Marxismo, feminismo y liberación
de la mujer
Por : Sharon Smith (*)
Inessa Armand, la primera
dirigente del Departamento de la Mujer en la Revolución Rusa de 1917, hizo la
siguiente observación: Si la liberación de la mujer es impensable sin el comunismo, el comunismo es
también impensable sin la liberación de la mujer.
Esta afirmación es un perfecto resumen de la
relación entre la lucha por el socialismo y la
lucha por la liberación de la mujer: no es posible una
sin la otra.
La tradición marxista asume,
desde sus orígenes, con los escritos de Karl Marx y Friedrich Engels, la lucha
por la liberación de la mujer. Ya desde el Manifiesto
Comunista, Marx y Engels argumentaron como la
clase dominante oprime a las mujeres, relegándolas
a ciudadanas de segunda clase en la
sociedad y dentro de la familia: el
burgués ve en su mujer un mero instrumento de producción
, no sospecha siquiera que el verdadero objetivo que
perseguimos [los comunistas] es el de acabar con esa situación de las mujeres como mero instrumento de producción.
Marx no dedicó mucho espacio en
El Capital a describir el papel que cumple el trabajo doméstico de las mujeres
bajo el capitalismo. Tampoco examinó el origen de la opresión de la mujer en la
sociedad de clases, a pesar de que tomó extensas notas etnológicas sobre este
tema hacia el final de su vida.
Después de la muerte de Marx,
Engels utilizó algunas de aquellas notas para su libro: El
Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado,
donde analizaba el surgimiento de la opresión de las mujeres como el producto
de la aparición de la sociedad de clases y de la familia nuclear. A pesar de
que han sido necesarias varias revisiones para actualizar las tesis del libro
de Engels, fueron pioneras, en su momento, como contribución a la comprensión
de la opresión de las mujeres; en particular, porque Engels escribía en la
Inglaterra victoriana, que no era, desde luego, una era ilustrada en lo que se
refiere a la situación de las mujeres.
De hecho, en El origen
es más que notable la cuidadosa atención que Engels dedica a los
aspectos personales de la opresión de las mujeres dentro del marco familiar,
incluyendo la extrema degradación sufrida por las mujeres a manos de sus
maridos, con un grado de desigualdad desconocida en las sociedades anteriores.
Engels califica el surgimiento de la familia nuclear como la derrota histórica del
sexo femenino a nivel mundial. Aunque
las notas de Marx sugieren que esta derrota histórica
mundial se inicia y desarrolla durante un periodo de tiempo mas extenso,
precediendo y conduciendo a la aparición de la sociedad de clases, con el
resultado final de un enorme retroceso en la igualdad de las mujeres respecto
de los hombres.
Además, Engels sostiene
explícitamente que la violación y la violencia contra las mujeres se iniciaron
dentro de la familia, en sus mismos orígenes:
El
hombre tomó el mando también en el hogar; la mujer fue degradada y reducida a
la servidumbre; se convirtió en la esclava de su lujuria y en un mero
instrumento para la producción de hijos
Para
asegurar la fidelidad de su mujer y por tanto, la paternidad de sus hijos, es
entregada sin condiciones al poder del marido; si él la mata, solo está
ejerciendo sus derechos.
Engels también explicó cómo el
ideal de la familia monógama en la sociedad de clases se basa en una hipocresía
fundamental. Desde sus inicios, la familia ha estado marcada por el carácter específico de la monogamia solo para la mujer, pero
no para el hombre. Mientras que los actos de
infidelidad de las mujeres, son duramente condenados, sin embargo, se
consideran honorables en el hombre o, en el
peor de los casos, un leve pecadillo contra la moral que se puede asumir
alegremente.
Esclavitud doméstica
Si algo se puede destacar, desde
el inicio de la tradición marxista en cuanto a la emancipación de la mujer, es
que el problema no ha sido nunca contemplado teóricamente como un asunto que
concierne solo a las mujeres, sino como un tema en el que se debe implicar el
conjunto de los lideres revolucionarios, tanto hombres como mujeres. El
revolucionario ruso León Trotsky escribió: Para
cambiar nuestras condiciones de vida, debemos aprender a mirar a través de los
ojos de las mujeres. Del mismo modo, V.I. Lenin,
solía referirse a la opresión de las mujeres dentro de la familia como esclavitud doméstica.
