamiento marxista con trabajos como
éstos, fue capaz de comenzar a ver los particularismos de su realidad nacional,
en términos de tendencias universales (como el crecimiento del capitalismo) y
la teoría general marxista. Su análisis era una fascinante (aunque no
completamente resuelta) síntesis entre la perspectiva proporcionada por el
marxismo internacional, el pensamiento europeo, la del radical nacionalismo
indigenista que se estaba desarrollado en el Perú y las ideas de muchas mentes
creativas de otras tierras. El fue uno de los primeros en usar el marxismo para
reconstruir la historia social y económica de América Latina, para que la
pobreza y explotación de las masas pudiera comprenderse en términos de
relaciones económicas que habían sido impuestas sobre la región por fuerzas
foráneas pero que se desarrollaron dentro de la realidad latinoamericano. Era
una tentativa muy peruana de explicar los problemas peruanos en términos
universales, y aún hacerlo desde una perspectiva peruano-latinoamericana.
Mariátegui estaba proporcionando el antecedente para futuras generaciones de
pensadores y analistas sociales peruanos y latinoamericanos que usarían los
instrumentos del pensamiento marxista para entender mejor la realidad de
América Latina a partir de su lugar dentro de esa realidad.
El análisis de Mariátegui estaba,
pues, lejos de ser dogmático. Usando una metodología marxista precisa, sus
análisis de la realidad peruana vieron la existencia simultánea de tres
sistemas económicos en el Perú: el feudalismo europeo que implantó España, los
remanentes de las comunidades indias andinas (que él pareció visualizar como la
continuación de una economía comunista primitiva) y la modalidad económica
capitalista que se podía encontrar en ciertas áreas costeras que estaban
relativamente libres de la dominación feudal del gamonal. Esta fue una original
contribución de Mariátegui y proporcionó excelentes medios para poder ver una
difícil realidad nacional. Es también un excelente ejemplo de cómo Mariátegui
conecta la teoría marxista a las concretas condiciones nacionales que estaban
bajo análisis.
En otra área, él estaba muy
consciente de la preparación educativa y cultural que, incluso el más
progresista e iluminado de los trabajadores y campesinos peruanos, habría de
necesitar para participar efectivamente en un movimiento socialista. No habría
sido necesario recordarle a Mariátegui que estaba trabajando en una nación en
desarrollo que compartía muy pocos de los atributos de las más desarrolladas
naciones europeas, aún cuando estuviera ligada a ellas por el sistema capitalista
internacional. Más bien, pensamos, él vio la preparación educativa obrera como
un medio para preparar el camino (crear las condiciones subjetivas, si se
quiere) para una eventual revolución socialista en el Perú. Este tipo de
educación socialista ayudaría a fomentar la conciencia entre el proletariado
(urbano y rural) y el campesinado, y más adelante prepararía la “vanguardia
obrera” para el papel que eventualmente jugaría en el movimiento socialista. Y
para dotarles con una amplia cultura humana, Mariátegui, en su revista Amauta,
publicaba ensayos sobre la obra literaria de intelectuales mundiales no
marxistas como Unamuno, para demostrar su aporte a la cultura progresista y
marxista.
El socialismo peruano que avizoró
Mariátegui no podía ser, sin embargo, una copia sin vida de otro sistema
socialista o una aplicación dogmática del pensamiento marxista. Debía ser una
“creación heroica”; la realidad latinoamericana debía darle vida. Acá
comenzamos a percatarnos del especial genio que le dio a los planteamientos de
Mariátegui tanta fuerza y vigor. Su visión del socialismo y la cultura española
y europea y los éxitos y fracasos de la revolución socialista europea, lo
habían imbuido de una comprensión profunda de los intrincados caminos para
formular una doctrina socialista y una acción para condiciones nacionales
específicas.
El pensaba, entonces, que era
tarea de los marxistas revolucionarios, el aplicar creativamente la esencia
revolucionaria de la doctrina de Marx (y las innovaciones de otros pensadores
marxistas y no marxistas) a la situación histórica concreta en lo inmediato.
Sólo de tal forma podría la acción revolucionaria ser creada.(9)
Un socialismo moderno de tal
naturaleza sería, sin embargo, consecuente con las nuevas condiciones
históricas y, por tanto, habría de incorporar la moderna ciencia y tecnología
occidentales y las innovaciones teóricos de muchas partes. Sería esa una manera
de fusionar el legado del “Comunismo Inca” con la moderna teoría socialista y
el pensamiento y tecnología actuales. Fue también un paso enorme en la
afirmación de la esencia tercermundista del Perú y, por tanto, en la negación
de las bases del pensamiento eurocéntrico entre los intelectuales peruanos y
latinoamericanos.