La esclavitud doméstica, a la que
Lenin hace referencia, es un elemento central en la teoría marxista sobre la
opresión de las mujeres: la fuente de la opresión de las mujeres radica en el
papel de la familia como reproductora de la fuerza de trabajo para el
capitalismo, y en el papel desigual de la mujer en su seno. Mientras que la
familia de las clases dominantes ha funcionado históricamente como una
institución a través de la que transmitir la herencia entre generaciones, con
el surgimiento del capitalismo, la familia de la clase obrera asumió la función
de proporcionar al sistema una oferta abundante de mano de obra.
Es una forma muy barata para los
capitalistas, pero no para los trabajadores, de reproducir la fuerza de
trabajo, tanto en términos de reposición diaria de la fuerza de trabajo actual,
como para su incremento numérico con generaciones futuras de trabajadores. Esta
configuración sitúa casi toda la carga financiera para la crianza de los hijos
y el mantenimiento del hogar sobre los hombros de las unidades familiares
obreras, dependiendo básicamente de los salarios de uno o de los dos padres
para la supervivencia, en lugar del gasto social del gobierno o de la clase
capitalista.
El surgimiento de la familia de
la clase obrera también comenzó a diferenciar claramente el carácter de la
opresión que sufren las mujeres de distintas clases: el papel de las mujeres de
clase alta es producir descendencia para heredar la riqueza de la familia,
mientras que la función de las mujeres de la clase obrera es mantener las
generaciones de trabajadores para hoy y mañana dentro de su propia familia;
esto es, la reproducción de la fuerza de trabajo para el sistema. Engels
sostenía que el papel de la mujer
proletaria significa que la esposa se convertía en la sirvienta principal (
) y que si lleva a cabo sus tareas al servicio privado de su
familia, permanece excluida de la producción pública y sin salario; y si quiere tomar parte en la producción pública y
obtener un salario independiente, no puede atender sus deberes familiares.
Actualmente, las exigencias del
trabajo y de la familia compiten entre sí y son una fuente importante de estrés
para las madres trabajadoras. Sobre todo en las familias obreras que no pueden
permitirse el lujo de pagar servicios externos de lavandería, limpieza, cocina
y ayuda en las tareas domésticas.
Para fortalecer la institución
familiar, la ideología de la clase dominante obliga a mujeres y hombres a
asumir roles de genero rígidamente diferenciados, incluyendo el ideal de
criadora-ama de casa para las mujeres, sometidas al varón cabeza de familia y
responsable de su sustento económico, sin que importe lo poco que tienen que
ver realmente esos ideales con las vidas reales de la clase trabajadora. Desde
la década de los 70, la gran mayoría de las mujeres forman parte de la fuerza
de trabajo y, sin embargo, perviven tanto esos ideales familiares como la idea
de que la mujer esta mejor dotada para asumir las tareas domésticas dentro de
la familia. El papel de la mujer como cuidadora en el seno familiar reduce su
status al de ciudadanas de segunda clase dentro del conjunto social, dado que
se presupone que su principal responsabilidad, y su mayor contribución, es la
de estar al servicio de las necesidades individuales de su familia.
Así, comprendiendo que el papel
de la familia es la clave para entender la posición de ciudadanas de segunda
que padecen las mujeres en la sociedad, responderemos a las preguntas básicas:
¿porqué aún no se ha conseguido aprobar la enmienda a la constitución sobre la
igualdad de derechos que garantice la igualdad básica ante la ley para las
mujeres norteamericanas?; ¿porqué las mujeres son relegadas al papel de objetos
sexuales, sujetas a la aprobación o desaprobación de los hombres?; ¿porqué las
mujeres seguimos, aún hoy, luchando por el derecho a controlar y decidir sobre
nuestro propio cuerpo y nuestra vida reproductiva? Todo comenzó con la familia,
pero sus repercusiones se extienden mucho mas allá de la vida dentro de la
familia.
Los líderes de la Revolución Rusa
de 1917 comprendieron no solo el papel central de la familia en la raíz de la
opresión de las mujeres, sino también que las dificultades para lograr la
igualdad de género dentro de la familia condicionaban la liberación de la mujer
en el conjunto de la sociedad. Trotsky escribió en 1920: Lograr la igualdad real entre el hombre y la mujer dentro de
la familia es un problema arduo. Todos nuestros hábitos domésticos deberán ser
revolucionados antes de que pueda suceder. Y, sin embargo, es obvio que si no
hay verdadera igualdad entre marido y mujer en la familia, tanto en lo
cotidiano como en sus condiciones de vida, no podremos hablar seriamente de su
igualdad en el trabajo, en la sociedad o incluso en la política.
Luchar contra la opresión
También la Revolución Rusa
comenzó a abordar, tanto a nivel teórico como práctico, la lucha contra la
opresión como parte integral de la lucha por el socialismo, argumentando que el
partido revolucionario debe de ser la tribuna de
los oprimidos. Lenin realizó la siguiente y sucinta explicación
sobre como el objetivo de la toma de conciencia revolucionaria requiere de la
voluntad de los trabajadores para defender los intereses de todos los oprimidos
en la sociedad, como parte de la lucha por el socialismo:
La
conciencia de clase de los trabajadores no puede ser verdadera conciencia
política si los obreros no están capacitados para responder a todo tipo de
tiranía, opresión, violencia o abuso, no importa la clase que se vea afectada
sí, además, se forman para responder desde un punto de vista Social-Demócrata y
no de otro.
Esta formulación es
extremadamente importante para entender el papel del movimiento socialista, no
solo en la lucha de clases, sino también en la lucha contra toda forma de
opresión. Y estaba esperando llegar aquí, para aplicar esta formula al
tratamiento específico de la opresión de la mujer y lo que significa tanto en
la teoría como en la práctica.
Lo que Lenin está destacando en
esta cita es que aunque el sistema capitalista se basa, esencialmente, en la
explotación de la clase obrera (y la clase es la clave de la división en la
sociedad, entre explotadores y explotados), al mismo tiempo, el sistema
capitalista también utiliza otras formas específicas de opresión para mantener
el sistema. Y estas formas de opresión afectan a individuos de todas las clases,
no solo a los obreros.
Un par de ejemplos, hoy bien
conocidos, pueden ayudar a ilustrar este punto algo más fácilmente.
Primero, el prejuicio racial: conducir cuando se es negro o mulato no es un
problema que afecte solo a la clase trabajadora, los negros u otro grupo
oprimido racialmente. Lo cierto es que conducir un Mercedes de alta gama,
vestido con un traje caro, no te libra de ser prejuzgado racialmente y de
acabar detenido por la policía.
Tomemos otro ejemplo, esta vez
específico de mujeres: el techo de cristal. Existe una simple razón
por la que las altas esferas del mundo empresarial y político
siguen siendo abrumadoramente blancas y masculinas y es la del racismo y el
sexismo puro y duro. Tenemos un circulo interno, blanco y masculino, rigiendo
la sociedad, donde ni los negros ni las mujeres están invitados a entrar.
Sería un error decir: ¿por qué preocuparse de unos ricos? La
opresión que sufren no es comparable con la que
sufren la clase obrera y los pobres. Puede que sea en parte cierto, pero lo que
Lenin argumentaba aquí es que la defensa de los derechos de todos los oprimidos
es indispensable, no solo para luchar eficazmente contra la opresión,
sino que también es necesaria en la preparación de la clase obrera para dirigir
la sociedad en interés de toda la humanidad.
¿Cómo podemos hoy día conciliar
estos dos aspectos del marxismo: el papel de los revolucionarios en la
auto-emancipación de la clase obrera y como adalides de todos los oprimidos,
sin que importe la clase social afectada?.
Para nosotras resulta fácil
abrazar la causa de las mujeres trabajadoras, formar sindicatos y organizar
huelgas para reclamar el derecho a la igualdad salarial. Es una lucha obvia a
la que damos nuestro apoyo incondicional. Pero lo cierto es que el mundo es mucho
más complicado y algunos de los movimientos más importantes contra la opresión
han surgido como movimientos no basados en la pertenencia de clase, incluyendo
el feminista y la lucha por la igualdad de las mujeres.
Creo que la evidencia muestra, en
particular, que los movimientos de los años 60 y principios de los 70,
incluyendo los de la liberación de la mujer, el movimiento de liberación
homosexual, en defensa de los derechos civiles y el nacionalismo negro, fueron
poderosas luchas sociales que tuvieron un efecto transformador, tanto en la
conciencia de masas en general como en la conciencia de las clases trabajadoras
en particular.