Mariátegui fue capaz de combinar
creativamente una amplia gama de tendencias intelectuales y políticas en un
estado crucial del desarrollo de la política y las ideas latinoamericanas. El
usó su conocimiento y experiencia de largo alcance para fusionar creativamente
las más dinámicas corrientes en el pensamiento y la cultura europeas y
latinoamericana con la creciente conciencia nacional y tercermundista que se
desarrollaba en el Perú y en Latinoamérica.
El marxismo del peruano era
humanista, voluntarista, dinámico, rico en aportes culturales y literarios,
cambiante y ágil en base de un entendimiento específico de las condiciones
concretas de cada país y el desarrollo del capitalismo a nivel mundial; un
marxismo que tenía una dimensión espiritual que reconocía la importancia de una
fe más bien religiosa. (Incluso opinaba que la religión puede tener una
influencia revolucionaria, aunque tal análisis no coincidía perfectamente con
el punto de vista de Marx y los marxistas más ortodoxos).
En la medida en que las nuevas
generaciones buscan una base intelectual e histórica sobre la cual moldear una
comprensión más adecuada de su realidad y una ideología para cambiarla, creemos
que la obra de José Carlos Mariátegui mantiene su vigencia. Y creemos que la
mejor manera de recordar la obra del Amauta Peruano no es elogiar su figura y
escritos ciegamente, sino utilizarlos en la construcción de un socialismo
latinoamericano mundial que sea válido y aplicable a las condiciones que están
surgiendo de la crisis del socialismo y la crisis del capitalismo neoliberal en
los principios del Siglo XXI en Latinoamerica y otros latitudes.
Incluso, se puede decir que las
condiciones para forjar un nuevo socialismo flexible, no dogmático, democrático
y humanista son óptimas en nuestros días. Por un lado la hegemonía del
socialismo stalinista (que intentó asfixiar a la creatividad socialista de
personas como Mariátegui) se ha roto definitivamente y ahora no hay un solo
modelo socialista filtrado por el oficialismo soviético para el Perú o el resto
del mundo.(10) Por otro lado, las contradicciones del capitalismo se están
plasmando en el sufrimiento intensivo de las masas, causado por las
innovaciones neoliberales capitalistas en un mundo cada vez más globalizado.
Leyendo e inspirándose en pensadores como Mariátegui, Rosa Luxemburgo, Antonio
Gramsci y Miguel de Unamuno, se puede visualizar un socialismo nuevo, humanista
y adecuado a las condiciones actuales. En las palabras de Mariátegui: “he aquí
una misión digna de una nueva generación”.(11)
Citas:
1.-
Ver H. Vanden, Mariátegui, influencias en su formación ideológica. (Lima:
Editorial Amauta, 1975)
2.-
Publicado en No. 17 de Amauta, setiembre de 1928. Está incluido en Ideología y
político, tomo 13 de las Obras Completas.
3.-
Helio Gallardo, Pensar en América Latina. San José: Editorial de La Universidad
Nacional, 1981.
4.-
México: Siglo XXI, 1978.
5.-
J.C.M., Ideología y Política. 9th edición. Lima: Editorial Amauta, 1990.
6.-
J. C. M. “‘La Agonía del Cristianismo’ de Don Miguel de Unamuno” [1926], Signos
y Obras, Obras Completas, Tomo 7, 2da. ed. Lima: Editorial Amauta, 1967.
7.- Ibid., p. 123.
8.- Ibid.
9.- Ver H. Vanden, “Marxism and the
Peasantry in Latin America”, Latin American Perspectives, IX, No. 4 (Fall,
1982) y Vanden, National Marxism in Latin America, (Boulder: Lynne Rienner Publishers,
1986).
10.-
Y aquí nos recordamos de la lucha de Mariátegui en contra de los “órdenes”
doctrinarios que le estaban llegando de la Internacional Comunista en el último
año de su vida y la lucha de Hugo Pesce, Julio Portocarrero y los otros compañeros
que integraban la delegación de su “heterodoxo” Partido Socialista en el Primer
Congreso de los Partidos Comunistas Latinoamericanos (Buenos Aires, 1929).
11.
“Aniversario y Balance”, op. cit. Y en esta línea, ver el excelente nuevo libro
de Ronaldo Munck, Rethinking Latin America, Development, Hegemony, and Social
Tranformation. (New York: Palgrave Macmillan, 2013). Munck hace buen uso de
muchos de los planteamientos de Mariátegui para crear un nuevo modelo de
desarrollo para la América Latina y en otras regiones.
PUNTO Y APARTE
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