Feminismo
Los avances del movimiento de
liberación de las mujeres en la década de 1960 han tenido un efecto duradero en
la sociedad y esa es la razón por la que la derecha se ha pasado los últimos 40
años atacando todas esas conquistas de los movimientos de mujeres. También por
ello, el feminismo en sí ha sido objeto de ataques, que intentaban
caricaturizar a las feministas como un grupo de mujeres amargadas, egoístas y
sin sentido del humor, a las que no les gustan los hombres, ni resultan
atractivas para ellos y por todo ello se pasan la vida inmersas en una
mentalidad victimista, imaginando ver ataques sexistas por todos lados.
Así, en este punto de la
historia, cuando el feminismo ha sufrido los últimos 40 años un ataque
sostenido y sin que se vislumbre cuando acabará, lo último a lo que nos debemos
sentir empujados es a atacar al feminismo. Al contrario, tenemos que defender
el feminismo por principio, como defensa de la liberación de la mujer y en
oposición al sexismo. ¿Cuál es la definición de feminismo?: la defensa de los
derechos de la mujer en el terreno de su igualdad política, social y económica
respecto de los hombres.
Lamentablemente, no todos los
marxistas, ni en todo momento, comprendieron la necesidad de defender el
feminismo y de valorar los enormes logros del movimiento de mujeres, ni
siquiera después de que la era de los 60 dejara paso a la reacción. Esto incluye
a algunos que pertenecen a nuestra propia tradición, la Tendencia Socialista
Internacional que, a mi juicio, incurrió en un enfoque reduccionista de la
liberación de la mujer hace algunas décadas. Y también podría añadir que
nuestra propia organización, la ISO de EE UU, ha sobrellevado la marca de esa
tradición en un par de puntos teóricos clave, que quiero aquí resumir
brevemente.
En primer lugar, ¿qué es el
reduccionismo? En su forma más pura, el reduccionismo supone que la lucha de
clases resolverá el problema del sexismo por si misma, al revelar los
verdaderos intereses de clase en oposición a la falsa conciencia. Este enfoque reduce los problemas de opresión a una cuestión de clase.
También se acompaña,
generalmente, de una reiteración del carácter objetivo de clase del interés de los hombres en acabar
con la opresión de la mujer, sin asumir la pregunta más difícil: ¿cómo
enfrentar el sexismo dentro de la clase obrera?
Obviamente, ésta somera
aproximación no describe la tradición de la Tendencia Socialista Internacional
que, después de los movimientos de liberación de la mujer de los años 60, se
toma muy en serio la liberación de la mujer, como un elemento central de la
lucha por el socialismo.
No obstante, yo diría que fue una
adaptación en sentido reduccionista y una tendencia a minimizar la opresión que
sufren las trabajadoras como mujeres lo que condujo a una errónea prueba de
fuego teórica sobre la cuestión de como los hombres de la clase obrera se benefician de la
opresión de las mujeres. También quiero dejar
aquí claro que no estoy simplemente señalando con el dedo, ya que,
aunque en menor medida, nosotros en la ISO de EE UU adoptamos un enfoque
similar.
Hubo un conjunto de artículos y
un debate a mediados de los años 80, publicados en el International
Socialism Journal, en el que participaron algunos
de los principales dirigentes del Socialist
Workers Party (SWP) británico, que comenzaron a abordar las cuestiones que acabo de
describir. No es posible aquí resumir
todo aquel debate, pero si presentar algunos de sus puntos más significativos.
Empezaremos con un articulo de
1984 titulado: Liberación
de la Mujer y Socialismo Revolucionario de Chris
Harman, un destacado miembro del SWP.(Quiero aclarar que Harman fue uno de los
grandes marxistas de su época, que jugó un papel clave en la formación de
muchos de nosotros en la ISO. Así pues, el asunto que describo representa una
pequeña, aunque significante, detracción en su, por otra parte, enorme
contribución al marxismo). En su artículo Harman sostiene:
De
hecho, sin embargo, los beneficios que los hombres de la clase obrera reciben
de la opresión de las mujeres son en realidad marginales
Los beneficios reales se reducen a la cuestión del trabajo doméstico.
La pregunta es hasta que punto los hombres de la clase obrera se benefician del
trabajo no remunerado de las mujeres.
Lo que los hombres de la clase
obrera ganan, directamente, en términos del trabajo de su mujer, puede ser, más
o menos, estimado. Es la cantidad de trabajo que tendría que realizar él si
tuviera que limpiar y cocinar para sí mismo. No podría suponer más de una hora
o dos al día. Una carga pesada para una mujer que tiene que realizar ese
trabajo para dos personas después de una jornada laboral remunerada, pero no
una enorme ganancia para el hombre trabajador.
No parece necesario señalar que
en los comentarios de Harman se describen solo los beneficios marginales que
reciben los hombres, sin hijos que añadir a la
carga de las mujeres dentro del hogar.
Otro socialista británico, John
Molyneux, contestó a los argumentos de Harman, diciendo que los beneficios de
los hombres son algo más que marginales: Harman
nos dice que ello supone una carga pesada para una
mujer que tiene que realizar ese trabajo para dos personas después de una jornada laboral remunerada, así pues ¿si no supone un beneficio importante para el hombre
trabajador, no es necesario hacerlo?.
Los planteamientos de Molyneux
provocaron una airada respuesta de Lindsey German y Sheila McGregor, miembros
del Comité Central del SWP, a los que Molyneux contestó de la misma
manera. El debate no concluyó hasta 1986. Lindsey German opinó: Las diferencias y ventajas que los hombres tienen no son, de
ninguna forma, enormes; tampoco hay beneficios tan sustanciales como John
plantea. Por consiguiente, no existe base material que permita que los hombres
sean comprados a cambio de esas ventajas.
Sheila McGregor argumentó en
contra como si Molyneux estuviera en vías de abandonar el marxismo por
completo: Si debemos tener una teoría
adecuada sobre la opresión de las mujeres y como luchar contra ella,
necesitamos basarnos en la tradición marxista. La posición de John, de que los
hombres de la clase obrera se benefician de la opresión de las mujeres, es un
primer paso hacía el abandono de esa tradición.
A lo largo de ese debate, la
posición evolucionó desde la sostenida por Harman, (el carácter marginal de los
beneficios obtenidos por los hombres), a la afirmación de que los hombres de la
clase obrera no se beneficiaban, en absoluto, de la opresión de las mujeres,
junto a la de que, incluso aquellas ventajas que tienen los hombres sobre las
mujeres dentro de la familia, no son sustanciales.
Beneficios
Si bien es cierto que el Capital
es el primer beneficiario, tanto de la opresión de las mujeres en la familia,
como de toda la basura sexista que se utiliza para reforzar el papel de la
mujer como ciudadana de segunda clase (y también que los hombres de la clase
obrera tienen un interés de clase objetivo en la liberación de la mujer),
además, yo diría que plantear todo ello, simplemente así, da lugar a la
tendencia a minimizar la gravedad de la opresión que sufren las mujeres y a no
tomar en serio la necesidad de combatirla dentro de la clase obrera.
Como ejemplo de esto, baste comparar
los argumentos del SWP británico de la época con los comentarios del propio
Lenin en 1920, en las conversaciones mantenidas con la revolucionaria alemana
Clara Zetkin algunos años después de la Revolución Rusa, cuando Lenin trató, en
detalle, acerca de los obstáculos para alcanzar la liberación de las mujeres.
¿Podría
haber una prueba más palpable (de la continua opresión de las mujeres) que la
de la visión corriente de un hombre observando, tranquilamente, como una mujer
se agota con un trabajo trivial y monótono, trabajo que consume mucha fuerza y
mucho tiempo, como es el doméstico y viendo, en ella, como su espíritu se
encoje, su mente ensordece, su corazón se debilita y su voluntad
languidece?...muy pocos maridos, ni siquiera los proletarios, piensan en lo
mucho que podrían aliviar las cargas y preocupaciones de sus mujeres o,
incluso, eliminarlas por completo, si les echaran
una mano en ese trabajo de mujeres.
Pero no, eso iría contra el privilegio y la dignidad del hombre. Él exige su
comodidad y su descanso
Debemos erradicar el viejo
punto de vista de amo del esclavo, tanto en el partido como en las masas. Es
una de nuestras tareas políticas, una tarea tan urgente y necesaria como es la
formación de un núcleo de camaradas, hombres y mujeres, con una sólida preparación,
teórica y práctica, para el trabajo del Partido entre las mujeres trabajadoras.
El Partido Bolchevique, tanto
antes como después de la Revolución, dedicó considerables recursos a la
divulgación y la educación de las mujeres trabajadoras y campesinas, a través
de su Departamento de la Mujer, mientras que, al mismo tiempo, argumentaba en
contra de las actitudes sexistas de los hombres de la clase obrera.
Alexandra Kollontai, que fue un
miembro destacado del Partido Bolchevique y una de sus principales teóricas en
torno a la opresión de la mujer, asistió, en 1917, al primer Congreso Pan-Ruso
de los Sindicatos, en el que hizo un llamamiento a los hombres de la clase
obrera para que apoyaran la igualdad salarial de las trabajadoras. Esto es lo
que dijo:
Los
trabajadores con conciencia de clase deben entender que el valor del trabajo
masculino depende del valor del trabajo femenino y que, con la amenaza de
sustituir la mano de obra masculina por mano de obra femenina más barata, el
capitalista puede presionar sobre el nivel salarial de los hombres. Sola la
falta de comprensión puede llevar a ver este tema como una mera cuestión de la
mujer.
Así que yo añadiría que, hoy en
día, nuestro énfasis debería estar más en consonancia con la teoría y la práctica
de los bolcheviques, no solo en cuanto a no minimizar el grado de opresión al
que se enfrentan las mujeres, o cualquier grupo oprimido, dentro de la clase
obrera, sino además, en realizar un serio esfuerzo, en todos los frentes, para
combatirlo.
Además, la verdad es que el
feminismo es un movimiento amplio y multifacético, con tendencias muy
diferentes y con bases teóricas también muy diversas. Construir un modelo de paja con el
feminismo, basándolo en sus formas más burguesas, para luego tumbarlo y finalmente pensar que ya
hemos hecho nuestro trabajo intelectual, hace un flaco servicio a la lucha
contra la opresión de las mujeres. Hay importantes debates entre las feministas
a los que hemos permanecido ignorantes en gran parte y que pueden jugar un gran
papel para avanzar en nuestra comprensión tanto de la opresión de las mujeres
como del marxismo mismo.
Feminismo burgués
No estoy planteando aquí que
debamos abrazar, por igual y sin posición crítica, todas las tendencias del
feminismo. De hecho hay un ala específica a la que debemos tratar con
hostilidad abierta: el feminismo burgués o de clase media. Las mujeres de la
clase dominante y de la clase media se enfrentan a la opresión, pero eso no
significa que podamos confiar en que puedan seguir una estrategia que las lleve
a abordar el sufrimiento de la vasta mayoría de las mujeres que están en la
clase obrera.
Por el contrario, el incremento
del número de mujeres en la cúpula empresarial y en las listas electorales en
los últimos 45 años institucionalizaron el feminismo de clase media bajo la
forma de organizaciones como la US National
Organization for Women y la Feminist
Majority Foundation, que no ven un problema en
dedicar su atención exclusivamente a las
necesidades de las mujeres de clases profesionales y directivas.
Esto ha dado paso, desde la
década de 1990, a lo que se ha dado en llamar Power
Feminism (poder feminista). La autora
feminista Naomi Wolf resume mejor este nuevo enfoque, en su libro de 1994 Fire with Fire. En esa
obra, Wolf acuñó el término Power Feminism como
alternativo al que llama: Victim
Feminism (victimismo feminista) que, según
la autora, incluye los viejos hábitos heredados por la izquierda revolucionaria de la década de los años 60,
tales como el reflejo anti-capitalista, la mentalidad sectaria y la aversión al
sistema.
Wolf admite que el capitalismo es
la opresión
de muchos por unos pocos, pero añade
que suficiente dinero rescata a la mujer de
mucha opresión sexual.
Este, en pocas palabras, es el mensaje de Wolf: las mujeres deben abrazar el
capitalismo y conseguir todo el dinero y el poder que puedan para sí mismas.
Pervirtiendo el marxismo, sostiene que mientras
esperan la revolución, las mujeres están mejor con
los medios de producción en sus propias manos
las empresas de mujeres pueden ser las células del Poder del siglo XXI.
De hecho, Wolf asume las
diferencias de clase entre las mujeres, argumentando que: Va a haber épocas en las que las agresiones de una mujer
contra otra sea saludable, incluso un energizante corolario del hecho de haber
alcanzado la plena participación social
Hay
mujeres que dirigen, critican y despiden a otras mujeres, y sus empleados, a
veces, comprensiblemente, odiarán su coraje.
Ninguna socialista ni feminista debe sentirse obligada a aliarse con el Power Feminism o con cualquier otra rama del feminismo de clase media. El feminismo burgués no es nada nuevo y el punto de vista sobre él de los bolcheviques es muy instructivo para nosotros, hoy en día. Una vez más, Alexandra Kollontai nos presenta un enfoque aplicable a la situación actual. En un panfleto de 1909, titulado: Los fundamentos socialistas de la Cuestión de la Mujer, explicaba por qué no puede darse una alianza entre la clase obrera y las mujeres de la clase dominante, a pesar de algunos aspectos de su opresión compartida:
El
mundo de las mujeres se divide, como el mundo de los hombres, en dos bandos:
los intereses y las aspiraciones de una parte la acercan hacia la clase
burguesa, mientras que la otra esta en estrecha relación con el proletariado y
su propuesta libertadora incluye una solución completa de la cuestión de la
mujer. Así pues, aunque ambas partes persigan en general la liberación de la
mujer, sus objetivos e intereses son
distintos. Cada uno de las partes, inconscientemente, establece sus propuestas
iniciales a partir de los intereses y aspiraciones de su propia clase, lo que
dota de un color específico de clase a los objetivos y tareas que establecen
para si mismas
A pesar de la aparente
radicalidad de las demandas de las feministas, no hay que perder de vista el
hecho de que las feministas no pueden, en razón de su posición de clase, luchar
por la transformación fundamental de la sociedad, sin la que la liberación de
la mujer no podrá ser completa.
Segregacionismo
Hay una segunda corriente del
feminismo que los marxistas y las feministas socialistas deben rechazar de
plano, aunque desde los años 70 no se haya destacado: el segregacionismo, que
insiste en que todos los hombres de la clase obrera comparten con todos los
hombres de la clase dominante el sistema de patriarcado que oprime a las
mujeres.
En contraste con el uso actual
del término patriarcado, que se limita a describir un sistema sexista, el
segregacionismo priorizó la opresión de las mujeres sobre todas las demás
formas de opresión, incluido el racismo.
Como ejemplo, en el análisis que
sobre la violación realiza Susan Brownmiller, en su libro publicado en 1975 Agains our Will: Men, Women and Rape (Contra nuestra voluntad: hombres, mujeres y violación), llegó a conclusiones abiertamente
racistas en su relato del linchamiento, en 1955, de Emmett Till. Till, un joven
de color, tenia 14 años cuando, durante una visita
veraniega a su familia de Jin Crow, en Missisipi, cometió el
crimen de
silbar al paso de una mujer blanca casada, llamada Carolyn Bryat. Una mera
travesura adolescente, por la que Till fue torturado y tiroteado antes de que
su joven cuerpo fuera arrojado al río Tallahatchie.
A pesar del cruel linchamiento de
Till, Brownmiller describe al joven negro y a su asesino como si compartieran
el mismo poder, usando un planteamiento abiertamente racista: Rara vez un solo caso, como el de Till, sirve para exponer,
con tanta claridad, los antagonismos subyacentes en el grupo social masculino
por el acceso a las mujeres
En términos concretos, la accesibilidad a todas las mujeres blancas
estaba en discusión.
Otras corrientes del feminismo
tienen un historial ambiguo. La teoría del sistema dual, adoptada por algunas
feministas socialistas, intentaba combinar el análisis del capitalismo y del
patriarcado, pero fue ampliamente incapaz de superar la contradicción
inherente al tratar de combatir estas dos estructuras paralelas. La primera
requiere la unidad de hombres y mujeres trabajadores en una lucha contra el
enemigo común en el capitalismo, mientras que la segunda exige la unidad de las
mujeres de todas las clases contra el enemigo común en el patriarcado, del que
forman parte, a su vez, los hombres de todas las clases sociales.
Una tercera corriente del
feminismo, en los años 90, despojó a la teoría del patriarcado de su primacía,
en un esfuerzo consciente por dar la misma prioridad a la lucha contra el
racismo y por los derechos LGTB, lo que supuso un enorme paso adelante. Pero,
al mismo tiempo, los seguidores de esta corriente, cayeron en la trampa
postmodernista del individualismo y se retiraron de la lucha colectiva,
priorizando los cambios en el estilo de vida y el lenguaje a la construcción de
un movimiento que podría desafiar el sistema.
Las feministas marxistas
La corriente feminista a la que
se le ha prestado menor atención es la de las feministas socialistas y las
feministas marxistas, que, sin embargo, son las que han hecho la mayor
contribución para avanzar en la teoría sobre la opresión de la mujer a lo largo
de las últimas décadas.
Estas feministas han recibido
poca atención en todos los frentes. Durante el reinado del postmodernismo, la
mayoría de los postmodernistas, incluyendo a las feministas postmodernas,
rechazaron su contribución por el hecho de haber adoptado una teoría
unificadora (el marxismo). Al mismo tiempo, fueron también ignoradas por muchos
marxistas (incluyéndonos a nosotros, la Tendencia Socialista Internacional),
simplemente porque eran feministas. Solo ahora están recibiendo la atención que
merecen.
Este grupo de feministas ha ido
desarrollando y ampliando la comprensión marxista del papel que las mujeres
juegan en la reproducción de la clase obrera como un servicio prestado al
sistema capitalista. Tomando los conceptos básicos que Marx plantea en El
Capital sobre el papel de la reproducción social, (es decir, el
proceso por el que el sistema capitalista se mantiene y reproduce a través de
generaciones), feministas como Lise Vogel, (cuyo libro Marxism and the
Oppression of Women pronto será reeditado por Haymarket Books), los
retomaron donde Marx los dejó y por primera vez, desarrollaron una comprensión
sofisticada del papel del trabajo domestico, usando el concepto de Marx de trabajo necesario.
Me gustaría también mencionar la
contribución de Martha Giménez, cuya aplicación del marxismo a la opresión de
las mujeres es ya larga. Al igual que Vogel, Giménez ha jugado un papel en los
debates de otras feministas sobre muchos temas esenciales, como el que plantea
el marxismo como un reduccionismo, al referirse a la reproducción de la fuerza
de trabajo como un servicio prestado al Capital y no para los hombres. Giménez
decía en 2005:
La
noción de que bajo el capitalismo, el modo de producción determina el modo de
reproducción y, consecuentemente, relaciones desiguales observables entre
hombres y mujeres, no es una forma de economicismo o un reduccionismo
de clase, sino el reconocimiento de la
compleja red de efectos de nivel macro que actúa
sobre las relaciones hombre-mujer, de un modo de producción impulsado por la
acumulación de capital en lugar de por el objetivo de satisfacer las
necesidades de la gente. Sostener lo contrario, postulando la mutua interacción entre la organización
de la producción y la organización de la reproducción, o dando primacía causal
a esta última, es pasar por alto la importancia teórica de la abrumadora
evidencia que documenta la subordinación capitalista de la reproducción a la
producción.
Estas feministas no solo han
jugado un papel clave en el avance de la teoría marxista sobre la opresión de
las mujeres, sino que además nos recuerdan que el marxismo es una teoría viva y
de plena actualidad que está aún en proceso de desarrollo. Y que profundizar en
la teoría marxista y feminista significa también, profundizar y ampliar
el potencial de futuro de nuestra práctica, en la lucha contra la opresión de
la mujer.
Finalmente, creo que merece la
pena enfatizar que necesitamos, no solo una teoría marxista y feminista, sino
también una práctica marxista y feminista en la lucha por la liberación de la
mujer. Esa práctica debe incluir la construcción de un partido
revolucionario, ya que sin un partido socialista revolucionario no puede
triunfar una revolución socialista.
Aunque el éxito de la revolución
socialista no garantiza automáticamente la liberación de las mujeres, si que
crea las condiciones materiales para ello. Y es a través del proceso
revolucionario, en todas sus etapas, desde la primera a la última, cuando los
revolucionarios, en la tradición del Partido Bolchevique, tienen un papel
crucial que desempeñar combatiendo toda forma de opresión, no solo desde
arriba, sino también desde el interior de la clase obrera. No hay sustituto
posible en ese proceso. Marx lo dejo bien claro cuando sostuvo: La revolución es necesaria, por tanto, no solo porque la clase
dominante no pueda ser derrocada de otra manera, sino porque la clase que la
derroca solo puede alcanzar el éxito en la revolución si se desembaraza, ella
misma, de toda esa vieja basura y se muestra capaz de construir una nueva
sociedad.
Si el papel de los
revolucionarios es indispensable, seremos más eficaces si no minimizamos los
desafíos a los que nos enfrentamos en la lucha contra el sexismo, dentro de la
clase obrera, si los reconocemos y, sobre estas bases, somos capaces de
desarrollar una estrategia que tenga como objetivo movilizar al conjunto de la
clase obrera para conseguir la liberación de la mujer.
10/03/2013
(*) Sharon Smith, feminista
marxista estadounidense, es autora de Mujeres y Socialismo: Ensayos
sobre la liberación de la mujer.
Traducción : Lola
Rivera
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